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Y SU EPOCA
El Profesor
Ricardo Poli Ferrari
El Profesor
Enrique Pouey
Y SU ÉPOCA
EDICIONES
Montevideo
2011
Plus-ultrA
EDICIONES
ISBN: 978-9974-98-547-6
Primera edición - Noviembre de 2011
EL PROFESOR ENRIQUE POUEY Y SU ÉPOCA
© Ricardo Pou Ferrari
Queda hecho el depósito que ordena la ley
Impreso en Uruguay - 2011
Tradinco S.A.
Minas 1367 - Montevideo.
Queda prohibida la reproducción parcial o total de este libro, por medio de cualquier pro¬
ceso reprográfico o fónico, especialmente por fotocopia, microfilme, offset o mimeógrafo
o cualquier otro medio mecánico o electrónico, total o parcial del presente ejemplar, con o
sin finalidad de lucro, sin la autorización del autor.
Diseño de portada y armado: Augusto Giussi
Enrique Pouey
( 1858 - 1939 )
Dedicatorias
Dedico este libro, con afecto y admiración, a mi
maestro, el Académico Honorario, Profesor Emé¬
rito, Dr. Fernando Mañé Garzón, Alma mater
del estudio de la Historia de la Medicina y de la
Ciencia en el Uruguay.
Tributo de homenaje al Académico, Profesor
Emérito, Dr. Raúl Praderi, Magister de los ciruja¬
nos uruguayos, historiador de la medicina, quien
me ha brindado su amistad y sabiduría.
7
Agradecimientos
• Al Doctor Juan Ignacio Gil Pérez, quien me
impulsó definitivamente a encarar esta obra y que
además ha colaborado en la búsqueda de material
bibliográfico y en su discusión, al igual que en la
elaboración de algunos capítulos . 1
• A la Doctora Sandra Burgués Roca, cuyos tra¬
bajos científicos nos han servido de base en este
libro, así como su colaboración incondicional en
la investigación bibliográfica y su inteligente y
atinado comentario, siempre bienvenido.
• A la Dra. Lorena Dini Pou, profesora de la
Universidad de la Chanté de Berlín, quien ha
contribuido generosamente a la obtención de
datos, materiales y biografías pertenecientes al
mundo de la medicina germana.
• Al Profesor Dr. José Enrique Pons, que nos ha
brindado su consejo erudito y ha dedicado tiem¬
po para algunas correcciones del texto.
• Al personal técnico y administrativo del De¬
partamento de Historia de la Medicina, Bach.
Mariángela Santurio y Marianela Ramírez, por
su constante apoyo. A la Bibliotecóloga Graciela
Rizotto, quien, como en oportunidades previas,
tuvo a su cargo gran parte del arduo trabajo de
pesquiza documental, para lo cual se requiere co¬
nocimiento y perseverante esfuerzo.
1 Los capítulos en los cuales ha contribuido se señalan con asterisco junto al título.
9
• A mi secretaria, la Sra. Lecticia Oliveira, quien
ha colaborado constantemente en la elaboración
del manuscrito.
• A la Sra. Gloria Lamas, sobrina nieta del Pro¬
fesor Pouey y nieta del Profesor Alfonso Lamas,
quien nos proporcionó -con amabilidad poueya-
na- el invalorable aporte de sus recuerdos (mate¬
riales e ideales). Cumplo con ella, una promesa
que le hiciera hace muchos años de publicar la
biografía de Don Enrique.
• Al personal técnico y administrativo de la
Biblioteca de la Facultad de Medicina de Mon¬
tevideo, de la Biblioteca Nacional, del Archivo
General de la Nación y del Museo Histórico Na¬
cional.
io
Capítulo I
Introducción
L a biografía es uno de los métodos posibles de abordar la his¬
toria. Tradicionalmente, la historiografía médica nacional
ha seguido en forma preferente este camino; basta recordar
las obras precursoras de AugustoTurenne, Rafael Schiaffino
y Velarde Pérez Fontana y las más recientes de Washington Buho
y Fernando Mañé Garzón. El presente ensayo se en columna en esa
fecunda línea de trabajo.
Estudiar la vida de Enrique Pouey, aparte de poner en eviden¬
cia su perfil profesional y humano, permite transitar el período
comprendido entre 1850 y 1940, cargado de acontecimientos que
cambiaron el mundo, no sólo en lo científico y tecnológico sino
también en el signo que anima la inquietud humana.
Pouey nace en el Uruguay pastoril, luego de finalizada la Guerra
Grande. Superadas las divergencias entre independentistas y colo¬
nialistas, persiste todavía por años la dialéctica entre los seguidores
de los caudillos rurales y de los doctores de la ciudad. Se insinúa en¬
tonces otro poder, que pronto ocupará el proscenio, ejercido por los
jefes militares, que imponen un orden en la anarquía de los motines
y sientan las bases de un país moderno, lo que no habían logrado los
El Profesor Enrique Pouey y su época
padres fundadores, pretendiendo adaptar una realidad indómita a
formalidades legales ajenas. Poblado por sucesivos empujes de emi¬
gración europea, el Uruguay va modelando su perfil, con las dificul¬
tades propias del país pequeño, amortiguador de las ambiciones de
vecinos poderosos. Varias revoluciones de por medio, alcanza una
democracia pretendidamente representativa.
El golpe de Estado de Latorre, en 1876, coincide con la funda¬
ción de la Facultad de Medicina, mientras nuestro personaje ya se
halla en París, estudiando en uno de sus más emblemáticos colegios,
de donde egresa como Bachiller en Ciencias, tres años después.
Al retornar a Montevideo, Pouey encuentra a la embrionaria
Facultad de Medicina en plena crisis, consecuencia de la improvi¬
sación de profesores y programas, de la pobreza en medios mate¬
riales y de los enfrentamientos entre académicos y administradores
del único hospital público. El disciplinamiento y la inyección de
talento se da a fines de 1884 con tres hechos casi simultáneos que
tienen lugar en la Facultad de Medicina: el acceso de José Máximo
Carafí al decanato, las becas concedidas a tres jóvenes médicos para
perfeccionarse en París y el ingreso de valiosos catedráticos verná¬
culos. Sin desvanecer el influjo de la escuela anatomo-clínica, se in¬
troducen entonces nuevas tendencias renovadoras: la teoría celular,
la microbiológica y la fisiológica experimental. Casi sin advertir¬
lo, Pouey se embarca en esas líneas, afianzándolas en Francia junto
a preceptores de primera línea. De la mano de Jacques Amédée
Doléris (1852-1938), obstetra y cirujano compañero de estudios
de Carafí y discípulo de Pasteur, aprenderá tanto las prácticas de
laboratorio como la nueva cirugía antiséptica. También será testigo
y protagonista del surgimiento de las especialidades, consecuencia
de la fusión -a nivel académico- de la medicina y la cirugía, que se
enseñan en decenas de hospitales, anfiteatros, laboratorios, museos
e instituciones privadas. En cirugía se perfila, en rápido proceso
de desarrollo, la dedicada al aparato genital femenino; quienes la
ejercen -los protoginecólogos- provienen de la cirugía general o
de la obstetricia. Mientras Pouey rehace íntegramente (al igual que
Francisco Soca) su formación médica, tendrá oportunidad de culti¬
var su privilegiada manualidad quirúrgica en dicho terreno.
Ricardo Pou Ferrari
París, meca de los estudios médicos desde la primera mitad del
siglo XIX, es el hogar transitorio de jóvenes galenos uruguayos, co¬
mo Teodoro M. Vilardebó, Francisco A. Vidal, Gualberto Méndez,
Pedro Visca, Enrique Figari y Eugenio Piaggio primero, y Alfredo
Navarro, Bernardo Etchepare, Gerardo Arrizabalaga, Carlos Héguy
e Isidoro Rodríguez después. Es éste uno de los aspectos en que se
concreta la ascedencia de la cultura francesa sobre la uruguaya, has¬
ta que llega -y en ello Pouey tendrá importante papel- el influjo de
la norteamericana, con un colateral aunque no desdeñable aporte
de la inglesa y la germana.
A partir de su regreso al país en 1888, Pouey cumple una tarea
que hasta el momento los historiadores de la medicina no había¬
mos valorado lo suficiente, con la sola excepción de Pérez Fontana
y Raúl Praderi, cual es la de “organizador” de la cirugía uruguaya.
Este término permite enfatizar que, sin ser fundador ni precursor
(ya lo habían sido José Pugnalin y Cari Brendel) es quien, poseedor
de una transformadora mentalidad científico-médica así como de
peculiares condiciones de liderazgo, pone las cosas en su sitio , adju¬
dicando nuevas prioridades y enseñando una renovadora metodo¬
logía desde dos sitios: la cátedra de Medicina operatoria y la sala de
operaciones. Así prepara a la primera falange de nuevos cirujanos:
Alfonso Lamas, Luis P. Mondino, Luis P. Lenguas, Luis P. Bottaro y
Francisco Canessa, quienes tendrán enseguida su bautismo de fue¬
go en la clínica de Pugnalin y formarán -con el paso del tiempo- sus
respectivas escuelas, a las que se sumará la de Navarro.
En 1895, Pouey llega a la Cátedra de ginecología, al tiempo
que va soltando amarras de otros aspectos, entre ellos la obstetricia,
que abandona precozmente. Es el suyo el paradigma de un magis¬
terio médico que comienza en el medio acotado de la sala Santa
Rosa del Hospital de Caridad, junto a un único colaborador, Luis
Pedro Bottaro, a quien designa Jefe de Clínica. En torno a ellos se
irá agrupando, en capas sucesivas, una cohorte de jóvenes, muchos
de los cuales permanecerán a su lado para siempre. La escuela poue-
yana se basa en rasgos concretos: el respeto a la verdad, el cultivo
de la modestia, el amor al trabajo, el afán por la discusión sana, el
leal reconocimiento de los errores, la prioridad puesta en el enfer-
13
El Profesor Enrique Pouey y su época
mo y la generosidad, que en el caso de Pouey llega a la filantropía.
Asimismo se caraceriza por el cultivo de la vertiente social, la buena
acogida para las innovaciones y la apertura hacia nuevas tenden¬
cias. Desde el punto de vista práctico, Pouey cultiva y enseña una
exquisita atención a los datos clínicos, un mesurado razonamiento
diagnóstico, el seguimiento evolutivo del caso, el reconocimiento
de la oportunidad para actuar o abstenerse y el cultivo de una téc¬
nica quirúrgica depurada.
En su larga carrera universitaria de cuarenta años, Pouey ve
crecer la Medicina uruguaya, tanto en la Facultad como en las insti¬
tuciones estatales y privadas. Hijo de la época de la caridad, contem¬
pla el surgimiento de la solidaridad social, del derecho a la asistencia
y respalda con su jerarquía los sucesivos organismos responsables de
llevar estas concepciones a la práctica. Su veta filantrópica se pone al
servicio de este proceso, considerando que debe devolver cuanto ha
recibido de la sociedad y que la misión del médico es auxiliar al que
sufre. Desde los comienzos de nuestra Facultad de Medicina, asiste
a la concreción de Institutos, a la prolongada gestación del Hospital
de Clínicas, así como al nacimiento de profesionales que le dieron
jerarquía y personalidad, liberándola progresivamente del colonia¬
lismo científico. De la modesta sala de hospital en que comienza su
enseñanza (para la que tanto adquirió, en su deseo de verla tan bien
equipada como su sanatorio particular) tiene el privilegio de crear
ámbitos públicos muy adecuados para la época, como el Pabellón
de Ginecología y el de Curieterapia Ginecológica.
Partidario del intercambio de opiniones, Pouey es uno de los
fundadores de la Sociedad de Medicina de Montevideo (1892), de
la Liga Uruguaya contra el cáncer genital femenino (1917), de la
Sociedad de Cirugía (1920) y de la Sociedad Ginecotocológica del
Uruguay (1926). Promotor y sostén económico de congresos, na¬
cionales e internacionales, persevera en esa línea hasta su muerte. No
fue miembro de Academias ni recibió títulos honoríficos. Prefirió el
cariño y el respeto de sus contemporáneos, puesto de manifiesto en
innumerables homenajes. Su nombre queda ligado al del pabellón
de ginecología del Hospital Pereira Rossell, al de una calle aledaña
14
Ricardo Pou Ferrari
a éste último, a una avenida en Las Piedras y a un programa oficial
para la prevención del cáncer de cuello uterino.
A diferencia de la mayoría de sus colegas, no tuvo Pouey par¬
ticipación en política, ni tampoco manifestó su ideología en tal
sentido ni su credo religioso; prefirió dedicar todas sus horas a la
medicina. Fue un clínico, su vida transcurrió en torno al enfermo,
en el hospital, en el consultorio y en la sala de operaciones. Quienes
lo conocieron afirmaban que por su buena educación, suavidad (no
exenta de firmeza si era necesario hacer correcciones), tolerancia y
afán de pacifismo, jamás tuvo enfrentamiento con nadie. Cultivó
un lenguaje limpio, simple, directo, sintético, sin amaneramientos
retóricos; a veces llama la atención su aparente ingenuidad, pero,
mejor observado, refulge en él la sabiduría.
Su forma de actuar fue la cirugía -más tarde la curieterapia-
que practicó desde las etapas heroicas, cuando se requería audacia
responsable y valentía para afrontar los problemas, procurando re¬
solverlos pese a la alta probabilidad de fracasar. Poco a poco, con la
evolución del arte y su creciente experiencia, el camino quirúrgico
se le hizo más seguro, previsible y exitoso.
Enseñó con aseveraciones breves, verdaderos aforismos, casi
siempre en francés. Cuando la urgencia de la situación hubiera lle¬
vado a otro a actuar precipitadamente, se hacía tiempo para pen¬
sar: “IIfaut réfléchir avant d’agir”. Tomada la decisión, planteaba las
prioridades: “IIfaut courir au pluspresse \ No era debido distraerse,
sino concentrar las energías en la delicada acción que tenía entre
manos-, “Fais ce que tu fais”. Consciente de la necesidad de que el
aprendizaje del oficio de cirujano se basa en la práctica cotidiana,
afirmaba: “ C’est en forgeant quon devient en forgeron”. Alentaba a
cultivar la economía de materiales, de tiempo, de energía. Nunca
satisfecho de su labor, repetía: “ Toujours a mieux”. Su actitud frente
al enfermo -impregnada de humanismo- la resumía en la siguiente
expresión: “Je veux l’bomme maitre de lui-meme a fin quilsoit mieux
le serviteur de tous».
Contribuyó silenciosamente al mantenimiento de obras vincu¬
ladas a la medicina, a la colectividad vasca, a la difusión de la cultu-
15
El Profesor Enrique Pouey y su época
ra francesa (a través de los colegios francófonos que culminaron en
el Lycée Francais y en la Alliance), a la promoción de la educación
popular (por su apoyo a la fundación de escuelas públicas y del
Liceo de Las Piedras) y un largo etcétera.
Era de estatura baja, complexión recia, ademanes mesurados,
andar pausado, cabeza procer, cabellos rizados, que pronto enca¬
necieron al igual que su frondoso bigote; ojos claros, de llamativa
ternura y vivacidad; sonrisa insinuada en los labios; voz calma y cla¬
ra. Elegante y sobrio en el vestir, lucía con orgullo el uniforme-, una
larga túnica con su monograma por única condecoración y guantes
de caucho, que quizá protegían su piel o disimulaban una dermati¬
tis, testimonio de sus primeras lides como radio terapeuta, cuando
11 casi nadie sabía nada, ni siquiera sobre los riesgos que implicaba
la manipulación de las emanaciones.
Tuvo la suerte y la virtud de envejecer dignamente, trabajan¬
do, sin abandonar el hospital, dándole por despedida a los jóvenes
cada día, un “ au revoir”. Siempre atento a las novedades, deseoso
de emprender proyectos, pensaba que su persona no era imprescin¬
dible para continuar la obra, cuyos fundamentos había echado y
para la cual había formado a las nuevas generaciones. La muerte lo
sorprendió en plena vigencia, el día antes de su octogésimo primer
aniversario, cuatro meses antes de que su amada Francia se viera
involucrada en una nueva y sangrienta guerra.
La vida de Pouey permite comprobar que, aún sin salir de los
límites de la estricta vocación de cada uno, es posible tener una
enorme gravitación sobre la cultura de un país, si el principal motor
de la acción es el amor.
Juan Pou Orfila, en ocasión de despedir definitivamente a su
venerado Maestro, manifestó que “ya llegaría quien trazara una sem¬
blanza biográfica de Pouey” 1 . Hemos tomado ese desafío, sin consi¬
derarnos a la altura del mismo, pero procurando hacerlo con toda
la capacidad a nuestro alcance.
2 Por Pou Orfila, J. Discurso pronunciado en el acto del sepelio del Profesor Dr. Enri¬
que Pouey (fallecido el 8 de mayo de 1939), en: Juan Pou Orfila. Discursos universita¬
rios y escritos culturales (Segunda serie, 1926-1940). Montevideo, Tipografía Atlántida,
1941, págs 257-261.
16
Capítulo II
Inmigración vasco-francesa
en el Uruguay
L a ascendencia familar de Pouey justifica hacer algunas
consideraciones sobre la inmigración vasco francesa en el
Uruguay, que constituye un proceso social complejo y fas¬
cinante. Muchos autores se han ocupado del tema desde
hace más de un siglo. Casi todos concuerdan en que no es posible
verificar las cifras exactas de los vascos que, en el curso del siglo
XIX, cruzaron el Atlántico con destino al Río de la Plata. No obs¬
tante, podemos tener idea aproximada de su magnitud, aunando la
información recabada en censos, registros de embarque, informes
consultares, datos de prensa y listas de expedición de pasaportes
(aunque muchos jamás los solicitaron, ya que se embarcaron desde
España).
En el conjunto de la inmigración francesa, no fueron los vascos
los más numerosos, pero, si se calcula la relación entre la cuantía del
aporte migratorio y el número de habitantes por región, las provin¬
cias del sudoeste (Pirineos y Béarn) están entre las primeras.
Son diversas y en su mayoría hipotéticas las causas que deter¬
minaron este desplazamiento fluctuante hacia América del Sur, que
17
El Profesor Enrique Pouey y su época
se extendió desde la década de 1820 hasta la de 1880. Los primeros
en ocuparse del tema pusieron énfasis en el espíritu de aventura
de este pueblo, lo que para nosotros es un argumento que care¬
ce de consistencia. Resulta más fehaciente, siempre moviéndonos
en un plano especulativo, que hayan sido los relatos procedentes
de los vascos radicados en el Nuevo Mundo, los que condujeron,
con el paso del tiempo, a cristalizar en el imaginario colectivo, una
especie de mito acerca de la tierra de promisión americana. Otra
explicación, más factible y objetiva, es la influencia que pudo haber
tenido el sistema de herencia vigente en el país vasco (tanto francés
como español) -del mayorazgo primero y de repartición igualita¬
ria después- 3 conduciendo en ambos casos a la aparición de un
grupo potencialmente compelido a emigrar. Ciertos historiadores
señalan que los habitantes del sudoeste de Francia constituían una
comunidad celosa de sus fueros regionales y relativamente desape¬
gada de la noción de patria, por lo que sus miembros eran reacios
a ser enrolados en el ejército, 4 lo que justificaría que entre los emi¬
grantes predominaran los hombres jóvenes y solteros. En un orden
más genérico, pudo haber influido la modificación provocada en
la economía rural por la revolución industrial, con la reducción de
los espacios de trashumancia y pastoreo, así como con la casi total
desaparición del artesanado rural.
Por otro lado, en diversos períodos de la historia de las nacio¬
nes del Plata, los gobiernos concibieron políticas para el fomen¬
to de la emigración calificada, especialmente de procedencia vas¬
ca, con la finalidad de incrementar la fuerza de trabajo necesaria
para la cría de ganado, la industria saladeril y la agricultura. En
Uruguay, Fructuoso Rivera (1784-1854), durante su primer go¬
bierno (1830-1835), alentó la apertura selectiva de las fronteras,
a fin de recibir a europeos jóvenes y activos, proyectando fundar
para ellos una villa, que se llamaría Cosmópolis, en los alrededores
del Cerro de Montevideo. 5 Similar iniciativa tuvo el presidente ar-
3 Este último entró en vigencia mucho antes (a fines del siglo XVIII) en Francia que
en España.
4 La conscripción fue obligatoria entre 1798 y 1818; derogada durante la Restauración
y restablecida durante el Segundo Imperio, en 1855.
5 Las primeras etapas de la inmigración, que disimulaban la llegada de esclavos, llama¬
dos “ colonos” -lo que estaba expresamente prohibido por el artículo 131 de la Consti-
Ricardo Pou Ferrari
gentino Bernardino Rivadavia (1780-1845). Durante la dictadura
rosista (1830-1852) predominaron las ideas xenófobas, pero una
vez finalizado dicho régimen, en 1853, se aprobó en la Argentina
una nueva Ley Constitucional que otorgaba iguales derechos civiles
a los extranjeros que a los nacionales. Al año siguiente, se elabo¬
raron proyectos de colonización para las provincias de Misiones,
Córdoba y Entre Ríos. El presidente Justo José de Urquiza (1801-
1870) apoyó el estímulo de la emigración, sostenido por uno de sus
ministros, Juan Bautista Alberdi (1810-1884), quien aseveraba, “en
Argentina, gobernar es poblar” y para lograrlo -agregaba- es preciso
“despoblar los Pirineos” , mostrando de este modo su predilección
por el pueblo vasco.
Un aspecto que ha llamado siempre la atención de los estudiosos
en el tema de la emigración vasca, es el de los mecanismos concretos
a través de los cuales se operó ese masivo traslado que llegó a dejar
pueblos pirenaicos casi deshabitados y que fue calificado por algu¬
nos historiadores y sociólogos franceses como una “trata de blan¬
cos”. A partir de 1832, se fundaron empresas, como la de Lafone y
Wilson, la de los hermanos Brie y la del doctor Brougnes, que esta¬
blecieron redes de captación de emigrantes, que se iniciaban en las
aldeas vascas (tanto francesas como españolas) y terminaban en el
Río de la Plata. Por medio de agentes, carteles y panfletos, alentaban
a los ciudadanos a emigrar, ofreciéndoles facilidades para efectuar
los trámites, pagar el pasaje y conseguir trabajo en Montevideo o
Buenos Aires. Dice una nota periodística: “En 1852, Celestin Roby,
emisario de Auguste Brougnes de Bayona, cumple con creces sus come¬
tidos, ya que en ese año efectúa 252 embarques de colonos dirigidos al
Plata”. Para no pasar por los complicados trámites que se requerían
para conseguir el pasaporte, los franceses solían atravesar la frontera
de España y zarpar del puerto de Pasajes. Otros, tomaban el barco
en puertos franceses, especialmente Burdeos. Las condiciones del
viaje eran deficientes; los buques estaban mal mantenidos y siem-
tución de 1830-, así como la ulterior auténtica inmigración hasta la finalización de la
Guerra Grande, han sido tratadas magistralmente por Juan Pivel Devoto en el Prólogo
a los Estudios sociales y económicos de Francisco Bauzá (Cf. Pivel Devoto, J. E. Prólogo,
en Bauzá, F. Esttidios sociales y económicos , Ministerio de Educación y Cultura, Biblio¬
teca Artigas, Col. Clás. Urug., Vol 40. Selección de discursos. Tomo I, Montevideo,
1972: VII-CLXI).
19
El Profesor Enrique Pouey y su época
pre abarrotados; la alimentación a bordo era pésima; los enfermos
y muertos durante el trayecto, numerosos, así como los naufragios,
que ocasionaron miles de víctimas. Una vez llegados al Río de la
Plata, no siempre los empleos y retribuciones eran los prometidos,
por lo que, luego de un tiempo, los vascos se largaban a trabajar
por cuenta propia en calidad de artesanos, albañiles, agricultores o
peones. Según Juan Oddone, 6 algunos de estos grupos fueron una
excepción frente al resto de los emigrantes, por lo que este autor los
denomina “de élite” , ya sea por la situación económica o el nivel
cultural de sus integrantes.
Este masivo aflujo de personas, al que se sumaron otras etnias,
creó no pocas reacciones xenofóbicas en el Río de la Plata, atri¬
buyéndoseles a “los gringos ” robos y asesinatos, quizás no del todo
desvinculados de los factores de índole ideológico y con el inicio del
movimiento obrero sindicalista.
Amantes del canto y la improvisación, los vascos que perma¬
necían en el terruño no perdían oportunidad para manifestar su
recelo ante la partida de sus conciudadanos, especialmente ha¬
cia Montevideo. Así por ejemplo, en los “ juegos florales ” realiza¬
dos en 1853, se presentó una obra de Jean Martin de Hiribarren
Dutari (1810-1866), luego publicada con el título de Montebideoco
Bereriac , que pintaba a la emigración como una traición a la familia
y al país, y a América como un ámbito de perdición y violencia,
donde se abandonaban las prácticas religiosas.
Con cierta tendencia a la endogamia, los vascos de América
conservaron su cohesión como grupo étnico, manteniendo la len¬
gua (también, en ciertos niveles de educación, cultivaban el francés)
y las tradiciones. El Euskar Bat de Montevideo fue la primera insti¬
tución en el mundo, fundada en 1876 con el objetivo de preservar
la cultura vasca en el extranjero. Si bien fue iniciada por los vascos
españoles, a partir de 1881 se transformó en Euskara , con la incor¬
poración de los vascos franceses. 7
6 Oddone, J. La emigración europea al Río de la Plata. Montevideo, Ed. Banda Orien¬
tal, 1966, 111 págs.
7 Mehats, Claude. Organisation et aspects de l’émigration des Basques de France en Amé-
riqae : 1832-1976, Vitoria-Gasteiz, Gobierno Vasco, 2005 : 266.
20
Ricardo Pou Ferrari
En el curso de una generación, favorecidos por sus hábitos de
trabajo y ahorro, a lo que se sumó el proceso de desarrollo econó¬
mico que tuvo lugar en Uruguay hasta la crisis de 1890, los hijos de
algunos de estos vascos accedieron a los estudios universitarios y pa¬
saron a integrar, en calidad de destacados profesionales, políticos y
educadores, o bien como propietarios, comerciantes y empresarios,
el magro y democrático nuevo patriciado uruguayo.
***
Don Marcos Pouey (1832-1891), padre de Enrique, llegó
a Montevideo en 1853, a la edad de 21 años con el diploma de
Bachellier es Lettres y fundó un pequeño centro de enseñanza, que
llamó primero “ Escuela Francesa ” y más tarde “ Colegio Franco-Inglés”,
al frente del cual estuvo treinta años. Formó parte de una extensa
red de educadores de su nacionalidad, más o menos improvisados,
que ejercieron la enseñanza primaria y secundaria, progresivamente
mejor organizada gracias a las iniciativas de pedagogos vernáculos.
***
Deseamos destacar el caso concreto de un grupo de élite entre
los emigrantes vascos, al que perteneció el padre de Pouey, llegados
al Uruguay luego de la Guerra Grande, una vez depuesto Rosas.
Procedía de la ciudad de Tarbes, capital de los Altos Pirineos, centro
administrativo, económico y cultural de su provincia. Existía allí un
“Liceo imperial’, donde esa minoría adquirió formación preuniversi¬
taria y credenciales para desempeñarse en el comercio, la enseñanza
o la administración. Una vez establecidos en Montevideo, sus inte¬
grantes tuvieron una verdadera “ obsesión por su país natal, por lo que
aquellos a quienes les sonreía la fortuna, enviaban sus hijos a completar
los estudios en Francia” . Eso ocurrió con Enrique Pouey, al igual que
con tres figuras, oriundas también de Montevideo, en las que nos
detendremos brevemente. Transcurridos unos años y de modo in¬
dependiente, ese trío constituirá el grupo de los poetas simbolistas
franco-uruguayos. Estamos hablando de Isidore Ducasse, el “ conde
de Lautreomont” , (Montevideo, 1846 - París, 1870) , Jules Laforgue
(Montevideo, 1860 - París, 1887) y Jules Supervielle (Montevideo,
1884 -París, 1960).
21
El Profesor Enrique Pouey y su época
El padre del primero, Charles Francois Ducasse, fue profesor
en su tierra entre 1845 y 1870 y luego funcionario del consulado
francés en Montevideo. En 1859 envió a su hijo a Tarbes para hacer
los estudios secundarios, que este completó, entre 1863 y 1865, en
el Liceo de Pau. Luego de un retorno fugaz a Montevideo -alrede¬
dor de 1865 a 1867-, Isido re se trasladó a París, donde falleció en
1870, dejando una obra poética de especial relieve tanto por su es¬
tilo como por su contenido vanguardista. En una correspondencia
de Ducasse (padre), hace mención “a un paseo muy divertido fuera de
las murallas [de Montevideo] en compañía de Pouey [padre] ”.
El progenitor del segundo era Charles Laforgue, maestro y re¬
gente de uno de los colegios francófonos de Montevideo que fun¬
cionó coincidentemente con el de Marcos Pouey. En 1866 mandó
su hijo a Tarbes, quien, tras una breve pero exitosa carrera litera¬
ria, murió en París el 20 de agosto de 1887, momento en el que
Enrique Pouey se hallaba allí terminando su carrera de Medicina.
¿Llegaron a conocerse?
Jules Supervielle, también nacido en Montevideo, a causa de la
muerte de sus padres (víctimas de una epidemia de cólera que asoló
Oloron-Sainte-Marie, pueblo pirenaico donde se habían afincado
desde 1884) fue adoptado por su tío Bernard, fundador -en 1880-
del Banco Supervielle de Montevideo. Con sus tíos, Jules regresó a
Uruguay, donde vivió transitoriamente. Se casó con una uruguaya;
entre 1912 y 1939 se afincó en París; volvió a Montevideo durante
la Segunda Guerra Mundial para luego retornar definitivamente a
Francia. Fue con Jules que Pouey tuvo íntima relación; con él formó
parte del Consejo Directivo del Liceo Francés -centro educativo que
hoy lleva el nombre del poeta-, juntos promocionaron la fundación
en París de la Escuela Uruguay-Francia, de la que Pouey se hizo car¬
go por largos años. 8
***
La gravitación de la cultura francesa en Uruguay no sólo se ex¬
plica por el número de los inmigrantes de esa procedencia; más bien,
por la calidad de su impacto en lo económico, social y cultural. Si
8 Llovet, E, Discurso , en: Homenaje al Profesor Enrique Pouey. Montevideo,El Siglo
Ilustrado, 1928.
22
Ricardo Pou Ferrari
España descubrió y colonizó el Río de la Plata, luego lo manuvo re¬
legado por espacio de tres siglos, mientras su progresiva decadencia
restaba aún más fuerza al influjo colonizador, amortiguado todavía
a partir del inicio del proceso independentista americano. Como
bien señala Zum Felde en el Proceso histórico del Uruguay? España
dejó su impronta en el idioma, las costumbres, la concepción ur¬
banística de las ciudades, algunos rasgos de su arquitectura y en
la complicación y lentitud de los procedimientos administrativos.
Mientras tanto, Francia, cuya lengua había alcanzado vigencia uni¬
versal, multiplicó los viajes transatlánticos de exploración, comercio
y de intención militar, gracias a los cuales llegaron a estas latitudes
periódicos, cartas, libros y anécdotas, que despertaron el interés de
nuestros primeros intelectuales por el enciclopedismo y de nuestros
proceres por el ideario de la Revolución francesa.
En lustros futuros, estos fenómenos socio-culturales se desarro¬
llaron por caminos de ida y vuelta entre Uruguay y Francia; algunos
-la mayoría- estaban orientados hacia París; otros -los menos-,
hacia el sur. Concretamente, ciertas personalidades orientales de
relieve, deseando alejarse del ambiente enrarecido del Montevideo
sitiado, como fue el caso de Francisco Antonino Vidal (padre) y
su familia, de Juan José de Herrera y la suya y del propio Teodoro
Miguel Vilardebó, se establecieron durante años en París. Más ade¬
lante, algunos emigrantes franceses procuraron que sus hijos reco¬
rrieran, en sentido inverso, la misma ruta que ellos habían empren¬
dido. Estos procesos consolidaron el influjo francés en el Río de la
Plata, que terminó por imponerse durante más de un siglo.
***
Cuando llegó Marcos Pouey a Montevideo, la colonia francesa
contaba con unas siete mil almas y tenía suficiente gravitación como
para afrancesar la imagen de la ciudad. Desde el momento en que
el puerto se convirtió en fondeadero de barcos franceses durante el
Sitio Grande, muchos de los marinos de esa nacionalidad se apo¬
sentaron en nuestra capital. Eran antiguos bonapartistas, retirados
de la Armada, comerciantes, científicos y profesionales. Los gustos
9 Zum Felde, A. Proceso histórico del Uruguay. Montevideo, Arca, 1987, 278 págs.
23
El Profesor Enrique Pouey y su época
de esta peculiar capital, aislada de su propio territorio pero abierta a
Europa, determinaron el aumento de comercios de diversos ramos,
que por concentrarse en la calle 25 de mayo la convirtieron en la
“calle francesa . Se decía que durante el Sitio, si alguien se detenía en
una esquina de la ciudad, oía hablar más en francés que en castella¬
no. Finalizada la guerra, persistió el influjo galo y es así que, según
la Guía de Profesionales de 1859, 10 eran franceses 8 farmacéuticos
(sobre un total de 16), 8 médicos (con dos clínicas ), 3 dentistas
(sobre 4), 4 flebotomistas, 2 parteras y 2 veterinarios.
10
Guía de Profesionales, Montevideo, 1859.
Capítulo III
1857-1858
La epidemia de fiebre amarilla
en Montevideo, el casamiento
DE LOS PADRES Y EL NACIMIENTO DE
Enrique Pouey
E l mismo año en que los padres de Pouey contraen matrimo¬
nio, Montevideo es víctima de una fatal epidemia de fiebre
amarilla. 11 El escritor Heraclio Fajardo 12 describe lo que se
vive entonces, con lenguaje romántico pero expresivo:
11 La misma ha sido tratada por varios autores. Destacamos, aparte de la obra que nos
ha servido como glosa para el presente capítulo, las dos siguientes: Brunel, Adolphe.
Mémoire sur la fiévre jauné qui, en 1857, a décimé la population de Montévidéo. París,
Imp. Rignaoux, 1860, 72 págs. y Buño, Washintgon. Una crónica de Montevideo de
1857: la epidemia de fiebre amarilla. Montevideo, Ed. de la Banda Oriental, 1983,
104 págs.
12 Fajardo, Heraclio. Montevideo bajo el azote epidémico. Montevideo, Librería Nueva,
Calle del 25 de mayo, 202, 1857, 152 págs.
^5
El Profesor Enrique Pouey y su época
[Montevideo], irguiéndose donosa sobre su base de granito, aspira¬
ba en esas brisas el perfume de sus flores, las últimas emanaciones de sus
fecundos vegetales [...] Descuidada y voluptuosa [...] Teatros, bailes,
paseos [...] En su febril agitación veíase impresa la huella de las alegres
carnestolendas [...] Por el día animación insólita en las calles; movi¬
miento en el comercio; actividad en la industria; [...] paseos, cabalga¬
tas; [...] las aceras espaciosas de la hermosa calle 18 de julio, cuajada
de paseantes por la tarde; los caminos de la Misión, la Aguada, el Paso
del Molino, cubiertos de carruages y jóvenes a caballo acompañando
gentiles amazonas. Por la noche; la calle del 25 de mayo despidiendo
torrentes de luz de su profuso alumbrado a gas, de los hermosos esta¬
blecimientos europeos que la componen, ofreciendo en sus aceras una
concurrencia compacta y elegante de ambos sexos, que se deleita con las
preciosas sonatas que ejecuta la música militar.
Tertulias de disfraz y de particular en varias casas. [...] El mag¬
nífico Teatro Solís, -nuestro más bello monumento arquitectónico-,
abriéndonos sus puertas y brindándonos en su espacioso recinto las emo¬
ciones del drama o los encantos de la ópera, la seducción física y moral
de Matilde Duelos, de esa mujer encantadora y de esa excelente actriz
o las notas simpáticas, sentimentales y dulces de Sofía Vera Lorini; los
arranques apasionados, enérgicos, sublimes de Tamberlick, de esa ce¬
lebridad universal, de esa organización privilegiada, de ese Dios de
los tenores; la voz aterciopelada, embriagadora y voluptuosa, como su
gracia y su ademán de Annetta Cassaloni.
La población afluye allí con preferencia, y es de ver cómo rivaliza
la hermosura y el lujo de nuestras damas con la elegancia y belleza del
suntuoso edificio, cuyo artesonado sirve de digno dosel a tanta cabeza
regia [...].
Y los primeros días del mes de marzo de 1857 deslizábanse así por
la linda ciudad, por la blanca sirena de la margen izquierda del gran
río [...].
Repentinamente aparece la mortal enfermedad, subestimada al
principio, que más tarde impone su letal evidencia, cuya naturaleza
y origen se desconoce. Hay quienes la atribuyen a las instalaciones
del gas, con el que desde hacía poco se alumbran las calles de la
2 6
Ricardo Pou Ferrari
ciudad. Flotan misteriosos miasmas, surgentes de la descomposi¬
ción de los vertederos, sin que pueda descartarse una contamina¬
ción voluntaria (no en vano Montevideo es uno de los puertos más
disputados del hemisferio sur):
“Losprimeros síntomas de una mortal epidemia, de un azote terri¬
ble y misterioso habíanse ya anunciado, haciendo víctimas a cada hora,
a cada minuto, a cada instante.
Rumores diversos: la fiebre amarilla importada del Brasil por una
familia que había burlado la vigilancia higiénica, desembarcando en
la ciudad antes de cumplir la cuarentena prescripta; ya el tifus; ya
el cólera-morbus; ya el vómito negro de la Habana, ya la disentería
endémica o local, desarrollada en la parte norte de la ciudad, o baño
de la Dársena, a consecuencia de los focos de infección allí estagnados;
ya efecto del alumbrado a gas, o antes, de la situación de la Usina en
un punto demasiado céntrico de la ciudad, y de la existencia de resi¬
duos venenosos en el estanque del gasómetro [...] Y ni faltó quien lo
atribuyese, -en las clases ignorantes y supersticiosas, por supuesto-, a
la corrupción voluntaria de la atmósfera mediante infisionamientos
químicos, tan imaginarios como absurdos. [...] La Junta de Higiene se
limitó al principio a publicar un sistema preventivo y curativo para la
fiebre reinante, sin determinar no obstante su carácter
Nadie, cualquiera sea su condición económica, está libre del
contagio. La reacción primaria es -como ocurre siempre ante las
amenazas de epidemia-, huir, abandonando casas y posesiones.
No es una excepción a ese instinto de conservación, el caso del
Presidente de la Comisión de Caridad y Beneficencia Pública, el
famoso médico Francisco Antonino Vidal, que rápidamente busca
refugio en su estancia de Barriga Negra, constumbre suya tan in¬
veterada en circunstancias similares, que justificaron el apodo de
“doctor Julepe”-.
“La epidemia se hacía sentir en todas partes y en todo, los comercios
cerraban, las calles estaban desiertas, la mayor parte había huido. En
el último tercio del mes de marzo, durante todo abril y parte de mayo,
esta triste emigración no cesó ni un sólo día [...]”.
27
El Profesor Enrique Pouey y su época
El único hospital público es el de Caridad; el Inglés o de los
Extranjeros y el de los italianos recién están organizándose. La acé¬
fala comisión, presidida por un administrador, cuenta con la cola¬
boración de las Hermanas de la orden del Huerto, arribadas poco
antes y ninguna de las cuales muere pese a su incansable actividad
en ese sitio atestado de enfermos. Junto a ellas y a los sacerdotes,
están los médicos y los integrantes de la Masonería, entre los que
figuran connotados religiosos, a pesar de la reciente invectiva del
Vicario Apostólico.
“Durante la epidemia, el Hospital de Caridad ofrecía un cuadro
aterrador, al tiempo que enternecedor. El I o de diciembre de 1856se
había producido la incorporación de las Hermanas de Caridad, tres
meses más tarde deben hacer frente a una prueba de fuego. Los médicos
actuantes fueron Teodoro M. Vilardebó, Maximiliano Rymarkiewicz
(alias) el Polaco, Fermín Ferreira, Gabriel Mendoza, etc.; los Sacerdotes,
José B. Lamas, Santiago Estrázulas y Lamas [el homéopata y legisla¬
dor] y Martín Pérez y las Sociedades masónicas, a través de la Sociedad
Filantrópica, la Comisión de Socorro y una casa de alimentación.
El 20 de marzo fallece Vilardebó, al día siguiente el Dr.
Rymarkiewicz, el 9 de mayo, el Vicario Apostólico José B. Lamas. Entre
el 3 de marzo y el 25 de junio fallecen 888personas”.
Poco a poco la epidemia aminora, los pobladores retornan, pero
la experiencia ha sido terrible; hubo días en que no eran suficientes
los brazos ni las horas para enterrar a los muertos en fosas comunes;
muchas familias quedaron devastadas; el temor de un nuevo brote
siguió cerniéndose sobre los montevideanos, conforme ocurrió en
Buenos Aires en 1871 (de lo que Juan Manuel Blanes dejó magistral
testimonio) y nuevamente en Montevideo en 1872.
28
Ricardo Pou Ferrari
Juan Manuel Blanes La fiebre amarilla ; Museo Nacional
de Artes Visuales, Montevideo. Pinta una escena de la
epidemia ocurrida en Buenos Aires en 1871.
Poco después de este desastre, a fines de octubre, concurren a la
Iglesia Matriz, de cuya parroquia eran vecinos, dos vascos franceses.
Se trata del ya conocido Marcos Pouey, tarbeano de veinticinco años
y vecino de Montevideo desde hace cuatro, a partir de entonces al
frente de su colegio, en el que colaboraban algunos de sus coterrá¬
neos. Por otro, una joven de diecinueve años, Juana Camino, que
lleva el apellido de María, su madre, con quien ha emigrado desde
Espelet en los Bajos Pirineos; dado que ésta última había debido
retornar a Francia, queda su hija, menor de edad, a cargo de doña
Graciana Irigoite.
29
El Profesor Enrique Pouey y su época
El trámite comienza por la presentación de los futuros contra¬
yentes ante el sacerdote de la parroquia -entonces el único autoriza¬
do a los efectos- con la finaliad de manifestar su deseo de contraer
matrimonio, para lo que aportan sus respectivos testigos.
En el caso de Marcos, se apersona Don Miguel (Michel)
Bialarde (Bialade), de su misma ciudad y profesión, de quien es co¬
nocido desde la infancia. Por si aún quedaran dudas, testifica Juan
(Jean) Laborde, tabersiano arribado a Montevideo antes de termi¬
nar el Sitio Grande y que también conocía a Marcos desde que éste
era párvulo.
Por parte de la novia se presenta doña Graciana, que declara
en igual sentido que los antes referidos. Luego de prestados los ju¬
ramentos “ por Dios y por la Sagrada Cruz, se otorgan los más validos
esponsales que por derecho se requieren a favor de dicha pretendida
unión', se pagan los haberes para las proclamas y el día 21 de no¬
viembre de 1857 se celebra la boda.
De los documentos que hemos compulsado surge que el ape¬
llido con que figura Juana cambia en futuras ocasiones, pasando
a ser Elizaga. Es probable que fuera hija natural, razón por la que
el nombre paterno no figura tampoco en el Acta de Matrimonio,
mientras que sí el de Marcos. También puede haber sucedido que
María, su madre, al llegar como inmigrante a Montevideo, sola y a
cargo de una niña, la declarara con su propio apellido, omitiendo el
del padre ausente, que en documentos ulteriores aparece como Don
Martín Elizaga; de ese modo es probable que evitara entorpecer los
trámites, de seguro tan arrebesados entonces como hoy día.
En un año tan trágico, se produce la unión de la cual nace
Enrique Pouey el 9 de mayo de 1858, que es bautizado también en
la Iglesia Metropolitana al año siguiente.
Véase el Apéndice Documental. Anexos N° 1, 2, 3, 4.
30
Capítulo IV
1858-1876
Infancia y juventud
P oco conocemos acerca de la infancia y juventud de Enrique
Pouey. La misma transcurre en una época asaz conflictiva
para el Uruguay, a la que no puede resultar ajeno ningún
aspecto de la vida pública o privada.
Luego de finalizada la Guerra Grande, “sin vencidos ni vencedo¬
res ”, se requiere para ocupar la Presidencia de la República una per¬
sonalidad capaz de afrontar la situación de desastre a que ha que¬
dado reducido el país. El candidato natural es el General Eugenio
Garzón (1796-1851), quien muere (al parecer por la rotura de un
aneurisma aórtico) en circunstancias que ocasionan el enjuicia¬
miento, por sus pares, del principal responsable de su asistencia
médica, el bearnés, “Doctor ’ -en relidad era “Officier de Santé”-
Pedro Capdehourat (1803-1880). La elección presidencial recae
entonces, en 1852, en Juan Francisco Giró (1791-1863), que es
depuesto al año siguiente y sustituido -a fin de completar el pe¬
ríodo establecido en la Constitución- por un triunvirato integrado
por Venancio Flores (1808-1868), Fructuoso Rivera (1784-1854) y
3i
El Profesor Enrique Pouey y su época
Juan Antonio Lavalleja (1784-1853). La muerte de los dos últimos
hace que Flores ejerza interinamente la Presidencia entre 1854 y
1855, ausentándose luego a Buenos Aires.
Al año siguiente, es electo Gabriel Antonio Pereira (1894-
1861), que pretende hacer un gobierno de concordia, libre de los
enconos partidistas del pasado. Sin embargo, en enero de 1858, tie¬
ne lugar un alzamiento comandado por el General colorado César
Díaz (1812-1858), cuyo fallido intento por tomar la capital deter¬
mina el desvío de su ejército al interior del país, donde es vencido
primero en Cagancha y más tarde, el 28 de enero, en Quinteros,
por las fuerzas oficialistas al mando del General Anacleto Medina
(1788-1871). Cuatro días después -y pese a las garantías de respeto
de su vida que otorgara el gobierno a los cautivos- son fusilados
más de ciento cincuenta de ellos, incluyendo a Díaz y al General
Manuel Freyre (1792-1858) (uno de los Treinta yTres Orientales),
en el episodio conocido como la “Hecatombe de Quinteros ”, fruto
del apasionamiento de los grupos en pugna y-si nos hemos de guiar
por la versión de Pereira-, de un desgraciado retraso en la transmi¬
sión de las órdenes, que eran contrarias a tan sangrienta conducta,
pero que no llegaron a tiempo a los jefes del ejército. La muerte de
Manuel Oribe y el ya señalado alejamiento de Flores hacia Buenos
Aires, hacen posible que Pereira culmine su período presidencial sin
más incidentes.
En 1860, es designado Bernardo Prudencio Berro (1803-1868),
que procura hacer, al igual que su predecesor, un gobierno de co¬
participación. Convencido de que ello no sería posible mientras
hubieran exiliados políticos, dicta una ley de amnistía, la que no
tiene las auspiciosas consecuencias esperadas, puesto que los adver¬
sarios (seguidores de Flores) permanecen en Buenos Aires rodeando
a su caudillo, mientras esperan una oportunidad para alzarse en
armas. La actuación de Berro es destacada desde muchos puntos de
vista, pero un análisis al respecto no corresponde en esta síntesis.
En 1863, Venancio Flores invade el país con el apoyo del presidente
argentino Bartolomé Mitre, lo que obliga a Berro a refugiarse en
Paraguay. En marzo, vencido el período presidencial de este último
y ante su ausencia, Atanasio Cruz Aguirre (1801-1875), presidente
32
Ricardo Pou Ferrari
del Senado, ocupa interinamente la Primera Magistratura. El Brasil
interviene entonces enviando cañoneras y tropas que, con la ayu¬
da de su aliado Flores, ponen sitio a Paysandú. La ciudad cae el
2 de enero de 1865, siendo destruida y fusilados sus defensores,
incluyendo al Comandante de Paysandú Coronel Leandro Gómez
(1811-1865). Las fuerzas de Flores sitian Montevideo, Aguirre re¬
nuncia a la Presidencia, que es ocupada interinamente por Tomás
Villalba (1805-1886), y, a partir del 25 de febrero, por Flores, en
calidad de Gobernador Provisorio. Poco después, el dictador se in¬
volucra en la Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay. En su
ausencia, deja como Gobernador Delegado a Francisco Antonino
Vidal (1827-1889). El mandato de Flores finaliza el 15 de febrero
de 1868. Cuatro días después, es asesinado; en la misma jornada, lo
es también su opositor Berro.
Entre este año y 1872 transcurre el gobierno constitucional
del General Lorenzo Batlle y Grau (1810-1887), época de crisis fi¬
nancieras e intentos revolucionarios, que culminan en la Revolución
de las Lanzas , promovida por el General blanco Timoteo Aparicio
(1814-1882). De acuerdo a los historiadores “por su duración y sus
efectos destructivos sobre la riqueza ganadera, es el conflicto civil que
mejor puede compararse a la Guerra Grande”. Estos acontecimientos
no son los únicos responsables del atraso que sufría el país y de las
dificultades en el encauzamiento del déficit económico, también lo
son las estructuras socio-económico propias de una cultura gana¬
dera.
Los ferrocarriles, que se inauguran en 1869 en tramos cortos
próximos a Montevideo, tienen rápido desarrollo en años posterio¬
res con la participación de empresas británicas. Por la misma época
comienzan a funcionar en Montevideo los tranvías de caballos.
La primera experiencia de telegrafía en América del Sur tiene
lugar en Montevideo en 1855, a modo de simple ensayo. Diez años
más tarde se hace el tendido del cable submarino entre Montevideo
y Buenos Aires y en 1873 se inicia la instalación de cuatro mil qui¬
lómetros de cables en el interior del país. Luego vendrá el telégrafo
inalámbrico.
33
El Profesor Enrique Pouey y su época
En cuanto a temas culturales, existen varias salas teatrales en
Montevideo. El Teatro Solis, cuya construcción se inicia en 1842,
recién se inaugura en 1856, una vez finalizado el sitio; allí se ofrecen
frecuentes conciertos, especialmente líricos.
En materia de educación, en setiembre de 1858, a su retorno
de Estados Unidos, José Pedro Varela (1845-1879) dicta una con¬
ferencia en el Instituto de Instrucción Pública, oportunidad en que
se produce la fundación de la Sociedad de Amigos de la Educación
Popular, cuyos estatutos son aprobados pocos días después, que¬
dando constituida una Comisión Directiva presidida por Elbio
Fernández (1842-1869). Bajo su responsabilidad se establece una
escuela gratuita y laica.
Además de la Universidad de Montevideo, establecida en
1849, deben mencionarse otros centros de cultura, en donde se
dictan cursos sobre materias tanto científicas como humanísticas y
constituyen el foro de discusiones filosóficas, como son la Sociedad
Universitaria, el Club Católico, el Ateneo de Montevideo, etc. La
Biblioteca Nacional, formada en base al legado de José Manuel
Pérez Castellano (1743-1815), es reorganizada e inaugurada,
conjuntamente con el Museo, en 1839, por Dámaso Antonio
Larrañaga (1771-1848). Luego de varias alternativas, en 1900
Joaquín de Salterain organiza el Museo Histórico. A este personaje
se debe también la refundación en 1915 del Instituto Histórico
y Geográfico, creado en 1843 por iniciativa de Teodoro Miguel
Vilardebó y Andrés Lamas (1817-1891).
Entre los médicos que se destacan, con anterioridad o en torno
a la época que consideramos, cabe citar aTeodoro Miguel Vilardebó,
primer oriental graduado en París; Fermín Ferreira (1805-1867),
egresado del Instituto Médico Militar de Buenos Aires, cirujano del
Ejército, Rector de la Universidad, primer presidente de la Sociedad
de Medicina Montevideana; Adolphe Brunel (1810-1871), francés,
autor de un trabajo sobre la epidemia de fiebre amarilla de 1857;
Henrique Muñoz (1810-1860), oriental, formado en Edimburgo;
Gualberto Méndez (1824-1883), oriental, graduado en París, al
igual que su coterráneo Francisco Antonino Vidal (1820-1889);
34
Ricardo Pou Ferrari
Germán Segura (1842-1902), de la misma nacionalidad, con tí¬
tulo de Buenos Aires, médico del Ejército y filántropo; Pedro
Vavasseur y Juan Francisco Nolet, ambos franceses de larga actua¬
ción; Patricio Ramos, oriental, graduado en la capital argentina;
Cari Brendel (1835-1922), alemán que actuaría en Montevideo
entre 1868 y 1892, siendo uno de los introductores del método
antiséptico y autor de las primeras intervenciones ginecológicas;
Emilio García Wich, graduado en París; Francisco Azaróla; Pedro
Arnaud; Francisco de Velazco y Luis Michaelson. En el interior, ca¬
be mencionar a José French y José Mongrell (Paysandú); Francisco
Olascoaga y Pedro Blanes (Mercedes); Apollon de Mirbecky Carlos
Olascoaga, graduado en Estrasburgo (Salto). Tendremos ocasión de
ir conociendo a los restantes facultativos que tienen una relación
más directa con Pouey.
***
En este clima político y cultural se desarrolló la infancia y ju¬
ventud de Pouey. Es muy probable que la familia se mantuviera al
margen de las banderías partidarias y que la vida cotidiana conti¬
nuara con apacible rutina en el hogar de estos emigrantes franceses.
Transcurría para ellos la etapa de aclimatación y consolidación eco¬
nómica y social, muy probablemente dentro del medio restringido,
endogámico y hasta cierto punto artificial de la colectividad france¬
sa. Vinculado con la educación, si bien no figura descollante en ese
ámbito, Marcos Pouey estuvo treinta años al frente de su Colegio,
otorgándole seriedad y nivel; del mismo surgirá el emblemático
Lycée Francais de Montevideo. No puede dejar de mencionarse las
vinculaciones de los franceses con las logias masónicas, a una de las
cuales, llamada “Eterna Amistad ", ingresó Marcos Pouey en 1882.
***
No menos dramáticos ni preocupantes eran los hechos que te¬
nían lugar en Francia. En plena crisis económica y social bajo el
régimen de Luis Felipe se desata la revolución popular de 1848,
circunstancia en la que el pueblo de París se opone ferozmente a
la brutal represión oficial, ocasionando la caída de la monarquía.
Luego de un breve gobierno provisorio, Carlos Luis Napoleón
35
El Profesor Enrique Pouey y su época
Bonaparte (1808-1873), sobrino de Napoleón I, es electo presiden¬
te de la Segunda República, voto popular mediante. En 1851 da
un golpe de Estado y al año siguiente se declara Emperador de los
franceses con el nombre de Napoleón III. Su reinado termina con la
predecible derrota en la guerra contra Prusia, seguida por el sitio de
París y una nueva revolución popular, conocida como la Commune
(1871) que conduce al establecimiento de la Tercera República.
***
Enrique Pouey fue hijo único durante seis años, hasta el naci¬
miento de su hermana María en 1864. Puede suponerse que en ese
período, tan crucial en la vida de cualquier ser humano, la circuns¬
tancia apuntada acentuó el esmero puesto en su formación. En lo
que a enseñanza se refiere, estuvo bajo la tutela del padre, tanto en
el ámbito hogareño como en el del Colegio Franco-Inglés. Allí adqui¬
rió dominio de las lenguas francesa e inglesa y se destacó por su pre¬
coz inclinación hacia las ciencias naturales. Nos consta que en ese
centro de enseñanza se brindaba una formación bastante completa,
tanto en el ciclo primario como en el secundario, rigiéndose a la
vez por los programas uruguayos y franceses. Se dictaban cursos de
gramática, ejercicios de lectura y traducción, se enseñaba geografía
e historia nacional y universal, también aritmética, geometría, álge¬
bra, física, mineralogía, fisiología e higiene. Para quienes deseaban
una inserción laboral más inmediata, había cursos de teneduría de
libros. Además se brindaban clases de dibujo y pintura, música y
educación física.
Enrique Pouey inició muy joven el estudio del violín con Luis
Sambucetti (1832-1914), primer director de orquesta del Teatro
Solis y padre del también profesor, ejecutante y compositor del
mismo nombre (1860-1926) -verdadero niño prodigio, violinista
desde los cinco años- que sería compañero de Pouey en París entre
1884yl888. Durante toda su vida éste último siguió ejecutando el
violín en privado con singular habilidad. 13
13 Pou Orfila, Juan. “Discurso en homenaje al Profesor Enrique Pouey”, en: Discursos
Universitarios y Escritos Culturales , Montevideo, Ed. Atlántida, 1941, 2: 56.
36
Capítulo V
1876-1879
Bachillerato en París
E ntre 1871 y 1876, período durante el que Pouey cursa los
estudios secundarios en Montevideo, los mismos están, en
su fase de Preparatorios, bajo la órbita de la Universidad.
Como introducción a la carrera de Derecho, se dictan: la¬
tinidad, filosofía, matemáticas, física, química, zoología, botánica,
geografía e historia universal.
La ideología dominante en el ámbito académico es el esplri¬
tualismo ecléctico, cuyo adalid fue el profesor de filosofía Plácido
Ellauri (1815-1894). Arturo Ardao, 14 en notable síntesis, así define
la atmósfera intelectual de entonces:
“[...] No por reducida a la acción puramente docente
[la] influencia [del esplritualismo] dejó de ser poderosa en la
historia de nuestra cultura. Su [...] imperio durante todo el
14 Ardao, Arturo. Esplritualismo y Positivismo en el Uruguay. México, Fondo de Cultura
Económica, 1950:49-55.
37
El Profesor Enrique Pouey y su época
tercer cuarto de la pasada centuria, coincidió exactamente con
una específica etapa de la evolución nacional: la que se extien¬
de desde la Guerra Grande hasta el ciclo militarista, etapa de
honda anarquía social y política, caracterizada por la máxima
tensión del conflicto entre el caudillismo y el civilismo. La filo¬
sofía espiritualista al modo ecléctico de Víctor Cousin cumplió
entonces, por encima de sus limitaciones e insustancialidades
doctrinarias, una positiva misión histórica de cohesión moral e
intelectual. Conformó, es cierto, a la minoría ilustrada en una
mentalidad desprovista de espíritu científico y de sentido socio¬
lógico, divorciada en razón de un extremo teoricismo académi¬
co de la realidad semibárbara del país [...]. La Universidad
de Montevideo, orientado ya el país hacia la cultura francesa,
encontró así al nacer [...] un espíritu no exento de señorío hu¬
manista, emancipador del dogmatismo teológico a la par que
inspirador de un liberalismo de alta escuela que ha dejado
huella profunda en nuestras tradiciones intelectuales y cívicas”.
Entre 1874 y 1876, José Pedro Varela publica sus dos obras
pedagógicas capitales, La educación del pueblo y La Legislación esco¬
lar, al tiempo que Francisco Suñer y Capdevilla (1842-1916), Julio
Jurkovski (1834-1913) y José Arechavaleta (1838-1912), de deci¬
siva intervención en el inicio de la Facultad de Medicina, difunden
ideas de tono materialista, que contribuyen a la irrupción del posi¬
tivismo, filosofía que queda instalada a partir de 1880 con la desig¬
nación (por primera vez) de Alfredo Vásquez Acevedo (1844-1923)
como Rector de la Universidad. El joven estudiante Enrique Pouey,
ya influido por este ambiente, afianza su adhesión al positivismo
durante los estudios que realiza en Francia. A su regreso en 1879,
reinicia las vinculaciones con las distintas asociaciones culturales.
El Uruguay pasa por un momento de extrema inestabilidad
socio política. En enero de 1875, en oportunidad de la elección
del Alcalde Ordinario (cargo para el que se postulaba José Pedro
Varela), y sin mediar causal significativa, ocurre la masacre de ci¬
viles en la plaza Matriz, de la que es testigo Joaquín de Salterain
-de 19 años de edad y ya por entonces amigo de Pouey- que dejó
38
Ricardo Pou Ferrari
al respecto un notable relato. 13 A raíz del sangriento hecho, José
Ellauri Obes (1834-1893) hace abandono de la Presidencia de la
República -por la que nunca había tenido interés ni vocación- y es
sustituido por Pedro José Varela Olivera (1837-1906) para comple¬
tar el período de su predecesor. El 10 de marzo de 1876 es depuesto
por el hasta entonces Ministro de Guerra, Coronel Lorenzo Latorre
(1844-1916), quien se autoproclama Gobernador Provisorio.
En ese entorno, mientras en los cuarteles se gesta el régimen
totalitario, Plácido Ellauri Obes (1815-1894), hermano del derro¬
cado Presidente, en su carácter de Rector de la Universidad (lo fue
en dos ocasiones, entre 1871 y 1873 y entre 1875 y 1876), no
ceja en los intentos por instalar la Facultad de Medicina, tal como
lo venía haciendo desde antes, de acuerdo con lo previsto por el
Decreto de creación de la Alta Casa de Estudios de 1849. Son bien
conocidos los cabildeos, así como las sucesivas y fallidas reuniones
que el Rector mantiene con los más notorios médicos orientales de
entonces, Francisco Antonino Vidal, Pedro Visca, Germán Segura
y Gualberto Méndez, sin obtener de ellos respuesta favorable.
Finalmente, a fines de diciembre de 1875, el Poder Ejecutivo emite
un decreto con la firma del Ministro de Gobierno, el jurista Tristán
Narvaja (1819-1877), por el que se crean las cátedras de Anatomía
y de Fisiología, que comienzan a funcionar a partir de junio del año
siguiente.
La finalidad del viaje que Pouey emprende a París en 1876
es permitirle completar el bachillerato y alejarlo de los aconteci¬
mientos que, entre otras cosas, habían conducido a la supresión de
los estudios preparatorios en la Universidad. Don Marcos, al igual
que buena parte de los franceses emigrantes de cierto nivel cultural,
deseaba para su hijo una formación sólida como -en su mentali¬
dad- sólo podía obtenerla en Francia. La posición económica de la
familia era acomodada pero no lo suficiente como para solventar la
15 De Salterain y Herrera, E. Latorre. La unidad nacional. Montevideo, Barreiro y Ra¬
mos Imp., 1975, págs. 130-133..
39
El Profesor Enrique Pouey y su época
totalidad de las erogaciones que significaban este viaje. A través de
sus vinculaciones con la Legación francesa en Montevideo, siendo
ya un ciudadano de cierto renombre, Don Marcos obtiene para su
hijo una beca en el Colegio Sainte Barbe. Es probable que alguno de
los numerosos parientes y amigos tarbesianos residentes en la capital
francesa brindara apoyo al joven estudiante, que permanece tres
años lejos de su familia.
En carácter de pupilo, Enrique ingresa al famoso Collége Sainte
Barbe. En 1927, el cirujano e historiador de la medicina Velarde
Pérez Fontana (1897-1975), mientras recorría las calles del Barrio
Latino en compañía de su Maestro, escuchaba la evocación que
éste hacía de su juventud parisina. El Collége Sainte Barbe, uno de
los primeros de su género existentes en la vecindad de la Sorbonne ,
había sido fundado “ durante el reinado de Carlos VII en 1460 [...].
A pesar de una historia llena de vicisitudes [...] continuó hasta nues¬
tros días en su primitivo solar, que fuera un viñedo anexo a la Abadía
de Santa Genoveva en la rué Cujas, 16 en la esquina de la plaza del
Panteón, próximo a la Biblioteca [de aquel nombre]. Los alumnos de
este colegio se llamaban Barbarains, Barbarini o Barbistas, de donde
se derivó más tarde la denominación de Barbistes. Allí estudió Ignacio
de Loyola y también nuestro maestro Henri Pouey, organizador de la
cirugía en Uruguay I 1 ' No es un hecho menor que Pouey se for¬
mara junto a la élite de la intelectualidad francesa, lo que explica,
además de su sólida formación, la reciedumbre de su personalidad.
Con anterioridad, otro oriental había sido alumno del mismo co¬
legio. Cuando en 1843, se inicia el Sitio de Montevideo, el matri¬
monio formado por Luis de Herrera y Basavilvaso (1803-1869) y
María Inés Pérez Muñoz, junto a sus hijos Inés, Luis Pedro y Juan
José (1832-1898), pasaron a vivir en París, donde permanecieron
casi una década. El último de los nombrados, luego casado con
Manuela Quevedo y Antuña, fue el padre del político e historia-
16 En la época de Pouey, efectivamente, el acceso al Colegio era por la rué Cujas, siendo
luego trasladado a su actual emplazamiento en la rué Valette, frente a la terminación
de la rué Laplace. La rué Cujas se halla a escasos metros, continuándose con la rué
Clovis, en la intersección con la de Vállete.
17 Pérez Fontana, Velarde. Andreas Vesalius Bruxellensisy su época. Montevideo, Imprenta
Nacional, 1963, pág. 95.
40
Ricardo Pou Ferrari
dor Luis Alberto de Herrerra Quevedo (1873-1958) y de Manuela,
futura esposa de Joaquín de Salterain. Ingresó en el Sainte Barbe
gracias a una recomendación de José de San Martín (1778-1850),
que por entonces vivía en París y cultivaba la amistad de muchos de
los sudamericanos que alli habitaban. 18
nraitx
El Profesor Enrique Pouey y su época
Fachada del Sainte Barbe , por la rué Valette (fotografías tomadas por el autor,
en 1998).
Luego de quinientos años de funcionamiento ininterrumpi¬
do, la venerable institución de enseñanza cerró definitivamente sus
puertas en 1998. Parte del edificio persiste intacto con acceso por
la rué Valette. Actualmente funciona allí un anexo de la biblioteca
>«li
Ricardo Pou Ferrari
Sainte Geneviéve. 19 Sus vicisitudes históricas fueron numerosas, ya
que pasó por épocas tan variadas como la Reforma, la monarquía,
la Revolución, los dos imperios, las sucesivas repúblicas, varias gue¬
rras y hasta el levantamiento estudiantil que en 1968 conmocionó
París, mientras sus protagonistas proclamaban “L’imagination au
pouvoirF. Sainte Barbe se caracterizó siempre por una gran toleran¬
cia en cuanto a ideas y creencias religiosas; no lo rozaron los anate¬
mas que sus vecinos -los doctores de la Sorbonne- lanzaron contra
la fraternidad de Port Royal, ni el sutil manejo que de las reales con¬
ciencias hacían los jesuítas, ni tampoco tembló su prestigio frente
a las denuncias de sus simpatías con la fe reformada, ni trepidaron
sus fundamentos frente al anticlericalismo republicano. Algunos de
sus directores pertenecieron a la masonería; dos de sus alumnos fue¬
ron santos; varios, pensadores, médicos, historiadores, ingenieros,
etc. El propósito que animó a los fundadores fue dar alojamiento a
estudiantes de cualquier proveniencia; sus primeros residentes fue¬
ron setenta estudiantes pensionados por el Rey de Portugal. A di¬
ferencia de los demás colegios, que llevaban el nombre de la región
de donde procedían sus alumnos, éste recibió el de una santa que
en épocas del cristianismo surgente, había salido triunfante frente
a los ataques de los infieles, por la fuerza de sus argumentos (en
este caso, “hechos son amores y también buenas razones ...”). Si bien
se dictaban cursos (en particular los del bachillerato, luego de que
este fuera instaurado por Naponeón I en 1808), Sainte Barbe era
una residencia para estudiantes, donde eran vigilados y orientados
por preceptores conocidos como “piones”. Paul Broca (1824-1880),
el famoso cirujano y antropólogo, actuó en calidad de tal durante
1848, mientras cursaba el primer año de su carrera médica. Refería
así su impresión al respecto: “no me sentía como profesor asistente,
sino como un verdugo” . 20 Los escolares se llamaban “assistants” y los
de medicina, “carabins”. Este último término provenía del francés
medieval, “ escarrabin” , y significaba escarabajo devorador de cadáve¬
res y también sepulturero, aplicándose a los estudiantes de esa carrera
19 Nosotros hemos visitado el Collége con recogimiento y cierta emoción, en sucesivas
oportunidades, desde que conocimos su historia, esto es, entre 2008 y el momento
actual.
20 Schiller, Francis. Paul Broca, fotmder ofFrench anthropology. Los Ángeles, University
of California Press, 1979, 350 pág. 8.
43
El Profesor Enrique Pouey y su época
porque tal era su tarea durante las epidemias de peste. Más tarde, se
conoció popularmente a los cirujanos con el apodo de “ carabins de
Saint Come”, ya que los egresados del Colegio de ese nombre, que
era el de su cofradía, 21 tenían fama de liquidar a sus pacientes.
La mayoría de los pupilos no pagaban ya que tenían subven¬
ciones. Esta es la razón por la que las finanzas del colegio fueron
siempre deficitarias y sus autoridades se vieron obligadas a conse¬
guir donativos de monarcas, ricos empresarios o de sociedades sin
fines de lucro. Nunca tuvo apoyo oficial. Sus profesores eran selec¬
cionados entre los más destacados del ámbito intelectual; de ahí
que los resultados en las pruebas de ingreso a las Facultades o a las
Hautes Ecoles, fueran siempre muy superiores entre los barbistas que
entre quienes provenían de otros colegios. Había un Colegio Mayor,
que ocupaba el primitivo edificio y otro Intermedio o Preparatorio,
de instalación posterior, destinado a los jóvenes que se aprestaban a
ingresar a la enseñanza superior. 22,23 Fue a éste último al que asistió
Pouey.
Entre los barbistes famosos mencionaremos algunos, por or¬
den alfabético: Michel Adamson (1727-1806), naturalista; Arséne
D’Arsonval (1851-1940), médico y físico; Emil Borel (1871-1956),
matemático y político; Nicolás Bouillet (1798-1864), filósofo; Jules
Cloquet (1790-1863), anatomista y ciruj ano; Jean Nicolás Corvisart
(1755-1821), notable clínico, médico personal de Napoleón I;
Alfred Dreyfus (1859-1935), militar, del que nos ocuparemos en¬
seguida; Mathieu Dreyfus (1857-1930), industrial, hermano del
anterior; Alexandre Dumas (1824-1895), escritor y académico;
Gustave Eiffel (1832-1923), ingeniero, célebre por sus obras en
hierro; Pedro Favre (1506-1546), cofundador de la Compañía de
Jesús; Jean Francois Fernel (1497-1558), fisiólogo y médico de los
21 Los santos patrones de los cirujanos fueron Cosme y Damián, a quienes se atribuye
haber sido los primeros en realizar un injerto de pierna a un soldado que había sufrido
la amputación de una de las suyas, empleando para sustituirla la de un moro, lo que
era evidente por el color de su piel, luego de la exitosa intervención.
22 Nouvel, Édouard, “Le collége de Sainte Barbe. La vie d’un collége parisién de Charles
VLLL a nos jours”. París, le collége Sainte-Barbe et l’association des anciens éléves. París,
Collége Sainte Barbe, 1948, 31 lp.
23 Quicherat, J. Histoire de Sainte-Barbe. Collége, communauté, institution. París, Ha-
chette, Ed., 3 vol„ 1864.
44
Ricardo Pou Ferrari
Reyes de Francia; San Francisco Xavier (1506-1552), cofundador
de la Compañía de Jesús; San Ignacio de Loyola (1491-1556), fun¬
dador de la Compañía de Jesús; Pierre Janet (1859-1947), filóso¬
fo y organizador de la psicopatología moderna; Alphonse Laveran
(1845-1922), médico e investigador, descubridor del agente de la
malaria y Premio Nobel; Charles Le Beau (1701-1778), historiador;
Charles de Montalembert (1810-1870), parlamentario, defensor de
la escuela libre y académico; Jacques de Montgolfier (1745-1799),
industrial e inventor, con su hermano, del globo aerostático; Louis
Franpois Panhard (1841-1908), industrial y creador de los automó¬
viles que llevan por marca su nombre; Charles Peguy (1873-1914),
escritor; Eugéne Scribe (1791-1861), autor dramático y académi¬
co.
En el período comprendido entre 1876 y 1879, Pouey tuvo entre
sus compañeros a Alfred Dreyfuss, futuro capitán del Ejército fran¬
cés, conocido por el desafortunado “ajfaire” que injustamente le tocó
protagonizar en 1894. Fue acusado de traidor a la Patria, destituido
y aprisionado en la Isla del Diablo (Guayana francesa). La revisión
del juicio (impulsada por su hermano y por innumerable cantidad de
personalidades, entre ellas Emile Zola, que publicó su famoso artí¬
culo periodístico “ JAccuse ”) finalizó con el indulto del prisionero, su
reintegro al servicio activo y el otorgamiento de la Légion d’Honneur.
Simultáneamente, en Montevideo, Pedro Figari (1861-1938), inicia¬
ba la defensa del Alférez Enrique Almeida, acusado por un asesinato
al que se le atribuyeron causas políticas y que también fue declarado
inocente años después. 24 Otros condiscípulos de Pouey fueron el futu¬
ro político socialista Jean Jaurés (1859-1914) -que visitó Montevideo
en 1911-, el dramaturgo y ensayista Paul Bourget (1852-1935) y el
escritor belga Maurice Maeterlink (1862-1949).
***
Los cursos y exámenes de bachillerato en Francia eran muy
exigentes. Se requería al menos 16 años de edad para ser admitido,
tanto en letras como en ciencias, las dos ramas en que se dividía. El
24 Figari, Pedro. Causa célebre. El crímeno de la calle Chaná. Indicación del Alférez Enri¬
que Almeida. Montevideo, Dormaeche y Reyes, 1896 y Sanguinetti, J. M. El Doctor
Figari. Montevideo, Aguilar Biografías, 2002.
45
El Profesor Enrique Pouey y su época
examen final era una prueba escrita de latín, matemáticas y física,
seguida por otra oral que incluía comentarios de obras literarias y
disertaciones sobre lógica, historia, geografía, matemáticas, ciencias
físicas y naturales. El bachillerato para medicina, llamado “ restringi¬
do ”, sólo difería del “ completo ” por requerir una composición sobre
historia natural en lugar de la prueba de matemáticas. Al leer los
programas se comprende que la formación de los egresados, si bien
quizás demasiado general y teórica, con ciertas reminiscencias de
los estudios medievales, les otorgaba recursos intelectuales amplios
para abordar los más diversos asuntos.
El título de Bachelier es Sciences , concedido a Pouey, lleva la
firma del Rector de la Universidad de París y del recién designado
Ministro de Instrucción Pública, Jules Ferry (1832-1892).
***
En 1878 tuvo lugar en la capital francesa la primera de varias
“exposiciones universales”. El Uruguay participó de la misma, opor¬
tunidad en la que Juan Jackson, Lucas Herrera y Obes, Modesto
Cluzeau Mortet y Juan Lataillade, obtuvieron Medallas de Oro en
distintos ámbitos de la actividad cultural. Pouey asistió a la misma
y tuvo oportunidad de apreciar los últimos adelantos científicos y
técnicos. Por otra parte, su colegio resultó uno de los ganadores en
los certámenes organizados en esa oportunidad.
Consigna el periódico montevideano La France, editado por la
colonia francesa en su idioma, con fecha 6 de agosto de 1879:
Deseamos dar la bienvenida al Sr. Henri Pouey, alumno del
Colegio Sainte Barbe, que ha finalizado los cursos de bachillerato
con el mayor de los éxitos. El Sr. Pouey ha sido uno de los alum¬
nos más brillantes de ese instituto, de donde han surgido tantos
Maestros. Es para nosotros un placer hacerle llegar nuestras más
calurosas felicitaciones. 25
Véase Apéndice Documental. Anexo N° 5.
25 “Faits divers”, en La France. Montevideo, n° 381, 10 de noviembre de 1879.
46
Capítulo VI
1880-1884
Estudios de Medicina en
Montevideo*
¿Cuál es el ambiente que encuentra Pouey a su regreso a
Montevideo en 1879? En su ausencia, han ocurrido acontecimien¬
tos políticos que marcan la declinación del “ caudillismo” y el co¬
mienzo del “militarismo
En el seno del debate y confrontación entre espiritualistas y
positivistas ya está gestándose en la sociedad urbana, una concien¬
cia nacional, que se desarrolla más o menos vertiginosamente y que
tiene su manifestación paradigmática cuando, en 1879, el joven
periodista y escritor Juan Zorrilla de San Martín (1855-1931) lee
públicamente, en presencia de Latorre, en oportunidad de la inau¬
guración del monumento a la Independencia en Florida, su poema
épico La Leyenda Patria , que a pesar de provenir de una mentalidad
católica militante, se va a erigir en un emblema del nacionalismo
uruguayo. Cabe señalar, por su vinculación de amistad con Pouey,
que en esa ocasión el estudiante de medicina y secretario de la
47
El Profesor Enrique Pouey y su época
Facultad, Joaquín de Salterain, quien ya venía publicando poemas,
obtiene el segundo premio por su composición Lira rota. El pri¬
mer galardón es otorgado a Mariano Berro por su poema Al monu¬
mento elevado en la Florida, en conmemoración de la Independencia
Nacional, en tanto que la referida composición de Zorrilla queda
“fuera de concurso ’ por exceder el límite máximo de estrofas estable¬
cido en las bases del concurso. 26
Ese mismo año, fallece José Pedro Varela, paradojalmente el
mismo día en que se inaugura el Colegio del Sagrado Corazón de los
Padres Jesuitas. Dada su vinculación con el oficialismo, un grupo
de principistas de “ElAteneo de Montevideo” se niegan a rendirle un
homenaje que se había programado en el segundo aniversario de su
desaparición. Refiere al respecto Alberto Palomeque:
“Una tarde, después de aquel rechazo inmerecido e injusto,
paseábamos por la calle 18 de jidio en compañía de Joaquín de
Salterain, Manuel Herrero y Espinosa, Eduardo Acevedo y Arturo
Terra, cuando un grupo de jóvenes, encabezado por Alfredo Vidal
y Fuentes y Segundo Posada, nos detuvo para rogarnos que qui¬
siéramos firmar una nota dirigida al Presidente de la Sociedad
Universitaria, con la finalidad de efecttiar una conmemoración.
Entre ellos estaban los jóvenes Vidal y Fuentes, Posada, Parietti,
Garabelli, Pouey, Rodríguez, Lapeyre, Sampérez, Carbonell y
Vives, Mestre, Murguía, Martínez, Taladriz, Gutiérrez, Grolero,
López, Eastman, Mussio, Mora, Magariños, Gutiérrez, López,
Barbagelata, Tintoré, Giribaldi, Freitas, Morador y Otero, Rivero,
Lacueva, Errandonea, Costa, del Campo, Alberti, Muiños”. 27
La iniciativa tuvo andamiento; se hizo una nueva edición de
las obras pedagógicas varelianas y se entregó una ayuda pecuniaria
a la viuda, que había quedado en situación de pobreza; uno de los
primeros en colaborar fue el joven Pouey.
26 Inauguración del monumento a la Independenm. Montevideo, Impr. La Reforma,
1878, 139 págs.
27 Palomeque, Alberto. Rev. Soc. Univ. Montevideo, 1885, 4 (33-42):6.
48
Ricardo Pou Ferrari
La fundación de la Facultad de Medicina de Montevideo tu¬
vo lugar -como ya se vio- con el decreto del 15 de diciembre de
1875. ¿Qué médicos o estudiosos en Montevideo, nacionales o ex¬
tranjeros, podían tener jerarquía de formación universitaria y de
actuación clínica para enseñar en la novel institución? Por un lado,
nuestros primeros facultativos que se hallaban entonces en plena
actuación profesional, algunos con notorio desempeño político, ta¬
les como Francisco Antonino Vidal, Gualberto Méndez y Pedro
Visca, formados en París; Germán Segura y Diego Pérez, egresados
de la Facultad de Medicina de Buenos Aires y Enrique Estrázulas,
doctorado en Filadelfia. Por otro lado, los más destacados médicos
y cirujanos extranjeros, como los alemanes Cari Brendel, Eduardo
Kemmerich y Guillermo Leopold; los italianos Giovanni Antonio
Crispo Brandis, Antonio Testasecca, José Pugnalin y Vicente Stajano;
el polaco Julio Jurkovski y los españoles Alfonso Espinóla, Antonio
Serratosa, Francisco Suñer y Capdevilla, Joaquín de Miralpeix y
Ferrer, Alejandro Fiol de Perera, Secundino Fernández Viñas, Julián
Alvarez y Pérez y José Arechavaleta. En este emporio de profesiona¬
les predominan los últimos y fueron ellos quienes se volcaron, tal
vez por necesidad o por atisbos vocacionales, a formar el primer y
magro cuerpo profesoral de la incipiente institución universitaria.
Si bien el gobierno militar procuró tener ingerencia dentro de
la nueva Facultad, pretendiendo que los catedráticos fueran de¬
signados directamente por el Poder Ejecutivo, la Universidad, en
un acto que la enaltece, en defensa de su autonomía, propugnó
y logró concretar el concurso de oposición como único medio de
acceso a las cátedras. Ingresaron de este modo a la de Anatomía,
Julio Jurkovski, quien presuntamente -puesto que no existe ningún
documento demostrativo- había sido Prosector en la Facultad de
Medicina de Montpellier, y a la de fisiología, el médico y político
republicano catalán Francisco Suñer y Capdevilla, que asimismo
será el primer decano, autor del Reglamento de la Facultad (1877) e
impulsor -junto a un grupo de emigrados catalano-baleares- de la
primera revista médica universitaria, La Gaceta Médica , de efímera
vida (1877-1878).
49
El Profesor Enrique Pouey y su época
A consecuencia de las dificultades en la integración de los tri¬
bunales de concurso, debidas a la sucesiva desvinculación de las
figuras médicas nacionales, los cursos de Medicina recién se inau¬
guraron en junio de 1876. Surgieron luego nuevos obstáculos, entre
ellos, las luchas por la obtención de un local (que terminó siendo
una parte de la exigua e inhóspita “ Casa de Ejercicios ’, donde tam¬
bién funcionaba el resto de la Universidad, en la esquina de las
calles Sarandí y Maciel) ; por los materiales de estudio -al decir de
Augusto Turenne, “ la épica lucha por los cadáveres ”- 28 ; por un sitio
adecuado para las disecciones y ejercicios de medicina operatoria y
un acotado usufructo de las salas hospitalarias para el aprendizaje
clínico. Estos dos últimos aspectos llevaron a un enfrentamiento
que subsistió hasta la última década del siglo XIX, entre la Facultad
-representante de la ideología liberal- y la Comisión de Caridad y
Beneficencia Pública, administradora del único hospital público y
constituida por personajes de ideas conservadoras.
Los cursos duraban cuatro años: Primero: Anatomía y Ciencias
auxiliares (física, química, botánica y zoología); Segundo: Anatomía
segundo curso, Fisiología, Higiene y Patología general; Tercero:
Patología médica, Patología quirúrgica, Terapéutica; Cuarto: Clínica
quirúgica, Clínica médica,Operaciones y vendajes, Medicina legal
y toxicología. Debía darse examen de cada materia, el denominado
examen general y presentar una tesis, que había de ser defendida
ante un tribunal, generalmente presidido por el Decano. El título
de Doctor en Medicina y Cirugía se otorgaba en acto público de
colación de grados.
Cuando “ Henrf Pouey, a poco de obtener su diploma de
Bachellier es Sciences en la Universidad de Paris, llega a su ciudad
natal en agosto de 1879, lo primero que intenta es revalidarlo en la
Universidad de Montevideo, en forma tal de quedar en condiciones
para ingresar a la “ Sala de Doctores” 29 e inscribirse en la Facultad de
28 Turenne, Augusto. Los precursores, la fundación y los primeros tiempos de la Facidtad de
Medicina. An Fac Med Montevideo 1936; 21(l-3):5-17.
29 En 1878, en efecto, los estudiantes de la Universidad solicitan al gobierno de Latorre
que se les concediera nombrar una parte del Consejo Universitario y de la Sala de
Doctores, a lo que el Ejecutivo accede, lo mismo que hará más tarde ante el pedido
50
Ricardo Pou Ferrari
Medicina. Colisionó entonces -durante el rectorado de Alejandro
Magariños Cervantes (1825-1893)- con la burocracia administra¬
tiva; el cuerpo de abogados puso trabas, por aparentes defectos en
la documentación exhibida. 30 La lentitud, tanto en las comunica¬
ciones con Europa como en los trámites dentro de la Universidad,
hizo que los meses transcurrieran, por lo que el interesado no tuvo
otro recurso que solicitar ser admitido como oyente en los cursos de
primer año correspondientes a 1880, 31 cuyos exámenes rindió en
forma “librey condicional a la regularización de los papeles ”, gestión
que recién culminó en diciembre de ese año, 32 ya durante el primer
rectorado de Alfredo Vásquez Acevedo. Perteneció, por consiguien¬
te Pouey, a la quinta generación de estudiantes que ingresaron a la
Faculad de Medicina.
Entre sus compañeros en el momento del ingreso, figuraban:
José Scoseria, Adolfo Folie, Emilio Jiménez de Aréchaga, Eduardo
Acevedo, Arturo Terra, Saturnino Alvarez Cortés, Manuel Herrero
y Espinosa, Alberto Gómez, Emeterio Camejo, Esteban Buela,
Alberto Gianelli y Carlos Odizzio. Entre los que cursaban segundo
año: Gabriel Honoré, Andrés Crovetto, Pedro Hormaeche, Benito
del Campo, Luis Murguía, Federico Susviela Guarch, Santos
Errandonea, José Parietti, Pantaleón Pérez y Avelino Figares. En
tercer año, estaban inscriptos: Joaquín de Salterain, Oriol Solé,
Luis Barattini, Jacinto de León, Atanasio Zavala Carriquiri, Ernesto
Fernández Espiro, Angel Brian, Agustín de Vila (el que ensegui¬
da veremos fue ayudante de Fort), Juan Alzamora, Francisco Soca,
Eugenio Piaggio, Fermín Messa, Manuel Zavala, Oscar Ortiz,
Pascual Zavala y Florentino Felippone. El único matriculado en
cuarto año era José María Muñoz y Romarate. 33
Entonces ocurre un acontecimiento relativamente importante,
que vincula a la Facultad de Medicina de París con la de Montevideo:
de suprimir el título de Licenciado, el traje de etiqueta en las colaciones de grado, así
como la rebaja de los derechos de título.
30 Ver Apéndice Documental. Anexo N°7.
31 Ver Apéndice Documental. Anexo N°8, A.
32 Ver Apéndice Documental. Anexo. N° 8, B.
33 Cantón, Elíseo. Historia de la Medicina en el Río de la Plata. Madrid, Soc. Historia
Hispanoamericana, 1928, vol. III, págs. 319-320.
5i
El Profesor Enrique Pouey y su época
llega a esta ciudad Joseph-Auguste Fort (1835-1912), profesor libre
de anatomía de la Ecole Pratique de París, autor de textos de anato¬
mía, patología quirúrgica y medicina operatoria y de quien Pedro
Visca había sido discípulo. Viene en misión oficial del Ministerio
Instrucción Pública francés para estudiar la enseñanza de la anato¬
mía en las Facultades de Medicina de Buenos Aires, Montevideo y
Río de Janeiro. 34 Este encargo le es concedido por el titular de dicha
cartera, el político republicano, liberal y fracmasón Jules Ferry y su
verdadero propósito fue amainar la confrontación encarnizada que
Fort mantenía con los dirigentes republicanos de la Facultad fran¬
cesa y particularmente con el Jefe de Trabajos Prácticos Anatómicos ,
Louis-Hubert Farabeuf (1841-1910). En Montevideo, Fort dicta
dos conferencias sobre anatomía del sistema nervioso en la Facultad
de Medicina, a las que podemos suponer asistió el estudiante Pouey.
Cabe destacar, en el caso particular de Fort que, en un nuevo perío¬
do de auge de la medicina francesa y en particular parisina, uno de
sus profesores -si bien no de primera línea- realiza el camino inverso
al de la mayoría, cruzando el Atlántico hacia el Río de la Plata, en
misión oficial primero y deteniéndose ulteriormente en las princi¬
pales ciudades del Cono Sur americano para practicar la cirugía.
Alumno brillante y aplicado, Pouey concurre a la Facultad en
una etapa sumamente crítica de la misma, ya que, además de las an¬
tes citadas dificultades, debe apañárselas con un cuerpo profesoral
integrado por médicos de distinta formación, docentes improvisa¬
dos, algunos de ellos poco estrictos, tanto en lo referente al control
de asistencias como en el dictado completo de los programas. Los
decanos, de acuerdo a lo dispuesto en los reglamentos, cambian
anualmente, por lo que no disponen de tiempo suficiente para con¬
cretar sus proyectos. Por otra parte, un mismo docente pasa de una
materia a otra, como es el caso de Guillermo Leopold, primero
profesor de clínica quirúrgica, luego de clínica médica y por último
de anatomía patológica. Los que están a cargo de cursos clínicos
se consideran imposibilitados para mostrar un panorama más o
menos completo de su asignatura, ya que sólo tienen unos pocos
34
Mañé Garzón, Fernando. Pedro Visca, fundador de la Clínica Médica en el Uruguay ,
Montevideo, Barreiro y Ramos, 1983, 2 vols.
Ricardo Pou Ferrari
enfermos, muchos de ellos crónicos o simples “asilados” y todos
varones, como puede apreciarse en el brillante petitorio realizado
por Pugnalin al Decano.
La enseñanza de la medicina:
“ tuvo que ser por la fuerza de las cosas, esencialmente teórica, a
base de reflexión y verbalismo, dado que la Facultad carecía en absoluto
de laboratorios y de clínicas hospitalarias donde la instrucción pudiera
hacerse en forma experimental; esto vendría fatalmente y por fortuna,
pero más tarde. Por entonces habíase conseguido, después de vencer se¬
rias resistencias, por parte de la Faculad, que le fueran cedidas tres salas
del Hospital de Caridad, para la enseñabnza de ciertas materias clíni¬
cas, que fueron: la sala Maciel, la sala Vilardebó y la sala Larrañaga,
donde se instalaron las clases de clínica quirúrgica, de patología gene¬
ral y de clínica médica, respectivamente. [...] Disposiciones absurdas
y hasta deprimentes para la autoridad del profesor y la dignidad de
la Facultad, como fue la impuesta al ceder la sala Guaraní, para la
enseñanza clínica de la cirugía, estableciendo que el profesor no podría
efectuar operación alguna sin el asentimiento previo de los médicos del
nosocomio, quienes visarían así los diagnósticos del catedrático”.
Durante los años 1878 y 79 se hicieron algunas modificaciones
en el rudimentario edificio, donde se inició una pequeña bibliote¬
ca, con ‘das generosas donaciones, hechas por los profesores Jurkovski
y Kemmerich, de libros sobre medicina, y de algunos otros cedidos por
la Universidad con el mismo objeto”. Se comenzó la organización de
los gabinetes de química y física y un esbozo de museo de anatomía
normal con preparaciones hechas por los estudiantes. Kemmerich
hizo venir de Alemania “elementos para la enseñanza objetiva de la
anatomía, botánica, física y química, adquiridos en capitales euro-
35 Cantón, Elíseo, op. cit.
53
Facultad de Medicina, capilla de los Ejercicios 7 Anfiteatro de clase en 1887
(De: Otero y Roca, « Morquio », Montevideo, 1938).
Entre 1880 y 1884 -años en los cuales Pouey cursa sus estu¬
dios- son Decanos de la Facultad de Medicina, sucesivamente: Juan
A. Crispo Brandis (1880-81); Guillermo Leopold (1881-82); José
Pugnalin (1882-83) y Secundino Fernández Viñas (1883-84).
A comienzos de 1881 egresa la primera partera, Adela Peretti;
en diciembre de ese mismo año, el primer médico, el sevillano José
María Muñoz y Romarate; 36 en agosto de 1882, el primer dentista,
Francisco Casullo y en agosto del mismo año, el primer flebótomo,
36 Contrajo matrimonio en Buenos Aires con Ernestina Cruz del Carmen Martínez
Vivot.
54
Ricardo Pou Ferrari
el italiano José Scarabrini. También en 1882, obtienen el doctora¬
do el segundo y tercer médico, Luis Barattini (oriental) y Atanasio
Zavala Carriquiri (español), respectivamente. En 1883, egresa el
segundo galeno oriental, nada menos que Francisco Soca, quien es
eximido de pagar los derechos de título por resolución del Consejo
Universitario, a solicitud unánime de sus compañeros estudiantes
de medicina, entre quienes figura Pouey, quienes habían dirigido al
efecto una nota al Rector. Entre 1883 y 84 se registran 12 títulos,
entre ellos, los de Salterain y Pouey. 37
El cuerpo de catedráticos que dictan cursos durante la forma¬
ción médico quirúrgica montevideana de Enrique Pouey se reparte
entre siete españoles, tres italianos, dos alemanes, un polaco y un
criollo, a quienes hay que sumar la dedicación laboral, pero con
espíritu militante y constructor, del secretario de la Facultad, el es¬
tudiante uruguayo Joaquín de Salterain, coetáneo y ulterior com¬
pañero de beca a París y amigo de por vida de Pouey. Casi ningu¬
no de dichos catedráticos tenía experiencia docente previa, salvo el
profesor criollo, Juan José González Vizcaíno (1813-1884), queala
sazón frisaba la edad de setenta años, lo que lo diferenciaba de todo
el resto de sus colegas, quienes rondaban los treinta a cuarenta años.
Era farmacéutico, graduado en 1839 en el Buenos Aires rosista; ha¬
bía enseñado química en la Universidad de Montevideo desde 1868
a 1877 (fecha en que esta cátedra fue suprimida por decisión del go¬
bierno de Latorre) siendo entonces reclutado para enseñar Química
médica en la nueva Facultad de Medicina. Los demás, aspiraron a
convertirse en catedráticos a partir de sus variopintas formaciones
de médicos, cirujanos, algunos con experiencia como cirujanos na¬
vales y/o “ naturalistas ”, (como ocurrió con alguno de los italianos),
otros como médicos militares (tal el caso de Serratosa) y otros (co¬
mo los alemanes) provenientes de escuelas médicas con reconocido
desarrollo científico.
En este ambiente irrumpe, al dar su examen de reválida en
diciembre de 1882 y ser inmediatamente designado Profesor de
Anatomía segundo curso, el primer catedrático uruguayo de forma-
37 Homenaje a la Universidad 1849-1929. Montevideo, Boletín de la Federación de Pro¬
fesionales Universitarios del Uruguay, año 2, N°2, 18 de julio de 1929.
55
El Profesor Enrique Pouey y su época
ción médico quirúrgica completa, que rápidamente toma las rien¬
das de la Facultad en calidad de Decano (entre diciembre de 1884
y diciembre de 1887), José Máximo Carafí (1853-1895). Había
viajado a Europa en 1871, luego de actuar durante el año anterior
como Practicante en la Sanidad del Ejército, bajo la dirección de
Germán Segura, en ocasión de la revolución de Timoteo Aparicio.
En 1871 y 1872 cursa el bachillerato en Barcelona, iniciando en
1873 su carrera de medicina en Montpellier. Pese a que la tradición
oral asevera que allí actuó como Ayudante de anatomía, el único
dato concreto es que fue alumno del profesor Amedée Courty, 38
afamado cirujano, ginecólogo y partero, autor de importantes mo¬
nografías en las que se adhiere al método listeriano y de un volu¬
minoso tratado de enfermedades de las mujeres, que tuvo varias
ediciones. 39 En 1874 Carafí se traslada a París, donde primero gana
el concurso de Practicante externo y luego, en 1877, el de Interno de
los hospitales, cargo que desempeña entre 1878 y 1881. 40 Presenta
varios trabajos ante la Société Anatomique, a propósito de observa¬
ciones recogidas durante su actuación clínica. 41 Defiende su tesis de
38 Referencia a la actuación de Carafí como “alumno del Servicio” del Sr. Profesor Cour¬
ty: Le Double, Anatole. Kleisis Génital etprincipalement de l’occlusion vaginale et vid-
vaire dans les fistules uro-genitalesl , Paris, Delahaye et cié, éd, 1876,: 80-81.
39 Courty, A. Traité pratique des maladies de l’utérus et de ses annexes, considérées princi-
palement du point de vue du diagnostic et du traitement, contenant un appendice su les
maladies du vagin et de la vulve.Vms, P. Asselin, 1870, 1240 págs.
40 Fue interno en los servicios de: OctaveTerrillon (1844-1895), Joseph Le Fort (1836-
1902) y Juste Lucas-Championiére (1843-1913).
41 Carafí, J. M. Aneurisme artério-veineux de l‘artére et de la veine fémorale superficielles
ayant subi les modifications suivantes : communication avec le sac ; suppression de la
communication avec le sac; cessation de la phlebartérie; gangréne de lapoche, ouverture;
mort. Bull Soc Anat Paris (1881), 4 eme série. Tome VI : 706-713 y Progr. Méd. NI
30: 582.
- Monstre anencéphaleprésentantplusieurs vices de conformation- Bec de li'evre com-
misstiralgénial d gauche- Bec de liévre latéral.- Colobome de lapaupiére inférieure et de
l’iris a droite. Bull Soc Anat Paris (1881), 4 eme série, Tome VI : 733-34
- Calcul salivaire du canal de Warthon expulsé spontanément Bull Soc Anat Paris
(18 81), 4 eme série, Tome VI : 736-737.
- Fracture indirecte de la neuviéme vertebre dorsale : déformation, réduction- Mort le
8' jourpar hémorrhagie cérebrale traumatique, Bull Soc Anat Paris (1881), 4 eme série,
Tome VI : 752-756.
- Modification de la méthode de Kocherpour les luxations de l’épaule. Rev Chir, 1881
- Tremblement hystérique d'origine traumatique du membre inférieur droit. Elongation du
nerf sciatique. Guérison. La France médicale, 26 janvier 1882.
56
Ricardo Pou Ferrari
doctorado en 1881, la que versa sobre tratamiento de las fracturas
recientes del raquis. 42
Pouey pudo verse favorecido en más de un sentido del espíri¬
tu universitario carafiano. No cabe duda que Carafí, con estrechas
vinculaciones en la Facultad de París, alienta a la autoridad univer¬
sitaria para enviar becarios a perfeccionarse allí. Es quizás ésa una
de las razones por las que en 1884, el gobierno otorga las becas a
los noveles médicos. Además, según deja expresa constancia en su
último discurso como Decano, 43 Carafí promueve los viajes -en
ambos casos con aquel destino- de Eugenio Piaggio para “observar
los métodos de enseñanza de la fisiología” (cosa que no puede llevar
adelante y que retrasa la introducción de la práctica experimental
básica en nuestra Facultad, ya que enfermó gravemente de viruela)
y del disector Irineo Pórtela, “a fin de compenetrarse en los métodos de
conservación de cadáveres y piezas anatómicas”. Estimamos que a tra¬
vés de Carafí, Pouey toma contacto con Doléris, sólo un año mayor
que aquél y de quien era amigo, según lo atestigua la dedicatoria
manuscrita de su tesis de doctorado, así como el agradecimiento “al
colega Carafí’ , interno de la Maternidad del Hospital Cochin, que
consta en la misma publicación. 44
Discutido como profesional, el Ojficier de Santé Julio Jurkovski,
es el primer profesor de Anatomía y el segundo Decano. Con
condiciones de hábil cirujano, realiza algunas de las primeras
laparotomías, 45 y ya radicado en Salto, la primera sinfisiotomía, 46
procedimiento quirúrgico que permite ampliar el canal del parto,
haciendo posible que el nacimiento ocurra por vía vaginal, en una
época en que las cesáreas son casi siempre mortales para las ma¬
dres.
42 Carafí, J. M. Etude sur le traitement des fractures récentes du raquis, París, David Imp.,
88 págs., Thése du doctorat de París N° 455, Tomo IV.
43 Carafí, J. M. “Discurso del Decano”; en : Cantón, E. op. cit., T III: 362-366.
44 Doléris. J.A. La Fievre Puerpérale et les organismes inférieurs. París, Balliére et fils,
1880, pág. 75.
45 Brian, Angel. Primeras laparotomías realizadas en la República Oriental del Uruguay.
Historia de la cirugía uruguaya. Tesis para optar al grado de Doctor en Medicina,
Montevideo, 1883.
46 Danieri, Jerónimo. Historia de la sinfisiotomía. Tesis para optar al grado de Doctor en
Medicina, Montevideo, 1887.
57
El Profesor Enrique Pouey y su época
En lo que se refiere a Fisiología, Francisco Suñer y Capdevila, el
primer catedrático, solicita licencia en 1877, por lo que la materia
es dictada interinamente, durante todo el año 1878, por Joaquín
Roldán. El 15 de diciembre de ese año, Suñer presenta renuncia
por medio de una nota enviada desde Barcelona, siendo sucedido
por Pedro M. Castro, hasta que al año siguiente éste a su vez dimite
al ser nombrado médico del Hospital de Caridad. En consecuen¬
cia, quien enseña fisiología a Pouey y sus compañeros es Secundino
Fernández Viñas, médico español, graduado en Valladolid, que in¬
mediatamente después de inscribir su título, el 6 de setiembre de
1880, es nombrado interinamente Catedrático de Fisiología y que
al año siguiente concursa por dicho cargo, al que accede como titu¬
lar en abril, 47 ocupándolo hasta 1885. Fa enseñanza de la fisiología
es teórica, sin demostraciones ni iniciación de los estudiantes en el
método experimental, lo que inauguraría Juan B. Morelli, recién a
partir de 1892.
El ya nombrado Juan J. González Vizcaíno es el catedrático de
Química médica. En 1882 publica un programa del curso; 48 tam¬
bién confecciona herbarios y recopila plantas medicinales, reco¬
rriendo los departamentos de Maldonado y Flores con esos fines 49 .
En Física Médica se desempeña Juan Álvarez y Pérez.
El catedrático de Higiene y Medicina Fegal es, entre 1882 y
1884, Antonio Martín Galindo, español, licenciado en Medicina
y Cirugía en la Universidad de Madrid (1843) y que llegó a
Montevideo en 1879. 50
Uno de los auténticos investigadores en esa naciente Facultad
es José Arechavaleta. Español, boticario, autodidacta, inicia los es-
47 Mané Garzón, F. y Mazzella, Héctor. Historia de la Fisiología en el Uruguay, Montevi¬
deo, Oficina del Libro, A.E.M., 2000.
48 González Vizcaíno, José. Programa del Aída de Química Médica, Montevideo, 1882.
49 De Pena, C.M. Homenaje de un discípulo. Montevideo, An. Ateneo Urug, 1884, 7:
150-156.
50 Soiza Larrosa, Augusto. Historia de la Cátedra de Medicina Legal de la Facidtad de
Medicina de Montevideo. 1877-1974. Montevideo, Ses. Soc. Urug. Hist. Med., 9-10:
259.
58
Ricardo Pou Ferrari
tudios micrográficos y bacteriológicos en nuestro país hacia 1884; 51
asimismo, es autor de una obra botánica original.
Antonio Serratosa es el profesor de Patología general y, durante
algún tiempo, de Anatomía patológica, tal como se desprende del
elenco profesoral que figura en la tesis de Joaquín de Salterain. Deja
huellas en sus discípulos, tanto en conocimientos, como en ética y
comportamiento “de caballero español ’, 52
Juan Antonio Crispo Brandis, que practica medicina y cirugía,
tiene considerable influencia sobre distintos aspectos organizativos
y docentes de la Facultad de Medicina. Es el médico personal de
Pouey durante su grave fiebre tifoidea. Su hijo, de nombre César
Crispo Acosta fue uno de los primeros colaboradores de Pouey en
la Clínica Ginecológica, donde actuó por espacio de más de veinte
años.
Guillermo Leopold, catedrático de Clínica Médica, poco apre¬
ciado por sus alumnos, abandona dicha asignatura en 1885 para
pasar a dictar la de Anatomía Patológica. Pese a un curioso episodio
en el que publica como propias las conclusiones de Juan B. Morelli
y José Musso sobre la posible etiología microbiana del beri-beri,
sus intervenciones en la Asociación Médica de Montevideo (1885)
con referencia a la fiebre puerperal, lo mismo que sus pondera¬
das y justas apreciaciones sobre los trabajos que Soca envía desde
París (en discrepancia con los otros miembros de la comisión y pe¬
se a haber tenido un altercado con Soca cuando era estudiante en
Montevideo), nos hacen pensar que estamos ante una mente lúci¬
da, con buena formación patológica y clínica, firme razonamiento
científico y recta intención. Acaso su actuación en diversas cátedras,
que se ha tenido como un rasgo en su desmedro, es, al contrario,
demostración de una capacidad docente superior a la de la mayoría
de sus colegas. Sin duda, es una personalidad que merece un estu¬
dio historiográfico serio.
51 De acuerdo a la muy precisa fecha aportada por Cantón, la incorporación de Arecha-
valeta al cuerpo docente de la Facultad tuvo lugar en 1884 y a mediados del año 1886,
creó un laboratorio de bacteriología.! Cantón, E., op, cit. 111:360). Sin embargo, en
1882, es autor de un programa de su materia.
52 Turenne, Augusto. Los precursores ..., op.cit., 1936.
59
El Profesor Enrique Pouey y su época
Hospital de Caridad, fotografía de 1880.
Alejandro Fiol de
Perera, mallorquín, li¬
cenciado en Barcelona, se
aposenta en Montevideo
por fuerza de las cir¬
cunstancias, ya que su
destino final proyectado
era Buenos Aires. Como
muchos de los médicos
emigrantes en esa épo¬
ca, no había obtenido el
doctorado, para lo que
se requería hacer cursos
durante cierto tiempo y rendir exámenes en Madrid, lo cual no
siempre era fácil si el estudiante provenía de lejos y no contaba con
medios materiales suficientes. Fundador y director de La Gaceta de
Medicina, fue divulgador de las novedades científicas. Primer titular
del Aula de Enfermedades de las Mujeres y Niños, a la que accede por
concurso en 1882. 53 Fiol dictó esa asignatura en forma casi total¬
mente teórica, aunque durante algunas de las repetidas y prolon¬
gadas licencias del profesor Isabelino Bosch 54 ocupa interinamente
la Cátedra de Clínica Obstétrica. Honesto y laborioso, Fiol fue un
tocólogo hábil y un filántropo. Si bien no tuvo solidez científica
suficiente para abordar los temas médicos con espíritu innovador,
fue recordado como buen profesional y docente. Llama la aten¬
ción la asiduidad con que concurre a las reuniones de la Sociedad
de Medicina, donde vierte opiniones en general anticuadas pero
que ponen en evidencia su sagacidad clínica; los demás asistentes,
antiguos discípulos suyos, le manifiestan siempre respeto y consi¬
deración.
53 Pou Ferrari, Ricardo Historia de la Ginecología y la Obstetricia en el Uruguay. Monte¬
video, Ses. Soc. Urug. Hist. Med., 1980.
54 Universidad de Montevideo. Legajo correspondiente a la designación de Alejandro
Fiol de Pereda como Catedrático interino de Clínica Obstétrica, por licencia de su
titular, el Dr. Isabelino Bosch, Montevideo, 1889.
6o
Ricardo Pou Ferrari
L’MIVUntDAD Oí U «En III11* ÍUH* IMV
UU
Reconstrucción del edificio de la Universidad hacia
1849. De: Documentos para la Historia de la Repú¬
blica Oriental del Uruguay , T I. Facultad de Huma¬
nidades y Ciencias, Montevideo, 1949 (Láms. XII,
XIII y XIX).
61
El Profesor Enrique Pouey y su época
La Cátedra de Patología Quirúrgica es ejercida por Juan
Testasecca, quien es padrino de la tesis montevideana de Pouey.
Forma parte de los italianos, procedentes en su mayoría de Nápoles
(donde existía una bien organizada Facultad de Medicina, con tra¬
dición en algunas materias clínicas, particularmente en aquellas
vinculadas a la Patología externa ). No debe olvidarse que en esa
ciudad, por circunstancias derivadas de su posición estratégica, se
sucedieron diversas y enriquecedoras influencias en las más variadas
áreas de la cultura. La tradición de la docencia médica era allí es¬
pecialmente antigua, siendo de los primeros sitios donde se exigió
examen y título para el ejercicio profesional.
En Terapéutica y Materia Médica actúa José María Muñoz y
Romarate, de quien pocos datos nos han llegado, salvo las despec¬
tivas alusiones que hace Soca acerca de su capacidad técnica en las
cartas desde París y la noticia de que se casó y falleció en Buenos
Aires.
En 1882 “se matricularon en el aula de homeopatía, nueve alum¬
nos. La tal aula había sido creada, dos años antes, por una humorada
legislativa, confiándose su desempeño al médico español don Ramón
Valdezy García, cátedra que desapareció más tarde de la Facultad ’. 55
Lo que Cantón no explica es que la misma no prosiguió porque los
estudiantes, que finalmente no fueron amonestados por su indisci¬
plina, inundaron el salón, según lo refiere, en forma asaz pintoresca,
Augusto Turenne. 56
En lo que tiene que ver con la temprana vocación quirúrgica
de Enrique Pouey, el más significativo de sus profesores fue José
Pugnalin. Veneciano de cuna, se doctoró en Bolonia y ejerció como
cirujano de la Armada Italiana, lo que le otorgó familiaridad en el
tratamiento conservador de las heridas. A la postre, esto le permite,
en Montevideo, ganar prestigio, clientela y una posición económi¬
ca desahogada, cuando la amputación era la terapéutica habitual
de las heridas complicadas de los miembros. Luego de ejercer en
55 Cantón, E., op. cit., III: 330.
56 Turenne, A., Historia de la Facultad de Medicina de Montevideo: vida, pasión y muerte
de la cátedra de homeopatía. Montevideo, Arch.Urug. Med. Cir. Esp, 1946; 28 (5-6):
330-340.
6 2
Ricardo Pou Ferrari
Colonia y Tacuarembó, retorna a Europa para perfeccionar sus co¬
nocimientos. Otra vez en Uruguay, actúa en Pando y finalemente,
en la capital. En 1879 obtiene -por concurso- la Cátedra de Clínica
Quirúrgica, en la que permanece por espacio de veinte años, hasta
que renuncia a ella un año antes de su muerte, ocurrida en Italia en
1900. Fue un convencido partidario de la Unidad Italiana y de la
figura de Garibaldi, el león de Caprera.
Una muestra elocuente de las dificultades a que se enfrentaba la
enseñanza clínica en el Hospital de Caridad, es la comunicación que
dicho profesor dirige, en marzo de 1887, al entonces Decano José
Máximo Carafí. Manifiesta allí:
“Es mi más vivo deseo de procurar a los Sres. Estudiantes de
Clínica Qiiirúrgica el que puedan, en cuanto sea posible, cursar
con mayor provecho esta importante asignatura [...] conseguir con
urgencia, lo que abajo se indica, siendo hoy de absoluta necesidad
para que dicha Clínica pueda prestar sus modernos y grandes be¬
neficios, a la humanidad doliente. La Sala Maciel, destinada al
estudio de la Clínica Qiiirúrgica, es de dimensiones demasiado pe¬
queñas para contener 18 camas, y además aglomerando en ella, un
número de enfermos, que no está en proporción con [su] capacidad
[...] [donde están] mezcladas toda clase de afecciones —infecto con¬
tagiosas— [y] no es posible muchas veces obtener los resultados que
se desea, practicando graves operaciones, así como tratando los más
simples casos de Cirugía”.
Requiere a continuación:
“...sacar de la sala cierto número de camas y recomendar a los
Médicos del establecimiento, no destinen a ellas los enfermos de eri¬
sipelas, gangrena, pioemia, tubercidosis, sarna, etc”.
Puesto que carece de
"... una sala para operaciones, que esté próxima a la de Cirugía,
pues es impropio y penoso [...] practicar operaciones de toda clase,
63
El Profesor Enrique Pouey y su época
en presencia de los demás enfermos”. Propone destinar “a tal objeto
elsegrmdo cuarto de baños, sacando de él las camas que contiene pa¬
ra dejar sola, la de operaciones, un armario con arsenal quirúrgico y
los diferentes aparatos de irrigación [...] pudiendo servir al mismo
tiempo para las lecciones clínicas \... La Cirugía moderna, que ha
llegado al apogeo de las Ciencias Médicas, y que tanto ennoblece a
aquel que a ella se dedica necesita de un vasto campo para estudiar¬
la y practicarla convenientemente”.
Señala la necesidad de disponer de
“[...] 12 ó 15 camas del reparto quirúrgico de mujeres, propor¬
cionando así un nuevo e importante contingente a los jóvenes estu¬
diantes, a los cuales hasta la fecha no lefue permitido poder estudiar
clínicamente las afecciones quirúrgicas de las mujeres”.
También sugiere la urgencia por disponer de colaboradores:
“Para el mejor servicio, y en conformidad con el reglamento,
es indispensable también el nombramiento de un Jefe de Clínica
Qtiirúrgica, que tenga disposición y pueda auxiliar al Catedrático
en su pesada tarea; así como es necesario que el alumno interno se
quede día y noche en las Salas de las Clínicas —siendo un hecho
tanto doloroso como conocido— la indiferencia y casi abandono en
que son dejados por el personal sanitario del Hospital, los enfermos
asistidos en las indicadas salas.
Debiendo ser que los alumnos internos —uno para cada clínica-
podrían estos alternarse para hacer el servicio de guardia constante
en las salas Clínicas. Para que se acostumbren los Señores Estudiantes
a un severo y minucioso examen de los enfermos, debería obligárseles
a tomar apuntes de todas las observaciones clínicas de los pacientes a
cada uno asignado para leerlas a pedido del Catedrático en la hora
de visita, y presentarlas a fin de año a la mesa examinadora”.
Para ofrecer una visión lo suficientemente amplia y moderna
de las afecciones quirúrgicas, Pugnalin argumenta y solicita la in¬
tervención del Decano, de reconocida filiación católica, ante los
64
Ricardo Pou Ferrari
administradores del Hospital, correligionarios en su mayoría, bajo
el siguiente vigoroso texto:
“[...] espero se dirigirá a quien corresponde, para obtener lo
expuesto y además conseguir el permiso de pasar a otras salas del
Hospital los casos de enfermedades crónicas que no presenten interés
para los Estudiantes”.
Y remata su nota:
“Faltando al Hospital un buen arsenal quirúrgico y útiles de
medicación para poder practicar cualquier operación, es de ur¬
gencia que el Sr. Decano provea lo necesario para que la Clínica
Qiiirúrgica pueda cumplir su cometido. [...] La reconocida compe¬
tencia del Sr. Decano suplirá en lo posible cuanto pueda faltar a las
indicaciones hechas y en la esperanza qtie no omitirá esfuerzos para
conseguir lo que de justicia se solicita .. 5
Otro dato acerca de Pugnalin es que recluta como ayudan¬
tes a dos médicos oriundos de Cerro Largo, los hermanos José y
Martín Samarán, que habían realizado los estudios secundarios en
París y universitarios en Zurich y Berlín. De ellos dice Velarde Pérez
Fontana: 58
“José Samarán [nacido en Meló el 9 de setiembre de 1850]
fue el primer cirujano que en Montevideo conoció la operación de
MacBurney. [...] Se había graduado en Zurich y doctorado en
Berlín el 21 dejtdio de 1877. Acompañó a Pugnalin en la Clínica
Qiiirúrgica desde 1880 hasta 1899. J. Samarán fue un cirujano
estudioso, un profesional dotado de gran erudición, no sólo médica,
sino también literaria, lingüística y musical. Samarán dejó el país
a comienzo del siglo y falleció en Chamonix en 1908. Su biblio-
57 Ver este jugoso y aleccionador documento completo en el Apéndice Documental,
Anexo N° 16.
58 Pérez Fontana, Velarde. “Cincuentenario de la fundación del Servicio de Cirugía de
Urgencia, Hospital Maciel, 1912-1962. La apendicitis en el Uruguay”, en: Gil Pé¬
rez, Juan Ignacio. Bibliografía Nacional sobre apendicitis. Montevideo, Ses. Soc. Urug.
Hist. Med., 1999, 8:34-35.
65
El Profesor Enrique Pouey y su época
teca pasó a mis manos por intermedio de la virtuosa señora Doña
Catalina Victorica de Carbajal. Sus libros, llenos de anotaciones
en los márgenes, nos permiten revivir y evocar su personalidad, hoy
olvidada.
[Su hermano] Martín [nació el 31 de enero de 1852, tam¬
bién] en Cerro Largo donde sus padres eran poseedores de tierras.
En Montevideo habitaron la finca de su propiedad que hoy existe en
25 de mayo y Solís, estudiaron en Zurich, se doctoraron en Berlín
en 1877y luego se radicaron en Montevideo [...]
[...] En los tiempos azarosos de la dictadura de Latorre, ambos
hermanos Samarán vivieron alejados del ambiente político y no se
les vio actuar. Don Martín fue médico del Hospital Maciel, donde
además ejerció y actuó como especialista de oídos, nariz y garganta.
Cuando el sonado asunto de los carpinteros catalanes, que fueron
martirizados bajo el Gobierno de Santos, Don Martín fue desti¬
tuido como médico del Puerto porque su informe (a propósito del
caso) no complacía las exigencias del Capitán General. Falleció en
Montevideo en 1925 alejado de sus tareas profesionales, dedicado a
sus sobrinos Manuel y fian José Carbajal Victorica”.
Sus tesis de doctorado, 59,60 fueron localizadas en la Biblioteca
de la Universidad de Berlín por Juan Ignacio Gil Pérez. Se ignora
por qué razón, a la hora de realizar su preparación médica, acudie¬
ron al mundo germánico, en un momento en que Francia mono¬
polizaba la atracción de los jóvenes de estas latitudes. Su acceso a la
bibliografía alemana, habitualmente desconocida en Montevideo,
hizo de ellos piezas claves en el inicial funcionamiento de la Clínica
Quirúrgica. 61
59 Samarán, Martin . Uber die Tenotomie des Tensor Tympani (Sobre la tenotomía del
tensor del tímpano). Welche zur Erlangung der Doctorwürde in der Medicin und
Chirurgie mit Zustimmung der Medicinischen Facultát der Friedrich-Wilhelms-Uni-
versitát zu Berlín am 14 August 1877. Berlín, Buchdrhckerein von Gustav Schade
(Otto Francke), 46 págs.
60 Samarán, José. Uber die Veránderungen der Gelenkknorpel bei Rheumatismus und
Artthritis derformans, Berlín am 18 Márz 1878. Berlín, Buchdrhckerein von Gustav
Schade (Otto Francke), 46 págs.
61 Pou Ferrari, Ricardo y Mañé Garzón, Fernando. Luis Pedro Lenguas, Maestro de ci¬
rujanos y precursor de la doctrina social católica en el Uruguay. Montevideo, Eltoboso
Imp., 2005, 367 págs.
66
Ricardo Pou Ferrari
Luego se les unirá otro profesional, de formación francesa,
Gerardo Arrizabalaga (1869-1930), quien:
. .e]« 1885, se trasladó a París [por su propia cuenta] para
estudiar medicina, [...] fue practicante interno en 1894, año en
que presenta su tesis sobre tema ginecológico . 62
[...] Revalidó su títido en Montevideo, ocupó las cátedras
de Anatomía, Medicina Operatoria, Patología externa y Clínica
quirúrgica. [...] Integró el Consejo de Enseñanza Secundaria y
Superior, así como la Comisión Nacional de Caridad y Beneficencia
Pública. [...] Durante el período 1910 y 1916fue Presidente de la
Sociedad de Medicina de Montevideo y [... ] del I Congreso Médico
Nacional (1916). Integró en varias oportunidades el Consejo de la
Facidtad de Medicina. Se suicidó, hiego de habérsele diagnosticado
un tumor cerebral”. 63
Pugnalin, en uno de sus numerosos viajes, trajo de Europa la
idea del método listeriano y fue, junto a Cari Brendel, de los pri¬
meros en aplicarlo en Montevideo. También importó y puso en
funcionamiento en su servicio hospitalario, la primera estufa de
Poupinel , por lo que debemos considerarlo como al precursor del
método aséptico, que por muchos años se utilizó conjuntamente
con el primero. Estos adelantos permitieron abatir la morbi-mor-
talidad quirúrgica, tanto tratándose de intervenciones vinculadas
a la patología llamada “externa como -y principalmente- en las
que significaban acceder a las cavidades del organismo (patología
“interna'). Dicho cirujano fue el primero en efectuar, en la ciudad
de Pando, ayudado por su coterráneo Salvador Spada, una “ ovario -
tomía con sobrevida de la enferma. 64
En el ámbito creado en torno a Pugnalin se fueron reunien¬
do aspirantes, atraídos por los logros de la cirugía. Entre ellos, el
propio Enrique Pouey, y además Luis P. Lenguas, Luis P. Bottaro,
62 Arrizabalaga, Gerardo Tmitementdes retro-déviations utérinesparlafixation de l ’utérns
d laparoi vaginale antérieure: Colpohystéropéxie antérieure. Paris, Bataille éd., 1894,84
págs,.
63 Gerardo Arrizabalaga. Noticia necrológica.. Buenos Aires, La Nación, 1930.
64 Brian, Angel, op.cit.
67
El Profesor Enrique Pouey y su época
Luis P. Mondino, José Mondino, Alfonso Lamas y Juan Francisco
Canessa.
La afinidad de nuestro biografiado por los temas quirúrgicos
se ve reflejada en el tema de su Tesis de 1884, titulada Algo sobre el
tratamiento antiséptico de las heridas , que estudiaremos en capítulo
especial.
Durante sus dos últimos años de formación montevideana,
Pouey se desempeña como Alumno interno de las Clínicas , cargo al
que accede por concurso y que fuera concebido por el grupo lide¬
rado por Suñer y Capdevila, como una especie de émulo de estirpe
española del Practicantado interno francés.
En enero de 1884 Pouey “ solicita prestar examen libre de Clínica
médica y quirúrgica, Obstetricia y Enfermedades de la Mujer”. 65
Pronto para rendir sus últimos exámenes, sufre, en abril de
1884, una grave fiebre tifoidea. Según refiere el interesado, en oca¬
sión de solicitar nuevo tribunal para rendir los exámenes extraordi¬
narios 66 y el examen general, 67 su médico tratante es Crispo Brandis.
De acuerdo con la pormenorizada información que sobre la enfer¬
medad del cuasidoctor brinda el periódico La France, fue Joaquín de
Salterain quien “ cuidó del enfermo y salvó su vida” C
Una vez recuperado y rendida la prueba antes mencionada, en
junio de 1884, Pouey defiende la Tesis y recibe el Título de Doctor
en Medicina y Cirugía en “colación privada” f excepción que pro¬
bablemente solicita por el tiempo limitado de que disponía para
emprender su segundo viaje a Francia.
65 Enrique Pouey solicita prestar examen libre de Clínica Médica y Quirúrgica, Obste¬
tricia y Enfermedades de la muger (sic), Enero 5, 1884. Secretaría de la Universidad.
N a 221, 1 hoja, s/f.
66 Enrique Pouey solicita examen de las asignaturas que debía rendir a principios del
año corriente (exámenes extraordinarios). Secretaría de la Universidad N° 185, Abril
22, 1884, 2 hojas, s/f.
67 Enrique Pouey solicita prestar exámen general de Medicina y Cirugía. Secretaría de
la Universidad, junio 30 de 1884.
68 Artículo periodístico. Sobre la enfermedad de Enrique Pouey. La France, Montevideo,
1884.
69 Facultad de Medicina de Montevideo. Legajo en el que el Br Enrique Pouey solicita
colación privada para recibir el título de Doctor en Medicina y Cirugía. Secretaría de
la Universidad, N° 190, junio 5, 1884 1 hoja, s/f. (Ap. Doc. Anexo N° 13).
68
Ricardo Pou Ferrari
Mientras Pouey marcha becado a París, la acción de Carafí
como Decano se abocará con intensidad paulatina a reorganizar la
Facultad y también a desarrollar un nuevo espíritu universitario,
acorde al tenor que le imprime, a la Universidad en su conjunto,
el Rector Vásquez Acevedo. Al año siguiente a la partida de Pouey,
aparecerá en el ámbito académico la figura consular de Pedro Visca,
también expracticante interno de los Hospitales de París (1868-
1870) y graduado en esa ciudad en 1870.
***
Durante el siglo XIX existieron en Uruguay varias publica¬
ciones que recogían observaciones y actualizaciones médicas. Las
mismas constituyen una significativa fuente de difusión del cono¬
cimiento y de aprendizaje para las nuevas generaciones, así como
una invalorable cantera para el investigador en historia de la medi¬
cina. La serie ha sido cuidadosamente reseñada por Fernando Mañé
y Sandra Burgués Roca en el repertorio de publicaciones médicas
de los siglos XVIII y XIX, 70 libro que nos ha servido para nume¬
rosas consultas en la redacción de la presente biografía. Entre ellas,
cabe mencionar: Anales de la Sociedad de Medicina Montevideana
(1853-1856), Revista Farmacéutica de Montevideo (1869) y Boletín
Médico-Farmacéutico (1874- 1883). Simultáneamente con ésta úl¬
tima, entre 1877 y 1878, aparece La Gaceta Médica. Periódico bi¬
mensual , primera publicación médica universitaria, propiciada por
un grupo de médicos españoles, especialmente catalanes, “precurso¬
res” de la Facultad de Medicina -para emplear el preclaro concepto
de Turenne-, bajo la dirección de Francisco Suñer y Capdevila y
Alejandro Fiol de Perera. Cabe tener en cuenta que este conjunto
de emigrantes catalanes -continentales e insulares- que se involu¬
craron de lleno en la organización del germen de nuestra Facultad,
eran de estirpe ideológica republicana; tal como sabemos a ciencia
cierta del primero, era un político que había sido electo Diputado
en Cortes durante la Primera República, al igual que su hermano
70 Mañé Garzón, F. y Burgués Roca, S. Publicaciones médicas uruguayas de los siglos
XVIIIy XIX. Montevideo, Universidad de la República, Facultad de Medicina, Ofici¬
na del Libro, 1996, 253 págs.
69
El Profesor Enrique Pouey y su época
-homónimo del anterior, aunque sea esto una curiosidad- que ante
el golpe de Estado del general Pavía y la caída del régimen republi¬
cano, emigró al Uruguay junto con algunos colegas, en los primeros
meses de 1874. Apenas integrados al cuerpo médico montevideano
y por razones que desconocemos, se volcaron hacia la docencia uni¬
versitaria y al periodismo médico.
La última de las publicaciones mencionadas recoge el espíritu
que animaba a quienes participaron en el primer período luego de
la fundación de la Facultad de Medicina. En la presentación de la
Gaceta, los responsables exponen su preocupación y anhelo de su¬
peración a través de la asociación profesional, universitaria y cientí¬
fica en torno a la revista.
“Si atendemos al rápido incremento que las ciencias médicas
han alcanzado en esta República, el amor desplegado por su flore¬
ciente juventud hacia el arte de curar [...] Si nos fijamos en los óp¬
timos frutos que está dando la Facultad de Medicina recientemente
creada, veremos que era de rigurosa necesidad el que apareciera un
Periódico exclusivamente dedicado a esta interesantísima materia.
La medicina, como la cirugía, avanza a pasos agigantados hacia la
senda del progreso; ayer descansaba sobre el empirismo, hoy se afian¬
za en el raciocinio; ayer era la experiencia unida a la hipótesis, la
que guiaba a los antiguos sabios para la confección de esos libros que
hojean con respeto las modernas generaciones, hoy han adelantado
las ciencias físicas, químicas y naturales, y con el adelanto de estas
ciencias ha tenido que avanzar necesariamente la medicina [...]
Las naciones europeas y el continente americano cuentan muchas
publicaciones de esta clase”.
Son, pues, conscientes con esta aseveración de que el mundo
médico, académico o universitario, se basa ya, tanto o más que en
los libros, en las revistas y publicaciones periódicas médico-científi¬
cas, existentes a esa altura en todos lados.
“En esta República en que la mayor parte de nuestros
colegas han llevado a cabo operaciones difíciles y arriesgado-
70
Ricardo Pou Ferrari
ras, y que los resultados más lisonjeros han correspondido a
sus deseos; no han contado con un órgano de publicidad que
indicase a sus compañeros de América y de allende el océano,
los menores detalles con que aquéllas fueran ejecutadas; esto
ha esterilizado para la ciencia sus provechosas aplicaciones,
relegando al profundo sarcófago del olvido el procedimiento
por ellos empleado”.
En este momento histórico de la medicina, la cirugía se está
convirtiendo en una disciplina que, gracias a la creación de nue¬
vos procedimientos y particularmente de innovaciones en temas
anestésicos, quirúrgicos y antisépticos, aborda a pasos más o menos
acelerados, regiones, cavidades y órganos, que se manipulaban só¬
lo excepcionalmente hasta entonces. Las grandes operaciones de la
década de 1860 se van consolidando en práctica sistemática en la
década de 1870 y no dejarán de perfeccionarse hasta bien entrado el
siglo XX. Es necesario destacar entre estos procedimientos, la que-
lotomía o herniotomía, la operación del ano preternatural o artificial
para resolver algunos casos de oclusión intestinal, la ovariotomía
por apertura de la cavidad abdominal y la histerectomía, tanto por
vía vaginal como abdominal. De este modo, la intervención con¬
sistente en abrir la cavidad abdominal, conocida en el mundo an¬
glosajón como celiotomía o laparotomía y como gastrotomía (porque
se practicaba la apertura del gaster o pared abdominal anterior) por
los franceses, se convirtió en la principal operación quirúrgica de la
segunda mitad del siglo XIX. En efecto, partiendo de la intención
de extirpar los más o menos voluminosos quistes de ovario, fue in¬
corporando nuevas indicaciones en la tentativa de resolver distintos
problemas de diagnóstico quirúrgico (oclusiones intestinales, peri¬
tonitis y heridas o perforaciones de los órganos intra-abdominales
de diversa causa, cánceres, particularmente del estómago e intestino
y las infecciones y litiasis biliares).
Continúa la antes citada publicación:
“Animados por el deseo de que no se pierdan los frutos de
la inteligencia y de la observación en el campo erial del silen-
71
El Profesor Enrique Pouey y su época
cío, y teniendo en cuenta el vacío que a este respecto existía;
no hemos vacilado en presentar esta publicación contando
para ello con el beneplácito de nuestros compañeros y con la
tregua que nos dejen las ocupaciones. Colaboradores [como]
Jurkovski, Pérez, Kemmerich, Miralpeix, Serratosay Aguirre,
han tenido la fina galantería de acompañarnos en esta difícil
tarea. Estableceremos entre las varias sesiones con que contará
la Gaceta, una crónica que estará a cargo de los estudiantes
de medicina bachilleres O. Solé y F. Felippone”. 71
La invitación a participar a ciertos estudiantes de medicina in¬
auguró en el seno de la Facultad de Medicina de Montevideo la
tradición de incorporarlos a la vida académica. Es cierto que en
algunas publicaciones de la época había un atisbo de esta partici¬
pación estudiantil, como en El Club Universitario. Periódico cien-
tífico-literario, órgano de la Sociedad de su nombre (1871-72) y La
Revista Uruguaya. Periódico semanal de ciencias y literatura (1875).
Esto tampoco era una originalidad local, ya que en Buenos Aires
se habían creado, por iniciativa de los estudiantes de medicina, los
Anales del Círculo Médico Argentino (1869-1910).
Véase Apéndice Documental. Anexos N° 6 a 17.
71 La Gaceta Médica. Periódico Bimensual. Año I, n° 1, 10 de setiembre de 1877. Cf.
Mañé Garzón, F. y Burgués, op.cit.: 73-74.
72
Capítulo VII
1884
Tesis de Montevideo*
C omo disponía el reglamento vigente del 15 de mayo
de 1877, el doctorando debía presentar una tesis y de¬
fenderla en público ante los profesores designados por
la Facultad de Medicina, previamente a la colación de
grados y al otorgamiento del título universitario. Enrique Pouey
cumplió, como es obvio, con este requisito. Es de hacer notar que
el mismo, antes de ser suprimido definitivamente en julio de 1902,
lo había sido ya el 12 de agosto de 1884 -o sea muy poco después
del egreso de Pouey-, para ser reinstaurado por la Ley Orgánica del
14 de julio de 1885 -para aquellos estudiantes que terminaran la
carrera después de febrero de 1887-; otra vez fue suprimido por
Ley del 25 de enero de 1888 y de nuevo exigido por disposición
legal del 31 de julio de 1890. 72,73
72 Buño, Washington y Bollini-Folchi , Hebe. Tesis presentadas a la Facidtad de Medi¬
cina de Montevideo entre 1881 y 1902. Montevideo, Rev. Histórica, 1980, 52 (154-
156): 1-246.
73 Pou Ferrari, R. y Mañé Garzón, F. op.cit.-. 72-74.
73
El Profesor Enrique Pouey y su época
La Tesis que analizaremos se titula “Algo sobre el tratamiento
antiséptico de las heridas” 7 A Juan Testasecca, profesor de Patología
externa, fue el Padrino de Tesis y Juan Antonio Crispo Brandis,
catedrático de Patología médica, el de grado.
Carátula de la Tesis de Pouey, presentada en
Montevideo en 1884. (Biblioteca del Dr. Or¬
lando Gil Solares).
A primera vista, parece un trabajo de poco fuste, lo que po¬
dría ser refrendado, hipotéticamente, por no haber sido incluido en
la cuidadosa edición de las obras científicas de Pouey, realizada en
1942 por su leal discípulo y amigo, Juan Pou Orfila. Es de suponer
que ello no fuera una omisión casual sino que probablemente quien
conocía bien las opiniones del Maestro, supiera que éste no consi¬
deraba ese trabajo a la altura del resto de su producción. Sin embar¬
go, como veremos enseguida, la tesis tiene un gran interés (al menos
74 Pouey, Enrique. Algo sobre el tratamiento antiséptico de las heridas. Tesis para optar al
Grado de Doctor en Medicina y Cirugía. Montevideo, Tipografía a vapor “La España”,
calle 25 de mayo, 142, 1884, 50 pp. + I il. Ver: Bibliografía de Pouey.
74
Ricardo Pou Ferrari
histórico) y constituye el comienzo de una trayectoria bibliográfica,
cuyo estilo literario y metodología científica se mantiene a lo largo
de los años.
En síntesis, consiste en una serie de comentarios bibliográficos,
a los que se agregan algunas referencias a casos clínicos observados
en la Clínica quirúrgica del Hospital de Caridad.
¿Cómo se ubica el estudiante de medicina y cirugía que va a
elaborar esta tesis? Su primera condición, entre 1882 y 1884, fue la
de Alumno interno por concurso , símil del Practicante interno de los
hospitales franceses. No sabemos a ciencia cierta en qué consistía
el concurso; si era sólo por la escolaridad o debía rendirse alguna
prueba clínica, escrita u oral; sí sabemos que los Interinos, aparte
de cumplir tareas en alguna de las salas asignadas a las cátedras clí¬
nicas, desempeñaban una guardia semanal de veinticuatro horas.
Podemos inferir que esta responsabilidad implicó para Pouey su
primera formación clínica directa y que probablemente ésta deci¬
dió su inclinación hacia la moderna cirugía , ya por el estímulo de
Pugnalin o debido a los vientos propicios que entonces soplaban para
consagrarse a ella. Lo más factible es que la definida vocación de
Pouey en tal sentido haya sido nutrida y estimulada en el medio
hospitalario que, aunque acotado en sus recursos, se caracterizó por
la pronta incorporación de las novedades.
Poco antes de que Pouey presentara su tesis, el Hospital de
Caridad, ampliado y remozado, había comenzado a ofrecer servi¬
cios asistenciales a personas con medios económicos suficientes pa¬
ra pagar su internación en salas privadas, separadas de los espacios
tradicionalmente destinados a los pobres. En este sentido, sería in¬
teresante conocer si los catedráticos incorporaban a los estudiantes
aventajados como colaboradores en la asistencia privada -especial¬
mente en las operaciones quirúrgicas- ya fuera en ese nuevo ámbito
hospitalario o en el domicilio del paciente, sitio donde éstas se efec¬
tuaban hasta entonces. Conocemos el caso de Joseph-Auguste Fort,
quien incorporó como ayudante quirúrgico al estudiante de medi¬
cina Agustín de Vila, que finalmente se doctoró en la Facultad de
Nápoles, luego de que su mentor hubiera sido, de alguna manera,
75
El Profesor Enrique Pouey y su época
empujado a abandonar el ejercicio profesional en nuestro medio.
En igual sentido, refiere Luis Morquio, con referencia a sus estudios
médicos, iniciados en 1886:
“[...] buscábamos aprender por todos los medios, ofreciéndo¬
nos a nuestros profesores para cuidar a domicilio a sus enfermos,
y es así, como hemos aprendido muchas cosas que no veíamos en
el Hospital”P
Para enfatizar la importancia del tema que ha elegido para la
tesis, asevera Pouey:
“El método listeriano ha recibido la sanción práctica más es¬
pléndida en todos los grandes hospitales, cuyos cirujanos han que¬
rido ceñirse a los infinitos detalles de su realización; establecimien¬
tos hospitalarios en que la erisipela, la septicemia, la pioemia, la
gangrena de hospital, hacían de cada enfermo una víctima casi
segura, como los de Copenhagen, Munich, Leipzig, Halle, Berlín,
Mackedeburg, Bonn, se han visto libres para siempre del espectácido
triste que ofrece un médico al consumirse en estériles esfuerzos para
salvar a un enfermo irrevocablemente condenado a muerte
En la anterior afirmación está implícita la idea de que en esos
sitios del extrajero se disponía de profesionales bien formados, de
medios materiales suficientes y de una organización hospitalaria óp¬
tima, circunstancias que distaban mucho de la realidad asistencial
en Montevideo.
Quizás el objetivo primordial del trabajo en consideración es
dar respuesta, desde la perspectiva de la medicina de laboratorio -la
nueva patología microbiológica-, a los acuciantes problemas que
planteaba la cirugía, muy en especial los que tenían que ver con
las complicaciones infecciosas. Pouey nos ilustra en tal sentido: “la
infección supurada pone en peligro la vida de la parte [del cuerpo] y
del individuo, si no se le hace partícipe de los beneficios de la moderna
cirugía ’. Esto no se resolvería solamente con la antisepsia (rauda-
75 Otero y Roca, Solís. Morquio, Montevideo, 1938: 17.
76
Ricardo Pou Ferrari
mente encaminada a la asepsia), sino también desde la patología y
la higiene experimental, en particular la microbiológica.
De hecho, la tesis representa, en nuestro medio, un cruce de
caminos entre los dos grandes problemas de la cirugía: enfrentar la
infección en la clínica y en el acto quirúrgico y entender su pato¬
logía y patogenia. El primero de estos senderos venía siendo tran¬
sitado, en el hemisferio norte, desde hacía al menos tres décadas,
por obstetras, cirujanos y médicos (académicos y asistenciales). Ahí
están los hitos que suelen destacarse en la historia de la medici¬
na, protagonizados por Ignaz P. Semmelweiss (1818-1865) en el
centro de Europa, Olliver Wendell Holmes (1841-1935) en el este
norteamericano y, el más alabado, Joseph Lister (1827-1912) en
Gran Bretaña, a los que agregamos en el territorio francés a Eugéne
Koeberlé (1828-1915), ejerciendo en Estrasburgo. El otro camino,
el de la patología de la infección, se entronca con la línea de pensa¬
miento también vigente desde épocas previas, la de las enfermeda¬
des producidas por vermes y ácaros, que fue llamada patología ani¬
mada en los siglos XVII y XVIII, a lo que se suma el conocimiento
temprano -en las primeras décadas del siglo XIX- de las afecciones
provocadas por hongos y protozoarios; recordemos, en tal senti¬
do, la primera descripción del favo o tiña favosa, realizada en 1834
por el célebre clínico y patólogo Johann Lukas Schoenlein (1793-
1864), a la sazón profesor en Zurich. Pero quizás lo más importante
en esta secuencia es que un científico profesional, considerado casi
un intruso en el campo médico y quirúrgico, Louis Pasteur (1822-
1895), químico avenido a microbiólogo, estaba iluminando el re¬
ferido camino desde hacía veinte años. A partir de 1865, sus ideas,
nacidas en el laboratorio, fecundaron la experiencia clínica del antes
mencionado cirujano Joseph Lister. Cuando eso ocurre, éste últi¬
mo, al igual que muchos de sus colegas, ya habían comenzado a en¬
frentar la infección con ideas tomadas de prestado de los higienistas
y sanitaristas, los que, por su lado, luchaban contra las epidemias e
infecciones aplicando métodos proto-antisépticos. 76
76 Varios autores. Lister centenary conference. Historical Symposium. “The man who made
Surgery safe”. Londres, The British Journal of Surgery, vol 54, Special Number, págs.
405-427.
77
El Profesor Enrique Pouey y su época
Para hacer más nítida la distinción de estas sendas, explicitamos
a continuación la secuencia general del razonamiento seguido en la
tesis de Pouey, que puede resumirse en los siguientes pasos: 1) la
putrefacción es debida a gérmenes presentes en el aire; 2) las heridas
infectadas tienen características comunes con la descomposición de
la materia orgánica, por lo que dicha complicación podría obedecer
a igual causa; 3) los gérmenes del aire son seres vivos, sólo visibles
al microscopio, cultivables e inoculables y podrían ser los causan¬
tes de los dos procesos antes mencionados; 4) su número depende
de factores ambientales (“ higiénicos’)', 5) su capacidad de provocar
infección (“ virulencia”) aumenta al cabo de sucesivas inoculaciones
en animales de experimentación; 6) el organismo portador de una
herida cuenta con factores (“ 'fuerzas ”) que incrementan o reducen
su “resistencia vital ’; 7) para “ luchar contra la putrefacción o la in¬
fección de las heridas” , puede recurrirse a: A) reducir el número de
gérmenes a los que ellas están expuestas (según el sitio donde se
asiste el paciente, el tiempo transcurrido entre la herida y el co¬
mienzo de su tratamiento, la exposición al antiséptico, ya sea por
medios del “ spray” y el “ vendaje antiséptico ”) ; B) evitar la llegada de
los microbios mediante la interposición obstáculos (“ vendajes”) que
simulen la protección que naturalmente ofrecen los tegumentos y
las mucosas a la invasión microbiana; C) crear las condiciones loca¬
les menos favorables a la proliferación de los gérmenes (hemostasis,
drenaje, lavado); D) dar lugar y favorecer la reacción del organismo
que conducirá a la “ restitutio ad integrum ”; E) utilizar, como medios
para destruir los gérmenes, recursos físicos, químicos y quirúrgicos
A efecto de exponer el problema de la infección, el autor utiliza
dos tipos de lenguajes patológicos. El primero es el de tradición hu-
moralista y miasmática, que ya a partir de este momento comienza
en declive para desaparecer años más tarde. Ejemplo claro de ello
son expresiones tales como: “ humores fétidos ', “putrefacción”, “ sus¬
tancias pútridas” , “gérmenes del aire”. El segundo, con clara influen¬
cia de la química biológica pasteuriana, es el que ganará rápidamen¬
te terreno, el nuevo lenguaje microbiológico: “células o especies de los
infinitamente pequeños ”, “microbios ”, “bacterias ”, “estéril', etc.
78
Ricardo Pou Ferrari
La tesis está dividida en dos partes, (como para subrayar los dos
grandes caminos que hemos identificado) expuestas en forma con¬
secutiva, siguiendo a veces una dirección paralela o entretejiendo la
información proveniente de las ciencias biológicas y químicas por
un lado y de la clínica por otra. La primera sección se refiere a los
agentes de infección y la segunda a los métodos antisépticos que se
aplican para el tratamiento de las heridas.
El trabajo se inicia con la siguiente breve pero significativa ase¬
veración: “En el aire reside la causa de la descomposición de las heri¬
das”. La misma nos evocaría la vieja teoría miasmática, todavía vi¬
gente, en especial entre los higienistas. Pese a ello, lo que el autor en
realidad intenta demostrar es la gran novedad científica de la época,
que nos la transmite en clave experimental pasteuriana. Su formu¬
lación sería que la causa de la infección, si bien procede del exterior
-como ya afirmaba la teoría miasmática- no consiste en un efluvio
misterioso, sino en seres vivos microscópicos, capaces de invadir el
organismo, atravesando sus fronteras, y vencer sus resistencias, para
provocar finalmente lesiones y enfermedades específicas. “Los in¬
finitamente pequeños ” pueden ahora identificarse y caracterizarse,
tal es el objetivo de la ciencia microbiológica; su acción deletérea
puede aminorarse y a ese blanco apuntan la antisepsia primero y la
asepsia después.
El primer ejemplo que Pouey utiliza para ilustrar este nudo con¬
ceptual biológico-quirúrgico, pertenece a la Patología externa, más
específicamente a la patología ósea traumática: “Todos los cirujanos
conocen la gravedad de una fractura ósea cuyo foco comunica con el
aire atmosférico, merced a una solución de continuidad del tegumento”.
De este modo, deja nítidamente dibujada la idea de que “laputre¬
facción de los elementos [tejidos] ”es poco probable mientras persista
“un velo protector, que conserva inalterados los líquidos exudados, los
elementos mortificados y permite que ellos sirvan a la nutrición de los
elementos vivos circunvecinos, que la naturaleza encarga del trabajo de
la restitutio ad integrum ”. Deseamos enfatizar que el método liste-
riano tenía como objetivo, no sólo ni principalmente destruir los
gérmenes (al menos en la época de la primera publicación de 1867)
sino crear una frontera artificial que proteja el proceso reparador,
79
El Profesor Enrique Pouey y su época
sustituyendo la que naturalmente forman la piel y las mucosas . En
el curso del decenio siguiente el listerismo irá complementándose al
plantear otros objetivos y procedimientos, llegando durante la dé¬
cada de 1890, al desiderátum de la supresión de los gérmenes, que
es el principio de la asepsia.
Para dejar más claro el mecanismo de la infección de las heridas
y de cómo evitarla mediante el método de Lister, Pouey expresa:
“[...] pero ba demostrado este gran clínico que coágulos de san¬
gre, fragmentos de hueso y de tejidos blandos, sin despertar reacción
inflamatoria sensible sobre los tejidos vivos circunvecinos, sirven a
la nutrición de esos y desaparecen completamente por absorción,
dejando en su kigar una cicatriz que en ningún caso llega a tener la
extensión de la que hubiera reemplazado a una éscara desprendida
de los tejidos vivos. Pero para obtener este residtado es necesario
poner los tejidos muertos, en condiciones que se asemejen lo más
posible a las que se encuentran los de una lesión subcutánea”.
Entiende muy bien el problema visto desde su experiencia clí¬
nica. A lo anterior agrega que en ciertas circunstancias las bacterias
persisten en las granulaciones 'fofas” , que es preciso retirar quirúr¬
gicamente.
De un modo didácticamente muy correcto -que hace pensar
en la ocupación de profesor en el colegio de su padre, que entonces
Pouey compartía con sus estudios médicos-, describe en primer
término las experiencias de Pasteur, desde las efectuadas, en torno
a 1862, para refutar la teoría de la generación espontánea, hasta
las muy numerosas posteriormente dedicadas a observar, cultivar e
inocular gérmenes y que datan del período comprendido entre esa
fecha y la de la tesis. Algunos experimentos son referidos con tal pre¬
cisión -incluso se incluye un grabado de una microfotografía de las
bacterias, así como figuras que representan tubos y matraces-, que
bien podría pensarse que el postulante los efectuó en Montevideo.
Esto es posible, dado que con la incorporación de José Arechavaleta
como catedrático de Botánica Médica de la Facultad de Medicina,
se creó un pequeño laboratorio en el que se practicaban las diferen-
8o
Ricardo Pou Ferrari
tes técnicas, lo que marcó el inicio de nuestra escuela bacteriológica.
Otro argumento a favor de la suposición antedicha es que en uno
de los informes enviados por Pouey desde París en colaboración con
de Salterain, hace referencia a un experimento practicado cuando
eran alumnos internos del Hospital de Caridad.
Entre las fuentes bibliográficas utilizadas, están los trabajos de
JohnTyndall (1820-1893), físico inglés que mediante el empleo de
una cámara oscura, comprobó la presencia de partículas invisibles
suspendidas en el aire, que fueron consideradas los vehículos que
transportaban los gérmenes responsables de las infecciones.
También se describen los experimentos de M. Miquel (1850-
1922), “ médico del parque de Montsouris, de París ”, quien, “ usan¬
do globos de vidrio con líquidos orgánicos esterilizados y láminas de
vidrio embadurnadas con glicerina”, demuestra que el número de
microorganismos es tanto mayor cuanto más polucionado está el
lugar de donde provengan las muestras. Sostiene que “felizmente
los gérmenes del agua no pueden desarrollarse en la economía, quizás
porque son aerobios y las células del organismo retienen el oxígeno con
bastante energía”, salvo cuando se trata de ciertos “ vibriones, a la
vez aerobios y anaerobios”, que luego de inoculaciones sucesivas en
conejos, “vencen a las células orgánicas y el animal muere de infección
purulenta [...] Por eso se lo ha llamado vibriónpiógeno”. En función
de lo antedicho, “se comprende el peligro a que se expone un herido
lavándolo con agua”.
Asume seguidamente el autor que “el vibrión séptico es anae¬
robio” , por lo que “el mejor modo de tratar una herida pútrida sería
inundarla de aire y de agua aereada”.
Refiere también los estudios sobre “ sepsis ” de Pierre Léon Coze
(1819-1896) y Victor Feltz (1835-1893), médicos de Estrasburgo
que se adelantaron a algunos de los descubrimientos de Pasteur, al
demostrar que, a medida que aumentaba el número sucesivo de
inoculaciones efectuadas en animales sanos con muestras de sangre
provenientes de otros afectados, “se llegaba a tener una sangre viru¬
lenta a tal grado que no se necesitaba más que de una fracción mínima
para matar a un conejo en menos de 24 horas”.
El Profesor Enrique Pouey y su época
Para destacar la influencia de la “ resistencia vitaF , recurre a la
siguiente cita de Pasteur:
“¡Qiíé demostración sorprendente de la influencia de la vi¬
da para combatir las consecuencias de la muerte! [...] Pero, ¡ay!,
¿cuántas veces esa resistencia vital es importante, cuántas veces la
constitución del herido, su debilidad, su estado moral, las malas
condiciones del apósito, no oponen sino una barrera insuficiente a
la invasión de los infinitamente pequeños?”.
Hace seguidamente una revisión de los medios físicos aplica¬
dos para destruir a los “ microbios ”, especialmente el calor, siendo
ésta la única ocasión en que cita a Robert Koch (1843-1910) para
rebatir su afirmación de que hay gérmenes que “resisten más de dos
horas a un calor de 150 grados”. Finalmente, enumera las sustancias
químicas antisépticas, haciendo pormenorizada descripción de las
soluciones de ácido fénico, cloruro de zinc, ácido bórico, prepara¬
dos salicílicos, acetato de albúmina y eucaliptol.
Establece el nexo entre las ideas de Pasteur y las de Lister, para
lo que trae a colación la historia, referida por este último en su tra¬
bajo inicial de 1867, acerca de cómo, observando la utilización del
ácido fénico, en su forma sólida denominada “ creosota alemana o al¬
quitranada”, para combatir el olor nauseabundo de los pantanos de
Caslyle -próximos a su vivienda-, advirtió la acción “ desinfectan¬
te ” de esa sustancia, que entonces aplicó para el tratamiento de las
fracturas abiertas. El cirujano británico no tenía conocimiento de
que los químicos ya habían preparado formas cristalinas de carbol
lo suficientemente puras como para ser solubles en agua, ni de que
algunos cirujanos las habían utilizado con análoga finalidad que él,
aunque sin su decisión y tenacidad.
Describe el “ apósito de Lister ” y el modo de emplearlo. Hace
referencia al “ catgut antiséptico ” -también ideado por Lister-, a la
“seda antiséptica o fenicada” , a las “ crines de caballo ” y al drenaje de
Chassaignac, tubo de vidrio que se colocaba en los focos supura¬
dos, ampliamente usado, y al que algunos cirujanos (como Robert
Ricardo Pou Ferrari
Lawson Tait [1854-1899]) atribuían sus buenos resultados en las
laparotomías.
Señala el empleo de las pulverizaciones de ácido fénico sobre el
campo operatorio, utilizadas por Lister en la primera época, para lo
que usaba el aparato de Richardson. Este recurso era complicado,
costoso e insumía mucho tiempo. También provocaba irritación de
la piel, tanto del paciente como de los cirujanos. Por eso, finalmen¬
te se prescindió del spray. Pouey acota: “Lo cierto es que se obtienen
resultados notables, y muy parecidos, aunque inferiores, a los del trata¬
miento riguroso de Lister”.
Trayendo a colación citas del mundo germano, donde se prefe¬
ría el tratamiento abierto de las heridas, señala un trabajo de Rudolf
Krónlein (1847-1910) en el que su autor compara ambos métodos,
en vista de los resultados obtenidos con anterioridad por Richard
von Volkmann (1830-1889), CarlTiersch (1822-1895) y Edmund
Rose (1836-1914), y donde
“demuestra claramente que la mortalidad es sensiblemente la
misma, pero que la duración de la curación es casi la mitad con el
método listeriano que con el abierto. Este hecho puede explicarse
del modo siguiente: los gérmenes atmosféricos se ponen en contacto
con la herida pero gracias al desagüe perfecto encuentran un líqui¬
do orgánico demasiado concentrado qtie dificulta su desarrollo; a
más, gracias a la perfecta ventilación, todos los recodos de la herida
están en contacto con el oxígeno del aire, el cual, como sabemos por
los trabajos de Pasteur, mata el vibrión séptico, que es anaerobio y
esteriliza sus gérmenes”.
En estas consideraciones se perciben ciertos defectos en la com¬
prensión de la microbiología, por otra parte justificables, habida
cuenta de las lagunas y contradicciones de la bibliografía en cuanto
a procedimientos y resultados.
83
El Profesor Enrique Pouey y su época
Ilustración de la Tesis de Pouey, Montevideo, 1884.
Recogiendo su experiencia en la Clínica Quirúrgica del
Hospital de Caridad, detalla Pouey el procedimiento de las ligadu¬
ras vasculares y de las suturas de las heridas, así como la preparación
del ambiente y del campo operatorio, el uso del spray antiséptico,
la colocación del apósito una vez finalizada la intervención y su “re¬
novación diaria ". Esta descripción es, tal como afirma Washington
Buho, una fehaciente prueba de que a la fecha, la antisepsia se em¬
pleaba en Uruguay más cuidadosamente que en donde había sido
concebida. Cari Brendel la puso en práctica en Montevideo desde
1869. A partir de 1879, fueron decenas las operaciones abdomi¬
nales y las maniobras tocúrgicas efectuadas en nuestra ciudad por
diferentes cirujanos, utilizando el método listeriano. 77 No obstante,
77 Brian, Angel, op.cit.
84
Ricardo Pou Ferrari
la pesada influencia de la teoría miasmática continuaba viva en el
espíritu de muchos médicos, como puede apreciarse en la discusión
mantenida en 1885 entre Bren del y Eustaquio Herrero y Salas en el
seno de la Asociación Médica Montevideana, en torno al tema de la
fiebre puerperal. 78
El tratamiento de las heridas -refiere Pouey- es diferente “se¬
gún sean quirúrgicas o traumáticas ”, y entre éstas últimas, “ según sean
incisas, contusas o fungosas Frente a las primeras, propone el uso
“inteligente ” de la sutura y el drenaje. En las segundas, “existen en
toda la superficie [...] colgajos mortificados [...] que les invaden con
rapidez y pueden hacer sentir su acción a cierta distancia en el tejido
vivo, que por lo general reacciona y rechaza, merced a la formación de
granulaciones y de supuración, la capa superficial del tejido muerto y
con ella la invasión de los microbios”.
Otro detalle práctico que destaca, citando otra vez a von
Volkmann, es el siguiente:
“Hay pues motivos más que suficientes para destinar a esa pri¬
mera cura todo el tiempo necesario, tal vez una hora o más, a fin
de practicarla con la más escrupidosa atención y los más minuciosos
cuidados. Ese modo de proceder nos ahorrará de seguro para lo suce¬
sivo mucho tiempo y muchos sinsabores”.
También menciona el tratamiento de fístulas, abscesos “estru¬
mosos” , quemaduras, abertura de serosas y articulaciones, así como
la conducta a seguir ante fracturas complicadas, heridas del periné
y de los genitales externos.
En las heridas accidentales, supone que los gérmenes provie¬
nen del exterior, directamente o a través de las manos, los instru¬
mentos, etc.
Un problema práctico que se planteaba a consecuencia del
empleo de soluciones de ácido fénico, era la intoxicación por ese
78 Mañé Garzón, F y Ayestarán, A (ed.) El gringo de confianza. Memorias del médico
alemán Cari Brendel en el Río de la Plata. 2° ed. Montevideo, Moebius, 2010, 363
págs.
85
El Profesor Enrique Pouey y su época
producto, tanto de los pacientes como de los cirujanos. Por esta
razón, Pouey la describe y advierte:
“es preciso reconocer [sus etapas] en su inicio para interrum¬
pir a tiempo la aplicación de la sustancia y lograr de este modo su
involución [...] Para combatir la intoxicación Baumann considera
el sulfato de sosa como muy útil por ser capaz de convertir el ácido
fénico que puede existir en la sangre en ácido sidfo fenólico que se
elimina rápidamente por la orina. Sonnemburg ha comprobado
clínicamente el valor de este medicamento’’/ 9
En estos casos, el autor se manifiesta partidario del empleo del
yodoformo, con cuyo uso moderado “nunca hemos visto accidentes
en la Clínica Quirúrgica”. Con respecto a la cura con este producto,
fue Albert Ritter von Mosetig Moorfhoff (1838-1907), profesor en
Viena, quien introdujo los vendajes con esta sustancia, que “lle¬
varon a los prácticos, sobre todo los alemanes ” a usarla; entre ellos
estaban Georg Ferdinand Küster (1839-1930), Theodor Billroth
(1829-1894), Fédéric Hoffmann (1823-1904), Heinrich Wilhelm
Franz Leisrink (1845-1885), Friedrich Julius Rosenbach (1842-
1923) y Thiersch.
Con respecto al yodoformo señala:
“es precioso en los casos en que no es posible el tratamiento lis-
teriano: lesiones de la boca, periné, vagina, hematoceles vaginales
tratados por la incisión, resecciones óseas parciales, en las heridas
contusas en que es imposible obtener una desinfección segura, como
también en ciertos casos de fístulas, afecciones tuberculosas, etc. En
todos estos casos es preferible el uso del yodoformo al tratamiento
listeriano, puesto que este se limita a rechazar los gérmenes atmosfé¬
ricos en vez que el yodoformo por sus emanaciones continuas y lentas
que no irritan la herida como el ácido fénico, reduce a la impoten¬
cia a los microbios que existen ya en la herida”.
79 Está citando a un bioquímico y a un cirujano clínico, el primero Eugen Baumann
(1849-1896) fue quien demostró la presencia de yodo en la glándula tiroides y el
segundo, Eduard Sonnenburg (1848-1915), un cirujano en Berlín.
86
Ricardo Pou Ferrari
Muy interesantes son las consideraciones sobre los trabajos de
Emil Behring (1854-1917), quien estudió “la conversión del yodo en
yoduro, que no es riesgoso, no siendo excesiva la cantidad de yodoformo
usado, siempre y cuando la sangre sea alcalina y los riñones sanos”. De
estas investigaciones resultaron las importantes aportaciones futu¬
ras de este autor, quien inicia el tratamiento específico de las infec¬
ciones mediante sueros para neutralizar los microbios.
Se refiere, finalmente, a “otros procedimientos ” para el trata¬
miento de las heridas: la “cura de la naftalina” , la “algodonosa de
Alfonso Guérin [1816-1895]”, la “húmeda con alcohol ’ y el “método
de curación al aire libre”. Con referencia a este último, señala que
“los estudios en clínicas alemanas, indicaron que su empleo arroja sen¬
siblemente la misma mortalidad que si se utiliza el método listeriano”,
lo que atribuye “alperfecto drenaje, que asegura que el líquido orgáni¬
co, demasiado concentrado [...] dificulte el desarrollo [de los gérmenes
atmosféricos], a más [que], gracias a la perfecta ventilación, todos los
recodos de la herida están en contacto con el oxígeno del aire, el cual,
como sabemos por los trabajos de Pastear, mata al vibrión séptico, que
es anaerobio, y esteriliza sus gérmenes”.
El alcohol fue ampliamente usado para la curación de las he¬
ridas de guerra bajo su forma alcanforada durante las campañas
napoleónicas, quizás por influjo del desarrollo que había tomado la
química en París. Este recurso, habiendo dado tan buenos resulta¬
dos, fue luego abandonado. Pouey hace mención al uso que hacían
nuestros gauchos de la caña para desinfectar las heridas:
“El aguardiente o el alcohol tienen la propiedad de coagular la
sangre, cuya propiedad se utiliza para proteger una herida por un
coágtdo antiséptico o por lo menos aséptico [...] A su intervención y
su alejamiento de las grandes causas de infección debe atribuirse la
facilidad con que los habitantes de nuestra campaña se curan de sus
heridas con simples lavados de caña”.
La tesis que hemos analizado es significativa por múltiples ra¬
zones:
87
El Profesor Enrique Pouey y su época
1) Constituye la expresión del pensamiento médico de una de las
primeras generaciones egresadas de la incipiente Facultad de
Medicina de Montevideo. Es preciso situarse en ese momento
en que casi todo era proyecto y casi nada realidad. A ocho años
de instaladas las dos primeras cátedras, defenderá Pouey, toda¬
vía convaleciente de una fiebre tifoidea, en colación privada, su
ponencia. A conciencia de sus limitaciones y de acuerdo con
su espíritu modesto y veraz, la titula tímidamente , “Algo sobre el
tratamiento antiséptico de las heridas ’.
2) En el ambiente, donde ya se practicaba el procedimiento lis-
teriano, el Alumno interno de la Clínica Quirúrgica y Cátedra
de Anatomía topográfica y Medicina operatoria, presenta, por
primera vez en la literatura médica uruguaya, un trabajo donde
figura el nombre del método que hará posible, en pocos años,
el notable avance de la cirugía, ámbito al que el autor adhirió
con predilección desde el inicio de su carrera.
3) Se basa en el estudio esmerado de la bibliografía, no sólo ema¬
nada de los grandes artífices del procedimiento -Pasteur y
Lister-, sino también de otros autores franceses, y, lo que es
más notorio, del mundo germano, que quizás le había llegado a
través de los hermanos Samarán o de Federico Susviela Guarch,
recién egresado de la Facultad de Medicina de Berlín.
4) Refiere procedimientos de laboratorio que pudieron haber sido
ya realizados personalmente en Montevideo a partir del inicial
laboratorio de José Arechavaleta.
5) Da cuenta de obervaciones procedentes de la clínica quirúrgica,
en la que se aplicaba el método antiséptico, de acuerdo a crite¬
rios más estrictos que en el medio donde se originó.
6) Señala el inicio de una senda que conducirá a Pouey hasta los
mismos laboratorios de Pasteur en París, donde profundizará
conceptos y prácticas, que le permitirán más tarde redactar la
tesis con la que obtiene su título en Francia.
7) Fa tesis de Montevideo, con todas sus limitaciones, constituye
un magnífico exponente de la mentalidad microbiológica que
88
Ricardo Pou Ferrari
venía revolucionando la medicina, al hacer posible el diagnós¬
tico etiológico específico de algunas enfermedades y que con¬
duciría a la cirugía a adentrarse en la “térra incógnita de las
cavidades esplácnicas, hasta entonces casi totalmente vedadas,
al menos en lo que a la práctica sistemática concernía.
Véase Apéndice Documental. Anexo N° 18.
89
Capítulo VIII
1884
Becarios del Gobierno de
Máximo Santos
E l otorgamiento, por parte del gobierno de Máximo Santos,
de las becas a los tres médicos orientales en 1884, con la
finalidad de que pudieran perfeccionar sus estudios de me¬
dicina en París, recaído en las personas de Francisco Soca,
Enrique Pouey y Joaquín de Salterain, debe ser apreciado en un
escenario más amplio que el de un mero hecho burocrático.
Como antecedentes, en el sentido de que el Estado subven¬
cionara estudiantes en el extranjero, se mencionan los siguientes:
la beca concedida en 1847 por el gobierno del Cerrito a Gualberto
Méndez -aún no decidido por la medicina, en la que culminó gra¬
duándose en París-; la conferida en 1860 a Clemente César (1812-
1861) para estudiar Ciencias y Bellas Artes en Europa -quien a su
regreso se desempeñó como arquitecto-; la pensión que usufructuó
Laurentino Sienra y Carranza (1840-1904) a partir de 1860 para
perfeccionarse en Ingeniería en el viejo continente y, en el mismo
9 i
El Profesor Enrique Pouey y su época
año, las concedidas a Juan Manuel Blanes (1830-1901) y Luis Félix
Maturana (1827-1860) para estudiar pintura en Italia; por últi¬
mo la subvención que se concedió en 1861 a Pedro Visca (1840-
1912) para estudiar medicina en París, de cuya Facultad egresó en
1870. 80
En el año 1879, la Facultad de Medicina de Montevideo, a tres
años de iniciados los cursos, había tocado fondo. Un periódico de
la época señalaba que se estaba gestando una reforma por la que se
reducirían a la mitad los sueldos de los catedráticos, medida que era
vista desfavorablemente por el articulista, ya que, lejos de estimular
el celo docente, desalentaría al profesorado, al extremo de ocasionar
• • 81
su renuncia masiva.
Máximo Santos, por Juan Manuel Blanes.
Las clases se dictaban irregularmente, por inasistencia tanto de
los profesores -a los que el Rector amonestó en varias oportunida¬
des - como de los estudiantes; los programas no se completaban
80 Mañé Garzón, op.cit., 1983,1: 33-34.
81 “La Faculté de Medicine”. La Frunce. Montevideo, No. 340, 26 sep. 1879.
92
Ricardo Pou Ferrari
y reinaba la indisciplina. En 1882, ocurrió la denuncia contra el
primer egresado de la Facultad, José María Muñoz y Romarate, a
quien se acusó de ejercer la profesión sin título habilitante, ya que
el suyo, expedido por la nueva Facultad, no había sido revalidado
ante la Junta de Higiene Pública, como era el trámite hasta enton¬
ces. En ese mismo año, el Poder Ejecutivo presentó a la Asamblea
General un proyecto de reorganización de la Educación Secundaria
y Superior, que se concretó al año siguiente. De este modo se res¬
tablecían los estudios preparatorios (suprimidos por disposición de
Latorre en 1878), se llevaba a cinco años la duración de los cur¬
sos secundarios y se definían las cuatro Facultades que integra¬
ban la Universidad (Ciencias y Letras, Jurisprudencia, Medicina y
Matemáticas). El Consejo Superior estaría formado por el Rector y
doce vocales, designados por el Ejecutivo y tres por los profesores
más antiguos. Finalmente se autorizaba el ingreso de las mujeres. El
Rector José Pedro Ramírez (1836-1913) consideró que esta dispo¬
sición atentaba contra la autonomía de la Universidad.
A fines de 1884, el profesor de Historia Universal, Luiggi
Desteffanis (1839-1904) publicó en el diario Vitalia un artículo
poniendo en tela de juicio la personalidad de Artigas, a quien se
procuraba entonces presentar como el fundador de la nacionalidad
uruguaya. Santos destituyó al catedrático, frente a lo que el Consejo
Universitario reaccionó, dado que, si bien no compartía plenamen¬
te las opiniones del docente, consideraba que estaban amparadas
por la libertad de cátedra. Como alternativa, y en un intento por re¬
solver el incidente, dicho órgano elevó una nota al Poder Ejecutivo
sugiriendo la escisión de la referida cátedra en dos, una de Historia
universal , que conservaría Destéffanis y otra de Historia nacional ,
para la que se designaría un nuevo responsable. El Ministerio del
ramo devolvió la misiva, en la que aparecían tachadas las cláusu¬
las sustanciales de la modificación propuesta, al tiempo que ad¬
juntaba una denuncia contra el profesor de Derecho Constitucional ,
Justino Jiménez de Aréchaga (1850-1904) por haber vertido opi¬
niones contrarias al Partido Colorado. El Consejo rechazó ambos
procedimientos. Acto seguido, Santos, previa venia de la Asamblea
93
El Profesor Enrique Pouey y su época
General, destituyó al Rector, junto al mencionado catedrático y a la
mayoría de los miembros del Consejo.
Mientras tanto, unos días antes, los profesores de la Facultad
de Medicina habían hecho llegar a la prensa un comunicado en el
que manifestaban que no se adherían a las opiniones del Consejo y
que las suyas eran tareas exclusivamente docentes y administrativas.
De inmediato, el Rector observó severamente al decano Fernández
Viñas, haciéndole notar que su investidura estaba subordinada
jerárquicamente al Consejo y que no le era permitido emitir jui¬
cios por cuenta propia sobre asuntos que tuvieran que ver con la
Universidad. Al mismo tiempo, lo citaba con urgencia para la se¬
sión del día siguiente, que nunca llegó a verificarse, puesto que esa
noche ocurrió la ya relatada intervención de la Universidad por el
Ejecutivo.
Se nombró como Rector a Alfredo Vásquez Acevedo y se de¬
signó en calidad de miembros del Consejo a los doctores Cristóbal
Salvañach, Manuel Garzón, Juan Saráchaga, Ernesto Frías, Arturo
Terra, Manuel Herrero y Espinosa, Augusto Acosta y Lara, Segundo
Posadas, Eugenio Piaggio y Luis Reggio. 82
Refiere Vásquez Acevedo en sus Memorias las circunstancias en
las que accedió al cargo:
“A/ General Santos, con expresiones calurosas admitió todas
mis condiciones, llegando a decirme que se haría todo lo que yo
quisiese y nada más que lo que quisiese; que jamás tendría la más
leve difictdtad, para lo cual no tendría más que dirigirle dos líneas o
pedirle una entrevista en la segtiridad de que sería en el acto atendi¬
do. El General Santos cumplió fielmente sus promesas, todas sus pro¬
mesas. Me proporcionó inmediatamente los fondos ofrecidos, mandó
a las Cámaras y apoyó con su influencia el Proyecto de Ley Orgánica
de la Universidad, formulado por mí, [...] consiguió su rápida san¬
ción, y por último, respetó e hizo respetar en más de una ocasión mi
completa independencia en el desempeño del Rectorado”. 83
82 Acevedo, Eduardo. op.cit.:528.
83 Ardao, María Julia. Eduardo Vásquez Acevedo. Montevideo. Rev. Hist. N°s 106-108,
pág 195.
94
Ricardo Pou Ferrari
El 14 de julio de 1885 quedó aprobada la nueva Ley Orgánica
de la Universidad. La gestión de Vásquez Acevedo representó un
giro copernicano para la institución, muy especialmente en lo que
refiere a la Lacultad de Medicina.
Subrayamos la circunstancia de que un pariente político de
José Pedro Varela que había colaborado con él en la reforma de la
Enseñanza Primaria durante la dictadura de Latorre, ahora era pro¬
movido a la máxima jerarquía universitaria por otro militar, sucesor
del antes mencionado. Si bien en muchas ocasiones se ha puesto en
tela de juicio la corrección moral del proceder de Varela, jamás se
ha objetado el de Vásquez Acevedo. José Claudio Williman asevera
al respecto:
“[La] obra realmente trascendente [del gobierno de Santos] se hizo
a nivel universitario, al punto que puede afirmarse que la Universidad
actual en su espíritu profesionalista, conserva la estructura y las carac¬
terísticas de la ley de 1885 [...]”. 84
Decíamos que en la Lacultad de Medicina el cambio favorable
había sido particularmente notorio. Coincidentemente con la sus¬
titución de las autoridades universitarias, se designó como Decano,
a fines de 1884, a José Máximo Carafí, que continuó en ese cargo
hasta fines de 1887.
Planteamos la hipótesis, que sólo podrá ser confirmada si algún
día se encuentran documentos probatorios, de la gravitación que
pudo haber tenido Carafí en la concesión de las becas a los médicos
orientales. Recién arribado a su patria, se integró a la vida asistencial
y académica cuando la Universidad vivía la “ triple crisis la deca¬
dencia docente en la Lacultad de Medicina, las desavenencias entre
autoridades nacionales y universitarias y la de éstas últimas con la
Junta de Higiene Pública y la Comisión de Caridad y Beneficencia
Pública. La visión fresca de un hombre inteligente que había vivido
en Lrancia durante diez años, quizás le permitió tener un panorama
objetivo del abismo existente entre la realidad académica local y la
europea, que probablemente lo indujo a recoger las sugerencias ver-
84 Williman, José Claudio. Santos. La consolidación del Estado , Montevideo, Ed. Banda
Oriental, 1979, 197 págs.
95
El Profesor Enrique Pouey y su época
tidas poco antes en el Parlamento, en el sentido de enviar jóvenes a
formarse en universidades del extranjero, aunque descartando la se¬
gunda parte de dicha propuesta, que era la de clausurar la Facultad
de Medicina. Nada más natural que Carafí tomara como ejemplo
el ambiente que mejor conocía, que era el de París, facilitando sus
contactos a fin de establecer vínculos entre las dos Facultades.
Otra personalidad que pudo haber influido e incluso estimu¬
lado el empuje de Carafí, fue la de Pedro Visca. De la secuencia
histórica de médicos uruguayos graduados en París, éste fue el ante¬
cesor directo del primero. Igualmente en el terreno de las hipótesis,
pensamos que Visca haya brindado alguna recomendación para que
Pouey se relacionara con su excompañero y amigo Samuel Pozzi.
No cabe duda, de acuerdo con lo demostrado por Héctor
Muiños en su exhaustivo análisis del contenido conceptual y la
cronología del epistolario de Francisco Soca con Ramón López
Lomba, 85 que fue el primero quien, a través de misivas y entrevis¬
tas, tanto con el funcionario jerárquico del gobierno como con el
propio Presidente Santos, les hizo ver las carencias de la formación
en el medio montevideano -tal como lo expresa contundentemente
también en el proemio de su Tesis de Montevideo-, así como la
urgencia en enviar profesionales para perfeccionarse en París.
En esta línea, no dudó el Presidente en otorgar generosas becas
de 250 pesos mensuales, durante el lapso que durara la estadía, más
un viático de 1000 pesos a cada uno. Esta política de incentivo de
la cultura nacional a través de ayudas económicas, Santos la hizo
extensiva a otros sectores de la cultura. A partir de 1885, Alfredo
Navarro viajó también a París, donde culminó con especial destaque
su carrera. Casi todos estos becarios volvieron al país y demostraron
con su obra renovadora el alcance fermental de la “inversión en
cerebros” realizada por Santos. Estas consecuencias pudieron
apreciarse cuando el gobernante no sólo había abandonado el poder
sino que, desterrado por ley y próximo a la muerte, estaba exiliado
en Buenos Aires. Paradojalmente, allí también vivía, rodeado del
85 Muiños, Héctor. '‘Biografía”, en: Soca, F. Selección de Discursos. Montevideo, Col.
Clás. Urug., Min. Educ. Cult., 1972, tomos I y II, págs. VII-CCCLV.
96
Quedarán elementos en duda con respecto al mecanismo por
el que se eligieron los becarios. Suponemos que, siendo el concur¬
so una de las primeras condiciones planteadas y ganadas por la
Universidad de Montevideo frente a la autoridad gubernamental,
como garantía de su autonomía y de la ecuanimidad de las desig¬
naciones, se hayan tenido en cuenta los promedios de escolaridad
y otros méritos. De Soca es sabido que fue exonerado del pago de
los derechos de título por el Consejo Directivo, a solicitud unánime
de los estudiantes de medicina, por considerárselo intelectualmente
excepcional. Lo propio sabemos de Pouey, quien desde su época de
estudiante de secundaria, tanto en Uruguay como en Francia, se ca¬
racterizó por su capacidad para el trabajo y su madurez intelectual.
Joaquín de Salterain también se destacó desde joven como estu¬
diante en su disciplina así como en su calidad de alto funcionario
de la Universidad.
Llama la atención que el decreto de Santos, del 12 de mayo de
1884, es anterior en dos meses y medio a la graduación de Pouey,
ocurrida el 24 de julio de ese año, cuyo título fue inscripto ante el
Consejo de Higiene Pública el I o de agosto. De Salterain lo había
hecho el 30 de mayo de ese año. No obstante, en el referido decreto,
sus nombres van precedidos por el título de “ doctor ”, aunque estric¬
tamente no lo eran aún, a diferencia de Soca que había obtenido el
suyo en 1883.
97
El Profesor Enrique Pouey y su época
El apremio de Pouey por adelantar sus exámenes queda en
evidencia al solicitar por nota al Consejo de la Facultad, el 5 de
enero de 1884, para rendir en forma libre las pruebas correspon¬
dientes a Clínica Médica y Quirúrgica, Obstetricia y Enfermedades
de las Mujeres. Hacia fines de febrero, nuestro biografiado sufrió
una grave enfermedad, más precisamente una fiebre tifoidea, casi
seguramente contraída en el hospital donde actuaba como alumno
interno, que lo mantuvo imposibilitado hasta fines de junio. Esta
circunstancia lo obligó a requerir al Consejo, el 20 de abril, nueva
fecha especial para rendir los exámenes finales y el 30 de junio, para
presentarse al examen general, así como para defender su tesis de
doctorado en colación privada. No deja de ser curioso, sin embar¬
go, que tan importante designación, que lo distinguía del resto de
sus compañeros, dándole oportunidades innegablemente superio¬
res a ellos, ya estuviera decidida antes de culminar sus exámenes y
de conocer sus calificaciones definitivas.
Otro elemento a tener en consideración es que, en oportuni¬
dad de la partida de los becarios, el Ateneo del Uruguay:
“deseando asegurar colaboración que nos tenga al corriente del
adelanto de las ciencias en Europa, acordó la Junta que se nombra¬
sen socios corresponsales a los doctores Salterain, Pouey y Soca, pen¬
sionados por el Gobierno para perfeccionar sus estudios en Europa ’.
86
Como primera y, que sepamos, única contribución, figura en
los Anales de la institución una crónica de Joaquín de Salterain,
referente a su estadía en Londres, donde asistió a diversas clínicas a
fin de observar los adelantos de la cirugía. 87
Véase Apéndice Documental. Anexos N° 19 a 22.
86
87
Anales del Ateneo del Uruguay, Montevideo, 1884, 7: 30.
De Salterain, J. Desde Londres. Anales del Ateneo del Uruguay, Montevideo, 1884, 7:
333-340.
98
Capítulo IX
Medicina y Cirugía en Francia
EN EL SIGLO XIX
C on la Revolución Francesa, en 1790 se suprimen las ins¬
tituciones de enseñanza médica, tanto el Collége Royal de
Chirurgie como la Faculté de Médecine. Luego de la pro¬
puesta hecha ante la Convention en noviembre de 1794
por Antoine Fourcroy (1755-1809), en diciembre se aprueba la ley
que dispone la creación de tres Ecoles de Santé, en París, Estrasburgo
y Montpellier. La sugerencia del reformador de los estudios médi¬
cos, que se inscribe en la filosofía utilitarista de los “ idéologues” (cu¬
yas figuras descollantes fueron Etienne Bonnot de Condillac [1715-
1780] y Jean Pierre George Cabanis [1757-1809]), se resume en la
siguiente frase suya: “ [los estudiantes de Medicina] deben leer poco,
ver y hacer mucho". Luego de tres años de estudio y concurrencia a
los hospitales y anfiteatros en dichas Escuelas, egresan con el título
de Officiers de santé (por analogía a la designación de los médicos
militares). En 1796, dichos centros de formación toman el nombre
de Ecoles de Médecine, cuyo número aumenta a seis, con las que se
fundan en Lille, Metz y Toulon con la finalidad de preparar a los
99
El Profesor Enrique Pouey y su época
médicos del ejército. En 1797, en el seno de la de París, se crea la
Ecole pratique de dissection, destinada a profundizar la formación
anatómica de los estudiantes, con miras a hacer de ellos buenos ci¬
rujanos, sobre todo para el campo de batalla, objetivo que sin duda
se cumple, habida cuenta de los nombres gloriosos de los “ cirujanos
napoleónicos ” surgidos de esta institución. En 1802, se estatuyen
los cargos de externe e interne en los hospitales parisinos, iniciativa
tendiente a facilitar que los estudiantes estén en contacto día y no¬
che con los enfermos y puedan realizar el mayor número posible de
autopsias, principios básicos de la formación médica en el apogeo
de la escuela anatomo clínica de París. En 1808, se retoma la desig¬
nación Faculté de Médecine, tan resistida por los revolucionarios,
que pretendieron abolir títulos y privilegios; la misma abarca en
sus programas -como venía ocurriendo en sus predecesoras- tanto
la medicina como la cirugía, exigiéndose, a partir de entonces, el
diploma de bachiller como requisito para acceder a ella. Deseamos
subrayar esta fusión de las dos ramas del arte de curar, hecho de sin¬
gular importancia y repercusión, con lo que ambas adquieren igual
jerarquía académica y que garantiza que los poseedores del título
tienen idoneidad en los dos aspectos.
Con los profesionales egresados de las mencionadas institu¬
ciones se pensaba cubrir las necesidades asistenciales mínimas de
la población civil y militar. En las décadas siguientes, Francia se
ve involucrada en conflictos bélicos varios; la cantidad de heridos
y enfermos que llegan a los hospitales produce el colapso del siste¬
ma asistencial, más aún por carecer del personal religioso y de las
subvenciones privadas de que gozaban durante el Anden Régime,
suprimidas por los revolucionarios. Esta crisis conduce, progresiva¬
mente, a la reorganización y fundación de numerosos hospitales.
La nueva metodología de abordaje paralelo, clínico y necrópsi-
co, se había iniciado en el siglo XVIII con la obra magna de Giovanni
Battista Morgagni (1682-1771). A comienzo del siguiente, hace
eclosión en la capital francesa la llamada escuela anatomo-clínica de
París. La misma postula la necesidad de correlacionar los datos de
la clínica con los de la anatomía patológica (autopsia). El paciente
vivo y el cadáver son los “libros” en los que los clínicos descubren,
IOO
Ricardo Pou Ferrari
ubican y caracterizan las lesiones. El hospital es el epicentro de la
enseñanza y de la investigación médica, dado que allí se concentran
casos de las más diversas patologías, lo que permite comparar y
definir entidades nosológicas, al tiempo que aplicar el método nu¬
mérico o matemático, esbozo de la actual estadística médica.
La autopsia es, en consecuencia, la mesa de investigaciones del
clínico y del anatomista. A través de la observación macroscópica
se verán impulsados progresivamente al universo de su intimidad
celular, lo que abrirá el fructífero campo de la histopatología. El
anatomopatólogo de la primera época , que es la que estamos conside¬
rando, no es un profesional, tal como lo concebimos hoy, sino un
practicante interno, un médico o un cirujano, que lleva sus piezas
al laboratorio para estudiarlas por medio de técnicas nuevas. Los
precursores franceses de esta revolucionaria escuela son, entre otros,
Xavier Bichat (1771-1802), campeón de los estudios autópsicos
y enemigo del microscopio; Jean-Nicolas Corvisart (1755-1821)
-alumno de Sainte Barbe como Pouey-, que se consagra a las enfer¬
medades del corazón y da a conocer la importancia de la percusión;
René Théophile Hiacynthe Láennec (1781-1826), orientado hacia
las afecciones bronco pulmonares, adalid de la auscultación inme¬
diata y mediata (con el “ estetoscopio ” de su invención), así como
gran partidario del seguimiento evolutivo de los casos, consignán¬
dolos en historias clínicas.
Pierre Dessault (1738-1795).
Xavier Bichat (1771-1802).
IOI
El Profesor Enrique Pouey y su época
René Laénnec (1781-1826). Jean Nicholas Corvisart
(1755-1821).
Erwin Ackerknecht 88 rescata la siguiente aseveración de K.
Wunderlich: 89 “De hecho, toda la nueva orientación de la medicina
francesa ha surgido de la escuela quirúrgica”. A punto de partida de
esta sentencia puede advertirse claramente que en Francia -lo mis¬
mo que en otros países y aún antes de Morgagni-, era eminente¬
mente el cirujano quien estaba habituado a realizar la observación
cuidadosa (semiología) de las lesiones que formaban parte del que
era su campo de acción, la llamada “ patología externa ’ y fue ese el
criterio directriz de los precursores de la escuela de París, quienes
afirmaban que “ consideraban los datos de la medicina con el ojo del
cirujano”. La mayoría poseían formación de tales, ya que primero,
durante el siglo XVIII, la Académie Royale de Chirurgie de París había
mantenido enhiesta la tradición del “ localismo ” de los anatomistas-
cirujanos; segundo, la obligatoriedad del servicio militar los imbuía
en los principios de la cirugía; tercero, en la escuela de Montpellier,
cirugía y medicina habían permanecido cercanas y en cuarto lugar,
luego de 1776, en el seno de la Société Royale de Médicine, surgió
el clamor por la unidad de la medicina y la cirugía, así como por la
jerarquía de la anatomía y de la observación clínica, lo que recién
88 Ackerknecht, E. H. La médicine hospitaliére a París (1794-1848). París, Payot, 1986 :
40-45.
89 Wunderlich, K. R. A. Geschichte der Medizin. Stuttgart, 1859.
102
Ricardo Pou Ferrari
vino a concretarse en período revolucionario. Para consolidar los
conceptos previamente expuestos, transcribimos de Temkin:
“La cirugía, por siglos, se había basado en el diagnóstico ana¬
tómico objetivo. Tornándose hacia la patología localizada, la me¬
dicina adoptó el punto de vista que prevalecía entre los cirujanos
[...] Puesto que, en sus posibilidades prácticas, la cirugía estuvo
aún restringida hasta el advenimiento de la anestesia y la antisep¬
sia, la medicina dio la impresión de ser una rama más progresista.
Sin duda, la cirugía se benefició enormemente de la reforma de la
medicina, pero no estaba necesitada de un diagnóstico y de una
revolución patológica (con la excepción de la bacteriología), y en
cuanto al tratamiento, estaba aún en ventaja. La medicina estaba
sumida en el nihilismo terapéutico, en tanto que la cirugía, con
todas sus imperfecciones anteriores a 1846, podía y efectivamente
curaba con cierta seguridad”. 90
La cirugía no es, por consiguiente, ajena a esta nueva tendencia
anatomo-clínica, destacándose de brillantes cirujanos napoleóni¬
cos, Guillaume Dupuytren (1777-1835), Dominique-Jean Larrey
(1766-1846), Pierre Francois Percy (1754-1825) y René Nicolás
Desgennetes (1762-1837), formados en la Ecole Pratique de dissec-
tion. Esta sólida base anatómica es uno de los pilares que sustentan
la extraordinaria escuela quirúrgica francesa, como lo ha hecho ver
reiteradamente el Maestro de la cirugía uruguaya contemporánea e
historiador de la de medicina, Raúl C. Praderi. 91
90 Temkim, O. The Role ofSurgery in the Rise ofModern Medical Thought. Bull Hist Med,
1951, 25:248-59 y en: Temkim, O Tlje Double Face ofjanus and Others Essays in the
Flistory of Medicine. Baltimore and London, The Johns Hopkins University Press,
1977, 33:487-496.
91 Raúl Praderi, com. per.
103
Los cirujanos napoleónicos, de izquierda a derecha y de arriba
abajo: Dupuytren, Larrey, Percy y Desgenettes.
En 1849, se créala AssistancePublique, organismo centralizado
de administración, que reformula la salud pública, lo que repercute
sobre la enseñanza de la medicina, centrada -como acabamos de
ver- en los cada vez más numerosos hospitales parisinos. Así pues,
la evolución de la docencia médica procede más de las decisiones de
la Administración central o municipal que de las políticas trazadas
por las autoridades universitarias.
El gran número de estudiantes hacía difícil que todos tuvie¬
ran contacto directo con los enfermos, lo que lleva a concebir para
104
Ricardo Pou Ferrari
ellos, entre 1801 y 1802, cargos asistenciales a los que acceden a
través de los concursos del “externado ”-al inicio de la carrera- y del
“internado ”-poco antes de la graduación-. 92 Quienes logran ocupar
esos puestos, especialmente los del segundo grupo, son colabora¬
dores directos del jefe de clínica , cargo creado en 1813, del profesor
agregado, establecido en 1823, así como del catedrático ,le patrón.
Estos son los escalones sucesivos de la carrera docente, que va for¬
mando una élite médica, la que tiene asegurada excelente forma¬
ción, muy buena posición en la práctica profesional, renombre y
más veloz ascenso económico y social. Esta estructura será incorpo¬
rada en forma progresiva a la Facultad de Medicina de Montevideo
y a la Asistencia Pública Nacional.
Hacia la mitad del siglo XIX, la escuela anatomo clínica de
París alcanza su culminación, para declinar después. 93,94,95 La ciru¬
gía francesa, en cambio, continúa progresando por el advenimiento
de recursos que ampliaron sus horizontes (anatomía quirúrgica, an¬
tisepsia-asepsia y hemostasia), por lo que sigue siendo, hasta el últi¬
mo cuarto de esa centuria, una de las academias más importantes de
Europa, sin ignorar el surgimiento de la alemana, que se caracteriza
por la organización de institutos, la dedicación de los docentes y la
profesionalización del investigador científico.
92 Huard, Pierre; M. J. Imbault-Huart. Strncture et fonctionnement de la Faculté de Mé-
decine de París en 1813. París, Rev. Histoire Scienc., 1975; 28 (2): 139-168.
- Concepts et réalités de l’éducation et de laprofession médico-chirurgicalespendant
la Révolution. París, Jour. Sav., 1973, 1:126-150.
93 Gelfand, T. Gestation ofthe clinic. Londres, Med Hist., 1981, 25: 169-180.
94 Ackernecht, E. H. Medicine at the París Flospital. Baltimore, The Johns Hopkins
Press, 1967, XIV-242 págs.
95 Jacyna, L. S. Au lit des malades: A. F. Chomel’s Clinic at the Charíté, 1828-9. Londres,
Med. Hist., 1989, 33: 420-449.
105
El Profesor Enrique Pouey y su época
La lección de Claude Bernard, por Lhermitte.
No obstante lo antes aseverado, acontecimientos posteriores a
1850 dieron nuevo lustre a la escuela médica francesa, con el surgi¬
miento de la investigación fisiopatológica experimental de Claude
Bernard (1813-1878) en el ámbito del Collége de Frunce -que no
tendrá mayor repercusión inmediata sobre la clínica, a diferencia
de lo que sucedió en Alemania- y la labor de Louis Pasteur -en su
propio Instituto-, que termina por desacreditar la teoría de la ge¬
neración espontánea y echar las bases de la “teoría microbiológica de
la enfermedad ’, que significa la introducción del criterio etiológico
específico. De ésta derivará -como hemos visto en el capítulo pre¬
vio- la cirugía antiséptica.
Creemos necesario esbozar el surgimiento de la cirugía gine¬
cológica en París, ya que allí realizará Enrique Pouey su formación
inicial en ese campo.
Las primeras laparotomías se efectúan con la finalidad de ex¬
tirpar quistes y tumores de ovario, por lo que se las designa “ ovario -
tomías”. El primer caso se efectúa en América del Norte, en 1809.
106
Ricardo Pou Ferrari
Desde mediados del siglo XIX tales intervenciones comienzan
a practicarse más regularmente también en Europa; el británico
Thomas Spencer Wells (1818-1897) publica -entre 1870 y 1900-
sucesivas series de casos, con una mortalidad que va decreciendo del
50 al 15 %. 96
En 1850, al mismo tiempo que algo similar ocurría en Londres,
la Académie de Médicine de París condena la ovariotomía. No obs¬
tante, Auguste Nélaton (1807-1893), 97 profesor de cirugía del hos¬
pital Saint-Louis, al enterarse de las novedades quirúrgicas inglesas,
viaja a Londres en 1860; intenta luego aplicarlas en su patria, pero
fracasa rotundamente, por lo que no tarda en abandonarlas. Hacia
1870, primero Just-Lucas Championniére (1843-1913) y luego
Samuel Pozzi (1846-1918) visitan a Lister, que entonces trabaja ya
en Edimburgo e introducen la antisepsia en Lrancia, que tardará
todavía una década en generalizarse.
Los pioneros de la cirugía ginecológica fueron cirujanos que,
sin abandonar el terreno que les era propio y tradicional, comen¬
zaron a incursionar con cierta regularidad en el tratamiento qui¬
rúrgico de patologías del tracto genital femenino. Ello obedeció,
primero, a la frecuencia con que observaban tales enfermedades en
la clínica quirúrgica, que debían tratarse si se querían salvar las vidas
de las pacientes y segundo, a que los proto-urólogos se encargaban
ya, a esta altura, de hacer lo propio con las enfermedades genitales
masculinas. Eugéne Koeberlé, de Estrasburgo y Jules Péan (1830-
1898), de París, -ninguno de los dos adscriptos a las consignas lis-
terianas-, casi simultáneamente inventaron la pinza hemostática y
96 En el siglo XIX, Inglaterra es asiento de una activa vida académica y asistencial. Tanto
en Londres como en Edimburgo, Manchester, Birmingham y otras ciudades británi¬
cas, hay escuelas médicas de jerarquía, personificadas por figuras de enorme gravita¬
ción. No obstante, encandilados por la fama de los cirujanos parisinos y atraídos por
la cultura francesa, de amplia difusión en el Río de la Plata, los jóvenes estudiantes y
médicos orientales, al igual que los de otras procedencias, no valoran suficientemente
el aporte británico, con la sola excepción de Henrique Muñoz, que estudia en Edim¬
burgo, siendo discípulo de Lister.
97 Auguste Nélaton fue alumno de Dupuytren y maestro de Velpeau, cirujano de Na¬
poleón III, de Garibaldi, profesor de Clínica Quirúrgica, miembro de la Societé de
Chirugie. Tuvo actuación renovadora en la cirugía abdominal y ginecológica que po¬
dría calificarse de valiente por la pobreza de sus resultados iniciales. Fue profesor de
Vilardebó.
107
El Profesor Enrique Pouey y su época
fueron los primeros cirujanos ginecológicos franceses. El alsaciano
es autor de una de las primeras cesáreas con sobrevida materna pu¬
blicadas en Francia; el segundo, que tiene como principal ayudante
al partero Paul Ségond (1851-1912), incursiona en las ovariotomías
e histerectomías por vía vaginal y abdominal.
Elenri de Toulouse Lautrec (1861-1901),
Jules Péan (óleo sobre tabla, 1891-1892 74
x 50 cms., Sterling and Francine Clark Art
Institute, Williamstown, Mass.).
Antoine Bourdelle (1861-1929). Eugéne Koe-
berlé, Bronce, 56x68x30 cms., 1914, Musée
D’Orsay, París.
" Henri Gerveux( 1852-1929) Antes de la operación
. o El Doctor Péan enseñando su descubrimiento de
j la compresión de los vasos sanguíneos en el Elospital
I Saint Louis (óleo sobre tela, 242 X 1,88, Musée
| d’Orsay, París).
•I >■ -V • :
-r
Ricardo Pou Ferrari
En este elenco deben figurar al menos tres cirujanos más:
Eugéne Doyen (1859-1916), oriundo de Reims, nunca admitido
como docente, anatomista y microbiólogo (colaborador de Pasteur
en su juventud), destacado cirujano ginecológico; Samuel Pozzi
(1846-1918) y Jacques A. Doléris, cuyos perfiles serán trazados en
el capítulo siguiente.
John Singer Sargent (1856- 1925): Samuel Pozzi at homey en una fotografía.
Medalla acuñada en homenaje a Jacques
Amedée Doléris.
109
Capítulo X
1884-1888
POUEY, ESTUDIANTE DE MEDICINA
en París
H emos reseñado en el capítulo previo los tan rotun¬
dos como significativos alcaces de la medicina fran¬
cesa. Veremos ahora la importancia de la Facultad de
Medicina de París en el período durante el cual Pouey
realiza allí sus estudios (1884-1888).
Una pregunta que se impone es la siguiente: ¿por qué los es¬
tudiantes y médicos de todo el mundo acudían a París, como si se
tratara del único lugar donde se podía aprender medicina?
La organización político administrativa francesa -incluyendo
la médica- se caracterizaba por su centralización en la capital. Esta
era el buque insignia de la III República, en el que se procuraba fo¬
calizar las miradas del mundo.
El Profesor Enrique Pouey y su época
“Después de Waterloo, París fue la Meca para los estudiantes y los
médicos extranjeros”. 98 Ello obedecía a muchos factores, entre los
cuales mencionaremos sólo algunos. En primer lugar, la enseñan¬
za médica era un sistema abierto , compuesto por distintos cursos
-oficiales y privados-, servicios clínicos en numerosos hospitales
-con mayor o menor especialización-, diversidad de academias, la¬
boratorios, museos e institutos. Todos ellos formaban una vasta e
interconectada red, que comprendía más de medio millar de docen¬
tes, quienes actuaban en forma simultánea en más de una de dichas
entidades, interconectándolas y transfiriendo entre ellas intereses,
resultados y metodologías. En segundo término, allí funcionaban la
Ecole Pratique y el Ampbitbéatre anatomique de Clamart. En ambos
se enseñaba la práctica de la disección y de los procedimientos ope¬
ratorios, con amplia disponibilidad de material cadavérico y docen¬
tes de la más alta jerarquía. “ En París se puede ser un operador hábil
en pocas semanas”, afirmaba Oliver Wendell Holmes, el famoso mé¬
dico de Boston, quien también hizo su pasantía francesa. En tercer
lugar, la gran variedad de cursos cortos, dictados privadamente por
docentes calificados, sobre temas puntuales o especiales, permitían a
los alumnos adquirir una preparación sólida en aspectos concretos,
descuidados o inexistentes en sus respectivos países. Al retorno con
todo ese bagaje, lograban una rápida inserción, asistencial y acadé¬
mica.
Entre estos extranjeros, figuraron, durante más de un siglo, los
estudiantes y profesionales uruguayos.
En marzo de 1884, unos meses antes de que hicieran lo pro¬
pio Pouey y de Salterain, zarpó rumbo a París el médico sanduce-
ro Florentino Fellipone (1852-1939)," graduado en Montevideo
el año anterior, con la finalidad de seguir cursos junto al químico
Marcellin Berthelot (1827-1907).
98 Gardner, August K. lite French Metrópolis. París as seen during the spare hours of a
medicalstudent. N York, Boston, C.S.Francis & Co.,1850.
99 Scholkin, Augusto I. Florentino S. Felippone (1852-1939) en; Flistoria de Pausandií.
Diccionario Biográfico. Buenos Aires, Ed. Von Roosen, 1958, 3 tomos. Tomo I: 450-
456.
I 12
Ricardo Pou Ferrari
Casi al mismo tiempo partió Francisco Soca, que según los
datos aportados por su correspondencia, 100 en julio de 1884 ya se
hallaba en París, absorbido por el estudio y el trabajo, voluntaria¬
mente alejado de sus compañeros. Mientras de Salterain, luego de
haber profundizado sus conocimientos en oftalmología, regresó a
Uruguay en 1890, Pouey y Soca cursaron íntegramente de nuevo la
carrera en Francia, obtuvieron el doctorado en junio y noviembre
de 1888, respectivamente, retornando en ese año a Montevideo.
Resulta de gran interés citar la carta enviada por de Salterain
al Presidente Santos en abril de 1885. ¡En esa época, los médicos
se carteaban con el Presidente de la República, por más autoritario
que fuera, y su opinión era tenida en cuenta! La misma da una
idea del ritmo de estudio y el régimen de vida austero que llevaban
tanto él como su “ antiguo amigo y consecuente compañero de estudio
el Dr. Pouey”. Si bien París era un escenario de amplios horizontes,
abundaban las dificultades y obstáculos, “que sólo se vencen a fuerza
de constancia, de tiempo y de trabajo asiduo”. Es curiosa la siguiente
afirmación:
“Por más que nos halagara, renunciamos a ese propósito [ob¬
tener el título en París] y creyendo interpretar mejor las elevadas
miras del Gobierno, estudiamos y seguimos estudiando por hospita¬
les y clínicas aquello que consideramos más útil y más provechoso,
obrando siempre de común acuerdo en todas nuestras resoluciones.
Mi compañero el Dr. Pouey, dedica todo su tiempo, toda su
actividad y todos sus recursos, al estudio de una especialidad que yo
considero útil para aquel país: las enfermedades de las mujeres. Yo,
señor, dedico mi mejor voluntad, todo mi tiempo y los últimos entu¬
siasmos de los años de juventud que me quedan, a las enfermedades
de la vista”.
La misma duda con respecto a la repetición de la carrera en
París -ya que no era posible revalidar los exámenes de Montevideo-
la planteó Soca en la ya citada correspondencia. Optó por llevar
adelante, en forma paralela, con supremo esfuerzo que inclusive
100 Muiños, Héctor, op cit.
El Profesor Enrique Pouey y su época
afectó su salud, tanto los tediosos estudios curriculares como las
prácticas en las clínicas de su elección. Al comienzo pensó en pre¬
sentarse al concurso del internado, pero su edad era un obstáculo
(dice entonces tener veintiocho años). Suponemos que a su influjo
o por consejo de Doléris, Pouey decidió seguir el mismo camino,
mientras que de Salterain mantuvo el proyecto original.
Al arribo de los becarios a París, finalizaban allí su carrera mé¬
dica Eugenio Piaggio 101 y Enrique Figari (1859-1940), 102 que luego
de presentar sus respectivas tesis, 103 retornaron a Montevideo.
En 1885, llega Alfredo Navarro (1868-1951), quien obtiene el
doctorado en 1894 104 , luego de ser Interne des Hópitaux , para incor¬
porarse al año siguiente al cuerpo médico montevideano.
Pouey, de Salterain y Navarro compartían un apartamento
en el Quartier Latín, junto con Antonio Harán, que se graduó en
1890. 105 Al grupo de convivencia pronto se agregó el músico Luis
Sambucetti (1860-1926), ex condiscípulo de Pouey en el conser¬
vatorio montevideano, quien costeó su estadía, realizando una bri¬
llante carrera como violinista, para regresar a la patria en 1889. 106
El último de los cirujanos formados en París en ese período fue
Gerardo Arrizabalaga (1869-1930), cuya familia le subvencionó la
carrera, que finalizó, previo internado en 1894, con una tesis sobre
tema ginecológico. 107
101 Luego de su regreso a Montevideo, en 1884, se desempeñó como Profesor de Fisiolo¬
gía. En 1887 Carafí lo envió nuevamente a París, para compenetrarse en los adelantos
de la enseñanza de esa materia.
102 Siete años mayor que su hermano Pedro, luego de sus estudios secundarios en Mon¬
tevideo, se trasladó a Paris, donde realizó toda la carrera de Medicina. Fue Externo de
los Hospitales y Médaille de Bronze de l’Assistance Ptiblique. Defendió su tesis en 1884
y regresó ese mismo año a Montevideo, donde actuó como Jefe de Clínica de Pedro
Visca.
103 Piaggio, Eugéne. Sur une nouvelle théorie du phénoméne respiratoire de Cheyne-Stokes,
Paris, Davy, 1884, 66 págs. y Figari, Henry. Quelques considérations sur l’hematocéle
rétro-utérine , Paris, Davy, 1884, 88 págs.
104 Navarro, Alfredo. Contribution a l’étude de l’hydronéphrose. París, Thése, Davy, 1894,
72 págs.
105 Harán, A. Contribution a l’étude de l’arthrectomie dans les arthrites tuberculeuses du
genou. 1890 : 86 págs.
106 Muller, María V. de. Luis Sambucetti. Montevideo, Rev. Nac. Lit. Art. Cieñe., octubre
1943, año VI, 70:30-52.
107 Arrizabalaga, G. Op. cit.
Ricardo Pou Ferrari
¿Cómo era la Facultad de Medicina de París? De acuerdo
con los pormenorizados datos proporcionados por Auguste Corlieu
(1825-1907) en el libro del centenario de la Facultad de París, 108 en
1885 el número de estudiantes era de 3700, con 108 mujeres y 533
extranjeros, de los que
“...algunos ingresan en octubre de 1885, otros están cursando
estudios y también hay doctores que vienen a completar entre no¬
sotros una escolaridad más o menos integral. Al fin del año escolar
1885-1886, son en total 533, de los que 128 son americanos, 104
rusos, 109 49 españoles, 45 ingleses, etc. ”.
Los cursos tenían un costo que rondaba los mil francos, repar¬
tidos entre derechos de inscripción a la Facultad, tasas de examen,
uso de la biblioteca y defensa de la tesis. Tan sólo una minoría de
los alumnos franceses, herederos de los “ enfants de la Patrie ” de la
época de la Revolución, obtenían las becas que daba la Asistencia
Pública.
Las materias se impartían a lo largo de cuatro años, con opción
a cinco, durante los cuales era preciso acreditar al menos uno de
asistencia a las clínicas. Los exámenes eran cinco, a los que se suma¬
ba la tesis. Las ciencias básicas incluían: anatomía -macro y micros¬
cópica-, fisiología, química, física médica y medicina operatoria.
Junto a las patologías interna y externa, se dictaban las respectivas
clínicas. También higiene, medicina legal, terapéutica e historia de
la medicina, y los cursos de clínicas especiales (neurológica, oftal¬
mológica, de niños). Los exámenes podían rendirse en forma libre,
pero en la secuencia establecida en el programa, 110 razón por la que
podía imprimirse mayor o menor aceleración a la carrera, como lo
muestra el caso de Soca, que en su afán de excelencia, dedicó mu¬
cho tiempo a la preparación de las materias.
108 Corlieu, Auguste. Centenaire de la Faculté de Medicine de Paris (1794-1894). Paris,
Doin, 1894.
109 La gran cantidad de rusos obedecía a que en ese momento se había clausurado la
Facultad de Medicina de San Petesburgo.
110 Ver Apéndice documental, Anexo N° 23.
El Profesor Enrique Pouey y su época
Conocida es la importancia que se otorgaba al estudio de la
anatomía. El profesor de la materia era Philibert Sappey (1810-
1896), 111 sucedido en 1886 por Louis-Hubert Farabeuf, hasta
entonces Jefe de trabajos prácticos en la Ecole Pratique. Los estu¬
diantes hacían allí sus prácticas de disección y medicina operatoria.
Farabeuf, el “anatomista nacional”, formó una pléyade de cirujanos,
sin haber pisado jamás un quirófano. 112 En sus cursos: “todo estaba
previsto, indicado-, lasfacilidades, los obstáculos y los errores posibles. En
algunos segundos, bajo su mano hábil, la operación estaba terminada 113
[...] Concibió la Facultad como una escuela profesional, de un interés
social considerable [por lo que] era preciso restringir los programas a lo
útil, a lo indispensable, a lo estrictamente necesario}^
Su gravitación en la cirugía clínica, queda bien refleja¬
da en la siguiente reflexión, contenida en una carta a Just-Lucas
Championniére, uno de sus discípulos predilectos: “Ele puesto quin¬
ce años en rehacer la técnica quirúrgica cadavérica y en educar a los
cirujanos en ciernes. Usted ha empleado el mismo tiempo en volver
inofensivas las operaciones; como si fuéramos dos albañiles, yo haciendo
los ladrillos, Usted edificando”} 1 '’
111 Autor de un famoso tratado, empleado en Montevideo desde la creación de los estu¬
dios médicos: Sappey, P. C. Traité d’anatomie descriptive. Paris, V. Adrien Delahaye 3
volumes, 1847-1863. 2 eme éd.en 4 vol., 1867-1874.
112 Henri Hartmann, Pierre Sébileau (1860-1953), Félix Lejars (1863-1952), Paul Lé-
céne (1878-1929), Alexandre Couvelaire (1878-1948), Paul Delbet (1861-1957),
Pierre-Alfred Duval (1874-1941)- el padrino de tesis de Pouey-; Anselme Schwartz
(1872-1957), Paul Descomps (1881-1930), Victor-Emil Veau (1871-1949), Mau-
rice Heitz-Boyer (1876-1950), Raymond Grégoire (1875-1942) y Charles Dujarier
(1870-1931)
113 Richet, Charles. Mémoire sur moi et sur les Mitres. Souvenirs inédits. París, Arch. Acad.
Méd.TIII : 150-3.
114 Guivar’ch, Marcel. Louis, Hubert Farabeuf. Paris, Louis Pariente, éd., 2005 :120.
115 Fonds Dromigny: 129 lettres á ou de Farabeuf. Don de Mademe Jean Dromigny, de
Bray (77), del 15 de mayo de 1988. Bibl. Soc. Hist. Et Archéol. de Provins.
Ricardo Pou Ferrari
Farabeuf, según el clásico retrato fotográfico, que presi¬
día el anfiteatro de Operaciones -hoy desparecido- en
nuestra Facultad de Medicina.
Su “Manuelsur l’anatomie topographique et opératoire”, era con¬
siderado una obra indispensable para todo cirujano práctico de
aquel momento. Cuando se hicieron más frecuentes las laparoto¬
mías, Farabeuf pidió a sus colaboradores que se ocuparan de esos te¬
mas ajenos a su formación clásica, que era la propia de la Patología
externa.
Notable universitario y militante republicano, su vida transcu¬
rrió durante un período significativo de la medicina francesa, ins¬
cribiéndose, sucesivamente, en los regímenes de Louis Philippe, la
II República, el II Imperio, la guerra de 1870, la Comuna y la III
República.
Debemos subrayar la decisiva influencia que la Medicina ope¬
ratoria farabeufiana ejerció sobre nuestra novel Facultad. Si bien no
sabemos a ciencia cierta quién la introdujo entre nosotros -muy
probablemente el mismo Pouey- su retrato presidía el anfiteatro de
Medicina operatoria, que llevaba su nombre, lamentablemenente
reconvertido en 2009 en un salón de clases supuestamente moder¬
no, con lo que se perdió un espacio patrimonial y emblemático de
la Escuela médico-quirúrgica uruguaya.
ir 7
El Profesor Enrique Pouey y su época
I-RÍCIS
HtiYlEL OI'ClATOIIIE
L M. P ARASE Uf
PARIS
< IASU1M. IMTIUI
Carátula del Manuel opératoire.
Charles Richet (1850-1935) fue el profesor de fisiología en ese
momento. Miembro fundador de la SociétéFrangaise d’Antbropologie,
fue autor del libro Séléction humaine (1919) -donde sostenía “la
aristocracia de los blancos, la raza pura estuvo involucrado en
movimientos pacifistas, fue francmasón, partidario del esperanto e
iniciador de los estudios sobre fenómenos paranormales. En fisiolo¬
gía, investigó los mecanismos de termorregulación; en terapéutica,
intentó aplicar la seroterapia al tratamiento de la tuberculosis. En
1901 obtuvo el Premio Nobel por sus investigaciones sobre anafi-
laxis.
En histología, Pouey concurrió a los cursos de Mathias Duval
(1844-1907), conocido además por sus libros sobre transformismo,
darwinismo y genética. Fue condiscípulo y amigo de Pedro Visca. En
sus cartas, Soca relata un encuentro casual con el famoso profesor en el
café Voltaire, ocasión en la que intentó escabullirse, pero fue reconoci¬
do por el catedrático, quien lo saludó cortésmente, haciendo mención
al brillante examen que el uruguayo había dado dos meses antes. 116
116 Muiños, H. H. op. cit.: CU.
Ricardo Pou Ferrari
Georges Dieulafoy (1839-1911), maestro de Clínica Médica,
fue autor de un libro de Patología Interna , con numerosas ediciones
y traducciones, texto fundamental durante más de treinta años. 117
Como ocurrió con otros maestros de la clínica, contempló desde
la medicina algunas patologías para las que propuso soluciones
quirúrgicas; concretamente, la intervención precoz en la apendi-
citis aguda y en la perforación intestinal tifoidea. 118 También fue
Dieulafoy íntimo de Visca, a quien éste consultó en ocasión de un
quebranto de salud de su esposa. 119
Charles J. Bouchard (1837-1915), uno de los propulsores de
la microbiología aplicada a la clínica, igualmente vinculado con
Visca, era el catedrático de patología y terapéutica general. En los
años 1887 y 1888, dicta un curso de Patología general, recogido
por Paul-Louis Le Gendre (1854-1936) bajo el título Thérapeutique
des maladies infectieuses. Antisepsie . 12 ° El mismo es un ejemplo de
la nueva patología médica, que ya había transitado por su etapa
celular, lo que significó el impresionante desarrollo de la histopato-
logía y que ahora, con el descubrimiento de los agentes etiológicos
específicos, arriba a una nueva fase. La misma no es denomina¬
da inmediatamente Patología microbiológica , sino que se la incluye
en el gran concepto de la Patología general , que es precursora de
la Fisiopatología. En el curso de este libro plantea el asunto de las
enfermedades infecciosas y la antisepsia, único recurso útil hasta
entonces para enfrentarlas.
Jean Casimir Félix Guyon (1831-1920) -luego maestro de
Alfredo Navarro-, lo fue igualmente de Pouey y Soca en Patología
quirúrgica.
Jean Martin Charcot (1825-1893), primero profesor de
Anatomía Patológica y más tarde de Clínica de Enfermedades del
Sistema Nervioso, fue una figura significativa para todos sus alum-
117 Dieulafoy, Georges. Manuel depathologie interne. París, Masson, 1880-1884, 2 vol.
118 Dieulafoy, Georges. De l’intervention chirurgicale dans les peritonitis de la fiebre ty-
phoide. París, Bull. Acad. Méd. 1896.36: 475. y Dieulafoy, G. Etudes sur l’appendicite.
Paris, Masson, 26 págs, 1896 (Bull. Acad. Méd., 1896).
119 Mañé Garzón, F. Pedro Visca, op.cit.
120 Bouchard, Ch. Therapeutique des Maledies infectieuses. París, Antisepsie, F. Savy,
El Profesor Enrique Pouey y su época
nos, entre ellos para Soca, en cuyo servicio elaboró la tesis sobre la
enfermedad de Friedrich. 121 Charcot ha quedado como legendaria
imagen del gran patrón, con algo de genio y algo de actor.
Léon Le Fort (1829-1893) -jefe de Carafí en sus tiempos de
interno parisino- fue primero catedrático de operaciones y aparatos
y, en estos años, de Clínica quirúrgica.
Germán Sée (1818-1896) y Cari Potain (1825-1901) -maestro
reverenciado por Soca-, fueron los profesores de Clínica médica.
Aristide Verneuil (1823-1895) y Ulysse Trélat (1828-1890),
eran los “ patrones” de Clínica quirúrgica.
Adrián A. Proust (1834-1903) se desempeñaba como profesor
de Higiene y Jean A. Fournier (1832-1914), de enfermedades de la
piel. Señalemos que este último asistió a Soca por sus persistentes
cefaleas y descartó de plano el diagnóstico de sífilis que le había
formulado Potain, dándole tranquilidad y nuevos bríos a nuestro
compatriota.
Luego de la demolición del hospital de Clínicas en 1878, el
Servicio de partos fue trasladado a un nuevo edificio especialmen¬
te diseñado para tal cometido e inaugurado en 1881; allí trabajó
Pouey bajo la dirección de Doléris. La cátedra de Clínica obstétri¬
ca estuvo a cargo, sucesivamente, de Henri Depaul (1811-1883)
-entre 1867 y 1883-, Charles M. Pajot (1816-1896) -de 1883 a
1887- y Stéphane E. Tarnier (1828-1897), a partir de 1887. En
la nueva instalación aludida se habilitó un laboratorio de análisis
clínicos y bacteriológicos.
Por “ sus importantes estudios de anatomía”, realizados mientras
permaneció en Francia, la Societé Anatomique de París designó a
Pouey Miembro Correspondiente , 122 En los Comptes Rendus de dicha
Sociedad no localizamos ninguna contribución suya; tampoco figu¬
ra su nombre en la lista de Miembros Correspondientes.
121 Soca, Frarujois-Vincent. Etude clinique sum la maladie de Friedreich. Thése, París, Da-
vyéd., 1888, 192 págs.
122 Pouey, E. Curricidum vitae, mecanografiado; en: Archivo de la Facultad de Medicina
de Montevideo.
120
Ricardo Pou Ferrari
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Carátula de la obra de Doléris, de 1880, dedicada por el autor a
Carafí en estos términos: /l mon collégue ami Carafí, ]. Doléris. 34,
rué de la bienfaisance (Facultad de Medicina de Montevideo, Depar¬
tamento de Hist de la Med.).
Llegado a París, Pouey tomó inmediatamente contacto con
Jacques Amedée Doléris, amigo de Carafí. Oriundo del Béarn -lo
que explica su versación en temas vitivinícolas-, 123 Doléris fue a
estudiar medicina a París enl873, un año antes que aquél. Interno
de los hospitales en 1876, fue, al mismo tiempo, colaborador de
Pasteur. Puede considerárselo el creador de los cultivos bacterioló-
123 Luego de la visita a la Argentina, en 1910, publica el siguiente trabajo : Le Nil argen-
tin: étude économique et agricole sur les régions du sud Argentin; Río Negro, Neuquén.
Paris, P. Rogers, 1912. (2 éme éd., Aviard, Ch et Dóleris, J.A.). Más tarde, escribe otra
contribución sobre el particular: Le vin et les médecins, le pro et le contre. Paris, Vigot
Fréres, 1931.
121
El Profesor Enrique Pouey y su época
gicos a partir de muestras de sangre [hemocultivó), que entonces se
obtenían por medio de escarificaciones y punciones en los pulpejos
de los dedos, antes de popularizarse el empleo de la jeringa ideada
por Gabriel Pravaz (1791-1853) en 1852. Durante los años 1878
y 1879, actuando como interno en el hospital Lariboisiére , Doléris
facilitó a Pasteur muestras de secreciones y sangre de mujeres inter¬
nadas con el diagnóstico de “fiebre puerperal’ , así como las respecti¬
vas historias clínicas y el protocolo de las autopsias. Estos materiales
permitieron al bacteriólogo anunciar ante la Académie de Sciencies ,
en octubre de 1879, 124 que el agente causal de la complicación, res¬
ponsable de más del 10% de muertes luego del parto en las princi¬
pales maternidades europeas era una bacteria “en cbapelets de grains”
(conocida luego como Estreptococo). Es sobre esta enfermedad y su
correlación con los hallazgos microbiológicos y anatomopatológicos,
macro y microscópicos, que Doléris publica su tesis de doctorado en
1880. 125 Orientado a la obstetricia, se integra al laboratorio anexo a
la Maternidad. En 1883 y 1884 es Jefe de Clínica de Pajot. Cuando
la Asistencia Pública crea el cargo de Accoucheur des Hópitaux, en
forma paralela al de cirujano, Doléris fue uno de los primeros en
ocuparlo. Finalmente, accede a la jerarquía de Professeur Agrégé. Si
bien estaba más vinculado a la tocología, dio a su actividad una
fuerte inclinación quirúrgica. 126 Una vez obtenido el doctorado, en
1880, visita los principales centros gineco-obstétricos germanos. Al
año siguiente, funda un Instituto privado de ginecología , donde se
formaron discípulos de la talla de Paul Petit, R. Pichevin y Stéphane
Bonnet. Allí acudieron numerosos extranjeros, entre ellos Pouey, 127
124 Pasteur, Louis. Sur l'extensión de la théorie microbienne a l’étiologie de certaines affec-
tions fréquentes. París, Comptes Rendus de l’Académie de Sciences, XC, pag. 1033-
44,1880.
125 Doléris, J. Amédée. La fiévre puerpérale. op. cit. 1880. El ejemplar existente en el
Departamento de Historia de la Medicina de la Facultad de Montevideo, lleva la
siguiente dedicatoria manuscrita; “A mon collégiie et ami Carafi, J. Doléris. 34, me de
la Bienfaisance”.
126 Los trabajos posteriores de Doléris se refieren a temas obstétricos, con algunas ex¬
cepciones como los concernientes a la técnica para la corrección quirúrgica de la
retrodesviación uterina por medio de la plicatura extraperitoneal de los ligamentos
redondos.
127 Un libro con apuntes de un viaje a Alemania fue publicado por un alumno brasileño,
A. Brissay, con una Introducción de Doléris : Brissay, A. Fragments de chirurgie et de
gynécologie opératoire contemporaines, complétés par de notes recueillies au cours d’une
122
Ricardo Pou Ferrari
razón por la que Doléris quedó muy vinculado con América del
Norte y los países sudamericanos. En 1910 forma parte, junto con
Samuel Pozzi y Georges Clemenceau (1849-1929), de la delegación
médica que el Gobierno francés envió a Buenos Aires, con motivo
de las celebraciones conmemorativas del primer centenario de la in¬
dependencia argentina. 128 Visita nuevamente Montevideo en 1926,
oportunidad en que ofrece conferencias en la Maternidad y asistie
a la fundación de la Sociedad Ginecotocológica del Uruguay. Notorio
dirigente de la Société d’Obstétrique et de Gynécologie de París, pre¬
senta en su seno numerosas comunicaciones, que fueron recogi¬
das en revistas tales como La semaine gynécologique, Gynécologie et
Obstétrique, así como en libros, entre ellos el Traité de Gynécologie
pratique 129 de 1896, redactado en colaboración con Pichevin. De la
lectura del prólogo de esta obra puede sacarse una idea de la situa¬
ción bastante precaria de la ginecología francesa en ese momento,
ya que señala que los alemanes, si bien fueron discípulos de los
franceses, luego organizaron Institutos universitarios propios, de
los que surgieron abundantes publicaciones que, traducidas al fran¬
cés, fueron consideradas obras claves de la especialidad, en Francia
y en el mundo. Asimismo plantea el problema creado al no haber
una cátedra oficial de ginecología, por lo que los casos eran tratados
por cirujanos. Finalmente, señala que en su experiencia, fue muy
fructífera la actividad docente en el ámbito privado, donde, como
se ha señalado, había tenido muchos discípulos.
Como consecuencia de su formación biológica experi¬
mental, Doléris continuó como asiduo colaborador de la Société
anatomique, 1311 de la Société de Biologie de París y de la Société
Frangaise pour l’avancement des Sciences. Más adelante, incursionó
mission scientifique du gouvernementfranjáis en Autriche et en Allemagne. Précédés dune
introduction par J. A. Doléris. París et Rio de Janeiro, Doin, 1887.
128 Clemenceau, G. Notes de voyage dans lAmérique du Sud. Argentine. Uruguay. Brésil.
París, Hachette, éd., 1910.
129 Doléris, J. A. et Pichevin, R. La pratique gynécologique diagnostic gynécologique, tech-
niques des moyens d’exploration et des méthodes spéciales de traitement. París, Rueff,
1896.
130 Fundada el 19 frimario del año XII, reconstituida el 12 de enero de 1826. Objeto:
estudio de la anatomía, de la histología y de la fisiología, normales y patológicas. Sede
social: Ecole de Médecine (Ecole pratique). Publicación: Bullein (mensual, en octava,
LXXX año; reuniones: hebomadarias).
123
El Profesor Enrique Pouey y su época
además en temas de índole médico-
social. 131
Por su intermedio, Pouey ingre¬
só al laboratorio de la Maternité y se
vinculó al Instituí Pasteur, especial¬
mente con Emile Duclaux (1840-
1904). En aquel ámbito, aprendió
la técnica microbiológica y adquirió
una recia mentalidad experimental.
Dotado naturalmente de una
especial habilidad manual, su técni¬
ca quirúrgica fue depurándose junto
a Doléris, lo mismo que la capaci¬
dad diagnóstica y la fineza en la in¬
dicación terapéutica. Más adelante,
siendo ya profesor, la vinculación
de amistad entre Pouey y Doléris,
le abrió al primero las puertas de las
sociedades médicas francesas, donde
presentó y publicó sus trabajos. Fue ésta la via por la que se di¬
fundió internacionamente su aporte original a la técnica quirúrgica
ginecológica, el “vaciamiento conoideo”.
El otro orientador de Pouey en Paris, si bien no tan cercano
afectivamente ni tan generoso en su colaboración como Doléris, fue
Samuel Pozzi. 132 Nacido en Bergerac (al igual que Cyrano [1619-
1655], personaje que dio motivo a la obra teatral homónima, creada
en 1897 por Edmond Rostand [1868-1918]), Pozzi fue interno en
1867, en la misma generación que Pedro Visca. De porte elegante,
lo que bien le vahó el apelativo de “le bel Pozzi”, fue Prosector de la
Ecole Pratique y Profesor Agregado de cirugía. Alumno del cirujano
De izq. a der., abajo: Farabeuf y
Broca; primera fila: Hartmann,
Sébileau y Léjars; segunda fila: Le-
céne, Couvelaire, Delbet y Duval;
tercera fila: Schwartz; Descomps
y Veau; en alto: Heitz-Boyer, Gré-
goire y Dujarier.
131 Doléris, J. A. La protection des femmes et des enfants dans les usines. Paris, Masson,
1916. Doléris, J. A. et Bouscatel, J. Hygiéne et morale sociales. Malthtisianisme, mater¬
nité etféminisme; éducation sexuelle. Paris, Masson, 1918.
132 Hemos consultado, a propósito de la vida y obra de Pozzi, entre otras obras, la si¬
guiente: Vanderpooten, Claude. Samuel Pozzi, chirurgien et ami des femmes. París, In
fine, éd.,1992, 587 págs.
I2 4
Ricardo Pou Ferrari
y antropólogo Paul Broca, con él compartió, lo mismo que Visca,
la fundación y los primeros años de la Société d’Anthropologie. Su
actividad asistencial pública se desarrolló en el Hópital de Lourcine,
establecimiento fundado en 1835 como asilo para mujeres porta¬
doras de enfermedades venéreas. En dicho centro desarrollaron su
actividad connotados sifilógrafos y cirujanos de precoz orientación
ginecológica.
Pozzi fue un cirujano de talento que desde 1887 defendió, en
contra de la opinión de la mayoría de sus contemporáneos, la inter¬
vención quirúrgica precoz en las heridas penetrantes de abdomen.
Conocedor del inglés por su ascendencia materna británica, visitó a
Lister en 1888 y fue, paralelamente con Just-Lucas Championniére,
el introductor en su país del método antiséptico. Actuó en congre¬
sos de cirugía franceses (de los que fue promotor y secretario duran¬
te muchos años), ingleses, norteamericanos y alemanes. Hizo giras
por los países germanos, advirtiendo, en especial en la clínica Ernst
Alfred Hegar (1830-1914) de Friburgo, la importancia del estudio
de las enfermedades del aparato genital femenino y de su trata¬
miento quirúrgico “especializado”. Sin descuidar la cirugía general
-como Agrégé, suplantaba a Broca durante las licencias del catedrá¬
tico de clínica quirúrgica- orientó progresivamente su actividad a
la ginecología. Junto a sus colaboradores Félix Jayle (1866-1945) y
Robert Proust (1873-1935) remodeló progresivamente las salas del
annexe Pascal del ya mencionado hospital, que fue luego denomina¬
do por iniciativa suya “ Hópital Broca” . Puesto que era un médico de
prestigio, recurrió a sus influencias para hacer de esas míseras salas
un servicio ginecológico modelo.
En 1890 publicó el Traité de Gynécologie, 133 para cuya redac¬
ción se retiró por espacio de dos años a Montpellier; esta obra al¬
canzó gran difusión en distintos idiomas y numerosas ediciones.
Paralelamente, impulsó la fundación de una revista con la que in¬
tentaría marcar el paso hacia la nueva ginecología operatoria, a la
que denominó Revue de Chirurgie abdominale et Gynécologie.
133 Pozzi, S. Traité de Gynécologie Clinique et opératoire. París, Masson, 1890, XXIV,
1096 págs., 493 figs.
I2 5
El Profesor Enrique Pouey y su época
Intentó Pozzi —en vano al principio, frente a la oposición del
viejo profesor Le Fort- fundar una cátedra de ginecología en París.
Dictó, de todos modos, cursos libres, cuyos participantes -entre los
que se contó Pouey- asistieron a conferencias, visitas a sala y ope¬
raciones. Recién en 1899, la Municipalité de la Ville de París brindó
los medios económicos necesarios para fundar la tan necesaria cá¬
tedra. Se hizo el llamado a concurso para proveerla; los postulantes
fueron Pozzi y Eugéne Doyen. El primero accedió a dicha jerarquía
académica en 1901.
Casado con una acaudalada lionesa, de quien terminó divor¬
ciándose luego de tener dos hijos, vivió muchos romances, entre
ellos con Sarah Bernard (1844-1923) para quien Pozzi era “le doc-
teur dieu” . En compañía de una mujer cuyo nombre ha permaneci¬
do en el anonimato, realizó numerosos viajes por Europa, en busca
de ejemplares para sus colecciones de monedas y antigüedades clá¬
sicas. Vinculado al “tout París” , formó parte de los salones litera¬
rios y artísticos quedando su figura en un retrato, obra del pintor
impresionista americano John Singer Sargent (1856-1925). Muy
relacionado con la familia Proust, lo estuvo también con Marcel
(1871-1922), el creador de la Recherche. Hay quienes consideran
que Pozzi inspiró el personaje del docteur Cotard, pero los rasgos
del médico de ficción son totalmente opuestos a los de Pozzi, y por
otra parte hoy se sabe con certeza que fue tomado de un neurólogo
y psiquiatra de ese nombre, amigo del padre de Proust. 134
Miembro de la Académie de Médecine, Pozzi realizó viajes de
estudio por Norteamérica (donde ocupó la tribuna, en 1909, como
representante francés, en el homenaje organizado por la American
Gynecological Society en Nueva York, en conmemoración del cen¬
tenario de la primera ovariotomía realizada por el médico rural de
Kentucky, Ephrain Mac Dowell), Argentina (en ocasión de los
festejos del centenario de la independencia de ese país) y Brasil.
Con tal motivo publicó dos memorias, versiones escritas de sendas
conferencias pronunciadas en la Academia de Medicina de París,
134 Pearn, J. Gardner-Thorpe, C. A biographical note on Marcel Proust’s Professor Cottard.
Londres, J Med Biogr. 2003 May; 11 (2): 103-6. Trujillano, A. C . Jules Cotard (1840-
1889) Neurology. 2003 Jan 14;60( 1): 153.
126
Ricardo Pou Ferrari
una sobre el viaje a Sudamérica 135 y otra referida a los hospitales
de Buenos Aires y Brasil. 136 En la primera, en una nota al pie de
página, menciona su pasaje por Montevideo, en cuya Facultad de
Medicina dictó una conferencia sobre “ cuello cónico En esa bre¬
vísima noticia consigna la calurosa acogida que le brindaron los
colegas uruguayos, entre ellos Pouey. Fue fotografiado junto a Visca
y Arrizabalaga. Aparte de este último, el otro alumno uruguayo
de Pozzi fue Alfredo Navarro, quien, en ocasión de una gira de la
Bernard al Río de la Plata en 1905, hubo de evacuarle por punción
una importante hidrartrosis de la rodilla derecha. Muchos años
después, la diva sufrió la amputación de ese miembro a causa de
un “ tumor blanco ” de rodilla, afección de origen tuberculoso que
quizás era incipiente cuando visitó Montevideo. El mal recuerdo
que la actriz guardó de esa experiencia, se resume en una nota que
envió a Pozzi antes de que este emprendiera viaje a Buenos Aires,
en la que lo despide así: “ Mon pauvre docteur dieu, tu vas entre les
barbares... ”
La bibliografía de Pozzi es vastísima. Puede considerárselo co¬
mo fundador de la ginecología francesa. Es de destacar que fue el
traductor al francés de la obra de Darwin, La emoción en el hombre
y los animales.
Murió en 1918, casi terminada la Gran Guerra, en la que había
tenido valiente y profusa actividad como cirujano, a consecuencia
de las heridas en el vientre provocadas por disparos que le infirió un
antiguo paciente -por entonces ya curado-, enajenado mentalmen¬
te, que inmediatamente después se quitó la vida. Procuró Pozzi, de
acuerdo a sus viejas convicciones, que se lo interviniera quirúrgica¬
mente; así lo hicieron sus discípulos, pero murió durante la opera¬
ción. En esta ocasión, Pouey publicó una de las dos biografías de
que es autor (la otra es la del doctor Crile), por demás sucinta y
135 Pozzi, Samuel. Voyage chirurgicalepar lArgentine et le Brésil. París, Masson, 1911.
136 Pozzi, Samuel. Les Hópitaux a Bísenos Aires et au Brasil. Paris, Masson, 1911. En este
último denota su preocupación por incrementar la influencia francesa, no sólo en lo
que concierne aspectos técnicos, sino en cuanto a lograr una mayor presencia de la
industria francesa de material quirúrgico y medicamentos. Constantemente refiere la
superioridad de los servicios sudamericanos con respecto a los parisinos y a la notoria
ascendencia anglosajona que se nota en los primeros.
127
El Profesor Enrique Pouey y su época
crítica, aunque de tono admirativo y donde, no hace mención a su
vinculación con él. 137
La relación de Pouey con Pasteur queda demostrada en los dos
trabajos enviados a Montevideo, en colaboración con de Salterain,
que versan sobre “el método de la vacunación antirrábica”. En ellos
se relata la asistencia a la sesión de la Academia de Ciencias en la
que Pasteur demuestra la efectividad del procedimiento. 138
La amistad entre Pouey y de Salterain es notoria y surge de
las referencias a su época de estudiantes en Montevideo, cuando el
segundo actuaba como secretario de la Facultad de Medicina, así
como las que tienen que ver con la grave enfermedad sufrida por
Pouey poco antes de su viaje, durante la que fue tratado por “su
amigo” , el novel médico Joaquín de Salterain. También en la carta
enviada por de Salterain al Presidente Santos en 1885. Con respec¬
to a la relación personal entre Pouey y Navarro, su cercanía parece
menos evidente. Cuando éste último llega a Montevideo, en 1895,
se presenta como un cirujano de fuste, procura ganar el liderazgo en
ese terreno, cosa que en realidad logra, siendo el fundador de una
importante escuela quirúrgica en el Uruguay. Por entonces, Pouey
llevaba un lustro de actividad asistencial y docente, ésta última en
la Cátedra de Operaciones , en la que sería sucedido por el propio
Navarro a partir de 1895. De las comunicaciones y discusiones en
el seno de la Sociedad de Medicina, surgen perfiles diferentes para
ambos compañeros. Mientras Pouey es modesto, sintético y mode¬
rado en la exposición de sus trabajos e intervenciones, Navarro se
muestra impetuoso, arrogante y particularmente agrio en su trato
hacia el primero.
La actividad no médica de Pouey en Paris fue quizás acota¬
da, debido a su intensa actividad estudiantil. No tenían, relata de
Salterain, ni tiempo para verse en su común domicilio, dado que
ambos debían hacer frente a las grandes exigencias que les planteaba
137 Pouey, E. El doctor Pozzi ha muerto. Montevideo, An. Fac. Med., 1918. Bibliografía
de Pouey, 1918.
138 Pasteur, Louis. Méthodepourprévenir la rage aprés morsure. París, Comptes rendus de
l’Académie des Sciences. Séance du 26 octobre 1885, C.I. p. 765-773, Bull. Ac. Sci.
27 octobre 1885, 2 eme série, XIV, p. 1431-1439.
128
Ricardo Pou Ferrari
-especialmente en su calidad de extranjeros- el medio altamente
competitivo donde actuaban. Esto también lo señala Soca, aunque
su mentalidad un tanto obsesiva, lo llevó a encerrarse en hospitales
y bibliotecas y a no frecuentar a sus coterráneos, porque haciéndolo
-relata- perdía la fluidez y corrección del francés. No obstante, por
su formación, su gusto por la música, la proximidad con Sambucetti
y la época que le tocó vivir en Paris, es muy probable que Pouey ha¬
ya participado también de la actividad cultural. Igualmente, debió
estar atento a los acontecimientos políticos, frente a los que, si bien
se mantuvo siempre distante, no fue nunca indiferente.
Véase Apéndice Documental. Anexo N° 23.
129
Capítulo XI
1885-1887
Trabajos enviados desde París
POR LOS MÉDICOS BECARIOS DE
Máximo Santos*
M ientras Pouey estudia en Paris, está bien asentada la
mentalidad fisioclínica, basada en la interrelación de
conocimientos surgidos en dos grandes ambientes: la
clínica y los laboratorios (especialmente los hospita¬
larios). En el primero de ellos, uno de los principales aportes es
la termometría, desarrollada por el alemán Cari Reinhold August
Wunderlich (1815-1877) y adoptada rápidamente en el resto del
mundo; en el segundo, se conciben los procedimientos de análisis
y de investigación, tanto a nivel de los líquidos orgánicos como de
los tejidos. El paradigma de esta tendencia lo constituye la obra de
Claude Bernard, que permitiría llegar a una concepción científica
de la medicina.
131
El Profesor Enrique Pouey y su época
La mentalidad microbiológica-etiológica, detrás de la cual
Pouey va afanosamente en busca, ya evidenciada en su tesis de
Montevideo, está en camino al éxito irreversible a partir de la déca¬
da de 1830, con el descubrimiento de los hongos patógenos (tanto
para los animales como para el hombre), pasando por el hallazgo del
agente del carbunclo realizado por Casimir Davaine (1812-1892) y
la comprobación experimental, por parte de Jean Antoine Villemin
(1827-1892), de que la tuberculosis era contagiosa y probablemente
producida por un microorganismo, que fue descubierto por Robert
Koch (1843-1910) en 1882.
Casimir Davaine Louis Pasteur (1822-1895). Robert Koch (1843-1910)
(1812-1882).
En la atmósfera en que se desarrolla la teoría microbiológica,
la Medicina y los Estados venían librando una batalla en común
que, hacia la década de 1880 ya duraba más de un siglo y que tenía
por gigantesco estandarte la investigación del ambiente en el que
ocurrían las enfermedades: nos referimos a la Higiene. El higienismo
se engendra en pleno siglo XVIII como fruto de una preocupación
de los Estados monárquicos, que organizan sus ámbitos de Policías
Sanitarias y que terminan por plasmar esta política con la organiza¬
ción de las Juntas o Consejos de Higiene Pública, que actúan como
proto-Ministerios de Salud Pública. Ulteriormente, dicha tenden¬
cia pasó a aplicarse, no sólo en lo público -especialmente en los
hospitales- sino que se infiltra también en diferentes aspectos de
la vida privada, de lo que surge la tan mentada Higiene privada,
que vio su máximo florecimiento en la bibliografía médica de la se-
132
Ricardo Pou Ferrari
gunda mitad del siglo XIX. La confrontación entre uno de los más
serios problemas de la Higiene pública y privada -léase la teoría
miasmática como causa de las enfermedades infecciosas- por un
lado y el desarrollo científico de la Medicina anatomo-clínica y de la¬
boratorio por otro, van arrinconando a los higienistas tradicionales,
en un largo proceso, hasta lograr los primeros triunfos hacia fines de
la década de 1870 y durante toda la siguiente -la que nos incumbe
porque coincide con la formación médica de Enrique Pouey-. Por
lo tanto, para un estudiante de medicina de una Facultad de espí¬
ritu científico todavía muy inmaduro, como era la de Montevideo,
los cambios en la mentalidad médica parecían venirse en avalancha,
tanto en lo referente a la cirugía como en el combate clínico de las
enfermedades contagiosas; eso se daba a través del desarrollo de las
nuevas ciencias médicas en los laboratorios. Tal vez en este contexto
podamos asimilar más fácilmente que el interés de los jóvenes be¬
carios médicos orientales por trasladarse a Europa con la finalidad
de alimentarse con estas primicias, fuera tanto o más intenso que la
preocupación de los gobernantes de turno por enviar noveles profe¬
sionales para que trajeran al país dicho bagaje a su regreso.
Con antelación a lo que acabamos de mencionar había sur¬
gido la teoría celular, a través de las observaciones del médico y
botánico Jacob Schleiden (1804-1881) 139 y del médico, zoólogo y
fisiólogo Theodor Schwann (1810-1882), 140 que fundamentaron
la categórica afirmación del médico y patólogo Rudolph Virchow
(1821-1902), Omnia cellula e cellula, formulada en su famosa obra
Cedularpathologie (1858), 141 con la que el solidismo rechaza el hu-
moralismo, vigente desde hacía siglos. Asimilándose a la teoría ce¬
lular, que queda así consolidada, y aplicándola al tejido enfermo,
Virchow concluye que la enfermedad asienta en la célula y no en el
magma tisular como se creía desde muchos años antes, por ejemplo
en la pequeña escuela histológica parisina de Charles Robin (1821-
139 Schleiden, ]¿\íob.Beitráge zur Phytogenesis (1838) , Grundzüge der u/issenschaftlichen
Botanik (1861).
140 Schwann, Theolor. Mikroskopische Untersuchungen über die Ueberinstimmung in der
Strktur dem Wachstum der Tiñere und Plantzen. Berlín, 1839.
141 Virchow, Rudolf. Die Cellularpathologie im ihrer Begriindung auf physiologische und
pathologische Gewebelehre. Berlín, A. Hirschwald, 1858.
133
El Profesor Enrique Pouey y su época
1885). El ingreso de la Cellularpathologie al mundo francoparlante
tiene por vía, más o menos indirecta, la influencia provocada por
la traducción al inglés de la obra de Virchow, a partir de la segunda
edición alemana (aparecida inmediatamente luego de la primera,
de 1859) realizada en Londres en el año 1860. 142 La traducción
al francés, en 1861, de dicha edición alemana, fue obra de Paul
Picard, graduado en Würzburg e interno en París, revisada y co¬
rregida por el propio Virchow, impresa en París por los libreros de
la Academia Imperial de Medicina, J. B. Bailliéres . 143 Apreciemos
cómo la edición inglesa difunde el concepto moderno de la histopa-
tología, que para el mundo francófono va a demorar un poco más
en desarrollarse.
Emile Duclaux (1840-1904). La Maternité de París, donde se hallaba el laboratorio en
que Pouey hizo sus prácticas microbiológicas.
142 Virchow, R. Cellularpathology as based on physiogical andpathological histology as ba-
sed uponphysiologicaland histological study. Trad. Franck Chance. London, Churchill,
1860.
143 Virchow, R. La pathologie cellulaire basée sur l’étude physiologique et pathologique des
tissas, trad. Paul Picard. París, J. B. Balliére éd., 1861.
134
Ricardo Pou Ferrari
Rudolph Virchow (1821-1902) y la carátula de la traducción francesa de su obra
(1864).
Una reflexión a propósito de las contribuciones, valiosas to¬
das ellas, pero a nuestro modo ver diferentes, enviadas desde París
por Soca, por un lado, y por de Salterain y Pouey por el otro. El
primero toma por guía y ejemplo a los clínicos que cultivaban en
forma excelsa la práctica fisioclínica, entre ellos Pierre C. E. Potain
y Segismund Fran^ois Jaccoud (1838-1913); su otro maestro Jean
Martin Charcot, quien, a un perfil de cuño anatomoclínico tradi¬
cional agregó uno de los campos más fructíferos de la nueva medi¬
cina de laboratorio, la llamada primeramente micrografíapatológica
y ulteriormente histopatología. En su actuación posterior, Soca con¬
servó la tendencia aprendida en París, no muy distante de la que
ejercía en su magisterio clínico paralelo Pedro Visca, formado en el
mismo medio pero casi veinte años antes.
En cambio, tanto de Salterain como Pouey, más inclinados a
lo quirúrgico, profundizaron sus conocimientos y destrezas en el la¬
boratorio y en la sala de operaciones, sin descuidar por eso el apren¬
dizaje clínico. Su adalid fue Pasteur. Basta leer los informes, que
trasuntan no sólo interés frente a los descubrimientos sino también
admiración por la personalidad de este sacerdote de la microbiolo-
135
El Profesor Enrique Pouey y su época
gía. Una vez incorporados definitivamente al medio de donde eran
oriundos, ambos abandonan el ámbito del laboratorio. En el caso
de de Salterain concreta su actividad más destacada en una notoria
carrera de higienista-sanitarista, por la que bien podría considerár¬
selo el precursor de esa disciplina en nuestro medio. Pouey se dedica
de lleno a la clínica ginecológica, en cuyo espacio incorpora tanto la
microbiología como la histopatología. Esta última la deja a cargo de
aventajados profesionales, en primer término José Agustín Aguerre,
proveniente de la escuela de Berlín, luego Juan Pou Orfila, discípu¬
lo de Cajal, formado en Alemania y que fue uno de los primeros
docentes de histología de nuestra Facultad.
La figura del entonces Ministro de Justicia, Culto e Instrucción
Pública, Juan Lindolfo Cuestas (1837-1905), cobra rasgos de auto¬
ritarismo, cuando en febrero de 1885, emite un decreto solicitando
a los becarios que envíen trimestralmente un informe de sus acti¬
vidades como prueba del aprovechamiento de sus estudios; de este
modo pretendía en realidad defender los intereses del Estado. En
la correspondencia con López Lomba, Soca reacciona con disgusto
ante tal exigencia, no obstante lo cual elabora trabajos de alto ni¬
vel.
Juan Lindolfo Cuestas (1837-1905).
136
Ricardo Pou Ferrari
En una ulterior disposición reglamentaria referente al mismo
tema, Santos procura atenuar la severidad del Ministro, otorgando,
indirectamente, un nuevo voto de confianza a “sus” becarios. A la
burocrática severidad de Cuestas, debemos, sin embargo, la publi¬
cación de los trabajos enviados desde Paris, efectuada en la Imprenta
de la Escuela de Artes y Oficios , obra que constituye una valiosa pieza
de la incipiente bibliografía médica del Uruguay.
Cuadro de los trabajos enviados desde París por los
becarios de Santos.
Autores
Títulos
Fecha en Paris
Publicación
Montevideo*
Joaquín de
Salterain
Notas sobre cirugía
marzo 7 de 1885
1888,11:5-17
Francisco Soca
El tratamiento de la
pleuresía purulenta
en el niño
marzo 31 de 1885
1888,1: 1-111
Enrique Pouey
Preparaciones
microscópicas
mayo 25 de 1885
1889: IV:l-22
Joaquín de
Salterain
Técnica
Microscópica del ojo
julio 22 de 1885
1888, II: 19-31
Francisco Soca
De algunos
progresos de la
semeyótica cardíaca
julio 30 de 1885
1888,1: 113-157
Enrique Pouey y
Jacques Doléris
Albuminuria
gravídica y
eclampsia
agosto 3 de 1885
1889, VI: 5-11
Joaquín de
Salterain
Notas sobre cirugía
setiembre 10 de
1885
1888; II: 1-17
Francisco Soca
Auscultación del
corazón. El ruido
de galope
noviembre 17 de
1885
1888,1: 161-198
Joaquín de
Salterain y
Enrique Pouey
Profilaxia de la
rabia
mayo 31de 1886
1888, III: 5-24
Modificaciones
introducidas
por Pasteur en
el tratamiento
profiláctico de la
rabia
diciembre de
1886
1888,111:24-34
137
El Profesor Enrique Pouey y su época
Enrique Pouey
Tratamiento de
los accidentes
consecutivos al
aborto. Antisepsis
enero de 1887
1889,VI: 23-33
Joaquín de
Salterain
Contribución
al estudio de la
oftalmía pundenta
de los recién nacidos
febrero de 1887
1888: V: 5-69
*Los números romanos de las publicaciones de Montevideo, son a los efectos de
diferenciar las publicaciones hechas por separado en algunos casos y que no se corres¬
ponden con las fechas de envío
^REPARACIONES MICROSCOPICAS
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Primera página de “Preparaciones micros¬
cópicas”, 1885.
En mayo de 1885, Pouey envía una colección de preparaciones
microscópicas 144
144 Nota del Secretario del Rector, Enrique Azaróla, al Decano Carafí, remitiéndole una
caja conteniendo las preparaciones microscópicas enviadas al Ministerio de Justicia
por el Dr. Enrique Pouey y que hacen parte del trabajo científico del propio Dr.
Pouey que se halla informe de la Facultad de Medicina. Secretaría de la Universidad,
julio 21, 1885.
138
Ricardo Pou Ferrari
“efectuadas en el Laboratorio de histología y microbiología de
la clínica de partos de la Facultad de Medicina, bajo la dirección
de Doléris”.
Se trata de 16 preparaciones, 7 de las cuales “provienen de lí¬
quidos orgánicos y las restantes corresponden a muestras obtenidas de
tejidos de riñón e hígado de conejos muertos por carbunclo”; las demás
pertenecen a extendidos de secreciones obtenidos en la clínica o son
cortes de tejidos de animales inoculados con cultivos de microor¬
ganismos. En todos los casos, efectúa la fijación y coloración de los
especímenes por diferentes procedimientos.
En la nota que acompaña el envío, agrega el autor:
“[...] me he dedicado casi exclusivamente a cirugía y afecciones
de mujeres, pero, comprendiendo la bienhechora influencia ejercida
en terapéutica quirúrgica y ginecológica por la noción de los infi¬
nitamente pequeños, he creído indispensable dedicar parte de mi
tiempo a la microbiología”.
Para juzgar este primer remito, el Decano Carafí nombra
una comisión integrada por nuestro primer microbiólogo, José
Arechavaleta, y por tres clínicos, dos formados en la escuela fran¬
cesa, Enrique Figari -Jefe de la Clínica Médica- y Eugenio Piaggio
-encargado de la cátedra de Fisiología— y el tercero, Guillermo
Leopold, proveniente de la escuela alemana y encargado del Aula
de Anatomía Patológica. Dicha comisión concluye que, si bien no se
trata de un trabajo original, el mismo es encomiable,
“[...] aunque [la Comisión] hubiera leído con placer algunas
explicaciones sobre la utilidad del estudio del bacillus del carbun¬
clo para la protección de los animales ovinos y bovinos, que consti¬
tuye una de las principales riquezas de este país. En otro orden de
ideas, hubieren apreciado en mucho, algunos comentarios sobre el
micrococcus de la blenorragia y el bacillus del estreñimiento perti¬
naz [...]”.
139
El Profesor Enrique Pouey y su época
Con respecto a esta primera contribución de Pouey, llama la
atención su brevedad y sencillez, en especial si se la compara con
las notables y elaboradas memorias enviadas simultáneamente por
Soca.
En el mes de agosto de 1885, Enrique Pouey remite el traba¬
jo correspondiente al primer semestre de estadía. El mismo había
sido presentado y publicado previamente en París, como puede
apreciarse “[...] en el número adjunto del periódico de la Sociedad
de Biología de París, realizado en colaboración con el doctor Jacques
Amédée Doléris, ventajosamente conocido en el mundo científico’’.
A propósito de quien era su principal mentor, agrega:
“[...] a mi llegada a París el doctor Doléris puso a mi disposi¬
ción los conocimientos que en el laboratorio y bajo la dirección de
Pasteur había él adquirido en microbiología, y me facilitó sus inves¬
tigaciones en el laboratorio perfectamente organizado de la clínica
de partos, de la mal él era jefe”.
Para terminar afirma:
“La microbiología siempre fue objeto de mi estudio preferente;
las conquistas que, bajo el impidso de Pasteur, esa ciencia ha conse¬
guido ya en el terreno de la práctica, sus promesas para el porvenir,
—principalmente en la profilaxis de las enfermedades—, siempre me
interesaron vivamente. De ahí que me haya dedicado a esa rama de
la ciencia, al mismo tiempo que a cirugía y afecciones de mujeres”.
El artículo se titula “Albuminuria gravídica y eclampsia por los
Señores Doléris y Pouey”. 115 El mismo tiene como antecedente la ex¬
periencia del primero en el año 1883, consistente en la “inyección
intravenosa de animales con cultivos aislados” (inferimos nosotros que
provenían de mujeres con eclampsia), luego de lo cual comprobó la
aparición albuminuria y “accidentes eclamptiformes” y en cuyos ri-
145 Doléris, Jacques A. y Pouey, Henri. Albiiminuria gravídica y eclampsia por los Señores
Doléris y Poney. Montevideo Imprenta de la Escuela Nacional de Artes y Oficios,
1885. (Ver Bibliografía de Pouey, 1885).
140
Ricardo Pou Ferrari
ñones, estudiados histológicamente, mostró la existencia de “nefritis
micróbicas Concluía que podía ser que las mujeres afectadas, pa¬
decieran previamente una infección de localización renal. El objeti¬
vo de la nueva investigación que emprendieron era volver a estudiar
el tema que “luego de un tiempo, se había complicado mucho”.
Pese a las dificultades técnicas a que se enfrentan, los autores
estudiaron la orina de mujeres en el noveno mes de embarazo. En
“centenares de casos” comprueban que el porcentaje de albuminúri-
cas es de una de cada veinte.
Recogen orina de “unas 50 embarazadas normales” mediante
una sonda esterilizada, previa antisepsia rigurosa de los genitales ex¬
ternos y la someten a estudio microscópico y bacteriológico. En una
quinta parte de los casos hallan “bacillus vulgaris” [que tienen] de
4 a 10 mil. de mm.”, lo que podría deberse a contaminación de los
especímenes por el contenido vaginal, que normalmente presenta
estos gérmenes. En 20 embarazadas albuminúricas, utilizando cul¬
tivos, comprueban la presencia constante de microbios, lo que no
implica que los mismos procedan de la sangre. Para comprobarlo,
hicieron el cultivo de una gota de sangre tomada en el pulpejo de
un dedo.
En las embarazadas albuminúricas y eclámpticas, por medio
del cultivo de la orina, hallan microbios; también los comprueban
en dos cultivos de sangre. En uno de los casos positivos, pudie¬
ron “ seguir con una precisión notable, la progresión de los acciden¬
tes clínicos y su marcha paralela con la infección microbiológica de la
orina y de la sangre”. Luego de las convulsiones, hicieron cultivos
en balones conteniendo caldo esterilizado y ligeramente alcalino.
Por la observación microscópica en fresco, tanto en orina como
en sangre, observan numerosas “granulaciones”. Los cultivos desa¬
rrollan estafilococos y “ cadenillas ” (se refieren a los estreptococos,
que Pasteur había identificado en 1879 como causa de la fiebre
puerperal). Iguales resultados obtienen a partir de materiales pro¬
cedentes de enfermas con albuminuria, algunos días después de las
convulsiones; estos permanecían estériles cuando las muestras se re-
El Profesor Enrique Pouey y su época
cogían diez días después de la desaparición de la albuminuria. De
lo anterior concluyen:
“1 )pneden casualmente observarse microbios en la vejiga de emba¬
razadas sin albúmina y sin que nada autorice a creer que es del
riñón ; 2) en la orina de las mujeres claramente albuminúricas, han
encontrado constantemente organismos con predominancia de es¬
treptococos í; 3) la sangre de las anteriores contiene a menudo, si
no siempre, organismos evidenciados por el cultivo; 4) la orina y la
sangre de ciertas albuminúricas y eclámpticas contienen microbios,
pudiéndose observar la marcha creciente y decreciente de la nefritis
micróbica y de la infección sanguínea, paralelamente con los acci¬
dentes convulsivos”.
Los autores manifiestan la intención de “reasumir las ten¬
tativas de inoculación hechas con organismos aislados y cultivados”.
Asimismo:
“[...] se proponen mostrar, por el análisis clínico, que la gesta¬
ción no desempeña sino un papel secundario en la albuminuria y
que, casi siempre, se encuentra la verdadera causa de la nefritis en
un accidente inmediatamente anterior a la gestación o contempo¬
ráneo con ese estado”.
Precisan:
..] que es menester exonerar al gravidismo del papel patogé¬
nico que se le asigna muy fácilmente, y acostumbrarse a buscar a la
mujer enferma detrás de la mujer embarazada”.
En otras palabras, expresan que el embarazo no juega un pa¬
pel preponderante en el origen de la toxemia, sino que la misma
sería provocada por enfermedades, en particular renales, previas
a la gravidez. Estamos en el momento de la “higiene particular o
privada (de los trabajadores, de los niños, del matrimonio, de las
embarazadas, la higiene mental) por lo que podemos relacionar la
preocupación de estos dos clínicos y microbiólogos por anticiparse
142
Ricardo Pou Ferrari
a la enfermedad y comprender sus interrelaciones con el embarazo.
En el cada día más rico universo de las revistas obstétricas, gineco¬
lógicas y referidas a los recién nacidos que se publican en Francia
en la década de 1880, encontramos que, por lo menos en un caso,
estas investigaciones de Doléris, se ofrecen como una línea de inves¬
tigación a la vez atrayente y difícil de desentrañar. Tal cosa indican
las publicaciones de un jefe de Clínica Obstétrica de Lyon, Emile
Blanc, tituladas: “Actionpathogéne d’ un microbe trouvé dans les uri¬
ñes des éclamptiques” , 146 que siguiendo también una metodología
pasteuriana, a la que este clínico suma rigurosos estudios histopato-
lógicos, intenta develar la etiología de la eclampsia.
Esta vez, la comisión designada en Montevideo por el Decano
para juzgar el trabajo que comentamos, está integrada por Juan
Antonio Crispo Brandis y Alejandro Fiol de Perera. Los mismos
reconocen las dificultades para realizar trabajos experimentales:
“Es inútil indicar que ese género de trabajos experimentales
conduce a establecer la verdadera causa y resolver la verdadera pa¬
togenia de muchas nefritis, y en particular de las nefritis gravídi-
cas, que pueden acompañar a la eclampsia puerperal. Es notorio,
que se necesitan investigaciones delicadísimas, que suponen mucha
maestría en el difícil arte de experimentar, que a su vez reclaman
muchísima contracción y muchísimo tiempo, y que el sólo hecho
de emprender una serie de observaciones y experimentos en el sen¬
tido expresado, constituye un mérito relevante, puesto que inves¬
tigar, constatar con observaciones y experimentos, la causa de un
estado morboso gravísimo, conduce a modificar ventajosamente los
conocimientos adquiridos acerca de la enfermedad y a reconocer y
enmendar los errores que profesáramos. Concluimos manifestando
que el Dr. Pouey en esa breve relación demuestra la contracción al
estudio, el celo y la paciencia vertidas en sus experimentaciones y la
familiaridad que ha adquirido en las investigaciones en el dominio
de las ciencias biológicas, que día a día enseña, descubre y evidencia
146 Archives de Tocologie et des Maladies de Femmes et des enfants nouveaux nés, fondés par
leprof. Depaul, Tome XVI, mars 1889, págs. 182-190 y avril 1889, págs. 285-297.
143
El Profesor Enrique Pouey y su época
el papel interesante de los microbios en la génesis de muchas enfer¬
medades”.
Estos dos catedráticos, formados en el criterio anatomo-clínico,
pero que habían visto nacer la ruta de la histopatología, reconocen
con cierta admiración el esfuerzo por dilucidar enigmas clínico-
patológicos empleando la “ medicina experimentad, en especial re¬
ferida a la biología microbiológica, que ya estaba dominando en
varios ámbitos institucionales europeos y particularmente alemanes
-la higiene experimental-, la que se concretaría en nuestro pequeño
ambiente universitario montevideano, en 1896, con la puesta en
marcha del primer Instituto de Higiene Experimental.
Constituye el presente un caso más de los muchos que se
dieron en esa época, de pretender relacionar las más variadas en¬
fermedades con la presencia de microbios. En Montevideo se fra¬
guaron dos ejemplos relevantes en la década de 1890. El primero
protagonizado por un microbiólogo y patólogo italiano de exce¬
lente formación, Giuseppe Sanarelli (1864-1940), que, habiendo
sido contratado por la Facultad de Medicina para dirigir el antes
citado Instituto, en una de sus líneas de investigación se abocó a
descubrir el agente etiológico de la fiebre amarilla; creyendo haber
tenido éxito en su investigación, publicó y divulgó ampliamente el
hallazgo del Bacillus icteroides, una bacteria supuestamente patóge¬
na que había encontrado en diversos tejidos y líquidos de pacientes
aquejados de esa enfermedad. El segundo, fue el hallazgo, por parte
de Juan B. Morelli y Juan Musso, de un micrococcus en la sangre y
en los cadáveres de enfermos de beri-beri. En ambas circunstancias
terminó por demostrarse que se trataba de uno o más microbios co¬
existentes con enfermedades de origen viral y vitamínico carencial,
respectivamente.
Las investigaciones de Sanarelli son la expresión de un nuevo
profesional de la medicina, el patólogo y microbiólogo, cuyo ám¬
bito de trabajo son los institutos de higiene experimental, tanto al
estilo alemán como francés, como fue el caso del Instituto Pasteur.
El caso de Morelli y Musso, es muy parecido al de Doléris y Pouey;
se trata de clínicos con diferentes grados de formación como pató-
144
Ricardo Pou Ferrari
logos, microbiólogos o fisiólogos, que trabajan en campos de la me¬
dicina experimental más o menos directamente relacionados a su
práctica clínica. Un tercer ejemplo, contemporáneo a nosotros, tu¬
vo un origen más o menos remoto en Montevideo por la formación
inicial de su protagonista en nuestra capital. La investigación que
estamos considerando se desarrolló en la Universidad de Loyola en
Chicago y en ella estuvo implicado un distinguido ginecotocólogo
de nacionalidad uruguaya, Silvio Aladjem (Montevideo, 1928), por
entonces Profesor de su especialidad, que con un equipo de investi¬
gadores, creyó encontrar el origen de la enfermedad trofoblástica y
de la toxemia gravídica, en un presunto parásito, al que denominó
Hydatoxi lualba, hallado en distintos líquidos y tejidos de pacientes
con esas afecciones, 147 al tiempo que creyó reproducirlas median¬
te la inyección intraperitoneal de esos materiales a perras Beagle
preñadas. 148 Poco tiempo después, se demostró que el agente que
tantas expectativas había causado no era sino un artefacto derivado
de las fibras de los hisopos de algodón utilizados para recoger las
muestras. 149 Como vemos, en la década de 1980 se siguió la tradi¬
ción de la medicina y/o la patología experimental desarrollada por
primera vez en nuestro medio por Morelli.
***
Los trabajos de de Salterain se titulan “ Notas sobre cirugía
“ Técnica microscópica del ojo” y “Contribución al estudio de la of¬
talmía purulenta del recién nacido ”. 150 Junto a este colega, Pouey
remitió una publicación sobre las investigaciones de Pasteur sobre
vacunación antirrábica. En el opúsculo titulado “ Profilaxis de la
147 Lueck, J., Breuer, J. I., Aladjem, S. T Novetny, M. Observations ofan organism found
in patients with gestational trophoblastic disease and in patients with toxemia ofpregnan-
cy. Am. J. Obstet. Gynec., 1983, january 1, vol 145, N° 1: 15-26
148 Aladjem, S., Lueck, J y Breuer, J. I. Experimental induction of toxemia-likesyndrome in
thepregnantBeagle. Am J. Obstet. Gynec., 1983, vol. 145, N°l: 27-38
149 Sibai, B. M. y Spinnato, J. A. Hydatoxi lualba: artifact produced by sulphation.
Am.J.Obstet. Gynecol. 1983, dec 1, vol 147, N°7: 854
150 De Salterain, Joaquín. Notas sobre cirugía, 1885, 16págs.; Técnica microscópica del ojo,
1885, 8 págs ;Contribución al estudio de la oftalmíaptirulenta del recién nacido, 1888:
1 - 686 .
145
El Profesor Enrique Pouey y su época
Rabia” 151 dirigido al Ministro Juan Lindolfo Cuestas, los autores
aseveran:
“Hemos asistido, con verdadero interés a las inoculaciones hechas
por el Doctor Grancher en el laboratorio del Instituto Pasteur y bajo
la dirección de este último. Relataremos pues, el procedimiento seguido
(mayo de 1886J, [...] en el cual por la magnitud de la empresa, como
por la delicadeza del sujeto, nos hemos ceñido a la observación de los
hechos y a la descripción minuciosa y nunca estéril, de los procedimien¬
tos observados. El tema escogido, traspasa algo los límites del cuadro
restringido de nuestras respectivas especialidades. No es por ello menos
cierto, Excmo. Señor, que sus fines interesan al médico como al higie¬
nista, al legislador, como al pueblo, pues en él se resuelve, según nuestro
modo de ver, una cuestión de salud pública, apenas esbozada hasta
ahora, en el arsenal de los humanos conocimientos”. 152
FWitUü 31 U EUBM
EL METODO DE PASTEUR
MiM THIIC»
Carátula del trabajo enviado por
Pouey y de Salterain en 1886.
151 Trabajos de los Doctores Salterain y Pouey. Secretaría de la Universidad, N° 14, agos¬
to de 1885 ; Nota del Rector al Decano Carafí, remitiendo nuevamente los trabajos
enviados por Salterain y Pouey al Ministerio de Justicia, Secretaría de la Universidad,
n a 15, Agosto de 1885; Nota del Rector al Decano Carafí, solicitando la constitución
de la comisión para informar del valor científico. Secretaría de la Univerdad, N° 18,
Agosto de 1885.
152 De Salterain, J y Pouey, H. Profilaxis de la rabia-. 23. Bibliografía de Pouey, 1885.
146
Ricardo Pou Ferrari
Jacques-Joseph Grancher
(1843-1907) era un clíni¬
co, Médico de los hospita¬
les, que por su formación
en clínica de niños acababa
de ser encargado, en el mo¬
mento en que toma contac¬
to con de Salterain y Pouey,
para sustituir al gran Joseph
Marie Jules Parrot (1829-
1883). Soca asistió también
por cierto tiempo al Servicio
de aquél. Tenía una sólida
e histopatólogo, adquirida
junto a Jean Antoine Ranvier
(1835-1922) y André Victor
Cornil (1837-1908). Los
nuevos estudios microbio-
lógicos se basaban en buena
medida en la histopatología
de las lesiones producidas por las bacterias. Desde su época de in¬
terno y en su tesis de doctorado, Grancher se había dedicado al
estudio de las lesiones microscópicas de la tuberculosis pulmonar,
lo que le permitió afirmar la unidad de origen de las diferentes for¬
mas de dicha enfermedad, así como la existencia de una barrera
fibrosa en torno a ellas, que era -a su modo de ver- la manifes¬
tación morfológica del proceso de curación. 153 Parte de su trayec¬
toria, Grancher la compartió con Pasteur, siendo el encargado de
efectuar las primeras inoculaciones humanas contra la rabia; más
tarde se vinculó al trabajo científico y a la dirección del Instituto
Pasteur. Tuvo, en parte por su vigorosa filiación republicana, facetas
de higienista, al proponer, a nivel escolar, medidas para prevenir el
contagio de la tuberculosis, así como otras -simples pero eficaces-,
formación como histólogo
Grancher inoculando contra la rabia, bajo la
mirada de Pasteur
153 Grancher, J. J. De l’unité de laphthsie. París, A Parent, éd., 1873, 52 págs, Thése de
Paris, N° 50, T. 10.
147
El Profesor Enrique Pouey y su época
con la finalidad de evitar la diseminación del bacilo entre los niños
internados por esa causa en su servicio. Destacamos que Grancher,
si bien tenía experiencia en el campo histopatológico, era un clínico
con mentalidad de microbiólogo, al tiempo que un higienista. Tal
vez por estas dos últimas facetas de su personalidad médica pudo
asociarse con espíritu científico y médico a las preocupaciones de
Pasteur que, como bien sabemos, además de auténticamente cien¬
tíficas, eran también humanitarias. Quizás por lo que significaba
la personalidad de Grancher, podemos concluir que, en el seno del
Instituto Pasteur, fue un tutor de calidad excepcional para nuestros
jóvenes médicos compatriotas.
Pouey y de Salterain refieren un hecho interesante que sienta un
precedente en los intentos de diagnóstico de rabia en Montevideo
mediante procedimientos de laboratorio, una experiencia vivida en
su época de estudiantes; se trata “del caso de una mordedura ocurrida
en 1883 en la villa de Guadalupe[ Canelones] que culmina con su
muerte ’. Los Alumnos internos del Hospital de Caridad, aunando el
viejo método anatomo-clínico por medio del estudio autópsico con
el método microbiológico, efectuaron.
“[...] una traqueotomía en el cadáver, introduciendo luego
en la tráqriea una esponja munida de una sonda, a fin de poder
extraer las mucosidades bronquiales. Poco después, inyectaron las
mucosidades bronquiales en los abdómenes de dos conejos. Lo mis¬
mo [hicimos] con la sangre recogida en los mismos animales veri¬
ficamos dos inoculaciones. La sangre de la enfermita es observada
al microscopio. Los glóbulos no están deformados. Se notan algunos
micrococcus, pero escasos y ninguno caracterizado. En el líquido
que llenaba la tráquea y que era de color verdoso, células epitélicas,
cilindricas con pestañas vibrátiles y poliédricas [...]”.
Prosigue el informe:
“¿Cómo no debimos sentirnos electrizados, Excmo. Sr., cuando
llegó a nuestros oídos que la Academia de París, en acto público se
ocuparía del tratamiento de la rabia instituido por Pasteur?
148
Ricardo Pou Ferrari
Abandonándolo todo, acudimos al llamado y emocionados es¬
cuchamos la palabra autorizada del venerable anciano que, enri¬
queciendo el tesón de los conocimientos humanos, ha dedicado los
últimos años de una vida gloriosa y honrada, al tratamiento de la
rabia. Las sencillas, pero elocuentes palabras, pronunciadas en se¬
mejante acto por el presidente de aquel centro científico, dicen mu¬
cho más que los comentarios que nosotros pudiéramos agregar: “Los
aplausos con que ha sido acogida la comunicación del Mr. Pasteur,
demuestran elocuentemente nuestra admiración por el inmenso be¬
neficio con que ha dotado a la humanidad. Yo no quiero hablar
del reconocimiento de la Academia para con el ilustre sabio que de
tal manera ha acrecentado la gloria de Francia, pues que para ello
tendría que hablar, no en nombre de nuestra asociación, sino en el
de la humanidad entera.
El interés, de actualidad, de nuestro trabajo parece sobrada¬
mente explicado. Los medios que pusimos en práctica para llegar,
entre los primeros, hasta Mr. Pasteur, los solicitamos del Ministro
Residente Coronel Don Juan José Díaz [1839-1902], quien con
amabilidad exquisita, nos facilitó una nota de introducción, llena
de términos lisonjeros. Cumplimos, pues elevar hasta VE. la expre¬
sión de nuestro agradecimiento.
En posesión de ese oficio, días después, y no sin emoción, nos
dábamos cita en el laboratorio de Mr. Pasteur, para asistir a sus
experiencias y si grande, Excmo. Sr., había sido nuestra admiración
por tan eminente sabio, mayor fue nuestro entusiasmo al mirarle de
cerca, que por su modestia y afabilidad, como por su benevolencia
para con los pobres enfermos, impone su superioridad a todos los
que le rodean. Laboratorio y aparatos, procedimientos y experien¬
cias, todo fue sometido a nuestra observación durante los días que
allí transcurrieron, su buena voluntad tan sincera, fue más que
nunca, quisiéramos que nuestra palabra tuviera algtma autoridad
para poder significar nuestro íntimo reconocimiento [...] Mayo 31,
1886”.
En esta memoria, los autores hacen una pormenorizada des¬
cripción del procedimiento de preparación de la vacuna, así como
de las circunstancias que condujeron a Pasteur a efectuar las prime¬
ras inoculaciones en humanos.
149
El Profesor Enrique Pouey y su época
En diciembre de 1886, los becarios elevan una ampliación del
informe previo, titulada “Modificaciones introducidas por Pasteur en
su tratamiento profiláctico de la rabia”, 154 en la que describen los
experimentos realizados por este investigador en animales, que lo
llevaron a aumentar el número y precocidad de las inoculaciones en
humanos, con respecto al momento de inicio de las manifestaciones
clínicas. Adjuntan un cuadro con 11 casos nuevos y otro de 6 ni¬
ños fallecidos “ entre los 1.700franceses vacunados, durante el período
1885-1886”
Ambos trabajos, fueron aprobados por el Ministerio de Justicia,
Culto e Instrucción Pública, luego de los informes favorables de
sendas comisiones, integradas por los ya citados Eugenio Piaggio y
Enrique Figari en el primer caso, y este último y Pedro Visca en el
segundo.
“En efecto —dicen los dos primeros— el trabajo que exami¬
namos tiene un doble alcance: 1) abordar una cuestión por de¬
más delicada, tal vez la más trascendental de la ciencia moderna,
llamando así la atención de las autoridades competentes hacia la
«magna empresa» a la cual el sabio Pasteur ha consagrado toda su
vida. Segundo, observa los hechos y procedimientos que se relacio¬
nan exclusivamente con la profilaxis de la rabia, por el llamado
procedimiento de Pasteur. Respecto a estos hechos y procedimientos
nada tenemos que agregar por ahora. Tienen la palabra los sabios
experimentadores de ambos mundos que febril actividad se ocupan
de repetir y controlar los hechos anunciados por Pasteur. Cuando el
famoso Claudio Bernard anunció al mundo científico su descubri¬
miento de la acción glucogénica del hígado, todos los laboratorios
de Europa se pusieron a la obra para verificar un hecho de trascen¬
dentales consecuencias para la fisiología y para la patología. Puede
asegurarse que a la fecha no hay laboratorio científico serio en el
cual no se repitan a porfía los experimentos de Pasteur sobre la rabia
de los conejos, perros, lobos, etc.. En Dorpath y en toda la Rusia,
en Berlín y demás centros de Alemania, en Viena y en todo el país
154 De Salterain, Joaquín y Pouey, Henri. Modificaciones introducidas por M. Pasteur en
su tratamiento profiláctico de la rabia. Montevideo, Imprenta de la Escuela Nacional
de Artes y Oficios, 1886. Bibliografía de Pouey, 1886.
150
Ricardo Pou Ferrari
de Austria, en Bélgica, en Inglaterra, en Italia, en Estados Unidos,
lo mismo que en toda la Francia, no faltan hombres competentes
para cidtivar la fecunda semilla que ha sido incubada, a costa de
una vida entera de sacrificios y privaciones, por «el menos locuaz
y más observador de los experimentadores modernos». Los diarios
anuncian que en el Janeiro y en Buenos Aires se trabaja también
en el mismo sentido y con noble entusiasmo. Casi íbamos a añadir:
¡en la facultad de Montevideo también! Porque allí no falta ni la
dedicación ni el entusiasmo para participar y contribuir a las más
nobles conquistas del humano entendimiento. Pero la verdad sea di¬
cha, Señor Decano, la dolorosa verdad. En nuestra joven Facultad
no hay ni laboratorio adecuado, ni elementos para ello”.
El informe que acabamos de transcribir del profesor de fisiolo¬
gía y del joven jefe de clínica de Pedro Visca, pone sobre el tapete, tal
vez con un espíritu de tiro por elevación al Rector Alfredo Vásquez
Acevedo, el ya serio problema de los laboratorios experimentales
en nuestra Facultad de Medicina. Creemos que en el referido ta¬
pete se empiezan a barajar las ideas y las ilusiones para crear un
laboratorio de medicina y/o higiene experimental. Probablemente
los principales protagonistas que se sientan en esta mesa fueron:
José Scoseria, condiscípulo de Pouey y de Salterain y flamante pro¬
fesor de Química Médica, hombre de laboratorio pero probable¬
mente no de investigación, más bien ideólogo organizacional en
el campo de la Higiene pública; Joaquín de Salterain, militante en
la organización de la Facultad desde su puesto de Secretario de la
misma, orientado hacia la Higiene social y a la oftalmología como
profesión particular; Enrique Pouey, joven cirujano con vocación
por los estudios microbiológicos y también abocado a “ campañas
higiénico sociales, primero en la lucha contra el Quiste Hidático y luego
del Cáncer Genital Femenino ”; 155 Juan B Morelli, joven profesor de
fisiología, con aspiraciones de experimentador, bacteriólogo y pa¬
tólogo, que en los hechos fue el principal acompañante de Scoseria
en el impulso de crear el primer Instituto de Higiene Experimental de
Montevideo ; pensamos que debe incluirse como integrante de esta
155 Pou Orfila, J. “Bosquejo biográfico del Profesor Enrique Pouey” en: Trabajos científi¬
cos del Dr. Enrique Pouey, Montevideo, 1942: 8-12.
El Profesor Enrique Pouey y su época
mesa en la que se proponen “jugar” para enfrentar serios proble¬
mas médico sociales, al estudiante recién ingresado a la Facultad,
Augusto Turenne.
De los informes enviados por Pouey de París, el último co¬
rresponde a enero de 1887 y se titula “Tratamiento de los accidentes
consecutivos al aborto” El mismo describe la conducta a seguir en
los casos de abortos completos o incompletos. Divide las situacio¬
nes clínicas de acuerdo a la etapa del embarazo en que se presentan
y consigna las consecuencias que pueden tener en forma inmediata
(hemorragia y sepsis) o alejada (lesiones del útero o anemia). Hace
una revisión de los últimos aportes bibliográficos, tanto franceses
como alemanes e ingleses. En el tratamiento y más que nada para
la prevención de las complicaciones sépticas, presenta la técnica del
“escobillón de Doléris y el curetaje propiamente dicho”. Hace especial
hincapié en el procedimiento de dilatación del cuello, en el empleo
de la “ cucharilla ” y en las precauciones antisépticas a tomar. Estas
últimas consisten en introducir los instrumentos, previamente al
acto quirúrgico, en “glicerina creosotada” , así como en efectuar una
irrigación intrauterina al final del procedimiento empleando líqui¬
do antiséptico (sublimado de mercurio al 1/2000).
Esta publicación, basada en un trabajo presentado por Doléris
ese mismo año, 157 fue inpiradora de la tesis de doctorado de Luis P.
Bottaro. 158 Con la nueva técnica se aseguraba la vacuidad del útero
luego de un aborto, que si era efectuada con máximas precauciones
antisépticas, minimizaba las consecuencias infecciosas derivadas de
la retención de restos ovulares. A partir de entonces, pasa a ser ésta
una de las intervenciones ginecológicas más frecuentemente reali¬
zadas por los especialistas, pese a que, hasta unos años antes, era
puesta en tela de juicio en algunas de las cátedras de la Facultad de
Medicina de París, como lo demuestra la sucinta historia con que
156 Pouey, E. Tratamiento de los accidentes consecutivos al aborto, Estudios Médicos. Monte¬
video, Tipografía de la Escuela Nacional de Artes y Oficios, 1889. (Ver Bibliografía de
Pouey, 1887).
157 Doléris, J. De l’endometrite et de son traitement. París, Publication des Nouvelles Ar¬
chives d’Obstétrique et Gynécologie, 1887.
158 Bottaro, Luis P. Sobre el mretaje uterino. Tesis para optar al Grado de Doctor en Me¬
dicina y Cirugía, Montevideo, 1891, 121 págs.
152
Ricardo Pou Ferrari
se abre una tesis de doctorado al respecto, publicada en 1888 por
Paul Despreaux, 159 interno y colaborador de Samuel Pozzi, quien,
al igual que Doléris, era un convencido partidario de dicho proce¬
dimiento.
En cuanto a los trabajos bacteriológicos llevados a cabo por
Pouey en París, de Salterain relata:
“Durante el mes de febrero de 1885, poco más o menos, nues¬
tro distinguido colega el Dr. N. [pensamos que puede estar refi¬
riéndose a Pouey], ocupado en estudios de bacteriología se inocidó
en el meato urinario el líquido proveniente de cultivos verificados
con el pus blenorrágico. Pocos días después quedó constituida una
verdadera blenorragia que molestó a nuestro amigo durante algún
tiempo. Qiieriendo renovar sus experiencias nos propuso, así como a
uno de nuestros jóvenes compatriotas [¿a Alfredo Navarro tal vez?]
dejarnos inocular el mismo virus con ánimo de llevar a cabo un
estudio completo de este punto interesante. La experiencia tanto de
nuestro amigo y con nosotros mismos , dio resultados completamente
negativos, sin experimentar después de la inoculación, la más míni¬
ma molestia ”. 160 [¡asombroso!]
La tesis de doctorado presentada por Pouey en París en 1888,
que es considerada en capítulo especial, versa también sobre un te¬
ma bacteriológico. Se titula Recherches sur les microbes du pus blen-
norrhagique m y muestra a las claras el interés, podríamos decir casi
el compromiso de Pouey con la microbiología, que hará de él en la
clínica, paralelamente con Arechavaleta y Morelli en el laboratorio,
uno de los paladines de la disciplina y del estudio científico de la
etiología de las enfermedades infecciosas, con repercusión sobre su
tratamiento y prevención.
159 Despreaux, Paul. Du curettage de l’utérus; indications et techniques. Thése, París, Stein-
heil, 1888, 82 págs.
160 de Salterain, J. “Contribución al estudio de la oftalmía purulenta de los recién naci¬
dos ”, en: Notas sobre cirugía. Montevideo, Tipografía de la Escuela Nacional de Artes
y Oficios 1888, pág. 52.
161 Pouey, Henri. Etudes bactériologiques sur le pus blennorrhagique\ Bibliografía de Pouey,
1888.
153
El Profesor Enrique Pouey y su época
Nos queda una duda en relación a dos cartas enviadas por de
Salterain desde París. La primera, en mayo de 1885, está dirigida al
Ministro Cuestas en los siguientes términos:
“Anisando recibo del Sr. Ministro, notificándome del decreto
del superior gobierno sobre el envío de un trabajo científico cada tres
meses, remito a VE. las adjuntas observaciones por la carencia de
tiempo y por la premura con que la referida exige inmediato cum¬
plimiento. Al mismo tiempo, Excelentísimo Señor, aprovecho esta
ocasión para adjuntar a VE. un número de Lé Progrés Médical,
en que como se verá, debido a mi humilde iniciativa, figura por
vez primera, en estos centros, nuestra Facultad de Medicina. Si el
ilustrado señor Ministro considera acertado mi proceder, no dejaré
de obrar en idéntico sentido, en el año corriente, para lo cual solici¬
taría su poderoso apoyo, a fin de que el decano, o la autoridad que
V E. juzgara, quisiera remitirme con tiempo todos los datos que se
refieren a aqtiella institución”.
En una segunda oportunidad, en febrero de 1887, Salterain
le remite otra misiva al Ministro, que ahora es el Dr. Duvimioso
Terra: “ajustándose a los términos establecidos en su petición, y que
el gobierno aprobó, el infrascripto se encontraba de lleno entregado
al esttidio de una especialidad.
No obstante, envió su trabajo que en opinión de su excelencia
el Ministro por aquel entonces Sr. Cuestas, fue juzgado de escaso o
ningún mérito, por encontrarlo de cortas dimensiones. El segtmdo
trabajo Técnica microscópica del ojo, más corto que el primero,
dolorosamente, aunque fruto de seis meses de esttidio, no tuvo los
honores de ser tomado en cuenta, lamentándolo de veras el infras¬
cripto, no por su mérito, pues no lo tenía, si no porque con él se
solicitaban datos oficiales relativos a nuestra Facultad para ampliar
los que el Progrés Médical publica hace años según nuestras indi¬
caciones. Por destinarse esa hoja científica al mundo médico entero,
creyó el infrascripto, deber aprovechar la oportunidad para hacer
conocer nuestra Escuela de medicina. El Ministerio, empero, juzgó
lo contrario, y hasta la fecha no he tenido el honor de tener con¬
testación. La tercera Memoria, en colaboración con mi ilustrado
amigo el Doctor Pouey, sobre el Tratamiento preventivo de la rabia
i54
Ricardo Pou Ferrari
tenía el mérito de la iniciativa, y los que la firmaron, el honor de
contarse entre los primeros médicos extranjeros, que se acercaron
a Mr. Pasteur. El Gobierno así lo comprendió y el informe de los
distinguidos colegas Figari y Piaggio, colmó nuestras esperazas. La
cuarta, en colaboración también, y corolario de la tercera, por tra¬
tarse del mismo asunto, acabamos de enviarla al Ministerio, no
sin antes recibir una amarga queja por nuestra dilación en nuestro
envío del trabajo ”.
Y podemos expresar nuestra reflexión en los términos siguien¬
tes: en las delicadas relaciones que los miembros de la Facultad de
Medicina, fueran profesores o estudiantes, sostuvieron con las au¬
toridades del período militarista, las manifestaciones de Joaquín de
Salterain dejan entrever su lucidez y comprensión del sutil terreno
en que se estaba moviendo y sin dejar de reconocer el privilegio
de que era acreedor, lo mismo que sus colegas becados, no renun¬
cia a marcar los reclamos que la Universidad debía expresarle al
Gobierno, ya fuera en aspectos nimios o circunstanciales, así como
también en lo científico. Creemos además ver un reclamo en el
relato de los hechos sobre la solicitud de datos a las autoridades
universitarias, no atendida por las mismas, los que hubieran sido
remitidos a la revista Progrés Médical, que era una publicación em¬
blemática del republicanismo médico universitario de París.
155
Capítulo XII
1888
Tesis de Doctorado de París*
L a última de las contribuciones bibliográficas referidas a la
investigación microbiológica es presentada por Pouey en
1888 ante la Facultad de Medicina de París, como Tesis de
doctorado y se titula Recherches sur le pus blennorrhagique.
Como solía ocurrir con este tipo de trabajos emanados de la pres¬
tigiosa institución, el que comentamos es citado en varias publica¬
ciones sobre el particular y en los catálogos científico-médicos de la
época, especialmente alemanes, en que se reseñaban las contribu¬
ciones más notorias aparecidas en determinado período.
Hemos consultado el ejemplar original existente en la
Bibliothéque Interuniversitaire de la Santé de la Facultad de Medicina
de París, cuya carátula reproducimos.
157
El Profesor Enrique Pouey y su época
FACULTÉ DÉ MÉDECINE DE PARIS
* “*■ THÉSE N '_. í
PODR
LE DOCTORAT EN MÉDECINE
Prisentée tt toutenue le 28 Juin 1888, á 1 heure
Par Hbnri POUEY ^
Aaatw <• l^Ul U CU*iU U
N9 k MonUridM (üru|n«jr), l« 8 M»ra 1959 7>í
RBCHBRCHES
SOR LtS
PrMdtnt: M. DUPLAY, fnfmimr.
Jugn . | FERNET, prc/íwnr.
* I BOUILLY, SCHWARTZ, agrigU.
Le Candida/ répondra aur questions qui lui seront faites tur les diversei
par lies de Censeignement médica/.
PARIS
A. PARENT, 1MPR1MKUR DE LA FACULTE DE MEDECINE
A. DAVY, succeMeor.
51, rl'i Madavk ai «ot COKimit, 3
1888
Carátula de la Tesis de París, 1888.
A primera vista, la tesis parece demasiado básica para las exi¬
gencias -al menos formales- que se requerían para esta categoría
de trabajos. Sin embargo, la sencillez y brevedad de su presentación
forma parte del estilo que el autor mantendrá a lo largo de toda la
trayectoria científica, reflejando su modalidad modesta y desintere¬
sada frente a los reconocimientos, a la vez que estrictamente apega¬
da a la observación veraz, cuidadosa de no caer en generalizaciones
apresuradas y en juicios poco fundados. Esta tesis tiene, en efecto,
la particularidad de omitir el preámbulo -donde habitualmente se
definía la hipótesis y el estado actual de la cuestión, así como las
citas bibliográficas- y hasta las conclusiones finales, secciones que
formaban parte infaltable de las publicaciones de este género.
158
Ricardo Pou Ferrari
Debemos detenernos en los referentes a los que el autor men¬
ciona como mentores y hacernos una idea de la categoría de quienes
juzgaron la tesis y la importancia clínico-bacteriológica del tema
que aborda. El trabajo está dedicado al Decano de la Facultad de
Medicina, Paul Camille Hyppolite Brouardel (1837-1908), figura
de gran destaque en el campo de la Medicina legal, abanderado de
la causa de la Higiene, en aspectos tales como las enfermedades ve¬
néreas, el alcoholismo, el abuso de los niños, etc.
Paul Camille Hyppolite Brouardel (1837- Fotinos Panas
1908). (1831-1903).
Pouey agradece al profesor Fotinos Panas (1831-1903), discí¬
pulo de Nélaton, precursor de la ovariotomía, listeriano de la prime¬
ra hora e inicialmente asiduo colaborador de Pasteur, más conocido
por su valioso aporte a la cirugía oftalmológica. Se supone que su
vinculación con el tema de la tesis tiene que ver con la Opbtalmia ,
frecuente consecuencia de la infección gonocócica. Finalmente, re¬
conoce su deuda intelectual para con Emmanuel Simón Duplay
(1834-1924), presidente del tribunal de tesis, entonces profesor de
Patología quirúrgica, luego de Clínica quirúrgica, fundador de la
Liga contra el cáncer , autor de un Traité de chirurgie en colaboración
159
El Profesor Enrique Pouey y su época
con Paul Reclus (1847-1914) y de otro libro titulado Les tumeurs,
en el que propone la etiología bacteriana del cáncer y la posibilidad
de su contagio; 162 hay una enfermedad asociada con su nombre: la
bursitis subacromial y subdeltoidea.
Emmanuel Simón Duplay (1834-1924).
Al igual de lo que sucederá más tarde cuando Pouey elija y
aborde temas ginecológicos, el de esta tesis es de la mayor trascen¬
dencia clínica, médico social, higiénica y científico experimental.
Hacia la última fase del siglo XIX, la bacteriología, lo mismo
que la fisiopatología, constituye uno de los campos de mayor acti¬
vidad en el laboratorio experimental y donde se alcanzan sus más
notables logros. Por otra parte, las enfermedades venéreas, junto a la
162 Karamanous, M; Agapitos, E; Androistsos, G. Simón Emmanuel Duplays (1836-
1924) essay on cáncer contagión. One. Rev. Springer Publishing Company Int., 2011,
41 (2): 90-98.
160
Ricardo Pou Ferrari
tuberculosis, eran un desafío para las ciencias médicas del momen¬
to, tanto a nivel individual como social. Luego se sumará el cáncer,
que dominará el imaginario colectivo y será foco de atención de
científicos y médicos, entre ellos el propio Pouey.
En lo que a las enfermedades infecciosas se refiere, la Nación-
Estado , que es la forma política por excelencia de este perío¬
do histórico, es la encargada, a través de organismos reguladores
(Asistencia Pública, Ministerios de Salud Pública, Juntas, Consejos,
Comisiones), de hacer efectivas las estrategias para el control de
las enfermedades a través del diagnóstico y tratamiento, precoz y
eficaz.
Las medidas sanitarias frente a la blenorragia están íntimamen¬
te vinculadas con otras de la higiene referidas a la prostitución, que
en ese mundo Victoriano de doble moral, es vista, al mismo tiempo,
como una “ lacra sociad y como un “ mal necesario ’ para encauzar la
“impostergable necesidad de saciar el apetito sexual” (de los varones).
En los organismos de contralor antes citados, existen departamen¬
tos encargados de hacer el examen periódico de las meretrices y hos¬
pitalizar a las que tengan estas infecciones hasta que, completado el
tratamiento, dejen de constituir un “ peligro saciad.
En París, en la década de 1880, había dos instituciones desti¬
nadas a pacientes portadores de enfermedades venéreas, el Hópital
du Midi para varones y el Hópital de Lourcine para mujeres. Tenían
las características de asilos o lazaretos, donde los enfermos perma¬
necían largos períodos con la finalidad de aislarlos de la sociedad
y evitar la propagación de sus males. A esto se sumaba el estigma
social de que eran objeto, muy especialmente las mujeres, consi¬
deradas prostitutas por el sólo hecho de estar internadas en esos
“espacios de las enfermedades pecaminosas ”. Tal era el grado de aisla¬
miento, que las reglamentaciones disponían una estricta restricción
de las visitas y la Facultad de Medicina prohibía a los estudiantes
realizar allí sus prácticas. Si tomamos como ejemplo el hospital de
Lourcine, recién en 1880 se estableció una Clinique Gynécologique et
Syphilographique, dependiente de la Assistance Publique, que estuvo
a cargo de Louis Martineau (1836-1888), quien inició investiga-
El Profesor Enrique Pouey y su época
dones microbiológicas sobre blenorragia femenina en colaboradón
con Gouguel, que efectuaba los experimentos en el laboratorio de
Pasteur. En 1884, Martineau dictó el primer curso universitario
en torno a este tema, que incluyó varios del dominio de la gineco¬
logía, cuya versión es recogida por sus internos y publicada al año
siguiente bajo el título de Legons cliniques sur la Blennorrhagie chez
la femme. l6i En el mismo ámbito hospitalario actuó Samuel Pozzi,
según ya hemos visto.
Los ginecólogos ocuparon un lugar primordial en el diagnósti¬
co y tratamiento de las enfermedades venéreas, así como en la reali¬
zación de investigaciones epidemiológicas. En este sentido, es muy
elocuente la colección de historias de gonorrea femenina , realizada
por el cirujano Alphonse Guérin en su libro Maladies des organes
génitaux externes, 16 ^ de 1864, donde presenta los casos como si fue¬
ran escenas de la vida cotidiana de sus enfermos, muy ilustrativas
acerca de la conducta sexual de la burguesía, tan bien reflejada, por
otra parte, en la obra de escritores de la talla de Emile Zola (1840-
1902).
En manos de los ginecólogos estuvo en un principio el trata¬
miento de la gonococia con los pocos recursos médicos y quirúrgi¬
cos existentes. La cirugía de las supuraciones pélvicas de la mujer
fue un tema de especial interés en los Congresos de Obstetricia y
Ginecología hasta comienzos del ‘900, por su frecuencia y compli¬
caciones alejadas, como por ejemplo los embarazos ectópicos. Otra
razón para justificar su tratamiento quirúrgico era eliminar focos
residuales o crónicos de infección, causantes de malestares y respon¬
sables de contagios repetidos. Con esa finalidad, Pouey ideó su téc¬
nica del “ vaciamiento conoideo del cuello uterino” para el tratamiento
de las “metritis cervicales crónicas”.
Si el ginecólogo era además quien asistía los partos, a las an¬
teriores preocupaciones se sumaba la de prevenir y diagnosticar la
blenorragia en la madre -antes y durante el embarazo- así como
163 Martineau, Louis. Legons cliniques sur la Blennorrhagie chez la femme. París, Adrien
Delahaye et Emile Lecrosnier, Ed., 1885, 232 págs.
164 Guérin, Alphonse. Maladies des organes génitaux externes. París, Martinet Ed., 1864,
519 págs.
162
Ricardo Pou Ferrari
en el recién nacido. Por ejemplo, consignamos la importancia del
empleo rutinario de una instilación de nitrato de plata en los ojos
de los recién nacidos para evitar la ophtalmia neonatorum, procedi¬
miento conocido como “ método de Credé”, en memoria de quien lo
propuso en 1881, el obstetra de Leipzig, Cari Sigmund Franz Credé
(1819-1892).
Era habitual que cirujanos, obstetras y ginecólogos, concurrie¬
ran a congresos de sifilografía y dermatología e incluyeran temas
relacionados en sus propias reuniones. También incorporaban a si-
filógrafos en sus equipos, como fue el caso de Pouey, que contó en¬
tre sus colaboradores, a partir de 1905, a Juan Antonio Rodríguez
(1873-1921), uno de los más destacados sifilógrafos uruguayos.
El paso previo indispensable para prevenir y tratar cualquier
enfermedad es diagnosticarla. Con las nuevas armas de la micro¬
biología, las enfermedades que -como la blenorragia- reunían las
condiciones propias de las infecto-contagiosas (“virulentas” en el
lenguaje de la época), fueron objeto de estudio cuidadoso. En un
comienzo, se ponía en tela de juicio que la gonorrea fuera una en¬
tidad nosológica especial y se la consideraba sólo un “ catarro ” de
la membrana mucosa, simple reacción frente a agentes irritantes
diversos. Tampoco se la distinguía de la sífilis. Alfred Donné (1801-
1878) planteó que el agente causal era un protozoario. 165 Félix Pierre
Jousseaume (1835-1921), por su parte, atribuyó la enfermedad a la
presencia de un alga, a la que denominó “ genitalia” en su trabajo
“Parasite végétale, cause de la blennorrbagie”, incluido en su tesis de
doctorado. 166 J. H. Salisbury, en 1868, relacionó las enfermedades
venéreas con agentes que incluyó dentro de las criptógamas con las
designaciones de Crypta syphilitica y C. gonorrboea, los que bien ca¬
racterizó como esporas, agrupadas de a dos o de a cuatro elementos
o en forma de filamentos. 167 Finalmente, otros autores -entre los
165 Donné, A. Recherches microscopiqiies sur la nature du mucus et de la matiére des diverses
écoulements des divers organes génito urinaires chez l'homme et chez la femme\ description
des nouveaux animalcules décoiwertes. París, l’auteur, 1837, 70 págs + 1 pl..
166 Jousseaume, F. P. Le végétaux parasites de l’homme. París Imp. Rignaoux, 1862, 72
págs. + 2 lám.
167 Es un hecho bien conocido que Salisbury en un período anterior a las coloraciones
microbiológicas, reconoció el gonococo, especialmente dentro de las células epitelia-
163
El Profesor Enrique Pouey y su época
que puede incluirse a Pouey- consideraban que podía haber más de
un agente microbiano responsable de la blenorragia o bien que al¬
guno de ellos adoptara formas variables, que se correlacionaban con
diferentes etapas de la evolución o formas clínicas de la enferme¬
dad. En 1879, Albert Neisser (1855-1916), asistente en el servicio
de dermatología de Breslau, individualizó un microorganismo, más
tarde conocido como Neisseria gonorrhae, en el pus de pacientes con
uretritis blenorrágica, al que por sus peculiares características mor¬
fológicas y tintoriales consideró el agente de la enfermedad. Pero si
bien el mismo era fácilmente cultivable, al ser inoculado en anima¬
les de experimentación no inducía la aparición de lesiones similares
a las de la enfermedad humana, por lo que no cumplía con el tercer
postulado de Koch y, en consecuencia, no podía aseverarse estricta¬
mente su relación causal específica con la blenorragia. Por eso, las
investigaciones sobre el asunto siguieron teniendo especial vigencia
y continuaron publicándose trabajos al respecto en años siguientes.
En esta corriente es que Pouey llevó a cabo su investigación, en el
laboratorio anexo a la Clínica de Partos, bajo la dirección de Doléris,
inspirado por algunos trabajos contemporáneos.
Ciñéndonos al comentario de la tesis de París, la misma no difie¬
re demasiado de los informes previamente enviados a Montevideo,
de acuerdo a lo dispuesto por las autoridades gubernamentales. Las
experiencias consignadas habían sido efectuadas entre el segundo
semestre de 1884 y octubre de 1886. Describe primero la metodo¬
logía, conocida en los medios científicos del hemisferio norte, pero
probablemente novedosa en el incipiente núcleo de bacteriólogos
de Montevideo. Sin embargo, la descripción de Pouey tiene el valor
de haber sido realizada por el propio autor, quien demuestra con
esta publicación que, en poco tiempo (si se considera como criterio
de comparación la tesis de Montevideo, cuatro años anterior) había
adquirido los conocimientos y habilidades para llevar a cabo perso¬
nalmente los experimentos.
Las muestras de pus blenorrágico empleadas por Pouey en
sus experimentos procedían de enfermos de distintos servicios pa¬
les de la secreción muco purulenta uretral, pero no los pudo identificar como tales.
Cf. Norris, 1913.
164
Ricardo Pou Ferrari
risinos, a los que tenía acceso por intermedio de los Practicantes
internos , cuyos nombres consigna especialmente (Marcel-Urbain
Crivelli [1859-1948], en el Hópital du Midi y Léonard Marie
Luden Jacquet [1860-1914], perteneciente al servicio de Ernest
Henri Besnier [1831-1909]).
Utiliza el instrumental y los procedimientos emanados de la
escuela de Louis Pasteur, transmitidos a través de Doléris, así como
de las clases de Emile Duclaux.
El medio de cultivo utilizado es generalmente caldo de car¬
ne alcalino; sólo en casos excepcionales emplea medios sólidos, de
agar-agar y gelatina, que eran los propios de la escuela de Berlín.
Para el primer tipo de experiencias, usa los balones de Pasteur; para
los últimos, tubos de ensayo. Este material de vidrio es esterilizado
previamente por medio del calor, manteniéndolo en la estufa a 140
grados por espacio de dos horas. Sistemáticamente comprueba si
el procedimiento ha sido eficaz, por la observación prolongada de
algunos de estos balones y tubos no sembrados y mantenidos en la
estufa de cultivo a 35 grados, los que -de ser estériles- deben per¬
manecer tan transparentes como al principio. En la realización de
las distintas manipulaciones, también toma precauciones asépticas,
como el flambeado de los cuellos de balones y tubos y de los instru¬
mentos. Destacamos aquí que la asepsia se incorporó como práctica
habitual en el laboratorio de investigación mucho antes que en el
quirófano, donde por entonces predominaba la antisepsia.
El microscopio utilizado es de buen aumento (1000 X), segu¬
ramente con inmersión y provisto de la fuente de iluminación de
Abbe. Describe la presencia de los gonococos, tanto en el material
directamente obtenido de los enfermos como en muestras tomadas
de los cultivos, en fresco o luego de desecarlos y teñirlos con azul
de metileno o violeta de genciana. Para preservar las preparaciones,
a fin de su eventual utilización posterior, recurre al bálsamo del
Canadá. El autor refiere su preferencia personal por la observación
en fresco, que le ofrece la posibilidad de ver los “movimientos” de
las bacterias, espontáneos o inducidos por el balanceo del portaob-
165
El Profesor Enrique Pouey y su época
jeto. Describe con exactitud la forma, el tamaño, el tipo de agolpa¬
miento y la ubicación extra e intra celular de los microorganismos.
Es de destacar que Pouey identifica el gonococo con exactitud,
según las características clásicamente descritas, pero también otra
variedad de bacterias, de mayor tamaño y de forma cúbica, junto a
otras no pertenecientes al tipo del gonococo. Vinculando las carac¬
terísticas microscópicas con los hechos de la clínica (formas agudas
o crónicas de la blenorragia; capacidad de contagio por medio de
inoculación en humanos) y con el número de repiques previos al
cultivo a que pertenece la toma, el autor supone que la primera mo¬
dalidad morfológica corresponde a cepas más virulentas, que más
tarde se debilitan y cambian de aspecto, evolucionando hacia las del
segundo tipo; este proceso sería -en su opinión- reversible. Justifica
la presencia de microorganismos ajenos a la especie Neisseria gono-
rrbaea por la competencia entre ellos, mecanismo por el que éste
último perdería su virulencia.
Son de interés los comentarios realizados a propósito de los
cultivos. La mayor velocidad con que el medio de cultivo se torna
turbio está en relación directa con la virulencia del gérmen. Hace
la experiencia siguiente: agrega al medio de cultivo concentracio¬
nes crecientes de bicloruro de mercurio -antiséptico empleado para
el tratamiento de la blenorragias en la clínica-, comprobando que
más allá de una dilución de 1 en 20.000, el producto inhibe la
aparición del aspecto turbio en el contenido de los balones, donde
tampoco observa diplococcus con el microscopio. Cuando este mis¬
mo material se inocula en el único de los voluntarios humanos que
había desarrollado la enfermedad en una experiencia previa, este no
presenta manifestación clínica alguna.
Hace mención a inoculaciones uretrales que ha realizado en seis
voluntarios humanos, de los que sólo uno contrajo la enfermedad,
aún cuando el material pertenecía a un cultivo que, luego de ser
repicado varias veces, debido a defectos en el funcionamiento de la
estufa, había permanecido algunos días a la temperatura ambiente
del laboratorio (¡5 grados centígrados!) y más tarde cierto tiempo a
41 grados. De ello deduce que probablemente la bacteria es poco
1 66
Ricardo Pou Ferrari
sensible a la acción del calor. Refiere que cuando el cuadro clínico
de la blenorragia se hizo muy notorio en el voluntario, lo trató con
irrigaciones uretrales de bicloruro de mercurio, procedimiento que
lo “curó” en pocos días. Seguramente esta confianza en la definitiva
desaparición de los síntomas y con ellos de las complicaciones a
largo plazo, hacía menos cuestionable éticamente el procedimiento
experimental. De Salterain refiere que Pouey realizó un ensayo de
autoinoculación; muchos clínicos y patólogos, antes y después del
trabajo que comentamos, recurrieron a éste recurso. El caso más no¬
torio es el de John Hunter (1728-1793), autor de un tratado sobre
enfermedades venéreas, famoso en su época. En 1757, se inoculó
en el pene, utilizando una lanceta, pus proveniente de un enfermo
con blenorragia. El propósito del experimento era saber si ésta y la
sífilis eran una misma enfermedad; llegó a una conclusión negativa,
puesto que desarrolló un chancro luético. Debido a la autoridad
del investigador, durante muchos años fue esta hipótesis unicista
la que prevaleció. En Francia, contemporáneamente con Pouey, se
efectuaron inoculaciones de muco-pus en la uretra de una paciente
que consultó en el hospital de Lourcine por trastornos miccionales
que se atribuían a un cuadro de histeria. Los investigadores alema¬
nes también habían llevado a cabo ensayos en enfermos terminales,
así como en estudiantes de medicina voluntarios sanos. En algunas
publicaciones incluso se refiere la instilación del material purulento
en los ojos de niños, ocasionándoles la consiguiente oftalmía.
De las observaciones previas, Pouey concluye que el contagio,
lejos de ser una constante, requiere, por un lado, cierto “volumen
de pus infectado” y por otro, suficiente “virulencia” del gérmen. Esta
última puede atenuarse en forma espontánea o por el agregado de
sublimado de mercurio. Nuestro joven y novel experimentador
relaciona esta disminución del efecto “con la forma cúbica que el
microbio presentaba en los cultivos”. m No toma en consideración
el « terreno» individual, ni -como es de esperar si se considera que
este trabajo precede en diez años las investigaciones de Emil von
168 Existía tendencia, también observable en otros trabajos bacteriológicos de la época, a
vincular la morfología microbiana con la evolución clínica de la infección. Cf: Dolé-
ris, Jacques A. Emdes sur la fiévrepuerperale.Vaxís, Thése, 1880.
167
El Profesor Enrique Pouey y su época
Behring sobre “inmunidad'—, la reacción de defensa que la inocu¬
lación podría suscitar.
Lo que se desprende de la lectura de la tesis es que su autor
considera que la blenorragia puede ser producida por varios agentes
microbianos, incluyendo, entre otros, al gonococo de Neisser.
La única cita bibliográfica, con excepción de las menciones que
hace de Pasteur y Duclaux, es la referente a un trabajo de John
Tyndall (1820-1893), al que ya había hecho alusión en la tesis de
Montevideo. Brillan por su ausencia las fichas de los investigado¬
res franceses y alemanes, que tanto habían aportado ya entonces
al asunto, en calidad y cantidad, empezando por las del propio
Neisser.
En la tesis, hay indudablemente una tendencia a investigar y je¬
rarquizar los hallazgos en función de su significación clínica. Pouey
afirma que sólo tienen sentido las investigaciones que den por resul¬
tado alguna consecuencia terapéutica. Concretamente, refiriéndose
a la inoculación que indujo la enfermedad en uno de los volunta¬
rios, afirma: “Sin embargo, no hemos considerado útil, publicar esos re¬
sultados, porque siempre hemos pensado que este tipo de investigaciones
no son interesantes más que si conducen a un objetivo terapéutico ".
A continuación destaca la significación científica de sus hallaz¬
gos y el proyecto de continuar su investigación: “Esta experiencia era
para nosotros la demostración de la influencia patogénica del microbio
del pus blenorrágico; la consideraríamos como el primer paso de un es¬
tudio que teníamos el deseo de continuar, estudio de las condiciones de
existencia de los organismos blenorrágicos”.
Especial mención debemos hacer a las dos referencias que
Pouey hace a su “livre d’observations”, del que no tenemos otra do¬
cumentación, que debería ser en un todo similar al que llevaban
los investigadores a modo de bitácora y que seguramente era una
rutina que el joven médico aprendió a su ingreso al laboratorio de
la Clínica de Partos.
168
Ricardo Pou Ferrari
A lo largo de la tesis, el autor es muy cuidadoso en deslindar sus
observaciones ya sea en el campo científico como, según lo estable¬
ce específicamente, desde el punto de vista médico legal.
Muy interesantes son las escuetas reseñas de las experiencias
llevadas a cabo conjuntamente con de Salterain sobre bacteriología
de las lágrimas humanas.
A efectos de ubicar cronológicamente el aporte de Pouey, refe¬
riremos con cierto detalle la bibliografía en ese momento al respec¬
to.
No fue hasta la obra del cirujano y venereólogo francés Phillippe
Ricord (1800-1889), entre 1831 y 1837, tiempo en el que se había
consolidado absolutamente la medicina anatomo-clínica y, a su vez,
en el que comenzaba la medicina experimental, que la diferencia
entre gonorrea y sífilis se fue dilucidando. Dicho autor efectuó más
de 650 inoculaciones de pus gonorreico, sin observar un sólo caso
de sífilis, mientras comprobó que el material de una úlcera uretral
luética determinaba la aparición de otra similar.
En 1857, el cirujano francés Gustave-Louis-Richard Bernutz
(1819-1887) y su discípulo Jean-Ernest Goupil (1829-1864), re¬
portaron casos de infección blenorrágica de los anexos uterinos y el
peritoneo pélvico.
En 1872, Emil Noeggerath (1827-1895), médico alemán radi¬
cado en Nueva York, publicó su conocido trabajo sobre “ blenorragia
latente”. Allí establece que: “De cien mujeres casadas con hombres con
antecedente de gonorrea, aparentemente curada, tan sólo diez permane¬
cen sanas, el resto sufre de algún padecimiento” . Respecto a la difusión
ascendente de la infección, señala las perimetritis agudas, recurren¬
tes o crónicas, así como las ooforitis, que aparecen con posterioridad
a las lesiones del aparato genital inferior. Agrega: “Una mujer que
en cierto momento sufre gonorrea, debe esperar luego de un período
variable, un ataque de peritonitis”. También destaca la frecuencia de
esterilidad, lo mismo que de sepsis post parto, como consecuencias
169
El Profesor Enrique Pouey y su época
alejadas de la gonorrea. Como escribió Ernst Bumm (1858-1925),
Noeggerath fue más afortunado que Ignaz Semmelweis, ya que vi¬
vió lo suficiente para asistir a la confirmación de sus observaciones.
Sobre el problema del contagio de la gonococcia en las mujeres por
relaciones sexuales con portadores sanos, Pouey presentará una bre¬
ve pero tajante comunicación al II Congreso Médico Nacional, en
1921, síntesis de una conferencia que dictó en 1917 en la Sociedad
de Medicina de Montevideo..
A comienzos de 1872, el botánico y patólogo Ernst Hallier
(1831-1904) reportó el hallazgo de un micrococo (Coniotbesium
gonorrhoicum ) en el pus gonorreico.
Como ya expusimos, en julio de 1879, aparece la contribución
fundamental del dermato sifilógrafo Albert Neisser. Entre esta fe¬
cha y 1886, la bibliografía sobre la etiología microbiana de la go¬
norrea es tan copiosa que Bumm 169 encuentra 52 contribuciones.
Las publicaciones continúan desde ese momento sin interrupción,
hasta los magistrales trabajos del propio Bumm primero (1885) y
de Ernst Wertheim (1864-1920) después (1892).
Como era de esperar, no todas las aseveraciones de Neisser fue¬
ron inmediatamente aceptadas; aún en 1890 existían considerables
dudas en la mente de muchos investigadores con respecto al papel
del gonococo en la producción de la gonorrea, que por otra parte
están latentes en la tesis de Pouey.
Nos importa señalar las fichas bibliográficas francesas referi¬
das al tema de la tesis, anteriores y coincidentes con la misma, las
que probablemente fueron consultadas y alguna de las cuales pu¬
do inspirar ciertos experimentos. Ninguna de ellas aparece citada
en su trabajo. Destacamos la tesis de P. Arnaud sobre endometritis
en la blenorragia, de 1884. 170 Muy especialmente, la de Georges
169 Bumm E. Beitdz. Kenntniss. Gonococcus, Wiesbaden, 1885 ; Der Mikroorganismus
d. Gonorroidschen Scleinhaut-Erkrankungen, Gonococcus Neisser, seg. Ed. Wiesbaden,
Bergmann, 1887.
170 Arnaud, P. Contribution a l’étude de l’endometrites dans la blennorrhagie. París, Thése
de París, 1884, Tome 1, N a 155
170
Ricardo Pou Ferrari
Chameron, 171 del mismo año, quien estudia el tratamiento de esta
infección, que el autor supone es producida por un parásito, por
medio de inyecciones de bicloruro de mercurio a la dilución que
más tarde Pouey utilizó en sus experiencias de laboratorio. De gran
interés son las ya citadas lecciones clínicas sobre la blenorragia fe¬
menina, dictadas por Martineau en 1885. Igualmente, los trabajos
de Luden Jacquet, de un carácter más dermatológico, correspon¬
dientes a los años 1886 y 1888. 172 Finalmente, el de Marcel Crivelli,
al igual que el anterior, amigo de Pouey, que en 1886 publicó su
tesis sobre naturaleza y tratamiento de la blenorragia. 173
Con referencia a la terapéutica empleada en 1888, pero que no
entra en los objetivos de la tesis de Pouey, se dividía en: 1) medidas
higiénico dietéticas y 2) medicamentosas, especialmente tópicas.
Entre éstas últimas, se empleaban principalmente: A) los astringen¬
tes (acetato de plomo al 2 por ciento; sulfato de zinc al 2 por mil;
permanganato de potasio, al 0,05 por 150; el alumbre, el bórax, el
tanino, al 3 o 5 por mil; el subnitrato de bismuto, del medio al uno
por ciento; el sulfuro de cadmio al 1 por mil; el sulfato de cobre,
etc.) y B) los desinfectantes , aún en forma preventiva (inyección ure¬
tral de nitrato de plata al 1/30, en 15 a 25 aplicaciones; cloroformo,
agua de cal, bálsamo de copaiba). Eran varios los aparatos diseñados
para poder efectuar una aplicación más o menos profunda de los
productos. C) Entre los balsámicos , cabe citar los de copaiba, de
Tolú, del Perú, etc., administrados por vía oral en forma de gotas.
También se usaron pomadas extendidas sobre bujías o suposito¬
rios; candelillas medicamentosas compuestas por manteca de cacao,
gelatina o glicerina, que se introducían directamente en la uretra.
171 Chameron, Georges. Du traitement de la blennorrhagie considéré comme affection pa-
rasitairepar les injections au bichlorure de mercare d 1/20.000’, Thése, París, 1884, A.
Parent, Imp. de la Faculté de Médecine, A Davy, Succ., 82 págs.
172 Jacquet, Lucien. Des érythémes papuleux fessiers post-érosifs, París, Steinheil, 1886, 19
págs., in 8 a .
. Des syphiloides post-érosives. Etnde de pathologie infantile. París, Steinheil,
1888, in 4°,42 págs. Thése París, 1887-1888, N° 358.
173 Crivelli, Marcel Urbain. Nature et traitement de la blennorrhagie , París, Steinheil,
1886, 146 págs. (Thése de Paris, 1886-1887, Tome 5, N° 14).
El Profesor Enrique Pouey y su época
Otros recursos eran las insuflaciones de medicamentos en pol¬
vo, mediante el uso de balones. 174
Como resumen de lo que hemos expuesto sobre la tesis de París
de Enrique Pouey, podemos enunciar las siguientes conclusiones:
1) Esta tesis corresponde a la redacción de un informe acer¬
ca de un trabajo científico experimental elaborado por un
clínico, con propósitos más que nada diagnósticos y tera¬
péuticos. Demuestra que el autor había adquirido conoci¬
mientos y habilidades como investigador en un laborato¬
rio de patología microbiológica, que serían útiles para sí
mismo o para transmitirlos a sus futuros alumnos y hacer
de algunos de ellos auténticos microbiólogos.
2) Su tema era uno de los problemas científicos en pleno tra¬
bajo de investigación en muchos laboratorios, clínicas e
institutos, no obstante lo cual recién comenzaban a vis¬
lumbrarse concepciones más o menos certeras al respecto.
3) La gonorrea era un problema médico social, que quedaba
englobado en la Higiene, pública y privada o individual.
4) Las observaciones microscópicas, así como los cultivos,
permiten al autor corroborar la presencia del diplococo, ya
descrito con anterioridad, aunque describe además otras
morfologías (algunas de las cuales interpreta como de va¬
riantes vinculadas con la virulencia del gérmen) y también
otros gérmenes distintos.
5) Son de destacar las conclusiones acerca de las diluciones
progresivas de los antisépticos incorporadas al líquido de
cultivo, que, a partir de cierto grado, inhiben el crecimien¬
to de diplococos en los cultivos.
174 Cf. Grunfeld (Viena, sifilografía)'. “Blenorragia”, en: Eulenburg, A. (direc.) Dicciona¬
rio enciclopédico de medicina y cirugía prácticas , Madrid, 1886 pags. 83-100 y Rollet,
J / Beaugrand, E. Blennorrhagie I “Bibliographie”, en Dechambre, A. Dictionnaire
Encyplopédique des Sciences Médicales, París, Masson,1868, T. IX: 638-699.
172
Ricardo Pou Ferrari
6) Reproduce las experiencias de inoculación en humanos sa¬
nos, ya efectuadas por otros investigadores, único modo
de lograr reproducir la enfermedad; con ellas logra sólo un
caso positivo sobre seis.
7) Llama la atención la ausencia de una hipótesis de trabajo,
ya que la tesis consiste en la simple descripción de proce¬
dimientos, que se supone eran conocidos en el mundo del
laboratorio bacteriológico; también es curiosa la ausencia
de referencias bibliográficas, muy numerosas en ese enton¬
ces y la carencia de conclusiones que pudieran ser objeto
de una “defensa ”, tratándose de una tesis de doctorado.
8) Es de destacar la continuidad del esfuerzo de Pouey en
el mismo sentido, en años posteriores, si bien ya no des¬
de el laboratorio, cuando inventa una técnica quirúrgica
destinada específicamente al tratamiento de las metritis
crónicas (léase gonocócicas) cervicales, así como la publi¬
cación que efectúa junto con Carlos Stajano acerca de la
presentación clínica “engañosa ”, en el abdomen superior,
de las infecciones pélvicas, por entonces casi todas de esa
etiología.
9) Queda en evidencia que con los datos presentados, Pouey
piensa que si bien el gonococo de Neisser tiene relación
con algunas uretritis, no es el único gérmen responsable.
10) Mucho más adelante en su trayectoria profesional, el autor
se ocupará todavía de la prevención de las enfermedades
venéreas, así como de las uretritis asintomáticas del varón,
responsables de contagios y complicaciones alejadas.
173
El Profesor Enrique Pouey y su época
FACULTÉ DE MÉDECINE DE PARIS
Doyen
M. BROUARDEL.
PrtftiMora
» . . . - ....MM FABABEU?.
Anatomía... . GH. HICHIT.
Phjíujlogte........••••••. 0AR1EL.
Ssart^^a^-aasa. ¡u;,™.
Iliitoire naturelie médieale. »«..■-.** .• *************** nniirmiiii
Palhologic el Ihtrapcutlqua gíeérale.. UAMASCUINO.
Patholocie mSdicale.*.* ¡ DIKULAFOY.
. . I GUYON.
palhologic chirurglcale..... j lANNELONOUE.
Analomio pclholcgiqM.V.l'.V.'.i'.'.'.I'.l'.'.'.'. lUtaúa' DUVAL
OptralSn» el appireBi.. hkoÍuOLD.
ThírapcoUqao’éí matitré mVd’icaie. pnoíjST
MCJccta o ' ítgiU .' .' '■ ■ .' • •' •' • •’ • • • * • broiurrel.
AccouchcmcnU, roaládic* de» femnie» en couchc» el Txn uti?n
des* cafante nouvcou-né*.......... * • . i \nnin nfeNK
Hlatolrc de lo médccinc et de lo chjrurgw. LABOULBKNK.
Palhologic comparte et experiméntale. r»—
G. SER.
POTAIN.
JACC/HJD.
PKTKR*
GUANCHES-
BALL.
Qtmkque médicale.• ...
Oinlque de» andadles des enfantá....••••••
Clluique de pathologie mcnlalo et do» malacuo» ae
G¿n^ < ue P de» C mMadics'cuUnéft* et »yptailltlquc». niAllCOT^*
Ciaique de. maladie. du »y»l¿mc ncrveux. mCJIET
{ VSttMHQL.
Oinlque eiürtxrgicale..... J TRKI.AT.
( LE FORT.
Clinlque ophlalmologiquo.....••4.^
Qiniquo ..
Prorasmr, honomírc : MM. GAVARRET, SAPPEY. HARDY. RAJOT.
Agrégés on exorcice :
MM
BALLET.
BLANCHARD.
BOU1LLY.
BRISSAUD.
URUN.
BUDIN-
CAMPENON.
CHAUFFARD*
DEJER1NE.
MM.
GUEBI1ARD.
HANOT.
IIAMIIOT.
HUTINKL.
JALAGUIKR.
JOKKHOY.
KIltMISSUN.
LANUOÜ/.Y.
MAYGIUEtt.
Ol.l.l VlER
PKYROT. .
pdlltlKlt. chof de-
Travaux anat.
|»0» GIIET.
OUKNIJ.
QUISOUAGD.
HA Y.MONO.
HETJ.US.
REMY.
UEYMER.
nUlllMüNT-DES-
SAHíSES.
IIOIIIX (Albert).
SCHWAllTZ.
SKGOND.
THOISIER.
VllXEJEAN.
L< teorHairt de ln FueulU: Cu. PUP1N.
Par dillWr^doa •» du » <!*«■ H«. “ “ comma propraa *
- diaaartallOBa qmi luí M»o«t prwa»J«:>» «*viv«ui tu o i m .,rcbaUoO»
L'.li* cucíltnr Í...K.K*- »|.|tr«fc.ll»B al
tu
Lista de las autoridades y profesores de la Facultad de Medicina de París, que acom¬
paña a la tesis de Pouey.
174
Ricardo Pou Ferrari
A M. LE PROFESSEUR BROUARDEL
Dojeo de la Faculté de médecina de Paria,
Membre de I’Acedé mié de Midecine,
Médecio dea hópitaux,
Commandeur de la Légion d’honncur.
Témofgnage de *We gratitude #t de reapectueua* aycnpalhie
A M. LE PROFESSEUR PANAS
Chirurgiea dea hópitaux.
Membre de t’Académie de médccioc,
Chevalier de la Légioo d*booneur.
A MON PH¿Sll>ÜNT DE TIlkSE
M. LE PROFESSEUR DUPLAY
Chlrurgien de# hfipiteux
Membre de l'Acedimie de midecine
Chevelíer de le Ligion d'honneur.
Dedicatorias de la tesis de Pouey de París.
175
Capítulo XIII
1888
Retorno a Montevideo
C uando Pouey retoma a Montevideo, semanas después
de su graduación en París, la situación política del
Uruguay había llegado a un momento de relativa esta¬
bilidad, luego de una rápida sucesión de acontecimien¬
tos, ocurridos a partir del inicio de 1886, a saber: 28 de marzo, la
revolución del Quebracho ; 21 de mayo, Santos inicia un nuevo pe¬
ríodo en la Presidencia; 17 de agosto, el Capitán General es herido
de bala cuando asiste a una velada lírica en el Teatro Cibils; 31 de
octubre, el titular del Ejecutivo convoca a diferentes personalidades
del ámbito político para formar el llamado Ministerio de la concilia¬
ción y 18 de noviembre, Santos presenta renuncia a la Presidencia
de la República y es sucedido por el General Máximo Tajes (1852-
1912), quien ocupa el cargo por el resto del período que hubiera
correspondido a su antecesor.
El primero de marzo de 1890 tiene lugar la elección de Julio
Herrera y Obes (1841-1912) como Presidente de la República,
hecho con el cual finaliza el militarismo y se inicia el civilismo.
177
El Profesor Enrique Pouey y su época
Perteneciente al Partido Colorado, de gran talla intelectual y re¬
conocida actuación, el nuevo gobernante impone la política de la
“influencia directriz ” y procura desplazar el positivismo dominan¬
te en la intelectualidad y sustituirlo por un nuevo esplritualismo.
Durante su gobierno ocurrió una profunda crisis económica, que
sus enemigos políticos le imputaron, aunque en gran parte fue la
consecuencia de hechos previos que recién hicieron eclosión en ese
momento.
En la Facultad de Medicina, refiere Eduardo Acevedo:
“proseguía la vieja lucha entre los profesores, que exigían cadáve¬
res para la sala de disección y clínicas en el hospital, y la Comisión de
Caridad que oponía resistencias a una y otra cosa, temerosa de una inva¬
sión de atribuciones que consideraba fatal para su administración. Pero
asimismo, era esa Facrdtad la que más vigorosamente se desenvolvía en
su carrera principal y en sus ramas anexas de Obstetricia, Farmacia y
Odontología, organizadas en 1886y 1888 [...] Paso a paso fue triun¬
fándola Universidad, mediante transacciones sucesivas, hasta conseguir la
totalidad de los cadáveres disponibles y organizar las clínicas en los últimos
reductos constituidos por la sala de mujeres, la sala de partos, la sala de
niños y el Manicomio ’’. 175
En los anuncios de prensa referentes a los profesionales monte¬
videanos, Pouey figura como “Doctor en Medicina y Cirugía de las
Facultades de París y de Montevideo” y “especialista en enfermedades
de las mujeres y afecciones quirúrgicas”. Si bien algunos otros médicos
efectuaron intervenciones ginecológicas con anterioridad, como fue
el caso de Cari Brendel, no existía en nuestra capital otro profesio¬
nal con la preparación de Pouey en la materia.
175 Acevedo, Eduardo, op.cit., T.V:40.
178
Ricardo Pou Ferrari
HENRI POU EY
DOCTKUM r.N M f.DECINC KT I N CHIRUKQIE
Det facultes de F*arts ct Je AfuntluJio
Spéoíiliate daMs lo» maladíos dea
rommos at lea alToctiona ohírurgi-
caloa.
C 2 of**uItatÍo*>» «le 1 livurc A a.
(U)ii*ultJtiom K^atuitc* «Je 4 A 5 les i*.mer-
crccti» ct vendredi»pour la «_)»<» urgic ct les mardi»,
(cuJis et MmcJit pour le» iiiaUdic» Jes remitió.
Uruguay 37 f , esquina Cuareim
Le Courrier Frangais, Montevideo, 21 de noviembre de
1888.
A los treinta años, abre el consultorio en su residencia de la
Avenida Uruguay 371 (actualmente 1205), esquina Cuareim (no¬
reste, hoy demolida). En el ambiente provinciano de Montevideo,
corre con rapidez el comentario acerca de su capacidad profesional,
al punto que comunica que: “se guarda el derecho a seleccionar las
pacientes que solicitaran consulta, en forma de excluir a las que lo
hacen por esnobismo o por dolencias ajenas a su especialidad”. 176 En
un principio, también asiste partos, práctica que pronto abandona,
debido a su ajetreada actividad en las demás áreas a las que se ha
consagrado.
En esa época y durante por lo menos veinte años, Pouey ejer¬
ce activamente, además de su especialidad, la cirugía general. Era
frecuente que otros médicos o cirujanos lo llamaran en consulta
para resolver situaciones difíciles. En los trabajos de entonces, pue¬
de comprobarse que entre quienes solicitaban su opinión estaban:
Francisco Suñer y Capdevila, Juan Antonio Crispo Brandis, Pedro
Visca, Francisco Soca. Sus asiduos ayudantes eran Bottaro, Alfonso
Lamas, Luis Pedro Mondino y ocasionalmente Luis Pedro Lenguas
y Gerardo Arrizabalaga. Es interesante señalar la vinculación entre
Pouey y Morquio. Éste último, que recién se hacía cargo de la sa¬
la de niños del Hospital de Caridad, seguía atentamente todos los
casos y con cierta frecuencia diagnosticaba afecciones quirúrgicas,
especialmente apendicitis agudas, que requerían la actuación de un
cirujano, ocasiones en la que acudía a Pouey. Otro dato puntual:
176 La Ihistración Uruguaya, Montevideo, 1898, 1 :1.
179
El Profesor Enrique Pouey y su época
en 1899, Pouey fue llamado por Luis Pedro Lenguas para efectuar
una traqueotomía a Francisco Bauzá, quien padecía de un cáncer
laríngeo; al iniciarse la administración del cloroformo, el paciente
sufrió un síncope y falleció. 177
Las intervenciones quirúrgicas eran numerosas, si bien no siem¬
pre se trataba de casos de cirugía mayor. Algunos pacientes venían
de Paraguay, Argentina o del sur del Brasil, ya que nuestra capital
estaba -en cuanto a medicina se refiere- a un nivel superior al del
resto del Cono Sur americano. Se operaba, tratándose de familias
de posición acomodada, en el domicilio del paciente, o bien, si la
situación económica era precaria, en el Hospital de Caridad. Como
puede verse en el antes citado anuncio del Courrier Francais , Pouey
atendía gratuitamente tres días semanales.
Cuando la operación se practicaba en el ámbito doméstico, el
improvisado quirófano era una de las habitaciones amplias y lumi¬
nosas de la casa. Luego de retirar muebles y alhajamiento, se lava¬
ban pisos y paredes y se pulverizaban con ácido fénico. El paciente
era ubicado en una mesa de madera provista de una colchoneta,
pero también había modelos de mesas de operaciones ginecológi¬
cas, plegables y transportables. El cirujano llevaba sus instrumen¬
tos en cajas especiales, así como las esponjas -que eran auténticas
poríferas , especialmente tratadas para quitarles los restos de la sal
marina- y las palanganas donde verter el antiséptico. Previo ba¬
ño completo del enfermo y desinfección de la región a intervenir,
el cirujano y sus ayudantes se lavaban cuidadosamente las manos,
usando agua hervida y jabón, sumergiéndolas luego en yodofor-
mo. Salvo para realizar las maniobras o tiempos vaginales de las
intervenciones ginecológicas, hasta 1905 no se utilizaban guantes
de caucho. Tampoco se usaba otra prenda adicional que un delan¬
tal, un guardapolvo y a veces un gorro. 178 El tapaboca comenzó a
emplearse en Europa después de 1897, fecha en la que Mickulicz
177 Pivel Devoto, J.E. “Estudio preliminar”, en: Francisco Bauzá. Historia de la Domi¬
nación Española en el Uruguay. Montevideo, Min. Ed. Cul. Biblioteca Artigas, 1965,
vol. 2:241.
178 En el trabajo de Enrique Llovet, de 1904, sobre el Sanatorio de Pouey, refiere que
utilizaban “gorrosy túnicas esterilizadas”. (Ver apéndice Documental, Anexo N° 34)
180
Ricardo Pou Ferrari
presentó ante el Congreso Alemán de Cirugía la evidencia emanada
de los experimentos de Pflüge sobre el transporte de microbios en
las pequeñas gotas de saliva, emitidas al hablar o toser.
La anestesia se realizaba mediante el procedimiento llamado “a
la reina”, consistente en dejar gotear la solución de anestésico sobre
una máscara, cubierta de una gasa, que se aplicaba sobre la boca y
la nariz del paciente. Si bien el más usado de los agentes anestésicos
era el cloroformo, Pouey prefería el éter, probablemente a causa de
algunos accidentes ocurridos con el primero.
No tenemos noticia de que Pouey asistiera pacientes en el
Hospital Italiano ni tampoco en el Británico, reservados a médi¬
cos y enfermos de las respectivas colectividades, si bien sabemos
que Navarro y Turenne actuaron allí pese a no pertenecer a ellas.
En 1898 Pouey inauguró su propio sanatorio, ubicado en la calle
Sierra, que a mediados del año siguiente pasó a funcionar, hasta su
cierre definitivo, en la esquina de Uruguay y Cuareim, frente a su
domicilio.
Además de su desempeño como Profesor de Medicina
Operatoria -que será estudiado en el capítulo siguiente-, duran¬
te un año, Pouey ocupó el cargo de Médico de Salubridad de la
Junta homónima, que estaba en la órbita de la Junta Económico
Administrativa de la capital. 179 180 Contaba dicha dependencia con
un buen edificio, la Casa de Desinfección, todavía existente en la
confluencia de las calles Dante y Defensa. Sus funciones eran la
supervisión de la higiene en la ciudad: la ventilación y limpieza
de habitaciones (especialmente tratándose de pensiones y conven¬
tillos), el suministro de agua potable (las obras de aguas corrientes
se habían iniciado durante la década anterior), la eliminación de los
efluentes, la desinfección de locales y objetos que hubieran estado
en contacto con enfermos contagiosos, el control de los alimentos y
179 Pouey, E. Curriculum vitae, presentado ante la Facultad de Medicina de Montevideo,
1925.
180 El Digesto Nacional. Compendio de las Leyes, Decretos del Gobierno y demás Resoluciones
y Actos oficiales de la República Oriental del Uruguay. Formado por Adolfo Rodríguez,
abogado de la matrícula del Estado. Montevideo, Establecimiento tipográfico y litográ-
fico de Luciano Mége, 1860, 307 págs.
El Profesor Enrique Pouey y su época
bebidas, etc. Contaba con policlínicas e incluso ambulancias para el
traslado de enfermos, así como vehículos cerrados para transportar
materiales contaminados. Un aspecto a destacar, dentro de las fun¬
ciones de esta Junta de Salubridad, era el control de los cementerios,
que se consideraban como posible fuente de contagio. Otro objeti¬
vo era la detección de las epidemias que pudieran aparecer dentro
de los límites de la ciudad, así como el control de las meretrices,
prostíbulos y personas aquejadas de enfermedades venéreas. Aún
había en ese momento cierta superposición de tareas entre depen¬
dencias como la que estamos comentando -que tenía sus pares en
cada capital de Departamento-, el Consejo de Higiene Pública y la
Comisión de Caridad y Beneficencia Pública. Debe agregarse a ellas
otro organismo, la Sanidad del Puerto, dependiente del Ministerio
de Gobierno, que a través de sus médicos se encargaba de la vigi¬
lancia sanitaria de los viajeros y las mercaderías que pasaban por el
puerto de Montevideo y de hacer cumplir las cuarentenas en el la¬
zareto de la isla de Flores, existente desde 1867. Durante el gobier¬
no del General Máximo Tajes, se nacionalizaron todos los servicios
de caridad y beneficencia, incluyendo el Hospital de Caridad, el
Manicomio, la Casa de Huérfanos y la Escuela de Artes y Oficios.
En 1892 el Ministro de Gobierno, Francisco Bauzá, procedió a
una nueva integración del Consejo de Higiene Pública, designando
a José Máximo Carafí, Luis Pedro Lenguas, Enrique Pouey, Carlos
Heguy, Pedro Regules y Arturo Berro. Muy poco tiempo después, a
raíz de desavenencias con la Junta de Salubridad, debido a que ésta
había ocultado que en Montevideo hubiera ocurrido una epidemia
de cólera, los integrantes del Consejo, con la excepción de Berro y
Regules, presentaron dimisión a sus cargos. 181
En ese mismo año, se funda, a instancias de Joaquín de Salterain
y José Scoseria, la Sociedad de Medicina de Montevideo, hecho que
será considerado en capítulo aparte.
181 Sobre la renuncia de los integrantes de la junta de Higiene Pública. Rev. Med. Far.,
1892
182
Capítulo XIV
1888-1895
Profesor de Medicina
OPERATORIA*
B ajo el decanato de Elias Regules (1861-1929), en 1888,
se decide escindir la Cátedra de Medicina Operatoria y
Anatomía Topográfica de la Clínica quirúrgica, donde has¬
ta entonces se dictaba.
La Medicina operatoria era la puerta de entrada a la Clínica
quirúrgica, basada, más que nunca entonces, en el conocimien¬
to morfológico y en la adquisición de habilidades manuales, que
guiadas por conocimientos seguros, facilitaban la rápida y certera
ejecución de los procedimientos quirúrgicos, cuando, por diversas
razones, el cirujano debía actuar con celeridad. Precisamente en ese
momento se iniciaba la cirugía abdominal.
Enrique Pouey ocupa interinamente la nueva cátedra hasta
1889 y a partir de entonces como titular, hasta 1895, cuando pa¬
sa a desempeñarse al frente de la recién creada Cátedra de Clínica
183
El Profesor Enrique Pouey y su época
Ginecológica. Entre 1895 y 1899, conserva el primero de los cargos
mientras es interino en el segundo de ellos.
Al acceder a la cátedra, manifiesta que es “un deber retribuir al
Estado parte de lo que este había insumido en [su] preparación ’, por
lo que dona el “ sueldo para subvencionar el de los ayudantes que lo
necesite
Velarde Pérez Fontana es bien explícito en afirmar que los pri¬
meros destacados cirujanos orientales, tales como Alfonso Lamas,
Luis Pedro Lenguas, Luis Pedro Mondino, Luis Pedro Bottaro
(“los tres Luises ” según la designación de este médico historiador)
y Juan Francisco Canessa, fueron discípulos de Pouey en la cáte¬
dra de Medicina operatoria, donde aprendieron lo básico, no sólo
en cuanto a técnicas, sino también sobre manipulaciones, uso de
aparatos y realización de vendajes. Más adelante, esos profesionales
tuvieron ocasión de iniciarse en la realidad de la clínica quirúrgica
junto a Pugnalin.
***
Aunque podamos repetirnos en algunos datos, parece inevi¬
table hacer referencia a la génesis de la disciplina en el sitio don¬
de Pouey la aprendió, París. La Medicina operatoria es el resultado
-tanto en la práctica como en la concepción científica- de la cirugía
surgida en la Ilustración. Dichos aspectos tuvieron, en forma res¬
pectiva, dos grandes sustentos institucionales, verdaderos talleres de
aprendizaje, creados en el seno de la flamante Ecole de Santé entre
1795 y 1796: por un lado, la Ecolepratique de dissection y la Clínica
quirúrgica hospitalaria y por otro, la Cátedra de operaciones. De este
modo, al conocimiento anatómico por la vía de la investigación
-básica diríamos hoy- se sumaba el aporte de la escuela anátomo-
clínica de París. Un tercer escenario, de innegable importancia en el
desarrollo de la cirugía, antes y después de la fecha indicada, fue la
actuación de los cirujanos en el campo de batalla. También forma¬
ban parte de este aparato docente los anfiteatros particulares, donde
184
Ricardo Pou Ferrari
destacados profesores brindaban cursos privados, también llamados
libres.
Ante la necesidad de incorporar a la práctica el nuevo corpus , la
Medicina operatoria, los cirujanos -ya bien identificados y acepta¬
dos socialmente- elaboraron, en forma un tanto desarticulada, pro¬
cederes o habilidades para ejecutar rápida y eficazmente su arte.
En la clínica, el aprendizaje quirúrgico era más complejo, rico
y quizás menos sistemático.
La incorporación de esta disciplina al ámbito académico, con
Raphaél Bienvenu Sabatier (1732-1811) como primer catedrático
en 1796, significó colocarla a la misma altura que la enseñanza de
la medicina (tal como lo sugiere su propia denominación), hecho
que fue resistido por los viejos cirujanos que creían así defender su
autonomía.
Los hechos referidos ocurrían en la pesada atmósfera política
del proceso revolucionario, que había llevado a la supresión de las
máximas corporaciones quirúrgicas.
Por ende, podemos aseverar que la formación de los nuevos
cirujanos, asimilada a la medicina anatomo-clínica científica ilus¬
trada, pasaba a sustentarse sobre un trípode constituido por la
Medicina operatoria, la Patología externa y la Clínica quirúrgica, es¬
calones sucesivos que recorrían, tanto los profesores en su carrera
docente, como los estudiantes hasta su graduación. En la primera se
enseñaba la anatomía topográfica, los instrumentos y aparatos, las
maniobras y las técnicas. En la segunda, las enfermedades que por
su localización eran accesibles a la vista (directamente o a través de
los orificios naturales), la anatomía patológica, la etiopatogenia y
los procedimientos terapéuticos. En la tercera, se reconocía la afec¬
ción en el enfermo concreto por medio de maniobras semiológicas,
su evolución, se elaboraba el pronóstico y se decidía el tratamiento,
médico u operatorio. En la sala de necropsias podían comprobarse
las lesiones y compararlas con las que habían sido planteadas ( “ima¬
ginadas”) en la clínica.
185
El Profesor Enrique Pouey y su época
Tal y como lo refiere Sabatier, 182 la Medicina operatoria en la
Ecole de Santé, perfiló un centro público de enseñanza. Así surgió la
nueva disciplina científica de la cirugía, que debía animar la inves¬
tigación por vocación y no sólo por cumplir con los deberes hacia
la Patria.
Otra rica tradición nacida al final de la Revolución Francesa
en París fue el internado de los hospitales, concretado en torno a
1800, vinculado tanto a la medicina operatoria como a la medicina
anatomo-clínica.
Una importante etapa ulterior en la historia de la Medicina
operatoria francesa y de los ámbitos de influencia de ésta, fue la que
marcó -como fue visto- la prolongada enseñanza de Louis Hubert
Farabeuf a través de sus tan valiosos tratados sobre amputaciones,
desarticulaciones y ligaduras. 183
La muy pequeña y precaria Facultad de Medicina de
Montevideo, que sustentaba su sentido de existencia en la enseñan¬
za clínica en el Hospital de Caridad, carecía de medios para ofrecer
a los alumnos la formación en la moderna cirugía. Esta había co¬
menzado a desarrollarse en el hemisferio norte desde finales de la
década de 1860, con marcada predominancia de las operaciones
por patologías ginecológicas.
Por otro lado, en nuestro medio, la anatomía ya había inicia¬
do su tradición docente, con la breve actuación de Julio Jurkovski.
Bajo la égida de José Máximo Carafí, la disciplina continuó desa¬
rrollándose. A pesar de saberse relativamente poco de su biografía,
existen testimonios provenientes de sus discípulos, que lo refieren
como un clínico riguroso. Si bien podría haberse embarcado en el
desarrollo de la nueva cirugía, sospechamos que no fue así. Ahora
182 Sabatier, R.B. De la médicine opératoire on des opérations de chirurgie que sepratiquent
les plus fréquement. París, Didot le jeune impr. 3 vol., 1796.
183 Farabeuf, L. H. Précis de Manuel Opératoire. Paris, Masson, éd, 1885. (Volumen de
la Biblioteca de la Facultad de Medicina de Montevideo, firmado y subrayado por
Américo Ricaldoni.).
186
Ricardo Pou Ferrari
bien, un profesor con la jerarquía intelectual, la formación clínica y
el espíritu universitario de Carafí, es casi seguro que no fue ajeno a
la necesidad de incorporar la Medicina operatoria como cátedra in¬
dependiente de la Clínica quirúrgica. Es razonable pensar también
que pudo haber sido Pugnalin el primero en apoyar esa iniciativa,
ya que, como testimonia en las notas que dirigió a las autoridades
universitarias, estaba desbordado por sus obligaciones docentes y
asistenciales. Hombre de la vieja escuela, si bien permeable a las
novedades que iban surgiendo, no habrá querido seguir afrontando,
adicionalmente, las exigencias requeridas por la modalidad docente
con la que la Medicina operatoria se impartía en Europa, por me¬
dio del dictado de las clases utilizando recursos demostrativos, en
forma de preparaciones anatómicas, dibujos, esquemas, etc. Si bien
Carafí habría sido un candidato ideal para desempeñar la nueva
cátedra, de ocurrir así hubiese dejado vacante la de Anatomía, para
la cual Pouey no estaba especialmente preparado. Sin embargo, éste
último, uno de cuyos principales impulsos durante su formación
francesa había sido la nueva cirugía , especialmente la ginecológica,
si bien -por su edad- tenía una jerarquía docente inferior a la de
Carafí, sí estaba en condiciones de enseñar Medicina operatoria,
dedicarle su aplicación, formar a los jóvenes estudiantes, captan¬
do a aquellos que, como Bottaro, tenían afinidades vocacionales y
realizando el “ camino de ida y de vuelta” entre la cátedra y la sala de
operaciones.
La cátedra de Medicina operatoria montevideana nace y se en¬
columna en el movimiento que lideran varios profesores y médicos
cirujanos uruguayos formados en París y otras universidades extran¬
jeras o en el terruño; clínicos unos e higienistas otros; varios de ellos
con cierta experiencia de trabajo experimental en el laboratorio.
Nos referimos primeramente a Pedro Visca, “fundador de la Clínica
Médica en el Uruguay ” y a su muy dedicado primer Jefe de clínica,
Enrique Figari. Más tarde, hacia 1896, se sumará a la Clínica médi¬
ca universitaria Francisco Soca con su acendrado espíritu político y
autopreciado. En ese mismo momento, irrumpe como catedrático
de Clínica de niños, el joven profesor de Patología general Luis
187
El Profesor Enrique Pouey y su época
Morquio, cargado de vigor semioclínico. La Clínica quirúrgica era
-como se sabe- conducida por Pugnalin desde 1879.
Alumnos de Pouey en Medicina Operatoria, alrededor de 1887: Morquio,
Bottaro, Nicola Rodríguez (Sebastián) .Gutiérrez. (De Otero y Roca, S.,
op.cit.).
La anatomía quirúrgica, según Pérez Fontana, cultivada en pri¬
mer término por los tocólogos del siglo XVIII, tomó de la anatomía
descriptiva los imprescindibles conocimientos con el propósito de
utilizarlos para llevar a cabo operaciones, en forma tal de acceder a
la estructura deseada con máxima rapidez, menor compromiso de
188
Ricardo Pou Ferrari
los elementos vecinos, procurando respetar e incluso restaurar las
funciones. Por eso, sus cultivadores tuvieron presente, además, la
situación del paciente concreto, la oportunidad, estrategia, táctica
y técnica de cada operación. Muchas veces su formulación requirió
incluso recurrir a la cirugía en animales. Ello significó, por un lado,
experiencia clínica y por otro, poseer las habilidades manuales, na¬
cidas de la repetición de las maniobras en el cadáver, para familia¬
rizarse además con los instrumentos y materiales empleados en sec¬
ciones, ligaduras, suturas y drenajes. Otra parte del entrenamiento
del cirujano era la realización de “ curaciones” y “ vendajes” (a veces
incluidos dentro de la “ pequeña cirugía ’). Por eso, a la denomina¬
ción de Medicina operatoria, se agregaba a veces la de vendajes y apa¬
ratos. Estos incluían los empleados para la tracción de los miembros
fracturados o de las articulaciones luxadas; los destinados a inmo¬
vilizar sectores del cuerpo; los diseñados para lograr la isquemia de
un miembro, o para aproximar los bordes de las heridas quirúrgicas,
así como los concebidos para constreñir un pedículo visceral o para
administrar los gases anestésicos.
La anatomía quirúrgica o su equivalente, la medicina operatoria ,
fue el preámbulo de la clínica quirúrgica. La formación de un ci¬
rujano no era completa sin pasar por la etapa previa de la Medicina
operatoria , conforme en su carrera el estudiante requeriría, como
complemento, el entrenamiento propio del Alumno interno al lado
de los cirujanos avezados “ junto a la cama del enfermo”.
Dentro de las publicaciones francesas utilizadas por Pouey en
su etapa de formación, hemos hallado el libro de Joseph Francois
Malgaigne (1806-1865), hoy en la Biblioteca de la Facultad de
Medicina de Montevideo, titulado Manuel de Médecine Opératoire , 184
que lleva su firma. Como textos se utilizaron en la cátedra los libros
entonces disponibles, todos excepcionales por la claridad del len¬
guaje y la potencia gráfica de sus ilustraciones, como el de Farabeuf,
el de Claude Bernard y Huette 185 o el gran Tratado de Bourgery,
184 Malgaine, J. F. Manuel de Medicine opératoire. 2 éme Ed., Paris, Balliére Ed., 1874.
185 Bernard, C; Eluette, Gh. Précis iconographique de Medicine opératoire et d’Anatomie
Chirurgicale. Paris, Balliére, Ed., 1866.
189
El Profesor Enrique Pouey y su época
Claude Bernard y Jacob. No puede descartarse que se empleara
también la obra de Joseph-Auguste Fort. 186
Ejemplar de la obra de Malgaigne con autógrafo de Pouey, 1874. (Bib. Fac. Med.)
La lectura atenta de estos tratados de Medicina operatoria, así
como la cuidadosa contemplación de sus ilustraciones, es un medio
inmejorable para sumergirse en la atmósfera de la cirugía del siglo
XIX. Los mismos describen todos los procedimientos quirúrgicos
imaginables, como si estuviera al alcance de la habilidad del autor
o del lector, en un mundo ficticio e inanimado, sin dolor ni apre¬
suramiento, del que en realidad procedían, ya que se basaban en
la experimentación cadavérica. Llama la atención que sus autores
no fueran cirujanos prácticos, sino anatomistas e incluso fisiólogos
o fisiopatólogos experimentales, que desarrollaban una habilidad
manual quirúrgica asombrosa a través de las intervenciones que rea¬
lizaban en los animales de laboratorio.
186 Fort, J. A. Traité de Médecine Opératoire. París Delahaye, éd., 1880.
190
Ricardo Pou Ferrari
Un rasgo notorio de los libros que estamos comentando -y
por consiguiente de la enseñanza de la Medicina Operatoria- es la
importancia que concedían al instrumental. Todo cirujano o anato¬
mista de cierto prestigio, con la ayuda de hábiles fabricantes artesa¬
nos, ideaba sus propios instrumentos, de los que están vigentes muy
pocos: las pinzas hemostáticas de Kocher o de Peán, los separadores
de Farabeuf, las valvas de Doyen, etc. En tal sentido es ilustrativa la
lista de muy variados instrumentos donados por Pouey con destino
a su clínica ginecológica en 1897 y 1898. Los cientos de modelos
de fórceps obstétricos son otro ejemplo revelador de esta preocupa¬
ción por optimizar el rendimiento de las manos, prolongándolas y
haciendo su operativa más precisa.
¿Qué y cómo se enseñaba en la Cátedra de Medicina operatoria y
Anatomía topográfica de Montevideo, entre 1888 y 1895? No pode¬
mos responder a esta pregunta con seguridad, ya que no hemos en¬
contrado referencia al programa, ni siquiera la publicación del año
1882, correspondiente a dicha materia, elaborada por Pugnalin,
conforme lo hicieron todos los demás catedráticos.
Del Informe del Rector a la Sala de Doctores de la Universidad,
de 1892, se desprende que la Anatomía, la Anatomía Patológica y la
Medicina Operatoria se enseñaban en el mismo sector del edificio
de la Facultad de Medicina. Es quizás el documento más descriptivo
que poseemos, ya que, como se lamenta más tarde Lorenzo Mérola:
“ los anteriores profesores de Operaciones no realizaron buenos informes
de sus respectivas actuaciones ’. Afirma el reporte citado que la sala de
disección era un local reducido: “ una de las instalaciones que más se
resiente de la modesta instalación de nuestra Facultad”. Al anterior se
sumaba el espacio algo más generoso concedido para los estudiantes
de Anatomía, quienes “ concurren durante dos años escolares de 8 me¬
ses cada uno ” que disponía de: U una sala de metros 6por 6 destinada
al servicio de autopsias y a los ejercicios de medicina operatoria. Tiene
además las dependencias necesarias para la preparación y depósito de
cadáveres, lavado y vestuario para los estudiantes, etc”.
Continúa el informe:
El Profesor Enrique Pouey y su época
“Posee un material de enseñanza e investigación que es todo lo
más completo que puede desearse. En virtud de un convenio hecho
ya hace algunos años con la Comisión de Caridad y Beneficencia
Pública, la Facultad puede disponer de la mayor parte de los cadá¬
veres de los Hospitales, Manicomio Nacional, Asilos, etc.; de modo
que hay ahí más elemento del que la Facultad necesita en la actua¬
lidad. Concretamente sobre la Cátedra de Medicina Operatoria
agrega: “Cuenta además la sala con un arsenal quirúrgico completo
para el curso de Operaciones, en el que se practican trabajos de ciru¬
gía general y hasta las más delicadas operaciones de cirugía especial;
tiene todavía todo el instrumental que exige el estudio útil de la
Anatomía (aparatos de embalsamamiento, aparatos de inyecciones
gruesas y finas, baños, etc.)”.
Con referencia al personal docente y auxiliar, señala:
“La Sala está dotada de un personal no muy numeroso pero su¬
ficiente, si se tiene en cuenta la cantidad de alumnos que concurren
a la Facultad. Aparte de los profesores de Anatomía, Operaciones y
Anatomía Patológica, que hacen en ella sus investigaciones, la sala
tiene un personal compuesto de tres disectores, estudiantes de medi¬
cina nombrados por concurso, que se encargan de guiar a los alum¬
nos en sus trabajos y a los profesores preparando las piezas que estos
necesitan para su curso, y de dos auxiliares que tienen por cometido
la preparación de los cadáveres, ráctica de inyecciones conservado¬
ras, inyecciones coagulantes para el estudio de los vasos, preparación
de piezas secas, huesos, etc”.
El modo de funcionamiento de este sector, verdadero Instituto
de Ciencias Morfológicas dice:
“Desde el punto de vista de la enseñanza, la Sala está di¬
vidida en tres secciones: una de Anatomía Patológica, adonde
concurren los estudiantes de esa materia a practicar autop¬
sias bajo la dirección inmediata del profesor; una sección de
Operaciones en la que el profesor hace lecciones prácticas dos
veces por semana, y en la que los alumnos hacen las opera-
192
Ricardo Pou Ferrari
clones dirigidos por el profesor y ayudados por los disectores; y
una sección de Anatomía destinada a la Disección
Y concluye:
“Como se ve, la enseñanza de estas materias es esencial¬
mente práctica; los estudiantes de Anatomía, para ser ad¬
mitidos a examen, tienen que hacer durante el año, por lo
menos, treinta preparaciones frescas y dos preparaciones secas;
en el examen se les exige un ejercicio de descubierta de órga¬
nos en el cadáver y la preparación de una pieza fresca para lo
cual se les concede cuatro horas de tiempo; estos trabajos son
practicados en presencia del tribunal examinador que con¬
cede o niega la autorización para pasar al examen teórico.
Del mismo modo, a los alumnos de Anatomía Patológica y de
Operaciones, se les exige un determinado número de autop¬
sias y de ejercicios durante el año y un examen práctico que
precede al examen teórico ”. 187
Con referencia a los contenidos de la materia, sabemos que co¬
mo introducción a los procedimientos operatorios, se enseñaban las
técnicas de antisepsia y asepsia (de los instrumentos, del ambiente
operatorio, del lavado de las manos).
Se hacía pormenorizada mención al tipo de anestésico y al
modo de administrarlo.
Se iniciaba a los estudiantes en el reconocimiento y manejo de
los instrumentos (cómo tomar el bisturí, las pinzas, las sondas, etc).
Seguidamente, sobre cuáles eran los materiales de sutura y ligadura,
según el lugar y el propósito con que se emplearan (seda, crines de
Florencia, seda, catgut), las agujas (rectas, curvas, de Reverdin), el
modo de realizar los nudos, etc. Un capítulo de singular importan¬
cia (etapa imprescindible al finalizar todo procedimiento abdomi¬
nal en el que se había detectado una infección) era el lavado de las
cavidades y los drenajes (de vidrio de Chassaignac, tubos de caucho,
gasas, hilas de lino, etc); también se hacía la práctica de colocación
187 Informe del Rector a la Sala de Doctores de la Universidad. Montevideo, Anales de
la Universidad, 1892: 679-680.
193
El Profesor Enrique Pouey y su época
de apósitos y vendajes (el algodonoso de Guérin, el antiséptico de
Lister, etc.).
La anatomía topográfica comenzaba a jugar su papel protagó-
nico cuando se enseñaban las distintas formas de acceder a estruc¬
turas u órganos (incisiones de piel, descubierta de paquetes vásculo
nerviosos, traqueotomía) o a las cavidades (incisiones de la pared
abdominal, trepanaciones, toracotomías). Eran para ello importan¬
tes los puntos de referencia externa en las distintas regiones, los pla¬
nos quirúrgicos, la ubicación de los pedículos, el trayecto de vasos
y nervios, etc.
La repetición de aquellas operaciones a las que con más fre¬
cuencia podía verse enfrentado el estudiante en su futura práctica,
conducía, en cierto modo, a la automatización, que permitía hacer¬
la con seguridad, rapidez y buenos resultados.
La metodología docente es un aspecto a destacar, por su precoz
afán por la “ demostración ’, ya sea en el cadáver, en las “ preparacio¬
nes ■” o en “ cortes conservados ”, por medio de planchas murales, dibu¬
jos en el pizarrón, ilustraciones de los manuales y, hacia fin del siglo
XIX, también mediante el uso de proyecciones luminosas. Es bien
conocida la habilidad dibujística de Faubeuf o las notables ilustra¬
ciones en colores ejecutadas por Jacob para el tratado de Bourgery,
por no citar más que dos ejemplos.
Relacionado con lo anterior es la importancia que tenían los
“museos ”, que contaban con gran número de cortes de piezas, plan¬
chas, dibujos, etc., para demostrar la relación topográfica de las es¬
tructuras anatómicas, según los diferentes planos de corte adopta¬
dos y comprender así la lógica de los procedimientos operatorios.
En Montevideo, como en París, la cátedra de Medicina
Operatoria fue el preámbulo de la de Clínica quirúrgica o gine¬
cológica, no sólo en la secuencia de los cursos sino en la carrera
de los profesores. Pouey y sus sucesores (Alfredo Navarro, Gerardo
Arrizabalaga, Jaime H. Oliver, Lorenzo Mérola, Eduardo Blanco
Acevedo, Velarde Pérez Fontana, Abel Chifílet) pasaron, luego de
períodos relativamente cortos a cargo de ella, a las cátedras clíni-
194
Ricardo Pou Ferrari
cas, ámbitos en donde ya se desempeñaban mientras profesaban la
primera. De esto modo, afirmaron en sólidas bases conceptuales y
didácticas su futura actuación hospitalaria.
Un hecho que nos parece fascinante y poco enfatizado hasta
el presente es el que refiere Pérez Fontana sobre los canales por los
cuales se comunicaban los conocimientos de generación en genera¬
ción. Sus maestros transmitieron una fuerte tradición de “anatomía
quirúrgica , tanto en la patología como en la clínica, general o es¬
pecializada. Señala que, ante la exigencia que la práctica quirúrgica,
especialmente la de urgencia, imponía a la vida de esos precursores,
estos escribieron (publicaron) relativamente poco. Por ésta razón
fue tan importante, en sagas respectivas, la tradición oral, la cita
de dichos, la evocación de los procederes, memoria que vinculó
al cabo del tiempo a los sucesivos eslabones de estas cadenas que
constituyeron las escuelas quirúrgicas. Este hecho las diferenció de
las escuelas de medicina interna o especialidades médicas, más pro¬
clives a publicar casos o concepciones patológicas y terapéuticas,
en revistas o libros. De este modo se hace más ostensible el “linaje
académico ’ de las distintas generaciones de las “familias” y más fácil
su identificación y seguimiento para el historiador de la medicina.
En las escuelas quirúrgicas, las ascendencias se detectan con más di¬
ficultad, en general a través de referencias concretas o recuerdos que
persisten -aún hoy- en su forma oral primitiva, aunque muchos
ya han sido organizados historiográficamente. Este aspecto es muy
notorio en el caso de Pouey, cuyas contribuciones bibliográficas,
si bien numerosas, son puntuales y breves, lo que contrasta con la
fama de sus enseñanzas clínicas, de sus procedimientos quirúrgicos,
así como de sus frases, recogidas por alumnos y colaboradores.
Este influjo de Pouey se inicia, sin duda, en sus años de Profesor
de Medicina operatoria, preparando a los futuros nuevos cirujanos
para las lides en la clínica y especialmente en el quirófano; también
se traduce en la sugerencia de temas para las tesis de doctorado, vin¬
culados a su actividad y basados en su casuística. Por último pero no
lo menos importante, fue la tónica moral que Pouey imprimió a su
labor docente, aspecto que dejó profunda huella en sus discípulos.
195
Capítulo XV
189H892
La Universidad y la Sociedad
de Medicina de Montevideo*
E n 1891 comienzan a publicarse los Anales de la Universidad,
que durante cierto tiempo constituyeron el único medio de
difusión de las novedades académicas, científicas y admi¬
nistrativas surgidas en ese ámbito. Por su lectura, es posible
apreciar el nivel alcanzado por la institución en las distintas etapas
de su historia. Refiere entonces Vásquez Acevedo, en cuanto a la
situación de la Facultad de Medicina:
“Larga y llena de incidencias fue la lucha entre la Factdtad de
Medicina, empeñada en dar orientación práctica a la enseñanza,
y la Comisión de Caridad, empeñada en sustraer a la acción de los
estudiantes los cadáveres con destino a la mesa de disección y las sa¬
las de enfermos con destino a las clínicas. Paso a paso fue triunfando
la Universidad, mediante transacciones sucesivas, hasta conseguir
la totalidad de los cadáveres disponibles y organizar las clínicas en
197
El Profesor Enrique Pouey y su época
los últimos reductos constituidos por la sala de mujeres, la sala de
partos, la sala de niños y el Manicomio”.
Entre los ejemplos de estos diferendos, dicho autor relata un
episodio relacionado con uno de los becarios de París:
“El doctor Joaquín de Salterain, que regresó al país en 1890,
desptiés de haber ocupado el puesto de jefe de clínica del primer
consultorio de ojos de Francia, gestionó la creación de una clínica
oftalmológica gratuita, con la que deseaba retribuirla bolsa de viaje
que la legislatura de 1884 le había acordado a él y a los doctores
Francisco Soca y Enrique Pouey. Pero no pudo conseguirlo, por las
mismas resistencias de la Comisión de Caridad, y entonces fundó a
sus expensas una policlínica gratuita, en la que desde el primer año
atendió alrededor de 400 enfermos y practicó 143 operaciones, se¬
gún él mismo se encargó de documentarlo al agradecer el homenaje
de sus clientes”.
Los enfrentamientos entre las dos entidades hicieron crisis nue¬
vamente en 1893, con motivo de la denuncia presentada por el
estudiante de Medicina e Interno Augusto Turenne (1870-1948)
-futuro insigne profesor de Clínica obstétrica-, quien manifestó
que las autoridades del Hospital de Caridad le habían prohibido de¬
sarrollar las funciones inherentes a su cargo en la Clínica Obstétrica,
dirigida por el profesor Isabelino Bosch (1854-1924), quien era al
mismo tiempo jefe del Departamento de mujeres que estaba bajo la
égida de la Comisión Administrativa del Hospital. A raíz de este he¬
cho, el Rector desarrolló un notable alegato, a la altura de su talento
como jurista, señalando que la Cátedra referida había sido fundada
en 1886, momento a partir del cual actuaban allí los estudiantes de
medicina, para quienes la experiencia clínica era condición indispen¬
sable para una formación adecuada. Retomando viejos argumentos,
que empleó como recurso retórico para llegar a la conclusión con¬
traria, destacaba el Rector que si no se cumplía con el requisito
de la práctica, más valía que las cuantiosas sumas dedicadas por el
Estado a la enseñanza de la medicina fueran utilizadas para costear
becas en universidades donde los alumnos no se vieran impedidos
198
Ricardo Pou Ferrari
-como ocurría en la de Montevideo- del contacto directo con los
enfermos. Refrendaba sus aseveraciones con las certeras afirmacio¬
nes que habían sido expuestas por Francisco Soca, en ocasión de
ser nombrado Catedrático de la Clínica Infantil (1892), en el sen¬
tido de exigir que la docencia tuviera lugar en las salas de niños del
Hospital de Caridad. Finalmente, el Rector señalaba las bases lega¬
les que, desde 1877, sustentaban el aprendizaje clínico, así como la
Ley de Presupuesto de 1889, que asignaba fondos de la Universidad
para tal cometido. Refutaba enérgicamente el argumento invocado
por la Comisión de Caridad para justificar la decisión de impedir la
actuación de los internos (la resistencia de algunas internadas a ser
vistas por los practicantes) a la vez que hacía notar que si se siguiera
estrictamente este criterio, las enfermas también podían negarse a
la intervención de los médicos de sala, dependientes del Hospital;
de ser atendidos estos supuestos reclamos, se caería en la omisión
de asistencia. Otra queja que la autoridad universitaria sumó a las
anteriores, fue la prohibición del acceso al hospital que la referida
Comisión había impuesto al catedrático de Clínica quirúrgica José
Pugnalin, a raíz de la denuncia de una paciente, a quien este había
reanimado a causa de un paro cardíaco, mediante maniobras inter¬
pretadas como maltrato físico. El expediente fue elevado al Ministro
de Gobierno, solicitando su mediación para resolver las desavenen¬
cias allí planteadas. El Secretario de Estado pasó los antecedentes a
la Comisión de Caridad, ésta a las Comisiones Auxiliares, a saber,
la Comisión Interna -encargada directamente de la administración
del Hospital- , la Comisión Técnica -integrada por Juan L. Heguy
y Pedro Visca— y la Comisión Económica. Los informes respectivos
reconocieron como verdaderos los hechos expuestos por el Rector,
al tiempo que señalaban que la mayoría de ellos ya habían sido re¬
sueltos favorablemente en la práctica.
***
El l4de setiembre de 1892, bajo la convocatoria deJoséScosería
y Joaquín de Salterain, se funda la Sociedad de Medicina , cuya pri¬
mera sesión tiene lugar el día el 11 de octubre. Rubén Gorlero
199
El Profesor Enrique Pouey y su época
Bacigalupi hace mención a las Actas Fundacionales, 188 donde están
los nombres de quienes las suscribieron y que figuran como Socios
fundadores, si bien “no pretendían otra cosa que ser los continuadores
de la labor iniciada por los pioneros de 1852”. Ellos eran: Antonio
Serratosa, José Máximo Carafí, Albérico Isola, Jacinto De León,
Guillermo Leopold, Alejandro Fiol de Perera, Joaquín de Salterain,
Juan B. Morelli, Antonio Pruné, Alfonso Lamas, Enrique Figari,
Pedro Visca, Isabelino Bosch, José Arechavaleta, José Guglielmetti,
Antonio P. Carlosena y Alfredo Vidal y Fuentes. En este acto, casi
todos los profesores de la Facultad de Medicina, conjuntamente
con otros destacados miembros del cuerpo profesional, nombran
como Presidente a José Máximo Carafí, acto de estricta justicia, tra¬
tándose de un clínico y docente de notable jerarquía, que había sido
resistido e irrespetuosamente tratado por los estudiantes de medici¬
na, lo que había motivado el fracaso de su postulada reelección, una
vez finalizado su fecundo decanato en 1887. La nueva corporación
es una manifestación “delespíritu de estudio [que] seguía [...] inten¬
sificándose dentro de nuestro cuerpo médico”.
La instalación de esta Sociedad marca, a nuestro juicio, un hito
en la historia de la medicina en el Uruguay, ya que de este modo se
afianza la cohesión del cuerpo docente de la Facultad, al abrirse un
ámbito de discusión de alto nivel académico entre sus integrantes,
y establecerse un nexo entre dicha institución y los profesionales
médicos de todo el país -con lo que se plantean para su estudio y
consideración los principales problemas sanitarios y asistenciales de
la población- se inicia una fase creativa en la producción científico-
médica nacional que comienza a independizarse del colonialismo
intelectual europeo. 189 Especial influencia en este sentido cobra la
acción desarrollada por José Arechavaleta en el laboratorio bacte¬
riológico y la de su discípulo, Juan B. Morelli, iniciador de la in¬
vestigación y enseñanza de base experimental de la fisiología preci¬
samente a partir de ese año. Más allá de las contribuciones iniciales
de Morelli, el espíritu de su enseñanza se difunde al conjunto del
188 Gorlero Gacigalupi, R. Historia de las Sociedades Médicas del Uruguay. Montevideo,
S, M. U„ 1978, 7 págs.
189 Cf. Mané Garzón, F. Ciencia colonial y ciencia independiente. Montevideo, Cuadernos
de Marcha, Ciencia y Tecnología, setiembre, 1991: 45-47.
200
Ricardo Pou Ferrari
pensamiento y de la producción médica, que empieza a afianzarse
con una base científico experimental, fisiopatológica, etiológica y
farmacológica.
Las primeras sesiones de la nueva Sociedad están reseñadas en la
única revista vinculada estrechamente a la medicina existente alre¬
dedor del tiempo de crearse la corporación, el Centro Farmacéutico
Uruguayo. Revista Mensual. Organo de la Sociedad de su nombre,
dirigida por Antonio P. Carlosena y José C. Guglielmetti, que co¬
mienza a aparecer en julio de 1893. El espíritu de esta última so¬
ciedad y de su publicación es una muestra valiosa de la relación
estrecha y fructífera que se desarrolló entre la medicina clínica y
académica por un lado y la química farmacéutica por otro. Esto ya
se evidenciaba desde 1888, fecha de publicación de La Farmacia
Uruguaya. Revista Quincenal de Farmacia y Ciencias Auxiliares, tam¬
bién dirigida por Carlosena, que duró solamente un año y que fue
continuada, ahondando en el vínculo que estamos exponiendo, por
la Revista Uruguaya de Medicina y Farmacia, entre cuyos encargados
aparecen, además de sus iniciadores, los estudiantes avanzados de
medicina Juan B. Morelli y Américo Ricaldoni y entre los colabora¬
dores, los profesores de la Facultad de Medicina, casi todos jóvenes,
Pedro Visca, José Máximo Carafí, Enrique Pouey, José Scoseria,
Elias Regules y Alfredo Vidal y Fuentes. Esta publicación contó só¬
lo con un número, pero su vocacional y persistente director, volvió
a la carga, como vimos, en 1893, en un ambiente ya más maduro
para la concreción de la fundación de una sociedad científica médi¬
co farmacéutica, aunque ya con una marcada preeminencia médico
quirúrgica.
Debe quedar claro que “el órgano del Centro Farmacéutico
Uruguayo ” es la única publicación que cobija la información acer¬
ca de la fundación de la Sociedad de Medicina de Montevideo, el
contenido de su sesión inaugural del 11 de octubre y los trabajos
presentados y discutidos en las sesiones subsiguientes de ese año. El
orden del día de la primera reunión es: “ El bacterium colli comune
en las aguas del Santa Lucía ,, , por Juan B. Morelli; “ Medios profilác¬
ticos que deben ponerse en práctica para librar a Montevideo de una
epidemia de cólera ’, por Joaquín de Salterain y “ Curación de fístula
201
El Profesor Enrique Pouey y su época
de ano en la clínica del Hospital de Caridad ’ por José Samarán. En la
siguiente, el 8 de noviembre y acorde con el espíritu de la primera,
figuran los siguientes temas: “ Sobre las aguas del Santa Lucía , de
J. B. Morelli; “Cuarentena y desinfección contra el cólera”, de J. de
Salterain y aparece la ponencia del líder de los farmacéuticos con es¬
píritu científico y salubrista, Antonio Carlosena, “ Observaciones so¬
bre la composición de la leche de vaca que se expende en Montevideo”.
El 26 de octubre de 1893, Alfonso Lamas, presenta “un caso de
colecistostomía” , que es considerado por algunos historiadores de la
medicina como la primera operación de esta índole de que se tiene
noticia en nuestro país. El 1 de octubre de 1894, se presenta un
aporte de Carafí, a propósito de la “ Muerte del feto en los primeros
meses del embarazo y su expulsión al término normal del mismo; pre¬
sentación de la pieza anatómica”.
Con referencia a una supuesta “epidemia de cólera morbo en
Montevideo y en el interior del país ”, la Sociedad de Medicina de
Montevideo se enfrasca en una discusión, enfrentándose nada me¬
nos que a la Dirección de Salubridad, que al parecer quería ocul¬
tarla; como resultado se produce la renuncia de los miembros del
Consejo Nacional de Higiene. En el número 6 del año 1896, dice:
“ Noticia: En Montevideo hubo cólera, con 134 atacados y 105 falle¬
cidos, es decir el 80%”. A continuación, se consigna la “ Memoria de
los trabajos anuales y del estado de la Sociedad’. Luego se señala la
nueva integración del Consejo de Higiene, con Joaquín Canabal
como presidente, Ernesto Fernández Espiro, Diego Pérez, Gabriel
Honoré y Antonio Harán como vocales.
En 1896, Américo Ricaldoni presenta el proyecto de realizar
un Congreso de Medicina del Uruguay, que tendría lugar el 25 de
agosto del año siguiente, el cual no llegó a concretarse a raíz del
estallido de la primera revolución de Aparicio Saravia. De esta ini¬
ciativa participan, a efectos de redactar las bases de organización
de la reunión científica, Alfonso Lamas, Mario Isola, Joaquín de
Salterain y José Máximo Carafí, que fallecería en setiembre de ese
año a consecuencia de un absceso hepático. También se publican
202
Ricardo Pou Ferrari
los “ reglamentos para los ejercicios prácticos de enseñanza en diversas
materias de la Facultad de Medicina y Farmacia".
En esta circunstancia, como puede apreciarse, los médicos co¬
bran conciencia de la magnitud de su responsabilidad higiénica,
sanitaria y social, lo que determina distintas acciones, entre las que
merece destacarse el inicio de la serie de artículos sobre Demografía
Nacional publicados por Joaquín de Salterain, el asesoramiento
brindado por varios médicos a la Junta Económico Administrativa
de Montevideo sobre la calidad del agua corriente, etc. Estas in¬
quietudes desembocarían en la creación, en 1895, del Instituto de
Higiene Experimental . 190
Comienzan asimismo a formularse reglamentaciones con in¬
tención sanitaria, por ejemplo en el asunto de la prostitución, 191 tan
vinculado con las enfermedades venéreas y en el que intervendrán
decisivamente los ginecólogos. En el cumplimiento de estas dispo¬
siciones interviene el Poder Ejecutivo, representado por el Ministro
de Gobierno Francisco Bauzá, que en su celo moralista se vio en¬
frentado con el Poder Legislativo, según el siguiente relato tomado
de Eduardo Acevedo:
“El Ministerio de Gobierno dictó un decreto a principios de
1892, por el que fijaban radios determinados a la prostitución,
[...], y la Policía intimó en el acto el desalojo a las casas de pros¬
titución [...] Algunos de los propietarios acataron la orden. Otros
recurrieron al Juzgado Letrado Departamental, y éste, luego de
consultar a los principales abogados, que opinaban que el decre-
190 Mañé Garzón, F. Vida, pasión y vigencia del Instituto de Higiene Experimental en el
centenario de su creación. Montevideo, Revista Médica Uruguay, 1996, 12:59-68 y
1997, 13: 163-184.
191 Nuestro primer higienista fue T. M Vilardebó que en 1838, ante el incremento de
las enfermedades venéreas, propone, en la Junta de Higiene de la que era miembro,
una serie de medidas para su contralor y tratamiento, que causaron estupor entre sus
colegas y en la población en general. (Cf. Rafael Schiaffino. Vida y obra de Teodoro
M. Vilardebó. Médico y naturalista, higienista e historiador. Montevideo, El Siglo Ilus¬
trado, 1940, págs. 57-58 y Mañé Garzón, F. Vilardebó (1803-1857). Primer médico
uruguayo , en: Héctor Mazzella y F. Mañé Garzón. Apuntes tomados por Teodoro M.
Vilardebó del primer curso de Phisiología experiméntale, dictado por Claude Bernard en
el Collége de France (1847-1848). Montevideo, Acad. Nac. Med. Urug., 1989, págs.
281-282).
203
El Profesor Enrique Pouey y su época
to administrativo y el desalojo eran inconstitucionales, amparó a
los recurrentes y mandó suspender el desalojo. La Policía resolvió
hacer caso omiso de la sentencia judicial y entonces el Juez Letrado
dio cuenta al Tribunal Pleno, el ctial se dirigió en el acto al Poder
Ejecutivo sosteniendo la perfecta legitimidad del mandato desaca¬
tado por la Policía. Francisco Bauza afirmó que desde 1883 está
en vigencia un reglamento que demarca el radio de las casas de
prostitución y reglamenta su inspección higiénica y policial. Ese re¬
glamento no ha sido hasta ahora acatado por nadie. [...] Lo que
ha querido el Gobierno, es dar cumplimiento al decreto de la refe¬
rencia, desoyendo a los dueños deprostíbidos que invocan las dispo¬
siciones constitucionales que protegen en su vida, honor y segtiridad
a los cmdadanos y garanten la libertad individual. El Gobierno
creyó que semejantes fundamentos eran impertinentes, por cuanto si
la libertad de entregarse al vicio o al crimen es una facultad deri¬
vada del libre albedrío y sólo enfrentable por el sentimiento moral,
nunca constituye un derecho en la acepción correcta que la palabra
tiene. [...] Como el conflicto restdtaba insoluble, tanto el Tribunal
Pleno como el Poder Ejecutivo resolvieron dirigirse a la Asamblea
General, y así lo hicieron. Adjuntaba a la vez el Poder Ejecutivo
un proyecto de ley que reglamentaba el establecimiento de casas de
prostitución”.
El 21 de diciembre de 1897 “varios miembros de la Sociedad de
Medicina de Montevideo, emitieron la idea, favorablemente recogida
por todos los socios, de la fundación de un periódico. La misma sociedad
nombró de su seno el primer comité de redacción que debía ocuparse de
la dirección del periódico”. 192 Dicho comité estuvo integrado por los
Dres. Brito Foresti, Demicheri, Lamas, Morelli, Morquio, Navarro,
Pouey, Quintela, Ricaldoni, Scosería, Soca y Turenne.
Se expresa en el exordio del primer número de la Revista
Médica del Uruguay:
“En medio del impulso vigoroso que todas las ramas de los co¬
nocimientos han adquirido en la última mitad de este siglo, la me¬
dicina ha sido de las más obstinadas en cambiar su viejo material,
192 Rev. Med. Urug., 1898,1, 1:3-4.
204
Ricardo Pou Ferrari
empíricamente acumulado, por material nuevo que ha de elevarse
de la condición de arte a la condición de verdadera ciencia, basado
en hechos rigurosamente establecidos de los que se desprenden las le¬
yes que rigen el organismo sano, con el enfermo. El centro intelectual
del mundo, la vieja Europa, ha abierto anchamente este camino y
el nombre de Pasteur evoca toda una nueva faz por las ciencias mé¬
dicas, sin la que tal vez la medicina hoy seguirá su antigua marcha,
tan lenta como segura.
[Las ideas] son hoy producidas por cambios menos eminentes
pero mucho más numerosos. El camino de la experimentación, que
le ha enseñado al hombre a desconfiar de sus intenciones para buscar
en los hechos observados o provocarlos, con ayuda del razonamiento,
la cima y la razón de su existencia [...] Los conocimientos médicos
se han difundido grandemente y a eso se debe el número enorme de
trabajadores y los resultados que se adquieren día a día.
A este bello movimiento, la joven América no podía permane¬
cer indiferente. La América del Norte tiene hombres de primera fila
y periódicos generales y especiales que archivan los trabajos que allí
se hacen. Casi todos los países de América Latina poseen su prensa
médica; nuestro país ha sufrido también el Movimiento General
del mundo médico; nuestra Facultad de Medicina ha progresado
mucho; el grupo de profesores de la Factdtad y de médicos nacio¬
nales fundaron hace varios años una Sociedad de Medicina, en la
que se leerían casos, trabajos, experimentos, etc., que beneficiarían
de la discusión y de la instrucción mutua; a su vez esta Sociedad,
creyendo que el material por ella recogido y que muchos trabajos que
se hacían fuera de ella eran dignos de su publicación, inició la fun¬
dación de su periódico, que fuera el grano de arena con que nuestro
país contribuiría a la obra magna de progreso científico.
Dentro de los trabajos que aparecen en los primeros números
de la Revista Médica del Uruguay, merecen destacarse algunos como
botón de muestra-, Arrizabalaga hace una exposición sobre el tema
de su tesis de París, la histeropexia anterior para tratar las retro-
desviaciones uterinas; 193 Navarro publica las dos comunicaciones
que había presentado a la Primera Reunión del Congreso Científico
193 Arrizabalaga, G. De la histeropexia anterior en el tratamiento de las retrodesviaciones
uterinas. Montevideo, R. M. U. 1899,1: 42-48.
205
El Profesor Enrique Pouey y su época
Latinoamericano de Buenos Aires en 1897. 194 Antonio Harán, pre¬
senta un caso de cáncer de frenillo de la lengua, 195 operado por
Pouey y Lamas en noviembre de 1891 y cuya confirmación anato-
mopatológica había sido efectuada por Morelli. Lamas publica un
artículo sobre colcistostomía, 196 leído en la sesión del 29 de noviem¬
bre de 1893, referente a un enfermo de Serratosa, visto en 1886; en
la discusión Carafí manifiesta tener experiencia clínica quirúrgica
y necrópsica en casos de este tipo. Cabe agregar otro trabajo de
Arrizabalaga 197 sobre extirpación de un quiste de ligamento ancho
por colpotomía, operación efectuada en marzo de 1897 “con mi
colega y amigo el doctor Pouey”. Podríamos seguir citando, pero cae¬
ríamos en un exceso, fuera del alcance de este libro.
Otros hechos de gran trascendencia para la medicina nacional,
acontecidos en este decenio, fueron: el comienzo, en 1892, del dic¬
tado de los cursos de Fisiología, con demostraciones prácticas por
parte de Juan B. Morelli, antes mencionado; la fundación, en 1895,
del Instituto de Higiene Experimental, bajo el impulso de Morelli
y José Scoseria; el inicio de las especialidades, como áreas del cono¬
cimiento, de la práctica médica y en la enseñanza médica, si bien
algunas no formaban parte todavía del curriculum de la carrera.
194 Navarro, A. (Cirugía) del espacio subfrénico. Montevideo, R. M U .,1898, 1:49-52 y
Contribución al estudio de los traumatismos del cráneo. Montevideo, R. M. U., 1898, 1:
53-57.
195 Harán, A. Epitelioma del frenillo de la lengua. Operación. Curación. Montevideo, R.
M. U.,1898, 1: 70-71.
196 Lamas, A. Un caso de colecistostomia. Montevideo, R. M. U. 1898, 1:79.
197 Arrizabalaga, G. Quiste del ligamento ancho extirpado por vía vaginal. Montevideo, R.
M. U., 1898, 1: 152- 156.
206
Capítulo XVI
1895
Cátedra de Clínica
Ginecológica
E n el mismo año en que se funda el Instituto de Higiene
Experimental 198 y se establecen las primeras policlínicas es¬
pecializadas en el Hospital de Caridad (otorrinolaringolo¬
gía y oftalmología), en abril de 1895 se crea la Cátedra de
Clínica Ginecológica de la Facultad de Medicina, asignándosele co¬
mo local la sala Santa Rosa , una de las que hasta entonces formaba
parte del servicio de Mujeres del Hospital de Caridad, 199 regenteado
por Isabelino Bosch. 200
198 Mañé Garzón, F. op.cit., 1996 y 1997.
199 La Comisión de Caridad y Beneficencia Pública, acusa recibo a la comunicación
sobre nombramiento de Catedrático de Clínica Ginecológica. Universidad de Mon-
tevdeo, N’ 185. Mayo de 1895, 2 págs., sf, en: Arch. Fac. Med. Montevideo.
200 Al respecto, Turenne afirma que Bosch era un excelente partero y profesor, pero, co¬
mo carecía de temperamento quirúrgico, le fue quitada de su Departamento del Ffos-
pital de Caridad la Sala Santa Rosa, que, entregada al profesor Pouey, reunió todos
los casos que tenían que ver con cirugía ginecológica. Cf. Turenne, A. Los precursores,
op.cit., 1936.
20 7
El Profesor Enrique Pouey y su época
Sala Santa Rosa, 1890.
Planta baja del Hospital Maciel, superponible al primer piso. La Sala Santa Rosa y sus de¬
pendencias aparecen con el N° 17. De: Comisión Nacional de Caridad y Beneficencia Pú¬
blica. Sus establecimientos y servicios, Montevideo, 1905.
208
Ricardo Pou Ferrari
Pouey ocupa el nuevo cargo en carácter interino, 201 hasta 1899,
fecha en que es designado en propiedad, 202 probablemente por el
régimen de traslado, ya que no hay constancia de que se haya cele¬
brado concurso. El catedrático solicita al Consejo 203 que mientras
no sea nombrado el titular, se le mantenga su cargo en el Aula de
Medicina Operatoria y que con su nuevo sueldo se cubra el de Luis
P. Bottaro, 204 que ha elegido como Jefe de Clínica.
“En ese momento los Servicios Hospitalarios eran de una pobre¬
za franciscana, y en cuanto a las dependencias, salas de operaciones
y curaciones, eran de lo más primitivo. Mesas de madera para las
últimas. Una mesa de Bazzini de Padua, en que con gran dificul¬
tad se conseguía la posición inclinada de Trendelenburg y el resto
del menaje corría parejo con estos principales elementos. En 1896,
aparte de otros instrumentos [Pouey] compró una mesa articulada
de Matthew, que fue la primera con que contó el Hospital.
Hospital de Caridad, Sala de Operaciones. Pouey es el pri¬
mero a la izquierda. “El Uruguay Ilustrado”, 1899, Año II,
N°9:129.
201 El Gobierno aprueba el nombramiento del Dr. Enrique Pouey para Catedrático inte¬
rino de Clínica Ginecológica. Universidad de Montevideo, N° 50, Abril de 1895, 5
págs., s/f. En: Arch. Fac. Med. Montevideo.
202 El Ministerio de Fomento comunica que ha aprobado el nombramiento del Dr. En¬
rique Pouey para Catedrático de Clínica Ginecológica. Universidad de Montevideo,
N’44, junio 23 de 1899, 2 págs, sf. (Apéndice Documental. Anexo N° 26)
203 Pouey, Enrique. Solicitud al Consejo de la Facultad de Medicina, en: Arch. de la Fac.
de Med., 1895.
204 El Dr. Dn. Enrique Pouey cede a favor del Jefe de su Clínica, Dr. Bottaro, el sueldo
que le corresponde. Universidad de Montevideo, N’ 122, Julio, 1895, 4 págs., sf.
209
El Profesor Enrique Pouey y su época
Mesa de operaciones de Mathiew, como la que Pouey donara en 1896 a la Clínica Ginecoló¬
gica de la Facultad de Medicina.
Al poco tiempo, se instaló un laboratorio de histología y de
urgencia, para los exámenes que el Laboratorio Central no podía
realizar con premura. Y ese pequeño laboratorio se instaló en un
ángtdo de la sala, en el sitio que antes ocupaba una cama.
Ya desde 1903, se agregó un embrión de museo de piezas
anatomo patológicas, que fue honroso precedente de la estupenda
colección anatomo patológica ginecológica que el doctor Domínguez
conserva en nuestro pabellón y en el de Curieterapia [se refiere al
Hospital Pereira Rossell]”. 205
Los colaboradores se hicieron cada día más numerosos a partir
del binomio inicial constituido por el profesor y su Jefe de Clínica.
Se iban reclutando entre los estudiantes que cursaban el último año
o que asistían a la sala como internos. Varios quedaron impresio¬
nados, como bien lo refiere Pou Orfila, del carisma del maestro y
de las condiciones de clínico eximio de su principal colaborador.
Algunos, luego de graduarse, continuaron aprendiendo ginecolo¬
gía y casi sin advertirlo se hicieron especialistas, marcados por las
aristas eminentemente quirúrgicas que Pouey le había impreso a la
disciplina.
205 Bottaro, L. P. Homenaje al Profesor Pouey. Bol Of. Liga Urug. Cáncer Gen. Fem,
1939, año XIII, N° 48: 23-26.
210
Ricardo Pou Ferrari
Pouey y sus discípulos en 1904. Primera fila: Luis Calzada, Luis P. Bottaro, Pouey, Juan Pou
Orfila. Segunda fila: José Infantozzi, José Foladori, Madame Villavedra, José Bonaba, César
Crispo, H. RafFo. Tercera fila: J. P. Colistro, Mario Simetto, D. Carriquiri.
211
El Profesor Enrique Pouey y su época
Se trata de los futuros ginecotocólogos. Empleamos esta desig¬
nación porque prácticamente todos, a excepción del profesor que
fue ginecólogo puro, también ejercieron la obstetricia, que a par¬
tir del ingreso de Turenne como profesor cambió de encare, pues¬
to que de estar basada en maniobras e instrumentos que le eran
propios, pasó a tener un encare más quirúrgico. Entre estos están:
Luis P. Bottaro, Luis Calzada, Juan Jaume y Bernat, Enrique Llovet,
Augusto Turenne, Juan Pou Orilla, Miguel Becerro de Bengoa,
José Infantozzi, Melchor Pacheco González, César Crispo Acosta.
Carlos Colistro, Pablo F. y Juan Carlos Carlevaro, José Colistro,
José García San Martín, Paulina Luisi, María Armand Ugón,
Enrique Schaffner, Miguel Rago, Diego Martínez Olascoaga, Juan
José Crottogini, etc.
Otros, no menos destacados, continuarían por los derroteros
de la cirugía general, como es el caso de Carlos Stajano, que nunca
se apartó totalmente de la ginecología y de Velarde Pérez Fontana,
gran artífice de la hidatidología en nuestro medio y en el mundo,
que como todo cirujano general, continuaba años después de fina¬
lizado su pasaje por la clínica ginecológica, realizando alguna ope¬
ración de esta especialidad.
Algunos desarrollaron su actividad asistencial en el interior
del país. Otros pertenecían a disciplinas diferentes pero en algún
punto afines a la ginecología. Entre estos últimos cabe mencionar
a Juan Antonio Rodríguez, que luego de una esmerada especia-
lización en París, fue un distinguido dermato sifilógrafo e inició
su actividad como Jefe de Clínica Adjunto de Pouey. Asimismo,
José Agustín Aguerre, con una importante actuación, en su época
de estudiante, en el laboratorio de anatomía de Oskar Hertwig en
Berlín y que se graduó en Montevideo en 1900 con una tesis so¬
bre histología de la neuroglía humana, elaborada en Europa; actuó
como histopatólogo en el grupo de Pouey hasta 1906 y más tarde
en el Laboratorio Central de las Clínicas; en esa fecha fundó una
Clínica Electro Radiológica, en sociedad con Pedro Barcia. Sus fun¬
ciones en la Clínica Ginecológica pasaron entonces a ser desem¬
peñadas por Pou Orfila, quien creó allí un pequeño laboratorio y
el museo de piezas anatomopatológicas. Cabe mencionar también
212
Ricardo Pou Ferrari
a Buenaventura Delger, urólogo de nota, que fue consultante del
Servicio de Mujeres del Hospital de Caridad. Más adelante, tam¬
bién debe incluirse a Félix Leborgne (1904-1970), quien realizó
una fecunda y original carrera en radiología y radioterapia, a la que
más tarde se incorporó su hermano Raúl (1908-1986), a quien de¬
bemos considerar uno de los creadores mundiales de la técnica de
la mamografía.
El único cargo presupuestado, aparte del de Practicante Interno,
era el de Jefe de Clínica , nombrado directamente por el profesor 206 .
Ocuparon este cargo como titulares sólo dos personas durante los
tres decenios que duró el profesorado de Pouey: Luis P. Bottaro,
entre 1895 y 1922 y Velarde Pérez Fontana, entre 1922 y 1928.
Refiere Bottaro:
“El deseo de ensanchar la enseñanza, así como su generosidad
frente a los médicos jóvenes, lo condujo [a Pouey] a nombrar por
períodos de dos a tres años, a jefes de clínica adjuntos que al lado del
eximio maestro se hicieron verdaderos ginecólogos”. 207
Varios destacados profesionales desempeñaron, en tan prolon¬
gado período, los cargos mencionados, así como los de Asistentes.
El curso de ginecología era semestral, durante el último año de
la carrera y consistía en la enseñanza de los aspectos clínicos, ya que
la Patología era tema de estudio en el Aula de Enfermedades de las
Mujeres y los Niños, más adelante denominada Cátedra de Ginecología
y Obstetricia, cuando al retirarse Alejandro Fiol de Perera, fue ocu¬
pada por Augusto Turenne. Esta Cátedra equivalía a las de Patología
de las otras asignaturas clínicas y se dio también el caso que tanto
profesores como estudiantes hacían un pasaje por ella antes de pasar
a la Clínica. La ocuparon, sucesivamente: Juan Pou Orfila (1912-
1915), José Infantozzi (1915-1927), Héctor García San Martín
206 Esta modalidad de acceso fue objeto de una discusión encendida en 1926, entre
miembros del Consejo Directivo en representación de los docentes y de los estudian¬
tes, partidarios estos últimos -no sin razón- de que el cargo fuera llamado a concurso
de oposición. (Pou Ferrari, Ricardo. Juan Pou Orfila. op.cit.)
207 Bottaro, L. P.,op. cit., 1939.
213
El Profesor Enrique Pouey y su época
(1927-1932), Manuel Rodríguez López (1932-1945), Hermógenes
Alvarez (1945) y Américo Stábile (1945-1952).
De acuerdo a lo establecido por el Horario y régimen interno 208
y por el Reglamento, 209 redactados por Pouey en 1898, el Profesor
compartía la docencia con el Jefe de Clínica y los Asistentes de más
larga trayectoria. Luis P. Bottaro dictaba un curso de semiología
ginecológica, en el que hacía gala de su sentido clínico y de sus
copiosas lecturas de libros y revistas, procedentes tanto del ámbito
francés como de anglosajón. Carlos Stajano fue uno de los docentes
más asiduos, ya que dictó, entre 1917 y 1927, innumerables cursos
de “ verano ” sobre fisiopatología ginecológica y abdominal. Lo pro¬
pio hizo Pérez Fontana durante el período de su permanencia en la
Clínica. Los alumnos (que no sobrepasaban la decena en la década
del '20, pero que fueron más numerosos a medida que crecía el
número de inscriptos en la Facultad) eran admitidos a los ateneos,
las reuniones de coordinación quirúrgica y convocados como ayu¬
dantes en las intervenciones. La médula de la enseñanza clínica era
-según la más pura tradición francesa- la visita de sala que el pro¬
fesor realizaba diariamente, a primera hora de la mañana, ocasión
en que el Practicante Interno daba cuenta de los ingresos, de la
evolución de las internadas y se elegían los casos que serían motivo
de las clases clínicas, así como de las cirugías.
Las observaciones semio-clínicas se complementaban con los
datos del laboratorio (análisis de orina, sangre, bacteriológicos, estu¬
dios anatomo-patológicos de las piezas quirúrgicas) y con los resul¬
tados endoscópicos (cistoscopía y rectoscopía). La radiografía se in¬
corporó a partir de 1897, fecha en que se dispuso del equipamiento
correspondiente en el Laboratorio de Fotografía, dirigido desde 1892
hasta 1907 por Augusto Turenne. En 1914 se incorporó el radium,
transformándose por Ley dicha sección en Instituto de Radiología,
208 El Catedrático, Dr. Pouey, sobre horario y régimen interno de la Clínica a su cargo.
Universidad de Montevdeo, N° 30, Agosto 18, 5 págs., sf. En: Arch. Fac. Med. Mon¬
tevideo.
209 Nota del doctor Pouey sobre reglamentación de la Clínica Ginecológica. Universidad
de Montevideo, N° 46, Agosto 20 de 1898, 5 págs., sf. (Ver Apéndice Documental:
Anexo N° 34).
214
Ricardo Pou Ferrari
cuya dirección fue encargada a Carlos Butler (1879-1945), que fue
además catedrático de la materia a partir de esa fecha.
Las historias clínicas, redactadas por el interno, llevaban adjun¬
tas la gráfica de temperatura y la hoja de evolución. Se archivaban
según un número de identificación, que también figuraba en una
tarjeta entregada a cada paciente al ser dada de alta. Refiere Bottaro
que “ cada enferma tenía su historia detallada, que se trazaba sobre un
esquema que era imitación de los usados por Leopold, el gran ginecó¬
logo de Dresden, [...]” 21 ° A partir de la inauguración del Pabellón
de Ginecología, en 1922, comenzó a emplearse el procedimiento
ideado por Miguel Becerro de Bengoa, denominado “fichero uni¬
versal’ , que permitía, en base a cuatro letras, tener rápido acceso a
los datos requeridos. Este repertorio, lo mismo que el fichero pri¬
vado de Pouey, sirvieron para elaborar estadísticas y trabajos. Eran
documentos de incalculable valor histórico, que lamentablemente
desaparecieron.
El 4 diciembre de 1895, pocos meses después de la creación
de la Clínica Ginecológica, se instaló la Policlínica correspondien¬
te, que funcionaba lunes, miércoles y viernes, asistida por distintos
miembros del equipo, según los días. Con anterioridad a esa fecha,
existían, desde 1889, una de Medicina y otra de Cirugía; en 1894,
entre febrero y abril, se abrieron las de otorrinolaringología, pedia¬
tría y oftalmología.
Policlínica de Ginecología del Hospital de Caridad (Tomadas de: Comisión Nacional de Cari¬
dad y Beneficencia Pública. Sus establecimientos y Servicios, Montevideo 1905: 186-187).
210 Bottaro, L. P., op.cit., 1939.
215
El Profesor Enrique Pouey y su época
En una nota firmada por Pouey y Bottaro, que sirve de intro¬
ducción al informe sobre la actividad de la Clínica Ginecológica
correspondiente al año 1897 (durante el cual hubo pocas inter¬
venciones porque el Hospital estuvo ocupado por los heridos de
la revolución de Lamas y Saravia) y al primer trimestre 1898, 211
se ponen de manifiesto datos que tienen valor histórico, ya que se
refieren al período fundacional de la cátedra.
Manifiestan sus responsables que hasta tanto no comience a
funcionar el Servicio especialmente destinado a enfermedades de
transmisión sexual, son internadas en su sala “ un buen número de
enfermas afectadas de infecciones venéreas agudas [que] no pertenecen
propiamente a la ginecología”. El problema que esto planteaba era
la ocupación prolongada de las pocas camas disponibles que eran
necesarias para la asistencia y la enseñanza.
Seguidamente, señalan que han adoptado el éter como úni¬
co agente de anestesia, administrándolo mediante la máscara de
Chalot. La situación permaneció más o menos incambiada hasta
que se generalizó el empleo del aparato de Ombredanne, traído por
Pouey de París en 1911. Luego de la introducción de la cocaína y
la novocaína, algunos casos eran intervenidos con anestesia local y,
hacia el inicio del siglo XX, con anestesia raquídea, variedad que
tendrá gran popularidad entre los ginecólogos.
Aparato de Ombredanne.
211 Comisión Nacional de Caridad y Beneficencia Pública. Hospital de Caridad. Movi¬
miento estadístico correspondiente al año 1897y primer trimestre del año 1898. Monte¬
video, Tipografía Escuela Nacional de Artes y Oficios, 1898, págs. 155-156.
216
Ricardo Pou Ferrari
Pasan luego a enumerar los procedimientos quirúrgicos, que en
las tablas que adjuntamos en el Apéndice Documental, se pueden
correlacionar con los diagnósticos respectivos, así como apreciar su
frecuencia.
La incisión de las paredes vaginales era la vía de acceso preferida
para las patologías pélvicas, por ser la menos expuesta a compli¬
caciones infecciosas. Podríamos decir que este procedimiento era
propio de los ginecólogos y los diferenciaba de los cirujanos ge¬
nerales, gracias al mismo comenzaron a incursionar en la cavidad
abdominal. Efectivamente, dicen estos especialistas: por medio de
la “colpotomía (anterior o posterior, según los casos) hemos llegado a
evacuar colecciones hemáticas o purulentas, a extraer quistes serosos,
dermoideos, hidáticos, desarrollados en el ovario, el ligamento ancho, la
vejiga. En general, después de dichas operaciones hemos establecido un
drenaje por medio de un tubo de goma colocado en la abertura vaginal;
hemos preferido tener una válvula de escape en muchas operaciones en
que hubiéramos suturado la herida, si hubiéramos tenido más confian¬
za en la asepsia de nuestro local operatorio, en el cual hasta ahora se
hacían todas las curaciones sépticas”.
La precisión con que exponen las técnicas hace pensar que las
descripciones sólo pueden provenir de su experiencia. “En la his-
terectomía vaginal hemos abandonado el uso de las pinzas hemostá¬
ticas permanentes; empleamos la ligadura con seda, pero para evitar
fistulizaciones ulteriores, quitamos dicha seda al cabo de 5 días por un
procedimiento sencillo que no es del caso describir”.
En el tratamiento de los prolapsos uterinos emplean los clási¬
cos procedimientos plásticos que han persistido hoy por su nota¬
ble concepción estrictamente basada en la anatomía quirúrgica; los
mismos consiten en: “raspaje uterino, amputación del cuello, colpo-
rrafia anterior y colpoperineorrafia”.
Ya hemos visto que Pouey fue quien introdujo el curetaje ute¬
rino en nuestro medio en 1887, ateniéndose a los principios anti¬
sépticos. Dicha técnica había sido resistida hasta entonces, desde
el momento en que la jerarquizara uno de los precursores de la
ginecología quirúrgica francesa, Joseph Récamier (1774-1852). Al
217
El Profesor Enrique Pouey y su época
respecto nos dicen nuestros autores: “El raspaje uterino lo practica¬
mos sistemáticamente en todas las operaciones sobre el útero cuando se
elige la vía vaginal. Lo hacemos seguir del escobillonaje con glicerina
creosotada y de la introducción de una mecha de gasa iodoformada
empapada en el mismo líquido (glicerina 80, creosota 20gramos)”.
No todas las indicaciones responden a patologías orgánicas.
Con el propósito de mejorar el dolor menstrual, se practica la co¬
locación, durante meses, de un “ tallo de aluminio de Lefour, previo
raspaje”. Este instrumento fue ideado en 1896 por el bordelés Raoul
Lefour (1851-1916) y más tarde modificado por Paul Petit, pero
rápidamente abandonado por las incomodidades que ocasionaba a
sus portadoras.
DRAINS UTÉRINS
n*. .»«s
Fl*. 3084
3083. Urain de Lefour pour utérus in¬
fecté. N« 1. 2. 3 (fig. 3083).
d084. Drain intra-utérin du D r Petit,
2 taillcs, 6 et 9 % (fig. 3084).
Drenaje de Lefour.
Especial consideración merece la siguiente aseveración, puesto
que nos permite dilucidar bien el objetivo así como ubicar la fecha
de comienzo del procedimiento original de Pouey, luego denomi¬
nado vaciamiento conoideo-, “La resección completa de la mucosa cer¬
vical, facilitada por la incisión bilateral del cuello, la practicamos para
curar la cervicitis blenorrágica rebelde a los diversos tópicos”.
La laparotomía ya era un medio muy utilizado por ellos enton¬
ces, en su mayoría a través de la línea media y ocasionalmente en las
zonas laterales de la pared abdominal, cuando la patología a tratar
parecía más accesible de este modo. Por la primera, operaron “un
fibroma del ligamento ancho izquierdo, un quiste hidático del ovario
y del vértice de la vejiga, un quiste dermoide del ovario izquierdo; un
quiste hialino del paraovario izquierdo, otro del para ovario derecho y
por fin, una interesante eventración supra umbilical que contenía el es-
218
Ricardo Pou Ferrari
tómago, parte del intestino delgado y grueso y el epiplón. Los resultados
operatorios así como terapéuticos han sido buenos”.
Con referencia a la evolución postoperatoria, “salvopequeños in¬
cidentes debidos a la impureza del medio ambiente y que desaparecerán
en lo sucesivo”, no han tenido complicaciones mayores, sirviéndose
en ocasiones, para que “el corazón desfallecido recobrara su energía y
los riñones su funcionamiento normal [...] de los graniles, inyecciones
subcutáneas de agua salada y los pequeños de sulfato de estricnina he¬
chos antes y sobre todo después de las grandes intervenciones”.
A este informe sigue el complementario, correspondiente a la
totalidad del año 1898 212 y el del año siguiente. 213 La nota de pre¬
sentación está fechada en abril 16 de 1900 y firmada por los res¬
ponsables de la sala Santa Rosa. Es una síntesis de sus convicciones
clínicas y quirúrgicas, que, al mismo tiempo, pone de manifiesto
su experiencia y capacidad: “Seguimos practicando sistemáticamente
el raspaje como factor de asepsia en todas las operaciones conservadoras
realizadas por la vagina”. Véase una vez más el ejemplo de una in¬
tervención quirúrgica efectuada como medio para “ extirpar ” en su
totalidad una mucosa infectada.
Apuntando en la misma dirección, mencionan el método origi¬
nal de Pouey y sus indicaciones y objetivos:
“Para curar la leucorrea uterina que se eterniza cuando las
lesiones que la producen se limitan al conducto cervical [...] hemos
practicado la resección de gran parte o de la totalidad de la mucosa
enferma y hemos obtenido excelentes restdtado en la casi totalidad
de los casos. Este pequeño hecho tiene —en nuestro concepto— una
importancia positiva: acorta enormemente la hospitalización de las
enfermas de esa clase y suprime un foco, causa de complicaciones
frecuentes en la paciente, y de posibles contagios”.
212 Comisión Nacional de Caridad y Beneficencia Pública. Hospital de Caridad. Me¬
moria correspondiente al año de 1898. Montevideo, Tip. de la Escuela N. de Artes y
Oficios, 1900, págs. 327-339.
213 Ibídem. Memoria correspondiente al año de 1899. Montevideo. Imprenta “El Siglo”,
1900, págs. 137-143.
219
El Profesor Enrique Pouey y su época
Aparte de las operaciones plásticas, se mencionan los procedi¬
mientos quirúrgicos para la corrección de la retro-verso-flexión ute¬
rina -a la que durante años se vinculó con diferentes consecuencias
patológicas- entre ellos, el acortamiento de los ligamentos redondos
por plicatura en la pared abdominal, sin abrir la cavidad peritoneal,
una de cuyas variantes había sido concebida por Doléris y que en la
literatura también se menciona como técnica de Doléris-Caballero.
Juzgamos de interés el juicio siguiente, tan válido como si hubiera
sido formulado hoy, que pinta un rasgo de la mentalidad ginecoló¬
gica, respetuosa de la integridad anatómica y funcional del aparato
genital femenino:
“ [Con] un espíritu de conservación bien entendida, nos hemos
esforzado en conservar a la mujer órganos lesionados siempre que la
lesión no fuera juzgada irremediable o peligrosa”.
En varios casos, practican la cirugía reconstructiva de las trom¬
pas de Falopio, como por ejemplo el debridamiento del ostium pe¬
ritoneal (salpingolisis) y la salpingostomía. Esta última se empleaba
en embarazos ectópicos tubarios sin compromiso de la pared de la
trompa, a la que dejaban abierta (sin suturar) luego de extirpar el
saco gestacional. También llevan a cabo la “ ignipuntura” (punciones
mediante el bisturí eléctrico) de los ovarios “ esclero quísticos ” (hoy
denominados ovarios poliquísticos), proceder que había sido preco¬
nizado por Pozzi. Estas dos últimas tácticas se efectúan actualmente
mediante laparoscopía, con excelentes resultados en cuanto a la re¬
cuperación de la función ovárica.
Una vez más, insisten en diversos procedimientos por vía vagi¬
nal, entre ellos la colpotomía, que también emplean “para completar
el diagnóstico clínico ” (vemos en esto un esbozo de las laparoscopías
exploratorias vaginales, que comenzó a efectuar en Francia Raoul
Palmer (1905-1985) a mediados del siglo XX). Otra alternativa es
la histerectomía vaginal, según la técnica de Péan (“ morcellemenf ,
en caso de miomas grandes) o de Doyen (“ hemisecciónj.
Acordes con las ideas de los especialistas más avanzados de la
época, especialmente los norteamericanos y germanos, aseveran:
220
Ricardo Pou Ferrari
“Hemos abandonado la vía vaginal en numerosos casos en que
preferimos hoy la vía kipogástrica [laparotomía] que se ha hecho
más benigna con la experiencia mayor adquirida y los perfecciona¬
mientos de la técnica: los gruesos fibromas que exigirían maniobras
difíciles, penosas y prolongadas en extremo; las supuraciones pelvia¬
nas en que se diagnostican o se sospechan adherencias intestinales
importantes, no deben operarse por la vía vaginal.
La vía hipogástrica se realiza hoy más a menudo por las razo¬
nes indicadas y también con la esperanza de obtener curas radicales
en afecciones que, operando por vía vaginal, recidivan con desespe¬
rante freciíencia. Así el cáncer uterino se ataca hoy preferentemente
por laparotomía. Los casos son aún demasiado recientes para poder
juzgar la eficacia del vaciamiento de los ligamentos anchos del pun¬
to de vista de las recidivas”.
Por otra parte, prefieren la histerectomía subtotal a la total.
Estos avezados cirujanos abdominales no retroceden “ni ante
lesiones renales adelantadas ni ante una anemia llegada a un grado
avanzadísimo”.
Tal es su familiaridad con la laparotomía que no vacilan “en
abrir el vientre en ciertos casos de diagnóstico dudoso, persuadidos de la
perfecta inocuidad de dicha operación”. Una vez más se plantea este
procedimiento como último acto diagnóstico y -eventualmente-
primer gesto terapéutico. Cuando Pouey visita por primera vez a
los hermanos Mayo en 1911, criticará dicha táctica, pero dejando
constancia que está justificada si no se ha llegado al diagnóstico
por medio de los demás recursos de la clínica, el laboratorio y la
radiología; estima que no debe prodigarse en aras de una consulta
apresurada, que puede conducir a errores.
Antes de finalizar el informe, señalan que:
“en general [están] satisfechos de las condiciones asépticas del
medio operatorio. Sin embargo, a veces supuran todas las suturas de
laparotomía; este hecho viene a demostrar —a [su] modo de ver— que
221
El Profesor Enrique Pouey y su época
aún queda algo por hacer en el saneamiento del medio ambiente de
nuestro Hospital de Caridad”.
Es en 1900 que Pouey y Fausto Veiga presentan su ponencia
ante la Sociedad de Medicina, acerca de una “ epidemia de infecciones
operatorias en la sala” , cuya discusión muestra al primero todavía
atado a conceptos de transmisión de las bacterias a través de par¬
tículas suspendidas en el aire, mientras sus oponentes, entre ellos
Navarro y Turenne, enfatizan -como reviviendo los viejos conceptos
de Semmelweiss- la vía de las manos del cirujano, de sus ayudantes
o de quienes realizan las curaciones, como vector principal de la
infección y la necesidad de su escrupuloso lavado y desinfección,
como primer modo de prevenir complicaciones de esa índole.
El 16 de abril de 1902, 214 Pouey y Bottaro remiten el informe
correspondiente al año anterior. Sucintamente, enumeran tres pun¬
tos prioritarios lo que nos permite apreciar mejor las condiciones
de funcionamiento del Hospital, carente de elementos que parecen
indispensables hoy día, calefacción y luz eléctrica:
“No entraremos a comentar nuestros resultados pero debemos
llamar la atención sobre tres cuestiones, con elfin de mejorarlos.
I o Se han producido algtmas infecciones que podemos atribuir
a insuficiencia en la esterilización del apósito, especialmente de las
gasas. Creemos indispensable un severo control que impida la repe¬
tición de lo sucedido. Ustedes sabrán cuáles son los medios condu¬
centes.
2 o La insuficiencia de calefacción en nuestra Sala de enfermas,
se ha tradticido en algunos casos por complicaciones congestivas to¬
rácicas después de nuestras operaciones.
3 o Sería altamente ventajosa para cierta categoría de enfermas
la creación de una instalación eléctrica que podría llevarse a cabo
con pocas erogaciones. ”
En diciembre de 1904, envían la reseña sobre la actividad de la
Sala “ Santa Rosa ” en ese año, que no muestra diferencias significati-
214 Comisión Nacional de Caridad y Beneficencia Pública. Hospital de Caridad. Memo¬
ria correspondiente al año de 1901. Montevideo, 1902, pág. 253.
222
Ricardo Pou Ferrari
vas con respecto al informe previo y que va precedido de una breve
nota sin consideraciones de orden técnico ni de otra índole dignas
de comentario.
En oportunidad del Segundo Congreso Médico Latino Ame¬
ricano reunido en Buenos Aires en abril de ese año Pouey presenta
-por primera vez después de seis años de practicarla en más de cien
pacientes- su técnica original del vaciamiento conoideo , que es co¬
mentada en capítulo aparte.
En 1914, se publica en apartado, la Memoria de la Clínica
Ginecológica de la Facultad de Medicina , 215 admirable por su pro¬
lija edición, de la que fue responsable Miguel Becerro de Bengoa.
Muestra una escuela ginecológica ya en plena madurez, con diver¬
sos y calificados colaboradores, un caudal de enfermas muy impor¬
tante, sobre todo en relación con las limitaciones locativas (que no
habían cambiado desde su fundación) y un asombroso desempeño
quirúrgico, tanto en el número de intervenciones como en la varie¬
dad y complejidad de las técnicas empleadas.
Sin duda, detrás de esto, había mucha lectura de actualización,
intercambio de novedades y opiniones, viajes de estudio, atenta
elaboración colectiva de pautas, severa evaluación de resultados,
prácticas de medicina operatoria en cadáveres y -por último pero
no lo menos importante- mobiliario e instrumentos apropiados,
celosa preparación aséptica de los mismos, del material de suturas
y curaciones, así como del ambiente, aunque las instalaciones edili-
cias eran aún sumamente precarias. Este equipo técnico había sido
formado pacientemente por Pouey y su primer colaborador, trans¬
mitiéndole en primer término la fe en la semiología y el diagnóstico
y en segundo lugar, el arrojo para intentar las intervenciones indica¬
das y correr los riesgos que éstas aparejaban, lo mismo que cuando
debían resolver urgencias.
Todos los testigos son contestes en afirmar que la atmósfera que
se vivía en la clínica era la sinceridad, especialmente a la hora de
reconocer o señalar un error, así como la del diálogo teniendo siem-
215 Facultad de Medicina de Montevideo. Memoria de la Clínica Ginecológica correspon¬
diente al año 1914. Montevideo, 1915.
223
El Profesor Enrique Pouey y su época
pre en consideración la jerarquía y experiencia de los mayores, pero
sin dejar de lado la capacidad inquisitiva o las sugerencias creativas
de los más jóvenes. Es muy probable que quienes no se adaptaran a
esas condiciones, espontáneamente se fueran alejando, con lo que
se produjera una selección al cabo de cierto tiempo.
A lo largo de los treinta años que duró su magisterio quirúr¬
gico, siempre primó el entusiasmo de Pouey para hacer lo mejor y
lo más reciente, por trabajar teniendo como principal objetivo el
bienestar de las pacientes, tanto o más con esas mujeres pobres del
hospital que con las pacientes del Sanatorium.
Como resumen del estudio que precede, podemos preguntar¬
nos: ¿cuáles son los puntos destacables que se desprenden de estos
informes?
1) La fineza de la semiología, hecha con las manos (enfati¬
zamos que en ese momento no se empleaban sino excep¬
cionalmente los guantes de goma) y pocos elementos de
juicio más (evolución, curva de temperatura, análisis de
sangre), que permitía a estos cirujanos, herederos directos
de la escuela anatomoclínica y fisioclínica de París, llegar
a diagnósticos precisos y complejos, que involucraban a
varios órganos pelvico-abdominales, con cierta aproxi¬
mación etiopatogénica. Tampoco descuidaban el de las
enfermedades generales, consecutivas o concomitantes
con las ginecológicas que traían las pacientes al Hospital.
La colpotomía, la laparotomía y la anatomía patológica
de la pieza quirúrgica permitían precisar el diagnóstico,
tal y como aparece consignado en las tablas del Apéndice
Documental.
2) El atinado análisis de los elementos de juicio disponibles,
la ponderación de los beneficios y los riesgos a la hora de
plantear la oportunidad, la estrategia, la táctica y la técni¬
ca quirúrgica que mejor se ajustaba al caso concreto. Es
llamativa la asociación de procedimientos, en ocasiones
complementando la vía vaginal con la abdominal, lo que
probablemente obedecía a la necesidad de suprimir, por
224
Ricardo Pou Ferrari
distintos medios, los focos infecciosos en diferentes loca¬
lizaciones, al no disponer de otros recursos eficaces para
atacarlos. Lo anterior también obedecía a que, dada la pre¬
cariedad de la anestesia y los riesgos inherentes a cada una
de las intervenciones quirúrgicas por separado, se aprove¬
chara al máximo la oportunidad de tener la enferma en el
quirófano.
3) El hábil manejo, tanto de la vía vaginal (con menores
riesgos y un resultado más conservador de órganos y fun¬
ciones) como la denominada por ellos “ hipogástrica” (que
ofrecía la ventaja de hacer una evaluación más completa de
la patología, así como de debridar o extirpar -bajo el con¬
trol de la vista- y no a ciegas como en el caso anterior).
4) La concepción y el comienzo en la realización (que pode¬
mos datar entre 1897 y 1898) del procedimiento consis¬
tente en la extirpación completa de la mucosa cervical en
casos de infecciones rebeldes, que luego se denominaría
vaciamiento conoideo de Poney. En esa primera etapa, los
ginecólogos plantean que sus ventajas son acortar las inter¬
naciones por esa causa (que de otro modo podían prolon¬
garse por meses, convirtiendo la sala en un asilo) y abolir
un foco infeccioso, que conduciría, en primer término, a
ocasionar íí recidivas , o a localizaciones metastásicas (artri¬
tis) y en segundo lugar, a contagios venéreos, aún a largo
plazo.
5) El cuidado por seguir las reglas de la antisepsia y de la
asepsia, tan difícil de lograr en un ambiente con recursos
precarios como era el hospitalario. También se destaca el
uso que hacían de los drenajes, a los que los primeros la-
parotomistas atribuyeron sus éxitos. Es de hacer notar que
aún está en el espíritu de estos cirujanos la noción de la
transmisión de los gérmenes por el aire “contaminado
6) La progresiva seguridad que demuestran estos ginecólogos
en la vía laparotómica, que les permite una cirugía más
225
El Profesor Enrique Pouey y su época
completa, incluso el vaciamiento de los ligamentos anchos en
los cánceres de cuello uterino (operación de Wertheim).
7) La adopción, de acuerdo a su experiencia, de ciertas moda¬
lidades terapéuticas, como la anestesia con éter, las ligadu¬
ras con catgut o seda (y el abandono de las pinzas hemos¬
táticas dejadas prolongadamente), las inyecciones de suero
o estricnina como medios de reanimación.
8) Los buenos resultados quirúrgicos, con una mortalidad
muy baja, ya desde las primeras estadísticas reportadas,
consecuencia de las precauciones tomadas y de la estricta e
individualizada indicación, realización y control.
¿Cómo era el funcionamiento, en la rutina diaria, desde el pun¬
to de vista asistencial, de la Clínica Ginecológica?
Las enfermas ingresaban a través del Servicio de Urgencia o bien
eran derivadas de la Policlínica. Mientras que, como ya fue mencio¬
nado, las portadoras de enfermedades venéreas, cuya denuncia era
obligatoria, permanecían internadas por períodos largos, las opera¬
das estaban, en promedio, quince días en la Sala. Tratándose de un
ámbito quirúrgico y docente, donde era preciso mostrar patologías
diversas y sus respectivos tratamientos, resultaba importante acortar
los plazos de internación y resolver los casos con la mayor rapidez
posible. Llama la atención que sin descuidar el estudio previo ni la
ponderación de la oportunidad operatoria, el número de interven¬
ciones se eleva de más de 200 a comienzos de siglo al doble en 1914.
Se efectuaban al menos tres sesiones quirúrgicas semanales, en un
horario matinal prolongado (ya que solía prolongarse hasta las 13 ó
14 horas), repartiéndose entre los cirujanos del equipo con mayor
experiencia y con la casi constante participación, tanto del profesor
como de los estudiantes. Las Hermanas de Caridad desempeñaban
un importante papel como administradoras y ayudantes; también
las hubo posteriormente cuando la Clínica Ginecológica se trasladó
al Hospital Pereira Rossell. Es curioso observar que en Uruguay
sucedió lo mismo que en Francia, donde, frente al furibundo anti-
226
Ricardo Pou Ferrari
clericalismo de las autoridades, con erradicación de todo rastro de
símbolo o nombre que evocara la religión, no se prescindió de las
monjas. No existía personal que reuniera las condiciones de éstas,
su dedicación día y noche, su competencia para actuar como co¬
laboradores (es así que en varias fotos aparecen administrando la
anestesia al paciente que se está interviniendo o colaborando en las
curaciones) como vigilantes del cumplimiento de distintas funcio¬
nes y como administradoras (era clásico verlas con el manojo de lla¬
ves que sólo a ellas les permitían el acceso a los guardarropas o a los
armarios de medicamentos) por su capacidad vocacional de acercar¬
se psicológicamente al enfermo (más allá de la labor apostólica que
pudieran cumplir) hasta cierto punto, como garantía de la conduc¬
ta dentro del Hospital su presencia bastaba para que ciertos comen¬
tarios no se hicieran en voz alta, así como para aplacar las tentaciones
resultantes de la larga estadía y convivencia de muchas personas de
ambos sexos dentro de un recinto casi cerrado. Finalmente, eran
mano de obra barata, ya que no requerían otra erogación que no
fuera la de su manutención.
Sala Santa Rosa. (Tomada de la Memoria del Decanato de Quíntela, 1915).
227
El Profesor Enrique Pouey y su época
La sala Santa Rosa era simple y reducida. Ubicada en el pri¬
mer piso, esquina sur, del Hospital, tenía cuatro ventanas a la calle
Guaraní y dos a la calle Washington. Estaba particularmente ex¬
puesta a los pamperos, por lo que durante los inviernos hacía tanto
frío que las pacientes internadas a veces contraían gripes o neumo¬
nías que agravaban la enfermedad que había determinado su ingre¬
so. Como único medio de calefacción había una salamandra en el
medio de la sala. La pared opuesta a las ventanas lindaba con el pa¬
sillo, al que la sala se abría por dos puertas en sus extremos. En una
de las esquinas, en el sitio que ocupaba una cama, había un espacio,
separado por delgados tabiques de madera que no llegaban al te¬
cho, donde estaba instalado el laboratorio y museo de piezas anato-
mopatológicas; su presencia se justificaba, ya que el Laboratorio
Central, que cumplía iguales funciones, no podía atender con la
suficiente celeridad los requerimientos -que a veces eran urgentes
para tomar una decisión terapéutica. Cada cama estaba separada
por cortinas, a manera de biombos, que permitían cierta privaci¬
dad, aunque no aislaban de los ruidos ni los olores. Separado de la
sala por el servicio de Obstetricia, que estaba a continuación por el
lado de la calle Washington y cercano a las escaleras, estaba el cuarto
de curaciones, donde, cosa muy llamativa, se efectuaban además
los procedimientos quirúrgicos menores, en particular el drenaje de
abscesos. En su inmediata vecindad, estaba la sala de operaciones,
que era celosamente lavada y desinfectada antes de cada procedi¬
miento. La instalación eléctrica fue tardía en el Hospital, por lo que
al comienzo no se disponía más que de la luz natural o de lámparas
a gas. Como señala Raúl C. Praderi, el procedimiento listeriano ori¬
ginal (complicado, costoso y que insumía tiempo) se conservó por
mucho más tiempo en nuestro medio que en los hospitales ingleses.
Según se desprende de las referencias hechas al pasar por los prime¬
ros colaboradores, la posición inclinada de Trendelenburg se utilizó
desde el comienzo de la actividad de la Clínica, si bien sólo después
de 1896, cuando contaron con la mesa de operaciones articulada
tipo Mathiew, la misma fue satisfactoria.
La esterilización se efectuaba, lo mismo que en la sala de
Pugnalin, mediante una estufa de Poupinel, sin descartar por eso la
228
Ricardo Pou Ferrari
inmersión de los instrumentos en una solución de glicerina creoso¬
tada, previamente a cada intervención. El instrumental disponible
fue creciendo con los sucesivos viajes de Pouey, quien también los
encargaba por catálogo. Pese a la colaboración de los profesores en la
adquisición del instrumental, en 1898 la Comisión Administradora
del Hospital de Caridad, en un intento más por hacer primar su
autoridad sobre la Facultad de Medicina, intenta organizar un lugar
centralizado donde albergar aquéllos. Con ese motivo y a solicitud
del Decano, los distintos profesores de cirugía y especialidades qui¬
rúrgicas, manifiestaron su tajante oposición. Finalmente, la iniciti-
va quedó sin efecto.
Stérilis*t«ur Poupinel
Estufa de Poupinel.
Hasta 1906, sólo se usaban guantes de goma para realizar los
exámenes ginecológicos en casos de infección o para efectuar los
procedimientos quirúrgicos por vía vaginal, mientras que para las
laparotomías se prescindía de los mismos. Esto puede afirmarse con
certidumbre al consultar el trabajo de Bottaro sobre la incisión de
Pfannenstiel. Ignoramos cuándo se introdujeron los tapabocas, que
229
El Profesor Enrique Pouey y su época
son mencionados por Navarro en una discusión a comienzos de
siglo en la Sociedad de Medicina.
Véase Apéndice Documental. Anexos N° 24 a 31.
230
Capítulo XVII
1896
Congreso Internacional de
Ginecología y Obstetricia de
Ginebra
E n 1896, Pouey se embarca por tercera vez rumbo a Europa.
Primero va a París, donde visita a sus maestros y ami¬
gos, hospedándose en casa del colega tarbesiano Doctor
Peyramalle. Asiste luego al Congreso Internacional Periódico
de Ginecología y Obstetricia, que tuvo lugar en Ginebra, reunión
para el cual la Universidad le otorgó una misión de estudios. 116
La primera de estas reuniones había tenido lugar en Bruselas
en 1892. A Ginebra asistieron delegaciones en representación de
distintos países, entre los cuales Uruguay no figura.
216 Facultad de Medicina. Legajo por el que se designa al Profesor Enrique Pouey como
delegado de la Facultad de Medicina ante el Congreso Internacional a realizarse en
Ginebra, Montevideo, 1896. En: Arch. Fac. Med. Montevideo.
231
El Profesor Enrique Pouey y su época
La sesión inaugural se realizó el 11 de setiembre, bajo la presi¬
dencia del famoso cirujano suizo Auguste Reverdin (1848-1908),
en el Aula Magna de la Universidad, con la presencia del Presidente
de la Confederación Helvética y del Ministro de Instrucción del
cantón de Ginebra, quien manifiesto:
“La ley de progreso y especialización que rige todos los esfuerzos
del espíritu moderno [...] implica dos partes inmensas, el desctibri-
miento de la vida microbiana y el porvenir del método antiséptico.
Esto implica una concepción etiológica de la enfermedad, que ha
transformado la medicina [...] Ha inducido a la cirugía a dar pa¬
sos de gigante, permitiéndole audacias, que entre vosotros mismos,
señores, se piensa ya en refrenar. [Ahora, las mujeres] son devueltas
a la vida y a la maternidad, mientras que antes estaban fatalmente
conducidas alfracaso fisiológico y a la muerte 217
La mentalidad que trasunta este discurso, dirigido a los gine¬
cólogos y obstetras, justiprecia aspectos claves del desarrollo cien¬
tífico y tecnológico que ya daban importantes frutos en la práctica
clínica. Se destaca también la confianza que el mismo trasunta en
el progreso basado en la ciencia, muy en boga en ese momento. Por
otro lado, el intenso desarrollo industrial y económico, que favo¬
recía a una proporción todavía relativamente pequeña de personas,
orientaba sus vectores hacia la racionalización y especialización del
trabajo, criterios provenientes del capitalismo empresarial y conoci¬
dos como “ taylorismo ”, 218 que comenzaban a infiltrarse también en
la mentalidad médica.
217 Congrés Périodique International de Gynécologie et d’Obstétrique, Genéve, Georg
et comp. Libraire de l’Université, 1897, 2 vols.
218 El autor de la racionalización de la empresa de acuerdo a criterios “ científicos ” fue el
norteamericano Frederick W. Taylor (1856-1915).
232
Dr. ENRIQUE POÜEY
Caricatura de Enrique Pouey, 1894.
Creemos que estos Congresos de Ginecología y Obstetricia son
indicio de que la cirugía había terminado por dar a luz una nueva
especialidad quirúrgica, la ginecología, que ya contaba hacia este
final de siglo con revistas y sociedades propias, aunque no podemos
perder de vista que la mayoría de los que la practicaban eran a la
233
El Profesor Enrique Pouey y su época
vez cirujanos generales. La obstetricia, independizada mucho antes,
también se asociaba a la ginecología, ya que ambas trataban los pro¬
blemas médicos de las mujeres.
Sin duda, Alemania llevaba la delantera por sus institutos uni¬
versitarios y privados ubicados en las numerosas ciudades del mun¬
do de habla germana, donde una pléyade de ginecólogos, que tam¬
bién practicaban la tocología, pasaron a consituir una sólida cohorte
que marcaba el rumbo, por más que los franceses considerasen que
aquellos habían abrevado primero en los manantiales galos. 219
El plenario del Congreso rindió solemne homenaje a los pre¬
cursores de la ginecología europea, Joseph Récamier (1774-1852) de
Francia, Rizzoli de Italia, Friedrich Wilhelm Scanzoni (1821-1891)
de Alemania y Thomas Spencer Wells (1818-1897) de Inglaterra.
Con posterioridad a la inauguración, los miembros del
Congreso realizaron una excursión en barco por el Lago de Ginebra,
disfrutando de las magníficas vistas que éste ofrece.
La sesión de ginecología tuvo por temas oficiales: el “tratamien¬
to quirúrgico de las supuraciones pélvicas”, la “ cirugía de la retroversión
uterina ’ y “el mejor modo de cerrar la pared abdominal".
Las disertaciones sobre el primer asunto, que ya había sido de¬
batido en el Congreso de Bruselas (lo que subraya su importancia,
así como la rapidez con que evolucionaban los criterios terapéuti¬
cos) fueron presididas por Samuel Pozzi.
Las supuraciones obedecían a una de tres etiologías: gonocóci-
ca, séptica o tuberculosa. Primero se utilizaban terapéuticas médi¬
cas, tales como el reposo, el calor, los masajes, las irrigaciones y la
219 En 1877, Hermann Fehling (1847-1925) funda la famosa revista Zentralblatt ftir
Gyndkologie. En 1885, bajo el impulso de Alexander Freund (1833-1917) se establece
la Deutsche Gesellschaft ftir Gynakologie und Geburtshilfe y comienzan los Congresos
anuales. Entre las figuras más representativas del mundo germano de la ginecolo¬
gía, cabe citar a: Cari S. F. Credé (1819-1892), Gustav Veit (1824-1937), Alfred
Hegar (1830-1914), Robert von Olshausen (1835-1915), Frantz Winckel (1835-
1911), Christian G. Leopold (1846-1915), Paul Szweifel (1848-1927), Otto Küstner
(1849-1931), Rudolf Chrovak (1843-1910), Max Hofmeier (1854-1927), Johann
Veit (1857-1917), Alfred Doderlein (1860-1941), Robert von Franqué (1867-1937)
y Ernst Bumm (1858-1925).
234
Ricardo Pou Ferrari
electricidad. La lentitud con que éstas hacían efecto o su total inefi¬
cacia justificaban que, pese a los riesgos, se adoptara la cirugía como
solución para aliviar a una paciente, que de otro modo llegaría a
ser casi una inválida. Según una frase clásica de Pierre Alexander
Louis (1787-1872): “ Nombre de maladies que font le désespoir de la
médecine guérissent tres facilement par les sécours de la chirurgie”. 22 °
Lo mismo que para las salpingo ovaritis supuradas, la punción o el
drenaje a través del fondo de saco vaginal posterior podía ser útil. 221
Otras posibles estrategias eran: el abordaje por vía perineal (vertical
Sánger, Hegar u horizontal Otto Zuckerkandl [1861-1921]), por
vía sacra (Emil Zuclerkandl [1849-1910], W. Wiedow, Sánger), por
medio de una incisión por encima del ligamento de Poupart, deco¬
lando luego el espacio preperitoneal de Retzius (laparotomía prepe-
ritoneal de Hegar), por la vía transperitoneal (Lawson Tait, 1889,
Christian Fenger [1840-1902], 1886) o por la abertura en dos
tiempos (Hegar, similar al procedimiento empleado por Richard
von Volkmann [1830-1889] para los quistes hidáticos, en el que se
inspiró la técnica de Lamas y Mondino para la cirugía de los quistes
hidáticos pulmonares). Podía recurrirse también a la histerectomía,
en sus tres variedades: vaginal o “ evacuadora” (denominada también
“castración útero ovárica u operación de Pean ), abdómino-vaginal y
abdominal. En las dos últimas, era indispensable la posición incli¬
nada de Trendelenburg. 222 Se daba gran valor al lavado cuidadoso de
la cavidad peritoneal y a la colocación de drenajes. En determinados
casos, se recurría a intervenciones conservadoras (salpingostomía,
resección o ignipuntura del ovario, ésta última muy preconizada
por Pozzi); en las situaciones graves, la intervencióm preferida era
la histerectomía.
220 Pozzi, S. Traité de Gynécologie opératoire. op.cit. 1897, pág 111.
221 Rodríguez, Isido re. De /’ incisión du cid-de-sac postérieur et du drainage para utérin
dans les suppurations et hématomes pelviens. Historique. Manuel opératoire. Indications
Resultáis inmédiats et éloignés. París, Thése, París, Bataille et Cié. Ed., 1895, 95 págs.
(Citado en el presente Congreso).
222 Dlengeniére, H. Du plan incliné dans certaines laparotomies. Prog. Méd., 14 y 21
marzo, 1891.
235
El Profesor Enrique Pouey y su época
Geoges Bouilly. Eugéne Doyen.
Los disertantes fueron -sucesivamente- Georges Bouilly
(1843-1903) de París, Max Sánger (1853-1903) de Leipzig y
Howard Atwood Kelly (1858-1943) de Baltimore. Comparando
sus ponencias, resulta evidente que en Estados Unidos y Alemania
se aceptaban criterios más avanzados que en Francia. Bouilly postu¬
laba la histerectomía vaginal, que ofrecía más dificultades técnicas
y el riesgo de romper adherencias inflamatorias y así abrir bolsas
supuradas en la cavidad peritoneal y lesionar órganos vecinos. Todo
esto estaba agravado porque las maniobras eran a ciegas, guiadas
sólo por “el dedo que ve ” del cirujano.
Como había ocurrido en oportunidad de los congresos franceses
de cirugía y en el Internacional de Ginecología de Bruselas, también
en éste se planteó un duro enfrentamiento en el que participaron, por
un lado, Jules Péan y su discípulo Paul Ségond, y por otro, Eugéne
Doyen. Este último pretendía que le fuera reconocida su prioridad en
la concepción y ejecución de la histerectomía vaginal. Péan respondió
enérgica y despectivamente, recordando que su primera contribución
había sido presentada en Berlín en 1890, 223 que la misma había inspi-
223 Péan, J. Comm. au X Congrés International de Berlín. Ann Gyn Obstet., 1890,
34:110.
236
Ricardo Pou Ferrari
rado una tesis de doctorado de la Facultad de París en 1894 224 y por
último, que había sido mostrada por Ségond en Bruselas en 1891. 225
Asimismo, destacaba que la operación llevaba su nombre en una sínte¬
sis histórica aparecida recientemente en Berlín. 226 El cirujano parisino
concluía con el argumento que la técnica de Doyen era diferente a la
suya, ya que aquélla consistía en la hemisección anterior del útero.
Doléris, en su Traitépratique de gynécologie 227 asevera categóricamen¬
te: “Es Péan y él sólo quien tuvo la idea de la castración útero ovárica por
vía vaginal; se la ha designado justamente como operación de Péan. Las
reivindicaciones tardías de Doyen, a las que recientemente en Alemania
se les ha dado crédito, 228 no podrían de ningún modo quitar a Péan una
prioridad a la que tiene derecho indiscutible Para los lectores actuales
puede ser interesante saber que las pinzas hemostáticas se dejaban ¿n
situ durante 48 horas, siendo luego sustituidas por mechas de gasa.
Max Sánger. Howard Kelly.
224 Baudron J. De l’hystérectomie vaginale appliquée au traitement chirurgical des lésions
bilatérales des annexes de l’utérus (opération de Péan) .Thése de Doctorat, Paris, 1894.
225 Ségond, P. De l’hystérectomie vaginale dans le traitement des supppurations pelviennes.
Paris, 1891.
226 Landau, L. Die vaginale Radikaloperation Technik und Geshichte. Berlin, 1896.
227 Doléris, J. A. et Pichevin, R. Traité pratique de gyné cologie. Paris, Masson Ed.,
1896.
228 Sanger, M. Soc Obstet Gynec Leipzig. Centr. f. Gyn, 1896:70.
237
El Profesor Enrique Pouey y su época
Sánger presentó una notable encuesta entre numerosos y des¬
tacados especialistas de habla germana, que en su mayoría se mos¬
traron favorables al abordaje abdominal. Bernhardt Bardenheuer
(1839-1913) dio a conocer su casuística de 1626 intervenciones,
con una mortalidad global del 5,59%, de las que 1323 correspon¬
dían a histerectomías vaginales con una mortalidad del 3,5% y las
restantes a anexo-histerectomías abdominales, con una letalidad del
4,6%.
Howard Kelly -que se había formado en Alemania- ofreció
una visión, a la vez sintética y ordenada, en la que clasifica y define
las distintas modalidades clínicas como se pueden presentar las su¬
puraciones pélvicas y propone las soluciones quirúrgicas adecuadas
para cada grupo. Subraya su adhesión a la laparotomía, ya que con
ella es posible una evaluación completa de las lesiones, la ejecución
de los procedimientos quirúrgicos necesarios bajo control visual y
-eventualmente- añadir maniobras complementarias.
Es de hacer notar, para poner en evidencia la sintonía de la
escuela uruguaya con las novedades mundiales, que en 1901, en
la Segunda Reunión del Congreso Científico Latinoamericano , en
Montevideo, Luis P. Bottaro presentó un trabajo sobre el tratamien¬
to quirúrgico de las supuraciones anexiales, postulando su extir¬
pación o drenaje por vía vaginal; las conclusiones fueron votadas
como recomendaciones por el plenario del Congreso.
En el Congreso de Ginebra, Pouey presentó, como comunica¬
ción libre, un procedimiento de su invención para el tratamiento
de las inversiones uterinas crónicas, mediante tracción elástica con¬
tinua. A su paso por París, también lo comunicó a la Sociedad de
Ginecología y Obstetricia, razón por la cual fue publicado en La
Semaine Gynécologique; el mismo trabajo también apareció en la
Facultad de Medicina y en francés en la Revista Médica del Uruguay.
El ingenioso procedimiento consistía en la colocación de un este¬
toscopio de Pinard, cuyo extremo abdominal se apoyaba en el fondo
del útero invertido, mientras que en la circunferencia del pabellón
auricular se aseguraban tiras elásticas, que se suturaban por el otro
extremo al reborde del cuello uterino. Las mismas se iban tensando
238
Ricardo Pou Ferrari
progresivamente, en días sucesivos, hasta lograrse la restitución del
órgano. En Montevideo aparece en 1892, (época en la que segu¬
ramente Pouey estaba ya ensayando su procedimiento) la tesis de
doctorado de Luis Vallvé sobre inversión uterina, 229 apadrinada por
Pouey. Más tarde, Luis P. Bottaro presentó un trabajo referido al
procedimiento en cuestión.
Algunos datos adicionales de interés sobre el viaje de 1896
fueron referidos por Bottaro:
“Pouey, en el primer viaje que hizo a Europa [en realidad era
el tercero], no sólo recorrió las clínicas francesas, donde se había
formado; sino también las de Alemania, Suiza, Inglaterra y llegó
hasta Esto colmo para observar las prácticas del gran ginecólogo Jure
Branot [...] que era un virtuoso de la masoterapia, la que aplicaba
con gran experiencia a las enfermedades femeninas.
A su vuelta, trajo un instrumental completo y un mobiliario
operatorio, que era el más sobresaliente que poseíamos en ese año,
1896. Todo eso lo hacía a su costo, pues desde el primer día de su
nombramiento, destinó el importe de sus sueldos para dotar a su
Qiierida, de todos los elementos indispensables y que ni la Facultad
de Medicina, ni la Asistencia Pública podía hacerlo”. 230
TRAlTEMEiNT DE L'INVERSION UTKRINK C1IR0NIQUE
PAIt LA TRACTION ÉLASTIQUE PltOLON'OÉE I>U COL
COMBINÉ!-; A LA PROPULSION DU I-'ONI) DK L'CTÉItUS
Par le L) r llcnri Pouey
De Montevideo.
Trabajo de Enrique Pouey, La Semaine Gynécologique (París), 1897, 10: 45-
53.
229 Vallvé, Adolfo. Inversión uterina. Tesis para potar al título de Doctor en Medicina y
Cirugía. Montevideo, Imp. Latina, 1892, 222 págs.
230 Bottaro, Luis P. op. cit. 1939: 1.
239
El Profesor Enrique Pouey y su época
MONTEVIDEO
Julio 1.* de 1397
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tira el fomdodel úcfaiio: se prudoce asi uní
pruno* sai re sobre ul 6*odo «luí ¿tero que
lueocueolm cálemete urapejoloeu el inte¬
rior de «o oajuI. que no es otre cose que le
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mouta pMqivti rímente k coaeecoooeia de
U toardoo ejerckls sobre el cuollo.
Si se desee emplear «I proeudiaúeaio,
M útil oooocer loe duellei eiguieoUt:
ru/«uwa»iealo preoiu—Se ture hito / ti
Upuuar U fkgms coa (piu^odafarBuiU,
daraule bulante Urge tiempo avuideh
epliceooo del apéralo, coa el objete <le
perauUr 4 la nnijar <Jc restablecerse da
las bnaorruiu «m>rio«» que «La ha le
nulu que lufrir por el baclm de eu le»er-
SÍoo, uo augurar la eseptia de les re* ge-
uiul*» f de mULudoui *Jgu il Akro.
tbu. t i|M>o«ailento prono. qiee tolo. me
parece, inmtídüuu (u/j bicer U redur
clon—■ pesar d« un calo teto "toreado
por el l;r fouar*. que ha iditensdo ua
nlerledel pebolloo aaii egiijir*» que ser
viren tur» ps*er hilos da lodu
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tea mas pvoulamenta lermiued». en aUr de
auleiuaun los hilos al pateiiuu dol «aiel*»»-
u>po. oíros híloe serán uUiki i lotos de
dreoáice de 5 lodiiiteirus di»nudo» * du
tí MiHlitwlros da loagilui; »ou ealos H
limos Ijilos loe q«e iirewsaráo d cue¬
llo f qoe se rooomráa wg ju el grado
de hinuao que er desén dar al (meter
cAbcioo, j que, al pnaclfoo, debe ser uto
de rada.
Seria de domar que io radlem Ir. doeir
|*ur oúmoros la lensoVe dH ful*.. *mU el
inoae/iUo iu eu te pudui. toerlo. »*i ee
oaíAuriu nlfldar que li circulacim ee hi
ce mel en «l uiem onlmenioo. oeu pue
de olisenmrso prr el «uoieu del l*j»d« de
tele órgeao, quo te présenla rojo, hierba-
do r muj OouiurrAxiro
Ee ue:oi»rii lomar ol laido en it
(motee au uta ase de lulo gruuv - que louus
mucho legido pam itu cortar el puoki de
alUUtuou. tm U (imam cnlirnu u m o>»
eotmk heñías (miedo par esle procadiaeieu-
lo. i*o horno* i*jw»iIh me* qmi aulra lulos
i través del aseUo. j le capoiteade uo* lie
«ftoeñede caaofuida. I<* <|ac nosotros be-
Enrique Pouey. Trabajo de Ginebra, publicado en Montevideo, julio de
1897.
Ilustraciones de la publicación sobre el procedimiento, original de Pouey para
el tratamiento de la inversión uterina crónica.
240
Capítulo XVIII
1897
El matriomonio de Alfonso Lamas y
Genoveva Poliey
Actuación de Poliey en la Segunda Cruz
Roja Oriental durante la revollición de
Lamas y Saravia
E n enero de 1897, Genoveva Pouey contrae enlace con
Alfonso Lamas y Delgado (1867-1955), ceremonia en
la que actuaron como testigos Enrique Pouey y su veci¬
no (vivió muchos años a pocos metros de la residencia
del Profesor y en la casa lindera de la de los Lamas en la Avenida
Uruguay), colaborador y amigo, Luis P. Bottaro. 231
231 Ver Apéndice Documental. Anexo N° 32.
241
El Profesor Enrique Pouey y su época
Alfonso Lamas y Delgado.
Don Alfonso fue, lo mismo que su hermano, el médico psiquia¬
tra Eduardo (1865-1937), un apasionado militante en el Partido
Nacional. Actuó en los levantamientos armados promovidos por
otro de sus hermanos, el coronel Diego Lamas (1858-1898), con¬
juntamente con el caudillo Aparicio Saravia. Algo similar ocu¬
rrió con el otro militar de esa generación de la familia, Gregorio
(1861-1919). Su madre, Mercedes Delgado y Obredor, era hija de
Manuel Delgado de Barrientos y Pantoja (1790-1857), militar de
la Independencia y edecán de Rosas, y de Dominga Obredor, natu¬
rales de Soriano, donde presumiblemente había nacido la primera,
que falleció en 1925 en la casa de los Lamas, después de 57 años de
viudez.
Alfonso Lamas era oriundo de Buenos Aires, nacido en uno de
los tantos exilios de su padre, el Brigadier General Diego Lamas
y Palomeque (1810-1868). La oposición declarada al Partido ofi¬
cialista y especialmente a la persona de José Batlle y Ordóñez, le
costó a Don Alfonso en 1904 la destitución de su cargo de Profesor
titular de Clínica Quirúrgica de la Pacultad de Medicina, al que fue
restituido, por mediación de Alfredo Navarro, su adversario políti¬
co y académico. Debemos agregar que Mercedes Lamas y Delgado
(1856-1910) se casó en Salto con el médico español Baldomero
Cuenca y Arias (1848-1915), fundador del Hospital y del Club
242
Ricardo Pou Ferrari
Español de Montevideo, cuyo hijo, el médico y cirujano Baldomero
Cuenca y Lamas actuó cierto tiempo como ayudante de Pouey y for¬
mó parte, en calidad de Fellotv , del American College ofSurgeons.
Dos de los hijos del matrimonio Lamas-Pouey, Diego y Enrique,
también fueron médicos y Profesores agregados de Cirugía; du¬
rante cierto tiempo se desempeñaron en la Clínica Ginecológica
y en el Instituto de Curieterapia, dirigidos por su tío. El primero
era casado con Antoinette Rod de nacionalidad suiza, con quien
tuvo dos hijos, Diego y Raúl y el segundo con Emma Pesce, sin
descendencia. El tercero, Roberto, era propietario de la conocida
firma de automóviles Lamas y Garrone y se casó con la argentina
Cecilia Macguire, cuyos hijos fueron Gloria y Enrique. La única
hija, Mercedes, se casó con el escultor Federico Moller de Berg, de
quienes desciende Solange. 232 Doña Genoveva, muy afín a la mo¬
dalidad filantrópica de su hermano, falleció en 1944, en tanto que
su esposo la sobreviviría más de doce años.
De izquierda a derecha: María, Enrique y Genoveva Pouey; Ernesto y Diego
Lamas, el chofer y tres damas no identificadas. El otro automóvil suponemos
que fuera el del Dr. Lamas, conducido por el chofer.
232 Goldaracena, R. El Libro de los Linajes. Arca, Montevideo, 2001, T IV: 108-111.
243
El Profesor Enrique Pouey y su época
La familia Lamas conserva una foto, que reproducimos, en la
que sus miembros aparecen junto al de Dion Bouton de Pouey, ca¬
mino a la quinta de Las Piedras. Don Alfonso prefería descansar en
su casa del balneario Las Flores, donde pasaba todos los veranos y
donde fundó -con la colaboración de su cuñado Enrique- la escue¬
la que hoy lleva su nombre.
***
Todo parecía auspicioso luego de la crisis que debió afrontar
la administración de Idiarte Borda al inicio de su gestión. Sin em¬
bargo, el Partido Nacional estaba en franco enfrentamiento; en ese
mismo año, se formó una Junta de Guerra en Buenos Aires y en
marzo de 1897, Diego Lamas y Aparicio Saravia iniciaron las accio¬
nes armadas. El primer enfrentamiento, particularmente sangrien¬
to, fue el de Tres Arboles, que tuvo lugar el 17 de marzo de 1897 y
en el que los revolucionarios resultaron victoriosos.
Recién llegado de Europa, Pouey actuó como jefe en la
Expedición Sanitaria de la Segunda Cruz Roja Oriental. La Primera
Cruz Roja Oriental, creada en 1890 por una comisión de notables,
fue disuelta para dar lugar a la que estamos considerando, que pese
a que también se extinguió luego de 1904, puede considerarse la
antecesora de la actual. En ese momento, estaba además la Cruz
Roja de las Señoras Cristianas, liderada por Luis P. Lenguas, que con¬
taba incluso con un sanatorio completo, con 60 camas, ubicado
en la Ciudad Vieja, que nunca llegó a inaugurarse. La historia de
la Cruz Roja Oriental ha sido magníficamente desarrollada por el
médico e historiador de la medicina, Augusto Soiza Larrosa, lo que
nos exime de repetirla. 233
Con motivo del primer combate referido, la Comisión
Ejecutiva, con asiento en Montevideo, emitió el siguiente comu¬
nicado:
233
Soiza Larrosa, A. Medicina y Cirugía en las Guerras Civiles Uruguayas de 1897y 1904.
Sesión del 14 de julio de 1978. Montevideo, Ses. Soc. Urug. Hist. Med, 1986:1:40-
159.
244
“A las autoridades militares y civiles, sea del Gobierno de
la República, sea de las fuerzas en armas contra los mismos, que
Monseñor Ricardo Isasay tres sacerdotes que lo acompañan así como
los Dres. Pouey y de Velazco y dos practicantes, pasan al campo don¬
de se ba librado reciente combate a prestar servicios profesionales a
los heridos de ambas filas y suplican a esas mismas autoridades quie¬
ran prestarles los auxilios que necesitaren, al alcance de sus medios,
con la consideración debida a su humanitaria misión”. Montevideo,
17 de marzo de 1897. Fdo. José A. Ferreira, presidente ad-hoc;
Jacinto de León, secretario”.
Por consiguiente, en primera instancia, sólo Pouey y de Velazco,
conjuntamente con dos practicantes, partirían hacia la Estación
Francia, la más próxima al campo de batalla. Ante la magnitud
del número de heridos, de lo que se tuvo conocimiento por un
telegrama, la antedicha Comisión pidió a Miguel Herrera y Obes,
Ministro de Gobierno, la ampliación de la comitiva. Es así que las
autoridades de la II Cruz Roja , con la anuencia, aunque no con el
beneplácito, del Poder Ejecutivo:
“Envían un tren expreso, que salió de Montevideo hacia el
Hospital de Sangre de Paso de los Toros el día 18 a las 2 a.m. la
delegación médica, dirigida por Enrique Pouey, estaba integrada
por Federico de Velazco, Isidoro Rodríguez, Luis Mondino, Juan B.
Morelli, Luis P. Bottaro y Luis Demicheri, entre otros. Los practi¬
cantes fueron Alberto Stirling, Santiago Puppo, Ernesto Qiúntela,
Manuel B. Nieto y Felipe Piriz ...”
Los informes agregan que:
“eldía 20sale otro convoy de la Cruz Roja de Señoras Cristianas
con una expedición a cargo de Luis P. Lenguas, acompañado por J.
Ponce de León, Luis Barattani, J. Etchepare y J.A. Crispo Brandis.
Entre los practicantes figuraban Horacio García Rodríguez, J.
Rodolfo Amargos, etc. ”. 234
234 Lenguas, Luis P. Informe del Director de la Expedición a la Presidenta de la Sociedad de
Señoras Cristianas. Montevideo, 1897.
El Profesor Enrique Pouey y su época
Dice la Memoria de la Cruz Roja de las Señoras Cristianas que:
“El doctor Pouey, refiriéndose a los auxilios prestados por esta
Cruz Roja, decía en una publicación de aquella misma fecha [21
de marzo]: Pocas horas después de la partida hacia Montevideo
de nuestros primeros heridos, llegaba al Hospital de sangre una
Comisión enviada por la Cruz Roja de Señoras Cristianas y com¬
puesta por numerosos y distinguidos miembros, cuyos nombres omi¬
timos por temor de que la premura con que hacemos esta comunica¬
ción nos haga ctdpables de algún olvido. El doctor Lenguas ofreció,
en nombre de dicha Cruz Roja, los servicios de esa Comisión, ser¬
vicios que aceptamos gustosos; desde ese momento compartimos con
esa falange las múltiples tareas que exigía el midado de nuestros
heridos, cuyo número aumentaba a medida que llegaban nuevos ve¬
hículos que los trasladaban desde el campo de batalla a nuestro hos¬
pital. Además de ese auxilio profesional, hemos recibido de la Cruz
Roja de Señoras Cristianas un auxilio en útiles: 120 catres con sus
correspondientes colchones, almohadas, sábanas, camisones, calce¬
tines, material de curación, café, hielo, velas, cognac, champagne,
etc. Tenemos especial agrado en señalar esos actos a la gratitud de esa
Comisión Directiva” , 235
Terminadas las actuaciones médicas en el campo bélico, se or¬
ganizó el traslado por tren de los heridos, en su mayoría al Hospital
de Caridad de Montevideo, donde comenzaron a llegar en la maña¬
na del 21 de marzo, maniobra que estuvo bajo la dirección de Juan
B. Morelli.
Un decreto del 21 de abril establecía que “toda asistencia que¬
daría a cargo de la Comisión de Caridad y Beneficencia Pública, con¬
siderándose auxiliar cualquier otra organización ’. Pese a ello y por
razones que se desconocen, cuando ocurrió la batalla de Aceguá, el
Gobierno (que pretendía entretanto organizar su propia sanidad)
235 República Oriental del Uruguay. Cruz Roja de Señoras Cristianas. Memoria de sus
trabajos durante la guerra civil de 1897. Montevideo, Imp artística, de Dornaleche y
Reyes, págs 54 y 55.
246
Ricardo Pou Ferrari
recurrió a la Cruz Roja Oriental. Sus técnicos, ésta vez sin la presen¬
cia de Pouey, también se desempeñaron eficazmente.
Es curiosa esta fugaz participación de Pouey como médico de
guerra, que pudo haber obedecido a un mandato moral, así co¬
mo a su condición de hábil cirujano. Su retracción posterior, que
comprende incluso la revolución de 1904, durante la cual continúa
trabajando, pudo deberse a que no compartía ni toleraba la actitud
oficial, hostil para con una entidad de beneficencia cuya dignidad
debió haber respetado y alentado.
Véase Apéndice Documental. Anexo N° 32.
247
Capítulo XIX
1898
Ideología y política
L a ideología filosófica, religiosa y política de Pouey es una
incógnita. En ninguna oportunidad dio el menor indicio
acerca de ella.
El que Pouey fuera, durante toda la vida, amigo de Alfonso
Lamas, además de su cuñado, nos lleva a pensar que estuviera más
cercano al Partido Nacional. No obstante, nuestro personaje no
manifestó públicamente sus opiniones al respecto, salvo la que ana¬
lizaremos al fin de este capítulo.
Dedicó su vida a la profesión y a las tareas culturales y filantró¬
picas. Lo propio ocurrió con una minoría de los destacados médicos
de su época, como fue el caso de Luis Morquio o Juan Pou Orfila.
Era habitual que estuvieran involucrados políticamente y llegaran a
posiciones relevantes de prestigio profesional. Lo mismo ocurrió en
otros países europeos y americanos. El nuevo poder médico se hizo
evidente por la presencia de sus representantes en puestos políticos
y en las instituciones directrices de la Salud Pública.
249
El Profesor Enrique Pouey y su época
Vamos a hacer una breve enumeración de los más notorios
“médicos políticos ’ compatriotas, anteriores o contemporáneos a
Pouey.
Francisco Antonino Vidal.
El caso más curioso y por demás conocido es el de Francisco
Antonino Vidal, egresado de la Facultad de Medicina de París
en 1853, quien fue Ministro de Gobierno de Flores en 1865 y
Gobernador Delegado, entre abril de ese año y noviembre de 1866,
mientras el Gobernador Provisorio se hallaba peleando en la Guerra
del Paraguay. Electo Diputado por Cerro Fargo en 1868, pasó al
Senado en 1870 en representación de Montevideo, ocupando la
presidencia del cuerpo, razón por la que debió ejercer interinamente
250
Ricardo Pou Ferrari
la Presidencia de la República en junio de 1870, mientras Lorenzo
Batlle estaba en campaña con motivo de la “revolución de las lanzas
Diputado por Montevideo en 1873, fue promovido a Senador en
1876, accediendo otra vez interinamente a la Primera Magistratura
entre el 15 de febrero y el I o de marzo de 1876 -entre la caída de
Pedro José Varela Olivera y la fecha en la que el Coronel Lorenzo
Latorre se declara Gobernador Provisorio-. Nuevamente presidente
del Senado, Vidal ejerce, en dos oportunidades más, interinamente,
la Presidencia de la Rapública, entre el 15 de noviembre de 1878
y el I o de marzo de 1879 -cuando Latorre resigna el mando para
poder ser electo como Presidente constitucional- y entre julio de
1880 y marzo de 1881 -cuando Latorre solicita licencia-. Ante la
renuncia de éste, Vidal es elegido Presidente Constitucional por el
resto del período (hubiera sido hasta 1883), pero depone el cargo en
1882, asumiendo Santos. Otra vez Presidente del Senado, Vidal es
electo Presidente interino de la República el I o de marzo de 1886,
pero rápidamente renuncia, para dar lugar a que el flamante sena¬
dor por el recién creado departamento de Flores, que era Santos, la
ocupara por segunda vez, en su calidad de presidente del Senado.
Más tarde, Vidal actúa como parlamentario casi hasta su muerte.
Merece señalarse que en 1889 Vidal, “tan buen médico como pésimo
gobernante ”, fallece en nuestra capital, como si el fin de su historia
personal, tan íntimamente ligada al militarismo, desde Flores hasta
Santos, cerrara la última puerta de una época histórica.
Gualberto Méndez, doctorado también en París, tuvo a su cargo
algunas misiones diplomáticas en 1859, durante la Administración
de su futuro suegro Gabriel A. Pereira. Entre 1877 y 1878 fue
Ministro de Relaciones Exteriores de Latorre; al momento de su
fallecimiento era Senador.
Pedro Visca, igualmente egresado de París en 1870, era fer¬
viente admirador de Latorre. Ocupó un escaño en la Cámara de
Diputados por el departamento de Florida en la XIII Legislatura,
la que quedó trunca en 1879; fue Senador por el mismo departa¬
mento en 1881, no otorgándole, en 1882, el voto a Santos para
la Presidencia. Fue muy controvertido por sus pares -casi todos
incondicionales del militar- por sus numerosas inasistencias a las
251
El Profesor Enrique Pouey y su época
sesiones, pero hizo caso omiso a las reiteradas admoniciones del
Cuerpo.
Francisco Soca fue Diputado por el Partido Colorado por el
departamento de Durazno a partir de 1891, a instancias de Julio
Herrera y Obes; Consejero de Estado en 1898, por designación de
Juan Lindolfo Cuestas; nuevamente Diputado en 1908 y Senador
por Rivera entre 1913 yl919, presidente de la Cámara Alta y por
tanto, Vicepresidente de la República. En 1919 integró el primer
Consejo Nacional de Administración.
Manuel Quintela (1865-1928) -perteneciente al Partido
Nacional- ocupó una banca parlamentaria en 1927.
Alfredo Navarro colorado, en principio batllista y luego ad-
herente a Terra, fue Presidente del Senado y Vicepresidente de la
República en 1933.
Juan B. Morelli (1868-1947) -blanco herrerista-, fue Diputado
y Senador en varias legislaturas.
Roberto Berro (1896-1986) -de la misma posición que el
previamente nombrado-, fue Senador, Ministro de la Niñez (sin
cartera), presidente y fundador del Consejo del Niño, miem¬
bro del Consejo Nacional de Gobierno y Ministro de Relaciones
Exteriores.
Por no citar sino algunos casos más, José Infantozzi, Carlos
Butler, Alejandro Gallinal, también fueron parlamentarios. Ya hici¬
mos extensa mención a la actuación de Alfonso Lamas en el Partido
Nacional.
Las únicas ocasiones en que Pouey ocupó posiciones públicas
honorarias, fue cuando actuó como miembro del Consejo Nacional
de Higiene en 1892 y como Vicepresidente del Consejo de la
Asistencia Pública Nacional, entre 1911 y 1915. Ambos desempe¬
ños han sido comentados en los capítulos respectivos.
Poseemos un solo rastro sobre la posición política de Pouey -al
menos hasta 1903-, y es que aparece, en calidad de integrante del
Partido Constitucional, entre los firmantes de la nota en apoyo a
Juan Lindolfo Cuestas, cuando éste disuelve el Parlamento. Veamos
252
Ricardo Pou Ferrari
rápidamente en qué consistió la circunstancia histórica concreta a
que hacemos referencia, para luego considerar la historia del men¬
cionado grupo político.
Terminada la gestión de Julio Herrera y Obes, en marzo de
1894, es electo Juan Idiarte Borda (1844-1897), nunca dueño de
popularidad y cuya vida terminó trágicamente en la tarde del 25 de
agosto de 1897, cuando fue muerto a tiros al salir de un Te Deum
en la Catedral. Este fue el corolario de ese infausto año durante el
cual los campos de la patria se habían empapado con “ sangre de
hermanos ”, a raíz de la revolución, finalizada en setiembre por una
paz negociada entre Cuestas (Presidente del Senado en ejercicio de
la Presidencia) y los delegados de los blancos, entre los que estaba
Alfonso Lamas. Esto dejó, al decir de Juan Pivel Devoto, al Uruguay
con dos gobiernos, uno en la capital, a cargo del Presidente y otro
en El Cordobés , donde residía y desde donde ejercía su fuerte in¬
fluencia política Aparicio Saravia, situación que era una constante
amenaza de guerra y que se mantuvo, en ambiente casi irrespirable,
hasta enero de 1904, en que se declaró la guerra civil.
A consecuencia del magnicidio mencionado, asumió interi¬
namente Juan Lindolfo Cuestas en su carácter de Presidente del
Senado. Joaquín de Salterain ocupaba la Cartera de Relaciones
Exteriores. Recurramos ahora a los Anales Históricos del Uruguay de
Eduardo Acevedo: 236
“El señor Cuestas, que no se resolvía a ir a la disolución del
Poder Legislativo, porque esperaba siempre que la mayoría de la
Asamblea proclamara su candidatura presidencial, pidió dos días
para saber a qué atenerse acerca de la actitud de esa mayoría y com¬
pletando el plan de amenazas, hizo publicar en «La Nación» un
remitido suscrito por un centenar de firmas desconocidas, invitando
a un mitin para pedir la disolución de la Asamblea”.
Los adversarios -entre los que estaba Francisco Bauzá, Diputado
por el Partido Colorado- no se dieron por aludidos y “ obtuvieron
236 Acevedo, Eduardo. Anales Históricos. Montevideo, Barreiro y Ramos, 1934, vol 5,
págs. 123-126.
253
El Profesor Enrique Pouey y su época
que la Comisión Permanente sancionara una minuta por la que se
invitaba al Poder Ejecutivo a impedir el mitin anunciado Entonces
Cuestas dictó el decreto de disolución del Parlamento, con “fecha
del 10 de febrero de 1898y con las firmas de los ministros don Eduardo
Mac - Eachen, general Gregorio Castro, don Jacobo A. Varela, doctor
Joaquín de Salterain y doctor José Ramón Mendoza ’, invocando “la
forma irregular en que se había operado la elección de la legislatura en
1896”.
Continúa Acevedo:
“Todo el país adhirió con demostraciones de júbilo. Las co¬
misiones directivas del Partido Colorado, del Partido Nacionalista
y del Partido Constitucional, invitaron al pueblo a realizar «una
demostración de simpatía», decía la invitación, al Gobierno provi¬
sional del ciudadano don Juan Lindolfo Cuestas y al ejército que, al
sostenerlo, ha prestado acatamiento a la voluntad nacional”.
Y acá, lo que nos interesa más concretamente:
“Entre los invitantes figuraban los siguientes ciudadanos:
(colorados), José Batlle y Ordoñez, Saturnino A. Camp. Juan
Campisteguy, Anacleto Dufort y Alvarez, Blas Vidal (hijo), Juan
Blengio Roca, Pedro Figari, Arturo Santana, Domingo Arena, José
B. Gomensoro, Alberto Guaní; (nacionalistas), Carlos A. Berro,
Aureliano Rodríguez Larreta, Jtian Gil, Alfonso Lamas, Enrique
Anaya; (constitucionalistas), Gonzalo Ramírez, Eduardo Brito del
Pino, Martín C. Martínez, Enrique Pouey, Eduardo Acevedo, Juan
Andrés Ramírez, Elias Regides, José Scoseria, Pedro Díaz, Jidián A.
Saráchaga, José Antonio Ferreira”.
Finalmente, consigna el historiador, fue José Batlle y Ordóñez
quien dirigió la palabra a Cuestas en los siguientes términos:
“En nombre de los 15 mil ciudadanos que formaban la colum¬
na popidar, expresando: «Recibís en estos momentos, le dijo, una
investidura más poderosa que la que hasta ahora habéis tenido. El
^54
Ricardo Pou Ferrari
pueblo mismo viene a proclamar aquí, que sois el ungido con el óleo
de su confianza y el ejecutor de su voluntad soberana”.
Más tarde, se integró el Consejo de Estado, con 38 colorados,
24 nacionalistas y 6 constitucionales. Este órgano legislativo transi¬
torio eligió a Cuestas Presidente Constitucional por lo que restaba
del período de su antecesor.
El Partido Constitucional tuvo una vida relativamente corta,
si bien aportó ideas que tendrían peso en el Uruguay de fines del
siglo XIX. Fue un “ partido de ideas”, heredero de otros previos, ta¬
les como la Unión Liberal (1855) y el Partido Radical (1873). Fue
fundado el 16 de mayo de 1880, por los principistas más intran¬
sigentes, entre los universitarios de ambos Partidos. Los “ doctores ”
habían intentado en varias oportunidades establecer un Partido en
el que primaran los principios y las ideas, sobre los intereses y la
adhesión emocional. Al comienzo se lo denominó Gran Partido de
las Instituciones Libres integrado por figuras prominentes pero que
carecían de apoyo ciudadano. Su manifiesto fundacional se cen¬
tró en el punto de que las instituciones públicas democráticas eran
soportes de la confianza civil y ciudadana y “ barrera para los unos,
salvaguardia para los otros, lazo de unión para todos”. Las mismas to¬
maban el lugar que hasta entonces tenían los intereses particulares,
que paralizaban toda iniciativa, por estar siempre condicionados
por hechos circunstanciales.
Entre sus impulsores figuraban Carlos María Ramírez (1847-
1898), Pablo de María (1850-1932), Luis Piñeyro del Campo
(1853-1909) y otros integrantes del Ateneo de Montevideo. Con
posterioridad, lo formaron también Gonzalo Ramírez (1846-1911),
Eduardo Brito del Pino (1839-1928) y (a tener muy presente, por
su actuación en la Facultad de Medicina y la vinculación ulterior del
segundo de ellos con Batlle y Ordóñez) Elias Regules y José Scoseria.
Algunos de estos dirigentes desempeñaron papel importante en el
momento de transición del autoritarismo a la democracia en 1887
-léase la integración del Ministerio de la Conciliación, en el que
José Pedro Ramírez (1836-1913) tuvo desempeño relevante-. El
Partido Constitucional también influyó en los gobiernos sucesivos
^55
El Profesor Enrique Pouey y su época
de la época entre siglos , en los pactos pacificadores, en los acuerdos
electorales, en especial orientados a garantizar la representación de
los grupos minoritarios, que de este modo pudieron acceder a los
ministerios y a las bancas parlamentarias. Es así que los integrantes
del Partido Constitucional “ a principios del siglo XX, contribuyeron a
transformar una conmocionada república liberal, patricia y caudilles-
ca, en una democracia de partidos y de sufragio popular masculino
En 1893, los directivos entendieron conveniente su disolución, a
efecto de que sus afiliados se reintegraran a los Partidos de los que
provenían, con miras a enfrentarse contra el oficialismo. Sin embar¬
go, la agrupación se reorganizó en 1898 (y este es el momento en
que Pouey formó parte de esta facción política), como ya mencio¬
namos, apoyando a Cuestas, junto a los Partidos tradicionales, para
que éste disolviera el Parlamento y procediera a la integración del
Consejo de Estado.
En 1901 se celebró el acuerdo de todos los partidos políticos
con la decisiva intervención del Partido Constitucional, cuyos diri¬
gentes decidieron, en 1903, en oportunidad de una nueva elección
legislativa, renunciar a toda candidatura, en aras de asegurar la uni¬
dad, forma en la que se cerró definitivamente su ciclo vital. Muchos
lo consideraron como un “ Estado mayor sin ejército ” o una “ minoría
dentro de la minoría”. Sus dirigentes se integraron entonces a otras
colectividades.
Hay quienes ven el Partido Constitucional y sus ideas princi-
pistas, como un esbozo de lo que sería más adelante el Nacionalismo
Independiente, escindido del herrerismo en 1931, del que fueron
principales actores Martín C. Martínez, Arturo Lussich (1872-
1966) -médico, escritor y político-, Washinton Beltrán padre
(1885-1920), Javier Barrios Amorín (1899-1964) -médico y polí¬
tico-, Alfredo García Morales (1881-1947), Pantaleón Astiazarán
(1895-1995) -médico y político-, etc. Es de destacar que el pri¬
mero de los nombrados, formó parte desde 1916 del grupo de los
“ principistas” , que junto con Alejandro Gallinal, Alfonso Lamas,
Arturo Berro y otros, se irán perfilando como contrarios a la ten¬
dencia liderada por Luis Alberto de Herrera. Vemos que no está tan
lejos la suposición de que Pouey estuviera ideológicamente en la
256
Ricardo Pou Ferrari
misma tendencia de su cuñado Lamas y que formara parte de este
movimiento principista, que pasó más o menos disimulado hasta
que tuvo lugar la alianza herrerista con Terra, en oportunidad de
dar éste el golpe de Estado en 1933.
257
Capítulo XX
1898
El sanatorio quirúrgico
GINECOLÓGICO DE POUEY*
E n 1898, Pouey establece su Sanatorio Quirúrgico
Ginecológico , situado primero en la Calle Sierra y traslada¬
do al año siguiente a la que sería su ubicación definitiva,
sobre la acera norte de la esquina de Cuareim y Uruguay,
frente a la casa habitación de su propietario. La descripción del sa¬
natorio y su funcionamiento está bien hecha en el trabajo que sobre
la casuística del mismo presentara Enrique Llovet -Médico interno
de dicho Servicio- al II Congreso Médico Latinoamericano, efec¬
tuado en Buenos Aires en abril de 1904. 237
La cirugía hospitalaria de la segunda mitad del siglo XIX, va
decantando en el medio capitalino, dando origen a formas de asis¬
tencia privada, tendencia adoptada entonces en sustitución -que
no será inmediata- de la que tenía lugar en los domicilios de los
237 Llovet, Enrique. Estadísticas de la actividad del Sanatorio Pouey. II Congreso Méd.
Latino Americano, 1904; 4:80-91.
259
El Profesor Enrique Pouey y su época
pacientes, modalidad que persistirá todavía alrededor de un dece¬
nio más. Los médicos cirujanos y parteros están en condiciones de
formar un equipo técnico más o menos sólido y ofrecer una aten¬
ción tanto de internación como de quirófano, acompañada de un
laboratorio de patología, adecuado o moderno.
El antes referido trabajo del íntimo colaborador de Pouey nos
da un marco casi perfecto de las bases científicas de la práctica mé¬
dico quirúrgica en el momento de su publicación, que comprende,
como decíamos, conquistas progresivas de las décadas centrales del
“siglo XIX largo”.
En primer término aparece el higienismo, ya muy específico en
la práctica de una rigurosa antisepsia, evolucionando más o menos
lentamente hacia la asepsia. Asevera Llovet:
“Respecto a la desinfección de las enfermas, nada digno de
mención; toman siempre un baño jabonoso el día antes y en el
momento de la intervención; la tarea de desinfección de las ma¬
nos, punto sobre el cual quiero insistir, podría, a mi juicio, divi¬
dirse en dos partes. La primera y tal vez la más esencial, sería la
relativa a los cuidados y a la vigilancia continua de las manos,
antes de la intervención, siempre si es posible, tarea a la cual el
cirujano debe acordar una importancia capital, si quiere obte¬
ner excelentes resultados. El método más seguro para desinfectarse
bien las manos es el de no infectárselas nunca y esto se realiza
en nuestro sanatorio practicando sistemáticamente las curacio¬
nes con guantes de goma, procedimiento que se hace extensivo al
consultorio, para el examen genital bimanual de enfermas desco¬
nocidas, y en particular para aquéllas que se cree son portadoras
de una infección de naturaleza virulenta. En todos los demás
casos el examen se practica sin guantes, pero teniendo siempre la
buena precaución de enjabonarse inmediatamente para impedir
la impregnación microbiana de las manos, aún cuando no fuere
sino de especies microbianas de naturaleza poco virulenta”.
Podríamos tomar este párrafo como una declaración de adhe¬
sión contundente a la ya antigua y por mucho tiempo desatendi¬
da prédica del malogrado Ignaz P. Semmelweiss con referencia a la
260
Ricardo Pou Ferrari
antisepsia primigenia, previa a la “teoría de los gérmenes”, cuando se
barruntaba la acción de los mismos en la patología humana. Y sin
embargo, es notable cómo, pese a la contundencia de la mentalidad
científica de la Patología microbiana, que Pouey tanto contribuyó
a desarrollar, ni él ni sus colaboradores podían desprenderse total¬
mente de la idea por la que se incriminaba al aire como vehículo de
infección.
En segundo lugar, se destaca la higiene en el sentido de la moder¬
na patología, en ese momento conceptuada todavía como Patología
general y centrada en la microbiología. No olvidemos que Pouey,
durante su formación médico quirúrgica en París, había abrazado la
Patología general microbiológica en el ambiente pasteuriano, guiado
por un cirujano partero, Jacques Amedée Doléris, quien a su vez se
había zambullido desde joven en la investigación microbiológica
de laboratorio. Dicha decisiva adquisición de Pouey es volcada con
intensa vocación y profundo sentido, tanto de la responsabilidad
como de la modernización de la asistencia en Montevideo, y es no¬
toria en el precioso documento de su discípulo Llovet. Refiere éste,
señalando la metodología seguida en el Sanatorio:
“Allí se examinan y cultivan en la estufa todos los líquidos
sospechosos que encontramos en el curso de las operaciones, estu¬
dio que se complementa por medio de inoculaciones en conejos y
cobayos”.
Tercero, en el sanatorio de Pouey también se practicaba en
forma casi sistemática -aunque paradojalmente de manera no tan
esencial- la obligatoria anatomía patológica histológica de las piezas
extraídas, para lo cual contaba con el doctor José Agustín Aguerre,
“competentísimo especialista en anatomía patológica, a cuyo cargo está
el laboratorio, [y que] se ocupa del examen de todas las piezas intere¬
santes que se extraen, y a su dedicación debe el doctor Pouey un precioso
e interesante museo de anatomía microscópica”. No perdamos de vis¬
ta que la histopatología de cuño virchowiano (que llega a nuestro
medio especialmente a través de la traducción francesa de la obra
del investigador germano y de obras francesas de Robin, Cornil y
Ranvier), se había impuesto en la práctica médico quirúrgica —es-
261
El Profesor Enrique Pouey y su época
pecialmente hospitalaria- en el hemisferio norte, en las décadas de
1860 y 70, o sea sensiblemente antes que los estudios de patología
microbiológica. Pero, tal y como creemos entenderlo a través del
documento elaborado por Llovet, ésta última tenía más jerarquía
que la primera a la hora de pretender dar solución a los problemas
clínicos, sobretodo a aquellos más graves, que eran los que conlle¬
vaban procesos infecciosos. En definitiva, esta actitud es una de las
grandes marcas que imprime “el organizador de la cirugía uruguaya
en nuestro medio, quien la plasma progresivamente para el benefi¬
cio de sus numerosas pacientes, tanto uruguayas como procedentes
de regiones vecinas, como el litoral argentino, Paraguay y el sur del
Brasil.
La labor de este Sanatorio, lo mismo que la de los otros que se
fueron creando en Montevideo consecutivamente, tiene dos gran¬
des campos de acción: la cirugía general propiamente dicha, que
abarca todo el cuerpo humano y por otro lado, la cirugía especial,
en este caso ginecológica, que tenía su máxima expresión, tanto
cualitativa como cuantitativamente, en la cirugía intra abdominal,
dado que la mayor parte de las intervenciones se practicaban a través
de la operación emblemática de ese tiempo, la laparotomía, que ya
había permitido el inicio del desarrollo de la otra gran especialidad
quirúrgica de esta época, la urológica. De todas maneras, la ausen¬
cia todavía de una práctica quirúrgica de especialización definida,
potenciaba en cada acto quirúrgico una especie de asociación de
procedimientos y maniobras. Estas eran practicadas por un mismo
cirujano, que ya había abrazado -sin embargo- una tendencia de
la cirugía en este tiempo, y que le permitía presentarse como, por
ejemplo, cirujano ginecólogo, cirujano urólogo, cirujano partero.
Tal vez menos claro resulta esto en aquellas especialidades que ya
habían definido su campo de acción a regiones más restringidas y
específicas del organismo, como es el caso de los cirujanos oftalmó¬
logos u otorrinolaringólogos, que prácticamente no operaban más
allá del cuello.
¿Qué fenómeno explica el hecho, tan naturalmente relatado
por Llovet en sus consideraciones estadísticas, de que estos ciruja¬
nos y ginecólogos (con Pouey organizador a la cabeza) resolvieran
262
Ricardo Pou Ferrari
con tanta frecuencia más de una patología con el vientre abierto y/o
por medio de la vía vaginal? Tal vez la doble formación adquirida
por Pouey, tanto en Montevideo, en calidad “ Alumno interno ’ en
las salas del Hospital de Caridad, como en los hospitales y labora¬
torios de París, marcaron un camino de vocación asistencial ancho
pero de bases rigurosas, con abundante formación clínica y semio-
lógica, rica versación en la nueva patología y la nueva cirugía y con
un serio desarrollo de criterios, tanto éticos como tácticos, que lo
empujaron a resolver con mucha frecuencia más de un evento pa¬
tológico en el mismo acto operatorio. Puede valer como botón de
muestra de este espíritu, la anécdota vivida y trasmitida oralmente
por Velarde Pérez Fontana, quien, ayudando a su querido maestro,
al ver que este resolvía en el curso del mismo acto quirúrgico, una a
una, varias situaciones diferentes, le expresó su asombro, a lo que el
primero respondió que era preciso aprovechar la oportunidad para
hacer todo lo que estaba en sus manos en bien de la paciente. 238
Llovet refiere, entre otros datos, que tanto exámenes ginecoló¬
gicos como intervenciones, se realizaban “a mano desnuda”, previo
lavado cuidadoso, salvo en las “enfermas desconocidas o infectadas ”,
situación en las que se empleaban guantes de goma.
Las precauciones de antisepsia pre operatoria eran las propias
del método listeriano tradicional, a las que se fueron sumando la
asepsia de instrumentos, campos y compresas.
Las indicaciones quirúrgicas excedían a las de índole gineco¬
lógico. Se realizaban colecistostomías, extirpación de quistes hidá-
ticos abdominales y hasta un caso de descompresión craneana por
trepanación, en un niño portador de un tumor de cerebelo, que
murió horas después. El autor admite que en muchas de estas in¬
tervenciones, no estrictamente ginecológicas, actuaban destacados
cirujanos, no pertenecientes al equipo de Pouey, que venían a ope¬
rar al Sanatorio.
Entre las operaciones ginecológicas, la mayoría eran -como
ocurría en el Hospital- legrados y “vaciamientos conoideos cervica¬
les”, pero también se efectuaban histerectomías, así como corrección
238 Dr. Orlando Gil Solares, comunicación personal.
263
El Profesor Enrique Pouey y su época
de prolapsos y de retrodesviaciones uterinas, éstas últimas según la
técnica de Doléris. La mortalidad quirúrgica total estaba alrededor
del 10%.
En ese Sanatorio también actuaron como ayudantes: Bottaro,
Pou Orfila, Becerro de Bengoa, Crispo Acosta y Pacheco. Los dos
primeros, así como también Llovet, quedaban a cargo del estableci¬
miento durante las ausencias de Pouey.
El Sanatorio Pouey fue uno de los primeros de su índo¬
le en Montevideo. Casi simultáneamente, Alfonso Lamas y Luis
P. Mondino fundaron su propio instituto, situado primero en el
centro y después en la zona de Tres Cruces. Alfredo Navarro esta¬
bleció el suyo en las inmediaciones de Agraciada y Asencio. Luis P.
Lenguas, junto a Fausto Veiga, instaló otro sanatorio en 1903 en la
calle Nueva Palmira (hoy Luis P. Lenguas ). 239
Debe destacarse, no obstante, que la institucionalización de la
medicina privada había comenzado con anterioridad, como “asis¬
tencia mutua?. Valen como ejemplos la Asociación Española Primera
de Socorros Mutuos (1852), el Hospital Británico o de los extranjeros
(1857), el Ospedale Italiano (primero en 1850, en los alrededores de
Libertador y Paysandu, luego en Soriano y Río Negro y finalmen¬
te, en 1890, en su actual ubicación), el Círculo Católico de Obreros
(1885) y mutualistas vinculadas a otras colectividades. Sobre las
consecuencias indirectas que este fenómeno tuvo sobre la medicali-
zación de la vida, ya nos hemos ocupado en otra publicación. 240
Véase Apéndice Documental. Anexo N° 34.
239 Pou Ferrari, Ricardo y Mañé Garzón, Femando. Luis P. Lenguas , op.cit.: 23.
240 Pou Ferrari, Ricardo Augusto Turenne, op.cit.: 43.
264
Capítulo XXI
1898-1904
Vaciamiento conoideo,
OPERACIÓN DE POUEY *
El doctor Pouey, de, El Uruguay Ilustrado. Revista
Quincenal, Año 1,3: 1.
265
El Profesor Enrique Pouey y su época
En la década de 1880 y muy especialmente en la del 90, el desa¬
rrollo de la patología microbiológica, tanto experimental (piénsese
en la prolífica labor de los Institutos de Higiene Experimental que
en esencia lo eran de estudios microbiológicos) como histopatológi-
ca (que si bien tenía una base eminentemente clínica era una disci¬
plina en pleno desarrollo de técnicas y pautas de trabajo), llamaron
a los cirujanos, fueran de tendencia ginecológica o pertenecieran a
las otras especialidades en ascenso, a una rica y fructífera mesa de
trabajo.
Estos profesionales, que se abocaron a formarse en los labora¬
torios para estudiar y entender algunos de estos procesos infecciosos
(como la infección gonocócica en la mujer o las que provocaban
apendicitis y otros cuadros de peritonitis), desarrollaron -de alguna
manera- una nueva mentalidad para enfrentar los serios y a menu¬
do complejos problemas clínicos que estas afecciones conllevaban.
De hecho, esta nueva mentalidad debió haber colaborado al desa¬
rrollo de las especialidades quirúrgicas en sentido moderno (pense¬
mos en la ginecología, la urología, la neurocirugía, la cirugía ósea,
etc.). Un ejemplo, ya bastante bien conocido al día de hoy, es la
historia de la cirugía apendicular, que hasta que no se logró cruzar,
en forma fehaciente y precisa, su patología microbiológica con su
histopatología, no fue posible justificar el requerimiento de extirpar
este órgano de aspecto tan banal y que, sin embargo, provocaba la
muerte en muchos casos, por la incontenible evolución de la infec¬
ción aguda (apendicitis aguda).
Los ejemplos que a nosotros nos han puesto en el camino de
estudiar y reflexionar este problema histórico, son nada menos que
los que motivaron a Enrique Pouey a trasladarse a París y enfrascar¬
se en los laboratorios de bacteriología, para profundizar y conocer
en detalle la patología de la infección vinculada al embarazo y al
parto (la tan temida y mentada infección puerperal) y de la gono¬
rrea (relacionada, al igual que la sífilis, a la transmisión conocida
entonces como venérea).
266
Ricardo Pou Ferrari
De este modo, se va gestando una mentalidad terapéutica nue¬
va, que a su vez es prolífica, en el sentido que va abriendo nuevos
caminos. Estos senderos son más el producto de la diferente menta¬
lidad científica -de algún modo invadiendo el campo de la cirugía-
que la consecuencia de la aplicación de las medidas antisépticas, na¬
cidas de los conceptos primitivos de la microbiología pasteuriana.
Los nuevos cirujanos aprenden experimentalmente la patogenia de
las infecciones que ven en la clínica y consecuentemente desarrollan
una concepción terapéutica más rica y eficaz.
Este fenómeno podría ser ejemplificado con el aporte original
de Enrique Pouey para el tratamiento de la infección crónica del
cuello uterino (metritis cervical crónica), casi siempre de causa go-
nocócica. Como hemos tratado de demostrar, se trata de un ciru¬
jano, que se comprometió ante el Estado y la ciudadanía uruguaya
-que en definitiva financiaron su viaje-, a formarse como cirujano
ginecólogo. En París se va a exponer a un doble esfuerzo intelectual:
por un lado, la formación en los laboratorios, y por otro en la clíni¬
ca hospitalaria y en el terreno privado donde estos protagonistas se
desempeñaban. Como consecuencia de esta intensa experiencia for-
mativa y de actuación clínico asistencial, Pouey se verá impulsado
primeramente a pensar en profundidad y, según el nuevo criterio
quirúrgico, a extirpar la infección gonocócica del cuello uterino,
que, como él bien sabía -por la anatomía microscópica peculiar
del canal uterino-, podía permanecer en el fondo de las glándulas
y, en ciertas condiciones, ascender por el tracto genital e infectar la
cavidad peritoneal. Es por medio de este criterio que luego, sin difi¬
cultad y por analogía, los ginecólogos, antes que otros especialistas,
incursionarán en el diagnóstico y tratamiento del cáncer de cuello
uterino. Dejamos planteado así con especial destaque, el paralelo
entre antisepsia y terapia oncológica; por medio de aquélla se pro¬
curó, en primera instancia, evitar la propagación del microbio des¬
de su sitio de invasión y luego, promover la acción a distancia del
producto antiséptico más o menos específico (léase: lavados, sueros,
neosalvarsán, sulfas, antibióticos). En la oncología, se buscó al ini¬
cio que el agente terapéutico destructor de las células cancerosas
actuara localmente -extirpación quirúrgica, cáusticos, aplicación de
267
El Profesor Enrique Pouey y su época
radium, “emanaciones”- y más tarde, también en forma regional o
sistémica -excéresis o irradiación de ganglios tributarios, quimiote¬
rapia, hormonas, antihormonas, etc.-.
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L’ANATOIIE I’ATKOÍMIQUB'
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Anciennc Labra i rio Cfermer Tínilli.'-re «V C !
FÉLIX A LOAN. KDITEUR
108 , UOUI.KYAKD KAINT-OKRH AIX, 108
1880
Ton* dmtu réurvw.
Carátula de las Lecciones de anatomía patológica de Cor¬
nil, 1889.
268
Ricardo Pou Ferrari
Nos ha parecido singularmente revelador el libro de Victor
Cornil (1837-1908), que reúne sus clases de anatomía patológica
microscópica, dadas en el Hótel-Dieu de París, presuntamente en
el curso del año 1888. 241 En efecto, constituye un vivo documento
del estado de desarrollo de los conocimientos histológicos e histo-
patológicos al final del período de estudios médicos de Pouey. Si
bien ya en 1864, aquel autor publica un trabajo titulado Recherches
sur la muqueuse du col utérin a l’état normal 242 -lo que pone en evi¬
dencia la temprana incursión en la investigación histológica-, en la
obra que estamos analizando asevera que la misma ha sido posible,
“gracias a las audacias de los cirujanos, que en ciertos casos no dudan
en realizar la ablación de los anexos y aún del útero entero, ya fuere
mediante la laparotomía o por la histerectomía vaginal”, entre los que
se cuentan “ los queridos colegas Mrs. Péan, Terrillon, Pozzi, Routier,
Bouilly, Doyen, Doléris, etc”. Estos ejercicios quirúrgicos, producto
de un nuevo empuje clínico terapéutico, renovaron el interés de un
micrógrafo consumado como Cornil, tanto para reeditar sus viejos
estudios histológicos como, muy particularmente con el “ empleo
de nuevos métodos”, ahora junto a Mr. Brault, para aplicarlos a las
piezas emergentes de las salas de operaciones. De este modo, ha
podido disponer de material fresco donde efectuar los estudios mi-
crográficos con mayor precisión. Es así que en su obra muestra los
preparados, cuyas imágenes son reproducidas en admirables dibu¬
jos, correspondientes a casos de endometritis, cervicitis, salpingitis
y cánceres. Las observaciones son notablemente exactas, si bien,
salvo en el caso de las infecciones tuberculosas, los microorganis¬
mos no se observan.
La aplicación específica de la nueva y fructífera mentalidad
quirúrgico patológica pondrá a los “ nuevos ” cirujanos en el camino
de adecuar los procedimientos de resección del cuello uterino,
241 Cornil, V. Legons sur l’anatomie pathologique des métrites, des salpingites et des cancers
de l’utérus, faites a l’Hdtel Dieu et reccueillies par M. Laffite, interne des Hópitaux et M.
le doctettr Toupet, anclen interne des Hópitaux, originalmente publicadas en el Journal
des connaissances médicales , luego como libro: París, Ancienne Librairie Balliére, Félix
Alean, éd., 1888, 139 págs.
242 Cornil, V. Recherches sur la muqueuse du col utérin a l’état normal”. París, Journal de
l’Anatomie, ler juillet, 1884.
269
El Profesor Enrique Pouey y su época
desarrollados en la segunda mitad del siglo XIX, para aplicar un
tratamiento eficaz y de intención curativa de la gonorrea (la causa
más frecuente según diversos estudios, de los que la tesis de Pouey
de París da cuenta). No podemos perder de vista que mientras
este ginecólogo incuba la creación de su técnica del “vaciamiento
conoideo ” del cuello uterino, tanto la medicina clínica como la del
laboratorio -y muy especialmente las autoridades político sanitarias,
que van organizando sesudamente sus labores y servicios- tienen
como premisa dominante la “higiene pública y privada ’ de los
ciudadanos. Extirpar completamente el locus de la infección -lo
cual quedaba en evidencia por el estudio histopatológico de las
piezas- equivalía, al mismo tiempo, a curar definitivamente los
síntomas que a ella se vinculaban y, además, a tomar una medida de
profilaxis contra la propagación de esta enfermedad venérea. Como
ocurrirá con el paso del tiempo, cuando se vaya teniendo conciencia
de la frecuencia de los cánceres de cuello uterino, se insinuará que
las infecciones crónicas, por irritación, podrían ser además -entre
otros- un factor desencadenante de aquellos.
o J
Ilustración de Cornil, cáncer cervical.
270
Ricardo Pou Ferrari
También tenemos que tener en cuenta las peculiaridades de
Montevideo en plena Belle Epoque. Tal vez la marca socio económi¬
ca que identificaba a nuestra capital era la de ciudad portuaria, con
un intenso comercio marítimo —principalmente tránsito de merca¬
derías- y en un momento histórico de gran afluencia inmigratoria,
circunstancias ambas que ponían en contacto a una población ex¬
tranjera de importante magnitud y a la vez de riesgo de enferme¬
dades de trasmisión sexual -emigrantes, marinos y comerciantes-
con nuestros ciudadanos. El complejo y tantas veces desgarrador
fenómeno de la prostitución y “ trata de blancas ” puso en jaque a
las autoridades policiales por un lado (dado que la oferta sexual
estuvo mayormente organizada por grupos de estilo mafioso) y a las
autoridades médico sanitarias por el otro, para intentar controlar el
desarrollo de los males venéreos. Pero, a su vez, este intenso tránsito
de personas sirvió en bandeja o, si se quiere mejor, sirvió en las
camas, a nuestros clínicos, que tuvieron la oportunidad de atender
muchos más casos, particularmente de infecciones genitales femeni¬
nas. Si bien, como es obvio, se trataba de un mal compartido entre
hombres y mujeres, éstas sufrieron, aparte del encerramiento en el
medio hospitalario, la terapia quirúrgica agresiva. También la pro¬
paganda higiénico sanitaria intentó amedrentar o coaccionar a los
varones para encauzar de alguna manera sus prácticas sexuales. Por
otra parte, los clínicos desarrollaron ciertos métodos profilácticos
de las enfermedades venéreas, como sucedió en nuestro medio con
Pou y Orfila, quien trajo de Alemania, para evitar la infección vené¬
rea masculina, un procedimiento consistente en “la aplicación sobre
el pene de una solución de protargoly luego pomada de calomeF a pos-
teriori del coito, que publicó en 1908. 243 Una de las consecuencias
alejadas de la blenorragia masculina era la estrechez uretral, que con
diferentes grados de anfractuosidad llegaba a la retención de orina,
complicación para la cual, desde principios de siglo XIX, los pro-
to cirujanos urólogos desarrollaron procedimientos para resolverla,
mediante el empleo de sondas y bujías, maniobras por otra parte
riesgosas para los pacientes. El auge de esta enfermedad durante la
Belle Epoque -al menos en el mundo occidental- determinó que
cirujanos y urólogos, que no habían llegado a ser aún ni lo uno ni
243 Pou Orfila, J. Profilaxia individual práctica de las enfermedades venéreas en el hombre
según el procedimiento de Blokucevsky. Montevideo, R. M. U., 1908: 11 (4): 197-200.
271
El Profesor Enrique Pouey y su época
lo otro, se dedicaran al tratamiento específico de esta complicación.
Es así que, cuando Pouey termina su carrera en Montevideo y se
embarca para especializarse en París, un aspirante frustrado a ciru¬
jano, de buen desempeño como profesor libre de anatomía en dicha
ciudad, Joseph Auguste Fort, dedicó buena parte de su oferta profe¬
sional, tanto en Brasil como en el Río de la Plata, al tratamiento de
estas estrecheces por electrólisis lineal y que, de regreso en París, con
el bagaje de experiencia recogido en nuestro continente, se dedicara
a aplicar este método con gran éxito asistencial y económico.
Como antecedente nacional al estudio del tratamiento quirúr¬
gico de las cervicitis o metritis cervicales , contamos con la tesis para
optar al grado de doctor en medicina y cirugía de Augusto Turenne, de
1894, seguramente inspirada por el entonces Profesor de Medicina
Operatoria y Padrino de tesis y de grado, Enrique Pouey, quien le
proporciona buena parte de la casuística de las amputaciones cer¬
vicales, siendo este procedimiento entonces utilizado. 244 Comienza
Turenne planteando esta pregunta:
FACULTAD DE MEDICINA
COHTRIBUCIÓN AL ESTUDIO
DEL
Tratamiento Quirúrgico
DE LAS
CEEVICITIG
TESIS
nunuoi mi cm» u cubo oc doctm er if ten i okiuU
roí
^Augusto íLurcnnc
'» < '
MONTEVIDEO
IMPRIMIA «El troco ILCMRAIK)», DE TORMMC, VARZI V C.*
Tesis de Turenne sobre tratamiento quirúrgico de las
cervicitis (1894), inpirada por Pouey.
244 Turenne, A. Contribución al estudio del tratamiento quirúrgico de la cervicitis. Tesis de
doctorado. Montevideo, Imp. El Siglo Ilustrado, 1894.
272
Ricardo Pou Ferrari
“¿Tiene importancia el estudio de la cervicitis? La tiene y en sumo
grado. ¿Cuántas y cuántas mujeres pasan meses y años, cuando no la vi¬
da entera, en un estado desesperante por su resistencia a los tratamientos
más o menos racionales a los que se someten o de que son víctimas? Su
vida no es más que un continuo tormento moral y material; presa de
dolores, si no vivos, constantes, de trastornos vesicales y rectales, dispep¬
sias interminables, fenómenos histéricos de todo género, neurastenia que
las tiene elle y las hace assommantes como dice Charcot en sus lecciones
clínicas; interrumpida esta marcha crónica por empujes agudos, del que
no siempre se libran los anexos, y que concluyen por hacer de la desgra¬
ciada enferma un ser impotente e inútil, para sí y para los suyos”.
La cervicitis se configura en el plano médico quirúrgico, pe¬
ro también en el más puro plano de la nueva ginecología, como
un cantón o acantonamiento, no sólo de microbios potencialmente
muy peligrosos, sino como un foco de auténtico histerismo. Lo que
estamos tratando de expresar es que estos microbios se introducen
en una muy sensible zona anatómica de las mujeres, prácticamen¬
te siempre por medio de una relación sexual, lo que conlleva la
presión de íntimos resortes o el toque de delicadas cuerdas de su
instrumento corporal y vital. Ergo, el fenómeno patológico y toda
la sensibilidad auténtica que lo rodea se asienta en el útero, en el
hysteros, por lo que allí se desarrolla un proceso al cual primero po¬
dríamos calificar de hysterosis, en estricto lenguaje médico, pero que
la sociedad y muy especialmente los médicos de las “enfermedades
de las mujeres” , como se denomina a los nuevos ginecólogos, inclu¬
yen dentro del imaginario de la histeria femenina. Corresponde a
los cirujanos, a esa altura de los acontecimientos, poner remedio
definitivo -si bien a veces sometiendo a sus pacientes a tratamien¬
tos heroicos- al estado desesperante, de tormento moral y material
que las aquejaba. Queda estampado, en relación con este tema, el
nombre del viejo patólogo, convertido en neurólogo, con visos de
psiquiatra, Jean Martin Charcot, la mayoría de cuyas pacientes eran
mujeres (no obstante haber dedicado parte importante de su obra
al estudio de la histeria masculina) y de cuyas clases Sigmund Freud
(1856-1939) tomará nota para desarrollar -a punto de partida de la
hipnosis- su revolucionaria concepción del análisis de la psiquis.
273
El Profesor Enrique Pouey y su época
Charcot tratando a una histérica por medio de la hipnosis, en el Hospital
de la Salpetriére.
El vaciamiento conoideo , la aparentemente “ pequeña contribu¬
ción ’ -como solía tildarla su creador- se agrega a la ya importante
bibliografía en materia de cirugía ginecológica. Comenzó a efec¬
tuarse en 1898, tanto en medio hospitalario, sanatorial (el sanatorio
quirúrgico ginecológico de Pouey, fundado precisamente ese año),
como 11 en ville ” (en una época donde aún algunas operaciones se
practicaban en el domicilio de los pacientes). Cuando, en 1900,
conjuntamente con la Exposición Universal de París, se celebra en
dicha ciudad el Congreso Médico Internacional, que reúne a espe-
cialitas en distintos campos de la medicina, Pouey ejecuta su opera¬
ción ante el grupo de los discípulos de Doléris. De este modo, ella
es conocida, a través Paul Petit, anatomista, cirujano y ginecólogo,
quien la publica al año siguiente, en la Presse Médicale, bajo la de¬
signación de “ operación de Pouey’ , con notables ilustraciones, que
luego son reproducidas en diferentes trabajos. Al finalizar esta co¬
municación, su autor expresa que vio a Pouey desempeñarse con el
274
3 A
Flrur» 2 II
Pirara 3.
Ilustraciones del trabajo de Paul Petit sobre el vaciamiento conoideo, en la Presse
Médicale, 1901.
En abril de 1904, mientras en nuestro territorio se desarrolla¬
ba la violenta conflagración civil, Pouey presenta oficialmente por
vez primera su técnica, en ocasión del Segundo Congreso Médico
Latinoamericano , reunido en Buenos Aires, que reproducimos ínte¬
gramente en el Apéndice Documental. La publicación es un nota¬
ble ejemplo del estilo de su autor; en menos de dos carillas, con sen¬
cillez pero precisión, consigna el procedimiento, sus indicaciones y
245 Petit, Paul. Cure radícate de la cervicite, procédé de Pouey. París, Presse Médicale, N°
41, mercredi 22 mai, 1901, págs. 238-239.
El Profesor Enrique Pouey y su época
contraindicaciones, las precauciones y consecuencias alejadas, tanto
desde el punto de vista de la infección como del futuro reproducti¬
vo de la paciente. Curiosamente, no ofrece una casuística traduci¬
da en números, no obstante lo cual muestra singular confianza en
su aporte terapéutico. Tampoco lo ilustra con figuras explicativas.
Comienza la comunicación señalando que considera “ recomendable
su procedimiento ” ya que:
\E\xiste toda una categoría de enfermas que el higienista, más
aún que el ginecólogo, desea ver curada a la mayor brevedad: en
esas mujeres de vida irregular, los medios suaves, aplicados con más
o menos constancia, no dan resultados apreciables y es común ver
persistir por meses una secreción muco-purulenta abundante —su¬
puestamente virulenta— producto de una mucosa infectada y ex¬
puesta a repetidos traumatismos. La supresión precoz de este foco
es un beneficio para la salud de la enferma, a la vez que para la
higiene pública. Es pues, interesante determinar las condiciones en
que se debe intervenir, conciliando los intereses de la enferma con
los de la comunidad.
Esta frase introductoria, sintetiza con sutileza y exactitud, a la vez
que con un gran criterio médico social, la intención del cirujano, que
a punta de bisturí procura resolver, tanto la situación individual como
la “ amenaza sociaL representada por las enfermedades venéreas. Pudo
ser consciente Pouey que estaba ofreciendo un recurso para las mu¬
jeres de “ vida irregular" , en plena atmósfera de la “ Belle Epoque" , en
que se propendía a un juego más libre de la sexualidad que en épocas
inmediatamente anteriores y en la cual, a falta de antimicrobianos o
antisépticos útiles y eficaces para penetrar en el foco infeccioso de una
estructura peculiar como es el cuello del útero, nuestro cirujano gine¬
cólogo concibe un procedimiento en el cual el clásico bisturí se con¬
vierte, en este caso, en el antimicrobiano. En esta frase está designando
-además— a dos especialidades médicas del momento, la del higienista
y la del ginecólogo. Con la primera de ellas, Pouey está pensando en
su amigo, el cirujano, oftalmólogo, médico y esencialmente higienista
Joaquín de Salterain. Tan ponderada era la posición de Pouey, que
276
Ricardo Pou Ferrari
antepone a su propia y naciente especialidad -supeditada a la cirugía-
una que podríamos llamar “medicina so ciaT , a la cual él, como todo
profesional bien avenido en ese instante, debe justipreciar: la higiene,
que es sinónimo de salud pública. Se pliega entonces, con su bisturí, a
la práctica de la higiene -tanto privada como pública—, tanto como a
la salud individual. Pouey ha “ crecido ” en un ambiente que puede verse
reflejado en la historia de las instituciones públicas, cuyas sucesivas
denominaciones -Consejo de Higiene Pública y el Consejo Nacional
de Higiene— implica el involucramiento del Estado en la regulación
del balance entre la higiene privada y pública.
En el mismo Congreso, quien era su ayudante en los diferentes
ámbitos quirúrgicos antes señalados, Enrique Llovet, presenta un
trabajo sobre la casuística del sanatorio de Pouey, que ya estudia¬
mos.
En 1905, en una “nota del traductor ” del Atlas Manual de
Operaciones Ginecológicas de Schajfer, 246 que lleva una dedicatoria
“Al Doctor Enrique Pouey, Catedrático de Clínica Ginecológica de la
Facultad de Medicina de Montevideo, en testimonio de afecto y grati¬
tud, su discípulo,” Pou Orilla refiere:
“Varios autores han reprochado al procedimiento de Schroeder
el ocasionar, en general, la atrofia de la porción de mello que queda
después de la operación [...] y quita más tejido que el que es necesa¬
rio extirpar. Teniendo en cuenta estos hechos, creemos útil describir
aquí el procedimiento ideado por nuestro maestro Pouey, para la
cura radical de la cervicitis. El vaciamiento conoideo, de Pouey,
consiste en suprimir los tejidos enfermos escindiendo del cuello ute¬
rino, como lo indica el nombre del procedimiento, una masa en for¬
ma de cono truncado. Sus ventajas son las siguientes: I o ) no produce
atrofia post operatoria. 2 o ) Se opera con menos hemorragia que en
la operación de Schroeder. 3 a ) Se puede graduar la extensión de la
operación a voluntad, extirpando del cuello la cantidad de tejidos
necesarios, tanto en espesor como en altura. En efecto, puede extir-
246 Pou Orfila J. “Nota del traductor”, en: Schaeffer, Oskar Atlas Manual de las Ope¬
raciones Ginecológicas, Traducción del alemán por Juan Pou Orfila. Madrid, Librería
Académica/ Imprenta y encuadernación de E. Raso, 1905, págs 49-51.
277
El Profesor Enrique Pouey y su época
parse desde un cono músculo-mucoso de ancha base, como en los
casos de cervicitis con hipertrofia del cuello o ectropion considerable,
hasta un simple cilindro mucoso en los casos de cervicitis simple:
y la altura del cono o cilindro, puede tener de 2, 3 ó 4 cms, según
crea conveniente”.
Luego describe los pasos del procedimiento y presenta las men¬
cionadas figuras del trabajo de Petit, sin mencionar expresamente
su origen. Es de hacer notar que en la obra alemana original, en el
capítulo referido a los procedimientos quirúrgicos sobre el cuello
uterino, se presentan sólo los denominados de Emmet (traquelorra-
fia) y de Schroeder (escisión cuneiforme del cuello uterino).
También en 1905, Pouey hace llegar a la redacción de la Semaine
Gynécologique, una “ Lettre a M. Pichevin” , 247 en la que, si bien le
agradece al cirujano francés que haya bautizado con su nombre el
procedimiento, hace observaciones con referencia a la aseveración
de Pichevin acerca de que la operación está contraindicada en los
casos de “ grueso cuello con eversión, lleno de quistes”. Con la habitual
gentileza de trato, expresa que “dese[ a] protestar suavemente contra
esta última afirmación” , haciendo referencia a su “ experiencia de seis
años, basada sobre cerca de 300 operaciones hechas por [él] mismo o
[sus] asistentes”. Destaca su casuística quirúrgica y su experiencia
que le permite reconocer el límite externo de las lesiones por donde
debe pasar la sección quirúrgica inferior; en cuanto a la que interesa
el orificio interno, no siempre es tan fácil de ubicar, debido a los
procedimientos de dilatación y legrado que en general se practican
inmediatamente antes. Para definirlo, recurre a los valores compro¬
bados por la histerometría. También señala -cosa que nos interesa
sobremanera subrayar- que “h[ a] hecho cortes histológicos de los frag¬
mentos, a fin de estudiar la disposición de las glándulas cervicales. En
todos los casos comprob[ó\ que es necesario extirpar una lámina inferior
a la mitad de espesor de la pared del cuello para comprender todos los
fondos de saco glandulares”. Esto es de importancia porque define a
las claras el objetivo de la operación, ya que “si no se extirpa en forma
correcta la mucosa enferma, habrá un fracaso, porque lo que queda es
247 Ver Apéndice Documéntale Anexo N° 33.
278
Ricardo Pou Ferrari
suficiente para reproducir el flujo cervical, es decir la blenorragia en¬
carnada en el tejido, lo que en definitiva desespera a las pacientes ’. Acá
se nos revela -una vez más- la importancia de esta técnica, simple
“detalle de la cirugía ginecológica según su autor. La misma debe
adaptarse a las condiciones anatomo patológicas de la enfermedad
que procura curar “ radicalmente ” de los microbios de esta afección
-acá dice por única vez que se trata de los de la gonococia-, estudia¬
dos por él durante su estadía parisina de post doctorado -diríamos
hoy-, que se alojan en los fondos de saco glandulares y son respon¬
sables, no sólo de las recividas del síntoma, sino -y fundamental¬
mente- de los contagios que ocurren aún en ausencia de aparente
enfermedad femenina, como ya Noeggerath había señalado. Estos
justificadamente preocupaban a Pouey-como higienista- en su co¬
municación al Congreso de Buenos Aires del año anterior.
Lo más interesante de todo lo que acabamos de expresar, es
que dichos conceptos, aplicados, más de medio siglo después, a la
progresión de las lesiones neoplásicas de esa misma topografía, ha¬
rían del procedimiento de Pouey, asociado a un cuidadoso examen
anatomo-patológico seriado de la pieza extirpada, un medio pre¬
cioso para el diagnóstico y tratamiento de las formas incipientes
de cáncer cervical, tema en el que el ginecólogo uruguayo y sus
discípulos se zambulleron a partir de la segunda mitad de la década
de 1910.
Pinza de Petit diseñada para la operación de Pouey.
En 1906, Joseph Lefranc, inspirado por Petit y Récamier, pu¬
blica su tesis de doctorado de París, titulada “ De la résection du col
279
El Profesor Enrique Pouey y su época
utérin dans les cervicites chroniques par le procédé de Pouey”M En
dicho trabajo, el anclen interne del hospital Saint Michel presenta
siete casos clínicos propios y uno “brindado por el doctor Pouey de
Montevideo Este último corresponde a una enferma cuya evolu¬
ción obstétrica posterior fue complicada, debido a una estenosis
cicatricial del cuello, consecutiva a la intervención. Refiere Lefranc
la frecuencia con que esta técnica es empleada en el servicio donde
actúa, prefiriéndosela allí a las previamente descritas por Schroeder,
Bouilly, Simon-Markwald y Emmet. Describe dos instrumentos
diseñados por Paul Petit para facilitar la técnica de Pouey: uno es
una pince porte-mandrin, con garfios para afianzar el cuello uterino
y munida de una bujía, similar a una bujía de Hegar número 9,
ubicada entre las ramas de la pinza, que sirve como guía para la
disección y al mismo tiempo para que el cirujano pueda orientar
el útero, sin necesidad de utilizar varios instrumentos a la vez. El
otro es el bistouri a grissiére con un tope deslizante cuya ubicación se
adapta según la longitud del cuello, previamente determinada por
histerometría. Pasa Lefranc a continuación a hacer una minuciosa
descripción de cada paso de la operación, tomada en gran parte
literalmente del trabajo original de Pouey. Concluye que la endo-
metritis cervical es tributaria, en primera instancia, del tratamiento
médico, el cual es preferible aunque en general insuficiente, o bien
-si los anteriores son ineficaces- de los procedimientos quirúrgi¬
cos, que son “recursos heroicos ’. Entre ellos, prefiere el de nuestro
compatriota porque “«0 deja ninguna espina en la herida y conduce
a una curación durable y no seguido de ningún inconveniente ”, habida
cuenta que la intervención está indicada cuando se halla aún “ acan¬
tonada en el cuello uterino”.
248 Lefranc, Joseph. De la résection du col utérin dans les cervicites chroniques par le procédé
de Pouey. París, Imp. de la Faculté de Médecine, 1906, 50 págs.
280
Ricardo Pou Ferrari
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LE DOCTORA! EN MÉDECINE
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Par le procédé de Pouéy
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PARIS
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1900
Carátula de la tesis de doctorado de París,
de Joseph Lefranc, a propósito del procedi¬
miento de Pouey (1906)
En 1907, en ocasión del Tercer Congreso Médico Latino
Americano , reunido en Montevideo, Pou Orfila presenta, ante la
Sección de Ginecología, un trabajo titulado “Ventajas del vacia¬
miento conoideo en el tratamiento de la metritis cervical crónica”. 249
En el mismo,
“demostró una pieza anatómica de bisterectomía vaginal, pro¬
cedente de una enferma a quien varios meses antes se había prac¬
ticado un vaciamiento conoideo. La pieza en cuestión presentaba
una “cicatriz operatoria perfecta” y una completa permeabilidad
del conducto cervical. Concluye que: I o ) El vaciamiento conoideo
de Pouey es elprocedimiento más sencillo para la extirpación radical
de la mucosa del cuello, en los casos de metritis cervical crónica Sus
resultados anatómicos son evidentemente superiores a los de la ope¬
ración clásica de Scbroeder. 2 o ) Realizando una técnica cuidadosa
no produce estenosis cervical. 3 o ) Por lo que ha podido ser observado
249 Pou Orfila, J. Ventajas del vaciamiento conoideo en el tratamiento de la metritis cervical
crónica.Actas y trabajos del 3er Congr. Méd. Latino-Americano. Montevideo, Imp El
Siglo Ilustrado, 1907, vol 3: 306-331 y Rev. Med. Urug., 1907, 11 (7): 352-355.
281
El Profesor Enrique Pouey y su época
en centenares de casos en los nueve años en los cuales se practica, el
vaciamiento conoideo influye a veces favorablemente en ciertos casos
de esterilidad, a condición de que no coexistan lesiones de oclusión
tubaria. 4 o ) No se ha observado la producción de abortos ni de
partos distócicos serios que puedan atribuirse al vaciamiento conoi¬
deo”.
La “jareta” de Becerro de Bengoa
En 1942, también Pou Orfila, en un estudio sobre la técnica
de Pouey, titulado “ Sobre el vaciamiento conoideo, de Pouey, en el
tratamiento quirúrgico de las metritis cervicales crónicas” 250 expone
aspectos históricos, detalles de la técnica, con la modificación lla¬
mada “el punto enjareta concebida por Miguel Becerro de Bengoa
en 1921 251 y una variante, la sección transversal completa del cono,
practicada en forma previa a su extirpación, propuesta (en época al
parecer próxima a este trabajo) por el propio Pou Orfila. Es de des¬
tacar la importancia que el comentarista concede a la iconografía,
reproduciendo, en primer término, las figuras de Paul Petit de La
250 Pou Orfila, J. Sobre el “vaciamiento conoideo”, de Pouey, en el tratamiento quirúrgico de
las metritis cervicales crónicas, en: Trab. Cient, 1942: 50-64, op. cit. .
251 Becerro de Bengoa, M. El punto enjareta. Montevideo, Bol. Of Lig. Urug. Can.
Genit. Fem. 1931, N° 29.
282
Ricardo Pou Ferrari
Presse Médicale y también las ilustraciones que el mismo ginecólo¬
go incluyó en una obra posterior en colaboración con su maestro
Jacques Doléris, en 19 26. 252,253 Hace Pou Orfila una consideración
semántica, afirmando la mayor exactitud de la designación primi¬
tiva de conoideo asignada por Pouey, sobre la de vaciamiento cilin¬
drico que le otorgan los autores franceses, ya que considera que la
primera palabra es más amplia y por consiguiente inclusiva de las
diversas formas que puede adoptar la pieza operatoria. Reivindica
la prioridad de Pouey a propósito de la técnica, que fuera luego
mundialmente conocida como de Sturmdorf dado que este gine¬
cólogo norteamericano publicó un procedimiento casi idéntico al
de Pouey en 1916. 254 Señala finalmente que Henri Hartmann, en
su Traité de Gynécologie opératoire , caracteriza a la citada técnica di¬
ciendo: “ procédé décrit et executé par Pouey, préconisé par Forgue,
l’évidement du col est commenement connue en Amérique du Nordsous
le nom d’opération de Sturmdorf . Leyendo detenidamente el trabajo
de Sturmdorf, reproducido en Gynecoplastic technology, 255 se aprecia
que, si bien la primera parte del procedimiento es exactamente la
de Pouey, a quien el norteamericano no cita, la etapa de sutura es
original de Sturmdorf, utilizando dos “ puntos imaginantes” (muy
similares a los de Víctor Bonney), que son magníficamente ilustra¬
dos.
252 Doléris, J. A. y Petit, P. Etude de gynécologie clinique et opératoire, París, 1926, págs
155 y sig.
253 Es de hacer notar que, en el mismo momento y en la misma ciudad, en la séptima
edición del “Précis de technique opératoire par les prosecteurs de la Faculté de Paris”, R.
Proust y J. Cherrier (“ Chirurgie de l’appareil génital de la femme ”, Paris, Masson et
comp. Ed., 1927 : 90-110), en su capítulo segundo C Chirurgie du col de l’utérus”) ha¬
ce una presentación de ocho operaciones, procedimientos o variantes de los mismos
para distintas patologías con asiento en el “hocico de tenca . Dentro de la descripción
de las “amputations intravaginales du coP está incluido el procedimiento de Schroeder
y las variantes del mismo, preconizadas por Doléris y por Houzel pero omite el “pro¬
cedimiento de Pouey” o “vaciamiento conoideo”. Inclusive dentro de este mismo tópico,
desarrolla la técnica de Simon-Marwaldt, subtitulada “amputación parcial cuneiforme
a dos colgajos”.
254 Sturmdorf, Arnold. Tracheloplastic method and results. Chicago, Surg Gyn. Obst,
1916, 22: 93-104
255 Sturmdorf, Arnold. Gynecoplastic technology Iwith a chapter on “sacralanesthesia”, Phi-
ladelphia, F. A. Davis Company, publishers / English depot Stanley Phillips, London,
1920, págs. 58-83.
283
El Profesor Enrique Pouey y su época
Gynoplastic Technology
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F. A. DAVIS COMPANY, Pi bi.isiifr.s
Ekglisk Depot
Stanley Phillips. London
1920
La portada del libro de Surmdorf, de 1920, donde expone la técnica
del “vaciamiento conoideo ”, publicada en Surgery, Gynecology and Obs-
tetrics, en 1916.
Refiriéndose al tratamiento de la cervicitis crónica, Sturmdorf
comenta, en primer lugar, la operación de Schroeder -en que se
seccionan dos cuñas, anterior y posterior-, así como otros métodos
de amputación cervical. Luego añade:
“la dificultad en todos los anteriores métodos de amputación
cervical se hallan cuando se intenta la sutura del borde vaginal
con el endometrial, dada la extrema friabilidad e inaccesibilidad
de este último, lo que frecuentemente vuelve imposible la acertada
aproximación y la permanente retención de la sutura.
284
Ricardo Pou Ferrari
Brevemente, la cura de una endocervicitis crónica, ya sea en el
cuello de una nulípara o de una multípara, requiere: 1) Completa
enucleación de la totalidad de la mucosa endocervical, tanto del
orificio externo como del interno, con preservación de su estructura
muscular. 2) Adecuado revestimiento del canal cervical denudado
labrando un manguito cilindrico a partir de la mucosa vaginal. El
siguiente método cumple con las demandas fisiológicas, alcanza las
indicaciones patológicas y obvia las dificultades técnicas enumera¬
das. El procedimiento es aplicable en cuellos infectados de nulíparas
o multíparas y comprende: 1) Demarcación y completa liberación
de un amplio manguito de mucosa vaginal a partir de la incisión
externa del cerviz. 2) Enucleación de la totalidad de la mucosa
endocervical hasta el orificio interno con preservación de su capa
muscular vecina. 3) Sutura de inversión del casquete vaginal en la
cavidad cervical denudada.
El principal objetivo en el primer paso es el tallado de un am¬
plio manguito de mucosa de la túnica vaginal de cuello. Con esto
en vista, se practica una incisión rodeando el área erosionada que
aparece alrededor del orificio externo, siguiendo de cerca el borde de
demarcación entre la mucosa vaginal sana y la endocervical enfer¬
ma, que modo que la incisión corra paralela a cualquier irregula¬
ridad de la laceración.
El manguito cilindrico así trazado es ampliamente liberado de
la superficie anterior y posterior del cuello a nivel del orificio inter¬
no. El orificio externo lacerado, con sus labios hipertróficos en ever¬
sión, así como la totalidad del revestimiento cervical hacia arriba,
hasta alcanzar el orificio interno del ctiello, quedan de este modo
separados del lecho muscular, como un cono completo.
El cuello presenta ahora un túnel muscular, que queda ubica¬
do dentro del manguito cilindrico de mucosa vaginal ampliamente
tallado. La inversión de ésta última de manera que cubra el área de
la herida y su sutura de coaptación en el nivel correcto, se logra del
modo siguiente: Comenzando con el segmento anterior del mangui¬
to circular, se hace, a la hora doce, un punto con un hilo de seda,
cuyos dos extremos laterales se pasan, mediante una aguja curva
similar a la de Reverdin, entrando por el músctdo a nivel del orificio
externo, de adentro a afuera y saliendo por el fondo de saco vaginal
anterior, por encima del punto mediano inicial. Se hace lo mismo
con el labio posterior. Se anudan adelante y atrás los dos puntos. Se
coloca una gasa yodoformada fina, que se retira al tercer día. Los
puntos se quitan al fin de la tercera semana, cuando ya están flojos
y son más accesibles”.
285
El Profesor Enrique Pouey y su época
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(2) Fnudcation
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ts, wiili prewation
itt sirmunilim; mu>
La técnica de Sturmdorf, con la ubicación de ios puntos anterior y posterior
y la aguja empleada.
287
El Profesor Enrique Pouey y su época
En consecuencia, de acuerdo con lo expuesto y para ser to¬
talmente fieles a la verdad histórica, debería hablarse del “va¬
ciamiento conoideo de Pouey ’ y de los “ puntos invaginantes de
Sturmdorf (inspirados en los de Bonney).
A fin de jerarquizar la significación histórica del procedimien¬
to y nuestra sugerencia de que el mismo pasó, progresivamente,
de ser un recurso en el tratamiento de la cervicitis a constituir un
medio para el diagnóstico precoz del cáncer cervical, reproducimos
la siguiente aseveración de Juan José Crottogini, formulada en una
reunión de la Sociedad Ginecotocológica del Uruguay, en 1942:
“Hay un punto que no ba sido tratado en esta discusión, el valor del
vaciamiento conoideo del cuello uterino como procedimiento de exa¬
men biópsico. Además de su valor terapéutico y profiláctico, el cono ex¬
tirpado puede ser estudiado en cortes seriados para la investigación del
cáncer, cuyo procedimiento ba dado éxitos a la escuela anatomo-clínica
de Montevideo 256
En ese mismo año, Eduardo Schaffner, asistente del Instituto
de Curieterapia Ginecológica y discípulo de Pouey, publica un tra¬
bajo titulado “ Profilaxis del cáncer del cuello uterino” P 7 El mismo se
centra en la importancia de la detección y tratamiento de las lesio¬
nes “precancerosas” , 258 Es una muestra de la adecuada comprensión
de la patología y su manejo clínico, que podría considerarse actual,
de no faltar el aporte de la citología y una mejor valoración del pa¬
pel de la colposcopía.
Posteriormente, con los trabajos de C. F. Fluhman y otros,
destacándose los de la escuela argentina (Juan Carlos Ahumada,
Guillermo Di Paola, Leoncio Arrighi, etc.), el procedimiento del
“vaciamiento conoideo”, con variantes en cuanto a la técnia de epi-
256 Crottogini, Juan. J. Comentarios. Montevideo, Bol. Of. Liga. Bol de la Liga Urug
Cáncer Gen Fem. 1942, 17: 5.
257 Schaffner, Eduardo. Profilaxis del cáncer del cuello uterino. Trabajo dedicado a la me¬
moria del Profesor Doctor Enrique Pouey. El vaciamiento conoideo de Pouey. Montevi¬
deo, Bol. Of. Liga Urug. Cáncer Gen. Fem., 1943, 18: 19-24.
258 Debe señalarse que Pou Orfila criticó esta denominación, por considerarla una “ fa¬
lacia de petición de principio”, y propuso sustituirla por la de lesión “ canceroclina ,
que significa “tendiente al cáncer”, sin que ésta dé por sentado que necesariamente lo
precede.
288
Ricardo Pou Ferrari
telización, fue considerado como método insuperable en el diag¬
nóstico y a veces en el definitivo tratamiento de las hoy llamadas
lesiones estratificadas intraepiteliales (S.I.L.), que ha hecho posible
(con la ayuda de la citología, la colposcopía y recientemente la iden¬
tificación y prevención por medio de una vacuna de la infección
por el virus del papiloma humano y sus variedades) la prevención
y el adecuado manejo de las formas incipientes del cáncer de cuello
uterino.
Véase Apéndice Documental. Anexos N° 33 y 35.
289
Capítulo XXII
1899-1916
POUEY Y LA HIDATIDOSIS*
J uan Pou Orfila, en su bosquejo biográfico del Maestro, señala
que “intervino muy activamente en campañas higiénico-sociales,
principalmente en las luchas contra la Hidatidosis y contra el
Cáncer Genital Femenino” 259 Si la segunda tarea es más evi¬
dente, no es menos importante la primera, que se originó de los gi-
necocólogos actuantes en la Sociedad de Medicina de Montevideo
en torno a 1899 y que constituyó un ejemplo sobre el cual ellos
mismos encararían, casi veinte años después, las estrategias seguidas
por la Liga contra el Cáncer Genital Femenino. 260
Hacia comienzos del siglo XX, en el ámbito de dicha Sociedad,
se plantea el tema de la alta prevalencia clínica de la hidatidosis,
problema quizás acentuado por el incremento del ganado ovino y
bovino, fuentes de riqueza del Uruguay. Los primeros trabajos pu-
259 Pou Orfila, Juan. Bosquejo biográfico del Profi Pouey, en: Trab Cient., op. cit, 1942:
11 .
260 Debemos recordar que en 1902, a iniciativa de Joaquín de Salterain se había creado
la Liga Uruguaya con la Tuberculosis y en 1915, a partir de una idea de este mismo
personaje, la Liga contra el alcoholismo.
291
El Profesor Enrique Pouey y su época
blicados por los diferentes integrantes de la corporación, especial¬
mente los cirujanos, son de casuística médica. En la medida en que
estas comunicaciones se suceden (probablemente como repercusión
de la bibliografía argentina, bastante frondosa e ilustrativa, espe¬
cialmente El quiste bidático en la República Argentina, de Marcelino
Herrera Vega y Eduardo J. Cranwell) la cuestión asume el carácter
de problema médico-social. Recuérdese que alrededor del 1900 la
medicina social era concebida en Alemania como el estudio de los
problemas patológicos en sus vertientes sociales. No tenemos evi¬
dencia de que los clínicos más prominentes de entonces -Crispo
Brandis, Visca, Soca, Figari, Ricaldoni- hayan prestado especial
atención sobre la hidatidosis, al menos a través de publicaciones.
Fueron por consiguiente los cirujanos allí reunidos, como grupo
razonante y no ya como comentaristas de pasillo, quienes encara¬
ron, entre otros, este asunto, como patología que les llegaba con
frecuencia.
Juan Francisco Canessa refiere que “en el año 1894 se operó en
un hospital de nuestro país [al parecer en el Hospital de Caridad\, el
primer caso de quiste bidático. Tuve el honor de ser el médico operador
y la felicidad de coronar la operación con un éxito admirable. ” 261
La primera tesis de doctorado de Montevideo sobre hidatidosis
fue la de Pascual Vero, de 1896, titulada “Contribución al estudio
de los tumores vasculares y quistes hidáticos de la órbita”. 261 Al año si¬
guiente, aparecen las de Alejandro Gallinal 263 y Alberto Stirling. 264
En 1898, se reúne en Buenos Aires, por primera vez, el Congreso
Científico Latinoamericano , del que, entre los cirujanos uruguayos
participan Navarro, Arrizabalaga y Demicheri. Una sesión del mis¬
mo es consagrada al tema “ Tratamiento de los quistes hidáticos ”, cuyo
relator es el emblemático cirujano argentino, a la sazón Profesor
261 Perez Fontana, V. “ Centro de tratamiento y profilaxis de la hidatidosis”. 1937: 327.
262 Vero, Pascual. Contribución al estudio de los tumores vasculares y qtiistes hidáticos de la
órbita. Tesis para optar al Grado de Doctor en Medicina y Cirugía. Montevideo, Imp.
La Razón, 1896, 70 págs.
263 Gallinal, Alejandro. Observaciones sobre quistes hidáticos delpulmón. Tesis para optar al
Grado de Doctor en Medicina y Cirugía. Montevideo, Imp. La Razón, 1897, 55 págs.
264 Stirling, A. Quistes hidáticos del hígado. Tesis para optar al Grado de Doctor en Medici¬
na y Cirugía. Montevideo, Imp. La Razón, 1897, 44 págs.
292
Ricardo Pou Ferrari
suplente de Medicina operatoria, Alejandro Posadas. Se plantea co¬
mo tratamiento la marsupialización con drenaje consecutivo. En
la discusión interviene Navarro, aseverando que “la operación ha
sido reglada hace ya varios años [...] pero [que] en los de gran tamaño
queda una cavidad tan grande [...] por lo que [dicho] procedimiento
es aplicable [solamente] para los de pequeño tamaño”.
Los primeros trabajos sobre el tema que aparecen en la Revista
Médica del Uruguay son del año 1899, entre los que figuran los
de Turenne, 265 Pouey 266 y Bottaro. 267 En años posteriores Albérico
Isola 268 y Luis Morquio 269 hacen nuevos aportes. La conocida técni¬
ca en dos tiempos de Lamas y Mondino para el tratamiento de los
quistes hidáticos de pulmón, corresponde recién al año 1905.
En ocasión de la Segunda Reunión del Congreso Científico
Latinoamericano , que tuvo lugar en Montevideo entre el 21 y el
31 de marzo de 1901, los ya citados autores argentinos presentan
un trabajo sobre quistes hidáticos de pulmón, 270 al igual que otra
ponencia sobre “ Distribución geográfica de los quistes hidáticos espe¬
cialmente en Sud-América” ; 271 Alcibíades J. López, expone la suya,
titulada “ Quiste hidático de riñón. Nefirectomía transperitoneal”; 272
Tomás Varsi, sobre “ Tratamiento quirúrgico de los quistes hidáti-
265 Turenne, A. Embarazo y quiste hidático de riñón. Montevideo, R. M. U., 1899, 2:
175.
266 Bibliografía de Pouey, 1899.
267 Bottaro, Luis P. Quiste hidático de la región braquialanterior. Montevideo, R. M. U.,
1899,2:279
268 Isola, A. Quiste hidático de la órbita. Montevideo, R. M. U., 1900, 3: 29 y 58.
269 Morquio, Luis. Quiste hidático intracraneano en un niño. Montevideo, R. M. U., 1901,
4: 343.
270 Cranwell, A. y Herrera Vegas, J. Quistes Hidáticos de Pulmón, Segunda reunión del
Congreso Científico Latino-americano, II, Trabajos de la VI a Sección [Ciencias Médicas].
Montevideo, Imprenta El Siglo Ilustrado, de Turenne, Varzi y Cia., 1903: 189-212.
271 - y - Distribución geográfica de los quistes hidáticos especial¬
mente en Sud-América. Segunda reunión del Congreso Científico Latino-americano, II,
Trabajos de la VI a Sección [Ciencias Médicas]. Montevideo, Imprenta El Siglo Ilustra¬
do, de Turenne, Varzi y Cia., 1903: 212-235.
272 López, A. Quiste hidático de riñón- Nefirectomía transperitoneal. Segunda reunión del
Congreso Científico Latino-americano, II, Trabajos de la VI a Sección [Ciencias Mé¬
dicas], Montevideo, Imprenta El Siglo Ilustrado, de Turenne, Varzi y Cia., 1903:
235-238.
293
El Profesor Enrique Pouey y su época
eos del hígado ”. 273 Intervienen en la discusión Alejandro Gallinal,
quien asevera que “estima en más de cincuenta el número de quistes
hidáticos del hígado observados en 1896 en el Hospital de Caridad
de Montevideo Luis P. Lenguas, quien “cree que en Montevideo, a
pesar de la frecuencia de los quistes hidáticos, los quistes del pulmón
son muy raros [y que] el mejor tratamiento es la marsupialización”. El
Congreso deja aprobada la siguiente moción; “Que las autoridades
sanitarias se preocupen de llevar al conocimiento de los pueblos el peli¬
gro creciente e inminente de la enfermedad hidática, y que las nociones
de profilaxia pertinentes formen parte de la enseñanza primaria”. 274
Más adelante, en el marco de la misma discusión, Jaime H. Oliver
manifiesta que “cree que la opinión del doctor Varsi pone de acuerdo,
en cuanto a los resultados operatorios en los quistes hidáticos del hígado,
tratado por la abertura, extracción de la membrana fértil y sutura, a
los cirujanos argentinos y uruguayos”; que, “basándose en los resultados
enunciados por los doctores Herrera Vegas y Varsi y en los resultados
obtenidos por los cirujanos uruguayos, se puede afirmar que el método
australiano es peligroso y da un gran porcentaje de supuraciones poste¬
riores” , al igual que “en el plazo de 20 días, dado por el doctor Varsi
para dar de alta a los enfermos, es insuficiente, y cita un caso personal
en el que la supuración se estableció 70 días después de la operación, en
seguida de un ataque de influenza”. El procedimiento empleado por
el orador “es el siguiente: abertura del quiste, extirpación de la mem¬
brana germinativa, secar con una gasa la cavidad quística, suturar con
un surget de catgut la boca abierta y fijar después con unos puntos de
catgut esta boca cerrada al peritoneo parietal; por encima se cierra la
pared abdominar . 275
273 Varsi, T. Tratamiento quirúrgico de los quistes hidáticos del hígado. Segunda reunión del
Congreso Científico Latino-americano, II, Trabajos de la VI a Sección [Ciencias Médicas].
Montevideo, Imprenta El Siglo Ilustrado, de Turenne, Varzi y Cia., 1903: 239-244.
274 Conclusiones. Segunda reunión del Congreso Científico Latino-americano, II, Trabajos
de la VI a Sección [Ciencias Médicas]. Montevideo, Imprenta El Siglo Ilustrado, de
Turenne, Varzi y Cia., 1903: 235.
275 Oliver, J. H. Discusión. Segunda reunión del Congreso Científico Latino-americano, II,
Trabajos de la VI a Sección [Ciencias Médicas], Montevideo, Imprenta El Siglo Ilustra¬
do, de Turenne, Varzi y Cia., 1903. 244-245.
294
Ricardo Pou Ferrari
En 1901, Ricardo Mackinnon da a conocer otra completa tesis
sobre el particular, 276 donde analiza los casos de quistes hidáticos
entrados en el Hospital de Caridad en el quinquenio 1896-1900,
que clasifica según su procedencia, la población de los departamen¬
tos respectivos, la nacionalidad de los enfermos, la proporción entre
animales y habitantes por departamento, que compara con datos si¬
milares de otros países (refiere explíticamente a los “datos brindados
por Herrera Vegas y CranweW) y que finaliza con un capítulo sobre
profilaxis. En este último aspecto dice que “las iniciativas que ya han
sido tomadas y puestas en práctica por nuestras autoridades” y que “la
Municipalidad [...] ha puesto en práctica desde tiempo atrás [con] la
llamada Ley de perros, análoga a la de la República Argentina” [Artículo
4 o de la Ley 1796 del 9 de junio de 1885] [...].Esta “no se cumple
por el conocimiento que se tiene de su ineficacia”, por lo que “creo que
daría mejores resultados, porque se cumpliría con mejor buena volun¬
tad, cualquier otro proceder que se dictara, por ejemplo la adopción y
aplicación de las conclusiones a que se arribó e hizo suyas el Segundo
Congreso [Científico] Latinoamericano, celebrado en esta ciudad en
marzo del presente año. Estas conclusiones, resultantes del trabajo de los
doctores Cranwell y Herrera Vegas y formuladas por el doctor Lenguas,
se reducen a la siguiente aspiración: “El Congreso Médico, vería con
satisfacción, que tanto el H. C. de Higiene como la Asociación Rural,
hicieran ver al pueblo, por todos los medios a su alcance, los estragos
que causa la enfermedad, los peligros que entraña su desconocimiento y
hacer conocer los medios más adecuados para combatir su desarrollo”.
En esta tesis, el autor propone que la herramienta general para la
profilaxis de la enfermedad es “un poco de higiene [...] evitando la
promiscuidad con los perros, haciendo que estos no se reinoculen co¬
miendo detritus de mataderos y carnes de otros animales infectados, etc.
etc.”. De este modo, concluye, “elpueblo comprenderá las disposicio¬
nes expuestas en la ley de “Patente de perros”, con lo que disminuirá el
número de perros, los que existan serán mejor alimentados y cuidados”,
medios estos últimos que serán “más clínicos y humanos y más en
armonía con nuestro anhelo de progreso”.
276 Mackinnon, R. Contribución al estudio de los quistes hidáticos en el Uruguay. Tesis para
optar al Grado de Doctor en Medicina y Cirugía. Montevideo, Imp. La Razón, 1901,
103 págs.
295
El Profesor Enrique Pouey y su época
Probablemente la Sociedad de Medicina haya procurado abor¬
dar el asunto de la hidatidosis por intermedio de los organismos es¬
tatales -Consejo Nacional de Higiene, Comisión Nacional de Caridad
y Beneficencia Pública y Dirección de Salubridad- que tenían a su
cargo la higiene pública. Es en este contexto que en 1902, Jaime
H. Oliver, joven y pujante cirujano, integrante de la Sociedad de
Medicina, presenta ante el Congreso Interdepartamental realizado en
San José, el primer proyecto de profilaxis y lucha contra la hida¬
tidosis, que si bien al parecer es de cuño personal, sin duda fue
elaborado en las discusiones que debieron tener lugar en la referida
sociedad entre 1898 y esa fecha. En la misma oportunidad, Pouey
hace una corta comunicación sobre una variedad que considera es¬
pecial de los quistes hidáticos abdominales, por su carácter múlti¬
ple, quizás debida a la infestación a partir de la rotura de un quiste
de hígado, que convierte a la enfermedad en una situación grave,
difícil de encarar para el cirujano.
Fotografía tomada en Mercedes en una de las giras para la propaganda anti-
hidática, a comienzos del siglo. De izquierda a derecha: Enrique Pouey, Ge¬
rardo Rodríguez Gallego, Alfonso Lamas, [sin identificar], [sin identificar],
[sin identificar], [sin identificar], área 1905. Departamento de Historia de la
Medicina, Facultad de Medicina de Montevideo.
296
Ricardo Pou Ferrari
En 1905, también en el seno de la Sociedad de Medicina, se
constituye una Comisión para la Profilaxia de la Hidatidosis, in¬
tegrada por Pouey, Bottaro y Turenne, la que decide realizar una
propaganda destinada a la población, en forma de folleto-cartilla
y de afiche ilustrativo, documento este último que es lo que nos
ha quedado como legado. En palabras de Pouey, consultado por
Pérez Fontana en 1937 sobre la importancia de la “ Lucha contra la
Hidatidosis ”:
“En gérmen todo está contenido en el cartel que ideó y realizó
la Sociedad de Medicina de Montevideo en el año 1905. La difi¬
cultad, basta el éxito, es de detalle y es creada por la ignorancia y la
despreocupación de casi todos, frente a las causas de la enfermedad,
en general, así como a la falta de continuados y vigilantes esfuerzos
para evitarla”. 277
En 1913 se publican en la Revista Médica una serie de tra¬
bajos sobre hidatidosis, que constituyen una puesta al día, en la
que se incluye especialmente casuística y presentación clínica de
las localizaciones más infrecuentes a cargo de Carlos Brito Foresti
y José Bonava”; 278 de las topografías habituales a cargo de Pouey; 279
Morquio 280 y de Pena se refieren a los quistes hidáticos en los
niños”; 281 del diagnóstico y tratamiento se ocupa Enrique Llovet 282
y Domingo Prat, del encare del asunto desde el punto de vista mé¬
dico social. 283
277 Pérez Fontana, V. Centro de Estudio y Profilaxis de la Hidatidosis. Antecedentes y Reso¬
luciones. Arch. Int. Hidat. 2 (2): 315-343; aquí pág. 324.
278 Brito Foresti, C. y Bonava, J. Quistes hidáticos del corazón. Montevideo, R. M. U.,16:
538-39, 1913
279 Pouey, E. Bibliografía, 1913.
280 De Pena, P. El tratamiento de los quistes hidáticos. Montevideo, R.M.U., 16: 561-655,
1913.
281 Morquio, L. Quistes hidáticos observados en la clínica de niños. Montevideo, R. M.
u.,16: 546-560, 1913.
282 Llovet, E. Consideraciones sobre diagnóstico y tratamiento de los quistes hidáticos. Mon¬
tevideo, R. M. U., 16: 656-669,1913.
283 Prat, D. El quiste hidático en el Uruguay. Montevideo, R. M.U., 16: 467-485, 1913.
297
El Profesor Enrique Pouey y su época
En 1916, en la misma revista aparece un Informe de la Comisión
de profilaxis , firmado por Enrique Pouey, Prudencio de Pena, Luis
Mondino y Domingo Prat. 2S ^
La Asociación Internacional de Hidatidosis se funda en el de¬
partamento de Colonia en 1932. Los Archivos Internacionales de
Hidatidosis, en 1934, siendo su promotor y editor, Velarde Pérez
Pontana, discípulo de Pouey.
En 1942 se publica el famoso libro de divulgación Cachito
y Rigoleto, cuyos autores son Antonio Soto ( Boy) y Velarde Pérez
Pontana, que es una joya de la literatura para ser utilizada en la
Escuela Primaria, con la debida armonía entre el texto y las imáge¬
nes, ejecutadas por Luis Macaya y Mario Radaeli.
En el curso de los años, la Lucha antihidática, que naciera,
como vimos, a comienzos del siglo XX en la Sociedad de Medicina
de Montevideo , continúa desarrollándose, primero en el marco del
Ministerio de Salud Pública, más tarde como Comisión Honoraria
para la Lucha contra la Hidatidosis y transformada por último en
Comisión Honoraria contra las Zoonosis.
En conclusión, la lucha antihidática, surge del grupo de los
adalides de la medicina operatoria, Pouey y Oliver, no en vano era
la cirugía el recurso útil para el tratamiento. Ellos fueron docentes
con capacidad para difundir las ideas y además, que recibían en
sus servicios capitalinos los casos más difíciles. Ignoramos si hubo
algún médico del interior que hiciera con anterioridad una pro¬
puesta similar. Mirando y analizando en forma pormenorizada la
iniciativa de la Sociedad de Medicina en la lucha antihidática, hay
que poner como mojón la guerra civil de 1904, dado que, además
de ser una confrontación entre blancos y colorados, lo fue entre la
población de campaña, saravista, y la política batllista montevidea-
na. La ya mencionada iniciativa de Oliver, de 1902, se dio mientras
el país vivía y se deslizaba hacia la última gran conflagración civil; a
284 Pouey, E., Mondino, L., Pena, P. de, Prat, D. Sociedad de Medicina de Montevideo:
Informe de la Comisión de Profilaxis del Quiste hiddtico. Breves nociones sobre la enfer¬
medad hidática: manera de evitar y combatir esta enfermedad; campaña contra la enfer¬
medad hiddtica. Manera de evitar los quistes hiddticos (Vejigas de agua). Montevideo, R.
M. U„ 19: 33-50, 1916,
298
Ricardo Pou Ferrari
posteriori de dicha contienda, la campaña antihidática de 1905, se
desarrolló en la atmósfera de un país que quería ordenarse rápida¬
mente y enfrentar los problemas más acuciantes o más importantes.
En la medicina social, éste -el de una enfermedad con tintes de
cuño nacional- era uno de ellos. Esa fecha coincide con el cambio
trascendental (señalado por Turenne en una biografía de Scoseria)
consistente en la nueva integración y en la nueva política a desa¬
rrollar por parte de la Comisión Nacional de Caridad y Beneficencia
Pública, con una mayoría de librepensadores. Ese movimiento y ese
impulso fue conducido por el todavía joven y muy pujante ideólo¬
go de la salud pública y de la Facultad de Medicina, José Scoseria,
quien logra crear los nexos entre ambos campos, desarrollando una
verdadera red de colaboración y compromisos mutuos. Esto era
una tendencia de los médicos más esclarecidos, de los médicos que
actuaron en el período de entre siglos, independientemente de su
posición ideológica.
Véase Apéndice Documental. Anexos N° 36.
299
Capítulo XXIII
1900
Congresos de Medicina y
de Higiene en ocasión de la
Exposición Universal de París
C oincidiendo con la Gran Exposición Universal de París de
1900 (acontecimiento sobre el que disponemos de vasta
información, que abarca a todos los países del mundo,
en sus más diversas manifestaciones culturales) se reali¬
zaron congresos de varias disciplinas, entre ellas la medicina.
Transcurre la Be lie Epoque, en medio del siglo XIX largo. El
mundo disfruta de prosperidad y paz. Todas las naciones -tanto las
metrópolis como las colonias reales o virtuales- se consideran parte
de un sistema planetario que gira en torno a aquéllas. Europa es aún
el sol que conglutina los grandes imperios mundiales, atrayendo e
iluminando a sus satélites, pretenciosos por equipararse a ella, aún
al precio de su idiosincrasia. A esta altura, la revolución industrial
se profundiza a través de la introducción del acero y el perfeccio-
301
El Profesor Enrique Pouey y su época
namiento de las máquinas a vapor. Gran Bretaña es una gigantesca
fábrica de embarcaciones, al tiempo que su flota mercante domina
los mares, llevando productos manufacturados y trayendo materias
primas. El ferrocarril sigue explayándose, tanto en Europa como en
las regiones más remotas. Ya asoman, sin constituir todavía el recur¬
so característico de esta época, las nuevas fuentes energéticas, prove¬
nientes de la química y la electricidad. Debuta el motor a explosión,
a cuyo impulso se desarrollará la industria automovilística, que en
poco tiempo más se democratizará en manos de Henry Ford.
En este período de preponderancia de las naciones-estado,
liberales-constitucionalistas, la economía se globaliza, por más que
algunos países adoptan medidas proteccionistas. Las metrópolis
compiten entre sí por las industrias, exportan los productos de sus
fábricas y -en especial Gran Bretaña- también el producto invisi¬
ble del manejo de la economía y las finanzas. Los trusts conducen
progresivamente a los oligopolios; el taylorismo , procura organizar
científicamente las empresas para mejorar su rendimiento. Los em¬
pleados o burócratas aún no son muy numerosos; los empresarios,
representantes visibles de los antiguos grupos familiares, son pro¬
gresivamente reemplazados por ejecutivos a sueldo, anónimos y en¬
greídos. Las naciones-planeta, disfrutan de la riqueza emanada de la
exportación de las materias primas que producen, diferentes según
las zonas y países. El Uruguay agrega a las ya tradicionales, la carne
congelada y la lana. Hay en estas latitudes ricos, con pesos fuertes,
considerados en Europa como magnates y con acceso al gran mun¬
do. Los obreros y asalariados, no obstante los sindicatos, las huelgas
y conflictos -emanados de la internacional socialista y del anar¬
quismo-, disfrutan de relativa holgura económica. Es el momento
en que surge el consumo a gran escala (los grandes almacenes, los
productos en serie más accesibles, los pagos en cuotas), la propa¬
ganda, los medios masivos de comunicación escrita, los adelantos
tecnológicos que rápidamente estarán al alcance de la clase media, a
la que cambiarán la vida, ahorrándole esfuerzo -especialmente a las
mujeres- y dejándole tiempo libre para el esparcimiento. Las creen¬
cias religiosas se debilitan, pero, más que nada, declina la influencia
que la Iglesia Católica ejercía sobre el Estado, el que se torna laico
302
Ricardo Pou Ferrari
e incluso ateo y anti-clerical. Hay cada vez mayor porcentaje de
individuos que viven en ciudades, que son más populosas, no sólo
en el mundo desarrollado, sino en áreas tan lejanas como Buenos
Aires o Bombay. Se inicia el feminismo, la lucha por la igualdad de
derechos, por el voto femenino, por la anticoncepción y por el ac¬
ceso de la mujer al mundo del trabajo y la política. Es propia de esta
época una liberación en las costumbres, las modas, las conductas
sociales, la sexualidad. La educación se extiende a franjas poblado-
nales más amplias, al igual que la higiene y la salud; se construyen
grandes hospitales y sistemas internacionales de promoción y con¬
trol; comienzan a funcionar los organismos de seguridad social. Las
artes son un ámbito de investigación, a través del cual se ponen en
tela de juicio los conceptos tradicionales, aparecen las vanguardias,
el art nouveau, el art déco , que en cierta medida llevan la estética
al terreno del consumo. La telefonía y la telegrafía contribuyen a
entrelazar los pueblos. La radio, el fonógrafo, la fotografía y el cine,
permiten un acercamiento a paisajes y culturas desconocidas, así
como el acceso al mundo fantasioso de las estrellas cinematográficas
y la ficción, que a veces no tarda mucho en hacerse realidad.
En ocasión de la Gran Exposición Universal , París es la capital
del mundo. Con justa razón, puesto que la Lrancia republicana ha¬
bía trabajado mucho para hacer de ella lo que el Segundo Imperio
había comenzado, a través de las grandes obras de urbanización,
las construcciones cada vez más audaces, que usaban nuevas tec¬
nologías en hierro y vidrio, la promoción de las artes decorativas
en la arquitectura, el amoblamiento y los enseres domésticos; la
concentración de los científicos -no olvidemos el culto a Pasteur-,
los grandes museos, los estudios, las Universidades, el mundo del
intelecto, donde todo puede ser puesto en tela de juicio. A esta con¬
vocatoria, para la cual se construyen palacios y se hacen demostra¬
ciones de pintura, cine, aviación, etc., asisten miles de turistas que
procuran disfrutar, compartir y aprender. 285
En lo que concierne a las ciencias, dentro de las cuales está
incluida la medicina, cada una aprovecha para aglutinar a sus más
285 Cf. Hobsbawm, Eric. La era del imperio: 1875-1914. Paidós, Buenos Aires, 2007,
404 págs.
303
El Profesor Enrique Pouey y su época
conspicuos representantes en congresos internacionales de mate¬
máticas, biología, física, química, etc. Es así que también se reúne
el XIII Congreso Internacional de Medicina , con distintas seccio¬
nales (especialidades) y el Congreso Internacional de Higiene. Con
ese motivo, el gobierno uruguayo, entonces presidido por Juan
Lindonfo Cuestas, nombró una delegación, presidida por Gerardo
Arrizabalaga. La Sociedad de Medicina de Montevideo designó a
Alfredo Navarro como representante ante el primero de los eventos
mencionados, y a él junto a Enrique Pouey, para el segundo. 286
Una crónica del congreso es la escrita por el futuro ginecotocó-
logo uruguayo, recientemente Licenciado en Medicina y Cirugía en
Barcelona y que al año siguiente será Doctor de Madrid, Francisco
Cortabarría. 287 Relata que en 1900 residió cierto tiempo en París,
“con el fin de hacer práctica de idioma francés, así como para conocer
el ambiente y trato en los hospitales”. Allí tuvo ocasión de asistir a
las clínicas de Potain, Dieulafoy, Pozzi, Déjérine, Huchard, Faisans
y Pierre Merklen. Este último tenía un servicio de medicina que
le resultó muy atrayente “por la manera completa como examina¬
ba a sus enfermos”. En esa ocasión encontró en París a un grupo
de médicos uruguayos, por supuesto que a Pouey y Navarro, pero
además a Buenaventura Delger, Eugenio Bruel, Juan Aranguren,
Juan Cóppola y Esteban Toscano. Se explaya en consideraciones
sobre la personalidad del Cónsul del Uruguay, Dr. Evaristo Ciganda
(1868-1910), quien solía enviar crónicas a diversos medios escritos
de Montevideo. 288 Igualmente, traba conocimiento con los médi¬
cos argentinos Gregorio Aráoz Alfaro y Adabo Guillermo Güemes.
Asiste al “ banquete del acuerdo” , en el que los uruguayos residentes
en París y los representantes vinculados a la diplomacia, la medici¬
na, la banca, el comercio y la industria, festejaron el fugaz acuerdo
político alcanzado luego de la elección de Juan Lindolfo Cuestas co¬
mo Presidente constitucional, por el período 1901-1903, personaje
que terminaría sus días precisamente en París en 1905.
286 El Doctor Enrique Pouey solicita una licencia. Universidad de Montevideo, N° 213,
Mayo 23 de 1900, 3 págs, sf. En: Arch. Fac. Med. Montevideo.
287 Pou Ferrari, Ricardo. Augusto Turenne, op.cit.: 213-218.
288 Ciganda Evaristo. Ecos de Europa. Vida Moderna. Revista Mensual. Historia, Cien¬
cias, Letras, Artes, Año I, Tomo II. Montevideo, 1901, págs. 119-218.
304
Ricardo Pou Ferrari
La participación de Pouey en la Sección Obstetricia y
Ginecología del Congreso de Medicina, nos ha llegado a través de la
comunicación que envía a la Sociedad de Medicina de Montevideo,
frente a la que, aún no siendo su delegado, “se ve en la obligación
moral de informar sobre los asuntos tratados en el área de sus intere¬
ses ’. Los temas oficiales de ginecología fueron el cáncer del cuello
uterino y el tratamiento de las metritis cervicales crónicas. Ambos
ocuparían la atención de Pouey en años posteriores. A propósito
del primero, se discute si el tratamiento quirúrgico está justificado
“cuando la lesión va más allá del útero y lo consienten las fuerzas de la
enferma". Richelot es escéptico para la cura quirúrgica abdominal
cuando los ganglios están comprometidos, mientras otros “ jóvenes
cirujanos”, entre ellos Legueu, defienden esa posición, basándose en
sus fracasos por recidiva cuando emplearon la vía vaginal. Otros,
como Ionesco y Faure, se pronuncian por la vía alta -opinión que
Pouey no comparte-. “En resumen, la cuestión no ba dado un paso,
y todos en el fondo, han proclamado la escasa curabilidad quirúrgica
del cáncer uterino, cualquiera sea el procedimiento adoptado. Este re¬
sultado no ba de sorprender a nadie, pero es bueno tomar nota de esa
declaración, para que ella sirva a incitar el celo de los investigadores
que deben buscar en otro sentido”. Cita también algunos intentos por
descubrir un microorganismo responsable del cáncer y encauzar la
prevención y tratamiento de la enfermedad a través de sueros y va¬
cunas.
Con respecto al segundo tema oficial, dice que tuvo “el desen¬
canto que no se presentaba nada nuevo al congreso”. Cita, sin embar¬
go, novedades en el tratamiento conservador de los miomas y de
la retroversión uterina. Con espíritu muy vazferreiriano, termina
afirmando que, en conjunto, “no se tuvo en cuenta la multiplicidad
de variedades que la práctica ofrece al clínico y prevaleció el espíritu
sistemático”. Pouey presenta dos comunicaciones, una sobre cura
quirúrgica del cáncer uterino y otra sobre tratamiento quirúrgico
de las retrodesviaciones.
De la Sección de obstetricia, Pouey destaca en su informe el te¬
ma referido a la “etiología y naturaleza de las septicemias puerperales”,
en el cual todos están de acuerdo con la absoluta proscripción de las
305
El Profesor Enrique Pouey y su época
irrigaciones vaginales profilácticas. Plantea la importancia de apor¬
tar estas ideas a sus colegas de Montevideo, para evitar el problema
que se plantea “ cuando los médicos brindan opiniones diferentes de
una enfermedad tan grave”.
En ocasión de su estadía en París, Pouey tiene la oportunidad,
como ya lo señalamos en el capítulo correspondiente, de demostrar
en la práctica, ante sus colegas y amigos parisinos, su técnica ori¬
ginal del “ vaciamiento conoideo ”, publicada por primera vez, como
ya fue dicho, como “ opération de Pouey” , en la “ Presse Médicale” por
Paul Petit al año siguiente.
Durante el Congreso de Higiene, que era uno más de la larga
serie que se venía celebrando en diferentes partes del mundo, los
nombres de Pouey y Navarro sólo figuran en las comisiones en¬
cargadas de confeccionar las listas de denominaciones de las en¬
fermedades, que tenían el propósito de que, al ser universalmente
aceptadas, se tuviera uniformidad de criterios, con el fin de elaborar
estadísticas e informes fidedignos.
Suponemos que Pouey aprovechó ese viaje para recorrer dis¬
tintos países europeos, ya que había solicitado al Consejo de la
Facultad de Medicina una licencia por seis meses, “a efectos de reali¬
zar un viaje de instrucción ’. No tenemos datos con respecto a estas
otras probables actividades.
306
Capítulo XXIV
1907
Trabajo de Bottaro sobre
INCISIÓN DE PFANNENSTIEL,
INSPIRADO POR POUEY*
O tro de los jalones que marcan la influencia del magis¬
terio quirúrgico ginecológico de Pouey es el trabajo a
propósito de la incisión laparotómica de Pfannenstiel,
presentado por Luis P. Bottaro al Tercer Congreso
Médico Latino Americano, reunido en Montevideo en 1906. 289
289 Bottaro Luis P. La incisión de Pfannenstiel en las laparotomías ginecológicas. Comunica¬
ción presentada al Tercer Congreso Médico Latinoamericano. Montevideo, Imprenta El
Siglo Ilustrado, 1907, 82 págs.(Apartado).
307
El Profesor Enrique Pouey y su época
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Carátula del trabajo de Bottaro sobre
incisión de Pfannenstiel para las lapa¬
rotomías ginecológicas, 1907.
El autor reconoce el impulso dado por Pouey para iniciar la
nueva técnica: “Los brillantes resultados que [Wilhelm Johannes]
Pfannenstiel [1862-1909 ], 290 [Bernhard] Krónig [1863-1917],
[Cari] Menge [1865-1945] y otros respetables autores han publicado,
indujeron a mi distinguido maestro el doctor Pouey, catedrático de la
Clínica Ginecológica de la Facultad de Medicina a ensayar esa manera
de abrir la pared abdominal y yo he tenido la suerte de seguir sus hue¬
llas, aplicando al principio el método con bastante mesura, y a medida
que comprobábamos sus ventajas, con más decisión, a diversos casos, y
hemos conseguido reunir desde octubre de 1904 hasta el 31 de diciem¬
bre de 1905, 67 casos que forman la base de nuestra convicción”.
290 W.J.Pfannenstiel: Ueber die Vortheile des suprasymphysdren Fascienquerschnitts jur die
gynakologischen Koeliotomien. [Volkmann’s] Sammlung klinischer Vortráge, Leipzig,
1900, n F. 268 (Gynák. Nr. 97), 1735-1756.
308
Ricardo Pou Ferrari
W. J. Pfannestiel
(1862-1909).
La gran importancia de la técnica radicaba, no en la trayectoria
horizontal de la incisión cutánea,
Otto Küstner (1849-1931) y O.
Rapin (1868-1959) en 1896, así
como porHenriHartman (1860-
1952), Paul Ségond (1819-1908)
y otros más tarde, sino en la “ge¬
nial idea de Pfannentiel, dada a
conocer en 1899, de “que no sólo
se incindiera la piel y el tejido ce¬
lular subcutáneo transversalmente,
sino que también en esa dirección
se cortara la fascia que recubre los
rectos, y recién cuando ésta estuvie¬
se levantada, pasar entre ellos se¬
parando sus bordes internos, para
penetrar en la cavidad abdominal,
luego de incindida la fascia trans-
versalis y la serosa longitudinal-
mente”.
que ya había sido propuesta por
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Carátula del trabajo de Pfannenstiel, 1899.
309
El Profesor Enrique Pouey y su época
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Ilustraciones del trabajo de Pfannenstiel.
Hace Bottaro un cuidadoso estudio de la anatomía de la pa¬
red abdominal, aplicado al problema concreto que encara, basán¬
dose en los trabajos de Paul Poirier (1853-1907) y Adrien Charpy
(1848-1911), así como en las referencias de los autores alemanes ya
citados, Pfannenstiel y Kronig, experiencias que abarcan el período
comprendido entre 1899 y 1903.
El capítulo titulado “Manual Operatorio”, consta de una cui¬
dadosa descripción de cada una de las maniobras, que están mag¬
níficamente ilustradas con dibujos ejecutados por el artista plástico
italiano radicado en Montevideo, Godofredo Sommavilla (1850-
1944), basados en fotografías tomadas durante las intervenciones
por “el estudiante ” Miguel Becerro de Bengoa. Describe las variantes
de la técnica original, para cuya elección deben tenerse presente las
condiciones especiales del caso, lo que amplía considerablemente el
espectro de las patologías de la pelvis pasibles de ser resueltas con es¬
ta incisión. Hace especial referencia a los procesos infecciosos, que
3 io
Ricardo Pou Ferrari
motivan gran parte de las laparotomías ginecológicas; recordemos
que era éste un tema de singular importancia entonces, tratado en
los dos primeros Congresos Periódicos Internacionales de Ginecología
y Obstetricia y objeto de una comunicación del propio Bottaro a la
Segunda Reunión del Congreso Científico Latinoamericano , que tuvo
lugar en Montevideo en 1901.
Ilustraciones del trabajo de Bottaro.
Cuando se trata de la extirpación de tumores, señala que “el
volumen de los mismos no es una circunstancia que contraindique el
corte suprasinfisario”. Termina destacando que “[...] aparte de es¬
tos casos que podrían ser litigiosos y han merecido ser apuntadas como
contraindicaciones, se realizan con entera comodidad todas las otras
intervenciones de la cirugía abdominal ginecológica". Plantea como
únicas contraindicaciones: “I. Las anexitis agudas supuradas a viru¬
lencia elevada; LI. Las peritonitis supuradas; LIL. Los tumores sólidos
malignos del aparato genital interno”.
El Profesor Enrique Pouey y su época
Estamos en pleno desarrollo y despliegue de una nueva y mo¬
dernista medicina operatoria. Pouey ya había transcurrido, con pie
firme y buena base de sustentación patológica, por la nueva cirugía ,
la que había convertido a la laparotomía en la operación estrella,
ventana para abordar e intentar curar múltiples enfermedades que
se alojaban en vientres de hombres y especialmente de mujeres.
El manual operatorio de un nuevo procedimiento , o sea la téc¬
nica quirúrgica , requería un sostén, que ponía en primer lugar a
la primogénita de la medicina operatoria, la anatomía quirúrgica,
pero debía contar con otros recursos, porque ésta -por sí sola- no
llenaba las necesidades a las que obligaban los intentos por resolver
las nuevas y complejas patologías intra abdominales o pelvianas,
especialmente las infecciosas y tumorales. Ahora se requería lo que
no era casi posible entre 1860 y 1880, es decir, introducir las ma¬
nos en la cavidad abdominal. Para resolver los problemas quirúrgi¬
cos en este tiempo tal maniobra era obligada a efectos de explorar,
identificar, debridar, drenar y extirpar. Tal como lo destacó el exi¬
mio cirujano ginecólogo francés Jean Louis Faure (1863-1944), la
posición de Trendelemburg, ideada por un vocacional y pujante
cirujano, regaló a los nuevos cirujanos ginecólogos una posibilidad
de operabilidad extraordinaria para manipular en el fondo de la
pelvis. Logrado esto, la nueva medicina operatoria a que nos refe¬
rimos necesitaba, no sólo operar con sumo cuidado y limpieza de
corte hemostático sino, además, necesitaba acceder al celoma y salir
de él, abriendo los planos con criterio científico y cerrándolos con
el mismo cuidado y espíritu. Por lo tanto, esta cirugía fasciotómi-
ca creada por Pfannenstiel funcionó como una especie de ejemplo
de una nueva mentalidad anatomo-quirúrgica más sofisticada, que
probablemente marcó caminos hasta entonces desconocidos a se¬
guir, dado que las exigencias en los procedimientos cortantes se ex¬
tendieron a más regiones del organismo. Puede que esta mentalidad
tenga su inicio en el pensamiento, no sólo anatómico sino también
funcional, quizás proveniente de la experiencia de los ortopedas,
yendo hacia la cirugía funcional de los órganos intracavitarios.
¿Cómo llegan nuestros dos primeros cirujanos ginecológicos
académicos a conocer la técnica de Pfannenstiel? El discípulo, Luis
312
Ricardo Pou Ferrari
Pedro Bottaro se encarga de la elaboración del trabajo que va a
difundir esta técnica entre nosotros. Nos relata que su “ distinguido
maestro ’ puso en su conocimiento la novedad quirúrgica. También
nos testimonia que fue el Profesor quien la practicó por primera
vez, el 28 de noviembre de 1904, en el Hospital de Caridad, ayu¬
dado por “ médico interno del Sanatorio de Poney" y colaborador de
la Clínica ginecológica, Enrique Llovet. Casi todas las subsiguientes
fueron realizadas también en el servicio hospitalario y algunas en el
medio privado. Pero, en definitiva, ¿dónde Pouey leyó el trabajo de
Pfannenstiel? Las referencias bibliográficas que nos brinda Bottaro
son dos, la primera, una del propio Pfannenstiel publicada en el
Zentralblatt für Gunaekologie en 1903 y la segunda es la exhaus¬
tiva y muy bien ilustrada descripción de la técnica que aparece en
el libro de los colegas y coetáneos del cirujano de Breslau, Albert
Dóderlein (1860-1941), de Tübingen y Bernhardt Krónig (1866-
1917), de Freiburg, 291 donde figura el procedimiento. No sabemos
a ciencia cierta si alguno de los dos cirujanos orientales leyó el tra¬
bajo de Pfannenstiel en alemán o lo conocieron a través de revistas
francesas o norteamericanas o si la fuente donde bebieron las bon¬
dades de la técnica fue el libro antes mencionado. Como hipóte¬
sis, factible pero no probada, debemos pensar si no fue el “ Jefe de
Clínica Adjunto de la Clínica Ginecológica , Juan Pou Orilla, (quien
en 1906 terminaba una pasantía de dos años en Berlín y que había
ingresado en calidad de Miembro vitalicio en la Sociedad Alemana de
Ginecología y Obstetricia con el propio Pfannenstiel como padrino)
el que comunicó la novedad a su tan apreciado maestro, como lo
hiciera más adelante con otros trabajos aparecidos en revistas ale¬
manas o relatos en los congresos de habla germana a los que había
asistido y que luego publicaría en Montevideo para facilitar su co¬
nocimiento por parte de los colegas rioplatenses. De todos modos,
resulta interesante hacer notar que en la Argentina no se practica¬
ba la incisión de Pfannenstiel. En efecto, refiere en su autobigrafía
el gran cirujano argentino José Arce (1881-1968): “El Presidente
Figueroa Alcorta me designó para representar al Gobierno Argentino
291 Dóderlein, Ay Krónig B. Operative Gynakologie. Leipzig, Verlag von Thieme, 1905,
págs. 108-117.
313
El Profesor Enrique Pouey y su época
en el Congreso Médico Latino Americano de Montevideo (1906).
Fue en esa oportunidad que vi emplear la incisión de Pfannenstiel en
el Servicio del profesor Pouey; la utilicé, modificada, cuando propuse y
realicé la operación que Cirio bautizó con el nombre de las “4 A”. 292
Todos los especialistas orientales, desde finales de la década de
1960, hemos utilizado sistemáticamente, tanto para la cirugía ab¬
dominal obstétrica como ginecológica, la incisión de Pfannenstiel,
incluso en situaciones de emergencia. En efecto, quien se ha fami¬
liarizado con esta técnica la practica con gran rapidez, empleando
los dedos para separar haces musculares y disecar los planos, respe¬
tando al máximo la anatomía y la función, con mínimo sacrificio de
elementos y escasísimo sangrado. No hay, según lo estableció clara¬
mente Bottaro hace más de un siglo, ningún impedimento para el
cirujano entrenado, ni en lo referente al volumen ni a la naturaleza
de la afección que se opera. Debe recordarse que durante cierto
tiempo se utilizó el “ portacampos separador ” de Becerro de Bengoa
como complemento útil en este tipo de incisiones laparotómicas,
que hoy ha caído en el olvido. Sí se emplea la valva suprapúbica y el
separador bivalvo para favorecer la inspección y las maniobras. Tal
como lo afirma Bottaro, la altura de la incisión y la modalidad más
o menos arqueada a concavidad superior de la misma, es elección
del cirujano, según la situación especial que enfrenta, pero, más
que nada, según el hábito que haya desarrollado en este aspecto.
Quizás la única indicación aún vigente de la incisión mediana sea
en la cirugía oncológica, ya que permite una mejor inspección del
hemiabdomen superior. Debemos, por consiguiente, a Pouey y a su
primer discípulo esta herencia, con la drástica disminución de las
evisceraciones y eventraciones que ella supone.
Apoyándonos en el análisis conceptual que el distinguido ciru¬
jano y ginecólogo francés Jean Louis Faure hizo del desarrollo de la
nueva cirugía antiséptica en el capítulo correspondiente a la gineco¬
logía en la Historia de la Medicina de Laignel-Lavastine, vinculamos
el aporte de la incisión ideada por Pfannestiel a la anterior y tras¬
cendente propuesta de táctica quirúrgica, concebida por Friedrich
292 Arce, José. Mi vida: auto-recopilación de hechos y comentarios para una posible biogra¬
fía. Buenos Aires, Ed J. de Oteyza, 1957, 514 págs.
314
Ricardo Pou Ferrari
Trendelenburg (1844-1924), el uso de la posición operatoria “incli¬
nada” , que al parecer tomó de algún predecesor desconocido para
nosotros y luego decidió aplicar para intentar manejarse y manipu¬
lar dentro de la cavidad abdomino pelviana, haciendo desaparecer
el efecto de la fuerza de gravedad, al colocar los pies del paciente
en una situación más alta que la cabeza. De este modo, puso a los
cirujanos con nuevo espíritu en una senda terapéutica que se fue en¬
sanchando progresivamente hasta bien entrado el siglo XX. Pozzi,
uno de los maestros de Pouey, en su Traité de 1891, cita la posición
con el nombre de “dorso sacra declive ”, y se refiere concretamente al
aporte de Trendelenburg, quien la habría utilizado primero -según
esta referencia- en el diagnóstico de tumores de vejiga. Pero tal cita
es indirecta, a través de un trabajo de Willy Meyer (1854-1932).
Pozzi también hace mención a Maurice Arthur Mendes de León
(1856-1924), un ginecólogo de Amsterdam, que al parecer trabajó
en Berlín y que, entre otras cosas, se ocupó de la cirugía en el trata¬
miento de los trastornos psiquiátricos de la mujer, como varios otros
destacados ginecólogos de esa época (Battey, Baker-Brown, Hegar),
que habría difundido el empleo de la posición de Trendelenburg.
De acuerdo a las referencias sobre los inicios de la Clínica
Ginecológica de la Facultad de Medicina en la Sala Santa Rosa , des¬
de el comienzo se habría empleado la posición de Trendelenburg,
primero con las dificultades inherentes a la primitiva mesa de ma¬
dera disponible, luego, antes del fin del siglo XIX, con gran como¬
didad, gracias a la donación realizada por Pouey de una magnífica
mesa articulada de Matthew.
315
Capítulo XXV
1910-1911
Reorganización de la Salud
Pública. La creación de la
Asistencia Pública Nacional
E lecto Presidente de la República en 1903, José Batlle y
Ordóñez (1856-1929) debió afrontar el sangriento con¬
flicto armado promovido por el caudillo blanco Aparicio
Saravia, que se insinuó ese mismo año y fue declarado a co¬
mienzos del siguiente, con una duración de nueve meses. Culminó
en setiembre, luego de la muerte de Saravia a consecuencia de las
heridas recibidas en la batalla de Masoller, a lo que siguió la firma
de la paz, que significó un triunfo para Batlle.
Este gobernante promovió, en todo el país, la participación de
las “bases ”, a través de los clubes seccionales y de la Convención del
Partido Colorado. Contó con el apoyo de su diario, El Día, medio
accesible y masivo de comunicación de ideas. Estructuró un sistema
centrado en su persona, de la que emanaba la mayoría de las direc-
317
El Profesor Enrique Pouey y su época
tivas, otorgando y quitando sus adhesiones, aún tratándose de per¬
sonas fidedignas e intelectualmente valiosas como fue el caso, entre
otros, de Pedro Figari y José Enrique Rodó. Rechazó de plano la
coparticipación y el diálogo con el Partido Nacional. La oposición
tenía voz en el Parlamento -y a veces notables iniciativas- pero sólo
era un anémico límite ante el apabullante despliegue del oficialis¬
mo. En el transcurso de su primera presidencia, entre 1903 y 1907,
Batlle y Ordóñez trazó las bases de su programa, que puede resu¬
mirse en el republicanismo, el estatismo, el laicismo y una fuerte
directriz socializante. A partir de esos principios, su política influyó
sobre la asistencia médica, que se convirtió en uno de los aspectos
sociales en que más involucrado se vio el Estado y sobre el que no
se ha insistido lo suficiente.
Por decreto presidencial del I o de agosto de 1905, se reformula
la integración de la Comisión Nacional de Caridad y Beneficencia
Pública, que pasa a estar presidida por el librepensador, profesor y
exdecano de la Facultad de Medicina, José Scoseria, e integrada por
Ramón Montero Paullier, Alfredo Vidal y Fuentes, Alfredo Navarro,
Eugenio J. Lagarmilla, Alejandro Beisso y Guillermo West. De este
modo, Batlle barre de un plumazo a los personajes conservadores,
que tanto habían enlentecido el avance de la Facultad de Medicina,
dificultándole el acceso en el único ámbito clínico con que contó
durante sus años iniciales. Por si podía quedar alguna duda sobre las
intenciones del Gobierno, al mes siguiente, la Comisión Delegada
del Hospital, formada por Alfredo Navarro, Manuel Quiniela y
Joaquín Canabal, “resuelve prohibir obligar a los enfermos a partici¬
par de cualquier acto religioso y procede al retiro de los crucifijos de las
salas del hospital”. 293 Este episodio despertó la esperada reacción de
los católicos y la no tan previsible del pensador y escritor batllista
José Enrique Rodó (1872-1917), que en las páginas de La Razón
publicó un artículo titulado Liberalismo y Jacobinismo , que a es¬
ta altura es un clásico de nuestra ensayística. Se trenzó enseguida
Rodó en una disputa, no sólo con los liberales, sino con sus propios
correligionarios. Batlle por supuesto adhirió en forma categórica a
293 Da Silveira, Pablo y Monreal Susana. Liberalismo y jacobinismo en el Uruguay batllis¬
ta. La polémica entre José E. Rodó y Pedro Díaz. Montevideo, Taurus, 2003:14-15.
318
Ricardo Pou Ferrari
la decisión de la Comisión Delegada. De este modo, se cerraba una
larga etapa en cuanto a la filosofía y modalidad de prestación de
los servicios de salud, hasta entonces guiada por el principio de la
caridad y con la participación de la Iglesia Católica, ya que era éste,
junto al de la educación, uno de los aspectos que formaban parte
de su tradicional misión. Para agravar la situación, poco sobreviviría
a estos acontencimientos la figura que, a través de la inteligente y
moderada mediación de Juan Zorrilla de San Martín, ejerció cierta
influencia moderadora sobre Batlle; en efecto, mientras navegaba
de regreso a Montevideo, en 1908, frente a las costas de España, fa¬
lleció Monseñor Mariano Soler (1846-1908), primer Arzobispo de
Montevideo. Esto dio comienzo a una fase asaz difícil para la Iglesia
uruguaya, que todavía sería la religión oficial del Estado hasta la en¬
trada en vigencia de la segunda Constitución, en 1919. Durante ese
prolongado período intermedio los sucesivos gobiernos pusieron
dificultades al reconocimiento de las autoridades eclesiásticas, pese
a las gestiones de una comisión enviada al Vaticano. Las medidas
batllistas fueron decididamente anticatólicas y se adelantaron a lo
que ocurriría al respecto en el resto del mundo, con la excepción de
Francia, que había acelerado este proceso de laicización una vez ins¬
taurada la Tercera República en 1871. Ente las decisiones batllistas,
está la prohibición de manifestaciones religiosas en actos oficiales o
cuando se rendían honores fúnebres; se suspenden las evocaciones
religiosas en el seno del Ejército; se promulga la ley de divorcio; se
elimina progresivamente los nombres de ciudades y los feriados que
rememoraran temas religiosos. Otra gran lucha, que había comen¬
zado a librarse desde el siglo anterior y continuó en este momen¬
to, fue la referida a la laicidad de la enseñanza y al monopolio del
Estado en cuanto a programas y exámenes. Finalmente, se prohibió
la enseñanza de todo tipo de ideas religiosas. Por otro lado, siendo
el Uruguay un país de emigrantes, con estos llegaron los vientos
revolucionarios y los movimientos sindicales; Batlle, que pretendió
acercarse siempre a los obreros, debió enfrentar estos conflicos, a los
que más bien procuró orientar que combatir.
319
El Profesor Enrique Pouey y su época
El entonces Rector de la Universidad, Eduardo Acevedo
(1847-1958), otorgó una nueva impronta de profesionalismo a la
Universidad, atendiendo a aquellas áreas prioritarias como fuentes
de riqueza y trabajo para el país, a través de la contratación de noto¬
rios profesionales y científicos alemanes y norteamericanos. Fundó
las Escuelas -más adelante Facultades- de Agronomía y Veterinaria.
Desde el decanato de la Facultad de Medicina, Alfredo Navarro
-entre 1904 y 1907- implemento la creación de Institutos y el re¬
fuerzo de la docencia a través de los profesores agregados.
Durante la presidencia de Claudio Williman (1861-1934), en
el período comprendido entre 1907 y 1911, se aprobó, en 1908,
la nueva Ley Orgánica de la Universidad, disposición que fue re¬
sistida en los medios académicos, puesto que creaba -según estos-
una “federación de escuelas ”, con sus respectivos Consejos, con lo
que la institución perdía su unidad orgánica. Las disidencias de¬
terminaron el alejamiento del Rector (sucedido en ese cargo, du¬
rante un corto período, por Francisco Soca) y de varios decanos,
entre ellos el de Medicina (a quien reemplazó Augusto Turenne) al
igual que de integrantes de los Consejos, como Américo Ricaldoni.
En 1907 se inauguró el Instituto de Química en la Facultad de
Medicina, mientras ya estaban en marcha los de Anatomía Normal
y Fisiología, “cuyos directores fueron pensionados para permanecer un
año en Europa a efectos de estudiar la estructura definitiva que iba a
darse a dichos Institutos y para adquirir instrumental y aparatos”
También se llevó adelante la organización de la Asistencia Pública
Nacional, hecho de una enorme importancia médico social, que
estudiaremos en detalle a continuación.
Entre las gestiones gubernativas de Williman, hay una vincula¬
da a la Salud, que está alineada con la más pura ideología batllista
y que desmiente el “quietismo” que se ha atribuido a esta adminis¬
tración. La misma es la aprobación de la Ley N° 3724, del 7 de no¬
viembre de 1910, por la que se crea la Asistencia Pública Nacional.
Constituye la culminación de una larga etapa previa, tejida tanto en
el ámbito académico como político, a través de la cual se fue leudan-
294 Buño, Washinton. Historia de la Facidtad de Medicina de Montevideo. Buenos Aires,
Medicina, 39: 270-271, 1979.
320
Ricardo Pou Ferrari
do la idea de solidaridad-, el pueblo y el Estado no han de atender a
los necesitados por caridad, sino que tienen el deber de hacerlo en
la medida en que todos y cada uno de los ciudadanos que no están
en esa posición de desprotección, adquieren la obligación de devol¬
ver a la comunidad parte de lo que de ella han recibido. Esta nueva
visión, proveniente de corrientes ideológicas, filosóficas, jurídicas,
sociológicas, sobre todo francesas (téngase en cuenta la progresiva
ordenación de la Assistance Publique, establecida en 1849, que se
concretaron durante los primeros años de la Tercera República), tie¬
ne especial influencia en lo que se refiere a la atención de los niños,
las mujeres, los enfermos en general y los dementes en particular
(recuérdese la obra de Santín Carlos Rossi en esa época), los ancia¬
nos, etc. El Estado, tal como lo concebía Batlle, debía ser el “ escudo
de los desprotegidos' . Todavía habría de transcurrir más de un siglo,
pasando por períodos de mayor o menor conservadurismo, para
que la idea de solidaridad diera paso a la de seguridad social y, más
aún, para que ésta se llevase a la práctica. Incluso durante una época
que podría considerarse a priori anti liberal, como fue la del terris-
mo (1931-1938), tuvieron lugar empujes en materia médico social,
entre los que cabe recordar la aprobación del nuevo Código Penal de
Irureta Goyena, con la despenalización -que fue efímera- del abor¬
to provocado; el establecimiento, a través de la aprobación de un
Código del Niño, de un Ministerio de la Infancia, luego convertido
en Consejo del Niño. Otra innovación fue la creación del Ministerio
de Salud Pública, que abarcaría las funciones y atribuciones tanto
de la asistencia como de la higiene, hasta entonces bajo la órbita
de la Asistencia Pública Nacional y del Consejo Nacional de Higiene,
respetivamente. No obstante las diferentes fases evolutivas de este
largo proceso, la concreción de la Asistencia Pública Nacional es un
paso de singular significación, que debe considerarse el resultado
de la política batllista en la materia, iniciada, como fue visto, con
la modificación de la Comisión Nacional de Caridad y Beneficencia
Pública en 1905.
La historia de la génesis de la Ley de la Asistencia Pública
Nacional ha sido expuesta con brillantez y erudición por el médico
321
El Profesor Enrique Pouey y su época
e historiador de la medicina José María Ferrari, 295 estudio que nos
servirá de guía en la siguiente exposición, a la que procuraremos
dar un orden cronológico y a la vez vincularla con otros hechos de
importancia para la Medicina nacional.
El Presidente Williman integró una Comisión para el estu¬
dio del tema concreto que estamos refiriendo, formada por José
Scoseria como presidente, Alfredo Vidal y Fuentes -presidente
del Consejo Nacional de Higiene-, Gabriel Honoré -director de
Salubridad Municipal de Montevideo-, Luis Morquio -profesor de
Clínica pediátrica desde 1896 y abanderado de la pediatría social-,
Benjamín Fernández y Medina -escritor y político-, José Ramasso
-médico y político- y Juan José de Amézaga -joven abogado, inte¬
grante de la Cámara de Diputados, encargado posteriormente de la
redacción de la Ley y futuro Presidente de la República entre 1943
y 1947-.
“La Comisión -comenta Ferrari-, entre abril y junio de 1910,
elabora un informe según el cual los principales problemas para los que
se planteaban las respectivas soluciones eran: la elevada morbi mortali¬
dad materno infantil, las enfermedades infecto contagiosas como causa
principal de defunción y las afecciones crónicas como la sífilis y la tu¬
berculosis. Asume que el sistema vigente es insuficiente para enfrentar y
solucionar tantos riesgos en materia asistencialy social de una sociedad
en creciente dinamismo pero con instituciones anticuadas y totalmente
desbordadas, afectando el presente y el futuro de nuestra población.
Propone cambios importantes en lo conceptual, la salud considerada
como un derecho individual y público debe ser asumida como una res¬
ponsabilidad del Estado y prestada a través de instituciones públicas
y laicas, como ocurría desde años atrás con la educación, aunque sólo
gratuita para los indigentes, al contrario de la educación, gratuita para
todos”.
Con la firma del Presidente de la República y de su Ministro
de del Iinterior, José Espalter (1868-1940), se envió al Parlamento
el anteproyecto de Ley. Por el mismo se creaba el nuevo organismo,
295 Ferrari, José María. A cien años de la Ley de Asistencia Pública Nacional. Reflexiones
sobre la Ley de la Asistencia Pública Nacional. Montevideo, Ses. Soc. Hist. Med. (En
prensa). Sesión científica del 5 de octubre de 2010, 16 págs.
322
Ricardo Pou Ferrari
dependiente del Poder Ejecutivo a través del Ministerio del Interior,
al que se daba la denominación de Asistencia Pública Nacional. “Se
racionalizaban todos los servicios, que hasta la fecha no lo estaban,
en función de lo que disponía en el artículo 19. Se creaba para su
Dirección un Consejo de Salud Pública de 21 miembros y el cargo de
Director General; ambos designados por el gobierno y que durarían seis
años en sus funciones, pudiendo ser reelectos”.
El anteproyecto fue objeto de una detenida aunque rápida dis¬
cusión en la Cámara de Diputados, donde sobresalió la interven¬
ción del entonces Representante Nacional Joaquín de Salterain.
Este “ [n] o comparte la nacionalización total de los servicios, pues en¬
tiende que se limita el derecho de autonomía municipal. Se aceptan
estos argumentos y se crean las Comisiones Asesoras Departamentales
con activa participación de las autoridades locales”. También conside¬
ra ese Diputado excesivas las atribuciones del Director General, a
lo que responde, a modo de justificación, el Miembro informante,
Juan José de Amézaga aduciendo que tal criterio había sido adop¬
tado para aumentar la ejecutividad de dicha figura, que estaba tan
limitada, en los términos en que la Ley de la Comisión Nacional de
Caridad y Beneficencia Pública, de julio de 1889, definía para su
Director; añade Amézaga que, el jerarca, por otra parte, estaría con¬
trolado por un Consejo Nacional y asesorado en diversas materias
por una Comisión Técnico Administrativa, formada por expertos. Es
de destacar que ambos organismos se integraron por primera vez
incorporando un representante de la Facultad de Medicina, lo que
desapareció años más tarde. Ajustado el texto, fue votado por una¬
nimidad el 7 de noviembre de 1910 y promulgado el mismo día
como Ley, con la firma de Williman y Espalter.
Sus autoridades entraron en funciones en los primeros días de
enero de 1911. La lista de los integrantes del primer Consejo fue
la siguiente: doctores Alfredo Vidal y Fuentes, Augusto Turenne,
Enrique Pouey, Agustín Sanguinetti, Francisco Soca, Américo
Ricaldoni, José Ramasso. Ernesto Fernández Espiro, José Martirené,
Bernardo Etchepare, Claudio Williman, Pedro Figari, Antonio
María Rodríguez, Andrés Lerena, Federico Fleurquin; Ingenieros
José Foglia y Leopoldo Peluffo; señores Luis Supervielle, Diego
3 2 3
El Profesor Enrique Pouey y su época
Pons, Alejandro Beisso y Santiago Rivas. Actúa como secretario
del cuerpo, Antonio María Márquez. La Dirección General estu¬
vo presidida por José Scoseria, siendo secretario, tesorero y conta¬
dor, Carlos María Gurméndez, Julio Anavitarte y Federico Mora
Magariños, respectivamente.
En 1913, el Consejo tenía por presidente a Claudio Wi 11 i man,
por vicepresidente a Enrique Pouey (es la segunda vez, luego de
1892, que su nombre aparece en un organismo público, en ambos
casos se trata de cargos honorarios) y por vocales, a los restantes
miembros de la primera lista.
Es de destacar la jerarquía de los miembros de este Consejo,
no sólo de los médicos -casi todos catedráticos de la Facultad de
Medicina-, sino también de los abogados, ingenieros y de otros
personajes representativos de diversos órdenes de la actividad na¬
cional. Esa lista da la impresión de ser una demostración del apoyo
unánime que la sociedad prestaba a esta iniciativa de tanta signifi¬
cación. Es interesante también resaltar que -lo mismo que ocurrió
en 1905- cuando debía impulsarse un proyecto batllista de gran
envergadura en materia de salud, quien lo encabezaba, al menos en
una primera etapa, era José Scoseria.
***
En 1911 Batlle retorna de Europa luego de cuatro años de
ausencia y es elegido Presidente de la República por segunda vez,
por el período 1911-1915, con la abstención del Partido Nacional.
Casi simultáneamente, llega de igual procedencia, el adalid de la
obstetricia social, Augusto Turenne, que estaba estudiando en París
la organización concebida por su Maestro Adolphe Pinard (1844-
1934), con la finalidad de disminuir la mortalidad materna -tan
elevada entonces como antes de conocerse, en 1879, el agente de
la fiebre puerperal- así como la de los recién nacidos. Con este
objeto, el obstetra parisino (que puede bien considerarse fundador
de la perinatología) había creado, con la cooperación de un equipo
excepcional, en forma paralela a los servicios que habitualmente se
brindaban en la Maternidad, una red de policlínicas zonales, donde
las pacientes, embarazadas o luego de haber tenido su hijo, debían
324
Ricardo Pou Ferrari
consultar y controlarse periódicamente. En ese momento, la ali¬
mentación a pecho del recién nacido era esencial para su sobrevida,
de ahí que, o bien se requería la participación, siempre dificultosa,
de nodrizas, o se les brindaba leche almacenada, en estos consulto¬
rios, que se llamaron, como más adelante en nuestro país, “ gota de
leche”. Estas preocupaciones médico sociales, aparte de su impor¬
tancia propia, tenían repercusiones sobre el número y la salud de los
futuros ciudadanos, cosa significativa en países como Francia, siem¬
pre en riesgo de enfrentar una guerra. Al mismo tiempo, flotaba
en el ambiente el asunto de la mejorar la raza, ciencia denominada
eugenesia , originada en Inglaterra y que se había desparramado por
el mundo -también en Sudamérica- con graves implicancias ideo¬
lógicas de naturaleza socio política, como desafortunadamente se
pudo comprobar en Europa durante el siglo XX. Cuando Turenne
llega, pleno de ideas, encuentra el medio propicio para llevarlas a
cabo a través de la Asistencia Pública Nacional, de la que formaba
parte y que estaba en la etapa de trazar objetivos y prioridades. Es
así que la primera obra (respaldada por el trabajo incansable de
Turenne y su inteligente diagramación de un sistema de asistencia
obstétrica en domicilio, así como de una Clínica, a la vez Refugio
para embarazadas y puérperas) fue la Casa de la Maternidad, cuya
inauguración tuvo lugar, con la asistencia del Presidente Feliciano
Viera, en 1915. Como veremos, las obras fueron continuadas, en
el mismo predio del Hospital Pereira Rossell, por las destinadas
a la salud de la mujer no embarazada, el Pabellón de ginecología
“Enrique Pouey”, inaugurado, como se verá luego, en 1923.
En el mismo año de su instalación, el Consejo de la Asistencia
Pública, decidió modificar los nombres de sus diversas dependen¬
cias, reconociendo sin embargo a quienes habían sido precursores
de la misma. Se designa “ Hospital MacieP al Hospital de Caridad;
“Dámaso Antonio Larrañaga”, al Asilo de Huérfanos y Casa cuna
(creado en 1818); “ Dr ; Luis Piñeyro del Campo ” -último presidente
de la Comisión Nacional de Caridad y Beneficencia Pública-, al
Asilo de Crónicos y Mendigos de la Unión (existente desde 1860);
“Juan D. Jackson ” -vieja figura de un ciudadano acaudalado y fi¬
lantrópico-, a la Casa Maternal N°l; “Vilardebó”, al Manicomio
3 2 5
El Profesor Enrique Pouey y su época
Nacional y “Dr. Fermín Ferreira’ , a la Casa de Aislamiento del
Buceo.
La Asistencia Pública Nacional promovió en esta primera etapa,
la creación de la Escuela de Nurses, según las ideas y el impulso de
Carlos Nery Salvañach (1865-1927) 296 y la Colonia de Alienados,
con la prestigiosa figura de Santín Carlos Rossi (1884-1936) a su
frente (1913).
En cuanto a la Universidad, el segundo gobierno batllista se
caracterizó, como el primero, por el incondicional apoyo brindado
a dicha insitutción, lo que se tradujo por un avance notable en su
nivel académico. Poco antes, había sido inaugurado el nuevo edi¬
ficio central de la Universidad; en 1912 se hacía lo propio con el
de la Facultad de Medicina, cuya piedra fundamental había sido
colocada, también por Batlle, en 1904. 297 Parecería como que el
gobernante hubiera tenido una especial y razonable preocupación,
formando parte de su proyecto del “país modelo ”, por estimular la
formación de universitarios, si bien él mismo sólo había cursado
poco tiempo estudios superiores, no obstante lo cual mantuvo una
vinculación amistosa y de respeto con personajes del mundo aca¬
démico, en especial, aunque no exclusivamente, con aquellos que,
como Soca, Ricaldoni o Navarro, pertenecían a su grupo político.
Entre 1909 y 1915 la Facultad estuvo regida por el Decano
Manuel Quíntela, cuya gestión representa la primera etapa de vi-
296 Nery era hijo de un brasileño, José Betbeze de Oliveira Nery, y de una uruguaya,
Ángela Ana Salvañach Álvarez. Hizo la totalidad de su carrera médica en París, donde
presentó la Tesis en 1895. (De Oliveira Nery, Carlos. Etude clinique sur les brülures
causees par /’ électricité industrielle , París, Steinhal, 1895, 87 págs.) bajo la dirección
de Félix Terrier (1837-1908). Durante su estadía conoció a quien sería su esposa, la
hija de Juan Lindolfo Cuestas, con quien tuvo dos hijos varones. Su única hermana,
María Elena, se casó con Alfredo Navarro, con quien tuvo un hijo. Luego se divorció
y volvió a casarse con Lola Lussich.
297 Es de hacer notar que la Facultad de Medicina no había cambiado su ubicación,
hallándose desde su fundación en 1876, en la Casa de Ejercicios de la esquina de
Sarandí y Maciel, que lamentablemente fue más tarde destruida para la construcción
de una escuela pública, todavía existente. Hasta 1940 albergó el Instituto de Higiene
Experimental.
326
Ricardo Pou Ferrari
gorización de la institución, bien reflejada en la Memoria que el
Decano publica al término de este mandato. Dicho destacado per¬
sonaje de la otorrinolaringología uruguaya y figura de relieve en el
Partido Nacional, volverá a ocupar dicha jerarquía en el período
1921-1927.
En el año 1912 y otra vez en 1922, Pouey fue electo miem¬
bro del Consejo Directivo, en representación de los docentes, y en
ambos casos presentó inmediatamente su renuncia, aduciendo que
el desempeño de ese cargo le hubiera significado abandonar sus
prioritarias tareas al frente de su cátedra, así como desatender la
asistencia de las pacientes y la confección de los trabajos que fueran
definiendo los frutos de su experiencia.
En 1912 desparecen dos figuras de trascendental importancia
en la historia de la medicina uruguaya, José Arechavaleta y Pedro
Visca, que dejaron una impronta imborrable.
Durante la presidencia de Feliciano Viera (1872-1927), entre
1915 y 1919, este batllista fervoroso -que luego se separó del líder
y formó su propio grupo, el Partido Colorado Radical- frenó algunos
de los impulsos más radicales de Batlle en materia social y económico
financiera, hecho que se conoce como el “alto de Viera”. Los histo¬
riadores han visto en esto una reacción conservadora, en respuesta
a las presiones ejercidas por los poderosos productores rurales, así
como por los capitales extranjeros, que temían una radicalización
de los cambios iniciados por Batlle
Un hecho significativo de esta administración fue la convo¬
catoria de Asamblea Nacional Constituyente , con la finalidad de
elaborar el proyecto de una nueva Carta Magna, aprobada por el
plebicito de julio de 1916 y que entró en vigencia en 1919, si¬
multáneamente con el inicio de la presidencia de Baltasar Brum
(1883-1933). El batllismo debió transigir en muchos aspectos, lo
que dio lugar a una fórmula ambigua, con un “ Ejecutivo bicéfalo",
formado por el Presidente de la República y el Consejo Nacional de
Administración, de nueve miembros, entre los cuales estaba Soca.
Otra de las consecuencias notorias de esta reforma fue la separación
de la Iglesia del Estado.
3 2 7
El Profesor Enrique Pouey y su época
A partir de 1915, la integración de la Asistencia Pública Nacional
sufrió modificaciones; José R. Martirené fue su nuevo Director
General -que continuaría en el cargo por espacio de un cuarto
de siglo-; el vicepresidente era Agustín Sanguinetti y los vocales,
Manuel Herrera y Reissig, Víctor Pérez Petit, Miguel Becerro de
Bengoa, Leopoldo Peluffo, Francisco Ghigliani, Pascual Quartino,
Manuel Quiniela y Gerardo Arrizabalaga, mientras que Carlos
María Gurméndez siguió en la secretaría. 298
En esta fase, se inauguró, como fue visto, la Casa de la
Maternidad (1915), al igual que el nuevo hospital de Paysandú
(1916), la red de policlínicas zonales de Montevideo (1917); tuvo
lugar el Primer Congreso Nacional de Lechería (1918) y la creación
del Instituto Profiláctico de Lucha contra la Sífilis , en cuya dirección
e integración la Asistencia Pública actuará conjuntamente con el
Consejo Nacional de Higiene Pública (1919).
***
Un hecho de singular importancia tuvo lugar en ese período,
al cual se le otorgó casi el significado de una apoteosis: una de las
figuras más representativas de nuestra Medicina, Francisco Soca,
ingresaba en 1917 como Miembro Extranjero de la Academia de
Medicina de París, suceso de especial significación por la raigambre
francesa de la medicina nacional. Años después también formarían
parte de esa corporación, Alfredo Navarro, Juan C. Mussio Fournier
y Diamante Bennatti.
Una etapa de oro se abre para la Facultad de Medicina de
Montevideo con el decanato de Américo Ricaldoni, entre 1915 y
1921. En ese período se promovieron distintas iniciativas, nove¬
dosas y de gran impacto académico, a saber: la fundación de los
“Anales de la Facultad de Medicina” (1916); la participación libre de
298 Boletín de la Asistencia Pública Nacional, 1911-1929.
328
Ricardo Pou Ferrari
los estudiantes en reuniones periódicas con los profesores; la pro¬
puesta de creación de la Academia de Medicina y de la Escuela de
Medicina Experimental -proyectos no concretados-; la incorpora¬
ción de obras de arte alusivas para la decoración del edificio de la
Facultad; la realización de “ veladas literiario musicales’ ’ -en alguna
de las cuales Pouey participó brindando conciertos de violín- y el
intercambio de profesores con otras Escuelas de Medicina. Esta últi¬
ma propuesta se hizo efectiva en innumerables conferencias de pro¬
fesores extranjeros, que continuaron desarrollándose a lo largo de
años posteriores, así como en la concurrencia de nuestros catedráti¬
cos, especialmente a Buenos Aires. Se estimularon así las relaciones
científicas entre países vecinos, puesto que, además, Montevideo
recibió la visita de las “ caravanas ” médicas brasileñas. Más adelante,
Ricaldoni propuso la publicación de un Tratado Latinoamedicano
de Medicina , a cargo de las principales figuras médicas de sudamé-
rica, entre ellas los profesores uruguayos. En 1924, invitó a Pouey
para formar parte del grupo editorial de esta obra, que no llegó a
realizarse. 299
Durante las administraciones sucesivas de Brum (1919-1923),
José Serrato (1923-1927) y Juan Campisteguy (1927-1931), la
Asistencia Pública promovió la organizción del hospital de Durazno
(1920), la fundación Hospital Pasteur (1922) y del hospital pe¬
diátrico Dr. Pedro Visca (1922), la inauguración del pabellón de
Ginecología Profesor Enrique Pouey (1923) -sobre lo que nos exten-
dermos después-, la edificación de los hospitales de Tacuarembó,
Treinta y Tres y Colonia (entre 1924 y 1927), el establecimien¬
to del Dispensario Profiláctico de la Tuberculosis Dr. Calmette, la
Colonia para convalecientes Gustavo Saint Bois (1928), el Servicio
de Asistencia y Preservación Antituberculosa (1929).
En 1927 tuvo lugar el Primer Congreso de la Asistencia Pública
Nacional , bajo la presidencia de Martirené, en el que se trataron
299 Wilson, E. y Mané Garzón, F. Américo Ricaldoni. Artífice de la medicina uruguaya.
Montevideo, Ed. de la Plaza, 2009, 398 págs.
329
El Profesor Enrique Pouey y su época
tanto los palpitantes problemas de la salud como los no menos sig¬
nificativos vinculados a su administración.
Otros hechos históricos en la medicina nacional acontecieron
en esa época. Francisco Soca falleció en 1922. Figura consular, des¬
pués de Visca, de la Clínica Médica, había accedido a ella en 1896,
previa actuación en las cátedras de Patología médica y de Clínica de
Niños. Dejó una impronta duradera en varias generaciones, pudien-
do considerarse a Américo Ricaldoni como el tercer maestro que
también murió, en plena madurez, en 1928, luego de concretar su
obra magna, el Instituto de Neurología, que había sido oficialmente
inaugurado el año anterior.
***
En 1914, estalla la Gran Guerra, que se extiende hasta 1918, a
la que Uruguay se pliega, de parte de los “ aliados ’. Dicha contien¬
da, considerada como la auténtica transición entre los siglos XIX
y XX, finaliza con la derrota de Alemania y el consecutivo reorde¬
namiento socio político y económico debido, entre otras cosas, a
la desaparición de los grandes imperios. El Tratado de Versalles y la
Sociedad de las Naciones, en las que se cifró la esperanza de lograr
paz y concordia, indujeron un estado de equilibrio político inesta¬
ble, que estaría en el origen de la siguiente conflagración mundial,
a partir de 1939. Tampoco ha de omitirse, que en 1917 tuvo lugar
en Rusia la revolución de octubre, con el derrocamiento del zarismo
y el inicio de la experiencia marxista -no menos imperialista que
sus antecesores- que intentó llevar a la práctica la “ dictadura del
proletariado”, culminando en un estrepitoso fracaso, más de medio
siglo después.
Durante la Gran Guerra, el Uruguay vivió pendiente de lo que
acontecía en Europa. Francia fue socorrida, tanto a nivel público
como privado. La colectividad francesa en nuestro país, acaudillada
por Pouey y Julio Mailhos, envió continuamente ayuda en dinero,
330
Ricardo Pou Ferrari
frazadas, ropas y alimentos. En 1917, nuestro biografiado organizó
una gran colecta entre sus colegas, que él encabezó con la donación
de tres mil francos y de la totalidad de sus sueldos como Profesor,
para ayudar a los médicos franceses afectados por la guerra. Esto dió
lugar con posterioridad a un homenaje, ofrecido en París por parte
de la Asociación de los Médicos de Francia, a una delegación urugua¬
ya, de la que Pouey no formó parte.
331
Capítulo XXVI
1911
Vinculación con los
Estados Unidos
L a vinculación de la medicina y particularmente de la cirugía
uruguaya con la norteamericana marca una nueva etapa en
la historia de nuestra ciencia, que se acentuará en los lustros
siguientes.
***
En 1911, Pouey emprende un viaje a Europa y de regreso,
visita los Estados Unidos. 300 Con una formación francesa marcada
a fuego, descubre en Norteamérica, con la sagacidad que le era pro-
300 Licencia del Dr. Enrique Poney, reemplazo por el Dr. Bottaro, encomendando informe
sobre la organización de la enseñanza de la ginecología en los países que visite. Arch. Fac.
Med. Montevideo, mayo 29, 1911,2 págs, s£; Solicitud de prolongación de la licencia
concedida al Dr. Enrique Pouey. Arch. Fac. Med. Montevideo, 16 de noviembre de
1911, 5 págs., sf; Nota manuscrita del Dr. Enrique Pouey, dirigida al Decano Dr. Ma¬
nuel Quiniela, comunicándole que está dispuesto a volver a hacerse cargo de su Servicio.
Arch. Fac. Med. Montevideo, abril 12, 1012, 2 págs., sf.
333
El Profesor Enrique Pouey y su época
pia, una nueva visión de la Medicina y en particular de la Cirugía.
Refiere al respecto:
“Desde muchos años atrás, concebí el proyecto de conocer
a los Hermanos Mayo, cuya fama mundial llegó hace tiempo a
Montevideo [...] Estos tan grandes cirujanos, como perfectos caba¬
lleros, [me atendieron] durante mi estadía de dos semanas [en] la
pequeña ciudad de Rochester”.
William Worral Mayo (1819-1911), médico inglés emigra¬
do a Estados Unidos en 1846, luego de varios destinos previos en
Norteamérica, se radicó en 1866 en Rochester, Minnesota. Era ésta
una zona agreste pero próspera y de gran actividad comercial, ubi¬
cada en el Far East, en un entronque de caminos y vías férreas, sali¬
da obligatoria hacia del río Missisipi, de los abundantes y variados
frutos producidos en una amplia área vecina. Los dos hijos de Mayo
estudiaron medicina y se hicieron cirujanos. En 1883 un violento
tornado redujo a escombros la pequeña ciudad de Rochester, lo que
puso en evidencia la necesidad de contar con un hospital. A partir
de entonces, Mayo sénior y las hermanas de la caridad de la orden
de San Francisco, pusieron manos a la obra. El hospital St. Mary s
abrió sus puertas en 1889 y allí comenzaron su carrera los dos jóve¬
nes hijos, ya médicos y cirujanos, William James y Charles Horace.
El mayor, nacido el 29 de junio de 1861, egresó de la Michigan
State Medical School en 1883, completando sus estudios en la New
York Post-Graduate Medical School and Hospital en 1884 y en el New
York Polyclinic en 1885. El segundo, nació el 19 de julio de 1865,
graduándose en la Chicago Medical School en 1888. Fueron dos per¬
sonalidades sobresalientes, que actuaron siempre unidos e hicieron
de la Clínica Mayo la meca de la medicina mundial. Fallecieron con
dos meses de diferencia, el 28 de junio y 26 de mayo de 1939, res¬
pectivamente. Destacamos las fechas, para poner en evidencia que
ambos coinciden generacionalmente con Pouey. 301
301 Clapesattle, Helen. Medical History in Minnesota; a simposinm. The Mayo Brothers,
makers of history Bull Med Libr Assoc. 1959, January; 47(1): 18-23.
334
Ricardo Pou Ferrari
Desde el comienzo, cultivaron el espíritu de equipo y una “po¬
lítica de puertas abiertas ” para con los médicos visitantes. Durante
las operaciones tenían por costumbre ir comentando los procedi¬
mientos a medida que los ejecutaban para enseñar a los concurren¬
tes invitados, que llegaban cada vez en mayor número. A efectos
de mejorar el aprovechamiento de estas pasantías, a partir de junio
de 1908, comenzó a funcionar el International Surgeons’ Club -que
poco después se denominaría simplemente Surgeons’ Club- con seis
cirujanos visitantes como fundadores. Al comienzo de la jornada, se
daban a conocer las coordinaciones quirúrgicas que tendrían lugar
y, al término de la misma los miembros del Club comentaban los
casos.
En 1915, se fundó la Mayo Gradúate School of Medicine, razón
por la que el Club fue desapareciendo, a medida que se incremen¬
taban las conferencias y seminarios, inherentes a la nueva actividad
académica.
Los Mayo viajaron extensamente por el mundo. Como sabe¬
mos, en 1920, William presidió la delegación del American College
of Surgeons que recorrió algunos países sudamericanos y se detuvo
unos días en Montevideo. Charles nos visitó, en compañía de su hijo
John en 1930, en ocasión de la Conferencia Nacional Anticancerosa.
Estas vinculaciones panamericanas motivaron la afluencia a la Mayo
Clinic, no sólo de médicos sino también de pacientes de habla his¬
pana. Los famosos cirujanos de Rochester también frecuentaban los
países europeos; en 1911 William hizo una visita a París -coinci¬
dentemente con la efectuada ese mismo año por Pouey-, de la que
dejó una crónica. 302
En un reciente artículo, 303 su autor, W. Bruce Fye, comienza
con una cita de un visitante canadiense que estuvo en Rochester en
1906:
302 Mayo, William. La chirugiefrangaise. (Trad. Víctor Pauchet). París, Le Mans, Imp. de
Monnoyer, 1912.
303 Fye, W. Bruce. Presidential Address The origins and Evolution ofthe Mayo Clinic from
1864 to 1939: A Minnesota family practive becomes an International “Medical Mecca”.
Baltimore, Bull Hist Med 2010, 84 (3): 323-357.
335
El Profesor Enrique Pouey y su época
“La especialización y la cooperación con lo mejor que existe en
cada departamento, es aquí el lema.
Y prosigue:
“Elpapel significativo de la clínica Mayo (subestimado) fue el
riguroso entrenamiento de los graduados (especialidad). A diferen¬
cia de otros centros médicos académicos tradicionales que enfatiza¬
ban la investigación, la principal misión de los Mayo fue siempre el
cuidado de los pacientes. Esta actividad ha sido siempre encarada
en un ambiente enriquecido por programas dedicados al entrena¬
miento en las especialidades y a la investigación clínica”.
Según lo percibe Pouey, al denodado esfuerzo por la superación
en materia médica, se aunaban principios empresariales, tal como
habían sido concebidos, en otras actividades, por Ford, Carnegie y
Taylor. En el transcurso de los años acudió “un ejército de enfermos,
procedentes de 1000 leguas a la redonda”, atraídos por “la organiza¬
ción que con admirable tenacidad e indomable energía [los hermanos
Mayo habían] sabido dar al mecanismo quirúrgico [y por] su labor
científica [que era] apreciada, [puesto que asistían] a numerosos con¬
gresos, [y escribían] folletos que, aunque lacónicos, [expresaban] las
ideas avanzadas de Rochester”.
En ese entonces la medicina de beneficencia se brindaba en
hospitales, algunos provistos de sectores para pacientes privados. A
la financiación estatal se sumaban las donaciones y el producto de la
autogestión; más tarde se agregó el aporte de los seguros.
El bien remunerado ejercicio profesional permitió a los orga¬
nizadores de la Clínica Mayo, trazar planes edificios ambiciosos y
además:
“Durante 20 años [...] atraer como colaboradores a médicos
como H. L. Gijfin, W. F. Braasch, H. S. Plummer, Christopher
Graham, Justus Matthews; a anatomopatólogos como Louis
Blanchard Wilson, Bird C. Willis, V Carpenter McCarty, Bernard
33 6
Ricardo Pou Ferrari
F. McGratb y a una falange de jóvenes cirujanos asistentes, entre los
cuales desctiellan Juddy Bekmann, perfecta hechura de los Mayo”.
Muy probablemente, a nuestro compatriota le llamó la aten¬
ción el contraste entre la medicina estadounidense y la francesa;
entre el democrático trabajo en equipo y el dogmatismo autocrático
del patrón ; entre el valor de la experiencia -traducida en casuísticas,
rigurosamente recogidas, interpretadas y actualizadas- y la opinión
emanada de la rutina. Sin dejar de lado la relación humana entre
médico y paciente, la salud y el bienestar de este último era el más
preciado objetivo empresarial en el centro médico norteamericano.
El equipo vive placenteramente donde trabaja; allí encuentra
un ambiente adecuado para desarrollar su vida personal y profe¬
sional, lo que probablemente es el preámbulo de una práctica de
riguroso espíritu universitario (que, en el fondo, era alemana), au¬
gurando lo que progresivamente se convertiría en el régimen de
dedicación total. Al respecto, dice Pouey:
“El medio es tranquilo y pueden entregarse con ardor, lejos de
las distracciones que ofrecen los grandes centros, a su labor quirúr¬
gica”.
Con perspicacia agrega:
“El medio es sano [...], la Clínica lo suficientemente distante,
como para que se establezca un filtro de enfermos graves, que po¬
drían ennegrecer las estadísticas. [Los médicos y cirujanos de la
Mayo Clínica] son good boys, son justos, piden honorarios equita¬
tivos [por sus intervenciones], hasta hacerlas gratuitas en mtichos
casos, son buenos, son hábiles, son listos, sin precipitación, tienen
excelente técnica, el diagnóstico es seguro”.
La biblioteca, bien provista de publicaciones anglosajonas, “es
muy pobre en revistas francesas, lo que, según me han dicho, se debe al
escaso conocimiento que del idioma tienen los americanos”. También
atesora colecciones de valor histórico, que integran uno de los fon-
337
El Profesor Enrique Pouey y su época
dos bibliográficos más notables aún existentes. Dicho sea de paso,
este último se vio enriquecido por el gesto de desprendimiento que
tuvo, a principios de la década de 1960, Velarde Pérez Fontana, uno
de los principales discípulos de Pouey, al donar a la institución en
donde había sido becario en 1926, un selecto grupo de libros histó¬
ricos de su biblioteca personal, entre los que se cuenta una edición
de la Fabrica de Vesalio.
Ya a comienzos del segundo decenio del siglo, los hermanos
Mayo habían reunido gran experiencia en distintos campos de la ci¬
rugía; se esbozaba así la especialización, sin perder de vista la visión
global de cada caso.
Pouey observa con admiración, aunque con espíritu crítico, las
intervenciones de vías biliares, de las que él había sido un precursor
en nuestro medio, desde fines de la década de 1890:
“La operación consiste en colecistotomía o —más raramente—
colescistectomía. Posee la Clínica una experiencia de 4.000 casos,
de la que han sacado útiles conclusiones, entre ellas la de que los
calados parecen favorecer la degeneración cancerosa de la mucosa
vesicular (85/4.000 casos). La mortalidad en esta cirugía es de 1.25
a 2.08”.
Estas consideraciones se enmarcan en el desarrollo más o me¬
nos vertiginoso de la cirugía biliar y pancreática, que se protago¬
nizaba en ambos márgenes del Atlántico Norte. Como ha enseña¬
do el Maestro uruguayo de la cirugía Raúl C. Praderi, Hans Kehr
(1862-1916) estaba echando las bases de la cirugía biliar moderna
y ya se hallaba en marcha, al inaugurarse el siglo XX, la práctica de
las complejas duodeno pancreatectomías de Walter Kausch (1867-
1928).
También Pouey se muestra interesado por la cirugía gástrica,
tema sobre el que publica más tarde un trabajo de revisión, basado
principalmente en la práctica de los hermanos Mayo. Allí describe
el tratamiento de úlceras y cánceres de estómago mediante la técnica
conocida como Billroth LL. Ilustra ese texto con dibujos realizados en
Rochester, donde existía una buena escuela de ilustradores médicos.
La cirugía gastrointestinal conoció su despegue en la década de 1880,
338
Ricardo Pou Ferrari
en la prolífica escuela de Theodor Billroth (1829-1894) en Viena. De
hecho, la relación de Pouey con los Mayo, dará, en pocos años más,
en este preciso problema moderno de la cirugía, un brote surgido de la
observación y la pluma del recién citado Velarde Pérez Fontana, que a
su regreso de Rochester, en 1927, publicó una serie de artículos titula¬
dos “La cirugía Gastro-Duodenal en la Mayo Clínica ”. 304
Hace también mención a las operaciones de las “ apendicitis en
frío ” que eran practicadas con frecuencia en la Clínica Mayo.
Describe en detalle las condiciones de trabajo en el quirófano,
las que, a su juicio, explican 11 tan brillantes resultados”. Se emplea la
más rigurosa asepsia quirúrgica, utilizándose sin excepción el auto¬
clave.
“La Hermana Superiora actúa como ayudante directo del
doctor William; siempre está presente en la sala de operaciones un
anatomopatólogo y su ayudante, de quienes depende, en muchos
casos, la conducta que sigue el cirujano”.
Enfatiza el uso sistemático de los guantes de goma -introduci¬
dos a principios de siglo por William Halsted-, que los cirujanos de
Rochester calzaban luego de una no muy prolongada desinfección
de las manos, menos rigurosa por cierto de la que el autor había
tenido ocasión de ver durante ese mismo viaje en Alemania.
Despiertan la curiosidad del visitante los cuidados preopera¬
torios, la desinfección de la zona quirúrgica y el empleo de campos
estériles.
“La anestesia es sólo con éter -salvo casos excepcionales—, me¬
diante máscara similar a la empleada antes para el cloroformo”.
Relata la organización del Hospital St. Mary, dedicado a casos
de cirugía y dirigido por las Hermanas. “El volumen de pacientes es
de 8000 enfermos al año, no obstante lo cual, el número de auxiliares,
médicos o no, son escasos”.
304 Pérez Fontana, V. La cirugía gastroduodenal en la Mayo Clínica, en: Rev. Soca ,1929,4:
5-15; Ibídem, 1930, 7: 2-19 y 19-28; Ibídem, 1931, 8:38-52; Ibídem, 1931, 9: 6-26
e Ibidem, 1931, 12: 46-54.
339
El Profesor Enrique Pouey y su época
Operación en la Clínica Mayo {área 1911). Images ofthe History
of Medicine, N.L.M.
No obstante la variedad de estudios complementarios que se
utilizan:
“Los errores de diagnóstico no son raros, algunos [de los cuales]
hubieran sido fácilmente evitados si se hubiera dado simplemente
más importancia a la anamnesis. Es que, los hermanos Mayo —
aunque no lo confiesen— consideran la exploración manual intra
operatoria como el más seguro de los métodos diagnósticos. Dan fie,
que en sus manos, puede dicha exploración considerarse como casi
inocua [...] Por mi parte, creo que deben agotarse los medios de
diagnóstico antes de recurrir a la laparotomía”.
Pouey queda impresionado por la personalidad de sus colegas
norteamericanos, responsables y trabajadores, a la vez que distendi¬
dos, jocosos y directos. Describe los meetings del Surgeons’ Club, en
las que se comentan casos clínicos o trabajos y que dan oportunidad
34i
El Profesor Enrique Pouey y su época
para los participantes que todos los participantes expongan sus opi¬
niones, sin espíritu de enfrentamiento, por más que sean señalados
errores cometidos por sus compañeros. Refiere concretamente:
“Se reúnen a diario para comentar las operaciones realizadas,
con breves resúmenes de los casos, seguidos por una discusión “a lo
yankee”, algo brusca a veces, y siempre desprovista de vehemencia,
que nunca pone en duda —ni por un instante— la razón que tuvo
el cirujano para proceder como lo hizo. Por lo demás, durante la
reunión, el relator ha podido disipar cualquier duda interpelando
al operador, quien, evitando cuidadosamente toda intransigencia
dogmática, contesta siempre con palabra llana y afectuosa. Me ha
tocado la honra de presidir esa reunión, asumiendo un papel que
hubiera sido superior a mis fuerzas, de no haber mediado la amable
colaboración que me prestó un inteligente secretario”.
También hay conferencias destinadas al personal médico y se¬
manalmente, una reunión general, con la finalidad:
“De discutir ampliamente, con prescindencia absoluta de toda
jerarquía, la cuestión libremente promovida. Es un bello ejemplo de
democratización científica la de los hermanos Mayo, consintiendo
en discutir como el más modesto de los médicos.
Pouey visita además otros centros hospitalarios norteameri¬
canos, como el Johns Hopkins Hospital, de Baltimore, Maryland,
donde se vincula con Howard Kelly. Traba amistad con George
Crile, uno de los grandes cirujanos norteamericanos del momento,
a quien dedica una nota biográfica.
***
En 1880, a instancias de Samuel D. Gross (1805-1884), el
gran maestro de Boston, se funda la American Surgical Association,
que cinco años después comienza la publicación de los Annals of
Surgery. 303 En 1905, los cirujanos norteamericanos inician otra re¬
vista, Surgery, Gynecology and Obstetrics, cuyo título es extremada-
305 Mayo, William J. Masters of surgery in the early years ofthe annals of surgery. New York,
Ann. Surg. 1925, 81 (1): 3-8.
342
Ricardo Pou Ferrari
mente revelador, dado que reúne las tres tradiciones que fundaron
la cirugía moderna: la quirúrgica, la obstétrica y, producto de estas
dos, la ginecológica. En 1913, durante la tercera de una serie de
convenciones anuales, a iniciativa de Franklin Martin, se crea el
American College ofSurgeons.
Luego de la Gran Guerra esta entidad decide incrementar
sus relaciones con América del Sur. En 1920 y 21, las autorida¬
des del College realizan sendas visitas a varios países latinoame¬
ricanos. Durante la primera, se concreta en Montevideo la crea¬
ción de un Comité de Credenciales, presidido por Pouey y Horacio
García Lagos. En las reuniones del mismo, que tuvieron lugar du¬
rante ese bienio, fueron recomendados como fellows-. Baldomero
Cuenca y Lamas, Horacio G. García Lagos, Juan C. Munyo, Julio
Nin y Silva, Alejandro Nogueira, Juan Pou Orilla, Enrique Pouey,
Augusto Turenne, Manuel Albo, Gerardo Arrizabalaba, Luis P.
Bottaro, Miguel Becerro de Bengoa, Alfonso Lamas, Luis Mondino,
Jaime H. Oliver, Manuel Quiniela, Lorenzo Mérola, Albérico
Isola, Alfredo Navarro, Carlos A. Beillieure, J. L. Bado, A. Liado,
Lorenzo Lombardini, Manuel B. Nieto, T. Arcos Pérez, Ernesto
Quintela, Pascual Vero y Héctor Antúnez Saravia. 306 En la reunión
del Colegio, que tuvo lugar en Montreal en 1921, fueron admitidos
35 cirujanos sudamericanos en calidad de miembros de los que 14
eran de Perú, 11 de Chile, 2 de Argentina y 8 de Uruguay. 307 Estos
últimos fueron: Baldomero Cuenca y Lamas (urología), Horacio
G. García Lagos (cirugía), Juan C. Munyo (cirugía), Julio Nin y
Silva (cirugía), Alejandro Nogueira (urología), Juan Pou Orilla (ci¬
rugía), Enrique Pouey (cirugía), Augusto Turenne (Ginecología,
Obstetricia). En 1922, se sumaron James Hipolite Oliver (cirugía)
y Manuel Quintela (cirugía).
***
Norteamérica es un país extenso y rico; su población, hete¬
rogénea y con un fuerte componente ideológico protestante, cuya
mentalidad, prevalesciente en el noreste y centro del país, estimula
306 Martin, Franklin H. South America from a surgeonspoint ofview. New York-Chicago,
Fleming H. Revell Company, London and Edinburgh, 1922, pág. 125.
307 American College of Surgeons, Ninthyear hook, Chicago, 1921, pág. 8.
343
El Profesor Enrique Pouey y su época
la superación personal así como el éxito económico y social. La
excelencia es un objetivo en todas las áreas, también en materia de
medicina. Esta sociedad de consumo “educa” para “ elegir ” y “exigir”.
Los grandes centros hospitalarios tienen la concepción de buenos
hoteles, con distintas “ categorías ” según la condición económica de
los clientes, otorgando servicios a todos análoga calidad. Luego del
informe Llexner, los hospitales más renombrados se vinculan con
universidades, tal como había sucedido antes en Alemania. Esto
implica un mejoramiento de las condiciones asistenciales (mayor
número de técnicos más competentes por paciente) y una notoria
superioridad en el nivel científico. En la Clínica Mayo, a partir de
1915, se crean carreras de perfeccionamiento para médicos ya egre¬
sados -hoy diríamos cursos de post-grado-; muchos años después,
da comienzo el dictado de los programas completos, a partir de la
etapa de pregrado. Algo similar sucede en Johns Hopkins, donde se
nombran médicos residentes, que permanecen siempre en el hospi¬
tal y desarrollan sus actividades en diferentes orientaciones, bajo la
dirección de jefes calificados.
Johns Hopkins Hospital, área 1911.
Un buen indicio del tipo de la atención médica brindada es
la estructura y funcionamiento de los hospitales. ¿Qué sucede en
344
Ricardo Pou Ferrari
Europa? En Hamburgo y en Berlín, lo mismo que en Edimburgo y
en Londres, París y Roma, los antiguos hospitales son remodelados,
cuando no abandonados y sustituidos por edificios de moderna
concepción. Los principios de la “higiene” , patrocinados entre otros
por von Pettenkoffer (de Munich) conducen a elegir con cuidado la
ubicación y orientación de los inmuebles, así como a estar atentos
a la provisión de agua potable y a la eliminación de los residuos
contaminados, a la circulación separada de materiales limpios y su¬
cios, a la ventilación de los recintos, al aislamiento de los enfermos
contagiosos, etc. La incorporación a la medicina hospitalaria de
los conceptos bacteriológicos, antisépticos y finalmente asépticos,
impulsados por Pasteur, Koch, Lister y von Bergmann, respectiva¬
mente, agrega nuevas exigencias edilicias que tienen en cuenta las
precauciones para evitar la aparición y diseminación de las infeccio¬
nes; con esto cambia el aspecto de los recintos de internación, pero
más que nada el de las salas de operaciones.
Las concepciones antes mencionadas llevan a imponer, casi
universalmente, la arquitectura “ lazareto-pabellonaria” , que ya ha¬
bía sido adoptada -al menos teóricamente- en París, con motivo de
las discusiones desarrolladas en la Académie des Sciences a raíz de la
demolición y recontrucción del viejo Hótel-Dieu. Según este crite¬
rio, las salas desbían estár separadas por patios, orientadas paralela¬
mente, en forma tal de recibir el máximo de luz solar y favorecer las
corrientes de aire. En Estados Unidos, la modalidad antedicha fue
la adoptada por instituciones de vanguardia, como el Johns Hopkins
Hospital de Baltimore, aunque debemos tener en cuenta en este
caso, que el lapso de casi dos décadas transcurrido entre su plani¬
ficación y su ejecución, volvió obsoletos ciertos planes. A partir de
los primeros años del siglo XX, en la Clínica Mayo , la arquitectu¬
ra hospitalaria fue evolucionando hacia los bloques verticales, que
equivalían a los rascacielos de la arquitectura civil. Provistos de ha¬
bitaciones individuales o dobles, con sistemas electromecánicos de
ventilación, iluminación eléctrica, adecuada separación entre áreas
sucias y limpias, flujo racional de pacientes, técnicos y material, se
evitaba la exposición innecesaria a la infección y también se pro-
345
El Profesor Enrique Pouey y su época
curaba una mayor economía de personal, energía y dinero (nueva¬
mente el “taylorismo”).
Mientras Pouey hacía estos descubrimientos en Norte América,
con sus ojos de filántropo puestos en una futura organización hos¬
pitalaria óptima, en Uruguay se llevaban a cabo los trabajos de
construcción de la Maternidad y el Pabellón de ginecología del
Hospital Pereira Rossell, con planos del arquitecto francés Henri
Ebrard, según un diseño arquitectónico típicamente “pabellonario”.
El edificio que albergará el Servicio de Pouey fue inaugurado en
1923, si bien concebido unos diez años antes, razón por la cual
guarda el mismo modelo.
Mencionamos antes, al pasar, la significativa acción de las ór¬
denes religiosas en la Clínica Mayo, que sólo tardía y lentamente se
van incorporando en la Alemania protestante, donde las diaconesas
luteranas ocupan ese lugar. La presencia de las monjas católicas brin¬
da el adecuado ambiente caritativo y humano y ofrece contención
espiritual a los enfermos. Ellas son, al mismo tiempo, administra¬
doras y en algunos casos -particularmente en Estados Unidos-, in¬
tegrantes de las Juntas Directivas de los hospitales fundados y man¬
tenidos por organizaciones de su confesión religiosa. En nuestro
primer hospital civil, el Hospital de Caridad, en la segunda mitad
de la década de 1850, se incorpora la fuerza y el espíritu de servicio
de las hermanas de la caridad. La sensibilidad y el disciplinamiento
propio de estas monjas hospitalarias, lograron un reconocimiento
de tal magnitud, que a pesar de que en el Uruguay se acentuaba el
proceso laicizador, en casi todos los ámbitos, no sólo se respetaron
las órdenes que ya estaban, sino que fueron incorporadas otras, para
ocupar puestos de servicio tanto en el ámbito público (hospitales
Pasteur, Pereira Rossell, Vilardebó, etc.) como privado (hospitales
Italiano, Español, Círculo Católico, Sanatorio Uruguay, etc.).
La experiencia de la enfermera británica Florence Nightingale
(1820-1910) durante la guerra de Crimea, mostró la importan¬
cia que tenían las mujeres debidamente preparadas, que unían la
competencia técnica a su innata capacidad femenina para cuidar;
identificadas por sus uniformes, tenían la apariencia de seres espe-
346
Ricardo Pou Ferrari
cíales, dignos de respeto y ungidos de autoridad. En los hospitales
ingleses se adoptó este sistema con relativa rapidez. En América del
Norte, se fundaron escuelas universitarias de enfermería en las que
se ofrecía una educación médica integral, adaptada a sus funcio¬
nes. Ocuparon, desde fines del siglo XIX, un lugar progresivamente
más notorio en los equipos de salud, tanto en las salas de interna¬
ción como en las de operaciones. El famoso médico canadiense,
William Osler (1849-1918), uno de los organizadores del hospital
Johns Hopkins, escéptico -no sin razón- con respecto a los recursos
terapéuticos entonces disponibles, consideró que dichas enfermeras
calificadas eran un factor decisivo para la recuperación de los en¬
fermos, cualquiera fuera su padecimiento. 308 En Uruguay, Carlos
Nery organizó en 1912, quizás a punto de partida de observaciones
en Inglaterra, la Escuela de Enfermería que hoy lleva su nombre. En
1915, cuando se abrió la nueva Casa de la Maternidad, sus alumnas
tuvieron un lugar destacado en el funcionamiento de la flamante
institución; lo mismo sucedió en el Pabellón de Ginecología, a par¬
tir de 1923.
***
Si bien la Clínica Mayo obedeció, como fue indicado, a la ini¬
ciativa privada, en otros sitios de América del Norte, al igual que en
Alemania, fueron los municipios los que lideraron la construcción
y gerenciamiento de los hospitales. Juntas de vecinos notables por su
influencia, poder económico y conocimientos, evaluaban los gastos,
inversiones y ganancias. Nuestro Hospital de Caridades un ejemplo
claro de esta modalidad administrativa, aunque bajo la supervisión
del Cabildo de Montevideo primero y de diferentes reparticiones
del Estado después. En otros casos, como fue el de Johns Hopkins,
fueron decisivas para su fundación las donaciones, bien adminis¬
tradas por un grupo selecto y exigente de ciudadanos. El caso del
Instituto de Curieterapia de Montevideo se aproxima a este último
modelo, aunque aquí se delegan casi totalmente en la Asistencia
308 Como fuente de estudio de los hospitales: Cf. Risse, Guenter. Mending bodies, saving
soids: a history ofhospitals .Oxford, University Press, 1999, 716 pags.
347
El Profesor Enrique Pouey y su época
Pública Nacional primero y en el Ministerio de Salud Pública des¬
pués, las funciones de administración y supervisión.
En Prusia, se instala, en 1884, un sistema de “ seguro social'.
Alemania, una vez unificada por Bismark y sometida a un riguroso
plan sistematizador de las prestaciones estatales, es el país que in¬
augura el primer régimen de esa índole en cuanto a servicios mé¬
dicos. Esto significa la garantía de la asistencia para la mayoría de
la población, subvencionada a través del aporte comunitario. A su
vez, siendo dicho tributo la fuente principal de la financiación del
sistema, se vió aminorada la construcción de hospitales. Por otra
parte, debido a la resistencia planteada por los médicos y cirujanos
“generalistas” en contra de la “ especialización” -como consecuencia
de la retribución diferencial que existía para cada una- ésta última
también se enlenteció.
Más adelante, en la década del ’20, los seguros de Salud, priva¬
dos o públicos, fueron cobrando más presencia en Estados Unidos.
La gran depresión económica de 1929 frenó, durante toda la década
siguiente, las inversiones en la materia, cuyas instituciones habían
tomado, -en el período inmediatamente anterior, con las críticas
consiguientes- los perfiles de empresas de lucro.
***
Pouey, filántropo desde joven, primero donó instrumentos y
recursos para mejorar las deplorables condiciones -por él mismo
así catalogadas- del Hospital de Caridad. En 1922, obsequió la to¬
talidad del instrumental quirúrgico para el nuevo pabellón de gi¬
necología del Hospital Pereira Rossell. En 1933, costeó el Instituto
de Curieterapia Ginecológica. Otros filántropos también contribu¬
yeron a reforzar la asistencia estatal, Alejandro Gallinal y Alejandro
Beisso. Estas iniciativas, con un resabio de espíritu caritativo, lue¬
go de períodos no muy prolongados, fueron destinadas a objetivos
diferentes a los estipulados por los donantes, rasgo ostensible del
“canibalismo burocrático ” que, ignorando los propósitos originales,
utiliza los recursos para auto alimentar su pesado y costoso engra¬
naje, con la excusa de que con cada nueva administración, se hacen
348
Ricardo Pou Ferrari
nuevos proyectos, en ausencia de políticas coherentes e ignorando
la realidad económico social reinante.
Pese a que éstas son historias alejadas de la visita de Pouey a los
hermanos Mayo, las hemos bosquejado en este sitio para poner en
paralelo dos realidades -la de Uruguay y la de Estados Unidos y
Europa- que, no obstante estar cercanas en esa época, en cuanto al
nivel de formación técnica y en las ideas sanitarias de sus jerarcas,
quedaron progresivamente más y más alejadas entre ellas por la evo¬
lución dispar de sus respectivas ideologías, economías y políticas,
que también distanciaron sus realidades sociales. Nos importa seña¬
larlo ya que Pouey fue uno de los principales actores en este proceso.
Por un lado, asimiló la reorganización de la asistencia y la higiene
pública promovida por el Estado; incluso fue protagonista, como
un integrante de evidente jerarquía tanto del Consejo Nacional de
Higiene como del Consejo de la Asistencia Pública Nacional. Pero
por razones profundas que en esencia desconocemos, su espíritu
humano no se desprendió de la práctica de la caridad pública y
privada, cediendo partes importantes de su riqueza personal y fa¬
miliar para la creación y funcionamiento de unidades asistenciales.
También, al embarcarse precozmente en una empresa privada de
servicios sanatoriales, que sin duda debió atraer a muchos usuarios
pudientes, Pouey supo abrir generosamente el juego para que sus
jóvenes colegas y discípulos trabajaran en ese ámbito y, con cierto
espíritu de equipo, pudieran repartir el esfuerzo para asistir a otros
no tan pudientes.
349
Capítulo XXVII
1912
El cáncer ginecológico
L a teoría microbiológica permitió el conocimiento de los
agentes causales específicos de algunas enfermedades y su
modo de transmisión, por lo que comenzaron a trazarse las
estrategias para su prevención y tratamiento. En el camino
iniciado durante los decenios previos al conocimiento de la existen¬
cia de los gérmenes, los higienistas diseñaron medidas sanitarias,
consistentes en la eliminación de los vectores, la potabilización del
agua, el control bromatológico de los alimentos, la eliminación de
efluentes contaminados y su ulterior tratamiento, el mejoramiento
de las condiciones de nutrición, vivienda, trabajo o el relativo ais¬
lamiento de los enfermos (con la creación de hospitales especiales
en sitios geográficamente favorables), todas las cuales tuvieron re¬
sultados significativos. A ellas se agregaron las que podríamos lla¬
mar prolongaciones de la antisepsia, vale decir el generoso empleo
de agentes desinfectantes (en locales, personas, aguas, alimentos,
mercancías), la esterilización de materiales, la aplicación de vacunas
y sueros y -finalmente- los ensayos por administrar sustancias al
35i
El Profesor Enrique Pouey y su época
enfermo de modo que éstas llegaran -a través de la circulación- a
los tejidos lesionados, actuando a ese nivel como los antisépticos
(en este sentido es digno de mención, la aplicación de los productos
yodados, por ejemplo). El primer logro en este sentido fue la “bala
mágica ’ o el salvarsán, más tarde el neosalvarsan, productos arsenio¬
sos empleados para el tratamiento de la sífilis, que se administra¬
ban por vía parenteral para que actuaran (como lo haría una bala,
específicamente en el blanco) y que le valieron el Premio Nobel a
su inventor, Paul Ehrlich. Esta estrategia fue la precursora de la
quimioterapia, más tarde perfeccionada en ejemplos tales como las
sulfamidas y antibióticos.
Estos fascinantes conceptos se extendieron por analogía al pro¬
blema del cáncer, que venía perfilándose como otro de los flagelos,
responsables de un gran número de muertes. Muchos investigado¬
res y clínicos buscaron el bacilo del cáncer, algunos creyeron hallarlo,
(como fue el caso del ginecólogo francés Eugéne Doyen); también
se prepararon “ vacunas anticancerosas ”. Este aspecto del parelismo
de la infección y el cáncer no dio nunca resultados; sí lo tuvieron
las observaciones histopatológicas, por la semejanza entre la forma
de difusión de las bacterias -dando lugar a metástasis a distancia
del foco original o infecciones generalizadas- y la modalidad de
diseminación de las células cancerosas. Ambos asuntos alentaron la
investigación anatómica de las vías linfáticas, siendo paradigmáticas
las obras de anatomistas franceses Paul Poirier o Henri Rouviére
(1876-1952). El mismo camino del estudio microscópico de las
infecciones siguió el de los tumores, lo que permitió conocer sus
vías de diseminación (por vecindad, linfática, hemática, a través de
las cavidades esplácnicas). Así como en cierto momento uno de los
medios preferidos para el tratamiento de las supuraciones pélvicas
-recuérdese las ponencias al Congreso de Ginecología y Obstetricia
de Ginebra en 1896, ya consideradas-, fue el quirúrgico (su drenaje
y la extirpación de los órganos afectados), algo similar fue concebi¬
do para el caso de los tumores.
En la elaboración de esta nueva “ cirugía oncológica ’ fue fun¬
damental el aporte del cirujano norteamericano William Halsted
(1852-1922), quien concibió y practicó con relativo éxito a partir
de 1898, en el Jobns Hopkins Hospital, la mastectomía radical, téc-
352
Ricardo Pou Ferrari
nica que hoy lleva su nombre. Tal procedimiento, que era relativa¬
mente inocuo por la ubicación superficial del órgano, fue puesto
en tela de juicio. En el caso del cáncer de cuello uterino (el más
común para el ginecólogo y causa del mayor número de muertes
entre las mujeres de cualquier edad y condición), se concibió una
táctica similar, que fue preconizada, poco tiempo después de las pu¬
blicaciones del norteamericano, por Ersnt Wertheim de Viena. Esta
ciudad, cuna de una fecunda escuela de cirujanos tenía dos cátedras
de ginecología de orientación eminentemente quirúrgica, que es¬
tuvieron sucesivamente a cargo de Vincenz Czerny (1842-1916) y
Friedrich Schauta (1849-1919), este último el adalid de la cirugía
por vía vaginal. Cabe señalar que Wertheim era autor de una mo¬
nografía sobre el gonococo, 309 cuatro años posterior a la de Pouey,
lo que demuestra cómo la teoría de los gérmenes había troquelado
su concepción patológica. Designado en 1897 cirujano jefe de la
Clínica de Mujeres y dos años después, profesor de ginecología,
Wertheim concibió y llevó a la práctica la intervención laparotómi-
ca radical para el tratamiento del cáncer cervical uterino, que prac¬
ticó por primera vez en 1898 y que hoy lleva su nombre. La primera
serie de casos data de 1900, con 29 operadas y 38% de mortalidad.
310 La comunidad médica internacional se opuso al procedimiento
por su agresividad y mortalidad, pero el Maestro británico de la ci¬
rugía ginecológica, Thomas Spencer Wells, bien impresionado por
la propuesta del vienés, lo invitó a Londres en 1905. Consideró
que la conferencia ofrecida entonces por Wertheim 311 era “el trabajo
más importante que se [había] publicado sobre el tratamiento quirúr¬
gico del cáncer de útero y del cáncer de cualquier otro órgano ’. 312 A
partir de entonces, un grupo de cirujanos ingleses, con Comyns
Berkeley (1865-1946) y Victor Bonney (1872-1952) a la cabeza,
adoptó la técnica y obtuvo con ella alentadores resultados. 313 Su
309 Wertheim, Ernst. Die aszendrerende Gonorrae beim Bakteriologische und klinische Stu-
dier zur Biologie der Gonococcus neisser. Archiv für Gynákologie, 1892; 42: 1-86.
310 Wertheim, Ernst. Arch. Gynákol, 1900; 61: 627-668.
311 Wertheim, Ernst. The diagnosis and treatment of cáncer ofthe uterus. Br. Med. J. Satur-
day, September 23th, 1905: 740-741.
312 Obituary. Professor Wertheim, Vienna, Brit. Med. J., 1929, march 27:455- 456.
313 Berkeley, C. and Bonney, V. On the radical abdominal operation for carcinoma ofthe
cervix (“Wertheim’s”), with notes ofeighteen cases ofwhich sixteen were too adveancedpor
vaginal hysterectomy. Londres, Br Med. J., oct. 3: 961-966, 1908.
353
El Profesor Enrique Pouey y su época
inventor continuó depurando la técnica, adaptó los instrumentos
{“pinza de Wertheim ”) y mejoró los cuidados pre y post operatorios.
Durante un viaje a Chicago, también encontró eco favorable entre
sus colegas norteamericanos -especialmente Howard Kelly-. Con
ellos procuró extremar las precauciones en la disección de los uréte¬
res, a efecto de disminuir las fístulas urinarias, que eran una de las
principales causas de fracaso. En 1911, Wertheim publicó una serie
de 500 casos, con una mortalidad del 10%. 314
La ginecología francesa, no obstante haber tenido precoces y
notorios representantes, quedó opacada por el empuje de la escuela
alemana. Jean Louis Faure, sucesor de Samuel Pozzi en la Cátedra
de Clínica Ginecológica en París a partir de 1918, refiere que, pese a
no haber tenido tanta difusión como los trabajos de habla germana,
en París se ejecutó un procedimiento similar al de Wertheim, del
que él fue, durante décadas, decidido partidario, circunscribiendo
su indicación a los casos de cánceres de cuello “ móviles ’, es decir,
cuya infiltración no alcanzaba la pared pélvica.
El gran problema práctico era que la mayoría de las mujeres
afectadas llegaban a la consulta en etapas avanzadas, fuera del alcan¬
ce de la cirugía. Para estas enfermas no había otro recurso que dejar¬
las morir o -a lo sumo- aplicar antisépticos, resecar o cauterizar las
masas tumorales, sin que esto les evitara una dolorosa agonía.
En Montevideo, de acuerdo a las Memorias de la Clínica
Ginecológica de 1899, 315 se practicaron entonces tres casos de “ his -
terectomía total y vaciamiento de los ligamentos anchos" por cáncer de
útero, con dos fallecimientos. En la Memoria de 1914, 316 constan
78 histerectomías (entre totales y subtotales), de las que fallecieron
7 y sólo dos operaciones de Wertheim, de las que murió una.
314 Wertheim, Ernst. Die erweiterte abdominale Operation bei Carcinoma colli aterí (auf
Grund von 500 Fallen). Berlin-Wien, 1911.
315 Comisión Nacional de Caridad y Beneficencia Pública. Hospital de Caridad. Memo¬
ria correspondiente al año de 1899. Montevideo, Imp “ El Siglo” , 1901, pág 141.
316 Facultad de Medicina. Clínica Ginecológica, Me?noria del año 1914. Montevideo,
Peña hermanos, impresores, 1915, 28 págs, 9- 12
Ricardo Pou Ferrari
William Halsted. (1849-1919). Friedrich Schauta (1864- Ernst Wertheim (1852-
1920). 1922).
Refiere Luis P. Bottaro: 317
“[Antes de la introducción del radium] la única forma de
tratar [el cáncer de cuello uterino], era la quirúrgica más o menos
ampliada. Por esa vía, iniciamos en nuestro Servicio de Clínica
Ginecológica, dirigido por el eminente Profesor Pouey, la terapéuti¬
ca radical del cáncer. Se realizaban las diversas formas de histerec-
tomías, ya vaginales, ya abdominales, y nos limitábamos a extirpar
el útero, o ese órgano y buena parte, 3 a 5 centímetros, de la vagina
próxima (Mackenrodt). La primera histerectomía ampliada, coin¬
cidió con los comienzos de este siglo. Fue siguiendo el Manual de
Dresde, expuesto por el doctor Cidlen, de Baltimore, en el Congreso
de Ginecología de París, en 1900, que tuvimos el honor de rea¬
lizarla en una enferma de neoplasma cervical vegetante; esta en¬
ferma vivía quince años después de operada. Pero la adquisición
del Radium por la Facultad de Medicina, nos permitió utilizar
ese elemento, y desde el año 1913 se inició nuestra experiencia con
suerte muy variable [...] Recién en el año 1922 se pudo realizar
el mayor número posible de necropsias en las enfermas fallecidas
en los servicios hospitalarios, medio precioso de conocimiento [...]
En el año 1928, tuvimos una serie de casos en los que, obtenida
317 Bottaro, Luis P. Diagnóstico y tratamiento del neoplasma del cuello uterino. Informe
presentado a la Conferencia Anticancerosa del Uruguay. Montevideo, Bol Of Lig Urug
Cáncer Gen Fem, 1930; 27: 134 -155.
355
El Profesor Enrique Pouey y su época
la cicatrización cervical (con radium )[...], luego de seis semanas,
practicábamos una histerectomía ensanchada de Wertheim”.
***
Entre 1895 y 1898 se descubrieron primero los rayos X y poco
tiempo después el radium. 318 Al comprobarse que podían tener una
acción benéfica en lesiones de la piel (que fue la topografía donde
primero se usaron terapéuticamente en la clínica humana), los mé¬
dicos se apresuraron a aplicarlos a tumores malignos, aún sin tener
claro de qué se trataba la misteriosa emanación ni cómo actuaba
{“entonces, nadie sabía casi nada \ sentencia Pouey), con resultados
variables, que a veces parecían alentadores.
Recordemos brevemente la secuencia exacta de los hechos an¬
tes mencionados. El hallazgo de los Rayos X por el físico alemán
Willhelm Roentgen (1845-1923) ocurre en diciembre de 1895 -rá¬
pidamente incorporados a la práctica clínica, incluso en nuestro
pequeño Hospital de Caridad-. Al año siguiente, Henri Becquerel
(1852-1908) comprobó las radiaciones espontáneas emitidas por
el uranio. Pierre (1859-1906) y Marie Curie (1867-1934) aislaron,
en 1898, sucesivamente, dos poderosas sustancias radiactivas, el
polonio y el radium, purificándolas a partir de toneladas de un mi¬
neral de uranio conocido como uraninita o pechblenda. En 1904,
el empresario Emile Armet de Lisie (1853-1928), en su usina de
Norgent-sur-Seine, cerca de París, comenzó la fabricación de ra¬
dium (allí fue donde Carlos Butler lo adquirió por cuenta de la
Facultad de Medicina de Montevideo en 1913).
318 Las radiaciones fueron catalogadas entonces como “un bisturí invisible e inteligente,
que actúa sobre las células anormales que encuentra en su trayecto, pero no sobre las nor¬
males”.
356
Marie (1867-1934) y Pierre (1859-1906) Curie.
357
El Profesor Enrique Pouey y su época
Conjuntamente con Claudius Regaud (1870-1940), Madame
Sklodovska-Curie fundó, en 1906, luego del trágico fallecimiento
de su esposo, el Instituto de Radiología en París, convertido en 1921
en Instituto Curie, dependiente a la vez de la Facultad de Medicina
y del Instituto Pasteur. En 1912, en establecimientos hospitalarios
pobres, aunque con óptimo respaldo científico y contando con una
pequeña cantidad de radium, creció y se fundó el Radiumemmet
de Estocolmo. Si bien habían existido antes, como en el resto de
Europa, hospitales dedicados al tratamiento del cáncer, recién en
1929 se creó en Londres el Marie Curie Hospital, consagrado al
“tratamiento radiológico de las mujeres que sufren de cáncer o de en¬
fermedades similares”, exclusivamente a cargo de médicas, ya que las
feministas consideraban que era ésta una modalidad de tratamiento
menos agresiva que la cirugía, realizada por hombres.
En 1905, el cirujano neoyorquino Robert Abbe (1851-1928),
trabó conocimiento con los Curie en París y adquirió algunos cen¬
tigramos de radium. De retorno en su país, inició “ investigaciones
clínicas ” y obtuvo buenos resultados aplicando el nuevo recurso en
diversas enfermedades, entre ellas, los cánceres del aparato genital
femenino. Más tarde -como lo refiere Pouey al relatar una entrevis¬
ta que mantuvo con él en 1922- Abbe trabajó en colaboración con
investigadores básicos de la Columbia University de New York, a fin
de conocer más a fondo las características físicas de las emisiones,
sus efectos sobre las células vivas y sus posibles consecuencias tera-
togénicas. Pero el empleo terapéutico sistemático recién se inició
en Estados Unidos en torno a 1914, cuando a raíz de la Primera
Guerra Mundial se frenó la producción europea de radium, lo
que coincidió con el descubrimiento de yacimientos de uranio en
Colorado, que eran propiedad, entre otros, del ya mencionado gi¬
necólogo Howard Kelly. Esto hizo que Estados Unidos -al menos
hasta 1918- fuera el ámbito donde la curieterapia se utilizó más
ampliamente en la clínica humana y de cuyos centros académicos
surgieron las mejores publicaciones al respecto. Con posterioridad,
Bélgica se convirtió en uno de los principales productores de ra¬
dium a raíz del hallazgo de yacimientos de uranio en sus colonias
africanas de Katanga. Precisamente en Bruselas fue donde Pouey
358
Ricardo Pou Ferrari
adquirió el radium en 1927, del que su hermana hizo donación a la
Facultad de Medicina de Montevideo en 1939.
Debemos resaltar que el asiduo empleo terapéutico de este re¬
curso, se inició en Estados Unidos en forma simultánea a su uso
en Uruguay, que fue el primer país del Cono Sur americano en
disponer de él.
Robert Abbe (1851-1928). Howard Kelly (1858-1943).
Paralelamente a la experiencia clínica se desarrolló mundial¬
mente una intensa y precoz actividad de laboratorio. Los científicos
y clínicos establecieron sociedades que comenzaron a reunirse pe¬
riódicamente en congresos internacionales a inicios del siglo XX. 319
Las memorias de estos últimos permiten advertir la magnitud y ca¬
lidad de la investigacón, que procuraba esclarecer, entre otros, los
319 Por ejemplo, la Asociación Internacionalpara el estudio del cáncer, cuyo primer congre¬
so tuvo lugar en Heildelberg y Franckfurt en 1906, bajo la presidencia de Ernst von
Leyden (1832-1910). El segundo fue en 1910, en París, presidido por Vicenz Czerny
(1842-1916), secundado por el francés Pierre Delbet (1861-1957). Elubieron más
de cien asistentes, con algunos representantes de Perú, Chile, Brasil y Bolivia. (Cf.
Trauvaux de la Deuxiéme Conférence Internationalepoar l’étude du cáncer, tenue á París
du 1" au5 octobre 1910, París, Libraire Alean, París, 1910, 737 págs.).
359
El Profesor Enrique Pouey y su época
siguientes tópicos: las posibles causas del cáncer -microbianas, quí¬
micas, físicas y “hereditarias” -; las modificaciones que la presencia
de un tumor podía ocasionar en la composición de los líquidos
orgánicos -lo que hoy denominaríamos marcadores tumorales-, de¬
talles acerca de la histogénesis tumoral; las distintas variedades de
cáncer según la estirpe celular afectada; la modalidad de división
celular en función de los casos y las formas de diseminación. Si
bien en las primeras reuniones, hacia 1910, casi no se hacía men¬
ción al radium, sí se procuraba aclarar el mecanismo de acción de
los Rayos X, tanto sobre tejidos normales como neoplásicos. Es así
que comienza a advertirse que las radiaciones son capaces de des¬
truir las neoformaciones pero también de inducir la aparición de
tumores o producir otras consecuencias. Es ésta la primera señal de
alerta, tanto para los pacientes como para los técnicos que utiliza¬
ban estos medios, quienes tuvieron consecuencias adversas, a veces
debido a graves y aún fatales radiactividad. Otro dato significativo
es el comienzo, hacia 1910, de la publicación de revistas especia¬
lizadas en cáncer, tales como el Bulletin de lAssociation Frangaise
pour l’étude du cáncer (desde 1906), a cargo de Pierre Delbet y R.
Ledoux-Lebard y La Revue du Cáncer fdesde 1911), bajo el auspicio
de la Association Frangaise pour l’étude du cáncer.
***
En 1911, por iniciativa de Américo Ricaldoni, miembro del
Consejo Directivo de la Facultad de Medicina, éste solicita al Poder
Ejecutivo la adquisición de medio gramo de radium. José Batlle
y Ordóñez, sensible al asunto de la salud de la población, como
lo fue respecto a otros aspectos de índole social, envió un proyec¬
to de Ley a la Asamblea General Legislativa, que fue promulgado
el 20 de diciembre de 1912. En el mismo se autorizaba “al Poder
Ejecutivo para adquirir en Europa, hasta la cantidad de medio gramo
de Radium [cuya] adquisición y administración [...] se efectuará por
intermedio de la Facultad de Medicina”. También disponía que “el
estudio y aplicación del Radium podrá ser incorporado al [...] Servicio
de radiología -el cualpodrá [ampliarse y] completarse hasta ponerlo en
las condiciones exigidas por la ciencia y las necesidades hospitalarias-
en el Instituto de Radiología y Radiumterapia (se supone que hace
360
Ricardo Pou Ferrari
referencia al que se fundará posteriormente), así como podrán crearse
en algunas clínicas servicios de Radioscopia [confusión de conceptos y
de nomeclatura] autónomos e independientes de la Dirección General
de Radiología ’ [¿se trataba de una dependencia proyectada en el se¬
no de la Asistencia Pública Nacional?]. Finalmente, autorizaba “al
Poder Ejecutivo a tomar de rentas generales hasta la suma de sesenta mil
pesos, destinados a las mejoras indicadas en los artículos anteriores ”. 320
El servicio a que hace referencia el texto legal se denominó original¬
mente de Fotografía y Microfotografía y estuvo a cargo de Augusto
Turenne entre 1892 y 1907; en 1898 se le anexó el Departamento
de Radiología, dado que desde 1896 existía allí un aparato de Rayos
Roentgen a partir de 1897, este servicio denominado Instituto de
Radiología, pasó a ser dirigido por Carlos Butler.
Con respecto a la iniciativa de Ricaldoni de 1911, debemos
recordar que coincide con el viaje de Pouey a Europa y Estados
320 An. Universidad, op. cit. 1912, 22: 241-242 y 504-507.
361
El Profesor Enrique Pouey y su época
Unidos. ¿Podría plantearse la hipótesis de que haya sido éste quien
sugirió a su colega y compañero del Consejo Directivo la adqui¬
sición del material radiactivo? Pouey tenía autoridad científica y
académica como para emitir una opinión contundente; Ricaldoni,
aparte de reunir análogas condiciones, era allegado a Batlle, al punto
de que en ese momento era el médico tratante de la hija del gober¬
nante, Ana Amalia Batlle Pacheco, aquejada de tuberculosis, afec¬
ción a consecuencia de la cual moriría al año siguiente. Batlle, por
lo demás, siempre apoyó las iniciativas procedentes de la Facultad
de Medicina, tanto durante la primera presidencia -coincidente
con el decanato de Alfredo Navarro-, como en la segunda, por más
que en esta ocasión el Decano fuera Manuel Quiniela, de conocida
afiliación al Partido Nacional.
Para enfatizar la importancia que precozmente concedió Pouey
al nuevo recurso terapéutico, señalemos que en 1912, Miguel
Becerro de Bengoa, uno de sus más próximos y jóvenes colaborado¬
res en la Clínica ginecológica, viajó a Estados Unidos, donde visitó
la Clínica Mayo y el hospital Johns Hopkins, entrenándose con
Kelly en los procedimientos de aplicación del radium. Muy proba¬
blemente fue el Profesor quien le sugirió tales visitas.
Las autoridades de la Facultad de Medicina encomendaron a
Carlos Butler la misión de adquirir el radium, que se concretó en
la citada usina de Armet-Delisle, en el correr del año 1913. De este
modo, en enero de 1914, los servicios clínicos de la Facultad, que
funcionaban todos en el Hospital Maciel, dispusieron de 0,48 gra¬
mos de bromuro de radio.
En diciembre de 1913 se promulgó la Ley de creación del
Instituto de Radiología, con la finalidad de llevar a cabo investiga¬
ción, asistencia y docencia, tanto en radiodiagnóstico como en ra¬
dio y fototerapia. Con referencia a la introducción del radium en
Montevideo y al decreto de creación del Instituto de Radiología
dice Eliseo Cantón con particular inteligencia en el análisis del
documento: 321
321 Cantón, Eliseo. Historia de la Medicina en el Río de la Plata desde su descubrimiento
hasta nuestros días, 1512 a 1925, Madrid, 1928, III: 504 - 507-242.
362
Ricardo Pou Ferrari
“En posesión del misterioso agente, el Consejo directivo elevó al
Gobierno todos los elementos de juicio necesarios para la redacción
del decreto creador del Instituto de Radiología, que lleva la fecha del
16de diciembre de 1913, justo un año después de sancionada la ley
que había autorizado la adquisición del radium.
En sus atinados considerandos, aquel decreto dice: «Que tra¬
tándose de una verdadera especialización, conviene organizar un
Instituto, en donde, al mismo tiempo que se efectúen investigacio¬
nes científicas, se enseñará a los alumnos de nuestra Factdtad de
Medicina esa moderna rama médica. Que el Instituto responderá
a un doble fin el terapéutico para diagnósticos y tratamientos, y el
científico para el estudio de los agentes radiológicos y enseñanza a
los estudiantes de medicina. Que sus gastos deberán cubrirse con
las entradas que produzcan las aplicaciones terapéuticas, hechas a
los enfermos pudientes» [...] para terminar con la siguiente resolu¬
ción: «ElPoder Ejectitivo, Resuelve: Art. I o . Créase, en la Facultad
de Medicina, el Instituto de Radiología, en el que se practicarán:
a) Estudios científicos sobre las distintas radiaciones; b) Cursos de
enseñanza sobre las mismas; c) Aplicaciones clínicas de las radiacio¬
nes al diagnóstico y al tratamiento de las enfermedades. Art. 2 o El
Instituto de Radiología tendrá el siguiente personal científico, que
estará, también, encargado de la enseñanza y que gozará de las asig¬
naciones que se determinan [...] Art 3 o El sueldo del personal del
Instituto, así como los gastos que se originen por su funcionamiento,
renovación del material, adquisición de nuevos útiles y aparatos,
etc. Se costearán con las rentas que produzca el mismo Instituto. Art
4 o El Instituto se instalará en el Hospital Maciel, y su funciona¬
miento y organización podrá se motivo de un convenio a celebrarse
entre la Facultad de Medicina y la Asistencia Pública Nacional.
Batlle, Brum».
El decreto que antecede sería impecable, a nuestro juicio, si no
mediara la autorización para celebrar convenio entre la Asistencia
Pública Nacional y la Facultad de Medicina [...] Por mucho em¬
peño y tacto que se ponga para deslindar atribuciones y facultades,
por medio de convenios o reglamentaciones, para la dirección de los
establecimientos públicos, se tropezará, tarde o temprano, con las
dificidtades emergentes de toda dualidad directriz. Atmque parezca
fácil deslindarlas de una plumada, [...] es difícil prefijar dónde
363
El Profesor Enrique Pouey y su época
termina la parte o jurisdicción de lo técnico y dónde principia la
administrativa. En todo Instituto u organismo, sólo debe existir una
cabeza dirigente, una sola autoridad que mande, según el princi¬
pio universal de la unidad del comando, tan útil para la guerra
como en las horas fecundas de la paz. Los organismos bicéfalos son
una anormalidad. El convenio señalado estableció que «la Factdtad
nombrara su personal técnico, fijará sus sueldos y reglamentará la
enseñanza de la Radiología (comprendidos todos los agentes radio¬
lógicos) y la Asistencia Pública, tendrá a su cargo la administración
del Instituto, nombrará el o los ayudantes o practicantes que sean
necesarios y el personal de servicio, fijándoles las asignaciones que
les correspondan» [...] Mucha tendría que ser la buena voluntad y
disciplina en el Cuerpo de ayudantes y practicantes, nombrados por
la Asistencia Pública, para no crear dificidtades al personal superior
designado por la Factdtad de Medicina, bajo cuyas órdenes debe
colaborar dentro de un establecimiento esencialmente técnico
Carlos Butler fue nombrado director del Instituto y en 1914,
también profesor de Radiología.
En el Instituto existía un sector para la asistencia privada, cuyas
recaudaciones contribuían al financiamiento del organismo y otro
para pacientes hospitalarios. Igualmente se “ alquilaba ” el radium
para que los médicos lo utilizaran en sus sanatorios privados. Es de
hacer notar que consultaban en Montevideo enfermos procedentes
de Brasil, Argentina y Paraguay, países que no disponían aún de
radium en ese momento. El Director Butler informa al decano que
en 1917:
“El Instituto ha llegado a percibir por alquiler del Radium la
suma de 46.469:87, que se aproxima a la cantidad votada por las
Cámaras para la adquisición de todo su material y que actualmente
tiene un saldo de 5905:08, después de descontados los gastos que,
como es sabido, son elevados porque los precios de los artículos que se
requieren para su funcionamiento son de subido valor”. 322
322 Butler, Carlos. Informe del Director del Instituto de Radiología, Montevideo, Montever-
de ed., 1918, 8 págs.
364
Ricardo Pou Ferrari
En la Memoria de la Clínica Ginecológica de 1914, consta
que:
“Durante el año 1914 se ha usado el Radium en el servicio
de Ginecología, con una frecuencia única dentro de los servicios
hospitalarios. La inmensa mayoría por no decir la totalidad de las
aplicaciones han sido en cánceres de la matriz. Desgraciadamente,
la poca cultura de nuestras mujeres en lo que se refiere a la higiene
genital, ha influido como influye en otros países, para que los re¬
sultados del tratamiento no hayan sido los que se deben esperar. El
89% de las enfermas han llegado a nuestras manos en condiciones
de inoperabilidad [...] Sólo diremos por el beneficio que la noticia
pudiera proporcionar, que los resultados han sido a menudo buenos
y en algunos casos, notables. [...] Se han hecho 78 aplicaciones en
35 enfermas; salvo en dos casos eran inoperables. [...] Las dosis
que por separado y en distintas veces se han dado a las enfermas del
servicio, suman en total21-646 “centigramos hora”, que traducidos
a dinero hubieran costado, según la tarifa tipo usada para las per¬
sonas pudientes, 21.646pesos”.
En el curso del año 1915 comienzan a aparecer las primeras
publicaciones nacionales sobre curieterapia. Entre ellas, se desta¬
ca la de Butler sobre Conceptos generales de Radiumterapia-, otra de
Pouey, sobre tratamiento con radium de un caso de cáncer vaginal
(el primer trabajo nacional en que consta la aplicación de este pro¬
cedimiento en ginecología); la de Arrizabalaga y un extenso traba¬
jo del Instituto de Radiología, firmado por Butler, Mario Simetto
(1883-1930) y Federico Susviela Guarch (1851-1928), donde se
presentan, acompañando el texto con sobresaliente iconografía,
cien casos de cáncer de piel tratados por medio del radium. En la
Revista Médica del Uruguay de ese año, donde se recogen los traba¬
jos antes señalados, también hay comentarios sobre libros franceses
y alemanes referentes al nuevo procedimiento.
En 1916, en ocasión del Primer Congreso Médico Nacional, uno
de los temas oficiales de la sección de Ginecología y Obstetricia (el
otro, desarrollado por Augusto Turenne, fue sobre aborto crimi¬
nal), versó sobre Cáncer ginecológico y estuvo a cargo de Pouey. Sus
365
El Profesor Enrique Pouey y su época
conclusiones fueron adoptadas por unanimidad como recomenda¬
ciones del Congreso, a las que se agregó, a propuesta de Augusto
Turenne, la de fundar “un organismo encargado de la lucha contra el
cáncer ginecológico y cuya dirección queda encomendada al Profesor
Pouey”.
Al año siguiente, como corolario de dicha iniciativa, se fundó
la Liga Uruguaya de lucha contra el cáncer genital femenino, que pre¬
sidió Pouey desde entonces hasta su fallecimiento en 1939. Refiere
el Maestro, en una conferencia dictada en el Sindicato Médico del
Uruguay en 1926:
“La Liga Uruguaya contra el cáncer uterino no puede jactarse
de haber conseguido residtados profilácticos muy brillantes; y tan
cierto es lo que afirmo que, recientemente un espíritu travieso, pudo,
hablado en un tono entre serio y juguetón, proponer en el seno del
Consejo de la Asistencia Pública, la supresión de nuestra Liga, por
inútil”.
Y agrega con su acostumbrado tono afable, entre inocente e
irónico:
“Y la Liga sigue viviendo de una vida precaria, pero con todo,
haciendo todo el bien posible en un medio difícil de entusiasmar,
más difícil aun de mantenerse noblemente excitado”.
Como reacción frente a tales comentarios pesimistas, uno de
los miembros de la Liga, Miguel Becerro de Bengoa, redacta un
proyecto y propone que sea puesto a consideración del Consejo de la
Asistencia Pública Nacional. Este organismo nombra para su estudio
una comisión, compuesta por el autor, Pouey, Bottaro, Pou Orilla
y Turenne, que se expide el 18 de diciembre de 1918, señalando
que, puesto que la mayoría de las enfermas llegan “a pedir auxilio
cuando han entrado ya en el período de incurabilidad”, la Asistencia
Pública debe extender la aplicación de la radiumterapia; enfatizan
que “los medios de que dispone ésta última (actinoterapia, cirugía)
son en la actualidad capaces de curar clínicamente o definitivamente a
estas desgraciadas en un porcentaje muy elevado de casos” siempre que
366
Ricardo Pou Ferrari
consulten precozmente. Estima la Comisión que el acicate para la
consulta oportuna es “difícil pero no imposible y afirman su fe en la
eficacia de los esfuerzos sostenidos que podrán realizarse por medio de
un organismo a crearse, encargado de conseguir por medios variados”.
Dicho organismo, “que podría denominarse Comité Directivo de la
Lucha contra el Cáncer Uterino”, estaría “formado de pocos miembros
nombrados por la Asistencia Pública, que desempeñarían sus funcio¬
nes gratuitamente. Tal dependencia debería tener la mayor autono¬
mía posible y “poner en práctica todos los medios que la experiencia
de otros y la propia han demostrado ser eficaces en la obtención del
diagnóstico precoz y en la cura del cáncer uterino. Para cumplir ta¬
les objetivos, su acción habría de ser constante, desde una Oficina
central con local propio y “hacer conocer a las mujeres, los síntomas
que pueden considerarse sospechosos (por medio de circulares, conferen¬
cia; por la colaboración discreta de la prensa); tratará de estimular el
celo de los profesionales por medio de circulares, facilitando a estos el
diagnóstico histológico, que deberá practicar el Laboratorio Central de
la Asistencia Pública, mientras el Comité no disponga de Laboratorio
propio”. Asimismo, considera oportuna la “constitución de una Liga
de médicos y de personas que se interesen en la campaña contra el cáncer
uterino; entre los primeros se designarán los colaboradores, cuya misión
sería examinar gratuitamente a toda mujer munida de una tarjeta que
podría obtenerse sin trámite (por ejemplo en los establecimientos de la
Asistencia Pública, en todas las farmacias, etc.) y que daría derecho a
presentarse al consultorio de uno de los médicos elegidos por ella entre
los inscriptos en la tarjeta”. Finaliza aconsejando que “el tratamien¬
to de las enfermas, comprendidas en el artículo primero de la Ley de
Asistencia Pública del 7 de noviembre de 1910, será hecho en los servi¬
cios que ésta designe”.
“El Consejo Directivo [de la Asistencia Pública Nacional], en
sesión del 10 de marzo de 1919, resolvió aprobar el proyecto de la
comisión informante, en la siguiente forma:
Artículo I o ) Créase bajo la dependencia de la Asistencia
Pública Nacional, la Comisión de Lucha contra el Cáncer Uterino,
367
El Profesor Enrique Pouey y su época
formada por cinco miembros, todos médicos, nombrada por el Poder
Ejecutivo, a propuesta del Consejo Directivo.
Artículo 2 o ) Los miembros serán honorarios, durarán dos años
en sus funciones, pudiendo ser reelectos sin limitación.
Artículo 3 o ) La Comisión tendrá su sede en el local del Consejo
Directivo, disponiendo para sus tareas del personal de la institución
que el Consejo designe.
Artículo 4 o ) Dispondrá hasta la suma mensual de $.... pa¬
ra gastos ordinarios, pudiendo además solicitar del Consejo
Directivo, créditos extraordinarios. Estos gastos se cargarán al rubro
“Extraordinariosy Eventtiales” del Presupuesto de Diversos Gastos.
Artículo 5 o ) Gozará de completa libertad en lo relacionado
con la propaganda; las demás iniciativas técnicas, administrativas
u otras, deberán ser sometidas, antes de su aplicación, a la conside¬
ración del Consejo.
Artículo 6 o ) Comuniqúese al Laboratorio Central, por interme¬
dio de la Dirección General, que debe practicar todos los exámenes
de Laboratorio que le sean solicitados por la Comisión antedicha.
Artículo 7 o ) Solicítese la aprobación del Poder Ejecutivo.-
Martirené. - Gurméndez”.
Seguidamente, se envían notas para médicos y parteras, así co¬
mo para el público en general, en las que se hace referencia a que:
“el cáncer de útero, horrible enfermedad, que deben temer las
mujeres, se cura cuando se acude a tiempo por aplicaciones de radia¬
ciones, las que pueden ser desprovistas de inconvenientes; y en otros
casos por medio de una operación quirúrgica. Para obtener la cura
real y no sólo un alivio, es indispensable atacar a la enfermedad en
su principio, cuando aún no se han presentado síntomas fácilmente
apreciables”.
[También se redactan] carteles que se colocarán en los inqui¬
linatos, por no ser posible dirigirse a todas las mujeres por correspon¬
dencia cerrada, ni ser presumible que esto fuera lo más eficaz, pues
no tendría la difusión que tiene la publicidad.
Finalmente, [se] recurría a los ‘biógrafos ”, encargándose al
miembro del Comité, doctor Becerro de Bengoa, gestionar de la
368
Ricardo Pou Ferrari
Empresa Max Glucksmann la colaboración necesaria para hacer
esas proyecciones en los biógrafos de su propiedad, gestiones que ob¬
tuvieron el mejor resultado. Las frases que se proyectaron en los pri¬
meros días son las siguientes: “El cáncer es una enfermedad curable,
a condición de que se diagnostique a tiempo ”. “La mujer que muere
de cáncer es porque ha sido despreocupada y no ha dado impor¬
tancia a sus molestias”; “El cáncer es una enfermedad indolora en
sus principios, no debe esperarse a que el dolor aparezca; ya sería
tarde”; “La mujer que acude al médico en presencia de sus menores
molestias, difícilmente muere de cáncer“Existen en el Uruguay
muchas mujeres sanas y felices y que han tenido cáncer. Tomaron sus
precauciones a tiempo y se han curado”; “En todas las farmacias del
país existen tarjetas especiales que dan derecho a la considta gratuita
con los médicos de la Liga. Pida Usted la suya”.
Como puede apreciarse, la gestión es todo lo rápida que la im¬
portancia del tema merece. La estrategia seguida es muy similar a la
que se implemento, muchos años antes, para sensibilizar a la pobla¬
ción sobre la hidatidosis, tarea de la que fueron activos responsables
varios de los profesionales que ahora encaran el problema del cáncer
ginecológico. No cabe duda que la concepción de medicina social
había calado hondo y que estos cirujanos eran conscientes que para
que los recursos que ellos ofrecían en la clínica fueran útiles debía
llevarse adelante una campaña de propaganda que llegara a la ma¬
yoría.
De un grupo privado, la responsabilidad pasa a la órbita del
organismo estatal, a través del cual se implementa la atención gra¬
tuita de todas las que concurran a la red sanitaria creada. Se otor¬
gan premios de 50 pesos a las parteras que diagnosticasen cánceres
precoces del cuello uterino, ocasión en la que Pouey les dirigió una
alocución. 323
323 Liga Urug Contra el Cáncer Genital Femenino (Publicación Trimestral). Año V, Enero,
febrero y marzo de 1930, Año V, N° 24.
369
El Profesor Enrique Pouey y su época
En la tradición médica del Uruguay, está siempre presente la
faceta social. Tal es el caso de la pediatría, con Morquio a la cabeza;
de la obstetricia, con la notoria figura de Turenne; de la fisiología,
bajo la influencia de Morelli; de la sífilis, primero con Rodríguez y
más tarde con una pléyade de venereo sifilógrafos; de la lucha con¬
tra el alcoholismo, encabezada por de Salterain; en fin, a través de la
educación médica, que dio gran énfasis a la higiene y a la salud pú¬
blica y por la organización que gradualmente fueron adquiriendo,
por obra de de Salterain, Scoseria, Fernández Espiro, Martirené y
otros, los organismos públicos encargados de trazar las políticas en
la materia y de concretarlas. A esta tendencia no fue ajena la escuela
ginecológica de Enrique Pouey.
370
Capítulo XXVIII
1920
El SINDROME DE STAJANO
E l gran mérito de Pouey como docente fue, a nuestro juicio,
su perseverante “acción de presencia , tanto en la Clínica
como en las Sociedades Científicas y Congresos. Pero, más
que nada, demostró sus dotes de Maestro por la afectuosa
acogida que brindó a los jóvenes vocacionales y talentosos, a quie¬
nes permitió formarse teórica y prácticamente a su lado y a los que
incluso ofreció apoyo económico. Recibieron, además, su respaldo
para desarrollar, en el ámbito de la Cátedra y del Sanatorio privado
y con el material clínico de esas procedencias, actividades docentes
y líneas de investigación originales.
37i
El Profesor Enrique Pouey y su época
Pouey y Stajano.
Un capítulo de singular relevancia y difusión universal es el
llamado “síndrome de Stajano ”, que pasamos a considerar con cierto
detalle. Actuando en la clínica de Pouey, bajo la inspiración del
Maestro, Carlos Stajano advierte que algunas enfermas se presenta¬
ban con reacciones peritoneales ubicadas en el abdomen superior,
las que daban lugar a diagnósticos erróneos de colecistitis, perico-
lecistitis, absceso subfrénico (cuando se localizaban a derecha), pe-
ricolitis del ángulo izquierdo o procesos supurados periesplénicos
(si se situaban a izquierda) y que en realidad obedecían a procesos
infecciosos -de etiología gonocócica, estreptocócica o combinada-
radicados en el aparato genital, donde daban síntomas más tardíos
y poco llamativos, origen que sólo se reconocía cuando -en co¬
nocimiento de estos hechos- se practicaba el examen ginecológico
precozmente y se seguía una conducta expectante. De acuerdo a las
notables reflexiones emanadas de la vigilancia evolutiva atenta de
las enfermas, la explicación de esta caprichosa presentación clíni¬
ca es que obedece a varios factores. En primer término, al tipo de
372
Ricardo Pou Ferrari
agente microbiano y a su singular virulencia en cada caso. La lesión
inflamatoria producida por el gonococo se extiende en superficie,
con afectación ascendente del aparato genital primero y del perito¬
neo después; mientras no se producen los fenómenos adherenciales
que los limitan y terminan convirtiéndolos en colecciones supura¬
das, alcanzan con rapidez el peritoneo subfrénico derecho, fluyen¬
do por la gotera parieto cólica derecha y eventualmente también,
después, el izquierdo. 324 La irritación de las terminaciones nerviosas
vegetativas y sensoriales en esta topografía es temprana, debido a
la escasez del tejido celular subyacente donde éstas asientan; de ahí
la precocidad de los síntomas que luego serán considerados. En el
nivel medio de la cavidad peritoneal, las vías nerviosas tunelizan las
fibras musculares y terminan en un tejido conjuntivo más espeso,
que las ubica más alejadas de la superficie peritoneal.
En el caso de la infección por estreptococo, frecuente luego
de complicaciones del embarazo, la misma progresa predominante¬
mente por colonización linfática, lo que determina una afectación
más intensa, rápida y homogénea de las terminaciones nerviosas,
responsables del cuadro doloroso; asimismo, la evolución del cua¬
dro es más prolongada y sus consecuencias habitualmente más gra¬
ves.
El síndrome es descrito con singular claridad y revela una ex¬
tremada perspicacia en la percepción de la conjunción de factores
etiológicos, anatómicos y clínicos.
Cuando las terminaciones nerviosas son irritadas, se presenta
dolor, especialmente por debajo del reborde costal, que aumenta
con la inspiración, lo que hace que la respiración se vuelva rápida
y superficial, acompañada de tos e hipo rebelde. Se puede irradiar
a los puntos frénicos medios -de ubicación paraesternal- o supe¬
riores -con una localización inter-escalénica-. Igualmente, se ob¬
serva irradiación del dolor al hombro y a la cara interna del brazo
del mismo lado. No es infrecuente la defensa muscular de la pared
324 El médico uruguayo José L. Duomarco (1905-1985) fue quien estudió las presiones
dentro de la cavidad abdominal. A proposito de este tema publicó el libro La presión
intraabdominal en el hombre en condiciones normales y patológicas. (El Ateneo ed. Bue¬
nos Aires. 1947, 159 págs.).
373
El Profesor Enrique Pouey y su época
anterior del abdomen, la disminución de su motilidad, el abom¬
bamiento de la zona, al igual que síntomas pleurales o de las bases
pulmonares, pudiendo llegar a observarse derrames pleurales o pe-
ricárdicos. Estos elementos pueden presentarse precozmente, para
luego disminuir y desaparecer con relativa rapidez (¡lo que el autor
vincula a la acción terapéutica benéfica de las ventosas cortadas!),
para instalarse en la pelvis, o bien dar lugar a un balanceo entre los
hipocondrios y la pelvis, según las alternativas de empuje y acalmia.
Los elementos de laboratorio muestran rasgos inflamatorios, para¬
lelos a la evolución de la sintomatología; lo mismo ocurre con la
temperatura y el pulso.
Al inicio del primero de los trabajos, presentado en colabora¬
ción con Pouey en 1920 325 figuran las siguientes consideraciones,
en las que se trasluce más la experiencia del viejo clínico de sólida
formación, así como su estilo, escueto y contundente, que la imagi¬
nación del discípulo:
“La sintomatología atípica y verdaderamente caprichosa de las
afecciones del vientre expone a duras pruebas para el sentido clínico
del que observa, tanto más que la simulación es frecuente dentro
de la cavidadpélvico-abdominal [...] Frente a un caso agudo de
vientre, urge un buen diagnóstico, pues de él depende la terapéu¬
tica útil y salvadora en el momento oportuno; si no, es el causante
de intervenciones funestas, de verdaderas herejías terapéuticas o de
expectativas adversas. La intervención del aparato genital, en la
mujer, complica grandemente con su contingente de afecciones, la
patología del vientre, creando situaciones difíciles, que en el hombre
se descuentan de antemano
Presentan tres observaciones, que tienen en común su inicio en
el abdomen superior, con anterioridad a manifestarse francamente
en la topografía de su sitio de origen genital. Una es debida a una
infección gonocócica, la segunda a una infección mixta y la tercera
ocasionada por los “ microbios de la putrefacción”. Concluyen que es
325 Pouey, E. y Stajano, C. Las reacciones del peritoneo supracelíaco de origen genital (Reac¬
ciones Precoces). Montevideo, An. Fac Med 1920; 5: 202.
374
Ricardo Pou Ferrari
preciso “no descartar al aparato genital como causante del cuadro, sino
después del examen ginecológico”.
Estamos en la atmósfera plena de la clínica y la fisiopatología
ginecológica y abdominal y en eso vemos la impronta original del
joven Stajano, cuya trayectoria será luego considerada con mayor
detalle.
Ese mismo año, Stajano publica La reacción frénica en gine¬
cología , 326 A partir de este trabajo, posteriormente publicado en
Gynécologie et Obstétrique (París, 1922) es que se le adjudica al ciru¬
jano uruguayo la prioridad en la descripción del síndrome.
Carlos V. Stajano.
Hay cierta confusión cuando se lee la literatura anglosajona, en
la que se conoce al cuadro clínico mencionado como “ síndrome de
Curtis-Fitz-Hugh”. Estos autores norteamericanos publicaron, en el
Journal of the American Medical Association, en 1930 y 1934, res¬
pectivamente, los hallazgos laparotómicos que, a su modo de ver, se
asociaban al síndrome descrito por Pouey y Stajano. 327328 Se trata de
326 Stajano, C. La reacción frénica en ginecología. Buenos Aires, Semana Médica, 1920;
27: 243-246.
327 Curtís, H. A cause ofadhesions in the right upper quadrant in women JAMA. Londres,
1930;98:1221-1222.
328 Fitz-Hugh, T. Jr. Acute gonococcic peritonitis of the right upper quadrant in women ,
JAMA. Londres, 1934;102:2094-2096.
375
El Profesor Enrique Pouey y su época
una perihepatitis que se manifiesta por finas adherencias en cuerdas
de violín , que van de la cara superior del hígado a la inferior del
diafragma. En consecuencia, si bien estos autores merecen seguir
figurando en el epónimo, debería anteponerse (por razón de prece¬
dencia histórica y en forma sistemática, cosa que casi nunca ocurre)
el nombre de Stajano, y quizás también -lo cual es nuestra propues¬
ta- el de Pouey. Luego del empleo generoso de la laparoscopía, se
ha advertido la frecuencia de las manifestaciones abdominales altas
asociadas a las inflamaciones pélvicas. A partir de 1978, se observó
un aumento progresivo en el número de casos en los que se aislaba
Chlamydia tracbomatis del líquido peritoneal. 329
CLÍNICA GINECOLÓGICA
l*it rearción frénica en ginecología
trabajo dk la clínica ginecológica
DEL PROF. ENRIQI'K l'OUK*
ÜE MONTEVIDEO <K. O. DEL O.)
»**.•»; kl
Or. CARLOS STA.IAVO
I COL* I* >R A CIO* IMUKCTAI
Trabajo sobre “ reacción frénica”, publicado en la Revista Médica (Buenos
Aires), 1920.
329
Muller Schoop, J. W., Wang, S. P., Munzinger J. et al. Chlamydia tracbomatis as a
possible cause of peritonitis andperiheptitis inyonng women. Br MedJ, 1978, 1:1002-
1004.
376
Ricardo Pou Ferrari
Con respecto a la anatomía quirúrgica del síndrome de Stajano,
nos caben dudas de si, lo que entonces describió y cuya etiología
microbiana dejó bien establecida, se corresponde o no con los ha¬
llazgos consignados por los norteamericanos. En efecto, la lectura
cuidadosa de las comunicaciones de Stajano, en particular de la
segunda, revela la puntillosa observación de las modificaciones en el
aspecto de la serosa peritoneal, en los diferentes pisos de la cavidad
abdominal y en los distintos momentos evolutivos. Un observador
tan atento como Stajano, que focalizó su atención sobre el asunto
desde 1920, no habría dejado de observar las cuerdas de violín , al
menos en forma alejada y como secuelas de la inflamación perito¬
neal responsable de la reacción frénica, teniendo en consideración
su prolongadísima actuación posterior como cirujano ginecológico
y general, que se extendió por más de cuarenta años. Quienes, en la
práctica de un número ciertamente inferior al de las intervenciones
que haya podido efectuar el insigne profesor compatriota, hemos
observado la frecuencia y la apariencia característica y manifiesta de
las adherencias filiformes Ínter hepato frénicas durante laparosco-
pías efectuadas por diversas indicaciones, no podemos menos que
plantear que, probablemente, los síndromes de Stajano y de Curtis-
Fitz Hughs sean próximos pero no idénticos.
377
Capítulo XXIX
1921
Segundo Congreso Médico
Nacional
D urante la presidencia de Baltasar Brum, entre 1919
y 1923, y especialmente durante las de José Serrato
(1868-1960), entre 1923 y 1927 y Juan Campisteguy
(1859-1937), entre 1927 y 1931, la ortodoxia batllis-
ta, intacta en el primero, se fue diluyendo en los dos siguientes. Por
cierto que, si bien Batlle sería todavía por dos veces presidente del
Consejo Nacional de Administración (1921 y 1927), su influencia
también iba decreciendo. Esta fue la etapa de la República conserva¬
dora , como la designan algunos historiadores actuales. Tuvo lugar la
escisión del riverismo primero (acaudillado por Pedro Manini Ríos
[1879-1958]), del vierismo después (Partido Colorado Radical ) y
por último del sector liderado por Julio María Sosa (1879-1931).
Con el fallecimiento, bastante inesperado, de Viera en 1927, de
Batlle en 1929 y de Sosa en 1931, se produjo un cierto vacío dentro
379
El Profesor Enrique Pouey y su época
del Partido Colorado, que dejó abierto el camino a Gabriel Terra
(1873-1942), que sería el nuevo Presidente a partir de 1931.
En 1921, antes de partir con destino al hemisferio norte, para
asistir por primera vez, en carácter de Fellow, a un Congreso del
American College of Surgeons, Pouey participó, conjuntamente con
sus discípulos, en el Segundo Congreso Médico Nacional. Puede de¬
cirse que en ese momento la escuela ginecológica uruguaya, al igual
que casi todas las demás ramas de la medicina, se hallaba en su
plenitud. Al mismo tiempo, la Asistencia Pública estaba por alcan¬
zar el objetivo en cuanto a la edificación y organización de centros
de salud, generalistas o especializados, tanto en la Capital como
en el interior. Su trabajo en conjunción con el Consejo de Higiene
Pública , y la Facultad de Medicina, había logrado una armonía, que
luego de muchos años, comenzaba a dar sus frutos.
Los ginecólogos -los obstetras lo harán por su cuenta y por
separado- presentaron en dicha reunión trabajos que traducían ex¬
periencia clínica, al tiempo que se destacaba en ellos la importancia
de la misión social, tan notoria en ginecología, y que es uno de los
rasgos históricos distintivos de la medicina uruguaya en su conjun¬
to.
El Maestro Pouey, casi convertido en “ cancerólogo ginecológico”,
hace una presentación sobre el tratamiento del cáncer de cuello ute¬
rino, en base a sus observaciones clínicas. No deja ésta de sorpren¬
der por la pobreza de los resultados en términos de sobrevida, aun¬
que seguramente tiene la importancia de mostrar la introducción y
perfeccionamiento de una técnica -la curieterapia- que, aplicada a
casos avanzados, permite solucionar temporalmente algunas com¬
plicaciones tardías de la enfermedad, que antes hacían más lamen¬
table el fin de la existencia de estas enfermas. Toma sus casos de
las pacientes de la práctica privada, lo que da idea que el servicio
hospitalario, que aún tardaría más de un año en abandonar la Sala
Santa Rosa, dejaba mucho que desear, pese a las donaciones hechas
380
Ricardo Pou Ferrari
por Pouey y a la dedicación de éste y sus discípulos en su atención.
Señala que en mayo de 1917 había presentado una comunicación
ante la Sociedad de Obstetricia y Ginecología de Buenos Aires, acer¬
ca del mismo asunto. En ella hacía notar que “ entre las enfermas
tratadas, ocho sobrevivían ’, a lo que agrega ahora que “de esas ocho,
seis sobreviven aún, sobre cuatro años después de esa época \ Seguimos
asombrándonos de la pobreza de las cifras, que no lograban sin em¬
bargo atenuar el entusiasmo de los ginecólogos de entonces, acos¬
tumbrados, desde la época heroica de la cirugía, a ofrecer lo que
podían a sus pacientes, para lograr los mejores resultados posibles,
aunque estos fueran muy decepcionantes, vistos en términos ab¬
solutos. Describe la técnica seguida, consistente en crear una cavi¬
dad, por medio del curetaje de la masa tumoral, que se llena luego
con pasta de Canquoin (mezcla cáustica, compuesta por cloruro de
zinc, 32 gramos y harina de trigo, 64 gramos). Pasados diez días,
se efectúa la aplicación del radioelemento por espacio de 24 horas,
que se repite cada dos o tres meses, intercalando la colocación de la
pasta e inyecciones intravenosas de selenio coloidal (supuestamente
empleado entonces como antiséptico; hoy conocemos bien sus efec¬
tos tóxicos). Se practicaban biopsias sistemáticas, para lo cual hasta
el momento contó con la colaboración de Juan Pou Orilla. Luego
del traslado del Servicio al Hospital Pereira Rossell, tendrá el apo¬
yo de una sección de anatomía patológica, a cargo de un Profesor
Agregado de la materia, Carlos María Domínguez, que se hará, con
el pasar del tiempo, un histopatológo especialista en oncología gi¬
necológica.
En casos de cáncer o “adenoma sospechoso” del cuerpo uteri¬
no, emplea sólo radium o este recurso y operación, o viceversa.
Cierra el trabajo con una frase que define bien cómo el radium
ha pasado a formar parte del armamentarium del cirujano -más
específicamente del ginecólogo- quien es el encargado de realizar
los tratamientos y lo utiliza a la par que cualquier otro recurso de
la cirugía tradicional: “En la actualidad es tan necesario al ginecólogo
conocer la técnica radiumterápica del cáncer genital, como la técnica
quirúrgica ’. En los siete años siguientes, al menos en lo que a tra¬
tamiento del cáncer de cuello se refiere, la cirugía oncológica del
381
El Profesor Enrique Pouey y su época
cuello uterino fue perdiendo jerarquía, lo que también sucedería en
los primeros centros europeos como fue el caso del Radiumemmet
de Estocolmo ya que los resultados de la curieterapia eran, compa¬
rándolos según estadios evolutivos, mejores que los de la cirugia y,
mientras ésta seguía teniendo una mortalidad relativamente elevada
del 10%, la primera no alcanzaba al 2 %. Por supuesto que la adop¬
ción de estos criterios es asunto delicado, ya que implica una muy
fiel estadificación de los casos, el empleo de procedimientos estan¬
dardizados, en manos de especialistas muy adiestrados, apreciacio¬
nes que también caben con referencia a la cirugía. A medida que los
diagnósticos fueron más precoces, en la década de los ’40 y ’50, a
impulso de la escuela norteamericana, británica y para Sudamérica,
de la Argentina, se reintrodujo la cirugía, que se combinó con la cu¬
rieterapia pre o post operatoria. A partir de cierto momento, al me¬
nos en nuestro medio, esta última terapéutica quedó en manos de
los radioterapeutas, que en ocasiones procuraron dominar el asunto
desplazando a los ginecólogos. Esto no sucedió en el país vecino,
donde estos últimos continuaron cultivando con gran competencia
-como lo habían hecho sus maestros a comienzos del siglo XX- la
cirugía oncológica o radical.
Un segundo trabajo, también de Pouey, tiene que ver con la
aplicación del radium a patologías ginecológicas no neoplásicas,
que hasta el momento habían sido de difícil solución. “ Cuando se
han agotado los medios de diagnóstico y se ha tratado sin éxito una me-
trorragia persistente e importante, el radio permite suprimir el síntoma.
En algunas observaciones personales el radio se ha mostrado superior a
cualquier otro medio terapéutico ”. En ciertos casos la curación pue¬
de lograrse luego de una única aplicación, por más que se trate de
sangrados que no habían podido ser cohibidos “ con todo un arsenal
terapéutico ”. Entre las afecciones benignas, el radium puede ser útil
en el tratamiento de los miomas.
382
Ricardo Pou Ferrari
Enrique Pouey, por Miciano (cedida por el Prof. Mañé Garzón).
Describe la técnica utilizada. Observa que la reducción de la
hemorragia había sido inmediata. Los síntomas de insuficiencia
ovárica son poco intensos en casos de “ menopausia radica (esta
comprobación no está refrendada por las observaciones actuales,
dependiendo, como antes fue dicho, de la edad, así como de la
dosis y de la topografía de los focos de radium; en algunos casos se
hace, en forma previa al tratamiento, la reubicación quirúrgica de
los ovarios, con la finalidad de sacarlos del campo de acción de las
radiaciones). “ Sobre 60 irradiadas, una sola murió después de la ope¬
ración, que se hizo necesaria por la ineficacia del radium; se trataba de
un fibromioma pediculado que se esfaceló en una enferma que no pudo
383
El Profesor Enrique Pouey y su época
vigilarse debidamente por residir en campaña ’ (esta es una contrain¬
dicación formal, por la alta probabilidad de infección consecutiva;
actualmente, aún disponiendo de antibióticos potentes, la misma
suele observarse, si los mismos son intracavitarios, a consecuencia
de la necrosis de dichos tumores por microembolización de las arte¬
rias mediante minipartículas de calibre estandardizado).
En una tercera comunicación al Congreso, el Maestro refiere
brevemente, las conocidas medidas de profilaxis del cáncer gine¬
cológico, desarrolladas desde 1917 a través de la fundación de la
Liga y especialmente, luego de 1919, de la Comisión de Lucha con¬
tra el Cáncer Uterino , bajo la dependencia de la Asistencia Pública
Nacional.
Entre los discípulos que aportan contribuciones vinculadas con
el cáncer, está Miguel Becerro de Bengoa quien se refiere a la curie¬
terapia y los cánceres del útero. 330 Hace la historia de la curieterapia
en la Clínica Ginecológica de la Facultad de Medicina a partir de su
introducción en 1914, distinguiendo dos etapas: la primera, cuan¬
do se aplicaban altas dosis (2400 miligramos/ hora en 24 horas,
llegando a veces hasta 4500); y la segunda, ‘desde mediados de 1917
hasta fines de 1919 en la Clínica Ginecológica y hasta el momento de
redactar el trabajo en la clientela particular, con dosis bajas, basada en
la experiencia del español Nicolás Recasens Agrega a eso la utilización
de un aparato de su invención, “el dreno permanente de plata”.
Relata además su experiencia en el tratamiento con radium de
enfermas embarazadas, tópico sobre el cual publicó un trabajo con
Luis P. Bottaro.
Refiere las siguientes anécdotas, de innegable valor histórico-
médico ya que muestra la fe ciega al recurso que casi no se conoce
(resabios de la mentalidad mágica): “Hacepróximamente 9 años, a
fines de 1912, siendo yo asistente del Sanatorio del profesor Howard
Kelly en Baltimore, Estados Unidos, Rey del radium en el mundo y uno
de los más afamados cirujanos de la actualidad, debido a los intensos
fríos de aquel país, 16y 18 grados bajo cero con frecuencia, tuve una
330 Becerro de Bengoa, M. Curieterapia y cánceres de la matriz, II Congreso Médico
Nacional, 1922, pág 277-335.
384
Ricardo Pou Ferrari
fisura del labio superior que durante algunos días tomó aspecto sospe¬
choso, que llegó a preocuparme. Para salir de mis dudas, le pedí opinión
a Kelly, el que, ante mi sospecha de que pudiera ser un epitelioma,
me dijo «no tema, esperemos unos días, si diagnosticamos eso, yo me
comprometo a curárselo en una semana...» Tal era la fe que hace ya 8
años tenía el eminente sabio americano sobre las virtudes curativas del
radium”.
Cita seguidamente a Dóderlein, en la afirmación de que “el
papel del bisturí en el tratamiento del cáncer uterino ha pasado”
Quizás lo más interesante es la discusión que se plantea a con¬
tinuación, porque demuestra, -como lo afirma Stajano años des¬
pués- que en la Clínica de Pouey la verdad prevalecía sobre todo
otro valor, razón o emoción; que cuando surgía un enfrentamiento
académico, no se consideraba agravio la discrepancia de opinión.
Se percibe por estos comentarios que el Profesor era no sólo quien
arbitraba asuntos técnicos, sino también en los de índole meto¬
dológica, enseñando que la observación personal de los casos era
el único recurso para el buen clínico, sin caer en teorizaciones ni
verbalismos. En esta atmósfera interviene Pouey, con cortesía y sua¬
vidad, pero a la vez con autoridad y ánimo de “corregir dulcemente ”
como gustaba él decir:
“Debo señalar de entre las largas consideraciones teóricas que
acaba de hacer el doctor Becerro de Bengoa, una inexactitud que me
interesa personalmente corregir.
No es exacto que antes que se aplicara en la Clínica Ginecológica
a mi cargo la técnica radiumterápica del doctor Becerro, del doc¬
tor Becerro digo y no la técnica de Recasens, tal como había sido
aceptada entre ambos. No es exacto que las aplicaciones se hicieran
vaginales.
Por el contrario, la mayor parte se hacían intrauterinas y sólo
se hacían vaginales cuando la lesión progresaba hacia la vagina.
Para demostrar la superioridad de la técnica por él seguida,
sería necesario probar que las enfermas en el período 1917-19 cura¬
ban mejor que antes y después de ese período. Los hechos observados
por nosotros en la misma Clínica prueban todo lo contrario. Si el
385
El Profesor Enrique Pouey y su época
doctor Becerro me hubiera hecho el honor de oír mi comunicación
en la que desecando elucubraciones me limitaba a exponer descrip¬
ción de lesiones, técnicas empleadas en cada enferma y residtados
bien controlados, hubiera visto sin duda que se obtienen resultados muy
apreciables con la práctica que seguimos de años atrás, la que obedece a
ciertos principios que emanan del estudio concienzudo de las propiedades
del radio y de su acción sobre las lesiones cancerosas uterinas.
Sin ser maravillosos esos resultados —somos los primeros en de¬
sear que sean mejores— es evidente que son superiores a los que se
obtuvieron en la Clínica con la aplicación de la técnica del doctor
Becerro.
Todo lo observado muy de cerca por nosotros en nuestras enfer¬
mas, nos lleva a dar preferencia a la técnica que utiliza 100 a 150
mgr de radio —a veces 200— durante 24 horas.
Estoy en desacuerdo con muchas de las afirmaciones del doctor
Becerro. No las rebatiré, no hay tiempo ni interés en hacerlo; las
actas se publicarán y cada uno podrá apreciar según su criterio
A las observaciones anteriores se agregan las de Mario Simeto,
miembro del Instituto de Radiología y vinculado a Pouey desde muy
joven, que se adhiere a lo expresado por el Profesor.
Con igual contundencia, Luis P. Bottaro manifiesta su adhesión
a la técnica empleada en la Clínica Ginecológica, “ dosis grandes y es¬
paciadas, de 150 mgs. ”y remata su intervención del siguiente modo:
“He ensayado el otro tratamiento de Recasens y lo abandoné, como el
propio autor lo ha abandonado”.
Becerro replica diciendo que las refutaciones no son válidas
pues “tenía en la mano todas las historias clínicas, que demuestran
los óptimos resultados alcanzados por la técnica que he descripto y que
no he leído en obsequio a la asamblea . No sin razón, afirma que “al
congreso se han presentado casos aislados, pero nadie ha presentado esta¬
dísticas, que es lo único que prueba la bondad de una técnica .
386
Ricardo Pou Ferrari
El mismo autor presenta la propuesta, que ya había esbozado
en distintas oportunidades, de clasificar estadios evolutivos por los
casos de cáncer de cuello uterino, estableciendo una escala , 331
CANCERES DEL CUELLO UTERINO
CLASIFICACION O ESCALA DE GRAVF.OAO
CemporaoAn dt lo «Kola uruguaya da Bcctiro 1*17 y lo d. lo Sociedad d* lo* Ñoclo»»»*. 1937
Comparación entre la estadificación propuesta por Becerro de Bengoa (1917)
y la de la Sociedad de las naciones, de Ginebra (1929).
El criterio de mayor exactitud para clasificar los tumores, dis¬
ponible hasta ese momento, era en dos grupos, según los progresos
que hubiera hecho la enfermedad: operables e inoperables.
En función de los puntos anatómicos de referencia existentes
en la pelvis femenina, a saber, cuerpo uterino, orificio del cuello,
porción vaginal del cuello, fondos de saco, tejido celular pelviano,
pelvis ósea, vejiga y recto, se puede:
“Establecer con bastante aproximación la siguiente «Escala de
invasión», casi sinónimo de gravedad, en orden creciente y que se
esquematiza en los grabados que con los correspondientes números
se insertan:
Primer grado: cáncer vegetante del cuello; incipiente.
Segundo grado: cáncer infiltrante del cuello; incipiente.
Tercer grado: cuello invadiendo algún fondo de saco lateral.
331 Becerro de Bengoa, M. Cáncer de útero. Clasificación y escala de invasión. //Congreso
Médico Nacional, TI: 444 - 452.
387
El Profesor Enrique Pouey y su época
Cuarto grado: mello invadiendo los dos fondos de saco laterales.
Sexto grado: mello invadiendo todos los fondos de saco.
Séptimo grado: cuello infiltrando hasta la pelvis.
Octavo grado: cuello perforando la vejiga.
Noveno grado: mello perforando el recto.
Décimo grado: cuello perforando vagina y recto”.
Una vez más, la discusión no resulta nada estimulante para el
autor, ya que el Profesor afirma que:
“La escala de gravedad es poco práctica, pues obliga a un es¬
fuerzo de memoria largo y complicado, y además no están compren¬
didos en ella todos los factores de gravedad, por ejemplo, las metás¬
tasis ganglionares que en los casos incipientes son índice de mucha
gravedad y que no figuran en la escala”.
Carlos Stajano agrega que encuentra dos objeciones serias
a la escala de Becerro:
“1) que en ella todas las infiltraciones son consideradas como
neoplásicas, no teniéndose en cuenta para nada las de origen infla¬
matorio, muchísimo más benignas. 2) En la escala tampoco se tiene
en cuenta la naturaleza histológica del tumor y por esa falla, el cán¬
cer infiltrante, que es un cáncer muy grave desde el comienzo, apa¬
recería en los números inferiores de la escala, mientras que el cáncer
vegetante, que es más grande, pero más benigno, aparecería en los
últimos números como si fuera muy grave. Cree que la escala podría
servir para indicar la extensión de las lesiones y no la gravedad”.
Luis P. Bottaro está de acuerdo con las objeciones formuladas,
ya que es:
“Muy importante distinguir si una infiltración es neoplásica
o inflamatoria, porque su gravedad es muy diferente, cosa que no
se hace en la escala propuesta. Cree que es necesario especificar si el
tumor es de tejido cilindrico o estratificado. Se declara partidario
de la descripción de las lesiones por el espécido y el tacto vaginal
388
Ricardo Pou Ferrari
y rectal, que son los únicos que pueden dar una idea exacta de la
gravedad del proceso
No obstante este clima adverso de nuestros principales clínicos,
a partir de 1929, la Sección Medicina de la Sociedad de las Naciones
y más tarde la Federación Internacional de Sociedades de Ginecología
y Obstetricia , basándose en el trabajo de destacados cancerólogos
ginecológicos europeos, elaboraron una clasificación, que no difiere
en lo esencial de la de Becerro de Bengoa, más que por estar com¬
puesta por menor número de grados o estadios, ya que se incluyen
dentro de algunos de estos últimos, más de uno de los de la prime¬
ra. Becerro de Bengoa reivindica años después su idea y muestra, en
forma gráfica, las correspondencias entre las dos clasificaciones.
Como aporte al procedimiento del vaciamiento conoideo de
su maestro, Becerro de Bengoa presenta una técnica para efectuar
el punto hemostático, que luego será conocida entre los cirujanos
uruguayos como la “jareta de Becerro ’ y ampliamente usada. 332
Del siguiente modo la describe:
“Después de hecha la resección del cuello y mucosa que se desea
extirpar, se pasa un punto por debajo de la mucosa en forma de
jareta. Hecho esto se colocan los dos puntos de Bonney; se cierra
después la jareta y una vez replegada, se hace tracción del punto de
Bonney. De esta manera, se invierte la mucosa completamente. No
queda en estas condiciones ninguna superficie cuenta expuesta a la
vagina, la hemostasis es perfecta, puesto que la compresión se hace
por igual en toda la circunferencia y la arquitectura del útero se
modifica muy poco. El punto circular debe hacerse con catgut grueso
y los puntos de Bonney con crin. Pueden hacerse también con catgut
crómico de larga reabsorción. Una vez terminado todo se coloca el
tubo de drenaje y tunelización del orificio. De este modo no es necesario
sacar puntos”.
332 Becerro de Bengoa, Miguel. Vaciamiento cervical. Punto circular. II Congreso Médico
Nacional Pág- 336-339.
389
El Profesor Enrique Pouey y su época
De las disidencias entre los más notorios representantes de la
escuela ginecológica y Becerro, puede emerger el interés por hacer
una interpretación de la personalidad de este último. Este peculiar
hombre de gran porte físico y que parecía cultivar una imagen me¬
nos atildada que la de sus colegas, se comportaba, más que como un
clínico -que en definitiva esa era la médula de la formación recibida
en escuela de Pouey- como un creativo o como una especie de ar¬
tista o artesano, diseñador de artilugios y aparatos, tanto para uso
clínico terapéutico como higiénico sanitario, (como la “ bombilla
higiénica ’ o el “ termógrafo portátil’ ); y de instrumentos quirúrgicos
(el “ porta-campos separador ”, el “ poncho uterino ”), o para evitar las
muertes en ocasión de los naufragios {“la navegación gemela”), etc.
En definitiva, fueron varios sus aportes, productos de una gran ima¬
ginación, como correspondía a un pintor y caricaturista (profesor
del Círculo de Bellas Artes), escritor y periodista. Aparentaba estar
más motivado por la creatividad también en el campo médico, hi¬
giénico y sanitario, así como en el no muy definido gran campo de
la medicina social, inaugurada en el final del siglo XIX largo. Una
personalidad de estas características, de estos intereses, de esta sen¬
sibilidad, ¿acaso podía adecuarse a un trabajo clínico, patológico y
terapéutico quirúrgico sistemático?
Otro de los asuntos que la escuela ginecológica uruguaya en¬
cara (a punto de partida en la tesis de doctorado elaborada en París
por su fundador en 1888 y proseguido en la actividad de la policlí¬
nica que éste precozmente organizó a cargo del dermato sifilógrafo
Antonio Rodríguez, así como en conferencias y artículos) es el de
las enfermedades venéreas. Pouey se refiere a un tema, que ya había
tratado ante la Sociedad de Medicina de Montevideo en 1917, el de
la profilaxis de la gonorrea y la importancia de la uretritis latente del
hombre. Con su habitual sencillez, advierte que:
“Al obligar a escuchar la lectura de un largo trabajo, atentaría
contra vuestra libertad, pues no quiero pensar que os libertaríais
huyendo hacia las regiones del ensueño mientras os hablara. No
cometeré, pues, el atentado; seré breve, sumamente breve”.
390
Ricardo Pou Ferrari
Por esta razón procura resumir las enseñanzas sacadas de su
extensa experiencia. Con sentido del humor, agrega:
“Pienso hacer una publicación ulterior. De este modo respeto
vuestra libertad: podréis leer el trabajo si os interesa y si no lo con¬
servaréis asimismo en la cabecera de la cama para que os ayude a
conseguir el sueño cuando el insomnio os impaciente”.
Sintetiza sus consejos del siguiente modo, haciendo gala de es¬
píritu sintético y docente a la vez:
“I o ) A los médicos diré: pensar en el marido cuando una mujer
presente flujos vaginales persistentes; practicar el examen microscó¬
pico del cuello, principalmente el de los filamentos de la orina en
el esposo, así como —siendo necesario- el examen de los cultivos de
esperma”.
A continuación, algo que todavía tiene relativa validez en la
clínica:
“Parece extraño que, al tratar de curar una infección en la
mujer, no se piense en el factor principal que provoca y mantiene
esa infección, factor que viene a esterilizar todo esfuerzo terapéutico
farmacológico y biológico, de resistencia vital, de defensa orgánica y,
sin embargo, no se piensa”.
Y en cuanto catedrático de la Facultad de Medicina, emite el
siguiente juicio que involucra la calidad de la formación de los pro¬
fesionales;
“No condeno a la pena capital a los delincuentes de esta omi¬
sión porque yo he hecho como ellos; restdtado de nuestra educación
médica un poco esquemática por más que desde siempre se proclame
el más vale prevenir que curar. El médico debe, pues, tomarse el
trabajo de examinar al esposo y tratar de conquistarlo para qtie sea
un colaborador eficaz en la cura; de explicarle en detalle los diversos
391
El Profesor Enrique Pouey y su época
medios que pueden emplearse para suprimirlo como agente de con¬
tagio, ya que no es posible hacerlo como marido”.
Continúa así sus breves consilia:
“2 o ) A los urólogos diré: Yo veo graves lesiones, vulvovaginitis,
metritis, anexitis, peritonitis, que demasiado a menudo conducen a
la esterilidad; todo ello provocado por esa infección ignorada mari¬
tal, despreciada, desgraciadamente, no sólo por los enfermos.
Insistan en curar esas infecciones, no permitan el coito franco
sino cuando las múltiples investigaciones hechas en el enfermo per¬
mitan creer que el contagio es improbable. Asimismo sigan teniendo
en observación a esos enfermos por un tiempo variable, según el
caso”.
Finaliza:
“3 o ) A los cirujanos, digo: que vean antes de proponer trata¬
miento por demás radical, si el esposo no es el causante —por sus
inoculaciones repetidas— de la metritis juzgada incurable, tal vez
porque no se ha visto la verdadera causa de la prolongación del
proceso.
4 o ) A los cónyuges: al esposo o futuro esposo, decirle que el puede
labrar la desgracia de su mujer en el mismo momento en que él se
siente muy feliz. Recomendarle solicite antes de casarse, un examen
completo de su salud, especialmente de su salud genital; después
que le diga a su cliente, ya que el médico no puede constituirse en
profesor de moral, que le diga que estaba equivocado aquel paisano
al decir y al pensar que él —el paisano— iba a seguro porque siempre
había andado sólo con sirvientas. Qtie trate de ser monógamo.
A la esposa: que no desmide los corrimientos vaginales, sean
mucosos, serosos, purulentos o sanguíneos, que trate de instruirse
prácticamen te ”.
Aplicándolos todos con continuidad en el esfuerzo, estoy seguro
que mejorará enormemente la profilaxis de las enfermedades geni¬
tales transmitidas”.
392
Ricardo Pou Ferrari
En el mismo sentido que el anterior, apunta el trabajo de
Salvador Pintos, que lleva el sugestivo título de Gonococcia Social 333
Comienza por plantear “el problema de la prostitución clandestina
[...], la necesidad de educar a las prostitutas reglamentadas [...], la
importancia de la “educación del pueblo, sin distinción de clases ni
sexos, constituyendo la profilaxis individual y sociaF. Pasa a conside¬
rar luego los diferentes métodos concretos de profilaxis (“ métodos
de barrera, sustancias antisépticas, antes y después del coito: nitrato
de plata, bicloruro de mercurio, sublimado, permanganato de potasio,
calomel”). Vuelve sobre un asunto social, a tener en cuenta por par¬
te de las mujeres: “ combatir la ignorancia y el exceso de confianza” .
Finalmente, al igual que antes lo hacía Pouey, aborda el asunto de
las gonococias latentes, “ tanto en la mujer como en el hombre, la gota
militar”, y hace referencia al famoso Noeggerath, a propósito de “la
necesidad de ilustrar como corresponde a las gentes” . No deja de pro¬
poner “la creación de un hospital especial para venéreos”.
No es posible dejar pasar la ocasión sin mencionar que en este
mismo congreso, Paulina Luisi, en cierto modo también discípula
de Pouey, presentó un largo informe sobre educación sexual, que
dio lugar a una refutación improvisada, pero no menos prolija y
concienzuda, de Juan B. Morelli, siendo ésta la primera ocasión en
que este notable médico compatriota se manifiesta públicamente
como católico, ya que hasta entonces había militado en filas del
positivismo materialista, tan propio de su generación.
Un nuevo asunto que vinculará por largo tiempo a la ginecolo¬
gía con la jurisprudencia y la moral, es el del aborto provocado. Ya
en el Primer Congreso Médico Nacional, en 1916, Augusto Turenne
había presentado el relato oficial sobre el “ aborto criminaF , votán¬
dose afirmativamente por unanimidad las medidas que dicho au¬
tor proponía para luchar contra ese grave problema social. En esta
ocasión, Miguel Becerro de Bengoa, hace su aporte al respecto, 334
en una elaboración intelectual en la que propone una ley que esta¬
blezca:
333 Pintos, Salvador. Gonococcia Social. II Congreso Médico Nacional, T II: 57-68.
334 Becerro de Bengoa, Miguel. El aborto criminal y la ley. II Congreso Médico Nacional,
1921, tomo 1:397-444.
393
El Profesor Enrique Pouey y su época
“l)La obligación de los hombres para con sus hijos naturales
nonatos como las tienen para con sus hijos nacidos; si no la cumplen,
habrá penas severas. 2) De ese modo se trata de evitar la trampa que
sigue a la ley. 3j Se prevén y condenan los abusos por parte de las
mujeres que quisieran sacar provecho de la ley. 4) Se castiga la in¬
citación al aborto: para las casadas se dificulta el aborto, no siendo
por indicación médica plenamente justificada y se prevé y castiga
el posible abuso de los médicos que, amparados por la ley, pudieran
excederse como lo hacen ahora, escudados en el títido. Con diploma
y con ley, el médico será condenado. Los que abusan así son muy
numerosos, por de pronto desconfiad de los que se alteren o indignen
al leer estas reflexiones. Todos los malvados por serenos que sean,
tiemblan cuando se habla de la guillotina”.
El propio Becerro publica, también en 1922, el artículo Gotas
amargas, el aborto criminal y la ley. En oportunidad de discutirse
la enmienda al Código Penal de 1934 que había despenalizado el
aborto provocado, Turenne da a conocer numerosos trabajos, más
bien cercanos al abolicionismo en la materia, línea en la que conti¬
nuará escribiendo durante años. En ocasión, Pou Orfila se muestra
en una posición contraria, en su folleto Los problemas del aborto
contra natura y la lucha antiabortiva, de 1936. Otros médicos, con
militancia religiosa, aunque no ginecólogos ni discípulos de Pouey
-quien no emitió opinión sobre el particular- plantean sus ideas,
ya sea en el Parlamento o en folletos y libros, como es el caso de
Morelli, Alejandro Gallinal y Salvador García Pintos.
Finalmente, algo que no parece tener estrictamente que ver con
la ginecología, pero será aplicado en la organización de los archi¬
vos de historias clínicas y preparaciones anatomopatológicas, tanto
en el Pabellón de Ginecología como en el Instituto de Curieterapia
Ginecológica, son los trabajos de Becerreo de Bengoa sobre sistemas
de organización de bibliotecas y archivos. En el primero, 335 estable¬
ce:
335 Becerro de Bengoa, M. Nuevo sistema de organización de bibliotecas. II Congreso
Médico Nacional, T I: 134-137.
394
Ricardo Pou Ferrari
“Las formas conocidas de organización de bibliotecas adolecen
de defectos que, sin ser de gran importancia, no pueden pasar inad¬
vertidos. Es teniendo en cuenta esos defectos, que enumeraremos más
adelante, que he resulto aplicar mi sistema denominado Fichero
Universal, a la ordenación de las bibliotecas. En este sistema se su¬
primen los números en absoluto y se usan las letras para la designa¬
ción de salas, estantes, anaqueles y libros. El sistema se basa en el
método de abscisas y ordenadas, o sea, columnas y filas, cada una se
marca con una letra del alfabeto y las filas en la misma forma [...]
En cada una de las casillas hay un libro que se divide en 26 cuader¬
nos cada uno, marcado con una letra del alfabeto, y cada cuaderno
tiene 26páginas, marcadas igualmente con las mismas letras. Así
resultan 676casillas y cada una con un libro de 676páginas, o sea
256.976 combinaciones distintas de cuatro letras cada una”.
En cuanto al segundo asunto 336 el autor propone la adopción
del Fichero Universal, “que es rápido, práctico y científico En el mis¬
mo:
“se destina una página entera para cada enfermo, donde se
anotan todos los datos. Cada caso se identifica por una seña distin¬
ta formada por 4 letras, dos los da el mueble y dos el libro(...) El
mueble completo consta de 26 columnas y 26 filas que dan como
resultado 676 casillas, cada una con un libro. Cada uno de los
libros consta a su vez de 26 cuadernos, marcados con las 26 letras
del alfabeto, menos la Lly la ñ y cada cuaderno tiene 26páginas
marcadas en la misma forma. De esta manera cada enfermo está en
una página y tiene una seña formada por cuatro letras: la primera
indica columna, la segunda fila la barra, la tercera, el cuaderno y
la cuarta la página.
Cada enfermo nuevo es anotado, sin tener en cuenta sus ini¬
ciales, en la página en blanco del cuaderno. Luego se le pasa al
índice dividido en 26 cuadernos y cada uno en 26 grupos, ambos
marcados con las 26 letras indicadas. Si el enfermo trae su seña el
índice es innecesario, se va directamente al libro de historias. Si se
tiene necesidad de describir mucho puede usarse la carpeta en lugar
336 Becerro de Bengoa, M. Organización de archivos médicos y hospitalarios. II Congreso
Médico Nacional, T I: 240-244.
395
El Profesor Enrique Pouey y su época
de la hoja del libro y en ella se ponen todos los documentos. Entonces
se usa el mueble que contiene 26 grupos de carpetas y cada grupo 26
carpetas, todas marcadas con las letras del alfabeto. ”
Para comprender mejor la amplitud de los intereses del autor
que venimos considerando, nos detendremos en otras dos contri¬
buciones, entendibles quizás por su prolongada actuación como
miembro del Consejo de la Asistencia Pública Nacional (A.P.N). El
primer trabajo se refiere a la “ineficacia de la lucha contra la tu¬
berculosis ” 337 , el segundo versa sobre los “problemas de la Asistencia
Pública nacionaF , 338
Este último es muy interesante como estudio crítico, que, de
haberse tenido consideración oportunamente, hubiera podido me¬
jorar sustancialmente la eficiencia de tan importante como pesada
institución. El primer problema que señala es “la centralización,
cuya solución sería el proyecto, nunca estudiado, de la autonomía de¬
partamental hospitalaria”, el segundo son “los recursos insuficientes
para el número de enfermos, y un número de enfermos excesivamente
alto (4261) para la población de Montevideo (367.000)”. El tercer
problema es “la generosidad de la Ley, que propone asistencia gra¬
tuita a los indigentes, sin que se investigue demasiado ésta condición.
Excepcionalmente se impone el reembolso a quien puede pagar”.
Propone algunas soluciones, entre ellas, la conversión del
Hospital Vilardebó en un hospital general, lo que ya había plantea¬
do, sin respuestas, en 1918. Paralelamente sugiere la construcción
de un “hospital psiquiátrico y colonia de alienados ” (ésta última ya
había sido puesta en marcha por Santín Carlos Rossi en 1912).
Destaca la necesidad de una distribución geográfica de los enfermos
en la ciudad de Montevideo: “elHospitalMacielen la ciudad vieja; el
Hospital Pasteur en la Unión (en construcción) y el Hospital Policlínico
en el Reducto; formarán los tres, un triángulo equilátero dentro de la
planta urbana, abarcando los núcleos de mayor población”.
337 Becerro de Bengoa, M. Ineficacia de la lucha mundial contra la Ttiberctdosis. La fór¬
mula de la victoria (En comprimidos y esquemas). Montevideo, II Congreso Médico
Nacional, 1922, T II: 27-34.
338 Becerro de Bengoa, M. Los problemas de la Asistencia Pública. Montevideo, II Congre¬
so Médico Nacional, Montevideo, 1922, Tomo II, págs 169-231.
396
Ricardo Pou Ferrari
Propone la modificación de la disposición reglamentaria por la
que los integrantes del Consejo duran tres años en sus funciones y
cesan simultáneamente.
Dada la sobrecarga que significa la asistencia de enfermos ex¬
tranjeros, el Estado habría de “prohibir la entrada al país, de personas
enfermas, que no cuenten con los recursos necesarios para su asistencia
privada, haciendo saber a todos los países y empresas navieras que serán
devueltos a su puerto de origen todos los pasajeros que se encuentren en
esas condiciones, corriendo los gastos por cuenta de las mismas empre-
yy
sas... .
Apunta el problema que implica el traslado de enfermos de
campaña a Montevideo, con los gastos consiguientes; lo que debería
hacerse sólo con “aquellos que ajuicio de los médicos de la Asistencia
Pública Nacional establecidos en campaña, no puedan ser convenien¬
temente asistidos en sus departamentos o zonas hospitalarias. La ley da
derecho de asistencia gratuita a los pobres, pero no da, ni puede dar,
derecho a elegir médicos y hospitales”.
Dice que “debería implantarse un seguro de asistencia para el
servicio doméstico” , así como la pérdida de los derechos en casos de
enfermos “irrespetuosos, insubordinados o inmorales”.
Considera que es preciso racionalizar el ingreso de personas al
Asilo de Inválidos y Crónicos.
Estima que la Asistencia de Urgencia, establecida en 1913, ha
contribuido a aumentar los gastos, por el sobre dimensionamiento
que ha adquirido dicho servicio.
Otra de las razones del desfinanciamiento de la Asistencia
Pública Nacional -afirma Becerro- es el mal funcionamiento y de¬
fectuosa administración de las Policlínicas.
La Escuela del Hogar que funciona en el Asilo Piñeyro del Campo
no puede pesar por más tiempo sobre el presupuesto de dicha ins¬
titución.
397
El Profesor Enrique Pouey y su época
La Escuela de Nurses implica gastos para la A.P.N., sin que ésta
perciba los beneficios que podrían derivarse si los alumnos se incor¬
poraran al servicio de las necesidades de los hospitales.
Este trabajo pone el dedo en la llaga en los planes y en las
ejecuciones que, tanto desde el ámbito de la Salud Pública, como
desde la Facultad de Medicina, el muy vigoroso cuerpo de profe¬
sores catedráticos impulsaba desde 1911. La década de 1910, en
el campo médico montevideano, es de una pujanza y conlleva una
carga de motivaciones de organización y emprendimientos tal que,
sin ninguna dificultad, se la puede incluir en el tan mentado con¬
cepto del “ impulso ’ liderado por los batllistas. La mayor parte del
profesorado de la Facultad está implicado en procesos de una nueva
organización asistencial. Un grupo selecto de estos, convocado muy
probablemente por el propio José Scoseria, primer presidente de la
Asistencia Pública Nacional, integra el mismísimo Consejo de este
ente estatal. El no tan pequeño núcleo de profesores y colaborado¬
res de Enrique Pouey no es ajeno a este fenómeno. Casi podríamos
generalizar: casi todos los profesores de la Facultad de Medicina
están motivados en la elaboración de ideas y proyectos en el ámbito
de la Salud Pública. De hecho, este fenómeno se convirtió en una
especie de legado para la Medicina nacional, del cual, en las décadas
siguientes, van a continuar surgiendo propuestas e instituciones,
pese a que, entre el ‘30 y el ‘40, dicho “ impulso ” comienza a ser
“frenado” quizás, al menos en parte, por intereses afines a la política
partidaria.
Víctor C. Stajano se hace presente con el tema El precáncer
uterino. Traumatismo y epitelioma cervical uterino , 339 Señala allí la
importancia del factor etiológico traumatismo ” en los antecedentes
del cáncer epitelial.
339 Stajano, C. El precáncer uterino. Traumatismo y epitelioma cervical uterino. Montevi¬
deo, II Congreso Medico Nacional, 1922, Tomo I, págs. 353 -360.
398
Ricardo Pou Ferrari
Como factores predisponentes también señala los “antecedentes
hereditarios con grandes taras ”, los cánceres aparecidos precozmente,
los “factores vinculados con la transición climatérica”.
Podemos ver en estos ejemplos cómo los distintos miembros
del equipo de Pouey rondan en torno a los temas propios de su
especialidad, que son variados, y lo hacen desde puntos de vista
diferentes, que revelan la libertad que asignaba el profesor a las ini¬
ciativas e inquietudes personales de sus colaboradores, a la vez que
la disciplina que daba a tan variadas orientaciones, la unidad propia
de una escuela.
399
Capítulo XXX
1922
Viaje a Estados Unidos y
Europa
E n 1922 , al año siguiente de la última de las dos visitas
realizadas en años consecutivos por una delegación del
American College ofSurgeons que condujo, luego del infor¬
me de la Comisión presidida por Pouey, al nombramiento
de los “fellows” uruguayos, este último se dirigió a Estados Unidos
en compañía de Becerro de Bengoa, para asistir al Congreso Anual
que tendría lugar en Boston. En esa ocasión, fue recibido por el
presidente electo de la institución, el gran neurocirujano Harvey
Cushing.
Aprovecha la oportunidad para hacer una visita a distintos si¬
tios del país con el propósito de comprobar las modalidades de apli¬
cación de la curieterapia en ginecología. Afortunadamente para los
401
El Profesor Enrique Pouey y su época
historiadores de la medicina, en 1929 redacta un prolijo informe al
respecto. 340
En esta interesantísima reseña, Pouey da una completa visión
de la cancerología, especialmente ginecológica, en Estados Unidos.
Su primer referente, al que llegó a través de los miembros de la New
York Academy of Medicine, es el ya citado Robert Abbe, cirujano del
Hospital St. Luke de dicha ciudad 341 . Relata que había trabajado en
colaboración con George Braxton Pegran (1876-1958), físico de la
Universidad de Columbia, quien estudió los distintos componentes
de las emanaciones radicas; con Alexis Carrel (1873-1944), cirujano
francés radicado en Estados Unidos, Premio Nobel de Medicina en
1912, “que en esa época había llegado [...] en 3 años a obtener arriba
de trescientas generaciones persistentes e invariables de células idénticas
de tejidos de pollo”. También colaboró en estos estudios experimen¬
tales, Charles E. Packard, biólogo del Laboratorio de Zoología de la
misma Universidad, que “experimentó en dos invertebrados de mar y
en varios organismos [...]”.
Este precursor muestra a Pouey los métodos que emplea y que
éste transcribe con minuciosa exactitud. Cosa curiosa, para medir
la intensidad de las radiaciones “insiste en la necesidad para quien
quiera conocer bien el aparato que va a usar, de probarlo en sí mismo;
propone tres aplicaciones en la cara interna de la pantorrilla: 5, 10,
15 minutos si el aparato es fuerte, el doble de ese tiempo si es débil. Se
debe observar el efecto producido; a los diez días aparece prurito, ardor
y tal vez ampolla por diez días, al trigésimo día cae la costra que se ha
formado desde el vigésimo y la piel queda blanda y suave”.
Luego de una visita a John G. Clark, famoso cirujano gineco¬
lógico y radioterapeuta de Filadelfia, Pouey se detiene en Baltimore,
para ver la clínica privada de Howard Kelly. Este último, además de
la medicina, cultivó el estudio de las serpientes, sobre cuya biología
340 Pouey, Enrique. Notas sobre curieterapia tomadas en Norteamérica. Montevideo, An.
Fac. Med., 1929, 9: 402. Trab. Cient,: 320-353.
341 Silverstone, S. M. Robert Abbe, founder of radium therapy in America. New York, Bull.
N. Y Acad.Med, 1956, 32(2): 157.
402
Ricardo Pou Ferrari
hizo algunas contribuciones originales. 342 Fue una importantísima
figura mundial, autor de varios libros sobre Ginecología médica y
quirúrgica, ilustrados por Max Brodel. Entre 1913 y 1916, Kelly
(Johns Hopkins Hospital) y H. H. Janeway ( Memorial Hospital)
comenzaron a usar radium y radón en el tratamiento de los cán¬
ceres, incluso de aquellos situados en la profundidad del cuerpo.
Disponían de varios gramos, cuyo costo ascendía a 180.000 dóla¬
res el gramo. Afortunadamente, eran los únicos beneficiarios de la
compañía de minería de radium de Colorado. Refiere Pouey que
tuvo “la suerte de encontrar a un joven físico alemán, Otto Glasser
(1885-1964), recién llegado a Norte América, que tuvo la deferencia
de mostrarme en detalle las delicadas maniobras que conducen al exac¬
to conocimiento del valor en milicuries de un espécimen dado [...]”.
Con referencia a los cánceres del tracto genital femenino, refiere
que en Baltimore obtienen un 20 % de curas clínicas, sin que tenga
significación en ellas el tipo histológico del tumor. Emplean tanto
las puertas internas como las transcutáneas, a través del abdomen y
del sacro. Destaca el uso del radio en el tratamiento de fibromas y
hemorragias uterinas de causa desconocida.
A renglón seguido, visita el “ Hospital para cancerosos ’ de
Boston (Collis P. Huntington, Memorial Hospital^), la clínica de
Henry Schmitz (1871-1939) de Chicago y el “ Hospital Curie para
cancerosos”de. la Clínica Mayo (Cari H. Browing, [1881-1972]), 343
sitio este último donde observa la irradiación profunda por la inter¬
posición de bloques de madera de balsa.
342 Kelly, H. A., Davis, A. W., Robertson, H. C. Snakes ofMaryland. Baltimore, Natural
History Society ofMaryland Ed., 1936.
343 Quimby, E. H. Gioachino Failla (1891-1961) and the development ofradiation biophy-
sics. J. Nuel. Med., 1965; 6: 376-382.
403
El Profesor Enrique Pouey y su época
Verso y anverso de una tarjeta postal enviada por Pouey a Crispo Acosta desde
Rochester, Minn., en 1922. (At. Dr. Juan I. Gil).
En el Memorial Hospital de Nueva York, donde también se ha¬
bía empleado radium desde 1914, del que poseían cuatro gramos,
la novedad es la utilización de bare tubes, con mínimas dosis de
radium, que se dejan abandonados en los tejidos. Anexo al hospital
hay un Laboratorio de Física, a cargo de Gioachino Failla (1891-
1961). “Por el momento la base de la terapéutica radiumlógica reside
404
Ricardo Pou Ferrari
en gran parte en las nociones empíricamente adquiridas en el trata¬
miento de las lesiones humanas. En una palabra, al lado y probable¬
mente por encima de las constantes físicas, es necesario determinar las
leyes biológicas que responden a la energía radiante. Entre los clínicos
que trabajan en el Memorial, se ha establecido una división del trabajo
que contribuye a mejorar los resultados”.
***
El informe que comentamos incluye además las observaciones
realizadas en Europa tanto en 1922 como en 1927, considerando
el autor que, al publicarlo, repara la omisión cometida al no ha¬
berlo presentado oportunamente ante el Consejo de la Facultad de
Medicina.
Comienza dando cuenta de la organización dirigida por
Claudius Regaud, compartida entre el Instituí du Radium y el
Instituí Pasteur. Entre sus principales ayudantes está Lacassagne,
jefe de biología y encargado de la mayor parte de los estudios his¬
tológicos. Hay también otros numerosos colaboradores (Monod,
Coutard, Ferroux, Richard, Roux Berger, Hautant.)
Regaud cuenta con un dispensario, donado por el doctor
Rosthchild, donde asiste personalmente a las enfermas. Las histo¬
rias, los archivos, los estudios histológicos, los controles periódicos
son bien tenidos en cuenta por el visitante quien, algunos años des¬
pués, organizaría su propio Instituto en Montevideo.
En el tratamiento de los cánceres genitales femeninos, especial¬
mente de cuello, se emplean, además de los focos intrauterinos clá¬
sicos, los vaginales, para los que se utilizaba el colpostato, invención
de Regaud, que fue introducido a partir de entonces a la práctica
de la Clínica Ginecológica de Montevideo. Según este autor, los
resultados, con estas modificaciones, han elevado las curaciones de
10% al comienzo a más de 50%, tratándose de epiteliomas pavi-
mentosos. Describe la telecurieterapia externa con moldes de cera
y la roengenterapia profunda, empleadas a partir de 1921, también
usada en nuestro medio por Félix Leborgne.
405
El Profesor Enrique Pouey y su época
En ciertos casos, se practicaba la histerectomía, actuando como
cirujano Jean Louis Faure, quien le comenta la situación en esta
escueta frase: “Al cirujano, los casos precoces ’.
También se tratan allí enfermos de cáncer en otras topogra¬
fías.
Pouey visita posteriormente el Centro Anticanceroso del hospital
Necker, a cargo de los doctores Robineau y Paul Degrais “ uno de
los curieterapeutas de la primera hora”, así como el del Lariboisiére,
donde actúan Oppert y su asistente Rubens Duval.
En el Hótel-Dieu hay también un centro anticanceroso, cuyo
jefe, Henri Hartmann, gran campeón de la Liga Francesa contra
el Cáncer, es secundado por la doctora Fabre y el doctor Dubois
Roquebert. Señala que es generosa la dotación en gramos de ra¬
dium y en aparatos de radioterapia penetrante, así como “la biblio¬
teca, que Hartmann ha fundado hace cierto tiempo, y que cuenta ya
con cuatro mil volúmenes y un número importante de tesis”.
Finalmente, en la capital francesa, Pouey visita el Servicio de
radium “Pierre Curie” , en el hospital Saint-Antoine, a cargo del doc¬
tor Fapointe y del doctor Gagey, así como el Centro anticanceroso
del hospital Ténon, a cargo del doctor Robert Proust y su asistente
el doctor de Nabias.
En provincia, asistió al Hospital Civil de Strassbourg, con su
Centro Regional de Lucha Anticancerosa “Paul Strauss”, dirigido por
Gunsett; y al de Nancy, bajo la dirección del doctor Hoche, pro¬
fesor de anatomía patológica, que ha sucedido al profesor Vautrin,
recientemente fallecido. Este último servicio “forma parte de la or¬
ganización de servicio social destinado a combatir los grandes flagelos
de la humanidad: sífilis, tuberculosis y cáncer. Esta organización es ma¬
ravillosamente dirigida por el profesor Parisot, que no duda en brindar
su tiempo y su preocupación ’.
Luego de resumir numerosas observaciones recogidas en los di¬
ferentes hospitales visitados, Pouey expone las siguientes Reflexiones-.
“En presencia de una tal diversidad de tratamientos, uno queda un
poco perplejo cuando se trata de decidir cuál es la mejor técnica [...]
406
Ricardo Pou Ferrari
Se curan los cánceres más radiosensibles con una técnica aparentemente
imperfecta [ya que] desgraciadamente no tenemos cómo diagnosticar
los casos radiosensibles, [...] En lo que a mí concierne -dice Pouey- la
curación por una pequeña dosis ha sido un hallazgo clínico”, más que
nada para evitar las acciones indeseables sobre los tejidos vecinos; la
dosis media, recomendada por Regaud, sería de 40 milicuries por
día, prolongada durante algunos días, cuidando de no favorecer la
infección. “Espreciso esterilizar el tumor de un solo golpe. La cuestión
de los ganglios es delicada, debiendo tratarlos antes o después de la le¬
sión inicial por cirugía, curie o radioterapia, no se está nunca seguro de
lograr la curación, salvo en el caso en que no sean cancerosos [...] El ad¬
venimiento de la telecurieterapia con altas dosis de radium (4 gramos)
puede modificar ese concepto pesimista, pero hace falta más experiencia
y tiempo suficiente para tener una opinión definitiva [...] El trata¬
miento de la lesión primitiva y de los ganglios simultáneamente por
fuentes internas y externas, como lo hace de Nabias sistemáticamente,
parece mejorar los resultados. Debemos aún esperar para juzgar”.
407
Capítulo XXXI
1923
El pabellón
“Profesor Enrique Pouey”
L a finalización del pabellón de ginecología, en el predio del
Hospital Pereira Rossell, tuvo lugar en 1922, bajo la admi¬
nistración de la Asistencia Pública Nacional y constituyó un
hito para la historia de la escuela ginecológica uruguaya.
En efecto, desde ese momento, se dispuso de un número im¬
portante de camas, exclusivamente destinadas a mujeres. Quizás el
movimiento feminista, que adoptó varias formas en nuestro país
(cristiano, socialista, anarquista), no tuvo peso decisivo a la hora
de alentar estas orientaciones en materia de salud de la mujer, foca¬
lizándose más bien en aspectos como el derecho a profesar una fe
religiosa, a recibir una educación igual a la de los varones a todos
los niveles, a tener una vida sexual libre, a participar de la activi¬
dad política y, en última instancia, a ejercer el derecho al sufragio.
Paulina Luisi que era un personaje de peso dentro del movimiento
feminista, probablemente haya tenido que ver con el impulso dado
409
El Profesor Enrique Pouey y su época
a la salud femenina; será por eso, nos planteamos hipotéticamente,
que hoy el Hospital de la Mujer lleva su nombre.
El impulso en materia de salud pública se inició en 1905 cuan¬
do, con la nueva integración a la Comisión Nacional de Caridad
y Beneficencia Pública, bajo la presidencia de José Soseria, se dió
un golpe de timón a la trayectoria conservadora y de tipo caritativo
que tenía hasta entonces. Esta nueva tendencia continuó sin inte¬
rrupciones, siendo un momento decisivo el del establecimiento de
la Asistencia Pública Nacional en 1911, con la misma persona a su
frente. No puede dejar de verse una línea política común, segura¬
mente orientada por la consigna del batlllismo de que el Estado
debía ser el “ escudo para los indefensos', espcialmente los enfermos
-en un lugar muy especial los dementes - , los niños, las mujeres
y los ancianos. Desde el momento en que el Estado se yergue co¬
mo garantía para asegurar la asistencia gratuita de todo aquel que
no disponga de medios económicos, debe estructurar organismos
capaces de llevar este precepto a la práctica. La Ley de la Asistencia
Pública es aprobada a fines de 1910 y puesta en funcionamiento en
enero del año siguiente, todo lo cual sucedió durante la última eta¬
pa del gobierno de Williman. Su primera fase de funcionamiento,
que consistió en identificar objetivos, trazar estrategias, individua¬
lizar prioridades e iniciar, tanto las obras edilicias como -quizás
lo más importante- implementar su funcionamiento a través de
reglamentos, tuvo lugar durante el segundo gobierno de Batlle. En
1915, durante la presidencia de Viera, se inauguó la Maternidad.
No cabe duda que hay allí una misma línea. Otro aspecto digno de
destacarse es que las beneficiadas de este empuje asistencial, que se
inicia alrededor de 1911, fueron las mujeres en el trance del emba¬
razo, el parto y el puerperio, para lo que fue decisivo el impulso de
Augusto Turenne, gran artífice, no sólo de la Casa de Maternidad
y Refugio para embarazadas, sino también del servicio obstétrico de
asistencia en domicilio. No debe olvidarse que el parto indebida¬
mente asistido constituía una de las principales causas de muerte
entre las mujeres jóvenes, así como también que de ello dependía
el porvenir físico y psíquico de los futuros ciudadanos. El maestro
de Turenne durante sus estudios en Europa, Adolphe Pinard, había
410
Ricardo Pou Ferrari
sido el creador de un nuevo concepto de la obstetricia -que llega
a nuestro días-, orientada al cuidado del binomio madre-hijo, po¬
niendo énfasis en las condiciones en que transcurren los primeros
meses de vida, razón por la cual se lo considera el fundador de la
perinatología.
El otro aspecto referido a la salud de la mujer, lo hemos visto
en detalle en diferentes capítulos de esta obra. Ellas eran víctimas de
al menos dos de los flagelos contra los que la medicina luchaba de¬
nodadamente: las enfermedades de transmisión sexual y el cáncer.
Las obras edilicias no fueron sino la concreción de la importancia
que la escuela ginecológica uruguaya había destacado, durante las
décadas previas, con referencia a la prevención, diagnóstico precoz
y tratamiento, especialmente quirúrgico, de las enfermedades de
la mujer. El gran artesano, en este caso, menos ampuloso y quizás
con una filosofía de vida más conservadora que Turenne, había sido
Enrique Pouey, quien continuaría, en años futuros, casi en la vejez,
dando testimonio con su entusiasmo, a través de la construcción
del Instituto de Curieterapia ginecológica.
En otra oportunidad, 344 hemos estudiado cómo, a su retiro
de la Facultad de Medicina, en 1932, el entonces todavía Inspector
General de los Servicios Obstétricos, Augusto Turenne, dirige un in¬
forme reservado a las autoridades, en el que revela su disconformi¬
dad ante el inadecuado funcionamiento del mecanismo que había
concebido, que atribuía a la falta de interés de parte de sus cola¬
boradores. Debe tomarse esto con las debidas precauciones, habida
cuenta de la personalidad querulante de Turenne y reparando en
que los asuntos de obstetricia social, que eran los que formaban la
parte medular de la prédica de este último, continuaron elaborán¬
dose, aunque con las lógicas modificaciones que les imprimió el
paso del tiempo, por muchos años.
Casi simultáneamente a lo antes referido, en 1933, Pouey, que
había aglutinado a su alrededor una escuela de gran cohesión, comen¬
zaba, pasados sus setenta años, la obra del Instituto de Curieterapia.
Podemos adivinar, sin tener elementos para probarlo, que dicho
344 Pou Ferrari, Ricardo. Augusto Turenne. op. cit.
El Profesor Enrique Pouey y su época
Servicio funcionó de acuerdo a los objetivos de su fundador duran¬
te un tiempo relativamente corto, que no iría más allá de mediados
de la década del 40. Quizás eso tuvo que ver con el cambio en los
tratamientos, la tecnología y las mentalidades, pero creemos que en
verdad lo que influyó fue que estas depedencias, en su conjunto,
eran onerosas en su funcionamiento y conservación y pesadas desde
el punto de vista administrativo. Quizás la Asistencia Pública contó
con medios materiales y procedimientos de control adecuados. A su
desaparición, el Ministerio de Salud Pública se convirtió, con el paso
de poco tiempo, en una entidad burocrática, megalocefálica, inca¬
paz de hacer frente a la compleja red de centros que debía dirigir en
todo el territorio del país, habiendo aglutinado, por otra parte, las
responsabilidades, tanto de la Asistencia Pública como del Consejo
Nacional de Higiene. Sus autoridades dejaron de ser profesionales de
primera línea, siendo sustituidas, a muchos niveles, por funciona¬
rios, a veces elegidos por su posición política más que por su com¬
petencia técnica. El hecho es que, quienes tuvimos oportunidad de
conocer y trabajar, tanto en la maternidad como en el pabellón de
ginecología al inicio de la década de los 70, pudimos apreciar que
la infraestructura no había cambiado en lo más mínimo respecto
de aquélla construida cincuenta años antes; la obsolescencia de los
edificios, el equipamiento y la aparatología era manifiesta y lamen¬
table; las salas de operaciones eran las mismas en las que Pouey y
sus colaboradores habían trabajado, de características inadmisibles
luego de transcurrido medio siglo. La maternidad funcionaba en
condiciones deplorables de abandono y pobreza. ¿Qué había suce¬
dido? ¿Era todo eso la consecuencia de la desaparición de las figu¬
ras fundadoras? ¿Era debido a la pérdida, por parte del Estado, del
programa que había animado la creación de estos Servicios? ¿Era,
acaso, que el desarrollo que, mientras tanto, se había operado en
las mutualistas de asistencia médica, había quitado en gran parte el
sentido a la asistencia estatal, a pesar de que los pobres iban en au¬
mento? ¿Qué había sucedido con el magnífico impulso que desde la
Facultad de Medicina respaldó, en su momento, el asombroso cre¬
cimiento de la Asistencia Pública Nacional?. Probablemente sucedió
que, pese a la excelencia mantenida de sus docentes, la institución
4 12
Ricardo Pou Ferrari
universitaria había perdido fuerza o influencia frente al Estado, al
politizarse ideológicamente en sentido opuesto al oficial, convir¬
tiéndose, la Universidad, (que puede considerarse un “cuarto poder
del Estado ”, del que habían egresado la casi totalidad de las figuras
descollantes en todas las áreas) se convirtió en un “poder enfrentado ”
a los restantes. 345 A comienzos de la década del ‘80, cuando ya ago¬
nizaba el gobierno de facto, se inician las obras de remodelación en
la Maternidad, que continúan casi hasta el momento actual, a través
de sucesivos gobiernos y mientras se van perfilando otras concep¬
ciones de la salud pública. Pensemos, para agregar otro elemento a
la reflexión, en lo sucedido con el Hospital de Clínicas, proyectado
a fines de la década de los ‘20, cuya piedra fundamental se colocó en
1930, donde los primeros servicios se instalaron a comienzos de los
años ‘50, permaneciendo vacíos sin embargo muchos de sus pisos,
y que inició su decadencia ya a fines de los ’60 -momento en que
nosotros comenzamos allí nuestra actividad como estudiantes-, sin
que se haya logrado hasta ahora mejorar el panorama, sino en as¬
pectos muy puntuales, debido a diferencias de apreciación entre la
Universidad, su administradora, y los Poderes del Estado, represen¬
tantes al fin del pueblo que allí se asiste.
***
Las obras del pabellón de ginecología siguieron a las de la
Maternidad. Mientras tanto, la Asistencia Pública otorgó a la
Facultad de Medicina, léase al patriarca de la especialidad, Enrique
Pouey, las cuatro salas de la planta baja del nuevo edificio. Otro de
los sectores fue adjudicado a su principal discípulo, Luis P. Bottaro.
El restante, fue puesto bajo la batuta de Eduardo Blanco Acevedo,
figura de especial relieve e influencia política y social, con perfil
eminentemente de cirujano general y cuya actividad política lo dis¬
trajo de las funciones de Profesor libre que tuvo en ese ámbito.
Debe señalarse que, de este modo, entre 1915 y 1923, el Estado
incrementó su disponibilidad de internación, exclusivamente para
mujeres, en unas 400 camas. En cuatro años más, el Servicio dis¬
pondrá de su propio capital de radium, a lo que se agregarán sofis-
345 Esta es una idea que ha sostenido el Profesor Fernando Mané Garzón.
413
El Profesor Enrique Pouey y su época
ticados aparatos para terapia por rayos X de alto voltaje. En 1933 se
sumará un Servicio completo de curieterapia ginecológica.
En un mismo centro quedaron así reunidos los profesionales
más representativos en cuanto a salud femenina se refiere, en edifi¬
cios diseñados y equipados según los conceptos más modernos para
el momento. Nada se escatimó, por consiguiente, para promover
la salud de la mujer. Mientras tanto, a nivel legislativo cundían las
iniciativas, muchas concretadas en disposiciones legales, otras no,
referentes también a aspectos vinculados con la mujer: su traba¬
jo, las licencias especiales, la igualdad de retribución, el derecho
a pedir el divorcio por su sola iniciativa. No nos cabe duda que el
batllismo desarrolló una política feminista, a su manera. Algunos
historiadores ven, como respaldo ideológico de este movimiento,
las enseñanzas de Carlos Vaz Ferrreira, quien sostuvo el concepto
del “feminismo compensatorio ’. A su modo de ver, las mujeres tienen
una inferioridad definida por su biología. Si se procura promover
su igualación con el varón (y para comprender mejor el problema,
el filósofo asimila a la primera con el trabajador y al segundo con el
patrón) sólo se conseguirá profundizar su dependencia y sumisión.
En cambio, si el Estado busca “ compensar ” la “ debilidad ’, instru¬
mentando medidas que, asumiéndola, la respalden y protejan, la
mujer se verá amparada por el nuevo “Estado escudo". Según lo que
refirió Domingo Arena, íntimo colaborador y amigo de Batlle y
Ordóñez, este último compartió las ideas del pensador, apoyándo¬
las expresamente en oportunidad en que el Parlamento discutía el
tema del divorcio.
Hasta ahora, creemos que no se ha puesto énfasis suficiente en
lo que significó la obra del primer batllismo a favor de la mujer, en
especial en lo referente a la atención y promoción de su salud, lo
que probablemente no tuvo precedentes en otros países latinoame¬
ricanos.
La prosecución de las obras del Hospital Pereira Rossell, con¬
cebidas en su totalidad y ejecutadas progresivamente, dio paso, una
vez inaugurada la Maternidad, a las del Pabellón de ginecología.
En nota dirigida por el Presidente de la Asistencia Pública Nacional ,
414
Ricardo Pou Ferrari
José Martirené, al Decano Américo Ricaldoni, con fecha 31 de
octubre de 1919, comunica que la corporación ha resuelto ofrecer
la planta baja del nuevo pabellón para que allí funcione la Clínica
Ginecológica de la Facultad de Medicina. 346 Consultado Enrique
Pouey sobre el particular, acepta el ofrecimiento y hace una breve
memoria de las reuniones que había mantenido con el Arquitecto
Henri Ebrard, autor del proyecto, a fin de estudiar las modificacio¬
nes que podían proponerse a los planos originales de 1912, con la
finalidad de optimizar su funcionamiento. Sugiere asimismo, que
sería oportuno que las autoridades de la Facultad visitaran las obras,
conjuntamente con una delegación del ente estatal, en el cual José
Scoseria era el representante de la primera. 347 Estos datos ponen en
evidencia la cuidadosa supervisión y el afán por adaptar mejor el
edificio a sus cometidos, en continuo cambio, dadas las novedades
que iban surgiendo en el terreno de la medicina. Aunque no ha
sido expresamente dicho, Pouey aportó no sólo ideas sino fondos
para la finalización de las obras y donó la totalidad del instrumen¬
tal quirúrgico necesario. 348
346 Nota del Presidente de la Asistencia Pública Nacional, José Martirené al Decano de
la Facultad de Medicina, Américo Ricaldoni. Asistencia Pública Nacional. Dirección
General, N’ 4196, noviembre 5 de 1919. En: Arch. Fac. Med. Montevideo.
347 Nota del Dr. Enrique Pouey al Decano Ricaldoni. En: Arch. Fac. Med. Montevideo,
N’l47, setiembre 24, 1919.
348 Nota del Decano de la Facultad de Medicina, Américo Ricaldoni. En: Arch. Fac.
Med. Montevideo, diciembre 3 de 1919.
4M
El Profesor Enrique Pouey y su época
Enrique Pouey. Med. y Cir del Uruguay, Año I, T I
(1) Nov. 1923.
Cuando Jean Louis Faure, profesor de Clínica Ginecológica de
París, visitó Montevideo en 1922, quedó gratamente impresionado
por la arquitectura y funcionamiento del pabellón, que era superior,
a su modo de ver, a los similares existentes en su país. 349 Lo propio
sucedió durante la visita de Doléris a Montevideo en 1926. 350
349 Faure, J. L .En marge de la Chirurgie. Voy age en Amériqne du Sud, París. Les Arts et les
Livres éd, 1927, T. III, págs. 82-120.
350 Doléris, J. A.: in: Sindicato Médico Uruguay, 1926, op. cit.
416
Estando Pouey de viaje por Estados Unidos y Europa, en 1922
se abrieron al público las dependencias del nuevo sector, bajo la
dirección interina de Luis P. Bottaro. Allí se trasladó la Clínica
Ginecológica desde su original emplazamiento en el Hospital
Maciel. En esa ocasión, el antes citado presentó al Consejo de la
Asistencia Pública Nacional la propuesta de editar las estadísticas
de la policlínica de ginecología, correspondientes al período 1913-
1922, lo cual fue aprobado en virtud de “su gran valor histórico”,
aunque ignoramos si se plasmó en realidad.
En el curso de los últimos meses de ese año, siendo inminente
el retorno de Pouey, sus colaboradores y antiguos discípulos orga¬
nizaron un Comité de Homenaje, iniciativa que pusieron en cono¬
cimiento del Consejo de la Asistencia Pública Nacional. Este cuerpo
se solidarizó con la misma, así como con la propuesta de designar
al nuevo pabellón con el nombre “ Profesor Enrique Pouey”. El pre¬
sidente de la corporación, José Martirené, señaló, con razón, que si
bien lo planteado era algo inusual y reservado siempre a personas
desaparecidas, coincidía con la moción -que fue acompañada por
los restantes miembros del Consejo- habida cuenta de los desco¬
llantes méritos del Maestro.
La inauguración oficial tuvo lugar el 5 de mayo de 1923, en
presencia del homenajeado, las autoridades y el cuerpo técnico del
Hospital.
Vista desde la chimenea, de la mitad oeste del Pabel¬
lón Profesor Enrique Pouey, circa 1923.
417
El Profesor Enrique Pouey y su época
El pabellón está situado en ángulo recto con respecto al de la
Maternidad, sobre el límite sur del predio del Hospital. Consta de
un subsuelo y dos pisos. Una sencilla pero elegante entrada princi¬
pal, da acceso a un corredor longitudinal, que se extiende sobre el
eje mayor del edificio y al que se abren cuatro salas, ubicadas per¬
pendicularmente a él. Enfrente a ellas, están los apartados , salas de
operaciones y dependencias destinadas a la preparación del material
quirúrgico, así como los escritorios y archivos y un salón de clases
de modestas proporciones. Análoga distribución tienen las depen¬
dencias del piso superior, si bien los Servicios que allí funcionan son
independientes entre sí.
La entrada al pabellón, en el momento actual. Las ga¬
lerías que comunican las plantas altas no estaban en el
edificio original.
La capacidad total del pabellón es de más de 200 camas. Las
salas generales son espaciosas y provistas de amplias ventanas ver¬
ticales; en su extremo distal, se abren a un solarium, con balcón y
salida directa al jardín.
Esta arquitectura hospitalaria no es tan diferente, en cuanto a
la disposición de las salas en peine , separadas por amplios espacios,
de donde reciben generosa luz y ventilación, al principio rector se¬
gún el cual se concibió el Hospital de Clínicas, si bien este se de¬
sarrolla en bloque vertical. A resultas de un concurso, este proyecto
418
Ricardo Pou Ferrari
fue adjudicado, en 1928, al arquitecto uruguayo Carlos A. Surraco
(1896-1976).
Las cuatro salas de operaciones son amplias, con grandes ven¬
tanales fijos, que aseguran iluminación natural, pese a estar provis¬
tas de scialíticas, inventadas poco tiempo antes.
El acceso de las pacientes al Pabellón se realiza por entradas
independientes de la principal, situadas en los patios entre las salas.
De cada una de ellas puede tomarse el ascensor o las escaleras para
llegar a los distintos niveles del edificio.
En el subsuelo, funcionan las policlínicas, comunes a todos
los Servicios, así como los departamentos de radiología, anatomía
patológica y gastroenterología.
El Servicio de puerta es común con la Maternidad, donde se
halla instalado. Desde allí, los médicos de guardia envían las pacien¬
tes, en caso de decidir su internación, ya sea al sector de obstetricia
o bien al de ginecología.
***
Evoquemos ahora al personal que actuaba en el nuevo sector
de ginecología. A cargo de cada una de las salas, hay un Asistente ,
en calidad de Jefe de Sala , que, por su jerarquía y experiencia pue¬
de tomar decisiones sin la obligatoria anuencia del catedrático. La
sala 4 (la última hacia el Este) está a cargo de Carlos Stajano y
allí se internan enfermas oncológicas. La sala 1 (la primera hacia el
oeste) es dirigida por Pablo F. Carlevaro (1886-1949), quien tam¬
bién es médico de guardia, y cuyo nombre llevó ese recinto hasta
una reciente remodelación. Los demás colaboradores de Pouey son
sus viejos discípulos: Luis Calzada, César Crispo Acosta, Enrique
Llovet, María Armand Ugón, Carlos Colistro, Juan Carlos y Pablo
Carlevaro, entre otros.
Cuando Bottaro es designado Jefe de Servicio de la Asistencia
Pública y Profesor libre de ginecología, se hace cargo del Servicio B
(situado en el primer piso, ala Este). Entonces renuncia a la jefa¬
tura de clínica y, de acuerdo a lo estipulado reglamentariamente,
419
El Profesor Enrique Pouey y su época
el profesor designa, en forma directa y sin mediar concurso, pre¬
via anuencia del Consejo Directivo de la Facultad, a Velarde Pérez
Fontana, que es, en consecuencia, el segundo titular en ese cargo en
la historia de la cátedra.
Con Bottaro trabajan Miguel Becerro de Bengoa y Enrique
Tarigo. Este último sucederá en la jefatura de Servicio al primero,
luego de su muerte en 1946. Nosotros hemos disfrutado en más de
una oportunidad del relato vivencial de nuestro Maestro, el historia¬
dor de la Medicina Fernando Mañé Garzón, quien fue Practicante
interno alrededor del año 1950 en la sala regenteada por Tarigo,
donde también actuaban Luis D. Bottaro y Moisés Rearden.
Eduardo Blanco Acevedo es el jefe del Servicio C (en el primer
piso, ala Oeste) y Profesor libre de Clínica Quirúrgica, contando
con la colaboración, entre otros, de José Luis Morador y de José
Agustín Aguerre, ginecotocólogo, éste último que era hijo del ex
colaborador de Pouey en el campo de la histopatología y de su mis¬
mo nombre. La formación de Blanco Acevedo era principalmente
como cirujano -y como cirujano de guerra-, no obstante haber
sido discípulo en París del ginecólogo Jean Louis Faure. En este
caso, se ponen de manifiesto, una vez más, los difuminados límites
que separaban la cirugía general de la ginecología, por más que ésta
constituía ya una especialidad perfectamente definida.
El Departamento de Radiología es dirigido por Félix Leborgne
(1904-1970), figura de condiciones intelectuales de excepción, que,
junto a Butler, es el primero en tener una formación exclusiva y
completa en este campo y, más que nada el primero en vincularse
a la cancerología ginecológica, tanto en sus aspectos diagnósticos
como terapéuticos. Hacia 1923 comienza a aplicar la roentgentera-
pia profunda con aparatos de alto voltaje, como complemento de
la curieterapia, así como para el tramiento paliativo de las metás¬
tasis de los cánceres genitales. Junto a su hermano y colaborador
Raúl (1908-1998), en la década de los años ’40, son los precursores
mundiales en la técnica de la mamografía. 351 Presenta innumerables
trabajos y el segundo es autor de uno de los libros pioneros sobre el
351 Leborgne, Raúl A. Diagnóstico de los tumores de la mama por radiografía simple. Mon¬
tevideo, Bol Soc. Cir.Urug., 1949: 407-422.
420
Ricardo Pou Ferrari
nuevo procedimiento diagnóstico. 352 Félix Leborgne, que también
fue, en colaboración con Becerro, precursor en el Uruguay del uso
de la colposcopía, así como inventor, en los años ’30, de un bisturí
por radiofrecuencia, debe considerarse un discípulo predilecto de
Pouey, vinculación afianzada por la amistad que unía al Profesor
con el padre de aquél.
Carlos María Domínguez, Profesor Agregado de Anatomía
Patológica, es el Jefe del Departamento de “ inyecciones conservado¬
ras y autopsias ”. Recién a partir de la instalación del nuevo pabellón,
en 1922, se pudo contar -según refiere Bottaro- con el estudio
necrópsico más o menos sistemático de las pacientes fallecidas. Al
lado de Domínguez, en calidad de ayudante, actuará, a partir de la
década de 1930, el muy joven Juan José Crottogini, futuro Profesor
Titular de la Clínica Ginecológica, a la que accedió a los 34 años en
1946 -el tercero y último titular de esa cátedra-, y que fue, además,
Decano y Profesor Emérito de la Facultad de Medicina, Rector y
Profesor Ad-honorem de la Universidad. Al frente de la repartición
de gastroenterología actúa Julio Carrére, con la colaboración de la
médica y también notable poetisa Esther de Cáceres.
Comienzan a utilizarse los ficheros universales , creados por
Becerro de Bengoa, que permiten la más rápida localización de las
historias. El seguimiento de los casos no es sin embargo fácil, lo que
se ve reflejado en el alto porcentaje de enfermas “ perdidas de vista ”
(50 sobre 230, entre 1923 y 1930), lo que seguramente obedece a
que proceden de todos los rincones del país, en algunos de los cua¬
les, muy remotos, es dificultoso ubicarlas.
El año 1923 significa un momento de cambio notorio en los
intereses científicos y clínicos de Pouey, que se vuelca a la curiete¬
rapia, disciplina en la que a su vez inicia a sus discípulos. Luego de
renunciar a la cátedra en 1928, este es el objetivo del viejo profesor
y quienes le brindan un homenaje entonces, le auguran éxito en la
nueva etapa.
352 Leborgne, Raúl A. The breast in roentgen diagnosis. Montevideo, Imprenta Uruguaya,
1953, 194 págs.
4 21
Capítulo XXXII
1927
Viaje a Europa
A comienzos de 1927, Pouey solicita licencia a su cáte¬
dra en los siguientes términos: “Debiendo dedicar a la
revisión de mis observaciones clínicas y a la publicación de
cierto número de ellas, más tiempo del que puedo disponer
mientras tenga a mi cargo la dirección de la Clínica Ginecológica de
la Facultad, pido al H. C. quiera concederme una licencia de 6 meses,
estrictamente sin goce de sueldo. Durante esa licencia yo deseo que me
sustituya en el cargo el Profesor Pou Orfila. Creo en efecto que entre los
Profesores que podrían sustituirme ninguno supera al Dr. Pou en las
condiciones necesarias para llenar el puesto”.
En enero de 1927, el Decano de la Facultad de Medicina, Manuel
Quintela, anunció que presentaría renuncia para incorporarse a
la Cámara de Diputados. En el seno del Consejo se propusieron
para reemplazarlo los nombres de Ricaldoni y Arrizabalaga. Los
estudiantes hicieron una intensa campaña. Al respecto El estudiante
libre se manifestaba en los términos siguientes:
4 2 3
El Profesor Enrique Pouey y su época
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Solicitud de Licencia de Enrique Pouey, 1927.
“Desde el día 18 al 25 del corriente enero, se hallará abierto
un buzón en el local de la Asociación de Estudiantes de Medicina,
donde se recibirán los votos [...] Creemos que los estudiantes tienen
poco que cavilar para hallar, entre las personalidades científicas de
nuestro medio, aquélla que por sus antecedentes de trabajo, su obra
fecunda y su rectitud moral, merezca el alto honor de ocupar el
sitial del decanato [...] 7í>¿/<? g'Mé’ conozca la evolución de la
424
Ricardo Pou Ferrari
Facultad de Medicina, habrá comprendido que nos referimos al Dr.
Ricaldoni”.
Pero este declinó la candidatura por hallarse abocado a la ya
próxima inauguración del Instituto de Neurología; es probable que
también se sintiera enfermo. Arrizabalaga renunció a su postulación
y el Consejo designó por aclamación a Alfredo Navarro. Este se ha¬
llaba a bordo del Lutece rumbo a Europa, donde pasaría el resto del
año. Los estudiantes le enviaron un telegrama de agradecimiento
“por prestar su nombre en momentos en que parecía que Arrizabalaga
iba a ser electo”, lo que denota que no eran partidarios de esta última
alternativa. En carácter de consejero y profesor más antiguo, Juan
Pou Orilla fue nombrado Decano interino, cargo que ocupó hasta
principios del año siguiente.
***
A fines de junio, Pouey decide viajar a Europa, dirigiéndose
directamente a París. Allí coincide con Navarro y otros cirujanos.
En efecto, también llega, tras una larga permanencia en la Clínica
Mayo, Velarde Pérez Fontana; desde Montevideo hacen lo propio
Pedro Larghero Ibarz, Domingo Vázquez Rolfi y Juan Francisco
Canessa. En calidad de becario del Ministerio de Relaciones
Exteriores uruguayo, Rogelio Risso hacía una pasantía en el servi¬
cio de Delbet, mientras también se hallaba en París José Gallinal, al
regreso de Berlín, donde había seguido un curso de Tisiología.
A partir del 3 de octubre de ese año tuvo lugar en dicha capital
el Trigésimo Sexto Congreso Francés de Cirugía, evento que se repetía
anualmente desde 1885. Es probable que quienes viajaron expre¬
samente desde Montevideo, lo hicieran para asistir a esa reunión;
suponemos que también los otros estuvieron presentes.
Relata Pérez Fontana que durante esta permanencia en París,
tuvo “la oportunidad de conocer a Víctor Pauchet [1869-1936], que
era amigo de Pouey y de Navarro”, a Pierre Delbet (1861-1957) -que
había visitado Montevideo el año anterior-, a Félix Legueu (1863-
1939) -en su oportunidad también huésped de nuestra capital-, a
Paul Lecéne (1878-1929) y a “ muchos cirujanos de HospitaF. Refiere
4 2 5
El Profesor Enrique Pouey y su época
asimismo, el encuentro con otro ocasional invitado a Montevideo,
Henri-Albert Hartmann (1860-1952), gran campeón en la cirugía
del tubo digestivo.
Tanto Navarro como Pouey encontraban a muchos de sus an¬
tiguos condiscípulos, ahora profesionales destacados, quienes los
recibían, en sus servicios hospitalarios y en sus clínicas privadas,
retribuyéndoles con fina cortesía las atenciones de las que habían
sido objeto en sus viajes a Uruguay.
Se vivía el período de entre guerras , al que Mañé Garzón ha
calificado como la “ segunda Belle Epoque” , del cual París era la ca¬
pital indiscutida. El mundo disfrutaba de relativa bonanza y paz.
Luego de 1924, Francia pasó a ser la principal potencia económica
europea; los adelantos científicos y tecnológicos hacían pensar en
un futuro promisorio; se alentaba la idea de una comunidad in¬
ternacional armoniosa; los movimientos vanguardistas sacudían la
literatura, la música, el cine y las artes plásticas; los pensadores ma¬
terialistas se confrontaban con los vitalistas, con Henri Bergson a la
cabeza como gran árbitro del espritfrancais de ese momento.
Los latinoamericanos, entre ellos los orientales, tenían fama de
nuevos ricos, capaces de gastar fortunas en Europa. Varias familias
montevideanas tenían apartamento en París, para pasar la tempo¬
rada invernal y casa en Biarritz o en Niza, donde residían durante
la época estival; otras permanecían varios años en Francia para que
sus hijos se educaran allí.
Pouey concurría a las casas de instrumentos quirúrgicos ubica¬
das en los alrededores de la Facultad de Medicina, donde los adqui¬
ría, tanto para el hospital como para su sanatorio privado. Otro de
sus entretenimientos predilectos era visitar las librerías del Quartier
Latín y adquirir libros recién editados o antiguos, puesto que, como
muchos de los médicos de entonces era, además de estudioso, bi¬
bliófilo. Pérez Fontana, entonces un joven profesional, que iniciaba
su biblioteca, narra al respecto: “compré muchos libros, entre ellos la
biblioteca del profesor Le Dentu que la adquirí en la rué de l’Ancienne
Comédie”. Otro polo de atracción era la Biblioteca de la Facultad de
426
Ricardo Pou Ferrari
Medicina, donde hallaban novedades en materia de publicaciones
periódicas de todo el mundo.
Lo mismo que Navarro, Pouey visitaba los viejos pasajes en
torno a la Facultad -donde aún quedaban construcciones del París
medieval- y procuraban revivir experiencias juveniles.
Pouey disfrutaba de los conciertos de Théátre du Chátelet , que
tan familiar le resultaba puesto que allí solía acompañar a Luis
Sambucetti, cuando este era violín de esa Orquesta. Sensible a las
artes plásticas, hacía también cortas visitas al Louvre; aunque lo
conocía casi de memoria, siempre encontraba algún detalle nue¬
vo en una vieja obra o se admiraba ante las nuevas adquisiciones.
Asiduo de las galerías de arte de la rué de Seine, adquiría óleos post
impresionistas de buena factura, que podían encontrarse entonces
con facilidad y a bajo precio. Un compromiso ineludible era pasar
por lo menos una tarde con Pedro Figari, que habitaba un aparta¬
mento ubicado en la Place du Panthéon y que ese año había sufrido
la pérdida de su hijo y colaborador, el arquitecto Juan Carlos Figari
Castro (1893-1928).
Nuestro biografiado frecuenta a los ginecólogos parisinos, de los
que entonces (ya desaparecido Samuel Pozzi) Jacques A. Doléris era
el decano. El ginecólogo uruguayo asistía a las sesiones de la Société
Frangaise de Gynécologie et Obstétrique, de la que el era miembro y
formaba parte además del comité de redacción de su órgano oficial,
que era la revista Gynécologie et Obstétrique. En la sesión del 12 de
diciembre, Pouey presenta un trabajo titulado Cáncer de l’utérus
chez une femme enceinte de six mois et demi, guérison par le radium,
accouchement normal. En esa misma oportunidad, el Profesor de
Obstetricia M. A. Couvelaire lee su comunicación, L’obstétricie
en Argentine, au Chili, en Uruguay, au Brésil. Impression de Voyage,
donde refiere el viaje al Cono Sur americano, que obedeció a una
invitación de la Asociación Médica Argentina, ocasión en que, a su
paso por Montevideo, “ visitó el servicio del Profesor Pouey ”, dictando
allí una conferencia.
Como ya lo había hecho en ocasiones anteriores, Pouey acom¬
pañó a Doléris a Lembéye, su pueblo natal, ubicado en el Béarn.
4 2 7
El Profesor Enrique Pouey y su época
Alejado de los compromisos científicos, académicos y políticos -no
olvidemos que había sido diputado por el Partido Republicano
Radical entre 1921 y 1925-, cuidaba de los viñedos y de la elabora¬
ción de sus vinos. Esta antigua afición, casi innata en él por haberla
recibido de sus ancestros, lo llevó a crear, en 1910, una Cátedra de
Agricultura en su región. Escribió varios libros sobre vitivinicultura,
entre ellos, en 1912, el titulado Le Nil argentin, como denominó a
la zona del Río Negro en la República Argentina, donde hallaba in¬
mejorables condiciones para el cultivo de la vid. Transmitió a Pouey
esas afinidades, estimulándolo a plantar una viña en su granja de
Las Piedras , región por demás favorable para este cultivo.
Días después, Pouey se desplazó a Tarbes (Altos Pirineos), la
ciudad de sus antepasados, donde aún conservaba parientes, a quie¬
nes visitaba y de seguro ayudaba pecuniariamente, de acuerdo con
su natural generosidad.
En esta oportunidad tomó un crucero por el Rihne que lo lle¬
vó hasta Colonia y luego hizo una breve visita a Bruselas, donde lo
llevaba la finalidad específica de adquirir el radium que usaría en el
hospital. En la Compañía Belga del Radium de las Minas de Katanga,
adquirió cerca de 300 miligramos de sulfato de radium, conjunta¬
mente con los aparatos necesarios para su aplicación.
De camino a París, pasó unos días en Estrasburgo, ciudad dis¬
putada por los países limítrofes, en cuya Facultad de Medicina ha¬
bía nacido, a mediados del siglo XIX, la cirugía ginecológica con
Eugéne Koeberlé. Admirador de las grandes obras duraderas, fruto
del tesón de sucesivas generaciones, Pouey era un especialista en las
catedrales góticas francesas; la de Estrasburgo estaba entre sus pre¬
feridas.
No menos aficionado que a la arquitectura lo era a su nueva
especialización, la curieterapia. Por esa razón, los servicios parisinos
en la materia también representaban para él templos admirados, que
ineludiblemente visitaba durante varias semanas. El preferido, por
su importancia, era el Instituí Curie. Primero pedía una audiencia
para saludar a Madame Curie, quien, de no haber sido por su en¬
fermedad, hubiera visitado Montevideo en 1930 para participar de
428
Ricardo Pou Ferrari
la Conferencia Nacional Anticancersosa, como lo había hecho en
1926 en Brasil, donde viajó acompañada por su hija Irene. Luego
de cumplida esa cortesía, Pouey no hacía más que perseguir a Claude
Regaud mientras este desarrollaba sus tareas clínicas, apuntando al
mejor estilo de un alumno interno deseoso por aprender cada deta¬
lle nuevo acerca de los procedimientos empleados, así como sobre la
evolución de los casos de cáncer de las más diversas topografías allí
tratados. Lo propio hacía en otros centros, tanto de la capital como
de la provincia. Al fin y al cabo, luego de la etapa microbiológica,
representada por la figura de Pasteur, de quien había aprendido en
su juventud, podría decirse directamente, las principales técnicas de
laboratorio, sobrevino la fase de la radiumterapia, tan francesa co¬
mo la anterior, de cuyos precursores también adquiría Pouey ahora
los principios metodológicos. En este sentido, los cirujanos france¬
ses de distintas especialidades, incluyendo a los ginecólogos, habían
adoptado el radium como parte de su armamentarium terapéutico,
de modo que su empleo formaba parte del métier , al punto que
cada servicio tenía su propio “ capital 7 de radium. Dicho elemento
fue captado por los clínicos y especialmente por los cirujanos, sin
pertenecer en exclusividad, como había sido el caso de los rayos X,
a los especialistas en “ electricidad médica , más adelante conocidos
como radioterapeutas. De esta tradición francesa se nutrió la escuela
ginecológica uruguaya, que también consideró a la radiumterapia
como parte integrante de su práctica.
En años siguientes, Pouey siguió de cerca la evolución de las
organizaciones francesas para la prevención y el tratamiento del
cáncer ginecológico, de cuyos centros regionales, especialmente el
de Nancy, sacó muchas ideas para el Instituto de Curieterapia mon¬
tevideano.
Véase Apéndice Documental. Anexo N° 37.
429
Capitulo XXXIII
1928
Renuncia a la Cátedra.
Profesor ad Honorem de la
Facultad de Medicina Homenaje
Enrique Pouey, 1928.
En 1928, luego de la prolongada licencia que usufructuara con
motivo del viaje a Europa que acabamos de comentar, Pouey pre-
43i
El Profesor Enrique Pouey y su época
sentó renuncia al cargo de profesor, para dar lugar a la promoción
de sus discípulos y con el propósito de estudiar su nutrida casuística
sobre distintos temas ginecológicos, que aún no había tenido tiem¬
po de publicar. En esa ocasión, el Consejo Directivo de la Facultad
de Medicina, por iniciativa del Decano Alfredo Navarro, le otorgó
el títuto de Profesor ad honorem y le tributó un homenaje, que tuvo
lugar el 26 de junio. Por la mañana, se realizó una ceremonia en
el Hospital Pereira Rossel, oportunidad en que hicieron uso de la
palabra Enrique Liovet y Carlos Stajano, en nombre de sus antiguos
discípulos; Carlos María Domínguez, en representación de los mé¬
dicos del Hospital y los bachilleres Luis Bado y Abel Chifflet, que
llevaron la voz de los estudiantes de Medicina. El profesor Pouey
contestó con una breve pero sentida oración. Este acto fue filmado
por una “ conocida casa de cinematografía de Montevideo” , película
que no ha llegado hasta nosotros. El Boletín de la Liga Uruguaya
de Lucha contra el Cáncer Genital Femenino , dedicó un número es¬
pecial, ilustrado con fotografías y un dibujo, a modo de caricatu¬
ra, ejecutado por Miguel Becerro de Bengoa, donde Pouey aparece
ubicado en el centro, rodeado por los profesores que en distintas
épocas habían sido sus colegas en la Facultad.
Caricatura-homenaje, debida a Miguel Becerro de Bengoa.
432
En el Pabellón “Enrique Pouey”, Stajano hace uso de la palabra, frente al es¬
trado, que ocupan, de izquieda a derecha, Bottaro, Pou Orfila, Navarro, Pouey,
Blanco Acevedo.
En el salón de clases del Pabellón de Ginecología, donde tuvo
lugar el acto matutino, el homenajeado ocupaba el centro del es¬
trado, acompañado de los doctores Navarro, Pou Orfila, Quiniela,
Martirené, Bottaro, Saráchaga, Turenne, Llovet, de Pena, Escardó,
Crispo, Domínguez, Estol, Armand Ugón, Stajano, Barcia, Becerro
de Bengoa, Tarigo, Pablo Carlevaro, Juan C. Carlevaro, Canzani,
E. Paysée, Calzada y los bachilleres Juan Bado, Fernando Herrera
Ramos y Abel Chiífiet, la señorita María Pouey, etc.
Homenaje a Pouey en el Pabellón de Ginecología.
433
El Profesor Enrique Pouey y su época
Por la tarde, tuvo lugar un acto académico en el Paraninfo de
la Universidad, donde se le hizo entrega, de manos del Decano de
la Facultad de Medicina Alfredo Navarro, del diploma de Profesor
ad honorem y se le obsequió un pergamino y un álbum, donado
éste último por la Comisión de Damas. El pergamino, que le fue
ofrendado por Carlos Stajano, era obra del artista nacional H. Berta
y llevaba la siguiente inscripción: “Al Profesor Pouey, hombre bueno y
justo, al amigo leal, al médico filántropo, al maestro eminente, progre¬
sista, que fue siempre un ejemplo estimulante y armonioso de suavidad
y de firmaza y que supo como pocos enseñar el culto al trabajo y a la
verdad! Montevideo, Junio 20 de 1928
ol hrti't'tí Mtc.alftmiaoíai.
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Pergamino ofrecido a Pouey, 1928.
434
Ricardo Pou Ferrari
Se había pensado ofrecerle también en esa ceremonia una me¬
dalla de oro, que sería diseñada por el Arquitecto Villamajó, pero
finalmente se acuñó, con posterioridad, una de bronce, obra del
escultor Carlos María de Pena. 353
Medalla acuñada en homenaje a Pouey, 1928.
Entre la concurrencia fue distribuida una cartilla con el retrato
de Pouey, al dorso de la cual se reproducía el texto del pergamino.
Hicieron uso de la palabra Juan Pou Orfila, en nombre de la
Facultad de Medicina y de los discípulos y amigos del doctor Pouey
y el bachiller Fernando Herrera Ramos, en representación de los
estudiantes, a quienes agradeció el homenajeado.
El Estudiante Libre se hizo eco del homenaje, 354 elogiando la
trayectoria del “viejito”, como afectuosamente lo llamaban.
Sus discípulos y amigos le brindaron un almuerzo en el Polo
Club de Montevideo, del que quedó una histórica fotografía.
353 Dr. Enrique Pouey Homenaje, 1928. Autor: Antonio Pena. Circular de 50 mms.. Uni-
faz, una figura femenina de cánones o gusto griego. La serpiente, símbolo de la Me¬
dicina, enroscada en un laurel. Inscripción: “Homenaje al Dr. Pouey.26 de junio de
1928”. Firmada por el autor. Sello del acuñador Tammaro ( Argüí, José Pedro. “Un
notable medallista uruguayo”'. Pena [Antonio Pena, 1894-1947], págs. 27-33: y Argüí,
José Pedro “ Cien medallas del Uruguay”, Montevideo, Banco de la RepúblicaOriental
del Uruguay, 1971, Medalla N° 34).
354 Homenaje al Profesor Pouey, El Estudiante Libre, 1928, 86:13.
El Profesor Enrique Pouey y su época
Homenaje a Pouey en el Polo Club. Sentados, de izquierda a derecha: Becerro
de Bengoa, María Armand Ugón, Pou, Pouey, Bottaro, Crispo, J.C. Carie-
varo. De pie: Bonecarrére, Berthier, Stajano, P. Carlevaro,[sin identificar],
Bottaro (hijo), Correa, Piarán, Vázquez (hijo), Tarigo, [sin identificar], [sin
identificar], Schaeffer, [sin identificar], [sin identificar], Apolo.
Véase Apéndice Documental. Anexos N° 38 a 41.
436
Capitulo XXXIV
1930
Conferencia Anticancerosa del
Uruguay
C omenzaban para Uruguay tiempos de estrechez eco¬
nómica, a los que seguirían otros de crisis política e
institucional. Al comienzo, la Gran Depresión norte¬
americana de 1929, no pareció afectar gran cosa a los
uruguayos, que se aprestaban a festejar el centenario de la prime¬
ra Constitución, haciendo de Montevideo, sede del campeonato
mundial de fútbol, en un estadio constuido por el arquitecto Scasso
en tiempo record, oportunidad en la que, una vez más, el equipo
locatario sería el triunfador. Sin embargo, en pocos meses, el peso
uruguayo, hasta entonces equivalente al dólar y a la libra esterlina,
comenzó a derrumbarse. Mientras los censos agropecuarios e in¬
dustriales mostraban un incremento de las empresas de mediano
y pequeño tamaño, consignaban además una notoria disminución
del número de cabezas de ganado -casi exclusiva fuente de riqueza
del país-, mientras estimaban un leve ascenso de la población, en es-
437
El Profesor Enrique Pouey y su época
pedal urbana. Las consecuendas de la crisis no se hicieron esperar,
con un incremento del desempleo, de la conflictividad social, de los
impuestos y del costo de vida, en tanto que los salarios y jubilacio¬
nes fueron congelados. Los grupos de presión, especialmente ban¬
queros, empresas internacionales y grandes terratenientes, ejercían
su influencia en el sentido de fortalecer la posición conciliadora y
reformista del Presidente de la República Gabriel Terra, que había
asumido en 1931. Se vieron afectados los negocios con el extranje¬
ro, especialmente con Inglaterra y Estados Unidos. Fallecidos, su¬
cesivamente, entre 1927 y 1931, Viera, Batlle y Sosa, el liderazgo
del Partido colorado estaba entre Terra y los representantes del viejo
batllismo neto de El Día. Las discrepancias entre el Presidente de la
República, el Consejo Nacional de Administración y los distintos
grupos políticos comenzaron a hacerse sentir en forma de reproches
recíprocos y mutuas trabas.
Puede considerarse que el año 1930 es una charnela entre el
Uruguay feliz, ajeno a los problemas del resto de América, que se
autodenominaba la Suiza de América , apegado a la Ley e inmune
frente a amenazas dictatoriales, y un país de realidades menos gratas,
con una democracia más frágil de lo que imaginaban sus habitantes
y una economía que de a poco iba deteriorándose, para arrastrar
consigo muchos aspectos excepcionales que el Uruguay tenía en el
panorama sudamericano, en particular en lo que a política y cultura
se refería. En Europa, el fascismo y el nacionalsocialismo estaban en
vías de cristalizar dictaduras que arrastrarían al mundo, en menos
de una década, a la más sangrienta hecatombe de la historia. En el
entorno geográfico inmediato, también se cernía la amenaza del to¬
talitarismo, con los gobiernos militares -ambos iniciados en 1930-
de Félix Uriburu en Argentina y de Getulio Vargas en el Brasil. No
obstante, para nuestro pequeño Uruguay, 1930 fue -de todos mo¬
dos- un año de feriados, conmemoraciones, festejos y también de
congresos. 355 Tres años más tarde, el 31 de marzo de 1933, Gabriel
Terra daría el golpe de Estado, en coalición con el herrerismo, lo
que conduciría a la convocatoria de una Asamblea Constituyente,
355 C£: Caetano, G. y Jakob, R. El nacimiento del terrismo (1930-1933). Montevideo,
Ed. Banda Oriental, 3 tomos, 1991.
438
Ricardo Pou Ferrari
una reforma de la Constitución y la elección de dicho ciudadano
como Presidente hasta 1938.
1930: Acto de entrega de premios a las parteras que han diagnosticado pre¬
cozmente un cáncer de cuello uterino. En el centro de izquierda a derecha:
Becerro, Turenne, Pouey, Pou y Orfila, la premiada, Armand Ugón y Stajano
(Bol Of Liga, 1930, 24:6).
El el marco de las celebraciones mencionadas tuvo lugar el
Congreso Médico del Centenario , que contó con una masiva parti¬
cipación y cuyas publicaciones abarcaron siete gruesos volúmenes.
También se reunió en Montevideo el Congreso Internacional de
Biología.
En agosto de ese año, la Liga Uruguaya contra el Cáncer Genital
Femenino, presidida por Pouey, llevó adelante una iniciativa pre¬
sentada por Miguel Becerro de Bengoa en mayo de 1929. Entre los
fundamentos de la propuesta, su autor manifestaba un hecho de
gran significación histórico-médica: Uruguay era “elprimer país de
América que tuvo un Instituto para el tratamiento del cáncer por las
sustancias radiactivas después de haber llegado a la altura de los países
más adelantados en el tratamiento del cáncer por otros medios conoci¬
dos, la cirugía principalmente”. Agregaba otro hito: “fue también —y
esto es más honroso- el primer país de ambos mundos que tuvo una or-
439
El Profesor Enrique Pouey y su época
ganización oficial de lucha contra el cáncer: la Liga Uruguaya contra
el Cáncer Uterino dependiente de la Asistencia Pública Nacional”.
El Profesor Pouey haciendo entrega del premio, Bol Of Liga,
1930, 24: 6.
Se designaron como Presidentes Honorarios de la Conferencia
a las siguientes personas: Claude Regaud, Profesor del Instituto
Curie de París; Alberto Demicheli, Ministro de Instrucción Pública;
Sebastián Recasens, Decano de la Facultad de Medicina de Madrid y
Profesor de Ginecología; William Mayo, Cirujano y Jefe de la Mayo
Clinic ; Angel Roffo, Director del Instituto de Medicina Experimental
de Buenos Aires; Alfredo Navarro, Decano de la Facultad de
Medicina de Montevideo y Profesor de Clínica Quirúrgica; José
Martirené, Director General de la Asistencia Pública y cirujano
del hospital Pedro Visca y José Scoseria, Presidente del Consejo
Nacional de Higiene y profesor de Química biológica de la Facultad
de Medicina.
En la sesión inaugural hicieron uso de la palabra los profeso¬
res Pouey, Blanco Acevedo, Turenne, Pou Orilla y Castro Escalada
(de Buenos Aires). Se eligió la mesa que dirigiría las sesiones y co¬
mo presidente de la misma, al “ ilustre profesor y canceró logo doctor
440
Ricardo Pou Ferrari
don Enrique Poney como Vicepresidentes a Becerro de Bengoa,
Pou Orfila, Turenne y Castro Escalada y como Secretarios, a Carlos
M. Domínguez y Mariano Carballo Pou; como vocales, a Manuel
Albo, Juan P. Alaggia, Miguel Calleriza y Félix Leborgne.
Turenne destacaba en su alocución la importancia de la expo¬
sición anexa, puramente científica, reunida en el amplio salón de
fiestas del Palacio Salvo, pues “ para él, viejo profesor dinámico de la
Facultad de Medicina, ello era una verdadera revelación del medio'.
Becerro ponía énfasis en la elección de Pouey, “que era merecedor en
nuestro país, de todos los honores, [y que] debían ser felices los hombres
que como él, en plena actividad intelectual, alcanzaban el triple título
de consagrados, generosos y sabios
Medalla conmemorativa del Centenario de la Jura de la Constitución,
1930.
441
El Profesor Enrique Pouey y su época
El discurso de Enrique Pouey sintetizó la historia de la lucha
contra el cáncer en sus facetas asistencial y social, subrayando la
importancia de los factores predisponentes de la enfermedad, en
especial la infección crónica, cuyo tratamiento constituía el recurso
profiláctico de más jerarquía. Dejaba claro un concepto, que fue
retomado por otros congresistas: que la cirugía había dejado de ser
clave en el tratamiento del cáncer de cuello, siendo sustituida o
complementada por la curieterapia, convertida en una nueva espe¬
cialidad quirúrgica. Finalmente subrayaba, como lo hacía siempre,
la necesidad de realizar un diagnóstico precoz si se quería curar el
cáncer.
Presentó una casuística con los resultados del tratamiento del
cáncer de cuello uterino en su clínica pública, a partir del momento
en que ésta se instala en el Hospital Pereira Rossell, donde contaba
con adecuadas instalaciones y recursos humanos. 356 La frase intro¬
ductoria es magistral porque descubre la profunda esencia de la per¬
sonalidad humana y profesional del autor, así como su entusiasmo,
que sigue alentando su esfuerzo a los 72 años de edad:
“No vengo a deslumbraros con una estadística brillante; muy
al contrario, la mía es modesta, y, sin embargo, después de haber
estudiado cuidadosamente las causas de los fracasos, me siento lleno
de entusiasmo y poseído por la fe para luchar con más éxito en el
porvenir”.
Con gran sinceridad, añade:
“Losprimeros residtados fueron poco satisfactorios, pues con po¬
ca experiencia (nadie sabía mucho en esa época), tratábamos sólo
enfermas que hoy reconocemos incurables. Las pocas enfermas que
venían en estado de curarse, eran casi todas operadas. Desde esa
época lejana hasta el año 1923, no hemos encontrado sino 7 enfer¬
mas curadas (seguramente han de ser más, pero no hemos hecho la
356 Pouey Enrique. Resultados del tratamiento del cáncer del cuello uterino en la clínica gi¬
necológica de la Faeidtad de Medicina de Montevideo durante los últimos 7 años. Actas,
13-24. Ver bibliografía de Pouey, 1930.
442
Ricardo Pou Ferrari
búsqueda necesaria para encontrarlas). Estas son entre 9 y 16 años
después”.
No deja de sorprendemos que, en nueve años, en un servicio
donde convergían las enfermas ginecológicas de todo el país, no hu¬
biera, entre las que recibieron tratamiento radiante, más que siete
curaciones. Caben dos aclaraciones que todas las así tratadas eran
inoperables y representaban casi el noventa por ciento de las que
consultaron y que, por la carencia de mecanismos de seguimiento
(nurses , visitadoras sociales y otras formas de comunicación escrita),
muchas eran inubicables.
Seguidamente señalaba:
“Parecerá extraño que practicando la curieterapia desde hace
16 años, yo me refiera casi únicamente a las enfermas tratadas des¬
de el año 1923. Es qué recién en esa época la clínica ginecológica
pudo disponer, en todo momento y sin demora, del radio suficiente
para sus necesidades, pudiendo tratarse mayor número de cancero¬
sas y organizarse un Servicio de Cancero logia dentro de la Clínica
Ginecológica...
De 217 tratadas 86 viven (39,6%), 78 han muerto (35,94%) y
53 (24,42%) son inubicables. De las primeras, hay 40 que siguen
aparentemente curadas luego “de un mínimo de tres años, plazo de¬
masiado corto para poder admitir que todas van a sobrevivir porque
a veces la recidiva es relativamente tardía [...]”. Con mucha razón,
considera que no le es posible sacar conclusiones “por esas razones y
por otras que mencionaremos en su tiempo, [acerca] del porcentaje de
curaciones”.
En tercer lugar, si bien no en forma sistemática, antes o des¬
pués de la curieterapia, se ha empleado la Roentgenterapia profun¬
da, mediante un aparato de alto voltaje adquirido como parte del
equipamiento del nuevo Departamento de Radiología del Hospital
Pereira Rossell y utilizado, con resultados alentadores, por Félix
Leborgne. Hace seguidamente referencia a la cirugía como recurso
principal o adyuvante:
443
El Profesor Enrique Pouey y su época
“Nuestra experiencia nos ba convencido de que es imprescindi¬
ble tener a proximidad del centro roentgenterápico una organiza¬
ción quirúrgica ginecológica”.
En cuanto a la cirugía asociada a la curieterapia, relata que ha
practicado histerectomías en “algunas enfermas que parecían estar
curadas por radio y, en efecto, hemos comprobado que el microscopio no
hallaba lesiones en el límite de las incisiones
La escuela poueyana expone seguidamente la experiencia reco¬
gida desde su fundación en materia de cancerología ginecológica,
esta vez en la topografía vulvar, con una notable y extensa monogra¬
fía de Juan Pou Orfila. 357 Luego de un estudio general sobre el tema,
el autor aborda las técnicas quirúrgicas utilizadas: vulvectomía ra¬
dical restringida o mínima (con extirpación complementaria de los
ganglios inguinales homolaterales), en los neoplasmas vulvares pa¬
ramedianos incipientes; y los procedimientos radicales, ampliado o
máximo, en los cánceres vulvares avanzados, en sus dos variantes: la
operación de Kehrer y la de Basset, ésta última cuando las lesiones
están ubicadas en la proximidad del clítoris. El primer caso operado
corresponde al año 1914. En total suman 20, de los que tan sólo 3
pueden considerarse curados a los 5 años (15%), mientras que otros
tantos llevan menos de dos años desde el momento de la cirugía.
Félix Leborgne, aborda -desde su punto de vista de radiote-
rapeuta no cirujano-, la experiencia en el uso de los rayos X de
alta potencia en el tratamiento del cáncer de cuello uterino. 358 Su
casuística se compone de 291 casos de cáncer de cuello, tratados
con este procedimiento en forma aislada o asociado con electrocoa-
gulación, curieterapia o cirugía. En el comentario a esta ponencia,
Pouey agrega que, si bien “ este procedimiento no será siempre necesa¬
rio, es imprescindible, no sólo para fundir los gruesos bloques del cuello,
sino también y principalmente para el ataque de las metástasis, que ha
pasado a ser el punto capitalísimo de la cancerología genitalfemenina”.
Otras contribuciones de Leborgne son la presentación de un radio
357 Pou Orfila, J. Cáncer vulvar. Actas: 25-63.
358 Leborgne, F. Roentgenterapia del neoplasma del útero. Actas: 65-71.
444
Ricardo Pou Ferrari
bisturí de su invención, 359 el primero en su tipo; una propuesta para
estandardizar la medida de las radiaciones en la roentgenterapia. 360
y un estudio biofísico que demuestra la repartición espacial de los
rayos gamma. 361
El aporte de Luis P. Bottaro sobre diagnóstico y tratamiento
del cáncer cervical uterino, 362 en ausencia del autor que se encontra¬
ba de viaje en Europa, fue leído por el Dr. Antonio Harán, hijo del
viejo compañero de Pouey de París, que daba entonces sus primeros
pasos en la especialidad ginecológica. Este trabajo, de un gran valor
histórico-médico, al que nos hemos referido en varias oportunida¬
des, aporta datos con la exactitud propia del protagonista de los
hechos.
“Criando, haciendo honor a las enseñanzas delprofesor Regaud,
se combinaron las irradiaciones, superponiendo a la irradiación fo¬
cal cervical, la de los parametrios, por medio de tubos colocados en
los fondos de saco vaginales. En 1928 tuvimos una serie de casos en
que obtenida la cicatrización cervical, se mantenían lesiones del te¬
jido celular pelviano; habida cuenta de la imposibilidad de distin¬
guir entre las inflamatorias y las neoplásicas, luego de terminado el
tratamiento actínico y dentro de las seis semanas, practicamos una
histerectomía ensanchada de Wertheim, con anestesia raquídea, en
siete casos [...] Debemos declarar con dolor que los residtados fa¬
vorables son demasiado escasos. Ello no depende, por cierto, de la
voluntad firme que nos ha gtúado en el tratamiento del cáncer ute¬
rino, sino de la ignorancia en que aún vivimos respecto del origen y
desarrollo de esta temible enfermedad”.
Pouey presenta, en colaboración con Stajano un trabajo sobre
cáncer de endometrio. 363 Está ilustrado con buenas fotografías que
359 Leborgne, F. El radio bisturí. Actas: 321-322.
360 Leborgne, F. Sobre la necesidad de estandarizar las medidas de la roentgenterapia. Actas:
333-334.
361 Leborgne, F. Repartición espacial de los rayos gama. Actas: 335-336.
362 Bottaro, Luis P. Diagnóstico y tratamiento del neoplasma del cuello uterino. Actas: 75-
114.
363 Pouey, E y Stajano, C. El cáncer primitivo del cuerpo uterino. Actas: 125-186. Ver
Bibliografía de Pouey, 1930.
445
El Profesor Enrique Pouey y su época
permiten apreciar las distintas formas anatomoclínicas descritas.
Proponen tratarlo mediante radiumterapia, seguida por histerecto-
mía total abdominal con anexectomía bilateral.
Carlos María Domínguez, hace una extensa presentación sobre
los rasgos anatomopatológicos, macro y microscópicos, de los cán¬
ceres de cuello uterino y sus metástasis. 364
Miguel Becerro de Bengoa interviene con aportes de los que son
característicos de su idiosincrasia intelectual. Propone la unión de
la Liga original con otras, pertenecientes a distintas especialidades,
para constituir la Liga Nacional Anticancerosa, 365 así como también
la utilización de esquemas sintomatológicosN 6 Finalmente, refiere
que para obtener buenos resultados en el tratamiento del cáncer, es
conveniente que los enfermos sean dirigidos a los servicios especia¬
lizados en cada caso, siendo ésa una aspiración que debe cumplirse
especialmente con los enfermos asistidos por el Estado. 367
El Profesor Libre de Clínica quirúrgica, Eduardo Blanco
Acevedo, hace una muy breve ponencia sobre cirugía del cáncer
uterino 368 en la que, refiriéndose a la técnica de Wertheim, afirma:
“es un deber de la hora declarar que esta práctica ha sido aban¬
donada por la mayoría de los médicos que tratan el cáncer uterino,
y que, enptiridad de verdad, son contados los cirujanos en el mundo
civilizado, que pueden vanagloriarse de conocer a fondo la técnica
de Wertheim y sus modificaciones”.
Pouey se adhiere a este modo de pensar, mientras Pou Orfila
manifiesta, con mayor ponderación, “ que en elfuturo convendrá usar
la combinación de los métodos, según los criterios de la clínica”.
364 Domínguez, Carlos M. Anatomía patológica del cáncer uterino y sus metástasis. Actas:
423-494.
365 Becerro de Bengoa, M. La Liga Nacional Anticancerosa. Actas: 303-305.
366 Becerro de Bengoa, M. Lucha contra el cáncer uterino por esqttemas sintomatológicos
ilustrados. Actas: 307-324.
367 Becerro de Bengoa, M. Lucha contra el cáncer. Distribución científica de enfermos.
Actas: 325-329.
368 Blanco Acevedo, E. La cirugía en el cáncer uterino. Actas: 241-244.
446
Ricardo Pou Ferrari
Debe señalarse que en el evento no sólo intervinieron gine¬
cólogos sino también otros especialistas uruguayos, entre los que
cabe destacar: el profesor de Urología, Luis A. Surraco; 369 el cate¬
drático de Anatomía Patológica, Eugenio Lasnier; 370 el director del
Instituto de Neurología, Alejandro Schroeder 371 y los médicos Julio
García Otero y Pedro Barcia, autores estos últimos de una exten¬
sa y notabilísima monografía sobre cáncer de pulmón. 372 Mariano
Carballo Pou, médico veterinario, Profesor de Anatomía Patológica,
de la Facultad de Veterinaria lee un trabajo que denota el concien¬
zudo y original estudio de un tema de interés para la ganadería y
por consiguiente para la economía del país, el cáncer ocular de los
bovinos. 373
El cancerólogo francés, Claudius Regaud no asistió al encuen¬
tro, enviando un trabajo sobre la duración de la radioterapia de los
cánceres, que fue leído por Pouey. 374 El conocido científico argen¬
tino Angel Roffo hizo una presentación sobre carcinogénesis en el
conejo por el tabaco. 375 A. Bengolea -importante figura de la cirugía
ginecológica— y A. Pavlovsky fueron los únicos clínicos argentinos
asistentes a la Conferencia. 376
Otros participantes extranjeros fueron: Alejandro Dávalos y
Juan B. Rivarola de Paraguay, Juan José Mostajo de Perú, Lucas
Sierra de Chile y Simonne Laborde e Ives Louis Wickham del
Instituto Gustave Roussy de Villejuif, Francia, Alejandro Cabral de
República Dominicana.
En representación de la Clínica Mayo, John Mayo, Fellow
de cirugía, hace una contribución sobre carcinoma del muñón
369 Surraco, Luis A. Consideraciones sobre el diagnóstico y el tratamiento del cáncer prosté¬
tico. Actas: 193-216.
370 Lasnier, Eugenio. Cáncer primitivo de los ganglios linfáticos. Actas: 215-240.
371 Schroeder, A. Tumores del Neuro Eje. Actas: 339-346.
372 García Otero, J. y Barcia P. Cáncer de pulmón. Actas: 495-595.
373 Carballo Pou, M. El cáncer ocular en los bovinos del Uruguay. Actas: 347-354.
374 Regaud, C. Sur l’importance de la durée du traitement dans la radiothérapie des cancers.
Actas: 187- 190.
375 Roffo, A. H. Desarrollo de un carcinoma en el conejo por el tabaco. Actas:. 248-253.
376 Bengolea , A. y Pavlovsky, A. A propósito de curieterapia en el cáncer de útero. (Buenos
Aires,). Actas: 405-412.
447
El Profesor Enrique Pouey y su época
cervical; 377 William Mayo, antiguo camarada de Pouey, se ocupó de
la profilaxis del cáncer. 378
En representación de la escuela de Barcelona acudió Víctor
Conill Montobbio. 379
Juan Pou Orfila, en su calidad de Vicepresidente de la Mesa,
pronunció las palabras de clausura.
A la conferencia se asoció, con un espíritu de avanzada para
estos eventos, una Exposición científica, que comprendía material
(fotografías, carteles, dibujos) sobre cancerología humana, animal,
experimental y vegetal. Entre los participantes de esta muestra ca¬
be mencionar los siguientes: Ministerio de Industrias, Asistencia
Pública Nacional, Facultad de Medicina, Facultad de Veterinaria,
Liga Uruguaya contra el Cáncer Genital Femenino, Instituto de
Pesca y aportes personales de los Dres. A. Schroeder, C. Stajano, M.
Becerro de Bengoa, F. Leborgne, P. Barcia y J. García Otero y del
estudiante de medicina Alejandro Pou de Santiago. 380
Al año siguiente, se reúne en Buenos Aires el Congreso Argentino
de Cirugía, del que Pouey es designado Presidente de Honor. Diserta
en esta ocasión sobre el empleo del radium en el tratamiento de los
miomas uterinos. Nos parece oportuno agregar este dato, puesto
que, a diferencia de Pou Orfila y más que nada de Turenne, que
tuvieron una fluida vinculación con la ginecología, la cirugía y la
historia de la medicina (en el caso del segundo de los nombrados)
en la Argentina, no conocemos, con respecto a Pouey, más que al¬
gunas pocas intervenciones en el país vecino. En cambio, sus viajes
al Brasil fueron más numerosos, con motivo de congresos o por
turismo, quizás debido a su vinculación de amistad con el egregio
profesor de Clínica Médica, Aloysio de Castro (que databa de 1909,
ocasión en que el Maestro uruguayo asistió al IV Congreso Médico
Latinoamericano, reunido en Río de Janeiro), o por razones me¬
nos académicas, porque Pouey era propietario de un campo en Río
377 Mayo, Carlos H. y Mayo, José G. Carcinoma del muñón cervical. Actas: 365-368.
378 Mayo, William. (Rochester). La profilaxis del cáncer. Actas: 413-421.
379 Conill Montobbio, Víctor D. (Barcelona). Cáncer de la vulva y algunas cuestiones.
acerca del cáncer ginecológico. Actas: 369-376.
380 Actas: 609-638.
448
Ricardo Pou Ferrari
Grande do Sul. No debemos olvidar tampoco que, al menos duran¬
te los primeros años de su actuación quirúrgica, fueron numerosas
las pacientes brasileñas que se asistieron en el Sanatorio Quirúrgico
Ginecológico de Pouey, lo que probablemente creó vínculos más
fuertes con el país norteño.
Véase Apéndice Documental. Anexo N° 42.
449
Capítulo XXXV
1933
Instituto de Curieterapia
Ginecológica
L uego de su renuncia a la cátedra en 1928, Pouey fue designa¬
do Jefe de la Sección curieterdpica de la Clínica Ginecológica
de la Facultad, dedicándose desde entonces a la planifica¬
ción del Instituto de Curieterapia Ginecológica. Es preciso
recordar que en la década de 1930, en la Facultad de Medicina se
fundaron dos institutos más, que significaron un gran aporte a la
investigación y a la docencia: el Instituto de Endocrinología, a car¬
go de Juan C. Mussio Fournier (1934) y el Instituto de Tisiología
(luego denominado de Neumología), bajo la dirección de Juan B.
Morelli (1937).
Como ya dijimos, la situación política del Uruguay en ese mo¬
mento era de particular tensión, finalizando en el golpe de Estado
del 31 de marzo de 1933. 381
381 Caetano, Gerardo. La República batllista. Montevideo, Banda Oriental, 2011.
451
El Profesor Enrique Pouey y su época
El nuevo gobierno fusionó las corporaciones con competencia
en la materia en un Ministerio de Salud Pública, cuya figura legal fue
creada el 5 de setiembre de 1933 y que quedó definido con la apro¬
bación de la Ley Orgánica de Salud Pública del 12 de enero de 1934.
El primer titular de esa cartera, fue, hasta 1936, Eduardo Blanco
Acevedo, cirujano, director de uno de los servicios del pabellón de
ginecología y consuegro de Terra. 382
***
El Profesor Pouey fue el Alma Mater del Instituto, planificó
hasta los más mínimos detalles -que se reflejan concretamente en
los planos de este nuevo pabellón-, para asegurar la buena asisten¬
cia y el bienestar de las enfermas. La obra fue inaugurada en octubre
de 1933.
Instituto de Curieterapia Ginecológica (1933).
El edificio continúa hacia el oeste al pabellón de Ginecología.
Consta de un subsuelo, dos pisos y un sector de terrazas de espar¬
cimiento. Según la detallada descripción del mismo que ofrece un
número especial que le dedicó el Boletín de la Liga Uruguaya con-
382 Un hijo de Terra, Gabriel, se había casado con una hija de Blanco, Marta.
45 ^
Ricardo Pou Ferrari
tra el Cáncer Genital Femenino, “ todo estaba pensado en función de
las internadas, que eran asistidas gratuitamente con sólo demostrar su
falta de recursos económicos ’. Se las registraba de acuerdo con los
principios del fichero universal de Becerro de Bengoa. La policlíni¬
ca funcionaba todos los días de la semana, incluso los domingos.
Para evitar confusiones, las tarjetas de identificación tenían colores
distintos según el día de la consulta. Luego del interrogatorio y el
examen, el médico dictaba sus observaciones a una nurse, que las
consignaba en la historia personal de la enferma.
Sala de examen en la Policlínica del Instituto.
La Sección de Anatomía Patológica, a cargo de Carlos María
Domínguez, contaba con salas de micrótomos y microscopios,
donde podían trabajar simultáneamente varios técnicos. También
disponía de equipos para estudios por congelación, así como de
microscopios de platina grande para observar cortes amplios y se¬
riados.
453
El Profesor Enrique Pouey y su época
Armarios para guardar las preparaciones microscópicas, según el criterio de
Becerro de Bengoa (Sección Anatomía Patológica).
Los preparados histológicos, al igual que algunas piezas conser¬
vadas, se almacenaban en armarios concebidos según los principios
ideados por Becerro para ordenar las bibliotecas.
El Instituto también tenía un Museo donde se exponían lámi¬
nas y piezas, ubicado en forma tal que el público en general o los
visitantes al centro pudieran acceder sin necesidad de entrar a los
sectores asistenciales. Todavía en esta época el Museo era un ámbito
de formación de los médicos, tradición que venía desde principios
del siglo XIX, cuando en Europa y Norte América se multiplica¬
ron, en hospitales y Escuelas médicas, estas reparticiones. Ahora, la
novedad era la de compartir parte de ese material, cuidadosamente
elaborado por profesionales y técnicos, con la población en general;
probablemente esto es un rasgo de la Asistencia Pública.
En las dos plantas principales estaban las dependencias del
Director, los archivos, las salas generales (con capacidad para veinte
camas cada una) y las individuales. También se ubicaban allí los
quirófanos, provistos de todas las innovaciones para garantizar su
perfecto funcionamiento. En el segundo piso se situaba el comedor
de las internadas, que contaba con elementos para distraerse y tra¬
bajar en tareas manuales en caso de que su estadía se prolongara.
454
Ricardo Pou Ferrari
En esa planta, había una habitación especial donde se guardaba el
radium en una caja fuerte.
El Instituto contaba con una Biblioteca y una Sala de Reuniones
para las sesiones del Comité Central de la Liga o para las conferen¬
cias científicas organizadas con la finalidad de enseñar la “cancero-
logia ginecológica’
El personal, dirigido por el profesor Pouey, estaba integrado,
además del ya citado patólogo, por los doctores Carlos Stajano,
Miguel Becerro de Bengoa, María Armand Ugón, María Figueroa,
Luis Calzada, Enrique Llovet y el sobrino del Director, el cirujano
Enrique Lamas Pouey. No pueden dejar de mencionarse las nurses ,
a cargo de una jefa, que tenía su propio apartamento en el pabellón,
desde el cual podía controlar las salas, sin ser vista.
455
El Profesor Enrique Pouey y su época
Pouey y sus colaboradores del Instituto de Curieterapia Ginecológica. En primera
fila, de izquierda a derecha, Luis Calzada, Carlos V. Stajano, Enrique Pouey, María
Figueroa y Miguel Becerro de Bengoa. De pie: César Crispo Acosta, María Armand
Ugón, Luís P. Bottaro, Carlos M. Domínguez y Ernesto Lamas Pouey
Poco antes de su inauguración, la obra fue visitada por el
Presidente de facto de la República Dr. Gabriel Terra, acompañado
por el Ministro de Salud Pública, Eduardo Blanco Acevedo, entre
otros.
Visita del Presidente de la República. De izquierda a derecha: El Ministro
Ghigliani, el Presidente GabrielTerra, el Profesor Enrique Pouey, el Doctor
Miguel Becerro de Bengoa.
456
Visita de las autoridades nacionales. En primera fila, de izquierda a derecha: el profesor Enri¬
que Pouey, el Ministro de Salud Púlica, Eduardo Blanco Acevedo, el Ministro del Interior Er¬
nesto Ghigliani, los doctores Juan Carlos Carlevaro, Miguel Becerro de Bengoa y el Presidente
de la República, Gabriel Terra.
El día de la inauguración, hicieron uso de la palabra Miguel
Becerro de Bengoa y el profesor Pouey. El acto dio lugar a una nu¬
trida reunión, a la que concurrió María Pouey.
Inauguración del Instituto. Al centro de la foto, de izquierda a derecha:
el profesor Juan Pou Orfila, la Srta. María Pouey, el profesor Pouey y el
profesor Augusto Turenne.
457
El acto en el día de la inauguración del Instituto.
Entre 1933 y su fallecimiento en 1939, Pouey ofreció en el
Instituto cursos de verano sobre curieterapia ginecológica, destina¬
dos a médicos nacionales y extranjeros y dictó charlas de divulga¬
ción para público en general acerca del diagnóstico precoz del cán¬
cer ginecológico. La experiencia recogida en la nueva dependencia
fue presentada como ejemplar en Argentina y Brasil.
Enrique Pouey, circa 1933.
458
Ricardo Pou Ferrari
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¿F\y &^¡-<- c,.
Nota manuscrita de Pouey comunicando al Decano de la Facul¬
tad de Medicina, el 8 de julio de 1938 -menos de un año antes
de su muerte y ya cumplidos los ochenta años-, su asistencia al
Congrerso de Endocrinología de Río de Janeiro.
En ocasión del 80 a cumpleaños del Maestro, el 8 de mayo de
1938, tuvo lugar un acto en el Instituto, en él hizo uso de la palabra
Carlos Stajano y se descubrió un busto de Pouey, obra de Germán
Cabrera, -oriundo de Las Piedras-, donado por una comisión de
damas (presidida por la Sra. Sara V. de Sambucetti), que aún está
ubicado en su sitio original, en el pilar derecho de la puerta de en¬
trada al pabellón de Curieterapia. El homenajeado no concurrió a
esta ceremonia.
Una vez producida la muerte de su fundador, el Instituto que¬
dó a cargo de Pou Orilla, quien lo dirigió honorariamente hasta
1946, momento en el que, por disposición del Poder Ejecutivo, fue
sustituido por el doctor Félix Leborgne, lo que generó un conflicto
con inusitadas repercusiones. El nuevo Director cambió el nombre
de la repartición por el de Instituto de Oncología y Centro de Lucha
459
El Profesor Enrique Pouey y su época
contra el Cáncer , suprimió la mayoría de las camas, utilizando las
salas para instalar aparatos de radiología. El radium siguió siendo
empleado en esta dependencia del Ministerio de Salud Pública, si
bien pertenecía, según veremos, a la Facultad de Medicina. Sin pre¬
tender con ello sentar una crítica al distinguido radiólogo, ocurrió
con el Instituto de Curieterapia lo que con otras donaciones, cuyo
funcionamiento se vio desvirtuado en poco tiempo, al cambiar sus
objetivos originales. Acerca de este curioso (y podríamos agregar
casi trágico destino de algunas de nuestras instituciones médicas
públicas) se ha ocupado con lucidez el profesor Fernando Mañé
Garzón. 383
Busto de Pouey, colocado a la entrada del Instituto
de Curieterapia Ginecológica (escultor Germán Ca¬
brera).
383 Mañé Garzón, F. Prólogo, en Masliah, R. Historia de la Traumatología en el Uruguay.
Montevideo, 2008.
460
Capitulo XXXVI
1897 - 1938
Historia del Lycée francais
Y DE LA AlLIANCE FRANCAISE DE
Montevideo
L a familia Pouey -y más particularmente Enrique- estuvo es¬
trechamente vinculada con la educación en general y con la
difusión de la enseñanza del idioma y la cultura francesa en
especial. En efecto, no bien arribado al Uruguay en 1853,
Don Marcos funda una Escuela Francesa, luego denominada Colegio
Franco-Inglés, al frente del cual continúa por espacio de treinta años.
Adjuntamos, como dato de interés, una tabla con la lista de colegios
francófonos que existían en Montevideo en 1859.
461
El Profesor Enrique Pouey y su época
Responsable (s)
Denominación
Dirección
Eugénie Diere
Colegio Francés
Washington, 91
Olympie Godefroy
Colegio francés y español
Cerro, 102
Ernesto Guman
Colegio de varones
inglés, francés, alemán y
español.
Canelones, 67
Jorge Anastasia
Colegio Francés de
Niños.
Ciudadela, 199
Elisa Junin
Colegio francés de
Señoritas
Cerro, 177
Alejo Legemus
Escuela Francesa y
Española
Convención, 184
Carlos Laforgue 387
Institución francesa
Zavala, 188
Dra. Poncevest
Escuela francesa
Plaza Independencia,
88
Marcos Pouey
Colegio franco-inglés
Juncal, 73
Camille Ranee y Sra.
Colegio francés
Rincón, 74
Augusto Roselli
Colegio francés
Rincón, 230
María Vaval
Colegio francés
Juncal, 40
Juan Villeneuve
Colegio francés
Sarandí, 309
Próximo ya a su muerte, acaecida en 1891, don Marcos cede su
colegio a Mr. Latour, 385 director de una institución similar -aunque
de menor jerarquía- la que se fusionó con la de Pouey.
Enrique cursa primero sus estudios en el colegio paterno, lue¬
go en la Sección Preparatorios de la Universidad y por último en
el Colegio Sainte Barbe de París, del cual egresó con el título de
Bachiller en Ciencias. Vuelto a Montevideo en 1879, colabora con
su padre como docente de ciencias físicas y naturales.
Hemos mencionado anteriormente la admiración que tenía
Pouey por la obra pedagógica reformadora de José Pedro Varela,
desaparecido el mismo año en que él retorna al país. Respaldó la
384 Padre del poeta Jules Laforgue.
385 Latour era conocido por el apodo de “el manco Bastante rudo en su trato con los
alumnos, tampoco era muy apreciado entre sus colegas. Fue el maestro de Luis Mor-
quio, antes de ingresar a la Escuela de Artes y Oficios. (Otero y Roca, S. Morquio, op.
cit.).
462
Ricardo Pou Ferrari
iniciativa de brindarle un homenaje postumo en el segundo aniver¬
sario de su desaparición, mientras algunos integrantes del Ateneo
de Montevideo se negaban a hacerlo debido a la vinculación que
Varela había tenido con el gobierno dictatorial de Latorre. Pese a
que nunca formó parte de la Sociedad de Amigos de la Educación
Popular , Pouey perteneció al grupo de médicos que estuvieron muy
próximos a la educación, tanto por razones profesionales (algunos,
como Navarro y él mismo, eran consultados por temas vinculados a
la salud escolar y formaban parte, honorariamente, de los tribunales
de examen del Instituto Magisterial Superior) como por motiva¬
ciones de orden familiar, vocacional o por sentimiento patriótico.
Pueden considerarse incluidos en dicho grupo a los siguientes pro¬
fesores de la Facultad de Medicina: Américo Ricaldoni, hijo de un
eminente maestro; César Bordoni Pose, también descendiente de un
pedagogo; Juan Jaume y Bernat, cuyos padres eran ambos docentes;
Miguel Becerro de Bengoa, hijo de un maestro, inspector departa¬
mental y colaborador de Varela; Juan Pou Orilla, hijo y hermano
de maestros; Paulina Luisi, maestra ella misma, además de médica;
Francisco Caffera (1853-1933), también maestro de segundo grado
antes de graduarse de médico; Jacinto De León (1858-1934), pro¬
motor de la escuela primaria en la zona donde habitaba. Estos mé¬
dicos estuvieron muy relacionados con pedagogos, como Enriqueta
Compte y Riqué (1866-1949), Clemente Estable (1866-1949) y
Carlos Vaz Ferreira (1872-1958). Luego del impulso inicial dado
por Varela, los responsables de la Escuela Primaria nacional adqui¬
rieron una alta formación profesional, con la creación de nuevas
cátedras en el Instituto Magisterial Superior , el establecimiento de
centros para la formación de maestros en el interior del país (como
por ejemplo en el Liceo de La Paz en Colonia), la asistencia de los
educadores a los Congresos Científicos y Médicos de comienzos
del siglo XX (entre ellos, cabe señalar los numerosos trabajos pre¬
sentados por maestros al Primer y Segundo Congresos Científicos
Latinoamericanos, reunidos en Buenos Aires y Montevideo, en
1900 y 1901, respectivamente), quizás por la tendencia, en boga
entonces, de incorporar la psicología y la pedagogía a las ciencias
experimentales. Más tarde, fue también un médico, Roberto Berro
463
El Profesor Enrique Pouey y su época
(1835-1958), el creador del Consejo del Niño, siguiendo los linca¬
mientos de Luis Morquio (1867-1935) -fundador del Instituto
Internacional de Protección a la Infancia-. Finalmente, otro mé¬
dico, José F. Arias (1885-1979), fue uno de los promotores de la
Universidad del Trabajo del Uruguay.
- 21 —
COURS MATERNEL
POUEY''
Tova LKH PIIIX DK <*K COtMH ONT KTK
OKKKRTS l'AH M. |.R DOCTBUR « PoUKY-
- Prix d* Excellence
Oreggia Jean Charlea
Lecture
l. ,r Prix Bordes Jean
2.° » SchmechenburgerLoui*
l. or Acceasit Corralejo Théodore
¿S' • Purina Alexandre
i.® » Frangella Alphontte
Grammaire —
L. rr Prix 6orralejo Thóodore
J. rr * ox o>quo Frangella Alph.
2.° » Giménez Sixto
1. rr Accewrit Bordes Jean
2. ® • Krrecart Horace
8.® » Giménez Sixto
-Arithmétique-
1. " Prix eorralelo Théodore
2. ° * ©rreggia Jean Charles
1. « Accessit Bordes Jean
2. ° » Frangella Alphonse
3. " » Sclimechenbnrger Lonis
Géographie -
1. " Prix Moreno Cesario
2. " » Girlbaldl Jules
“COLLEBE CflRHOT”
(PONOÉ EN 1897)
Calle SORIANO
Kúms. 127-129
DI5TRIRUTI0H DES PRIX
Présides par ftmnr l< Chargé ío’éllairei
|-1 P* nrnu da ■». ÉM Mmbrr, u a Cta>írr
Más allá de las iniciales deficiencias del sistema educativo uru¬
guayo, que dejaba a muchos niños al margen de la alfabetización,
así como de las discrepancias entre quienes defendían el monopolio
464
Ricardo Pou Ferrari
educativo del Estado y los que bregaban por la llamada “libertad de
enseñanza ’ (que reunía a los que la prestaban bajo una confesión
religiosa y a los que eran partidarios de una enseñanza privada no
confesional pero independiente de los preceptos oficiales), hubo
una notable evolución en este ámbito en el curso del siglo XX.
Sin duda, el proceso que estamos estudiando fue paralelo al
ocurrido en otros países, especialmente en Francia durante la III
República. En esa época allí había ocurrido, conjuntamente con
la separación de la Iglesia y el Estado, la reorganización de la asis¬
tencia médica y la laicización de la educación, temas muy ligados
con la vocación cristiana. Es probable que los representantes di¬
plomáticos franceses en Uruguay se vieran embanderados en esa
posición oficial y procuraran fortalecer las instituciones francesas
locales de acuerdo con las orientaciones seguidas en su patria. Tal
habría sido el propósito del establecimiento, en 1882, de la Société
Frangaise d’ Enseignement, bajo la égida del Consulado de Francia
en Montevideo. Su reglamento establecía explícitamente que ella
sería el “ soporte de la principal institución educativa francófona en
Montevideo''. Por esta vía se canalizaría el aporte económico para la
educación y la enseñanza de su lengua, de la colectividad francesa
en Uruguay. Por otro lado, a partir del último cuarto del siglo XIX,
llegaron al Uruguay numerosas órdenes católicas -muchas de ellas
francesas-, uno de cuyos principales objetivos era la educación, co¬
mo fue el caso de los Hermanos de la Sagrada Familia, los Hermanos
Bayoneses, las Hermanas Dominicas de Albi, las Hermanas del Sacré
Coeur , etc., cuyos colegios, no sólo formaban a los alumnos en ma¬
teria religiosa, sino que lo hacían también en el idioma y la cultura
francesa. No debe olvidarse, para completar el complejo cuadro que
procuramos esbozar, que muchos franceses pertenecían a las logias
masónicas, especialmente a la llamada “Les Amis de la Patrie" y que
por esta razón también influyeron sobre ciertos colegios franceses
de Montevideo. En su conjunto, este panorama creó -si tenemos
en cuenta además la gran cantidad de pequeñas instituciones laicas
y privadas donde se brindaba educación o simplemente se enseñaba
el idioma francés- una tensión, que se puso más de manifiesto con
465
El Profesor Enrique Pouey y su época
el correr de los años y condujo a las autoridades consulares a tomar
una participación más decidida.
En 1894, la Société francaise d’Enseigment propuso la funda¬
ción de un instituto, donde, según lo establecía el reglamento antes
citado, se siguieran los programas oficiales franceses y se exigiera
a los docentes la misma preparación que tenían en la metrópoli.
La iniciativa se limitó a comprar un terreno. En febrero del año
siguiente, se fundó en Montevideo el Lyceé Carnot, con 28 alum¬
nos procedentes del Collége Franco-Anglais, que en sus comienzos
(1853) sólo contaba con “1 maestro [Don Marcos Pouey] y 45
alumnos, brindando enseñanza primaria ”. 386 A partir de ese “núcleo
que, como bola de nieve, ba aumentado, paso a paso, para llegar a ser
hoy una colina”, el Lycée Carnot adquirió progresiva importancia.
Sus propietarios eran los Sres. Pardes y Gasc. Fue el primer Lyceé
frangais de América del Sur, “ que se volvió en el preferido de la co¬
lonia francesa [en Montevideo] para hacer de sus niños, servidores y
amigos, hijos de nuestra gran patria, por medio de una educación y de
una instrucción francesas y republicanas” . Ofrecía cursos de primaria,
secundaria y preparatorios, simultáneamente en español y francés.
También “cursos gratuitos de francés para jóvenes de más de 15 años,
dos veces por semana, de 9 a 19 hs. de la noche en el Club Democrático
La France”.
En diciembre de 1895, el citado centro educativo se escindió
en el Instituí Carnot (propiedad de Gasc y dirigido por el Sr. de
Sepedibus y su esposa, que pronto se clausuró), y el Lyceé Carnot,
(perteneciente a Pardes), ubicado en la calle Soriano.
En 1897, uno de los miembros de la Société Francaise
d’Enseignement, el comerciante M. Cazeau, tomó la iniciativa de
respaldar al segundo de los institutos citados, a lo que se adhirie¬
ron seis asociaciones francesas de Montevideo, a saber: la Société
de Sécours Mutuelles, La Patrie, La Bienfaisance, L’Avenir, el Cercle
frangais y la Chambre de Commerce.
386 Memoria de la Dirección de Instrucción Pública, José P. Varela, Montevideo, 1877, Tabla N°
Ricardo Pou Ferrari
A comienzos del siglo XX, surgieron diferencias de opinión
entre las distintas instituciones francófonas de enseñanza, ya que
algunas se consideraban perjudicadas por el apoyo exclusivo brin¬
dado por la SociétéFrangaise d’Enseignement al Lycée Carnot , porque
entendían que de ese modo se favorecían los intereses económicos
de un particular. Desde entonces, se propuso hacer una distribu¬
ción más equitativa de los recursos recabados entre la colectividad
francesa. Las disidencias llegaron a la prensa local y tuvieron su re¬
percusión en la actitud de las autoridades consulares, que tomaron
un papel más protagónico y redactaron un nuevo reglamento.
Mientras tanto, en el interior del país se fundaban colegios
francófonos, tanto católicos como laicos, así como institutos simi¬
lares a la Alliance Frangaise de Montevideo.
En 1902, en ocasión de un viaje del Sr. Pardes a Francia, el pro¬
fesor Jean Touyá -hasta entonces maestro en el Colegio Internacional
de Bordoni- asumió la dirección del Lycée Carnot , donde permane¬
ció sólo un año, ya que se estableció luego por cuenta propia en la
calle Uruguay y Cuareim.
En esa época, Uruguay recibió la visita de connotados intelec¬
tuales y políticos franceses, entre ellos, en 1908, el Profesor Henri-
Louis Le Chatelier (1850-1936) del Collége de France, que viajaba
junto al médico y filósofo Georges Dumas (1866-1946); en 1910,
el médico y político Georges Clemenceau (1841-1929) y en 1911,
el ex barbista y compañero de Pouey, ahora político socialista, Jean
Jaurés (1859-1914). Los sucesivos informes, emanados de tan des¬
tacadas como diferentes personalidades, hacían mención a la im¬
portancia de la enseñanza del idioma y a los recursos que debían
utilizarse para lograr un buen nivel de educación en los colegios
francófonos de Sudamérica. A consecuencia de estas opiniones se
propició una mayor intervención del gobierno francés en esos as¬
pectos. Tal cosa favoreció al Lycée Carnot, que prosiguió su marcha
-con altibajos-, hasta su conversión en el Lycée Francais en 1922.
Pouey se afilió a la postura de la conciliación entre los inte¬
grantes de la Société dFnseigment, los responsables de los distintos
institutos y los de la colectividad francesa. Hizo una donación para
467
El Profesor Enrique Pouey y su época
poner en marcha y sostener -en el seno del Collége Carnot- una
Ecole Maternelle Pouey , a la cual asistían y donde comenzaban a for¬
marse los niños más pequeños, estimulando con premios a los más
estudiosos para que continuaran su educación en ese establecimien¬
to. Con referencia a dicha Ecole, relata un folleto informativo: 387
“Sorprende ver niños de una edad tan precoz responder con
tanta seguridad las materias tan áridas, sobretodo para unos cere¬
bros jóvenes, como son las aritmética y la gramática, difíciles aun
para niños de más edad.
En geografía los alumnos de la Escuela han probado que com¬
prenden sus lecciones, en lugar de aprenderlas como loros, cosa di¬
fícil de obtener y que demuestra la gran aplicación de los niños,
el trabajo y la paciencia de la maestra así como la excelencia del
método empleado.
Felicitamos a la Sra. Pardés, directora de esta escuela, así como
al Sr. director L. Pardés, convencidos que con su inteligente direc¬
ción el Colegio Carnot, ya tan floreciente, no puede sino obtener
crecientes triunfos.
Montevideo, 20 de diciembre de 1900. Manuel Pereira, José
Luis Patrone Roses”.
En segundo término, Pouey formó parte del grupo que con¬
dujo a la transformación del Collége Carnot en el Lycée Frangais de
Montévideo y a la inauguración de la Alliance Frangaise, institucio¬
nes que promoverían fuertemente la difusión de la cultura francesa
en los lustros siguientes. Las relaciones franco uruguayas -por otra
parte- fueron siempre sólidas, fortaleciéndose aún más con motivo
de las dos guerras mundiales, al alinearse Uruguay en el grupo de
los Aliados. Recordemos que durante la Primera Guerra Mundial,
Pouey, Julio Mailhos y otros integrantes de la colectividad, envia¬
ban dinero y ropa para los franceses en guerra y que nuestro bio¬
grafiado donó la importante suma de 3.000 francos para iniciar
387 Société Frangaise d’Enseignement. Collége Carnot. Directeur: Louis Pardés. 127
Soriano 129 - Distribution Solennelle des Prix. Préside par M. A. Gilbert, Chargé
d’affaires de France prés de la Rep. O. de l’Uruguay. Montevidéo, le 25 décembre
1890. Montevideo. Imprémérie Latine, rué Uruguay, numero 26, 1900, págs 12 y
13.
468
Ricardo Pou Ferrari
una campaña de recolección de fondos entre sus colegas uruguayos,
con la finalidad de auxiliar a los médicos franceses perjudicados por
la contienda bélica. Una vez finalizada ésta, el Gobierno urugua¬
yo condonó las deudas de guerra contraídas por Francia. Con este
motivo, una delegación oficial francesa visitó nuestro país, siendo
recibida con honores por el gobierno de Baltasar Brum. A partir de
entonces se multiplicaron los intercambios de artistas, científicos,
profesionales y técnicos y el idioma francés pasó a ser parte de la for¬
mación secundaria oficial, con una carga horaria lo suficientemen¬
te importante como para que se convirtiera en la segunda lengua
de los uruguayos. La influencia continuó luego de la paz de 1945,
aunque a partir de entonces la influencia angloamericana se hizo
mucho más significativa, lo mismo que ocurrió a nivel mundial.
El Lycée Frangaise , heredero del Collége Carnot , se fundó -como
hemos dicho- en 1922, con el apoyo, entre otras personalidades, de
Enrique Pouey, quien fue el Vicepresidente y luego el Presidente de
Honor de su Comisión Directiva, la que era presidida por el ban¬
quero y comerciante Luis Supervielle. Para tener idea de la trascen¬
dencia otorgada al inicio de este Instituto, al acto de inauguración
asistieron el Presidente de la República, Baltasar Brum y el Rector
de la Universidad, Elias Regules, entre otras muchas personalida¬
des.
En 1923, el Lycée obtuvo la habilitación del Consejo de
Enseñanza Secundaria. A partir de entonces, la enseñanza fue ha¬
ciéndose mixta, en forma progresiva, en los distintos niveles. En
1932, se vinculó a una Universidad francesa, con lo que los cursos
seguidos en Montevideo fueron reconocidos en todo el territorio
francés. Entre 1934 y 39, se establecieron los cursos preparatorios.
En 1937, egresó del Lycée el primer Bachiller oriental, que fue tam¬
bién el primero en el mundo en lograr ese diploma en un país ajeno
a Francia o a su territorio colonial. En mayo de 1938, el Lycée se
trasladó al nuevo local, sito en la Avenida 18 de julio, contando en
ese momento con 1500 alumnos. 388
388 Varios autores. Le Frangais en Uruguay. Influences frangaises et enseignement de la lan-
gue. Montevideo, Hors presse, 1978.
469
El Profesor Enrique Pouey y su época
Invitación para la inauguración del Liceo Fran¬
cés, 1922.
Véase Apéndice Documental. Anexo N° 45.
Por datos sobre los institutos francófonos de enseñanza: Cf.: Varios autores. Edttca-
dores e inmigrantes. Montevideo, Prisma (Revista Semestral de Ciencias Elumanas,
Universidad Católica), 2005, N° 20, 239 págs.
470
Capítulo XXXVII
1898-1939
Refugio en Las Piedras.i la
Granja María
L as Piedras , a corta distancia de Montevideo, era un sitio
tranquilo, donde se respiraba aire de campaña, unido a la
capital por el primer camino macadamizado que existió en
el país, por lo que se podía acceder allí fácilmente. Para un
médico con la vida muy comprometida, que necesitaba del descan¬
so, aunque fuera durante los fines de semana y a la vez podía tener
necesidad de retornar con cierta urgencia a la capital por llamados
propios de su especialidad, esta zona era ideal.
En la década de los ‘90, Pouey compró allí una quinta, a la que
bautizó Granja María, en la que además del cultivo de la vid, la
huerta y los frutales, tenía un tambo. Luego construyó un chalet,
finalizado en 1898, que su hermana conservó muchos años después
de su fallecimiento.
47i
El Profesor Enrique Pouey y su época
Según testigos, la casa era sencilla. Una ancha escalinata, daba
acceso al hall de entrada, que comunicaba con un salón central,
iluminado al frente y al fondo por generosos ventanales. Dos ha¬
bitaciones delanteras, a los costados del zaguán, servían de dormi¬
torios a los dueños de casa. Un estar, las dependencias de servicio
y el garaje se ubicaban en la parte trasera. Una escalera de caracol
conducía desde el salón a la terraza almenada, con el típico mirador
central, desde donde se divisaban los paisajes aledaños en una ex¬
tensión considerable, teniendo en cuenta la llanura de la zona y la
escasez de construcciones entorno.
Granja María fue el retiro donde Pouey disfrutó de la naturale¬
za, plantó numerosas especies de árboles, -algunos de los cuales son
aún testimonio de esos tiempos- y llevó a la práctica el metafórico
consejo de Voltaire, “z7 faut cultiver votre jardín”.
Pasó Pouey en Las Piedras, durante cuarenta años, los fines de
semana y los meses de enero, en compañía de su hermana María y
frecuentemente también, de sus sobrinos Lamas Pouey.
No sólo leía y escribía, sino que retomaba su viejo amor, el
violín, ejecutando siempre alguna obra nueva y distinta de las de
su repertorio de juventud. En la quinta disfrutó de la compañía de
selectos invitados, entre ellos, su íntimo amigo Luis P. Bottaro, su
cuñado Alfonso Lamas, así como algunos de sus discípulos. Como
se verá al culminar la lectura de esta biografía, Pouey hacía una vida
de denodado esfuerzo, aunque metódica. Consagrado durante la
semana a sus obligaciones docentes y asistenciales, no frecuenta¬
ba la sociedad montevideana, que lo contó sin embargo entre sus
miembros distinguidos, no solamente por su posición académica,
sino también por su refinada cultura y exquisito trato.
Alejado del mundanal bullicio en Las Piedras, efectuaba -aún
con mal tiempo- largas caminatas, durante las que entablaba con¬
versación con los vecinos, de quienes era conocido, admirado y
querido. Según la sentencia que dice que “más aprende el sabio del
simple que el simple del sabio”, este trato le resultaba agradable y
positivo, aprovechándolo, además, para auscultar la opinión y las
preocupaciones de la gente sencilla.
472
Ricardo Pou Ferrari
También ayudó con consejos, asistencia, medicamentos y di¬
nero a personas necesitadas y, más tarde, donó la mitad del monto
total necesario para la construcción del liceo local, que fue inaugu¬
rado en 1937, cuya biblioteca -en buena parte- fue provista por él.
Una importante avenida de Las Piedras lleva -justicieramente- su
nombre. Según hemos podido comprobar recientemente, la piqueta
del progreso ha reducido a polvo la casa; sólo quedan algunos árboles
de la quinta.
Pouey fue el primer médico que utilizó automóvil para hacer
las visitas a domicilio. Adquirió, a comienzos de siglo, uno de los
primeros vehículos de esta naturaleza que circularon por la capital,
de marca de Dion Bouton. Cuando optó por modelos más moder¬
nos, lo conservó en la quinta y cada tanto, lo utilizaba para realizar
cortos trayectos. Actualmente forma parte de la colección del Museo
del Automóvil del Automóvil Club del Uruguay, al que fue donado
por su sobrino Roberto Lamas Pouey.
En mayo de 1936, se colocó un monolito con el nombre de
Pouey y se realizó un acto público en Las Piedras, al que concurrie¬
ron autoridades locales y de la Facultad de Medicina. En el mismo
hizo uso de la palabra Juan Pou Orilla. 389
389 Pou Orfila, J. “Discurso pronunciado en la ceremonia de honor al Profesor Dr. En¬
rique Pouey, realizada en la localidad de Las Piedras el 24 de mayo de 1936”, en J.
Pou Orfila. Discursos universitarios y escritos culturales. (Segunda serie, 1926-1940).
Montevideo, Tip. Atlántida, 1941, págs. 139-144.
473
Capítulo XXXVIII
Filantropía y fortuna de Pouey
D esde fines del siglo XIX, Pouey actuó como un filán¬
tropo, aún a poco de haber iniciado su actividad pro¬
fesional. En varias oportunidades donó instrumentos
al Hospital de Caridad; también benefició con sus do¬
naciones a la Clínica Quirúrgica de su cuñado, el profesor Alfonso
Lamas.
Hizo entrega de sus sueldos, ya desde el comienzo de la carrera
docente, como forma de retribuir el desembolso que el gobierno
había realizado para su formación en Europa. Los emolumentos
que le correspondían sirvieron para solventar los de sus ayudantes y
Jefes de clínica adjuntos, así como el funcionamiento del laborato¬
rio anexo a su sala del Hospital.
En 1923, en ocasión de inaugurarse el pabellón de ginecología
en el Hospital Pereira Rossel, adquirió en Europa la totalidad del
instrumental quirúrgico necesario. Costeó asimismo la instalación
y funcionamiento de una policlínica odontológica en su Servicio
hospitalario (1925).
475
El Profesor Enrique Pouey y su época
A partir de 1926, contribuyó generosamente para hacer posi¬
ble la publicación del Boletín de la Liga Uruguaya contra el Cáncer
Genital Femenino. En 1930, hizo lo propio para la organización de
la Conferencia Nacional Anticancerosa.
En 1928, hizo entrega de 400 miligramos de radium, adqui¬
ridos en Bélgica por un valor de 20.000 dólares, para ser usado
en la Sección Curieterápica de la Clínica Ginecológica. Luego de
su fallecimiento, María Pouey donó este material a la Facultad de
Medicina.
En 1933, el Profesor costeó íntegramente el Instituto de
Curieterapia Ginecológica.
Contribuyó -durante largos años- en beneficio de la educa¬
ción, en el ámbito del Collége Carnot primero y del Lycée Francais
después. Aportó -como fue dicho- la mitad del total del costo de
instalación del liceo de Las Piedras, concretada en 1937.
Fue un constante pilar para el sustento de las actividades del
Euskal Erria , institución vasca a la que se sentía unido por sus an¬
cestros.
A falta de evidencia de otros orígenes de la holgada posición
económica del profesor Pouey, suponemos que la misma fue el fru¬
to de una tesonera actividad profesional, de una vida ordenada, así
como de una sagaz y ponderada capacidad de inversión, como lo
muestran las numerosas acciones de empresas nacionales y extran¬
jeras, la posesión de bonos de empréstitos, las importantes sumas
en monedas de distintos países y las cuentas bancarias en Brasil y
en Europa, como pudimos comprobarlo al consultar su expediente
sucesorio. 390 También hemos tenido acceso a un cuaderno de caja,
donde figura la contabilidad, llevada por Félix Leborgne (padre). Al
inicio del mismo figuran las siguientes incripciones manuscritas:
“Declaro que el presente libro que consta de noventa y tres fojas es
el que lleva mi apoderado Dn. Félix F. Leborgne con relación al movi¬
miento de fondos de mi exclusiva propiedad y que en él constan todos
390 Pouey, Enrique. Expediente sucesorio. Montevideo, 1939, en: Archivo General de la
Nación.
476
Ricardo Pou Ferrari
mis valores de cartera de mi pertenencia. Montevideo, 25 de enero de
1929, Fdo, E. Poney
Con ésta fecha quedan cerradas todas las cuentas asentadas por el
que suscribe en elpresente libro. Montevideo, 12 de abril de 1931, Fdo.
Félix Leborgne”.
Tengamos en cuenta que en ese período, más allá de los vai¬
venes del mercado internacional y nacional, el patacón de oro o
peso fuerte tenía una cotización similar a la de la libra esterlina y
superior a la del dólar, lo que explica la rápida capitalización, con el
consecuente ascenso social, de algunos comerciantes y empresarios,
urbanos y rurales, así como también de ciertos profesionales. Esta
situación se ve reflejada por el nivel de vida o las valiosas adquisicio¬
nes que realizaban nuestros antepasados en ocasión de sus prolon¬
gados y repetidos viajes a Europa. No obstante, lo que mostraban
no era ostentoso y el tipo de vida que la mayoría de las familias ricas
llevaba era, salvo casos excepcionales, bastante austero.
Según referencias de Gloria Lamas, la casa de su tío de la ca¬
lle Uruguay 1205, era importante. Ubicada en la esquina, tenía la
entrada principal por dicha avenida y la de carruajes y servicio por
Cuareim. El zaguán daba acceso, por un lado, al escritorio y por el
otro, al consultorio, donde se encontraba la gran biblioteca, donada
por su hermana María a la Facultad de Medicina luego de su muer¬
te lamentablemente, dispersada y en gran parte hoy perdida, suerte
que han corrido la mayoría de las bibliotecas de nuestros principales
médicos. La que referimos, era de esas típicas casas montevideanas
provistas de dos patios. Al primero, cerrado por una claraboya, da¬
ban los dormitorios y el gran comedor, cuya iluminación procedía
de dicho espacio a través de un gran vitral que simbolizaba las cuatro
estaciones. El mobiliario, la vajilla y el alajamiento eran importantes,
si bien no suntuosos. La porcelana y cristalería llevaban las inicia¬
les “E. PC. Los descendientes conservan aún pinturas francesas, de
factura impresionista, adquiridas por Pouey durante los viajes, así
como un gran retrato de cuerpo entero, obra del artista Ernesto
Laroche. No faltaba el piano, que ejecutaba María, en veladas musi¬
cales en las que solía ser acompañada al violín por el propio Pouey.
477
El Profesor Enrique Pouey y su época
El Le Dion Bouton, modelo 1904, perteneciente a Pouey, en el Museo del Automóvil Club
del Uruguay. (Atención de la Sra. Gloria Lamas).
Fue poseedor -como ya dijimos- de uno de los primeros auto¬
móviles (empadronado con el N° 11), un De Dion Bouton, modelo
1904, adquirido en París.
Su libreta de “chauffeur”, expedida por la Junta Económico
Administrativa de Montevideo, lleva el N° 17. Allí consta que la
“Máquina que puede conducir el Chauffeur, es el Automóvil n° 11,
empadronado con el n° 15. 561”. Asimismo dice: “Los Certificados
expedidos, acreditan: Inspección de Obras Municipales. Montevideo,
Setiembre 29 de 1905. En el día de hoy he procedido a efectuar las pue-
bas de funcionamiento del automóvil empadronado con el n° 15.561,
propiedad del Sr. Doctor Enrique Pouey; al mismo tiempo pude com¬
probar que el Sr. Pouey tiene buenos conocimientos sobre el funcio¬
namiento, destino y uso de los diversos aparatos de que se compone
el mecanismo del automóvil y que tiene las condiciones de habilidad
y de prudencia que pueden requerirse de un buen conductor-; pue¬
de por consiguiente concedérsele la autorización que solicita. José Ma.
Montero y Paullier”.
478
Ricardo Pou Ferrari
JUNTA E. ADMINISTRATIVA
DIRECCION DE RODADOS
£i6reta del Gfiauffeur
Identidad del Chauffeur
Fotografío del Chauffeur
Jlombtt i| apellido
Edad -V- ‘
nacionalidad
Domicilio
Observaciones
La libreta de conducir de Enrique Pouey, 1904 (Atención de la Sra. Gloria
El Profesor Enrique Pouey y su época
Libreta de conductor de Pouey. (Atención de la Sra. Gloria Lamas).
Es de hacer notar que en dicho documento figura el Reglamento
concerniente a la circulación de los automóviles en el Departamento de
Montevideo , que había sido aprobado por la Junta E. Administrativa
en sesión de 30 de agosto de 1905, por consiguiente, poco más de
un mes antes de la expedición de la libreta en cuestión.
En sus viajes, Pouey elegía barcos de cierto lujo. Siempre ocu¬
paba camarotes en primera clase, como puede apreciarse por un
artículo del New York Times, de 1922, en el que, bajo el título Ocean
travellers, figura el nombre de Pouey junto al de personalidades de
la nobleza y de la industria.
También es cierto que, en contrapartida, Enrique y María ha¬
cían una vida muy austera, sin la fiebre del consumo de hoy en día,
en una época en que los servicios eran muy baratos. Las vacacio¬
nes de verano, al igual que los fines de semana, los pasaban en Las
Piedras y a lo sumo, excepcionalmente, visitaban a la familia de su
cuñado en el balneario Las Flores.
480
Ricardo Pou Ferrari
En definitiva, como gran parte de los médicos notorios de la
época, Pouey alcanzó un nivel de vida propio de un alto burgués,
procediendo de una familia de inmigrantes de clase media baja. No
debemos olvidar, en cuanto a medicina se refiere, que Montevideo
era el polo donde venían a atenderse, tanto los paraguayos como
los poderosos hacendados riograndenses, a quienes, no existiendo
aún otros polos de excelencia en el área, les convenía bajar a nuestra
capital, donde, de hecho, se siguieron formando los profesionales
médicos hasta la década del ’50. Con sentido del humor, los mé¬
dicos de entonces cuando alguno de esos terratenientes, que solían
usar la rastra en la cintura, a la hora de pagar los honorarios, pre¬
guntaban, buscando el dinero en el cinto, a cuánto ascendían los
honorarios, el profesional le respondía sonriente que la suma era
mucho menor de la que hubiera estado dispuesto a pagar cuando
llegó a la primera consulta con su familiar enfermo y lleno de dudas
y angustia respecto a su salud. También se relata que era costumbre
de algunos médicos de entonces, que no tenían secretarias y cuyo
único auxiliar era a veces el portero, cobrar ellos mismos la consulta
y, a la hora de dar el cambio , nunca tenían dinero chico por lo que
acreditaban la diferencia a su favor.
Tintero del escritorio de Pouey (Atención
de la Sra. Gloria Lamas).
481
El Profesor Enrique Pouey y su época
Reloj Girard-Perregaux, que perteneció a Pouey. (Atención de la Sra. Gloria Lamas).
Uno de los óleos adquiridos por Pouey en París. (Atención de la Sra Gloria
Lamas).
482
Pieza de porcelana con el monograma de Pouey. (Atención de la Sra. Gloria
Lamas).
483
Capítulo XXXIX
8 DE MAYO DE 1939 :
Fallecimiento de Pouey
Homenajes postumos
Donaciones de María Pouey
E l día antes a cumplir ochenta y un años, el 8 de mayo de
1939, Pouey falleció inesperadamente, a consecuencia de
un accidente vascular encefálico. Con él desaparecía el últi¬
mo de los alumnos fundadores de la Facultad de Medicina,
que habían puesto al servicio de su Alma Mater todas sus capacida¬
des y energías.
El Consejo de la Facultad de Medicina se reunió especialmente
y decidió expresar el pésame a los familiares, así como solicitar su
autorización para que los restos del viejo profesor fueran velados en
el atrio de la Facultad, cosa que se llevó a cabo. En la despedida del
féretro en la Facultad de Medicina hizo uso de la palabra el Decano
Julio García Otero. En el acto de la inhumación de sus restos en
el Cementerio Central, hablaron representantes de diversas entida¬
des, haciéndolo Juan Pou Orfila en nombre de la Superior Casa de
Estudios.
485
El Profesor Enrique Pouey y su época
' wc
Galería de Profesores. Sindicato Médico del Uruguay, Boletín Oficial de la
Asociación, N° 39, oct. Nov„ 1925.
486
Ricardo Pou Ferrari
La Junta de Montevideo resolvió -años más tarde- designar con
su nombre la parte de la calle Palmar que pasa por el costado sur del
Hospital Pereira Rossell, lo que, lamentablemente, fue modificado
con posterioridad, quedando sólo una cuadra que lo recuerda y no
precisamente aquélla que linda con el hospital.
La Revista del Euskal Erna le dedicó un número recordatorio,
reconociéndolo como uno de sus socios más notorios y generosos.
Lo propio hizo la publicación Les Cahiers Francais, órgano de la
Comisión de Enseñanza Franco Uruguaya , que reprodujo el discurso
que su presidente, Luis Supervielle, pronunciara en el sepelio.
Le Professeur Henri Pouey
Carátula de Le Cahiers francais , 1939.
La Revista Archivos Uruguayos de Medicina, Cirugía y
Especialidades le ofrendó un editorial, debido a la pluma de Pou
Orfila. 391
391 Editorial. Arch. Med. Cir. Esp., 1939,14 (5): 494-497.
487
El Profesor Enrique Pouey y su época
A fines de 1939, María Pouey ofreció donar a la Facultad la
biblioteca y el radium que pertenecieran a su hermano. 392
En agosto del año siguiente, al tiempo que agradece las do¬
naciones, el Consejo Directivo de la Facultad de Medicina invita
a la Srta. Pouey para estar presente en el acto que tendría lugar en
la Rectoría, con el objetivo de labrar el acta de donación del ra¬
dium, en presencia del Rector interino, Mariano Carballo Pou y del
Profesor de Clínica Ginecológica, Juan Pou Orfila. 393
En ocasión del primer año de su fallecimiento, tuvo lugar
un Acto Literario Musical en el Salón de Actos de la Facultad de
Medicina, oportunidad en la que habló Pablo Carlevaro en nombre
del Consejo Directivo. Luego hubo un concierto de cuerdas, en
el que “ los profesores Juan Fabre (violín), Armando Coirolo (violín),
Armando Beaulieu (viola) y Tomás Moirano (violoncello), ejecuta¬
ron obras de Tchaikovsky, Lalo, Haydn y Schubert”. A continuación,
hicieron uso de la palabra Carlos Stajano “en nombre del Claustro
Profesoral ’ y el bachiller Jorge de Vecchi, en representación de los es¬
tudiantes de Medicina. En la mañana del día anterior, en la Clínica
Ginecológica del Hospital Pereira Rossell, su discípulo y sucesor le
rindió homenaje.
El Consejo Directivo aprobó, en esa fecha, la edición de los
Trabajos Científicos del Profesor Pouey, que aparecieron al año si¬
guiente. 394 Este libro, de gran significación histórica y sin prece¬
dentes ni semejantes posteriores, fue fruto del informe emitido por
la Comisión especial designada por el Consejo e integrada por los
profesores Bottaro, Surraco y Pou Orfila, la que sugirió que “como
medio más práctico de contribuir a perpetuar el recuerdo del inolvida¬
ble maestro, [se podían] reunir sus trabajos científicos y hacer con ellos
una publicación especiaT. El Decano García Otero confió la misión
al último de los nombrados, para lo cual contó con “la colabora¬
ción del Director de la Biblioteca de la Facultad de Medicina, Rafael
392 Nota de María Pouey al Decano, diciembre 18 de 1939. Montevideo, Arch. Fac.
Med.
393 Nota del Decano a la Srta. María Pouey, agosto 14 de 1940. Montevideo, Arch. Fac.
Med.
394 Trabajos Científicos del Doctor Enriqtie Pouey. Profesor de Clínica Ginecológica en la
Facultad de Medicina de Montevideo. Publicación hecha, en homenaje a su memoria, por
elH. Consejo de la Facidtad. Montevideo", Imprenta “Rosgal”, 1942, 511 págs.
488
Ricardo Pou Ferrari
Algorfa Camusso y del personal a sus órdenes l" En el volumen se inclu¬
ye un Bosquejo biográfico del Prof. Pouey, redactado por el editor, 395
quien además realizó un comentario introductorio al trabajo sobre
la técnica original de la operación de Pouey.
El Boletín de la Liga Uruguaya contra el cáncer genital femenino,
publicó ese mismo año un mensaje de su redactor, Miguel Becerro
de Bengoa, donde hace referencia a que la asociación científica “se
ha reunido por primera vez en ausencia de su digno presidente ’, el
que, desde el comienzo de la publicación en 1926, había sido un
benefactor, ya que “cuando el Ministerio de Salud Pública retiró la
subvención destinada a la impresión del Boletín, el doctor Pouey que no
podía mirar con desinterés la vida de la publicación, que era conocida
fuera del país y era órgano de la Liga, empeñada en una campaña de
interés social y humano, tomó a su cargo ese gasto, acto de generosidad,
que ha resuelto hacer suyo su hermana, la señorita María Pouey” . 3%
En 1941 María Pouey, comunica al Consejo:
“Cumpliendo el deseo de mi lamentado hermano Enrique
Pouey y con su memoria deseo donar a la Facultad de Medicina la
suma de veinte y cinco mil pesos, con el objeto de instituir con ella
una beca.
Sería nuestro deseo que tal beca fuera asignada anualmente,
destinada al perfeccionamiento en anatomía patológica y bacterio¬
logía, alternativamente. No obstante las directivas que sugerimos
nuestro deseo es que el Consejo decida la forma en que esa beca
deba distribuirse para llenar la finalidad más eficaz dentro de esa
Facultad”. 397
En 1942, el Consejo hace el primer llamado para el otorga¬
miento de dicho beneficio, al mismo tiempo que da a conocer la
aparición del tomo con los trabajos del Profesor Pouey. 398
395 Pou Orfila, J. Esbozo biográfico del Profesor Pouey. Trab. Cient., 1942: 9-12.
396 Editorial. Bol. Of. Liga Urug. Cán. Gen. Fem, 1940, 15 (53): 24.
397 Nota de María Pouey al Decano García Otero, 17 de junio de 1941. Montevideo,
Arch. Fac. Med.
398 Nota del Decano a la Srta. María Pouey, mayo 2 de 1942. Montevideo, Arch. Fac.
Med.
489
El Profesor Enrique Pouey y su época
El Boletín Oficial de la Liga Uruguaya contra el Cáncer Genital
Femenino , publicó un artículo titulado “Homenaje al Profesor Pouey,
realizado en la Sociedad Ginecotocológica del Uruguay el 7 de mayo”.
En tal oportunidad, el Presidente “en una breve alocución, señala las
virtudes de excepción que caracterizaron las múltiples facetas de la per¬
sonalidad del Profi. Pouey como maestro, profesional, filántropo, hom¬
bre y fundador de la Sociedad. Propone, y así pide, que la asamblea se
ponga de pie durante un minuto como homenaje al ilustre Profesor”.
Reglón seguido, Pou Orilla presentó el trabajo, ya estudiado, titu¬
lado Sobre el vaciamiento conoideo de Pouey, en el tratamiento de las
metritis cervical crónicas.
En ocasión de ese tercer aniversario, el Consejo de la Facultad
de Medicina decidió realizar, por la mañana, una conmemoración
en el Pabellón con su nombre del Hospital Pereira Rossell y por la
tarde, un Acto artístico en el Salón de Actos Públicos de la Facultad,
con la asistencia del personal docente y los estudiantes.
Cuando se cumplieron cuatro años del deceso, el Boletín de la
Liga recordó al profesor Pouey, a quien, “generoso hasta más allá de
su muerte, la pérdida del dominio de su voluntad antes de lo esperado,
no le permitió llevar esa filantropía hasta donde él era capaz de hacerlo,
pero su recuerdo y su imagen en el bronce de las consagraciones perdu¬
ran y perdurarán, como si lo hubiera hecho y en ellos se inspirarán en
el futuro los que puedan hacer la caridad y practicar el bien donde sea
necesario. Este Boletín, que nació bajo su tutela, recuerda con orgullo su
generosa vida, lamenta una vez más su desaparición material y man¬
tiene latente su espíritu, que aún flota en esta casa" . 3 "
Ese mismo año, tuvo lugar un acto recordatorio en el Cementerio
Central, en el que Carlos Stajano hizo uso de la palabra en nombre
de la Facultad de Medicina. 400
A los seis años de su desaparición, en 1945, se le tributó un nue¬
vo homenaje, que tuvo lugar en el Museo de Anatomía Patológica del
Instituto de Curieterapia Ginecológica. “El profesor Pou Orfila abrió
399 Bol Of. Liga Urug.Cánc. Gen Fem., 1946, 20: 19.
400 Resolución del Consejo de la Facultad de Medicina, 6 de mayo de 1943. Montevi¬
deo, Arch. Fac. Med., 1943.
490
Ricardo Pou Ferrari
el acto con elocuentes y sentidas palabras. A continuación el Profesor
Carlos María Domínguez desarrolló una conferencia acerca de la fecha
que se celebraba y la vida y obra del maestro [...] y el Profesor Agregado
Dr. Américo Stábile, cerró el acto, con oportuosy sentidos recuerdos del
médico y filántropo que se recordaba. ”
A los siete años de la fecha de su fallecimiento, la Sociedad
Ginecotocológici le rindió homenaje en el Instituto de Radiología
y Lucha contra el Cáncer -nueva denominación que se asignó al
Instituto de Curieterapia Ginecológica, una vez que Félix Leborgne
ocupó su dirección-. Hicieron uso de la palabra, además del nuevo
jerarca, el profesor Carlos María Domínguez y el Ministro de Salud
Pública, Enrique M. Claveaux. “ Ocuparon el estrado -aparte de los
ya nombrados- el Decano de la Facultad de Medicina profesor Abel
Chiffiet, el Presidente de la Sociedad Ginecotocológica, Enrique Tarigo,
el Profesor José Infantozzi, el Profesor Manuel Rodríguez López y el
Profesor Juan Crottoginf.
491
Capítulo XL
Algunos discípulos de Enrique
POUEY
1) Luis Pedro Bottaro 401
( 1868 - 1947 )
L uis P. Bottaro nació en Montevideo el 31 de julio de 1868.
Se graduó de Médico Cirujano en la Facultad de Medicina
de Montevideo en 1891. Su Tesis de doctorado se titula Del
curetaje uterino en el tratamiento de la endometritisd 02 En
ella, que está dedicada a Pouey, señala:
“La revolución que ha producido el descubrimiento de los mi¬
croorganismos ha cambiado completamente el concepto etiológico de
las afecciones quirúrgicas. Aparejado a ellas, el método antiséptico
ha servido en muchos casos de confirmación dedttctiva de esas cau¬
sas. Así es que la metritis, de cuyo tratamiento pretendemos ocupar-
401 Cf. Pou Ferrari, Ricardo. Luis Pedro Bottaro, en: Horacio Gutiérrez Blanco (ed.)
Médicos Uruguayos ejemplares. Montevideo, 1989. T. II.: 155-158.
402 Bottaro, Luis P. Del curetaje uterino. Tesis para optar al grado de Doctor en Medicina
y Cirugía. Imp. Artística de Dornaliche y Reyes, Montevideo, 1891, 121 págs.
493
El Profesor Enrique Pouey y su época
nos, ha sufrido, con el conocimiento de sus causas, la más completa
transformación
Destacamos la importancia de estos conceptos, porque uno
de los temas discutidos hasta no mucho antes por notorios pro¬
fesionales de nuestro medio, era la etiología de la fiebre puerperal.
Continúa:
“Entre nosotros ya desde hace más de diez años muchos ciruja¬
nos distinguidos habían puesto en práctica el curetaje; pero el en¬
tusiasmo de que se hallaban animados chocaba contra las ridiculas
prevenciones de las enfermas; sólo desde los tres últimos años ha
podido tener esta inocente operación curso libre entre las señoras
atacadas de metritis”.
A partir del inicio de la actividad de la Clínica Ginecológica de
la Facultad de Medicina, en junio de 1895, Pouey solicita el nom¬
bramiento de un Jefe de Clínica y elige a Bottaro.
En 1898, el Profesor, ayudado por Bottaro y Enrique Figari,
realiza una de las primeras colecistostomías en nuestro medio. 403
Bottaro, a su vez, efectúa la primera colecistectomía el 3 de febrero
de 1905, ayudado por Luis Mondino, en un paciente portador de
un hidrocolecisto, mediante la abertura de la vía biliar principal de
donde extrajo un cálculo enclavado en el conducto hepático, com¬
pletando luego la colecistectomía y dejando un drenaje a través de
una coledoscostomí a. 404
Inaugurado el Pabellón de Ginecología Profesor Enrique Pouey ,
Bottaro ocupó la dirección del Servicio “C”, que contaba con dos
salas. Allí luce hasta hoy una magnífica placa de bronce con su efi¬
gie, colocada en ocasión de la conmemoración, en 1941, de los
cincuenta años de actuación profesional.
En 1926, fue uno de los fundadores de la Sociedad
Ginecotocológica del Uruguay, de la cual fue además Miembro de
403 Pouey, E. Colecistostomía, ver Bibliografía de Pouey, 1898.
404 Bottaro, Luis P. Litiasis biliar. Hidropesía de la vesícula; cálculo enclavado en el canal
hepa 'tico. Hepaticotomía, colecistectomía. R. M. U. 1905, 8: 115.
494
Ricardo Pou Ferrari
Honor. Igualmente fue fundador y miembro del Consejo Directivo
de la Liga Uruguaya contra el Cáncer Genital Femenino.
En 1927, conjuntamente con sus amigos Juan Pou Orilla,
Fossatti, Artucio, Alonso y Vázquez, organizó el Sanatorio Uruguay ,
que fue un centro médico quirúrgico y obstétrico modelo.
En 1930, visitó en Europa distintas clínicas, tales como las de
Latzko en Viena y la de Pauchet en París. Fue a partir de entonces
un entusiasta defensor de la anestesia raquídea, al igual que muchos
de sus colegas contemporáneos, procedimiento que se empleaba ru¬
tinariamente en su Servicio, al punto que en 1953, Tarigo, conjun¬
tamente con Bottaro hijo, en el IV Congreso Uruguayo de Cirugía,
publica una estadística sobre 4031 casos, con una mortalidad del
1,48%.
Un hecho que nos ha llamado la atención y que habla de la
calidad humana de Don Luis R, es que siempre estaba presente en
los eventos más importantes de la vida de sus amigos, ya fuera para
actuar como testigo de un matrimonio, para asistir el nacimiento de
los hijos o para firmar el certificado de defunción de los mayores.
Bottaro falleció en Montevideo, en su casa de la Avda. Uruguay
1316 (numeración actual), lindera a la “casa de los Lamas ” y a me¬
nos de una cuadra de la de su Maestro, el 23 de agosto de 1947.
En ocasión de celebrarse la inauguración del Primer Congreso
Uruguayo de Ginecotología, en 1949, bajo la presidencia de Juan J.
Crottogini, en acto solemne, que tuvo lugar en el Salón de Actos
de la Facultad de Medicina, se rindió homenaje a tres maestros de
la Ginecotocología uruguaya, fallecidos con pocos meses de inter¬
valo, en 1946, 47 y 48: Luis P. Bottaro, Juan Pou Orfila y Augusto
Turenne, respectivamente.
495
El Profesor Enrique Pouey y su época
2) Augusto Turenne 405
( 1870 - 1948 )
Augusto Turenne nació en Montevideo en 1870, descendiente de
franceses. Cursó sus estudios secundarios en el Colegio Internacional
de Bordoni y en la Sección Secundaria de la Universidad, graduán¬
dose de Bachiller en 1887. Ingresó a la Facultad de Medicina el
mismo año del retorno de Pouey a Montevideo, en 1888 y fue
por consiguiente, su alumno en el Aula de Medicina Operatoria.
Obtuvo el título de Doctor en Medicina y Cirugía en 1894. Su
tesis de doctorado se titula Contribución al estudio del tratamiento
quirúrgico de las cervicitis , 406 siendo su padrino de tesis y de grado
el antes citado profesor, a quien pertenecen la mayoría de los casos
que se presentan en ese trabajo.
Entre 1892 y 1907 Turenne es el encargado de la Sección
Fotografía (más adelante, también Radiología) del Hospital de
Caridad, donde se obtuvieron las primeras radiografías, empleadas
como auxiliares de la clínica, algunas de las cuales fueron publicadas
en trabajos de la época. Desde entonces, estuvo vinculado al cultivo
de la fotografía, actividad que continuó toda su vida, ocupando
posiciones de dirigencia en el Foto Club Uruguayo. En tal senti¬
do, no sólo utilizó ese recurso como complemento de sus estudios
médicos, sino como forma de expresión artística, tal como puede
apreciarse en algunas de sus obras, que ganaron premios en expo¬
siciones a comienzos del siglo XX. Fue además un buen dibujante
y pintor, alumno de Godofredo Sommavila, así como un exquisito
ejecutante de piano, que aprendió junto a César Bignani primero y
Luis Sambucetti (padre) después.
Entre 1894 y 1896 realizó estudios en París, ya definitivamente
orientado hacia la ginecotocología, como lo prueba, por otra parte,
su tesis, que es de la única, al decir de Washington Buño, en que
un doctorando se ocupa de la que será su especialidad futura. En la
capital francesa, tiene ocasión de hacer, junto a Isidoro Rodríguez,
un informe, solicitado por el entonces representante del Uruguay
405 Cf. Pou Ferrari, R. Augusto Turenne. op. cit.
406 Turenne, Augusto, op. cit., 1894.
496
Ricardo Pou Ferrari
en Francia, Juan Zorrilla de San Martín, sobre el suero antidiftéri¬
co. Después de asistir al Instituto Pasteur , para conocer directamente
de Emile Roux -el reciente descubridor del método- su modo de
preparación y empleo, junto a su compañero elabora un informe
favorable. En parte gracias a esto, poco después, Enrique Estrázulas
y Luis Morquio efectúan en Montevideo la primera aplicación exi¬
tosa del suero, cuya utilización se hace, a partir de entonces, rela¬
tivamente frecuente en nuestro medio. Efectúa numerosos cursos
en París, pero en especial asiste a la Clínica Baudelocque, donde,
junto al que consideraba su maestro, Adolphe Pinard y el destacado
elenco de sus colaboradores, aprende en profundidad la obstetricia.
Advierte entonces, además, las implicancias médico sociales de esa
disciplina, lo que constituirá parte fundamental de su prédica en el
futuro.
Librepensador, anticlerical, contestatario, no logra adaptarse
a las condiciones impuestas por los administradores del Hospital
de Caridad, con los cuales ya había tenido un inconveniente, que
derivó en un largo expediente, cuando, siendo Alumno interno,
en 1893, se le había impedido el acceso a las salas de obstetricia de
dicho nosocomio.
A partir de 1897, se desempeña como médico en el Ejército,
carrera que sigue en todos sus grados, hasta ocupar el de Médico
Jefe, equiparado a General.
El mismo año de su regreso, en 1896, comienza a actuar como
Jefe de Trabajos Prácticos de Clínica Obstétrica, bajo la dirección
de Isabelino Bosch, con quien tiene no pocos encontronazos. En
1898, es designado Profesor sustituto de Clínica Obstétrica, ofren-
ciendo entre esa fecha y 1900, en que es nombrado Encargado del
Aula de Enfermedades de las Mujeres, cursos libres de ginecología
y obstetricia.
Si bien Turenne no lo manifiesta con gran exactitud, a través
de los informes de la Clínica Ginecológica, sabemos que actuó allí y
que fue en la Sala Santa Rosa donde adquirió su capacidad quirúrgi¬
ca, orientación que procuró dar su enseñanza posterior en la Clínica
497
El Profesor Enrique Pouey y su época
Obstétrica. En la Clínica de Pouey efectuó la primera de las cesáreas
exitosas que publicara.
Entre 1903 y 1912, fue profesor titular de Obstetricia y
Ginecología, haciéndose cargo además de la Policlínica Obstétrica
del Hospital.
En 1898, respaldó la candidatura al decanato de José Scoseria,
al que lo unió una amistad de toda la vida, así como gran admi¬
ración y comunión de posiciones ideológicas y de aspiraciones en
cuanto a la organización docente y asistencial.
En 1911 hace un viaje de un año por Europa, durante el cual
recoge la experiencia de los proto perinatólogos parisinos, en cuan¬
to a la organización de los servicios centrales y zonales, a efectos
de mejorar la salud de madres e hijos. A su regreso, designado
miembro del Consejo de la Asistencia Pública Nacional , logra que
la primera obra emprendida por ésta sea la Casa de la Maternidad.
Designado Profesor de la Segunda Clínica Obstétrica en 1912, dedi¬
ca todos sus esfuerzos a la edificación de la Maternidad, hasta en sus
más mínimos detalles, obra que es inaugurada en 1915. Mientras la
Primera Clínica es ocupada por Pou Orfila, interinamente primero
-por enfermedad de Isabelino Bosch-, y en titularidad después,
Turenne comanda la Segunda, además de ser el Jefe de los Servicios
de Asistencia Obstétrica y Protección Maternal.
Fue un notable profesor, calificado especialmente por su faci¬
lidad de expresión, por la profusión de sus lecturas, pero, más que
nada, por su calidad como clínico. Sus publicaciones se multipli¬
caron, en revistas nacionales, francesas y en el Surgery, Gynecology
and Obstetrics, órgano del American College ofSurgeons, del que era
fellow desde 1922.
Entre sus aportes originales está el signo de Hegar, aplicado a
las puérperas, como forma de detectar un parto cercano, recurso
médico legal cuando se procura averiguar si una mujer ha tenido un
parto reciente que ella niega.
La otra es la técnica de la esterilización temporaria, mediante
la colocación quirúrgica del extremo de las trompas de Falopio en el
498
Ricardo Pou Ferrari
subperitoneo, pudiendo la mujer recuperar más tarde su fertilidad,
si las mismas son liberadas, también quirúrgicamente.
Formó parte del Consejo Directivo de la Facultad de Medicina
y, entre 1907 y 1909, fue Decano de esa Casa de Estudios, suce¬
diendo a Alfredo Navarro. Estudió junto con Manuel Quintela las
posibles ubicaciones y necesidades para la instalación de un hos¬
pital clínico. Como representante de la Facultad en el Consejo de
Educación Secundaria, propuso que los estudiantes de medicina re¬
cibieran la formación más adecuada posible en humanidades, antes
de dedicarse a una disciplina en la que habitualmente no hallarían
oportunidades de cultivarlas.
Fue defensor de la unidad de las dos ramas, ginecología y obs¬
tetricias, así como de la denominación Ginecotocología.
Lo más notable de la actuación de Turenne fue su preocupación
por los aspectos sociales y éticos de la especialidad. En tal sentido,
son muy importantes sus aportes sobre el trabajo de las embaraza¬
das, la asistencia obstétrica en campaña y el seguro maternal. Bregó
por la maternidad consciente , ahondando en el conocimiento de los
entonces precarios métodos anticoncepcionales. En el I Congreso
Médico Nacional , en 1916, fue el relator sobre el tema del aborto
provocado, al que consideró como una verdadera lacra social. Más
adelante, especialmente cuando en 1934 se aprobó, como parte del
Código Penal, la despenalización del aborto, participó activamente
de las discusiones, en las que, si bien no se manifestó partidario del
aborto libre, sí estimó que su despenalización podría contribuir a
abatir las consecuencias nefastas que tenían estas prácticas si era
practicada por manos inexpertas.
Impulsó, al igual que Bottaro y Pouey, la Lucha anti hidática,
desde la Sociedad de Medicina de Montevideo , de la que fue miem¬
bro a partir de su graduación. En 1917, formó parte, también junto
a Pouey y los demás ginecotocólogos, de la Liga Uruguaya contra el
Cáncer Genital Femenino, de cuya creación fue el promotor, inte¬
grando su Consejo Directivo a partir de la oficialización de ésta en
el marco de la Asistencia Pública Nacional, en 1919.
499
El Profesor Enrique Pouey y su época
En 1920, fue el principal impulsor y puede decirse el fundador
del Sindicato Médico del Uruguay, participando activamente en las
Convenciones que se efectuaron en su seno desde entonces.
En 1926, fue el creador y primer presidente de la Sociedad
Ginecotocológica del Uruguay, a cuyas sesiones asistió en forma asi¬
dua, aportando siempre sabiduría y espíritu crítico.
En 1932, creó la Federación de las Sociedades Médico Quirúrgicas
y fue el editor y redactor responsable de la revista Archivos de
Medicina, Cirugía y Especialidades, publicación en que aparecieron
las principales aportaciones originales de la medicina nacional, lue¬
go de la desaparición de la Revista Médica Nacional.
Desarrolló una interesante y brillantísima actuación como his¬
toriador de la medicina. Sus publicaciones acerca de los primeros
tiempos de la Facultad, sus precursores, los avatares de la cátedra de
homeopatía o la influencia de la medicina francesa sobre la urugua¬
ya, son joyas de primera magnitud. También debe hacerse especial
mención a su trabajo sobre la herida y muerte del Capitán General
Máximo Santos, doctísima investigación histórica y médico le¬
gal, sobre ese personaje, a quien -pese a la condición de liberal de
Turenne- lo unía una especial atracción, que quizás provenía de sus
mayores. Hizo también contribuciones a la historia de la medicina
universal con sus trabajos sobre Rabelais, Paracelso, los inventores
del fórceps, von Siebold, etc. Puede considerárselo uno de los pri¬
meros historiadores sistemáticos de la medicina en Uruguay y sus
obras al respecto son siempre objeto de consulta para los expertos,
por la exactitud de sus datos, por los inteligentes juicios críticos que
allí formula y por la belleza del lenguaje con que se expresa.
Se retiró de la Cátedra en 1932, pero continuó en la Sanidad
del Ejército y en su cargo de Inspector General de los Servicios
Obstétricos de Salud Pública.
Por último, debemos mencionar que fue uno de los miem¬
bros fundadores del Círculo de Bellas Artes y del Automóvil Club del
Uruguay.
500
Ricardo Pou Ferrari
Fue el promotor y fundador de la Federación Latino Americana
de Sociedades de Obstetricia y Ginecología (FLASOG).
Miembro de numerosas sociedades y academias extranjeras,
recibió la condecoración francesa de la Legión de Honor.
Falleció en Montevideo a comienzos de 1948. En ocasión de
la inauguración del I Congreso Uruguayo de Ginecotocología, se le
tributó, como ya mencionamos, conjuntamente con Pou Orilla y
Bottaro, un homenaje conjunto, dado que habían muerto con po¬
cos meses de diferencia.
3) Juan Pou y Orfila 407
(1876-1947)
Juan Pou y Orfila nació en la Colonia del Sacramento, el 28
de agosto de 1876. Cursó estudios primarios en su ciudad natal y
a los once años, su padre lo envió a Figueras, en el solar catalán del
Ampurdán de sus ancestros, a estudiar francés, latín y geografía.
Por razones de salud, debió volver al Uruguay un año después. En
1892, comenzó secundaria en el Liceo Valdense de La Paz, a dos años
de su fundación. Allí dio clases para costear sus estudios. Obtuvo el
título de Bachiller en 1897, ingresando a la Facultad de Medicina
al año siguiente.
Desde 1898, se desempeñó como Ayudante del Laboratorio
de Histología. Mientras estaba en tercer año, trabó amistad con
Jacinto De León, quien, habiendo conocido a Santiago Ramón y
Cajal en oportunidad del Congreso de París de 1900, no sólo le
facilitó el contacto con el sabio español, sino que lo ayudó a costear
su viaje a Madrid. Esta breve estadía consituyó una etapa de enor¬
me importancia en la formación de Pou ya que le infundió “el deseo
de perfeccionar su propia disciplina mental y de autocrítica”, le puso
en evidencia la “necesidad de cultivar los estudios micrográficos”y “la
conveniencia de estudiar los idiomas modernos”. 408
407 Cf. Pou Ferrari, R. Juan Pou Orfila. op. cit.
408 Pou Orfila, J. Títulos, méritos y trabajos. Montevideo, Imp. El Siglo Ilustrado, 1927.
501
El Profesor Enrique Pouey y su época
En 1902, ingresó como Practicante interno en el Hospital
de Caridad, en los Servicios de Clínica Ginecológica (profesor
Pouey), de Clínica Pediátria (Profesor Morquio) y en la Policlínica
Otorrinolaringológica (Profesor Quiniela). La actuación junto al
primero constituyó otro de los momentos clave de su vida profe¬
sional, dado que este Maestro lo orientó a la Ginecología. En ju¬
nio de 1904, Pou Orilla obtuvo el título de Doctor en Medicina
y Cirugía. Ese mismo año, fue designado Jefe Adjunto de Clínica
Ginecológica. Decidió viajar a Berlín, lo que hizo en la segunda
mitad de ese año. A su paso por Madrid, visitó nuevamente a Cajal,
para detenerse luego más de dos años en Berlín. Recorrió además,
los más importantes laboratorios y clínicas de España, Francia,
Suiza, Inglaterra y Alemania, recogiendo abundantes datos y ma¬
terial, que publicó bajo el título de Observaciones sobre la enseñanza
de la Medicina (1906). En Berlín realizó cuarenta y cinco cursos,
asistiendo principalmente a la Clínica Ginecológica y Obstétrica
del Profesor Bumm en la Cbarité.
En 1911, publicó las Lecciones clínicas de Obstetriciay Ginecología
del Profesor Bumm, valioso documento que permite conocer cómo
se desarrollaba la actividad en el mejor hospital del mundo, a cargo
de uno de los profesores más destacados en la materia.
A partir de las lecciones del Profesor Liepmann, también en la
Cbarité, quedó impresionado por el método de los “ ejercicios de se¬
minario ’, hoy tan mentados como modernidad, -¡cuánto más no lo
serían entonces- sobre lo cual publicó en 1911, Problemas Clínicos
Obstétricos.
Durante esa época, Pou Orilla tradujo del alemán obras so¬
bre embriología, histología, cirugía general y especial y operaciones
ginecológicas. Dedicó la de histología a Cajal y la de Ginecología
a Pouey. En esa labor de traductor se fundamentó, en 1907, a pro¬
puesta de los profesores von Bergmann y Borchardt por una parte
y de Bumm y Pfannenstiel por otra, su designación como miembro
vitalicio de las Sociedades Alemanas de Cirugía y de Ginecología,
respectivamente.
502
Ricardo Pou Ferrari
A su regreso, fue nombrado Jefe del Laboratorio de Histología
de la Facultad de Medicina, razón por la cual dictó los cursos de
la materia y publicó material didáctico durante los cinco años si¬
guientes, por lo que, antes de que existiera la cátedra respectiva,
puede considerárselo el primer profesor de histología de nuestra
Facultad.
Entre 1908 y 1916, se desempeñó honorariamente como
Asistente de Clínica Ginecológica de la Facultad, siendo respon¬
sable, entre 1906 y 1916, del laboratorio de la misma, en el cual
organizó un museo de piezas y preparaciones.
Entre 1908 y 1912, fue Profesor Agregado de Obstetricia y
Ginecología, colaborando en la enseñanza teórica de la materia con
el Profesor Augusto Turenne, accediendo al cargo Titular en 1912.
En tal ocasión, dado que el concurso respectivo exigía la presen¬
tación de un programa fundado de la materia, redactó una obra,
que puede considerarse su opus magna, titulada Lógica y Pedagogía
Médicas, aplicadas a la enseñanza de la Obstetricia y la Ginecología.
Inaugurada la Casa de la Maternidad en el Hospital Pereira
Rossell en 1915, mientras Turenne ocupaba el sector correspon¬
diente a la Segunda Clínica Obstétrica, que había sido creada para
él años antes, y por licencia del titular, Isabelino Bosch, Pou Orilla
tuvo el honor de inaugurar el sector correspondiente a la Primera
Clínica Obstétrica, en carácter de Profesor interino primero y titular
después, que desempeñó hasta 1928.
Entre 1911 y 1927 fue Jefe del Servicio de Ginecología del
Hospital Español de Montevideo.
En 1923, en calidad de fellow del American College ofSurgeons,
participó de un Congreso y recorrió Estados Unidos. Pasó más tar¬
de a Europa, donde permaneció más de un año y, después de visitar
Inglaterra, Suiza, Italia y Francia, se radicó en Berlín por espacio
de un año, donde siguió 12 cursos. Publicó a su regreso tres libros,
acerca de sus impresiones sobre los Estados Unidos, a propósito
de educación médica y sobre las corrientes culturales y espirituales
reinantes en el Viejo Mundo, aplicables a nuestro país.
503
El Profesor Enrique Pouey y su época
Entre 1924 y 1928 formó parte del Consejo Directivo de la
Facultad de Medicina. En 1927 sustituyó durante todo el año a
Alfredo Navarro, como Decano de la Facultad de Medicina.
En 1928, luego de la renuncia de Pouey, fue nombrado Profesor
Titular de Clínica Ginecológica, cargo en el que permaneció hasta
su renuncia en enero de 1946. Las publicaciones en el campo de la
obstetricia y la ginecología son numerosas, variadas y valiosas.
Fue Miembro fundador, presidente en más de una ocasión y
Miembro Honorario de la Sociedad Ginecotocológica del Uruguay.
También tuvo prolongada actuación en la Liga Uruguaya contra el
cáncer genital femenino , en la que fue el segundo Presidente, luego
de Pouey.
En 1927 fundó, junto a varios colegas, el Sanatorio privado
Uruguay, donde desarrolló una extensa actividad quirúrgica -gene¬
ral y ginecológica- y obstétrica.
A la muerte de Pouey, se desempeñó como Director Honorario
del Instituto de Curieterapia, hasta 1946.
En 1938, sus discípulos, amigos y pacientes le tributaron un
homenaje nacional, del que también participaron entidades extran¬
jeras, científicas y culturales, testimonio del cual es una placa de
bronce ejecutada por el escultor Federico Móller de Berg, que está a
la entrada del Pabellón de Ginecología Profesor Enrique Pouey.
En 1946, fue designado Profesor Emérito de la Facultad de
Medicina. Ese mismo año, se le nombró miembro Honorario
Extranjero de la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires.
Falleció en Montevideo en noviembre de 1947.
La vinculación de Pou Orilla con Pouey no sólo fue la de un
discípulo con un admirado maestro, de quien además fue el sucesor
en la cátedra por voluntad del propio Pouey; fue además la un ami¬
go, casi la de un hijo.
504
Ricardo Pou Ferrari
4) Miguel Becerro de Bengoa 409
(1879-1955)
Miguel Berrera de Bengoa nació en San José de Mayo el 22
de enero de 1879. Se recibió de bachiller en 1905, siendo com¬
pañero de promoción de Juan Jaume y Bernat. Cursó estudios en
la Facultad de Medicina de Montevideo. En el año de su ingreso,
fundó y dirigió la revista de estudiantes Evolución ; en 1908, fue
redactor de la Ilustración Uruguaya y de la Revista de los Hospitales.
En 1910, fue delegado del Uruguay a la Exposición Higiénica de
Buenos Aires.
Obtuvo su título de Doctor en Medicina y Cirugía en 1912
en Montevideo, habiendo tomando poco antes un primer conoci¬
miento —como Alumno interno— con el Profesor Pouey.
El mismo año de su graduación, en calidad de Delegado
Plenipotenciario del Uruguay ante el Congreso de Higiene de
Washington , hizo un viaje a Estados Unidos, visitando -seguramente
a instancias de Pouey- la Clínica Mayo y el Hospital Johns Hopkins ,
lugar este último, así como en la clínica privada de Howard Kelly,
donde siguió atentamente los tratamientos con radium, que recién
se iniciaban.
En 1913, pasó a España, donde participó del Congreso de
Ginecología, Obstetricia y Pediatría , reunido en Valencia, oportu¬
nidad en la que presentó “un plan de lucha contra el cáncer genital
femenino, basado en la educación de la mujer y el conocimiento de los
síntomas iniciales, para conseguir el diagnóstico precoz”. Continuó a
París y Berlín, donde también visitó centros quirúrgicos y gineco¬
lógicos.
Entre 1914 y 1917 actuó como Jefe de Clínica Adjunto de la
Clínica Ginecológica, en la que permaneció hasta 1928. Cuando,
en 1933, se fundó el Instituto de Curieterapia Ginecológica integró el
equipo médico y fue su Jefe de Relaciones Públicas.
409
Cf. Pou Ferrari, R. “Miguel Becerro de Bengoa (1880-1960)” en:Horacio Gutiérrez
Blanco (ed). Médicos uruguayos ejemplares, Montevideo, 1989, Tomo II, págs. 197-
203.
505
El Profesor Enrique Pouey y su época
Desde 1915, formó parte del Consejo de la Asistencia Pública
Nacional , bajo la presidencia de José R. Martirené, sitial en el que
permaneció largos años. Entre 1913 y 1926, fue Inspector de
Sanidad Social. En 1917, fue cofundador la Liga Uruguaya contra
el Cáncer Genital Femenino. Desde 1926 y por más de treinta años,
fue Redactor Responsable del Boletín de la Liga, órgano oficial de la
antes mencionada organización.
En 1917, propuso la clasificación por estadios evolutivos de los
casos de cáncer de cuello uterino, con esquemas explicativos, que,
aunque no fue bien recibida en nuestro medio, tiene grandes si¬
militudes con la elaborada por destacados ginecólogos oncológicos
para la Sección de Medicina de la Sociedad de las Naciones de Ginebra
en 1929 y que luego siguió siendo perfeccionada y utilizada por la
Federación Internacional de Sociedades de Ginecología y Obstetricia
(EI.G.O.), hasta el momento actual.
En 1922, viajó en compañía de Pouey al Congreso del American
College ofSurgeons -del que era fellow- , que se reunió en Boston. Se
desplazó luego a Cuba y más tarde a España, donde trabajó, como
ya lo había hecho con anterioridad, junto al famoso ginecólogo
madrileño Nicolás Recasens.
Fue autor de ingeniosos procedimientos para la organización
de ficheros médicos y bibliotecas.
Actuó en la Dirección de Identificación Civil, donde desarrolló
procedimientos para la localización de las personas inscriptas.
En 1929, propuso la realización, al año siguiente, aprovechan¬
do los festejos del primer centenario de la jura de la Constitución
del Uruguay, de una Conferencia Nacional Anticancerosa, de la que
participó como autoridad directiva y como expositor científico.
Fue presidente de la Sociedad Ginecotocológica del Uruguay en
1945, y, a partir de 1948, de la Liga Uruguaya contra el Cáncer. En
1945, en su calidad de dibujante y profesor de dibujo, fue presiden¬
te de la Asociación Uruguaya de Artistas Plásticos.
Autor de numerosas publicaciones médicas, éstas versaron so¬
bre cancerología, cirugía ginecológica, salud pública y sociología.
506
Ricardo Pou Ferrari
Fue inventor de múltiples aparatos. Entre estos, cabe mencio¬
nar: el dreno permanente de plata, para colocar en el cuello mientras
se efectúa la curieterapia; la bombilla higiénica, para evitar el conta¬
gio de la tuberculosis; el poncho uterino, con la finalidad de sostener
el útero y evitar la diseminación de células neoplásicas en las histe-
rectomías abdominales por cáncer de dicho órgano, que fue usado
durante mucho tiempo, al igual que el porta campos separador, por
los ginecólogos uruguayos. Fue autor de una contribución a la téc¬
nica de la hemostasis luego de practicado el vaciamiento conoideo
de Pouey, conocida como el punto en jareta de Becerro de Bengoa.
Concibió un termógrafo portátil, aparato que permitía inscribir en
un disco giratorio los registros térmicos en forma continua, para
poder seguir la evolución de los enfermos con mayor precisión.
En 1947, instaló y dirigió, en colaboración con Félix Leborgne,
una policlínica de colposcopía, técnica que, si bien había sido con¬
cebida en Alemania por Hans Hinselmann en 1923, recién enton¬
ces empezaba a conocerse en América. Elaboraron cérvicocromogra-
fías, útiles para el diagnóstico precoz del cáncer de cuello. Su primer
trabajo al respecto lo había presentado en 1939.
Dedicó muchos esfuerzos a la lucha contra el aborto provoca¬
do, tema sobre el cual publicó un opúsculo titulado Gotas amargas
( 1922 ).
Tuvo destacada actuación en el Instituto Profiláctico de la Sífilis,
así como en campañas de propaganda, que fueron paralelas a las
desarrolladas en pos del diagnóstico y tratamiento precoz del cáncer
ginecológico.
Fue autor de una novela, elogiada por la crítica, que lleva por
título Blanca Laguna y que tiene que ver con la historia de una
mujer que debe afrontar las consecuencias de un embarazo inespe¬
rado.
Se interesó sobre las cuestiones más diversas, entre ellas, la
navegación gemela, para evitar catástrofes marítimas como la del
Titanic, proponiendo que los barcos viajaran siempre de a dos.
507
El Profesor Enrique Pouey y su época
También estuvo relacionado con el Automóvil Club del Uruguay y
abordó temas de vialidad.
Como puede verse, fue Becerro un ginecólogo fuera de lo ha¬
bitual. No estuvo tan exigido como sus compañeros por las obli¬
gaciones asistenciales ni docentes. Sin perjuicio de haber actuado
a lo largo de toda su vida en un servicio académico, no tuvo otro
cargo de esta índole que el de Jefe de Clínica Adjunto en 1915. No
sabemos si fue a través de su precoz actuación como periodista, -o
mejor expresado- como publicista médico, o por la atracción que
sobre él ejercieron temas de interés médico social, o, quizás, por
vinculaciones políticas que desconocemos, que viajó desde joven a
distintos Congresos de Higiene, que se celebraban periódicamente.
Es probable que, viendo el gusto de su alumno por estos te¬
mas, Pouey delegara en Becerro las funciones que había asumido
en la Asistencia Pública Nacional en el momento de su creación.
Siempre falto de tiempo, el Profesor prefería dedicarlo a sus tareas
de clínico, docente e investigador, por lo que quizá dejó en manos
de su discípulo la tarea de secundar al segundo y último Director
de la Asistencia Pública Nacional, José R. Martirené. En ese ámbito,
Becerro fue un asiduo colaborador, elaborando estadísticas e infor¬
mes, proponiendo soluciones para los crecientes problemas que sur¬
gían en el organismo asistencial, dada la magnitud y complejidad
del mismo.
Pese a todas estas y otras actividades no mencionadas, tan dispa¬
res, tuvo destacada actuación como clínico e incluso como cirujano.
Los más severos jueces, como fue el caso de Pou y Orilla, estimaron
y alabaron su obra, viendo con entusiasmo además, cuando en la
década de 1940, diseñó el emblema de la Sociedad Ginecotocológica
del Uruguay, que denominó La Bandera de la Ciencia y el Arte.
5) César Crispo Acosta
César Crispo Acosta, fue hijo del médico y cirujano italia¬
no Juan Antonio Crispo Brandis -profesor de Patología médica y
Decano de nuestra Facultad de Medicina- y hermano de Osvaldo
508
Ricardo Pou Ferrari
Crispo Acosta, Lauxar , conocido crítico literario. Egresado como
Bachiller de la Sección de Preparatorios de Enseñanza Secundaria
en 1899, hizo lo propio de nuestra Facultad en 1907. Se vinculó
precozmente con Pouey, en cuya Clínica trabajó durante toda la ac¬
tuación del Maestro y a quien acompañó también en el Instituto de
Curieterapia. En 1908, fue designado, junto con Paulina Luisi, Jefe
Adjunto de Clínica Ginecológica. También fue Médico asistente en
el Sanatorio de Pouey. No publicó ni desarrolló carrera docente, si
bien fue siempre un distinguido ginecólogo clínico, especialmente
reconocido tanto por Pouey como por los demás colegas.
6) Juan Jaume y Bernat
NUEVOS BACHILLERES: Sentados: Ernesto Galmés; J. Jaume y Bernat;
Alfredo Pérsico; Natalio Saetone; Santín C. Rossi; Pedro Delfino; Sebastián
Robaina. Parados: Carlos Prando; A. Arocena; Carlos F. Muñoz; Ernesto
Ricci; Miguel Becerro de Bengoa; Eduardo Bastos ( La Ilustración Uruguaya,
Año I, 21 de enero de 1905: 4).
Es muy poco lo que sabemos sobre este precoz colaborador
de Pouey, que ingresó como Jefe Adjunto de Clínica en 1913. Fue
nieto de Pedro A. Bernat, poeta y periodista español, director del
periódico La España, cuya hija Magdalena, mallorquína y educa-
509
El Profesor Enrique Pouey y su época
cionista, se casó en Uruguay con Juan Jaume y Bosch, de igual pro¬
cedencia y profesión. 410 Compañero de Santín Carlos Rossi y de
Miguel Becerro de Bengoa, Jaume y Bosch egresó de la Facultad de
Medicina en 1913 y casi enseguida fue designado Jefe Adjunto de
Clínica Ginecológica. No conocemos ninguna publicación suya.
7) Juan Antonio Rodríguez 411
(1873-1921)
Juan A. Rodríguez, nació en Montevideo, donde se graduó
de Médico en 1900, habiendo sido antes Practicante interno del
hospital Vilardebó. Casi inmediatamente después de la obtención
del título universitario, emprendió un viaje a Europa, más concre¬
tamente a París. Allí se especializó en enfermedades de la piel y
sífilis en el Servicio de Raymond Sabouraud (1864-1938), conside¬
rado uno de los dermatólogos de mayor importancia en la medici¬
na francesa. Retornó a Montevideo y fue designado, en febrero de
1905, Jefe de Clínica Adjunto de Pouey y encargado de un consul¬
torio específicamente dedicado a venereología. Ya hemos conside¬
rado la íntima vinculación de la ginecología con las enfermedades
venéreas, de las que la sífilis y la gonococia constituían el motivo
de consulta más frecuente, tanto en sus etapas agudas como a con¬
secuencia de las complicaciones a largo plazo. No es extraño, pues,
que Pouey viera en él, individuo inteligente, preparado en el medio
parisino -a donde probablemente él mismo lo hubiera orientado-,
un candidato ideal para convertirlo en su colaborador, razón por
la que le concedió la designación honoraria que hemos menciona¬
do, que le otorgaba la posibilidad de iniciar una carrera docente.
Después que fue reglamentado el Servicio de Inspección Sanitaria de
la Prostitución , en 1906, e instalado el Pabellón Germán Segura en
410 Fundado Cátedra iberoamericana. Otros baleares significativos para la sociedad uru¬
guaya en los siglos XIX y XX. Barcelona, 2000.
411 Homenaje a la memoria del Dr. Juan A. Rodríguez (Montevideo, 1873- Idem, 1921):
Retrato. Necrológica por J. Echepare; Rasgos biográficos; Trabajos Publicados. Discursos en
el entierro. Homenajes. Notas de condolencia”. Bol. Cons. Nac. Higiene (Montevideo,
setiembre de 1921) Año XVI, N° 179, pags: 450-468. Sesión del Instituto Profilácti¬
co de la Sífilis, 26 de setiembre de 1921.
5 IO
Ricardo Pou Ferrari
el Hospital de Caridad, -también denominado como Sifilocomio
Nacional—, que fuera destinado a asistir a las internadas, prostitutas
inscriptas y periódicamente controladas, afectadas de enfermedades
venéreas, durante el período de contagiosidad, Rodríguez fue desig¬
nado su Jefe y allí trabajó hasta su muerte en 1921.
En 1912 emprendió un segundo viaje de especialización a
Europa.
Fue miembro del Consejo Nacional de Higiene en 1916. El
Instituto Profiláctico de la Sífilis, dependiente tanto de la Asistencia
Pública Nacional como del Consejo Nacional de Higiene, era donde
debían tratarse gratuitamente a todos los enfermos de sífilis. Esta
institución decantó, como proyecto de creación, del Primer Congreso
Médico Nacional, en 1916, a punto de partida del informe elabo¬
rado en esa oportunidad por Juan Antonio Rodríguez. Recogiendo
tal iniciativa, el Consejo Nacional de Higiene, presidido por Alfredo
Vidal y Fuentes, concretó su creación en 1917. La razón que justi¬
ficó este paso fue que los servicios hospitalarios eran insuficientes.
Se dispuso además en la oportunidad la creación de Dispensarios,
que funcionaban en las policlínicas de piel y venéreas en el Hospital
Maciel y en el Pabellón Ricord. También se establecieron consul¬
torios similares en los distintos hospitales de la República. En su
organización, se siguió el ejemplo de los servicios de París, en es¬
pecial del que estaba instalado en el Hospital Broca. Rodríguez fue
el primer Director Técnico y Médico Jefe del Dispensario Central,
hasta su fallecimiento.
La importancia de la cuestión y de considerar la sífilis como un
flagelo social, surge de las cifras de los registros, especialmente los lle¬
vados a cabo durante años por Joaquín de Salterain, que mostraban,
por ejemplo que en el año 1915, la séptima parte de las defunciones
en el Uruguay era por esa enfermedad. Ese carácter eminentemente
social, con contenidos eugenésicos, se ven reflejados en las expre¬
siones con que Bernardo Etchepare recuerda al fallecido Rodríguez:
“esforzado luchador contra una de las más graves plagas sociales ’, uno
de los “ más grandes azotes de la humanidad”, un “ peligro social au¬
tor de “la reforma de la organización [contra la sífilis] larga y penosa”,
El Profesor Enrique Pouey y su época
actuando “a todos los niveles, incluso en los Congresos Rurales, para
evitar la afección que interfiere con el crecimiento de un raza fuerte’ , .
Juan Antonio Rodríguez
En 1921, el Instituto Profiláctico de la Sífilis estaba integrado
del siguiente modo: Presidente, Alejandro Gallinal; vocales: Alfredo
Vidal y Fuentes, Manginou, Augusto Turenne, Héctor del Campo,
Luis Calzada, Miguel Becerro de Bengoa, Sr. Eduardo Ferreira y
Gral. Pintos. 412 Vemos entre los médicos, tres miembros de la es¬
cuela poueyana, seguramente en su totalidad habían sido sus alum¬
nos.
Se dio el nombre de J. A. Rodrígrez al Dispensario N° 1 y más
tarde, a una de las calles sobre la que da la actual sede del Ministerio
de Salud Pública.
Entre sus publicaciones, destacamos: Apuntes sobre la organiza¬
ción del sifilocomio provisorio Germán Segura-, Profilaxis de la sífilis en
las prostitutas inscriptas, reacción de Wasseman. Neosalvarsán-, Sobre
la instalación del laboratorio de la inspección sanitaria de la prosti-
412 Turnes, Antonio. La Sífilis en la Medicina. Una aproximación a su historia. Montevi¬
deo, págs. 148-156.
512
Ricardo Pou Ferrari
tución; Estadísticas del Sifilocomio Nacional Estadísticas de los años
14, 15 y 16; Sobre creación del Instituto Profiláctico de la Sífilis; La
lucha contra la sífilis y enfermedades venéreas en el Uruguay; Informe
con que se acompaña la Memoria y Estadística de los Dispensarios del
Instituto Profiláctico de la Sífilis, 1918; Profilaxis de la sífilis en el ejér¬
cito, armada y policía en el Uruguay; Coxa vara consecutiva a la falsa
anquilosis viciosa de la cadera; Pabellón Germán Segura, estadística de
las hospitalizaciones entre 1913 y 1918 ; Radioterapia de un epitelio¬
rna cutáneo ulcerado; Bacteriología y tratamiento de la tiña Gruby sa-
bouraud del Asilo de Huérfanos (Montevideo); Contribución al estudio
de la anatomía patológica y patogenia de la trichoficia , etc.
Fue el encargado de organizar el Primer Congreso Dermatológi¬
co Americano, en colaboración con los Dres. Rosende y José Brito
Foresti.
Fue Miembro corresponsal de Sociedades científicas extran¬
jeras y participó en Congresos, destacándose su actuación co¬
mo Vicepresidente de la Comisión Organizadora del II Congreso
Sudamericano de Dermato Sifilografía en 1921.
8) Enrique L lovft 413
(1877- 1953)
“Nacido en Montevideo en octubre de 1877, inicia sus estudios
primarios en la escuela Elbio Fernández, cursando luego el tercer año
escolar en Barcelona y el siguiente en París, en razón del trabajo de su
padre. Regresa al país y continúa su educación en el primero de los cen¬
tros citados, para ingresar en la Universidad en 1891, a los 13 años.
Su padre, Juan Llovet y Castellet, oriundo de Barcelona, llegó a
Montevideo siendo un adolescente. Tenía una beca para estudiar mú¬
sica en el Conservatorio de París, pero prefirió venir a Montevideo.
Fue un destacado Profesor de Música, y fue un prestigioso maestro en
La Lira en la época de Formentini. En las postrimerías de su vida, fue
413 Tomado casi textualmente de: Piaggio Garzón, W. Iconografía Médica. El Dr. Enrique
Llovet, ginecólogo y mineralogista. Bosquejo de su carrera quirúrgica. Montevideo, El
Día Médico Uruguayo, 1951, 216: 540 y ss.
513
El Profesor Enrique Pouey y su época
Director de Banco, conjuntamente con los Sres. Helguera Goicocbea,
D. Pedro Rey y otros.
Ingresa Enrique Llovet a la Facultad de Medicina en la fecha
histórica de la Revolución Reivindicadora (1897) y fueron sus compa¬
ñeros de año, Valentín Alvarez, Alberto Pérez Montebruno, Ruperto
Borras, Félix Nogueira, Baldomero Cuenca y Lamas, el malogrado José
Negrotto, Héctor Castagneto, Jaime Nin y Silva y otros. Fue también
condiscípulo de Emilio Barbarouxy de Rafael García Fuentes durante
el breve paso de estos por las aulas de medicina, quienes prosiguieron
después sus estudios en la Facultad de Derecho; Barbaroux fue luego
Profesor de Física, Ministro de Estado y Rector de la Universidad.
Durante su curso de Medicina, Llovet fue Alumno interno de la
Clínica Ginecológica del Profesor Pouey entre 1900y 1901 y puede de¬
cirse que aquí empieza a señalarse la disciplina que habría de abarcar
toda su vida: la Ginecología.
A continuación, fue también Practicante interno del Sanatorio
Quirúrgico de su preferido maestro y el 10 de julio de 1903 se graduó
de Médico, después de destacada escolaridad.
Siguiendo el itinerario de su carrera, pasó a ser Médico inter¬
no del Sanatorio Pouey y en 1904 y 1905, Jefe Adjunto de Clínica
Ginecológica. No podemos omitir la mención del trabajo que presentó
Llovet en el Congreso Latino Americano de Buenos Aires, de 1904, so¬
bre Estadística del Sanatorio Pouey, [que comentamos en otro capítulo
y reproducimos en el Apéndice Documental. Dijimos que es un docu¬
mento precioso que muestra al detalle cómo se asistía y cuáles eran los
enfermos que concurrían a uno de los primeros sanatorios privados de
Montevideo, establecido al terminar el siglo XLXJ.
En 1911, durante la ausencia temporaria del Maestro, se hizo
cargo del sanatorio conjuntamente con Pou Orfila, permaneciendo allí,
como dijéramos, en calidad de Médico interno y ayudante operador
durante diez años seguidos, hasta que en 1924pasó a atender en dicho
centro sólo en horas matutinas. De manera que su actuación sobrepasó
los veinte años y lo fue durante este largo período en que casi toda la
cirugía abdominal de señoras de toda la República y de gran parte de
Río Grande del Sur se realizaba en ese sanatorio.
514
Ricardo Pou Ferrari
Enrique Llovet, 1924.
Presentó una serie de trabajos, casi todos en torno al cáncer gine¬
cológico.
Médico de las Usinas del Estado, fue destituido durante la dicta¬
dura de Terra, [oportunidad en la que recibió la inmediata adhesión de
Pouey, quien le dirigió una afectuosa tarjeta].
Aficionado a la mineralogía, fue alumno —en este ámbito— en
la Universidad, de Enrique Gil, en 1894. Estudiando en el curso de
muchos años desde entonces, especialmente la zona de Catalanes en el
departamento de Artigas, en donde se “han dado cita miles y miles de
toneladas de ágatas madres de todos tipos”, trepando por los cerros y
llegando con su auto hasta la cumbre del Cerro del Medio, de la cadena
del Pintado, reunió innumerables especímenes. También hizo excur¬
siones por las sierras de Córdoba y en algunas zonas del Brasil. Con
esta misma pasión, visitó los grandes museos mineralógicos del mundo,
como los de Nueva York, Chicago, Londres o París, y siguió estudiando
siempre, desde la época en que seguía como alumno de Mineralogía el
viejo Tratado de Raoul Jognaus, de 1885, hasta sus últimos años, en
que publicó su pequeño libro titulado Cuarzos del Uruguay y que es
515
El Profesor Enrique Pouey y su época
un excelente catálogo de su Museo. En efecto, su casa de Carrasco tenía
un sector dedicado a tal fin, atestado de vitrinas debidamente caratu¬
ladas .
Es muy interesante observar el cariño y la admiración con que
Llovet se refiere a su Maestro en distintos homenajes. Lo trató en
todas las etapas de su vida, lo observó en las más difíciles situacio¬
nes, aprendió de él no sólo medicina sino comportamiento ético.
Lo siguió en la cirugía a la ginecología y de ésta a la curieterapia. Si
bien Llovet no realizó carrera docente en la Facultad de Medicina,
suponemos que fue un individuo inteligente, con sólida formación
clínica y refinada cultura, que tuvo acceso a la intimidad de la casa
de Pouey, tan reservada como fue esta siempre.
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CANCER DEL CUELLO UTERINO
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Carátula del trabajo de Llovet de 1937 sobre cáncer de
cuello uterino.
516
Ricardo Pou Ferrari
9) Luis C alza da 414
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(1877- ?)
Luis Calzada nació en
Montevideo el 3 de agosto
de 1877, siendo sus pa¬
dres Luis Calzada y Luisa
Dentone. Cursó estudios
en la Facultad de Medicina
de Montevideo, de donde
egresó en 1904. Se vin¬
culó pronto a Enrique
Pouey, siendo designado
en 1905 Jefe de Clínica
Adjunto, al mismo tiempo
que Llovet y Rodríguez.
Continuó luego en cali¬
dad de Asistente y finalizó
como Médico del Instituto
de Curieterapia. Ejerció
la cirugía en el Hospital
Italiano. En el I Congreso
Médico Nacional, en 1916,
presentó un informe titu¬
lado Defensa Social contra
las enfermedades venéreo
sifilíticas, que fue unánimemente aprobado en la respectiva sesión
plenaria
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Nota manuscrita de Pouey, de 1905, solicitando al
Decano el nombramiento de de los Jefes de Clínica
Adjuntos Luis Calzada, Enrique Llovet y Juan An¬
tonio Rodríguez, así como de José Foladori como
Interno y de José María Delgado como Externo. (
Arch. Fac. Med. de Montevideo, 1905)
Se desempeñó como Director de la Inspección Sanitaria, en¬
tonces a cargo del Consejo Nacional de Higiene fue miembro del
Instituto Profiláctico de la Sífilis. Como se ve, desde joven se orientó
hacia esta rama de la medicina, tan vinculada con la ginecología,
lo que le permitió actuar, tanto en la clínica como en los institutos
oficiales de corte higiénico profiláctico.
414 Scarone, Arturo. Uruguayos contemporáneos. Montevideo, Barreiro y Ramos, 1937.
517
El Profesor Enrique Pouey y su época
10) Paulina Luisi
(1875-1950)
Paulina Luisi nació en Argentina en 1875, hija de un educador
socialista. Se graduó de Maestra Normal en 1898 y fue la primera
mujer que obtuvo en nuestro país el título de Bachiller, en 1899.
También precursora en ostentar el título de Médico Cirujano en
1908, habiendo actuado entre 1905 y esa fecha como Interna de
los Hospitales. Fue Jefa Adjunta de Clínica Ginecológica en 1908.
Miembro del Cuerpo Médico Escolar, se desempeñó como Profesora
de Higiene social y educación profiláctica en la Escuela Normal de
Montevideo. Acérrima feminista, procuró, en su doble calidad de
educadora y médica, promover la educación sexual en distintos ni¬
veles de la enseñanza.
Paulina Luisi, en 1901, con sus compañeros de promoción de la Facultad de
Medicina de Montevideo.
Es así que en ocasión del Segundo Congreso Médico Nacional,
en 1921, presentó una ponencia titulada Educación sexual . 415 En
415 Luisi, Paulina. Educación sexual. II Congreso Médico Nacional, [1921], 1922 Tomo
I: 144-179.
518
Ricardo Pou Ferrari
este trabajo toma como referencia la publicación de Juan Antonio
Rodríguez, quien, en ocasión del I Congreso Médico Nacional en
1916, había hecho un importante relato sobre la profilaxis de la
sífilis. Nada se logró desde entonces. Reaccionando frente a la indi¬
ferencia de las autoridades, Luisi concluye que la educación sexual
“debe considerarse como un factor de capital importancia en la profi¬
laxis de las enfermedades venéreas, [y es] en consecuencia imprescindi¬
ble y urgente, tanto desde el punto de vista moral como del higiénico y
profiláctico ’’. Por esa razón, estima que debería formar parte de los
programas en todos los niveles de la enseñanza, “en forma progresi¬
va, sin formar un capítulo aparte sino que debe quedar amalgamada
dentro de la masa de los conocimientos programados”. Finalmente, so¬
licita del Congreso la aprobación de las siguientes declaraciones: “1)
Las autoridades educaciones deben incluir en los cursos de pedagogía de
las escuelas normales en los capítulos concernientes a la moral, historia
natural e higiene, la parte didáctica relativa a la educación sexual. 2)
Que en todos los programas de historia natural, desde la escuela prima¬
ria hasta la Universidad, debe enseñarse la historia natural tal cual es,
sin mutilar ninguna de sus partes, esto es, debe enseñarse la totalidad de
las funciones del organismo vegetal y animal. 3) Que en todos los liceos
y establecimientos de enseñanza secundaria deben establecerse con ca¬
rácter obligatorio cursos generales de higiene individual y social, inclu¬
yendo en ellos la profilaxis de las afecciones venéreas y los conocimientos
de deontología social relacionados con ella. 4) Que deben establecerse
cursos obligatorios de higiene general, profilaxis venérea y deontología
social, en los cursos nocturnos para adultos, hombre y mujeres. 5) Que
deben organizarse conferencias populares para los padres y las madres
sobre nociones elementales de pedagogía e higiene sexual. 6) Que estas
conferencias deben extenderse a todas las agrupaciones populares, socie¬
dades recreativas y deportivas, etc., enlazando siempre las nociones de
higiene y